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¿Cuál es la frase que más escuchan cuando cumplen años?
Adivino: ¡Felicidades!
Puede que también sea la que yo más escucho cada 365 días, pero tengo más grabada en el alma la siguiente: ¿Y cómo te va a festejar tu papá?
Pasaron 34 años para que me diera cuenta lo dañino que es para mí el recuerdo constante de que tengo un padre afectivamente poco responsable, aunque he de reconocer que de un tiempo para acá se esfuerza mucho para corregir ciertas conductas.
No sé si a estas alturas de mi vida me molesta más que mi "vuelta al Sol" pase a segundo plano, o que la gente no se dé cuenta de queya no soy la niña que espera que su progenitor se acuerde cuándo nací. Sola me festejo.
Me cansé de recibir lo que las personas que me aman me quiera dar, que no escuchen mis deseos y que miren las deficienciencias de otros, pero no las suyas.
Usted disculpe la diatriba, pero me kga la gente superficial que todo el tiempo demuestra que está chingón.
Acepto y amo lo que la vida ha hecho de mí porque aprendí a estar bien aunque todo este mal, pero no todos los días amanezco optimista.
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¿Feliz cumpleaños?
¿Después de 365 días celebras lo que has vivido o cuentas el tiempo que te queda antes de morir?
Mis bastas y tristes experiencias me han enseñado a ver cuánta agua se me ha ido de las manos con cada 'vuelta al Sol'.
Nunca he usado el tiempo para hacer memoria de mis bendiciones en cada ciclo; me ha servido para medir cuánto dolor puedo soportar.
Al paso de los años cuento cuántas personas salen de mi historia por voluntad propia, por caprichos de la naturaleza o porque las suelto.
No las dejo ir por egoísta. Después de tantos años de dar tanto y no ser suficiente, he aprendido a ahorrarme desilusiones.
Eso no quiere decir que no me importe dejar a medio camino a la gente que quiero, es solo que trato de reservar mis energías en dolores fundamentales.
Como ha pasado en los últimos años, solo me queda dar gracias por los que llegan, por lo aprendido de ellos, por los que se quedan y por los que se van.
Siento mucho no dar más, pero estoy cansada de ser una persona que da y nunca es suficiente. Algo suyo queda en mi ser y espero aportar algo en su existencia.
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Dentro de esta profunda tristeza se aloja el consuelo de confirmar lo que hace mucho tiempo ya sabía:
Mis mejores amigas son la escritura y Nala, un ser que tiene la cualidad de no ser humana.
Siempre me acompañan.
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Del Infierno al Cielo
Hace 3 años que te fuiste dejándome en ruinas. A la distancia, las cosas se ven con más claridad y me doy cuenta de que tuve que tocar el fondo para poder apreciar las cosas que realmente son importantes.
Si me hubiesen dado elegir, habría preferido no encontrarme contigo jamás, pero fuiste un mal necesario.
Hoy te doy las gracias por llevarme al Infierno; gracias a eso, hoy me siento en el cielo.
Solo espero que, en la vida, te vaya justo como te lo mereces. De ti, y de tus acciones, depende lo que eso signifique.
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Te vi
No estaba segura, pero parecía que mi cuerpo, mi mente y mi alma estaban preparados para el día que sucediera.
Creí que mi reacción sería enojo, tristeza o incomodidad. Pensé que mi reacción sería huir, pero no.
Te vi como si no te hubiera dejado de ver un solo día. Te vi con tanta naturalidad, como si fueras el ser más común y corriente que pisa este suelo.
Y es verdad, pareces más ordinario que de costumbre. Mis ojos dejaron de contemplarte como un milagro.
Llegó el día que tanto esperé: te solté.
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Café y libros ☕📖 (en Cafebrería El Péndulo) https://www.instagram.com/p/CpvJUWiOVHq/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Margarita Nelken y el expresionismo mexicano Crítica de arte en México durante la Guerra Fría 🎨 #instart (en Museo de Arte Moderno de México) https://www.instagram.com/p/CpZURcEulO3/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Hindi Zahra - The Moon feat. House of Spirituals (Official video)
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¿Qué es la vida?
En el 2003 comenzó la era de las despedidas en mi familia. Fue mi abuelo quien la inauguró con su partida la madrugada de un jueves 9 de enero.
Mi tía, que vino desde Estados Unidos luego de mucho tiempo de mantenerse lejos de sus padres, hermanos y sobrinos, estaba de guardia en el hospital cuando don Ezequiel dejó de existir.
Yo era una puberta de 12 años que sufría de una revolución mental: estaba la alegría de que mi mamá daría a luz a un par de cuates, pero también estaba la tristeza de que mi abuelo permanecía internado.
Ese día, por la mañana, me desperté, me bañé y me puse mi uniforme para ir a la secundaria.
Traté de llevar la jornada con normalidad hasta que la hora de la salida llegó.
Mi papá estaba afuera con mi tío esperándome a bordo de una vieja y brillante combi roja, que era el medio más importante de trabajo para los Reyes Santillán.
Subí y comencé a platicar con ellos de cosas sin importancia. Tan poca que ya no recuerdo el tema.
Los coches se detuvieron en Misterios y Circuito cuando mi papá me miró y me dijo que mi abuelo había muerto en la madrugada, y que teníamos que apurarnos a llegar para recibir el cuerpo en la casa.
En ese tiempo los hijos y nietos del hombre en el féretro estaban divididos en dos bandos, pero a la hora de recibir los restos, esa línea se hizo difusa.
Todos nos abrazamos y lloramos hasta que amaneció. El viernes llegó la carroza que lo llevaría a su última morada.
Vi a los hijos de mi abuelo romper en llanto mientras la caja entraba a la fosa y se iba llenando de tierra.
Más tarde volvimos a casa sin uno de los pilares del patriarcado. El resto de los días no hubo más remedio que aprender a vivir con el vacío. Fue en esos momentos que encontré entre sus cosas un viejo libro de la editorial Porrúa; se trataba de una antología poética de Federico García Lorca.
El separador estaba en una página amarillenta que decía:
Si mis manos pudieran deshojar...
Decidí agregarlo a mi colección sin decirle a nadie (me disculpo por eso). Quise conservar algo de ese hombre que un día me enseñó a disfrutar la vida corriendo descalza en el pasto y comiendo unos improvisados tacos placeros a bordo de su amada camioneta.
Supe que el luto llegó a su fin cuando la línea divisoria regresó.
Pasaron 12 años para que otra partida nos sacudiera; esta vez fue la de mi abuela.
Días antes, uno de los nietos que más orgullo le daba vino desde otro continente para verla.
Cuando mi primo ya volaba a su lejana cotidianidad, mi abuela fue dada de alta y llegó a su casa a dormir. Nadie se imaginó que ya no despertaría.
En ese tiempo yo ya era una joven universitaria que disfrutaba de estudiar e ir a cubrir eventos culturales.
Mi mejor compañía para los traslados fue un libro de Laura Esquivel: Como agua para chocolate.
El día que mi abuela partió, yo me encontraba apurada para ir a trabajar cuando mi mamá me llamó y me dijo que no me fuera, que la esperara.
No entendí su petición. Sabía que se me haría tarde si la esperaba.
Finalmente llegó, nos sentamos en la cama, tomo mi mano y me dijo que mi abuela había muerto.
Me volví a cambiar. Ahora usaba pura ropa negra y me apuré a llegar a la casa de la familia para recibir al servicio funerario.
Todo indicaba que velar a los nuestros en casa se volvería una tradición.
El protocolo terminó y todos volvimos a la "normalidad". Una normalidad sin abuelos.
Yo retomé la lectura que dejé pendiente, cuando de pronto mi corazón se rompió: ya no volvería a comer un delicioso arroz rojo con el sazón de mi mamá Pera.
He de confesar que nunca me imaginé que su muerte me dolería como hasta la fecha me duele. Todavía hay momentos en que lloro al acordarme de esa mujer mayor de complexión delgada que caminaba apresurada cada día al mercado para comprar lo de la comida.
En su andar había un brinquito peculiar que me daba ternura al conjugarse con su delgado y escaso cabello rizado.
El domingo 5 de febrero de 2023 la muerte se hizo presente. Mi tío, el inseparable hermano de mi papá dijo adiós a este mundo mientras jugaba fútbol con su sobrino.
Llevaba años con una bomba de tiempo en el pecho que no lo limitó a hacer lo que quiso, y fue así que decidió decir adiós, en medio de una cancha, mientras ganaba la reta.
Esta vez ya no habría revancha, se llevó la victoria definitiva.
Muchos años nos distanciamos por la diferencia de carácter y de pensamiento.
Agradezco a la vida que me dio la oportunidad de hablar con él y limar asperezas unos meses antes. Me sorprendió escuchar en el un tono conciliador y accesible, dispuesto a ayudarme.
Me pidió algo especial: más unión con la familia, más cercanía con sus hijas. Lamento mucho no haber comenzado antes con esa enmienda.
Esta vez el protocolo se rompió porque él fue velado solo unas horas en una funeraria para después ser cremado.
Fue la primera vez que toqué el cuerpo deshabitado. Sus manos eran frías y asperas.
Ahí ya no estaba la persona que me enseñó a tejer pulseras con tiras de plástico, con la que jugaba basta los veranos en que mi papá me llevaba a trabajar en la combi roja.
Esa discreta mano que se posó en mis hombros cuando sentí miedo de niña se fue sin que le pudiera decir adiós.
No lo entiendo, pero el día de la cremación, entre las pocas personas que presenciamos el momento, hubo muchas risas, chistes y reflexiones.
Nos entregaron la urna e hicimos un último recorrido por sus lugares favoritos.
De regreso a casa sonó "Y volveré", de los Ángeles Negros. Las sonrisas se borraron de nuestro rostro y el llanto se apropió del espacio.
Haciendo un recuento de mi vida me doy cuenta de lo afortunada que he sido. Algunos de mis tíos eran solteros cuando nací, así que más que verlos como tíos lejanos, asumieron un papel de padres segundos o de hermanos.
¿Qué es la vida?
Para mí significa el recuerdo que se aloja entre las líneas de un poema inconcluso, es eso que se aferra a la recta de un platillo o que manifiesta en una vieja canción.
Pasa de ser una persona a ser el relato que escucha la familia en medio de una cena de Navidad o en un cumpleaños.
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¿Nuevo comienzo?
Anoche se terminó el año. La cultura de occidente dice que hoy es un nuevo comienzo, pero yo, como cada día, volví a dedicar un momento de mi día para pensarte.
Te arrastro a mi nuevo ciclo y siento que sigo fallando.
¿Será que este año al fin logre curarme de este cáncer que me come las entrañas lentamente?
Me gustaría tener el poder de tirar por el caño tu recuerdo.
Está mal, pero he deseado que te mueras, que te cambies de casa a otra zona, otro estado, a otro país u otro mundo; un lugar lejos lejos lejos, donde no exista la mínima posibilidad de volver a verte.
Quiero hacer un viaje ligero, donde ya no me pese la culpa de haber sido una idiota que te amó ciegamente, sin condiciones, sin límites.
Vete, por favor. Te ruego que salgas de mi mente y no vuelvas nunca.
Día 1: me he vuelto a fallar.
YuLian
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aún rota, pero tratanto de recuperarme con los trozos que me sobran.
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"La vida es parte buscar placer y parte hallar dolor" Nacho Vegas
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Si un día te encuentro
Si un día te encuentro de nuevo, si un día la vida decide que nuestros caminos deben de volver a cruzarse, me gustaría lanzarte una profunda mirada, llena de coraje (no de odio). Una mirada que te haga saber con toda seguridad que fuiste la persona que me rompió el alma.
No hablo de herir sentimientos. Uno siempre debe de saber que en la búsqueda del amor va a encontrar dolor.
Lo que tú hiciste no fue herirme el cuerpo o el corazón. Entraste a mi vida y dejaste en ruinas mis bases.
Ya pasó un año y todavía no termino de reparar el desastre.
Quisiera que me vieras fuerte, segura y contenta con lo que soy y lo que tengo. Demostrarte que siempre fui una persona de una sola pieza.
Quisiera que supieras ver los alcances de tu indiferencia al dolor ajeno, y reconocieras en mí a un ser que todos los días se levanta y lucha para querer vivir; aunque, al pensarlo bien, me da pánico encontrarte y saber que debido a nuestra cercanía, el verte de nuevo es una posibilidad, y eventualmente, pasará.
Quisiera eliminar esa posibilidad. Quisiera no extrañarte y no amarte más. Que tu existencia no me importara y no me quitara el sueño.
Ya me he mudado de casa, y aún así, cada día mi cabeza le dedica un momento a tu recuerdo.
Quisiera que al salir de mi vida, dejaras de existir. Quisiera mudarme de ciudad, de país, de continente, de planeta.
Quisiera llenar mi vida de nuevas sensaciones, amaneceres y que tú fueras menos que nada.
Aunque me duele, espero de todo corazón no verte nunca más.
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Quizá tenga que tomar la vida como viene y dejar de esperar que sea como yo quiero. Quizá es mejor no esperar nada y que sea lo que tenga que suceder. En mi mente eso suena bien, hacerme entender lo que estoy escribiendo, es el problema.
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¿Cuándo llegará mi primavera?
Ya casi se cumple un año de que te amputaste de mí, y todavía son frecuentes los recuerdos, los dolores, el enojo y la vergüenza.
Todavía extraño la caricia, el juego y la violencia con que me entregaba a ti.
No sé por qué. Recuerdo que ya era tedioso esperar que atendieras tus problemas y que entendieras que nada tenía que ver con tu hombría.
Llegué a tus brazos llena de ilusión, de amor y de pasión, pero permití que tu frialdad me fuera apagando.
Quisiera florecer, pero todavía no es mi tiempo. Lo intenté, pero no puedo.
Espero que la primavera no tarde tanto en llegar, pues el invierno estuvo en mí por 8 largos años.
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