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Minnow RPG character.
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becoming-untouchablex-blog · 11 years ago
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  —¿Qué quieres? —inquirió al apretar su mandíbula con fuerza y elevando su voz. Algo debía querer y llegado ese punto estaba dispuesta a lo que fuera con tal de que detuviera aquella tortura, no quería morir en manos de alguien que ni siquiera conocía; no quería morir. Derth volvió a clavar sus uñas afiladas en la piel de su antebrazo, empeorando el sangrado que contrastó con la temperatura de sus dedos fríos, respondiendo de aquella manera cuando separó un poco más su rostro para observar sus facciones más claramente. —Creí que era bastante obvio —contestó, pasando su lengua por los colmillos antes de repentinamente moverse y lastimar su cuello nuevamente con sus dientes filosos pero sin succionar el líquido—, tu vida…….. Minnow —susurró en su oído. Luego se separó de su cuerpo, sentándose a su lado, aunque antes de que ella intentara levantarse una de sus manos se cerró en el cuello de la mestiza, ejerciendo presión, mientras que la otra fue hasta su abdomen, el cual descubrió debajo de la tela ahora húmeda. Su uña teñida de sangre se deslizó allí suavemente, hasta que poco a poco ejerció presión y la epidermis cedió a su fuerza cortándola para generar nuevas heridas en diferentes zonas de su torso. Un aullido volvió a escaparse por entre sus labios que ahora estaban abiertos, producto de su respiración violenta y cada vez más urgente. Podía notar, ella misma incluso, el latir de su corazón cada vez más rápido, en sus oídos y palpitaciones allá donde tenía heridas, no quería ni imaginar cómo lo estaría escuchando Derth. —No, no, no —farfulló entre sollozos mientras su entrecejo se contraía de nuevo y en sus ojos se instalaba una mirada de pura suplica al estar entrecerrados y llenos de lágrimas que le daban un color más intenso aún, a su azul, tan característico. Probablemente Segod desaprobaría ese comportamiento, dejándose ver cobarde, débil y vencerse sin luchar. Estaba dejando su orgullo de lado al suplicar por su vida, pero no encontraba otra cosa que hacer mientras un amargo sabor se instalaba en su boca y el dolor era más fuerte de lo que ella había experimentado jamás. Las uñas o los dientes de Derth eran como cuchillos, filosos y fríos, pero dejaba una sensación de ardor allá donde la tocaban, acrecentada por la calidez de su propia sangre, que podía notar como brotaba sobre su piel —Basta —gritó cuando un brote de lágrimas se deslizó por su rostro y su cuerpo se dobló con las nuevas heridas de su abdomen. Eso era más de lo que podía soportar, era mucho más de lo que jamás había creído tener que soportar. —Basta, por favor —dijo con un hilo de voz, solo un susurro, producto de los dedos fríos del intruso, cerrándose en torno a su cuello. La mandíbula de Derth se hizo aún más visible al oír las súplicas y en su mirada se avistó un halo de superioridad aún mayor al que ya poseía. La había sometido a él, había logrado que rogara por su vida, la tenía débilmente en sus garras. Ya había conseguido lo que necesitaría, puesto que con su media naturaleza inmortal imposibilitaría que su existencia desaparezca completamente lo que lo expondría. Pero con aquel rendimiento de Minnow en su presencia le había asegurado el sometimiento cuando ella abriera los ojos y dejara atrás el resto de humanidad que poseía y la volvía única. Durante unos segundos la observó, desangrándose en el lugar que el dueño de casa creía más seguro para ella y quiso reírse, aunque no lo hizo. Sus manos se cerraron alrededor del cuello femenino, aunque en vez de dañar más su piel, ejerció un movimiento rápido y corto que quebró sus huesos y la sumió en la mismísima oscuridad de la que se levantaría como completa inmortal. Cuando Derth posó la cabeza de Minnow sobre el colchón lo hizo con extrema delicadeza, irónicamente a diferencia de minutos atrás y suspiró audiblemente con satisfacción. Se puso de pie, sin prisa alguna, y tras limpiarse las manos con uno de los extremos de la sábana, saltó por la ventana, perdiéndose en la oscuridad cuando sus pasos se convirtieron en una velocidad sobrenatural que lo desapareció de allí, con la lluvia borrando sus huellas.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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like a broken doll
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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Baby, I'm staring at a piece of us Shattered on the sidewalk Tragic, broken like a china doll Burning like a gun shot My heart was beating And so was yours We threw each other Down on the floor My heart is breaking It's made of glass I guess anything that's good never ever lasts. So baby if you love me, let me know 'Cause everything that hurts you've hurt before You're about to tear this love apart And break another glass heart. So baby if you love me just let me know 'Cause everytime we touch, touch it's turning cold Promise that we'll never fall apart And I'll love you with my glass heart. Right now, I'm standing in our empty room Staring out the window I hear music that we used to make Boy play me that crescendo. Promise that we'll never fall apart, fall apart And I'll love you with my glass heart.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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Or what?
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Con ese frío y escueto mensaje, Minnow fue informada de qué Segod quería hablar con ella o más bien se suponía que ambos tenían que hablar. No sabía que era exactamente pero el tema de conversación no podría andar lejos de su discusión, tal vez Segod quisiera decir algo que no había dicho o esperaba que la mestiza se disculpara. Miles de ideas se le plantaban a Minnow en la cabeza durante la espera, porque nunca llegaba a saber qué era lo que podía haber en la mente del vampiro.
Justo después de ver su móvil iluminarse con el nombre de líder, Minnow había decidido meterse en la ducha con suma rapidez. Llevaba dos días sin salir del hotel y de la cama, pero tampoco quería darle el gusto ahora de que la viera hundida en su miseria. Tal vez venía para jactarse de ella, para ver qué sus palabras le habían afectado y poder disfrutar de su enfado. ¿Era Segod capaz de eso? ¿O era Minnow que debido al enfado lo veía más retorcido de lo qué realmente era? De cualquier manera tenía que aparentar entereza
Se duchó, se recogió el pelo en una coleta y se puso ropa cómoda e hizo la cama, simulando que estaba así desde la mañana bien temprano. Se sentó en uno de los sillones que había junto a la ventana, con las piernas encogidas pegadas a uno de los reposa-brazos mientras sus ojos se perdían en la inmensidad de aquella enorme y ajetreada ciudad.
Un golpe secó en la puerta fue lo qué le hizo moverse para alcanzar la manivela, girarla y abrir lo justo para comprobar que se trataba de Segod. Humedeció sus labios e hizo un movimiento con su mano para que pasara.
La figura esbelta del vampiro aceptó la invitación silenciosa, sin pasar por alto el gesto de la mestiza. Conocía que tarde o temprano ella cedería o al menos pretendería ante su presencia. Así eran las cosas.
Aquella mañana había sido más larga que otras para Segod Hex. En los dos días anteriores sus jornadas se había pasado la mayor parte del tiempo en su oficina, haciendo cortos descansos donde buscaba cafeína e innecesaria comida, pero aquella mañana no había salido en absoluto. Tampoco dio explicación alguna por la cual tras unas cuantas horas, se levantó de su posición estática y se marchó, dejando atrás su oficina, donde para su agudo olfato permanecían restos del perfume femenino de su víctima.
Segod se giró, aguardando a que la mestiza cerrara la puerta, buscando su mirada.
—Algo sucedió anoche —dijo simplemente, con tono frío y distante.
Sus ojos inmortales se pincelaron de la misma gelidez, recordando la molestia que sentía dentro.
Minnow observó su total indiferencia mientas caminaba hacia dentro. Sabía lo que estaba haciendo, o al menos creía saberlo, no era la primera vez. Segod la había castigado ignorándola antes, y ella había caído en ese juego a largo plazo, buscando por elección propia ser de nuevo la primera en su lista. Pero si ahora estaba con lo mismo, quizá no funcionaria esta vez.
Sin embargo sus teorías, de cómo iba a hacerle pagar su insolencia esta vez, se detuvieron en cuanto lo escuchó hablar.
—¿Algo que tiene que ver conmigo? —preguntó Minnow con el ceño fruncido y en tono bajo, tras cerrar la puerta del todo. Caminó un par de pasos para reajustar su posición, algo más cercana a la del vampiro.
Quizá venía a informarle de que había encontrado sustituta para Sylx en Nueva York.
—No necesariamente —respondió en seguida él, colocando sus manos en los bolsillos del pantalón.
Sin embargo esa era una pequeña mentira. Todo tenía que ver con ella, puesto que todo lo que hacía el vampiro de una forma u otra podía perjudicarla. Lo sucedido podía destaparlos a todos, aún así, no se arrepentía.
—Como no has ido a la empresa no te has enterado —comenzó Segod—, la encargada de marketing no fue hoy a trabajar, no pueden contactarla y nadie sabe donde está —hizo una pausa, sin dejar de observarla—. Nadie salvo yo.
Las cosas padecían relajadas, pero sólo parecían porque los comentarios que se dirigían el uno hacia el otro no iban libre de cargas. Minnow tomó una gran bocanada de aire a la par que de paciencia y observó a Segod cruzando los brazos.
—¿Y dónde está? ¿La tienes atada a tu cama? —aquello era evidentemente irónico, pero si él no iba a cortarse con tergiversar sus comentarios, la mestiza tampoco. Le daba mala espina que sólo Segod supiera donde estaba, o era porque le había mandando algún tipo de tarea especial, o porque de verdad la había tenido en su cama y no como todo el mundo podía pensar.
En un segundo los ojos de Minnow se abrieron y dio un paso hacia atrás. ¿Estaba muerta?
—Dime que la tienes de verdad atada en tu cama —susurró la muchacha con el entrecejo bastante fruncido. Cualquier cosa mejor que escuchar que la había terminado como su cena, porque eso los ponía en un horrible aprieto, la policía se metería en esto.
—Mierda —masculló chasqueando la lengua.
La respuesta del vampiro fue simplemente una mirada, carente de emoción alguna. Minnow había logrado deducir el mensaje no tan codificado que le había dado.
—No la llevé a mi suite —contestó con tono monótono—, tampoco fuimos a su casa.
Segod se giró apenas y caminó hacia la cama de la mestiza, donde se sentó en el borde alzando en seguida los ojos para mirarla.
—Me aseguré de no dejar rastros, pero aún así harán preguntas —comenzó, posando sus manos a los lados de su cuerpo, controlando su tensión cuando cerró los puños—. No salimos juntos de la empresa, le pedí que saliera antes y por la salida de emergencia. Nadie la vio, pero sé que hay cámaras de seguridad en las calles que podrían mostrar que iba acompañada en su auto.
Había tomado precauciones, había sido cuidadoso en la medida que su fiera interna le permitió. Había detenido el impulso de eliminarla en su propia oficina, incluso había fingido una atracción con la humana y la había seducido para ir a un lugar más íntimo. Pero irónicamente había ojos por todos lados y aunque no fueran a encontrar nada, la atención tarde o temprano se posaría en él.
El entrecejo de la mestiza se fruncía más y más conforme su relato avanzaba, sin saber siquiera qué decir. ¿Tan irresponsable había sido? Iban a meterse en serios problemas por eso, pero no podían permitir que la policía se inmiscuyera demasiado en sus vidas.
—¿Y qué piensas hacer? Porque esto es bastante serio... —replicó Minnow encogiéndose de hombros, mientras colocaba sus brazos en su cintura al caminar hacia uno de los sillones y tomar asiento.
—No es como en las granjas que puedes decir que fue una bestia, aquí la policía se encarga de las desapariciones y no van a parar hasta que den con algo, aunque sea un cuerpo —dijo juntando sus labios un segundo mientras tragaba saliva—. ¿Te deshiciste del cuerpo o aun podemos usarlo? —inquirió ladeando su cabeza.
Quizá estuvieran a tiempo de intentar culpar a algún asesino en serie o algo por el estilo.
—¿Nadie puede llegar a relacionarte con ella, no? —quiso saber cuando sus manos se posaron sobre sus propias rodillas.
Minnow podía decir qué Segod había estado con ella toda la noche, no debían creer que mentía si lo hacía bien y ambos eran buenos actores, pero necesitaban desviar la atención hacia otro lado.
Una sonrisa algo irónica se formó en los labios inmortales por un momento.
—No —contestó simplemente, sin tener que pensarlo.
No había manera en que él tuviera alguna conexión con la humana. Ni siquiera habían hablado antes de que ella apareciera en su oficina a altas horas de la noche, ni siquiera sabía qué era lo que la mujer aún hacía allí, cuando todos se habían ido. Aunque la imagen del de seguridad apareció momentáneamente por la mente del vampiro. Esa mañana el empleado había dicho que no la había visto el día anterior, lo que significaba que no la había visto a la noche en su turno. Su víctima había cumplido con la sugerencia de su nuevo jefe de que nadie la viera marchar o verían una indiscreción que saliera junto a él o siquiera que tenían un trato.
—Abandoné su auto en un barrio peligroso, no tardó diez minutos a que lo encontraran y se lo llevaran. Lo encontrarán, si lo encuentran, desarmado —comentó, sin tener que explicar que dentro no encontrarían ADN alguno de él mismo—. ¿Qué hay del analista? —preguntó Segod luego con cierta curiosidad—. Oí y vi que hablas con él, y he oído que es bueno con las computadoras —hizo una pausa, aún observándola—. ¿Qué sabes de él?
Podría ser una opción, una peligrosa, porque involucraría a alguien más, pero debía cubrir aquellas huellas que quedaba grabadas de manera digital. Sabía que las cámaras no habían captado su rostro, pero era arriesgar a que algún humano con ojo fantasma o demasiada tecnología encontrara alguna pista que fuera siquiera a crear una sospecha en él.
—¿Dónde está el cuerpo? —insistió Minnow mirándolo directamente a los ojos. Para ella eso era casi lo principal porque sería dónde podrían acercarse a Segod o bien ellos mismo podrían hacer que se alejaran lo suficiente como para que aquel asunto no le salpicara ni siquiera al nombre de la empresa.
Minnow se detuvo un segundo a pensar y chasqueó la lengua negando con la cabeza. Él que presumía de autocontrol y que la había criticado a ella por si se creía superior a los vampiros, ahí estaba, poniéndolos a todos en peligro.
—¿Ahora el qué necesitará una niñera serás tú? —le dijo alzando una de las cejas—. Porque esto no puede volver a pasar, ¿Estamos de acuerdo en esto no? No podemos estar siempre pendiente de limpiar crimines y apartar a los curiosos de nosotros —dejó ir un largo suspiro antes de lanzarle a Segod una mirada de pocos amigos. ¿Ahora la espiaba?
—Sí, hablé con él un día, eso no nos puede asegurar nada... —comentó la mestiza echándose hacia atrás en el asiento, apoyando la espalda en el respaldo. Pedirle tal tipo de colaboración a alguien que no conocía era arriesgado y algo estúpido.
Los puños del vampiro se cerraron aún más, ejerciendo presión contra el colchón, haciendo crujir la madera de abajo. Las palabras femeninas que escuchó encendieron cada partícula de furia que tenía bajo control.
—Increíble —soltó con sarcasmo cuando se puso de pie, caminando hacia ella, inclinándose sobre el sofá para detenerse a escasos centímetros—. Al parecer rodearte de infradotados te afectó la percepción de las cosas y te hizo olvidar cuál es tu lugar —siseó entre dientes, sin alzar la voz, observándola con fiereza.
No solo se atrevía a burlarse, sino que lo trataba como si él fuera quien debía disculparse por todo aquello. Ella era quien acataba órdenes sin discutir, quien hacía lo que él pedía cuando él lo hacía. ¿Ahora tenía que pedirle por favor? ¿Ahora ella tomaba decisiones por sí sola?
—Agradece que no hice un desastre dentro de la ambulancia —soltó sin alzar la voz ni moverse para darle espacio—. No vuelvas a hacerlo, no vuelvas a decirme qué no debo hacer —avisó, con tono peligroso.
A cada paso que Segod daba hacia ella su corazón respondía con sacudidas secas y rápidas. Sus ojos se abrieron cuando el rostro del vampiro estuvo a escasos centímetros.
Minnow apretó la mandíbula con rabia y se dijo a sí misma que se callara, que agachara la cabeza y no se le ocurriera replicar porque con los últimos acontecimientos las cosas podían empeorar más. Pero su Minnow interior no escuchó, estaba cansada de amenazas.
—¿O qué? —inquirió la mestiza con un rugido que rasgó su garganta, cuando se puso de pie. Su barbilla se mantuvo alzada para poder seguir mirando a Segod a los ojos.
—Vienes a que te ayude a salir de esta y no eres capaz de aceptar tu error, porque fue un error. La cagaste —dijo sin tapujos. Todos cometían errores, incluso él, y eso no era lo que le molestaba, sino la manera en la que no parecía importarle en gran medida meter a todos en problemas.
Poco a poco los labios inmortales se curvaron con una diversión maléfica que acabó convirtiéndose en una carcajada gélida que no se molestó en silenciar. Durante unos segundos su risa fue todo el sonido que inundó la habitación, hasta que sus facciones se congelaron, esfumando cualquier rastro de burla o gracia para reemplazarlo por cólera silenciosa.
—O qué —repitió él sin que su voz dejara de ser un susurro desafiante.
Segod Hex dejó que sus ojos fulminaran femeninos, permitiendo que viera toda la carencia de control que había en su cuerpo inmortal, permitiendo que fuera testigo del tono oscuro que pinceló su mirada azul de la oscuridad más abismal que poseía. Por mera diversión el vampiro le obsequió un par de segundos a Minnow para que entendiera que estaba en peligro y retrocediera, pero no recibió más que la firmeza de los pies mestizos delante de él.
Si era lo que quería…
Una de las manos del vampiro se cerró rápidamente alrededor del cuello mestizo, presionando con fuerza que no contuvo, pero sin que fuera excesiva, solo la suficiente para que ella no pudiera soltarse; en seguida alzó su brazo y comenzó a caminar, sosteniendo a su “protegida” en alto delante de su cuerpo, hasta que la pared fue su tope. Impactó su espalda contra la superficie, sin que ésta cediera pero si crujiera y soltó su cuello para encerrar con cada mano cada muñeca femenina, pegando su cuerpo a ella para inmovilizarla.
—Realmente la idiotez humana es contagiosa —siseó contra su cuello y soltó otra risa cargada de cólera—. Esta eres tú, cagándola —agregó entre dientes al separar su rostro con dificultad, pero solo para mirar sus ojos.
La expresión de Minnow se congeló de la misma manera que la del vampiro pero no con el mismo sentimiento. Se observó a sí misma en los ojos de Segod y un escalofrío inhumano recorrió su espina dorsal. Aquello había sido una advertencia, un aviso. Pero nunca imaginó que se vería en esa situación.
En cuanto sus dedos se cerraron en torno a su cuello, Minnow aprisionó una de las muñecas de él como si eso pudiera conseguir apartarlo. Segod ni se inmutó a pesar de que ella estaba haciendo toda la fuerza posible para obligarlo a que quitara las manos de su cuello. Lo siguiente fue su espalda contra la pared y todo el aire entrando de golpe, lo que le hizo toser antes de tener a Segod peligrosamente cerca de nuevo.
Sus dedos fríos y duros aprisionaron sus muñecas y su cuerpo, impasible como si estuviera hecho de piedra, estuvo pegando al suyo sin opción a ninguno movimiento. Minnow sólo pudo echar su rostro hacia un lado cuando sintió la gélida respiración del líder sobre la piel de su cuello.
Con los bruscos movimientos de su pecho, y el sonido de su corazón como advertencia de que se estaba por quemar después de haber jugado con fuego, la mestiza le sostuvo la mirada, con los dientes apretados, a un furioso Segod, como jamás lo había visto.
La respiración errante y el corazón desbocado de la mestiza se habían convertido en música para los oídos de Segod Hex, quien observaba frenético pero a la vez satisfecho la sorpresa en cada océano de los ojos mestizos. Sin siquiera ceder un centímetro, el vampiro delineó cada facción del rostro femenino, con el hambre de cólera absorbiéndolo completamente. Aspiró aire solo para guardar en su mente el aroma del cuerpo femenino en aquel estado.
No era la primera vez que se percataba de la frágil figura, pero ahora Minnow estaba a su merced de una manera muy diferente. No estaba acariciando ávidamente sus curvas o besando sus labios con sed, estaba demostrándole quien era, porque al parecer inútilmente lo había olvidado.
—¿Ya no tienes nada para decir? —desafió sin alzar su voz, tensionando su mandíbula.
Tras unos segundos la soltó, separándose apenas unos centímetros, pero sin darle vía libre, aún atento a cualquier palabra o golpe que pudiera recibir para asegurarse de ponerla en su lugar.
Su mirada quedó estancada en la de Segod hasta que pestañeó y la apartó agachando sus ojos. Él quería de nuevo asegurarse que Minnow no olvidaba cual era su lugar, pero ella se había cansado de estar donde debía, se había cansado del trato que recibía o es que quizá estaba obcecada a que no le importaba lo que le pasara mientras se hundía en el pozo en el que llevaba esos días. De cualquier manera había sido un imprudente y estaba siéndolo pero llevaba demasiado tiempo callada.
Con todos los momentos malos que él le había hecho, directa o indirectamente, en su mente, Minnow hizo acopio de coraje, y viéndose perdida colocó una de sus manos, en cuanto él la liberó, en el pecho de Segod para empujarlo.
—Aparta —farfulló entre dientes con un claro desprecio en su voz.
No tenía tanta intención de moverlo como de molestarlo, quería hacerle daño, todo el daño posible. Un ataque físico estaba descartado, y tampoco podía jugar con sus emociones puesto que no tenía ninguna, sólo podía arremeter contra lo más importante para Segod, su ego. Por ese era por el que Minnow debía arrastrarse frente a él, por ese que debía temerle y por ese mismo era por el qué pensaba atacarle todo lo que pudiera. Una Minnow insolente era lo que menos soportaba Segod, eso sería lo que tendría.
Hizo un ademan de apartarse que sólo fueron un par de pasos al toparse con la figura de Segod clavada delante de ella.
Una vez más utilizó simplemente sus ojos azules oscurecidos de furia que hablaran más que cualquier palabra o siquiera que su fuerza brutal. Simplemente observó a la mestiza por un momento, entendiendo cada cosa que pasaba por su mente, aún sin poseer su poder. Lo odiaba con todo su ser, lo despreciaba, siempre lo había hecho, pero en ese momento estaba siendo transparente.
El vampiro también lo estaba siendo, estaba siendo la verdadera bestia que era, sin hacer distinción por contenerse a lastimar a su tesoro más preciado, puesto que ella no era capaz de ver el sacrificio que hacía a diario para contener su naturaleza y ser una piedra inhumana. Ese era el verdadero Segod Hex, uno colérico, frenético y peligroso.
—Te daré una opción —murmuró, aún sin alzar demasiado su voz que era un siseo frío—, puedes pedirle tú al humano que puede entrar en las cámaras de seguridad, o se lo pediré yo mismo, tras golpearle la cabeza contra el teclado tantas veces que tendrá dificultad para enfocar la vista —dio un paso hacia ella, acercándose aún más—. En cuanto a anoche, yo estaba contigo —explicó lo obvio, era la respuesta que daría si hacían preguntas.
Sin más se apartó, dirigiéndose hasta la puerta con completa tranquilidad, tal como si no estuviera conteniendo a una fiera animal.
—No —dijo Minnow cuando se vio libre de la asfixiante presencia de Segod. Llenó sus pulmones de aire y lo soltó despacio.
—Anoche yo estaba en mi habitación, sola —farfulló con la mirada estancada en el suelo—. No has sido capaz de pedirlo con amabilidad o mostrar el más mínimo reparo de qué todos nos veamos afectados por tu error. No tengo porqué ayudarte, ahora no quiero ayudarte —escupió sin reparo alguno a darle el acento que merecía esa última frase.
No estaba segura si lo de golpear a Foxter era verdad o no, tal vez sólo era para intentar mover la conciencia que ella sí tenía. Pero no podía agredirlo sin más y arriesgarse a un escándalo ¿No?
—Debí haberme ido —se reprochó a sí misma pero en voz alta—. Estás tan ciego pensando sólo en ti que no eres capaz de ver lo que los demás hacen.... —ahora fue ella la que dio un paso hacia él—, sino fuera por Myst aún estarías lamentándote por haber perdido todo y teniendo que esconderte. Tú, Segod, el gran líder escondido y huyendo como una rata —se le estaba yendo la lengua demasiado pero era hora de que alguien le dijera todo lo que debía oír—. Si no fuera por ella estarías sirviendo a alguien más incluso, y eso te hubiera hundido —aseguró Minnow dando otro paso hacia más él. —Si te repugno tanto, ¿Por qué no me matas? ¿Por qué no acabas conmigo de una vez? —inquirió alzando la barbilla hacia él—. Yo llegué a pensar que podría llegar a entenderte, a tener un buen trato, a aceptarte o incluso querer. Estúpida de mí —soltó un lamento casi con eso último. —Hazme lo que sea que pasa por esa horrible cabeza tuya, destrózame en pedazos si quieres, para un tenga que volver llorando y arrastrándome, suplicándote perdón. Los dos sabemos que pasará, tarde o temprano volveré rogándote atención —eso no trataba de ocultarlo, Minnow siempre acababa volviendo a su merced—, pero no conseguirás más respeto por eso —sentenció con firmeza.
Sin duda ese podía ser su fin pero no le importaba, ella había intentando acercarse a Segod y él era lo más egoísta que podía existir. Minnow estaba haciendo lo propio, se estaba liberando de haber llevado las cadenas de tener su voluntad atada.
La voz femenina con la simple negación lo había detenido, en el momento en que sostenía la manija de la puerta, pero al seguir oyendo lo que parecía ser sacado de una mala comedia, el objeto que sostenía crujió en su mano y se rompió, impactando el suelo. Con la misma lentitud con la que se había apartado, Segod se giró para una vez más enfrentarla, viendo incluso como ella avanzaba un paso hacia él. Tenía coraje, debía admitirlo, o una vez más era producto de su inmensa estupidez. En ese momento, en que era desafiado por un ser de sangre mestiza, decidió que lo tomaría como valentía.
—Eres mía —siseó, sin dejar de mirarla con sus ojos ávidos.
Por supuesto que iba a hacer lo que quisiera con ella, estaba implícito en cada respiración de Minnow. La única razón por la que ella estaba allí era por él. Por su enferma posesión, su interés a aprovecharse del don sobrenatural, pero por él. Él era el responsable de cada desgracia que rasgaba el corazón mestizo, y se enorgullecía de serlo, de hacerla sufrir apenas la mitad de lo que él sufría secretamente con su desgraciada existencia.
Una vez más el vampiro se acercó a ella, pero esta vez cuando rodeó su cuello con firmeza no la alzó, sino que la lanzó hacia el otro extremo de la habitación, sin cuidado alguno. Se acercó con rapidez, alzándola y apartando el cabello de su rostro para atrapar con un dedo la gota de sangre que se deslizaba por su frente ante el golpe. Segod observó su dedo teñido de escarlata y en vez de llevárselo a la boca, como su instinto de sed le gritaba, lo limpió en la ropa que vestía la mestiza. —Haz lo que quieras, pero cállate —farfulló, sosteniendo el rostro femenino con una mano y luego apartándola de un empujón para que volviera a caer—. No vuelvas a abrir la boca o te arrepentirás de haberlo hecho. No me conoces, en absoluto, no tienes idea de lo que puedo hacerte sufrir. Aún más —soltó, ahora alzando el tono de su voz, haciéndolo más autoritario cuando se apartó, acomodando su camisa—. Irás a trabajar mañana, y asegúrate que el maquillaje cubra eso —murmuró señalándose su propia cabeza.
Estaba más que cansada de oír esas dos palabras salir de su boca, las había oído hasta la saciedad pero ninguna vez había hecho que mereciera la pena.
Cuando el vampiro volvía a acercarse a ella tuvo que obligarse a quedarse quieta, porque esta vez vio en sus ojos el mismo fuego del infierno y todo lo que eso conllevaba, enfocados directamente en ella. Se preparó, mentalmente para el dolor pero no para la impresión de sentirse fuera del suelo y luego impactar contra la pared. Su cuerpo enteró le avisó del golpe, sobretodo su cabeza que había impactado contra el rodapiés al caer al suelo.
Iba a hacerla pedazos ligeramente como le había pedido. Cuando se acercó de un nuevo, Minnow ahogó un grito mientras se tapaba la boca y sus ojos se llenaban de lágrimas, no quería permitirse que encima disfrutara de ella expresando su dolor, pero todo lo que creyó que había construido en si misma quedó reducido a polvo después del primer impacto; seguía siendo la misma Minnow, la antigua, la de siempre, la cobarde, la indefensa. La mestiza observó su rostro y su expresión cuando le habló más cerca y el suelo volvió a desvanecerse bajo ella.
De nuevo, otro golpe donde no sólo su cuerpo se resintió sino también si orgullo, porque no intentó levantarse siquiera. Se quedó allí, tumbada en el suelo, con la cara enterrada en una de sus manos y la superficie de madera mientras rezaba porque si la iba a matar que fuera rápido o que se marchara viéndola sin el coraje de enfrentarlo ahora.
Silenciosamente, la fiera salvaje inmortal se quedó alimentándose de la rendición de la mestiza, absorbiendo con su mirada aquella imagen destrozada de quien hacía minutos lo había desafiado. Sintiéndose por primera vez desde que había pisado aquella realidad donde los humanos reinaban, que él volvía a recuperar su esencia de líder.
Escondiendo una sonrisa maliciosa, Segod Hex se humedeció los labios y se giró para marcharse.
—Buenas noches —murmuró mientras se alejaba y una vez más se detuvo antes de salir por la puerta—. Yo llamaré al cerrajero mañana a la mañana, no te preocupes —agregó, con tono calmo.
El vampiro apartó los trozos de picaporte y sin más tiró de la puerta para que se abriera, y finalmente irse de la habitación con la victoria alimentando a su cólera.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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En cambio los ojos azules se posaron en las facciones femeninas que tanto conocía, a la cual acabó por acercarse, deteniéndose delante de ella. Sus manos alzaron su rostro con cuidado, incluso apartó un mechón de cabello que la brisa quiso entrometer entre sus miradas. —¿Qué sucedió? —preguntó en voz serena, aunque cargaba con toda su ira—. Lo mataré —siseó sin poder esperar a una respuesta.  Los párpados de Minnow cedieron al tener a Segod cerca y suspiró ante el contacto de sus dedos.  Aquello se sentía demasiado bien, más de lo que seguro debía.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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—¿Qué si… quiero probar si le haría gracia? —susurró, fijando sus ojos en los azules, demostrando cierta diversión—. Quizás puedo romper la cerradura y ayudarte a escapar —agregó y se encogió de hombros, cruzando sus piernas lentamente y se inclinó hacia la jaula. (.....)
—O me ayudas o te quitas de en medio, mi consejo es qué no te gustará estar aquí cuando vengan a buscarme —murmuró queriendo parecer segura de sus palabras. Pero en realidad no lo estaba, no sabía como Segod podía llegar a enterarse de qué ella necesitaba ayuda, ni cómo reaccionaría si llegaba a saber que las cosas se le habían ido de las manos. ¿Estaría enfadado con ella? ¿O con Joseph? ¿Qué había de real en la alianza entre ambos? Una carcajada suave salió por los labios femeninos de la loba. —Me agradas —admitió con verdadero entretenimiento, desdoblando sus piernas. Sin embargo había cruzado aquel pensamiento por su mente. Estaba muy segura que no deseaba estar del bando equivocado cuando una guerra se desenlazara, no era vampiro pero eso no significaba un sinónimo de estupidez. Su instinto de supervivencia se agudizaba al rodearse de aquellos seres helados y estaba dispuesta a arriesgarse por lo que le conviniera mejor. La mestiza en ese momento era su mejor carta y pensaba arrebatarla de las manos inmortales de Joseph. —Simplemente sé que conviene actuar a favor del líder y no en contra —susurró Myst con astucia, finalmente poniéndose de pie—. Darle un par de manos a su protegida es una acción que quizás tenga en cuenta.  —Eres lista —murmuró Minnow levantando una ceja—, me agradas —utilizó el mismo tono que ella y una sonrisa irónica en sus labios. Conforme las palabras de aquella mujer se deslizaban entre ambas y ella misma las procesaba, más segura estaba de qué era bastante lista. Era mejor estar del lado de Segod si él llegaba hasta allí a buscar a Minnow.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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If we’re lucky, someone comes along and shows us who we really want to be.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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butterflies are god’s proof that we can have a second chance at life.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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Hotel Ritz, New York. Martes 20 de Agosto de 2013. Había perdido la noción del tiempo, y no estrictamente de qué hora era, si de mañana o de noche, se había dejado ir con cada golpe de las manecillas del reloj porque no quería saber cuanto tiempo llevaba tumbada en la cama llorando una causa imposible. Minnow no lloraba, jamás. Pero eso fue lo único capaz de hacer desde que la noche anterior había arrojado el teléfono lo más lejos posible de la cama y se había quedado allí, quieta, con los ojos clavados en el techo y sus dos manos sobre su abdomen. Se sentía desgraciada, se hundía y revolcaba en su miseria. Tiempo atrás, otra Minnow, solía hacer eso bastante, quejarse y compadecerse de la vida que le había tocado, pero a base de golpes y desengaños, había aprendido que debía cambiar. En ese preciso instante nada parecía haber cambiado, era la Minnow estúpida y lastimera a la que todos pisoteaban. Incluso ella misma. Lo qué había comenzado como una inocente conversación para probar cuán útil podía ser su nuevo teléfono móvil, terminó desenterrando todos los trapos sucios que había querido esconder muy hondo. Había terminado con un conversación subida de tono y con muchos reproches hacia Segod, al punto de pensar que lo odiaba y repugnaba de nuevo. Pero qué ciega había estado, se decía a sí misma todo el rato. Creer que las cosas entre ese inmortal sin compasión y corazón y ella, habían mejorado. Creer que Segod le tenía algo de estima por haber elegido quedarse con él. ”Incluso si te hubieras ido en ese momento en que no podía moverse, no tenías a donde ir. Pero te iba a encontrar de todas maneras, tarde o temprano.” ”No puedo perder algo que es mío. No tienes opción, me perteneces. te haga miserable o no, no es mi problema.”
Solo Minnow podía haber creído que alguien como él valoraba la lealtad que ella había tomado como opción. Pero era un ser sin sentimientos, que la utilizó, utilizaba y utilizaría a conveniencia siempre que pudiera, porque esa era la finalidad de tener a Minnow a su lado. El odio que sentía por su amo (palabra que no le gustaba utilizar pero que él se había dejado claro de que no olvidara), se había disipado con los últimos acontecimientos que los habían acercado. Él la había tratado mejor que nunca, había sido amable y benevolente con Minnow, ella creía poder estar llegando a comprenderlo, pero entonces se había dado cuenta que seguía siendo el mismo. Jugaba sus cartas, hacía sus movimientos y esperaba los de su mestiza, nada más. Incluso por un solo segundo pensó que era a él a quién debía preguntarle la duda que le había comido la cabeza una noche, después de ver un programa en la televisión sobre nacimientos. ¿Sería ella capaz, alguna vez en su eterna vida, de concebir un hijo de forma natural, cómo los humanos? Segod no tenía la respuesta, solo había sabido decirle que ninguna humana había llegado viva al parto, ninguna había resistido y todas acababan muertas. Nada esperanzador y por otra parte, creía que sino había sido capaz de procrear ya, no lo sería nunca. Minnow había comenzado a una edad algo temprana a tener relaciones, aún cuándo ni siquiera sabía la complejidad de su origen extraño y siendo sincera, jamás se había preocupado por lo que los humanos, en ese mundo, tomaban muy enserio. Algún embarazo no deseado. Ella solo había estado con Segod, durante muchísimo tiempo, hasta que llegó Steven. Él era humano, se suponía que los humanos tenían la capacidad de procrear para la continuidad de su raza. Mitad humana era una de las cualidades de Minnow, de eso debería haber obtenido algo, la respuesta a su pregunta. Pero nada ocurrió. Hasta ese momento no le había preocupado porque en la mansión jamás había tenido un bebé cerca, ni siquiera lo había visto, pero allí donde cada cuatro pasos encontraba algún infante, un bebé o una humana en estado, le dolía lo más profundo del alma pensar qué quizá ella jamás fuera capaz de ser madre. La conversación de Minnow teniendo un hijo, había terminado con un Segod obstinado a qué no ocurriera, porque era imposible y con una mestiza más obstinada aún en qué ocurriría, al menos no dejaría de intentarlo así tuviera que acostarse con todos los hombres de Nueva York, aceptando cualquier castigo que la perversa mente del vampiro quisiera imponerle. No le importaba. Por eso y por más eran las amargas e incansables lágrimas que rodaban por sus mejillas entristeciendo sus ojos claros, le dolía la garganta de todos los gritos ahogados en la almohada, le dolía la mandíbula, las manos de apretarlas contra si misma. Le dolía lo más profundo de su ser verse así de debil con algo que podía no tener solución. Se sentía perdida y desamparada de nuevo, se sentía como la vieja Minnow. Y lo peor era que tendría que enfrentarse a Segod después de todo lo qué le había dicho aquella noche, tendría que ser ella la que se redimiera, volviendo a los pies de su amo como un cachorro arrepentido, tenía que hacerlo porque era como las cosas funcionaban. Sin esperanza, sin ánimo y de nuevo teniendo que hacer acopio de su talento de actriz.  Sin la Minnow fuerte que había construido, los tiempos se volvían grises de nuevo y no parecía querer encontrar la luz.
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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becoming-untouchablex-blog · 12 years ago
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I still hear your voice when you sleep next to me. I still feel your touch in my dreams. Forgive me my weakness, but I don’t know why without you it’s hard to survive. ’Cause everytime we touch, I get this feeling and everytime we kiss I swear I could fly. Can’t you feel my heart beat fast? I want this to last. I need you by my side. Your arms are my castle, your heart is my sky, they wipe away tears that I cry. 
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