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Me siento como si estuviera perdiendo algo, pero no se que es. La nostalgia se mueve por todo mi pecho y no me deja respirar, no me deja existir.
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Pensé que teniendo algo de lo que nunca fui merecedora como el amor de una vida ajena, podría sentirme feliz y plena, pero parece todo lo contrario. Porque no sirvo para nada.
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Me pregunto ahora si puedes llorar por mi justo como yo lo hago por ti. Llorar porque temes que te deje, que se te rompa el corazón. Llorar como lloro, mamá. Llorar porque no puedes meterte entre mis brazos y permanecer lo suficiente cerca de mi corazón. Llorar porque no puedes contarme lo que sientes, porque no puedes gritar lo mucho que me necesitas. Llorar
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Sabes que soy miserable y siento que nunca voy a dejar de sentirme miserable. La vida tiene sentido cuando me siento miserable. Encerrado en una caja, esa es la realidad. Pero el mundo. El mundo siempre se sintió como un sueño. Cuando pude llegar a entenderlo y quise despertar.
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Sin talento ni nada y olvidados a la deriva. Cuando el frío nos golpea en medio de la montaña y la niebla rodea la colina. Estábamos en las puertas del cielo, ajenos a todo, excepto a los exploradores de nuestra izquierda que se ven a lo lejos. Si pudiera saltar, lo dudo mucho. Si pudiera pensar en algo más, sería doloroso. Es doloroso.
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Hoy ¡TE ODIO MÁS QUE NUNCA HIJUEPUTA! TE ODIO, TE ODIO, TE ODIO TANTOOOOOOO. Déjame en paz, por favor. Las canciones son suficientes.
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Tres días para que se acabe el año y todavía me quiero morir. Es gracioso, porque contigo y sin ti todavía no siento nada. ¿Me perdonarías si me retracto de lo que te dije aquella noche? Si te digo que no me gustas, que no quiero nada, que estaba confundida, aunque mentira no es. Pero la realidad es borrosa ahora y no puedo identificar mis sentimientos. Solo... feliz año nuevo.
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- Entonces ¿qué pasa?
- No sé, supongo que nunca he sido suficiente para algo. Nunca lo suficientemente inteligente, nunca lo suficientemente ágil, nunca lo suficientemente bonita, nunca lo suficientemente feliz, nunca lo suficientemente nada. Entonces ¿por qué alguien querría estar conmigo?
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Todos con el corazón roto y solo él.
Del 3 de septiembre.
Era tan simple, como mirar un trozo de papel en el suelo...
Él siempre se mantenía hidratado, una costumbre de su enfermedad heredada. Mariposas monstruosas que se comen su carne, tiene que ahogarlas con agua salada, porque a veces suben a través de su esófago, beben de su sangre y muerden su lengua cuando tratan de salir. Crecen y de repente ¡PUM! explotan repentinamente, como palomitas en aceite caliente, su interior hierbe y vomita.
Abre la puerta del refigerador e introduce su cabeza en el congelador y grita, grita tan fuerte que los oídos de su madre explotan.
El zumbido permanece y el sonido de las teclas del piano lo despierta de su trance, su madre toca de nuevo.
Al principio notas sueltas al azar que suenan tan incomprensibles. Y mutan y crecen y se convierten en una melodía que hace rodar lágrimas por sus mejillas mientras se acerca a su lado. Su expresión sozegada refleja paz y cuando abre sus labios agrietados y murmura sobre el bullicio un "lo siento tanto" la melodía se detiene y la calidez que emana su cuerpo lo envuelve.
A veces era complicado respirar cuando el zumbido en sus oídos se hacía más intenso. No sé siente como antes, no cabe en su cuerpo, no puede parar de crecer.
La inquietud en su interior se mueve, se agita, así que introduce su mano en su pecho y aprieta las hojas, las sacude, hasta dejarlas rotas y permite que el agua salga.
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Todos con el corazón roto y solo él.
Del 23 de septiembre.
... Y cuando está envuelto en ese espiral de necesidad súbita, con las manos dentro de su ropa y su boca sobre su piel, él entra en un estado de sueño vivido, en una alucinación, donde su mente no es capaz de procesar la información, donde no hay ningún deseo o imaginación, solo existe un montón de gente zumbando dentro de su cabeza, moviéndose a una velocidad tan alta que sus cuerpos son solo manchas de color indistinguibles en el espacio en blanco y de repente cuando la ternura de los labios que lo tocan llega a su rostro, todas las personas se detienen, y una de ellas con sonrisa casi macabra lo observa fijamente mientras lo toca con su dedo índice repetidamente, una y otra vez, sin descanso.
Es inquietante, abrumador y horrible. La ansiedad revolviendo su estomago y subiendo por su garganta, su cabeza embota, hormigueante que comienza a doler. Se marea, sus ojos se desenfocan y quiere comenzar a correr, quiere encerrarse en una habitación con música estridente, quiere escuchar el ruido que produce una bomba de gas al explotar, quiere que todos se callen y desaparezcan.
Fue uno de los primeros sueños que él tuvo y que recuerda de su infancia, cree que la tristeza siempre estuvo ahí para quedarse.
Lo siento...
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Todos con el corazón roto y solo él.
Del 11 de Noviembre.
... Y cuando nos levantamos de la mesa, nos miramos a los ojos una vez más esa noche. Todo voces y toques al rededor. Salimos al jardín, dónde se celebraba la fiesta y nos reunimos en la vieja fuente que quedaba lo suficientemente alejada de la casa como para que alguien pudiera vernos. Nos paramos frente a frente y por primera vez le dirigí la palabra después de veinticuatro horas de no hacerlo.
Le confesé que estaba hambriento, que el vacío me corroía. Su mirada despreocupada sobre mi rostro y sus palabras ligeras sobre que podíamos volver a comer los restos de la cena rebotaron en el aire. Le dije que no, que no se trataba de esa clase de hambre. Que por alguna extraña razón tenía hambre no solo en el estómago, sino también en los pulmones, en el hígado, en el páncreas, en el corazón, en los huesos. Que dentro de mi se abría un agujero irremediable, que no encuentra nada para calmarse. Que nada me llenaba, que nada era suficiente. Que estoy desesperado, ansioso, triste.
Le grité lo mucho que me odio y cuánto deseo morir. Lo mucho que temo desaparecer, ser devorado por la oscuridad de mi casa. Lo mucho que me agita pensar en cerrar la tapa de la caja en la que me encierro todos los días. Las ganas que tengo de abrir mi pecho con un arma y dejar salir todo lo que hay dentro. Le conté sobre las mariposas que creo que siento, que devoran mi carne y el dolor que experimento. Le conté sobre las lágrimas que salen solas y sobre como el calor de mi almohada vieja es lo único que puede retenerme, alejarme del presente y hacerme volar a una realidad alterna, justo como esta.
Porque no te estoy gritando de verdad, lo hago desde mi cabeza. Porque no existes y solo eres parte de mi subconsciente. Porque todo es mentira y si fuera cierto podría... yo podría desaparecer...
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