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Se ahogaba en un océano de sensaciones que le embriagaban con tan sólo un toque, en un roce o una mirada; en un beso JongIn le robaba todo lo que fuese similar a una pizca de cordura y Kyungsoo sucumbía, dejando a sus dedos perderse libres en la nuca del más alto, hundiéndose en caricias que jugaban con cada mechón entre sus falanges, de vez en cuando haciendo esa ligera presión que esperaba el menor entendiera era indicio de que lo quería cerca. Porque lo quería cerca, más cerca, tan cerca que no existiera espacio entre los dos, incluso ladeando su rostro un poco más para que él hiciese cuando quisiera con su cuello, atrapando suspiros entre sus dientes y su labio inferior su cuerpo siguiendo por inercia el ritmo que le intoxicaba con el moreno. —Acompáñame todas las noches, si puedes—, un susurro y los labios de corazón hicieron su camino hasta detrás de la oreja ajena, caminando en besos lentitos pero marcados hasta probar cada lunar en aquel cuello, sólo para recordar su sabor.
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Para Mark, tal vez había algo en el ambiente, en el humo que bailaba apenas alrededor de sus pies; algo en las luces que cambiaban de lilas a rosas y azules; en el perfume de Heejin que olía cada vez más dulce y suave en cada instancia en que se acercaba; en la manera en la que el cuerpo de DongHyuck se sentía cada vez más abrasador, más en él. Había algo que él era incapaz de identificar pero que le sacaba de sus sentidos y le llenaba de una sensación onírica que sólo esa noche le podía brindar, por eso cuando la mano del trigueño apretó la suya Mark se encontró a sí mismo soltando un jadeo tan bajo que podría incluso haberse confundido con la fatiga de bailar y no con las cálidas sensaciones que ahora corrían su cuerpo; eléctricas cuando sus dedos tocaron la piel del contrario, cerrando los ojos cuando para su sorpresa suaves labios recibían la comisura de los suyos, robándole un suspiro entregado, por dentro abrumado al saber que era posible sentirse tan bien con cosas tan pequeñas. —Muy bien...—, musitó a tan sólo un respiro de la boca ajena, estando seguro que su aliento chocaba contra el rostro ajeno al igual que el de ella con el suyo, ya con los ojos abiertos y hechos éxtasis en pupilas dilatadas, encantadas de absorber la imagen de la más joven, el atrevimiento jugando con él cuando se permitió devolver el beso a la pelinegro un poco menos discreto pero aún a mitad de camino.
La rubia no podía parar de sonreír pues, eran raras las ocasiones en las que podía interactuar con otros idols además de aquellos en su propia impresa, a veces incluso siendo difícil con los mismos, en especial por la poca cantidad de años que cargaba consigo. Por lo que al estar allí, con el muchacho de sonrisa encantadora y de una edad parecida a la suya, Yuna se sentía más que feliz, se sentía como una adolescente normal, que tomaba la mano libre de DongHyuck sin siquiera preguntarse dónde estaba la otra con la mirada fija en los ajenos, muy ocupada para notar la mano de Mark colándose un poquito más bajo la camisa del muchacho, acariciando y apretando, tanto como la posición se lo permitía.
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Los comentarios descarados le sentaban tan bien al pelinegro que Jennie se encontraba a sí misma entreabriendo los labios en una expresión de completa incredulidad, en la cual se colaba una sonrisa a pesar de las arruguitas de confusión en el ceño de la más baja, quien terminó por reír bajando la cabeza, sólo para echar su cabello hacia atrás al subir el rostro nuevamente. No, no estaba coqueteando. —Estaba buscando uno nuevo—. Bueno, tal vez un poco. Y con el comentario, la más joven regaló una mirada cómplice al cantante. —Ven, quizás tu suerte esté a punto de cambiar—, soltó sin más, tomándose la completa libertad de tirar del contrario por el chaleco con ambas manos, entonces perdiéndose con él uno de los tantos pasillos que habían.
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—O quizás sólo quería hacerme el difícil—, comentó como si de lo más obvio se tratase, aprovechando el tono de voz tan bajo en el que hablaba como una excusa para acercarse un momento a la contraria, descansando la frente en el hombro ajeno para burlarse de ella un momento antes de reincorporarse con aquella sonrisa ladina pintada en sus labios mientras una de sus manos viajaba hasta las caderas de Nayeon, quizás queriendo ir un poquito más abajo, guiándolas para que siguieran el lento movimiento de las suyas, tomando ventaja de la fluidez de ambos cuerpo y la música para terminar con una de sus piernas entre las de la más joven, en buscar de acercarla sólo un poquito más. —Muy suertudo yo entonces.

continuación.... twenty-one shots.
En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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La electricidad que recorría el cuerpo de Kyungsoo se sentía como llamas que ardían bajo su piel; cada acción del moreno sintiéndose marcada y estruendosa en los sentidos del mayor, desde la manera en la que las manos ajenas le manipulaban hasta el aroma tan delicioso que provenía de él, obligándole a cerrar los ojos para dejarse envolver tan sólo un poquito más, mientras apoyaba la frente en el hombro ajeno, intentando ahogar un discreto suspiro contra la chaqueta ajena en cuanto sintió los labios húmedos tocar su piel, sus manos sosteniéndose con naturalidad del cuerpo ajeno, pues en ese momento sus rodillas (como era ya costumbre) le fallaron, flaqueando ante los encantos del moreno. —Sí, ¿Me acompañas?— Y con esas palabras los ojos brillando con inocencia alcanzaron la mirada ajena en cuanto alzó el rostro, los dedos paseándose por el brazo ajeno hasta colarse por el pecho debajo del saco, con reservadas risillas que indicaban lo consciente que era el muchacho de lo niño que podía llegar a ser con el menor. Lo enamorado que podía estar. Lo enamorado que estaba.
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Con cada segundo que pasaba Heejin se tornaba más hermosa justo frente a los ojos de Mark y la sonrisa no podía evitar mostrarse en sus labios, canina y juvenil, pícara, en un Mark que sólo se veía en los escenarios, uno suelto y despreocupado, bañado de confianza hasta en la manera en la que sus cejas se enarcaban cuando asentía suavemente, como si buscara una confirmación de la menor entre suaves risas guturales. —No te preocupes, sonó... Bien, muy—. Y el hilo de la palabras tan sólo fluía de su boca sin pensarlo mucho, en un silente gracias que quedó atrapado entre un susurro al oído ajeno cuando el rapero había tomado la cintura del menudo cuerpo, sólo alejándola en cuanto comenzó el coro de la canción que llenaba la habitación en ese momento. —I love this song!— Y con esto, Mark entrelazó sus dedos con los de la más baja, aprovechando su mano libre para agarrar con gusto la tela de los jeans que llevaba puestos cuando sus caderas comenzaron a rodar hacia un lado, su espalda siguiendo el ritmo mientras chocaba lentamente con la de DongHyuck al tiempo que movía sus hombros, todo en una seductora harmonía que conectaba cada uno de los movimientos del muchacho.
Yuna rió casi al instante, arrugando la nariz y con ojitos sonrientes, ante el halago de DongHyuck, ella también regalándole pulgares hacia arriba para luego señalar el cuerpo del muchacho con sus dedos índices mientras su cuerpo seguía bailando energético el ritmo de aquella canción, sin siquiera percatarse, que en algún momento la mano libre del canadiense había acabado apretando una de las caderas del cantante.
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—¡En serio fue muy genial! Y cuando te subiste encima de Bobby, waaaah—. Continuaba reafirmando SeulGi, quien daba suaves palmadas en el hombro de Irene, como si necesitara el apoyo de la mayor para confirmar que lo que la pelinegra decía era cierto, lo cual sólo terminaba por enrojecer aún más el rostro de Jennie, quien se encontraba sentada encima de Lisa en aquel momento. —Basta, fue muy vergonzoso; la verdad sólo lo hice porque Nayeon me retó—, sin embargo toda aquella conversación casual no era nada más que una estrategia para matar el tiempo antes de que la joven rapera casi saltara de los muslos de su amiga, despidiéndose con una excusa ininteligible antes de seguir al joven de blanco, apoyándose con un saltito en el barandal una vez llegó hasta él. —¿Por qué tan solito?
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El pelinegro se encontraba tomando una cerveza cuando sin poder hacer nada fue arrastrado hasta la pista de baile, teniendo casi que lanzarle la botella a Jackson una vez terminó aquel trago, su cuerpo rápidamente adaptándose al ritmo de la música con naturalidad, misma con la que sus manos encontraron su camino hasta la cintura y el cabello de la menor, dedicándole una sonrisa de soslayo. —Ey, no te había visto hoy, Yeonnie.

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En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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Kyungsoo estaba seguro que no era el único que sentía aquello; ese hechizo que tomaba posesión de su cuerpo con tan sólo mirar a los ojos del moreno. Y es que la sonrisa del menor era más que suficiente para camelar a cualquier corazón terco, pero saber que aquella curva le pertenecía a él, es que le podía demasiado.
No supo en que momento se vio envuelto en la oscuridad de aquel lugar, el humo, la música y los movimientos del más alto; en qué momento se dejó enredar por JongIn, pero sin resistencia alguna sus manos encontraron su camino hasta la espalda ajena y su pecho, la que se encontraba en la última zona mencionada subiendo en caricias lentas por el brazo del bailarín, mientras sus caderas trataban seguían el ritmo de las ajenas en un vaivén que era muy conocido por ellos, sin pudor aprovechando la posición para pegar las entrepiernas un poco más, el sólo roce aumentando el latir de su pecho desmesuradamente. —Hola, ¿Andas acompañado?
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La afirmativa tan repentina tomó a la rubia desprevenida pues, la verdad era que no conocía muy bien al trigueño, más que de saludos en uno que otro show o premios, sin embargo no reparó mucho en el hecho antes de seguir los pasos ajenos, la sonrisa pícara colándose sobre sus labios. Su cuerpo era fluido, como agua que se recibía la forma de las notas en un suave ondear de su abdomen, mismo que se hacía más preciso a medida aumentaba la estrechez entre su cuerpo y el ajeno. —I call him, when I start feeling alone. I want it and sometimes, see I don’t—, le seguía la menor cuando descansaba sus manos en el cuello del más alto, toda sonrisa gobernando en su rostro.
Y esas manos, las podía casi sentir Mark sobre su propia nuca si no hubiese estado muy ocupado tratando de descifrar cómo se sentía en ese momento, pues entre golpe y golpe, de alguna manera la música (y bastante del alcohol) había tomado posesión de su cuerpo y las notas musicales recorrían cada centímetro de su piel, controlando hasta cómo sus dedos terminaban por tomar la cintura de Heejin, para acercarla un poco más a él, aunque no tanto como la otra pareja, sus hombros suavemente siguiendo la música al igual que sus caderas seguían inconscientes las de DongHyuck.
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Si hubiese dicho que el estar allí y que una gran parte de sus conocidos y familiares tuviesen que observar toda la escena no le afectaba, Jennie hubiese estado mintiendo por completo, en especial por la manera en la que su hermano y primos le observaban no tanto con desaprobación a ella, pero con miradas fulminantes a pobres inocentes que no tenían la culpa de los antojos de Nayeon.
No obstante, los silbidos y gritos de aliento por parte de las chicas, principalmente SeulGi y Hani, la motivaban a por fin terminar lo que había empezado, subiendo la tela del pantalón un poco más antes de apoyar sus manos en sus muslos y dejar todo su cabello largo caer hacia un lado mientras con su espalda daba tres golpes más al ritmo de la música, la nariz arrugándose con una sonrisa traviesa, terminando por bajarse de la mesa hasta quedar sentada a horcajadas sobre Bobby, dejando a sus caderas soltarse en lentos círculos, finalmente escuchando cómo la canción terminaba sólo para echarse a reír, dando varias palmadas en el hombro del muchacho. En ese momento sólo preocupándose de que una mirada se mantuviera aún fija sobre la suya, al menos para que pudiese ver sus dedos moviéndose en un saludito que esperaba le dejase claro al bailarín que ella también lo estuvo viendo.

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En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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Ahí estaba otra vez, esa sonrisa encantadora y canina que canalizaba todos los sentidos de Kyungsoo y le incapacitaba de cualquier otra reacción que no fuese llevarse los nudillos de la mano izquierda que rodeaba el cuello de Minseok hasta la boca, apenas mordiéndolos con suavidad, mientras observaba cada uno de los movimientos del más alto, atento a cómo sus manos recorrían su cuerpo en la manera en la que al mayor le gustaría hacerlo, terminando por soltar unas cuantas risas incrédulas y pronunciando unos suaves “estás loco” y “te odio” desde donde estaba, mientras negaba con la cabeza suavemente, por fin soltando a Minseok con la excusa de que iba a por más bebida. A pesar de que sólo había una cosa que podría calmar su sed.
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La extraña combinación generaba un tanto de incertidumbre en el muchacho, provocando que en ocasiones su mano viajara hasta su cabello, peinándolo a pesar de que no hacía falta, en un intento de calmar los nervios que le ocasionaba toda la situación, por lo menos agradeciendo que el alcohol comenzaba rápidamente a tomar efectos en su cuerpo. Y es que, ¿Cómo se suponía debía actuar en frente de la chica? Y más importante, cómo debía comportarse cuando su mejor amigo estaba junto a ellos. En especial, tomando en cuenta que era DongHyuck de quien hablaban. Un movimiento en falso y sería la burla por lo que restaba del viaje.
—Ja, ja, ja. Muy gracioso, casi caigo, Lee DongHyuck—, espetó con una mueca que pronto se convirtió en una suave sonrisa que decidió ahogar en un trago más de aquel ron, antes de continuar, girando la mano que antes se encontraba en la pierna ajena, para comenzar a juguetear con los dedos del menor. —Pues, estaba con los demás hyungs; viéndolos hacer el tonto y eso—. Comentó casual con la mirada bailando entre el vaso, Haechan y un ocasional vistazo al lunar que decoraba la carita de Heejin. Pero antes de poder decir nada, las palabras de Mark fueron interrumpida por una rubia que casi abalanzó encima de la pelinegra, con una emoción que había dejado a Mark descolocado. —¡Heejinnie-unnie!— Exclamó Yuna y antes de saberlo la muchacha ya se encontraba tomando las manos de la otra chica y de DongHyuck, halándolos con ella a la pista de baile (y con ellos a Mark). —¡Venía a invitar a Haechan-oppa a bailar, pero creo que les caería bien a todos!—
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Antes de que Jennie pudiera darse cuenta lo que en su cabeza no iba a ser más que un tonto reto que apenas dos o tres pares de ojos estaban supuestos a ver, terminó por volverse su propia versión de un mini-show al cual el público (a excepción de unos cuantos) no sabían estaban invitados. Incluyendo a su hermano y primos, perfecto.
Sin embargo, lo hecho, hecho estaba y la sangre Yong no le dejaría dar un paso hacia atrás por lo que en el momento en que el sonido seductor de la canción comenzó a sonar, Jennie sabía que aquel era el momento por lo que pasos lentos fueron los que la guiaron hasta Bobby, al llegar a este dejando que su índice se paseara desde los hombros del más alto, corriendo con lentitud por su cuello hasta llegar al mentón ajeno donde aprovechó para encontrar su mirada con la del mayor, dedicándola una sonrisa antes de por fin subirse a la mesa, aprovechando el ritmo suave de la música para dejar que sus caderas jugaran en círculos que bajaban hasta quedar en cuclillas, entonces golpeando el saco que cubría toda la parte baja de su cuerpo para dejarlo fuera de la vista, permitiéndole a los presentes observar perfectamente la espalda baja de la morena y cómo los pantalones abrazaban su trasero y sus piernas, mientras la chica susurraba la letra de la canción en una clara dedicatoria al rapero, aunque por momentos volviendo su mirada hasta un cierto chino somnoliento en el bar, los caninos mostrándose a través de la curvita traviesa en la boca de la rapera quien jugaba con su cabello, arrastrando con gusto su manos por sus pechos y cuello mientras volvía a colocarse de pie, tomando ventaja de los beats pronunciados de la canción para dar unos golpecitos de caderas (palmeando sus propias nalgas).
Y sí, lo estaba haciendo.

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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
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Sicheng sólo pudo reír cuando segundos después de haberle dicho claramente al mayor que regresaría en un instante este ya estaba nuevamente a su lado, cosa que de alguna manera u otra reconfortaba al pelinegro, ya que el japonés estaba consciente de lo dificultoso que podía llegar a ser para él socializar, sintiéndose más a gusto al ver a Yixing y JongIn, quien apenas pudo saludar mientras seguía con la mirada, notando cómo se dirigía hacia el lugar de donde él con tanta prisa había escapado.
Entre tanto, Kyungsoo, que ya sabía lo que se aproximaba, se volvía todo risas sobre un confundido aunque contento Minseok, que no podía descifrar qué era lo que tenía al menor de tan buen humor. Se le abrazaba al cuello y le apretaba la cintura, como cuando ves a la persona que te trae loco; a esa chica que con sólo estar en la misma habitación, descoloca todos tus sentidos, pero por más que el hombre buscase entre persona y persona, no podía dar con el objeto del mirar de los ojos del cantante, y quizá era por eso que el actor siempre le intrigaría tanto.
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Las luces, el alcohol, los cuerpos moviéndose al ritmo sensual de canciones conocidas y desconocidas para Mark eran algo abrumador y a la vez excitante. Jamás había estado en una fiesta de ese tipo y a pesar de que había escuchado historias no dejaba de sorprenderle la realidad de la misma, ya con el salón repleto de gente, sudor y ganas. Ganas de estar, ser y bailar. Bailar como normalmente no podían hacerlo, libres, sin tapujos ni reservas; bailar como lo hacía Mark en ese momento tan sólo para abrirse paso entre la gente o como lo hacían algunos de sus amigos, incluyendo a Jungwoo, sin pensar mucho.
Y así trataba de hacerlo Mark hasta que se encontró con la imagen de su mejor amigo y aquella chica que apenas había conocido ayer. Aún a esa distancia parecía una muñeca. Una de esas de porcelana, tan delicadas que si eras muy brusco la podías romper. Tal y como la confianza del canadiense se rompía en cuanto se encontraba con una persona tan atractiva, tanto que tuvo que el rapero se había dado la vuelta por unos segundos reconsiderando todas las decisiones que le habían llevado hasta ese punto.
Sin embargo, la canción que en esos momentos comenzó a empapar sus sentidos con cada una de sus pausadas notas le daba un sentimiento que sólo se tienen una vez cada cierto tiempo, en una noche, en una fiesta en la que el pelinegro sin pensarlo mucho tomó uno de los tragos (Cuba Libre) que los meseros ofrecían, tomándose uno de golpe y llevando otro consigo, mientras ahora cerraba los ojos por un momento, dejándose llevar al ritmo de la música, las caderas siguiendo cada golpe nuevo hasta llegar a su mejor amigo, dejando una mano caer en el muslo de DongHyuck con un suave apretón, como era de costumbre, mientras saludaba a ambos adolescentes con una sonrisa. —Ey, no sabía que se conocían.
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Él sabía muy bien a lo que el pelirrojo se refería. Sabía que detrás de esas palabras no había ninguna otra intención más que la que las mismas expresaban. Y no obstante, la sonrisa no se borraba de los labios del castaño, que seguía atento cada una de las palabras del mayor; seguía sus manos, los dedos de estas, paseándose sobre la tela de su camisa mientras él soltaba una que otra risilla ante toda la escena, una vez que la orden fue dada entonces llevando una de sus manos hasta la ajena y otra hasta el cabello de la nuca del rapero, peinando este con parsimonia, su mirar fijo en el ajeno.
—Entendido, hyung—. Y con estas últimas palabras y sin cortar aquel hilo que los conectaba, el muchacho se perdió entre la música y la fiesta, su vista sólo esperando que la ajena no se despegara de la suya.
———
Con un sólo gesto de confusión, la mano de un incrédulo pelirrojo hizo su camino hasta MinJun, golpeándolo ante tal comentario. —¿Y hasta ahora vienes y lo dices?— Y sí, Xiao quizá era igual de tonto que su mejor amigo, pero al menos a un rubio poco familiar parecía causarle gracia cada una de las ocurrencias de los muchachos, a veces llegando al punto de por momentos hacerle creer al muchacho que el desconocido y el otro chicho a su lado se burlaban de ellos, pues, risas, risas y susurros en chino nunca era una buena impresión en su libro.
—¿Qué no están tramando?— Se burló la muchacha de cuerpo menudo ante el comentario tan obvio a su parecer pues, para Chaeyoung de Nayeon nunca podía esperarse nada bueno. Y mucho menos en este tipo de eventos.

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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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Las risas hacían que la noche pasara mucho más rápido mientras Sicheng observaba toda la escena, de vez en cuando riendo porque realmente las ocurrencias de aquel particular grupo eran ridículas, pero otras, porque genuinamente no entendía nada de lo que los demás decían. Quizá porque la música era muy alta y las palabras muy arrastradas como para que el chino pudiese entender o tal vez porque horas antes por accidente TaeIl le había convencido de probar cócteles con él, alegando que “apenas tenían alcohol”, cosa que en retrospectiva el menor debió saber que a la larga le afectaría.
—¿Te sientes bien?— Entonces la voz aterciopelada de Kyungsoo causó un estruendo en el pecho del menor, por lo inesperado y por el simple hecho de que el pelinegro era una persona bastante tímida que encima de todo admiraba al más bajo, esto provocando unas risas nerviosas en él. —No, no, todo está bien. Sólo necesito un poco de agua—. Aseguró antes de acercarse por un momento hasta Yuta, tomándole por el cuello sin mucha fuerza en un intento de acercar el rostro ajeno lo suficiente como para poder decirle al contrario que estaría en el bar y regresaría enseguida, sin siquiera esperar una respuesta deslizando la mano en una caricia hasta abandonar el cuerpo ajeno.
Y así el de labios de corazón, atento, vio la espalda del joven hacerse camino entre el gentío que comenzaba a aumentar, sus ojos inevitablemente dando con un sólo lugar: rojo.
———
Ante el comentario hecho por el mayor, quien claramente se encontraba de un muy buen humor, Mark no hizo más que un gesto de disgusto con el rostro, sabiendo que el japonés no buscaba más que molestarlo. Sin embargo, lo dicho no tardó en hacer efecto en el pelinegro cuando antes de que los demás pudieran siquiera percatarse de su partida ya el rapero se encontraba en busca de su mejor amigo. Era cierto, que quizá también quería volver a ver a aquella niña del lunarcito, no obstante esa no era la única razón, pues de alguna manera u otra sentía que aquella era una fiesta ideal para pasar con los dreamies, sabiendo que seguro Jisung y Renjun tramaban algo, y que DongHyuck estaría ahí para avivar aquella llama de estupidez e irresponsabilidad. Y Mark, no podía perdérselo.
———
El castaño no podía evitar reír ante las amenazas del mayor, aún si sabía que aquello le podía meter en problemas, no era algo que estuviese bajo su control. Y así, mientras la habitación quedaba abandonada con tan sólo ellos dos, JaeHyun apoyaba el codo de uno de sus brazos en el marco de aquella puerta, en espera de ver arder un poco más de ese fuego los ojos del más bajo.
—¿Ah, sí? Pero tendrías entonces que asegurarte de que me pierda esa parte, hyung—. Comenzó, la informalidad y formalidad alternándose en el patrón del habla del coreano, haciendo casi obvio el coqueteo en sus palabras, mientras sus ojos no perdían de vista los ajenos. —Porque ya sabes, yo no te aseguro que me la pierda si no estás ahí.
———
Aún sin poder creer que Nayeon había tenido el valor de retarle a aquello, Jennie caminaba hacia la fiesta sin pausa pero sin prisa, aprovechando arreglar el reloj Chanel en su muñeca, deteniéndose justo antes de entrar para mirarse al espejo observando todo la vestimenta de pies a cabeza, sus comisuras entonces bajando con ligera aprobación hacia el atuendo, que eran apenas un top negro que tan sólo cubría sus pechos, unos pantalones de talle alto y un saco todo en color negro, este último con pequeñas perlas decorando las mangas a juego con los zapatos, asintiendo en silencio como si se dejara un “no está mal” a sí misma antes de finalmente de perderse entre la música y las sonrisas de sus amigas y algunos chicos que la recibían, entre ellos JinYoung, quien no tardó en hacer llegar un Vodka martini hasta las manos de la morena, quien lo aceptó de inmediato, sólo pronunciando un marcado pero delicado “gracias” ante el gesto.

continuación.... twenty-one shots.
En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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Una última calada al cigarrillo indicó al cantante que ya quizá era hora de entrar al lugar de donde provenía la música y los incesantes sonidos de risas y diversión, sugiriendo que la fiesta ya comenzaba a cobrar vida a sus espaldas, mientras Kyungsoo descansaba los brazos sobre el barandal en la cubierta, dejando que el viento salada acariciara su rostro y se llevara consigo lo que quedaba del humo caliente que escapaba de sus pulmones, en ese momento deshaciéndose de lo que quedaba del pequeño cilindro al aplastarlo sin mucho fuerza contra un cenicero que se encontraba cerca, justo entonces sintiendo como una mano se acomodaba apenas sobre su espalda, para encontrar la sonrisa del mayor de sus compañeros. —Ey, guapo, ¿Disfrutando la fiesta?— El sólo comentario le robó un par de risas al muchacho quien sólo pudo asentir mientras colaba sus manos en los bolsillos del abrigo largo (y en color negro, claro) que llevaba. —Vamos, te estás perdiendo lo más interesante—.
———
—Sólo digo que te divertirías más si lo intentaras, anda—. Y sin más, la escena de un más que contento BaekHyun casi obligando a Mark a tomarse un shot de Wake the dead, (café, café y tequila), fue lo que recibió a los otros dos cantantes, quienes se integraron al grupo para ser recibidos por las fuertes risas del EXO y el rostro de puro arrepentimiento de MinHyung, quien arrugaba la nariz y el entrecejo, en un intento de poder lidiar con el amargo sabor y fuerte ardor que llenaba su pecho por breves segundos.
—Vamos, Tiyongie-hyung, deja que se relajen, sólo por hoy—. Intercedió JaeHyun al terminar de arreglar la camisa de un blanco perlado con decoraciones en negro, antes de salir, dejando que una de sus manos acariciaran suavemente el abdomen ajeno mientras él hacía su camino a la puerta también, aprovechando para acercarse al oído del mayor, susurrando. —Y relájate tú también...
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A medida iban siendo establecidos cada uno de los retos las diferentes reacciones de las chicas en la habitación iban haciéndose saber, siempre siendo una mezcla de emoción y suspiros de hastío por parte de las que no reparaban en espetar uno que otro “ahí van ellas otra vez” y los “ya, por favor, déjennos en paz”, mientras que SeulGi zapateaba con entusiasmo ante toda la escena.
—¿Q-Qué? ¡Pero si yo no estoy jugando! ¡Y tampoco conozco bien a Jackson cómo para pedirle eso! De todas maneras no me pueden obligar—. Se rehusaba la japonesa mientras terminaba de colocar los pendientes largos y se aseguraba de que ni un sólo mechón de cabello fuera a escaparse de la cola alta que traía, como si no supiera que de una manera u otra iba a terminar afectada por el sólo hecho de encontrarse en aquella habitación.
SuJeong, quien reía divertida ante la reacción de la cantante y ante el comentario de Fern dejó las sonrisas de lado en cuanto escucho su nombre y la severidad del reto mismo que le acompañaba, frunciendo los labios y entrecerrando los ojos como si se encontrara en un estado de confusión ante lo dicho por Nayeon, sólo para terminar riendo mientras asentía. —Okay, entonces tu reto será susurrarle a JaeBum que si te puede ayudar porque estás muy caliente—. Terminó entre risas porque aquello era tan sólo una broma, pero la más baja no tenía que saberlo. —Por otro lado, Momo, ¿Le entras a un beso triple?—

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En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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La noche comenzaba a entrar en calor mientras ya se veía a varias personas entrar a la pista de baile, incluyendo a un muchacho de cabello azul y traje aterciopelado que contrastaba en un color rojo vino con decoraciones de diamantes incrustados en varios diseños a lo largo de la tela, quien muy distinto a su sofisticada apariencia, no tenía ningún inconveniente en bailar sin pudor bajo las cálidas luces que danzaban junto con él, sobre su cuerpo.
—¡Vamos! ¡Hace mucho que no salimos así!— Alentaba Taehyung al resto de sus amigos, tomando a Yoongi del brazo para que se uniera a él, antes de optar por halar a JungKook, tomando ambas manos impropias entre las suyas, para entonces con risas apenas audibles por encima de la seductora música dejar que su cuerpo siguiera el ritmo de aquella canción en oleadas con su abdomen y caderas, al tiempo que levantaba las manos adversas por encima de las cabezas de ambos, en un vaivén de brazos que montaba las olas suaves del ambiente.
——
Jeno escuchaba atento a cada nueva situación que los demás muchachos le contaban, con una expresión por lo general neutra que en una que otra ocasión ofrecía una sonrisa de boca o de ojos, quizás ambas si Jisung le provocaba mucha ternura, pero de inmediato regresando a fingir demencia mientras se dedicaba a acomodar la blanca camisa dentro del pantalón de tela con sus manos, robando una que otra mirada al menor que explicaba la serie de excusas mientras él pasaba terminaba de acomodar su vestuario y su cabello.
Pronto una pregunta volvió el tema una vez más hacia él y JaeMin, y las orejas del pelinegro se tintaron de un fuerte rojo ante el sólo pensamiento de la respuesta a aquella cuestión. Sin embargo antes de poder decir nada, gracias a Dios (o por desgracia, aún no sabía), JaeMin, que era mucho más hábil con las mentiras que él contestó sin mucho apuro la interrogante, no obstante, antes de que el más alto pudiera suspirar de alivio, el castaño le robó lo que si no hubiese sido por sus dientes abusando su propio labio inferior, claramente los demás hubiesen escuchado había sido un jadeo, uno ahogado mientras Jeno abría los ojos tanto como le era posible, mirando al más joven al tiempo que sentía una leve erección crecer bajo su pantalón, y ahora eran más que las orejas lo que le ardían.
———
Una mirada sonriente y cómplice fue la única respuesta que la pelirroja regaló a Fern en cuanto escuchó la reacción ajena, ni siquiera elaborando más pues, aquel nuevo tema había llamado la atención de la joven y ya que las cartas estaban puestas sobre la mesa, ella quería empezar a jugar.
—Muy bien, muy bien, JaeBum está fuera del menú esta noche, señoritas, ya Nayeon ha hablado. Y completamente de acuerdo, después de todo, recuerden, he traído todo un banquete para ustedes en este viaje, no lo desperdicien—. Comenzó, la voz pícara mientras regresaba al tocador tomando el iluminador para terminar los últimos detalles de su maquillaje. —Okay, reglas del juego: una vez que comiencen un desafío deben terminarlo, sino, deben enfrentar un castigo. Mark está fuera de los límites, no lo pueden tocar y, por último, ninguna puede interferir con ninguno de los desafíos de las demás, a menos que sea para hacer las cosas más interesantes—. Y así, sin una pizca de pudor, SuJeong plantó la idea en lo que parecía ser de agrado en algunas de las chicas y un horror para Mina.

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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
—Yo creo que es muy tú—. Comentó Jisoo, a pesar de que no le habían pedido su opinión, una vez entró nuevamente a la habitación y observó a la menor, ganándose una sonrisa de parte de ella.
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En lila, rosa, púrpuras y todo un espectro de colores dulces y fríos se paseaban las luces que inundaban aquel salón donde por fin se llevaría a cabo el evento principal de aquella escapada de tres días: el cumpleaños de SuJeong. Globos goldrose en forma de letras se podían leer con el nombre de la cumpleañera, al igual que el respectivo número de su edad. En general, la decoración de toda la habitación era impecable, (y cómo no si la tarea había sido personalmente ejecutada por la mejor amiga de la chica), simple pero elegante, en colores delicados que contrastaban a la perfección con las cortinas de terciopelo que cubrían las paredes en un profundo color purpura que simulaba ser casi negro; el suave humo a nivel del suelo junto con la canción 7 rings llenando la habitación de un ambiente perfecto que prometía una noche para recordar. Si es que sería posible, pues en cada esquina y a cada vuelta los invitados podían encontrar una nueva oportunidad de borrar la ocasión de sus memorias con un nuevo trago de alcohol, ya fuese en alguno de los mini bares o al ser abordados por uno de los tantos (cabe destacar guapos) meseros que iban recorriendo el lugar, listos para asegurarse de que todos estuviesen pasando un buen rato.
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—Sí, te lo juro, DoYoung-hyung hizo eso delante de todos y yo me quedé—. La oración de Injun, quien recapitulaba los eventos del día anterior junto a los demás Dreamies para Jeno y JaeMin, fue interrumpida por una expresión de sorpresa en su rostro para dar contexto de la situación a los muchachos, incluso dejando el corbatín de su traje a medio hacer para llevar sus propias manos hacia su rostro, como si aquello necesitara aún más énfasis. —Fue muy genial, en serio. No me lo esperaba de él...— Continuó el muchacho, sólo para luego echar un vistazo alrededor antes de continuar en voz aún más baja y acercándose a los demás chicos. —En especial tomando en cuenta que Doyoung-hyung no parece ser muy hábil con las mujeres—. Y antes de que pudiera decir otra palabra más, el muchacho pudo sentir los brazos fuertes de quien sólo podía asumir era Johnny rodeando su cuello. —Okay, okay, ahora cuéntenme de nuevo cómo es que ustedes terminaron allí—.
—¿Así está bien?— Inquirió la pelirroja una vez aplicó una última capa de aquel labial escarlata sobre sus labios, mismos que frunció en un beso antes de volverse toda risillas mientras esperaba por la confirmación de su mejor amiga, entonces acomodando su cabello sobre su espalda, la cual se encontraba descubierta por el vestido de tela delicada que dejaba muy poco y demasiado a la imaginación en un color rosa de tela casi transparente con un corte a lo largo de la pierna izquierda para revelar la piel morena y un escote de encaje que resaltaba la cadena de plata que bajaba casi hasta sus pechos, luego colocándose de pie para darle una mejor vista a la chica.
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Era el todo. Era el conglomerado de sensaciones y acciones, acciones que provocaban reacciones, y reacciones que volvían a derretirlo en sensaciones. Era un círculo vicioso que le atrapaba y del cual, Jeno no sabía si sería capaz de escapar; aun más importante: no sabría si querría escapar. El placer que JaeMin desataba en el pelinegro era como un sol que se expandía en su interior, en el proceso, destruyéndolo y recomponiéndolo, formando nuevas partes de él, que sólo le pertenecerían al castaño, hasta que el último gemido abandonara su cuerpo. Pero, aún con las llamas de súper nova naciente en su interior, quemándole, tomándole y esclavizándole, Jeno necesitaba más, más de JaeMin, más de ese placer. Lo necesitaba todo, todo lo que le pudiese dar, lo que tuviese para dar. Pero que lo necesitara no significaba que estuviese listo para ello.
Y a pesar de que Jeno no sabía qué era lo que quería, en el momento que lo obtuvo, fue capaz de reconocerlo con tan sólo un gemido. La sensación apretada de por fin tocar, aunque fuese mínimamente en el interior de JaeMin, fue más que suficiente para que todo su cuerpo se estremeciera, los espasmos sólo pudiendo empeorar en cuanto sintió el semen impropio derramarse sobre su torso, lo caliente del mismo haciéndole gemir necesitado, y sin siquiera saber cómo o porque, dos de sus dedos atrevidos tomaron el líquido, la sola acción empeorando la respiración irregular que se tornó en jadeos desesperados hasta que por fin, el mayor osó a llevar las falanges hasta su boca, el sabor dulce liberándose en su boca siendo esto lo que finalmente hizo que el pelinegro llegase al orgasmo, eyaculando sobre la ropa de ambos, no importándole ensuciarse, su pecho subiendo y bajando errático mientras el placer le consumía, y él consumía la lengua ajena, la devoraba, por un momento siendo como si en lugar agotarle, el evento le hubiese dado más energías, aprisionado los labios del menor, mordiendo y degustando mientras mantenía la cabeza del castaño en su lugar.
—JaeMin... Quiero...— Las palabras se perdían entre las lenguas y los besos húmedos en el cuello impropio, entre la necesidad de un Jeno que, ahora sentado, tomaba el cuerpo del más delgado haciéndolo suyo entre sus brazos, no importándole el recién orgasmo del menor, tocando el falo a gusto, con ganas de más. —Quiero que tengamos sex-...— Y justo con la palabra en la boca, toda acción fue detenida cuando el pelinegro pudo escuchar un claro intento de abrir aquella puerta que había cerrado con seguro.
Una vez pasó la incomodidad e intromisión inicial, las olas de placer que comenzaban a llenar el cuerpo de LuHan hacían que su piel se erizara, cada nueva embestida arrancándole un gemido de placer que no sabía se podía sentir. Y cuando parecía imposible desear más, necesitar más y querer más del menor, SeHun comenzaba a llenar su boca, con besos, con lamidas, con su lengua, la cual atrapaba con ganas, succionando una y otra vez, a veces más rápido, otras más lentas, como si buscase con la acción imitar la manera en la que la erección entraba y abandonaba su cuerpo una y otra vez, los gemidos que esto le producía siendo lo único que detenía al mayor de seguir disfrutando de la boca adversa.
Tal vez, era demasiado apresurado, y muy probablemente, su cuerpo le reclamaría después por ello, por no tomar las precauciones necesarias, pero, una vez se sintió lo suficientemente cómodo con la cadencia de las penetraciones, el rubio comenzó a moverse sobre el más alto, con un suave bien primero, que correspondía al menor, pero luego comenzando a subir y bajar, apoyándose en los hombros ajenos, el glande golpeando ese dulce con cada nueva entrada, haciéndole gemir una y otra vez.
Las palabras que salían de la boca de TaeYong, no parecían salir de allí, porque aquel, no era TaeYong. Aquel pelirrojo que había hecho su misión hacer a JaeHyun perder los estribos, el control y todo lo que pudiese representar aunque fuese mínimamente atisbos de su cordura, no era TaeYong. El castaño estaba seguro de ello. Aquel muchacho delgado y semi desnudo frente a él no era más que uno de sus sueños hecha realidad; fantasía hecha partículas en el oxígeno que le hacían volverse realidad en cada respiro. En definitiva, ese no era TaeYong, con las manos que exploraban, con los labios que besaban, con el cuerpo que necesitaba, tanto como el de JaeHyun lo hacía. Era el deseo del castaño, siendo tan grande, y tan fuerte, que no tuvo más remedio que cobrar la forma de Lee TaeYong.
Era como si con cada nuevo halago, el mayor inyectase el placer directo en las venas del muchacho, haciéndole suspirar en cada palabra, en cada petición, cada una más hipnotizante que la anterior, y JaeHyun podía sentir las manos arderle con las ansias de atender todas y cada una de las necesidades del más bajo, un gemido bajo dando inicio al cumplimiento de cada uno de los cometidos, no sin antes disfrutar la sensación de las nalgas del pelirrojo entre sus manos, sus falanges abrazando los glúteos que llenaban sus manos en la medida necesaria, ni un poco más ni un poco menos, apretando, a veces suave, otras con desesperación, la fuerza haciendo que el cuerpo impropio se pegase más al suyo, pecho con pecho, piel con piel, boca con boca, lengua con lengua. —Hyung... Me encantas...— El susurro se atrevía entre los sonidos húmedos de su lengua bailando con la del rapero, y JaeHyun podía asegurar que su corazón pronto podría estallar.
—Hyung... Me encanta tu voz...— Hablar. La voz le salía queda, a merced de Lee TaeYong, de labios que mordía, chupaba y lamía con ganas. —Me excitas...— Confesó, hecho descaro, con caricias que se llevaban todos los lunares que las palmas abiertas pudieran encontrar, atrapando la piel con adoración. Tocar. —Me encanta que me digas lo que te gusta de mí... Sigue por favor... No pares...— Era no suplica, no había dudas; una que navega entre su lengua y la ajena, naufraga en el músculo rojo mientras JaeHyun trataba de rescatarla con mordidas, con succiones, con lamidas incesantes que no se daban por vencidas. Besar. —Hyung... Tócame también... Tócame los brazos, tócame la piel.... Tócame el cabello... Y donde toques, será tuyo—. Una ofrenda que daba pie a proponerse lo mismo, las manos viajando inquietas por las nalgas que tomaba, por las caderas que manipulaba, por la cintura que apretaba, por los bracitos que enredaba en su propio cuello, y por los muslos que acariciaba, hasta su torso gozando de la más mínima fricción con el miembro cubierto del mayor, con las manos rezando en caricias que tomaban todo lo que podían, adorando, disfrutando.
twenty one sins, (continuación…)
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Eran explosiones. Eran estallidos y bombas de colores y sabores que Jeno jamás había conocido ni probado. Eran sensaciones tan nuevas, tan maravillosas, que el pelinegro podía jurar que estaba en una película y que nada de lo que estaba ocurriendo era real. Porque no podía; para Jeno, era inconcebible que tanto placer, tanta exquisitez pudiese experimentarse sin pagar precio alguno. Y él sabía, que no se trataba de las meras acciones, o del placer inherente del hacer cosas como las que ellos dos hacían en ese momento. No. Jeno sabía que era algo más que eso. Era JaeMin gimiendo entregado para él; era JaeMin tocándolo y abriéndole las puertas de un nuevo mundo. Era JaeMin deseándolo, tanto como Jeno lo deseaba a él.
Con cada nuevo gemido que se despedía de la boca golosa del castaño, uno nuevo contestaba por parte del más alto que, si en algún momento pensó que podría controlar lo que sucedería allí en esa habitación, en ese instante estaba seguro de que ya no podría ser así. No podría porque, aunque quisiera, las fuerzas no le bastaban; no le eran suficientes como para detener la satisfacción que le provocaba ser única y enteramente para JaeMin. El gusto siendo tanto que, en el momento que el castaño tomó la hombría de Jeno nuevamente, pero esta vez de una manera distante, más fresca, más excitante, él jadeo, su pecho alzándose tal cual sus caderas, mismas que no podían parar esas deliciosas estocadas contra la mano adversa, mientras él se dejaba hacer, permitiéndose que su espalda fuera abrazada por el colchón mientras él disfrutaba preso de la excitación que subía por su falo liberándose tal vez sólo en el glande, tal vez hasta en parte de las manos del muchacho, en forma de líquido pre-seminal. Y si bien Jeno creyó que había alcanzado sus límites cuando el menor lo había tocado, una vez más comprobó lo inexperto que era cuando este habló, las simples palabras causando estragos en su interior, una ola de placer golpeando su sexo con el atrevimiento, arrancándole un nuevo gemido; uno necesitado y con ganas.
El adolescente podía sentir cada músculo en su cuerpo tensarse, y si hubiese tenido que hacer una apuesta, estaba seguro que estaba al borde del orgasmo. Sin embargo, no se detuvo. Quería llegar. Quería llegar a donde sea que tuviesen que llegar; quería darle todo lo que el menor quisiera, aún si él mismo no supiera qué era. Por eso, cuando el más delgado tuvo el atrevimiento de posicionar nuevamente el miembro del mayor entre sus nalgas, Jeno sólo pudo maldecir ante lo delicioso y continuar, con embestidas desordenadas que buscaban sentir algo que él desconocía pero quería conocer, la sensación de la entrada golpeando sobre su glande aún sobre la tela siendo tan abrumadora que, inevitablemente la respiración de Jeno comenzaba a volverse errática debido a los leves temblores debido al placer, mismo que le había obligado a entornar los ojos por un momento, ni siquiera dándose cuenta de que la velocidad con la que masturbaba a JaeMin había aumentado drásticamente, ahora siendo mucho más parecida a la acelerada y desesperada de sus caderas. —JaeMin... Me voy a...— Lloriqueaba casi, ni siquiera él mismo sabiendo qué era lo que iba a suceder, sólo sabiendo que se sentía tan alto, tan alto, que sólo podía significar un peligro inminente cuando por fin llegase a caer.
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Los labios del maknae eran una calidez que arropaban y calmaban al mayor de una manera que él mismo no podía explicar, su boca buscando con anhelo la impropia, tomando y dejándose tomar, saboreando el dulzor de las carnosidades impropias mientras sus uñas de forma inconsciente comenzaban a hundirse en esa carne que tanto ansiaba devorar. Sin embargo, cuando SeHun tomó sus nalgas, fue otro motivo distinto el cual hizo que los dígitos se clavaran en la piel lechosa, la sorpresa derramándose sobre ellos en forma de un jadeo que el rubio no pudo predecir se volvería de necesidad.
Muy en contra de lo que él asumía sucedería, el dolor, no era dolor sino poco más que un ardor e incomodidad que, más temprano que tarde se vio aplacado por un placer indescriptible que LuHan jamás había sentido, el mismo hundiéndole el pecho y dejándole sin aire, mientras los labios se arrastraban confundidos sobre el rostro ajeno, los ojitos buscando respuesta en los del más alto al tiempo que las cejas se juntaban, porque la impresión sólo se volvía más grande cuando se encontró momentos después comenzando a subir y a bajar al ritmo que el menor le pedía, disfrutando de cada embestida, teniendo que morder sus labios como una táctica para no gemir.
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JaeHyun había perdido la cuenta de las veces que había observado hasta el cansancio esos labios; la adrenalina de cuál excusa diría si fuese cachado siempre obteniendo lo mejor de él. Había perdido la cuenta de las veces que había olvidado a aquel pelirrojo sólo para volver a caer en esa sonrisa, en la voz, en los ojos. Sólo para caer en la bondad, en las mañas, en los berrinches. JaeHyun había olvidado contar las veces que se dijo a sí mismo que no valía la pena siquiera comenzar a sufrir por una persona con la que jamás tendría una oportunidad. Pero ese JaeHyun nunca pensó que ahora tendría que asegurarse de contar: los gemidos que le robaba; las caricias que el mayor le regalaba. Los besos, los dedos caminando sobre la piel del castaño. Y esta vez, se aseguraría de no olvidarlo.
El tiempo pasaba en cámara lenta, cuando sus manos se encontraban con las caderas del muchachito atrevido que se subía encima de él con tanta soltura que, casi dolía no comérselo vivo. Sin embargo el cantante debió ser consciente de que, era él quien estaba siendo servido y comido. Devorado por esas manos que le robaban el alma en cada exploración, y por esa boca que susurraba contra la propia, como si fuera llave abriendo la de JaeHyun, que esperaba tranquilita ser engullida por esos labios. Y así fue. Y todo el oxígeno que el menor no sabía estaba reteniendo, abandonó su cuerpo en forma de suspiros, que eran provocados quizá por el nirvana que era por fin enredar su lengua con la ajena, o más sencillo aún, por los sonidos húmedos que el baile entre las bocas creaba. Qué sabía JaeHyun. —Qué manía la tuya de hacerme querer darte seguidilla todos los días—. Las palabras se perdían entre un beso y otro, y una sonrisa, y una mordida. Entre unos labios que tomaban la boca impropia de comisura a comisura. Entre un JaeHyun hipnotizado.
Sus manos se iban de expedición y sentían el mapa que era el cuerpo de Lee Taeyong. Sentía hombros bien formados, y las yemas de sus dedos a su vez sentía piel tersa y tierna, lista para ser devorada, como festín, cual un banquete. Sentía los bracitos, exquisitos bajo las mordidas de sus uñas, y sentía costados, sensibles contra sus falanges. Sentía tantas cosas y quería sentir más. Y a palma abierta se llenaba las manos, de carne blanca y blanda; de muslos suaves y comestibles, y de nalgas que, no podía no apretar aunque sea una vez, sólo como seguro de que no tendría de que arrepentirse. Tenía que tocarlo todo, y no podía dejar que nada se echara a perder. Tenía que ser avaricioso y ambicioso, y querer más de lo que le tocaba, siguiéndole los pasos al contrario y perdiendo por un momento los delgados dedos, que usualmente eran cubiertos por anillos finos, pero esta vez desnudos, entre mechones fuego, que le quemaban, y extasiaban, abrazando el cuero cabello con besos desde las puntas de sus dedos hasta la palma que acariciaba sin vergüenza. Lo quería todo. Y lo tendría todo.
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Jeno comenzaba a notar algunas cosas. Notó, cómo seguir el ritmo de las caricias en el miembro ajeno se hacía cada vez más difícil; tal vez por el placer que le golpeaba, que le debilitaba, en combinación con el repetido subir y bajar de su muñeca, que era agotador. También notando cómo era aún más complicado lograr la armonía de aquel masaje con los movimientos tan exquisitos que JaeMin le estaba regalando en esta nueva posición. El pelinegro también notó, que mientras más errática era su respiración; mientras más se liberaba, mientras se aflojaba, mientras más se permitía, y mientras más alto gemía, mayor era el placer. Y al menos aquello último, Jeno quería que JaeMin también lo notara.
—JaeMin...— La voz juvenil y lujuriosa se escuchó en un murmullo excitado que quedó en el aire sin propósito alguno. El llamado, no tenía función ni objetivo. Sólo estaba allí, para hacerles sentir. Para que Jeno sintiera, las letras del nombre ajeno bailando sobre su lengua. Para que JaeMin sintiera, el erotismo de saber que sólo era él lo único en la mente del pelinegro. Y con un suave suspiro, el más alto permitió que su cabeza descansara en el colchón que lo recibía cómodo y refrescante, mientras él dejaba que sus párpados le llevaran a una dimensión donde las sensaciones y emociones sólo incrementaban, sintiendo cada pequeño movimiento ajeno; desde los dedos delgados apretándose contra sus piernas, hasta las nalgas arrastrándose con necesidad sobre su miembro. Y aunque el placer era más grande de lo que Jeno jamás había experimentado, él quería más. Y quería darle más.
Por tanto, cuando su cuerpo sintió que ya había descansado (sin descansar) lo suficiente, Jeno volvió a acomodarse en una posición en la que el castaño permaneciera exactamente igual, sin embargo él quedaba sentado a medias, no estando sentado realmente, haciendo más bien que su codo quedara apoyado sobre el colchón, permitiéndole tener más balance, entonces, iniciando su misión. Primero, y antes que nada, Jeno tomó el pantalón impropio, bajando el mismo hasta la mitad de los muslos del más joven, exponiendo la lechosa piel que luego se encargaría de mordisquear y saborear como tanto estaba deseando hacer en ese momento, y una vez estuvo seguro que aquel pantalón ya no sería una molestia, volvió a permitir que JaeMin retomara la cadencia, de inmediato los gemidos y gruñidos tomando lugar en cuanto por fin sintió las nalgas del muchacho abrazos su erección, aunque fuese por encima de la ropa, la sola acción provocándole jadeos ahogados que pronto volvieron a ser gemidos cuando por un momento el pelinegro se permitió controlar esas caderas con posesividad, apretando y soltando la piel allí, el sonido de su mano chocando contra la piel sudada cuando daba suaves palmadas volviéndole loco.
Jeno necesitaba tener todo de JaeMin. Y no se iba a contener. —Gime para mí... Gime más alto... Quiero escucharte—. Las simples palabras quizás le hacían sonrojar más a él que al menor, su rostro ardiendo con pudor y al mismo tiempo excitación. Pero no se arrepentía, cada palabra siendo lo más sincera que jamás habían sido, al tiempo que la mano libre de Jeno ahora volvía a tomar el falo, disfrutando de la dureza, apretando suave momento, primero, con algo de nervios, aunque teniendo cuidado de no lastimar al más bajo, entonces volviendo a subir y bajar en la hombría adversa, lento, suave, y a veces rápido y desesperado, pero siempre volviendo a ralentizar los movimientos temiendo que pudiese causarle algún daño al menor; aunque disfrutando cada una de las maneras en las que su mano tomaba a JaeMin, su pulgar viajando entre las venas, el glande, haciendo pequeños círculos que resbalaban con la humedad del castaño, el sólo sentirla obligándole a morder su labio inferior, (la acción a su vez haciéndole arrugar la nariz), como si de no hacerlo, pudiese llegar al orgasmo ahí mismo.
Cuando SeHun habló, el cerebro del rubio tuvo poco tiempo para procesarlo, o al menos, no tuvo el suficiente, el que necesitaba, el que quería. Nada. ¿Por qué cuánto sería suficiente? Nada. Así que, tal vez, fue mejor que el maknae le envolviera con esa seducción. Con esa voz tenue, que le encendían las ganas y le apagaba la razón. Sin embargo, nada de esto hizo la llegada de ese primer dígito menos intrusiva, la sensación ajena haciendo que pequeñas arrugas se formasen en el medio de su entrecejo, pero estas mismas no tardando demasiado en desaparecer, ya que en el momento que las estocadas de los dedos golpearon aquel dulce punto en su interior, LuHan dejó escapar un híbrido entre gemido y jadeo que le enarcaba las cejas, mientras se sorprendía a sí mismo con el ardor en el pecho.
No obstante, nada preparó al muchacho para lo que venía después; el miembro de SeHun abriéndose paso en su interior. No sólo cada centímetro era doloroso, pero también, era nuevo, era fresco. Ardía, y eso a LuHan, le gustaba. LuHan sabía muy bien que debía esperar, y eso hizo. Esperó, con la manos peinando el cabello largo y oscuro. Esperó con las mordidas en el hombro impropio, ocultando cada pequeño jadeo de dolor que quisiera salir. Espero y espero, hasta que por fin asintió. —Ya... Te puedes mover—.
Si JaeHyun pensó que tal vez sus atrevimientos estaban llegando demasiado lejos; que quizás sus manos estaban siendo demasiado pícaras, TaeYong se encargó de hacerle saber que no era así, en el proceso sorprendiendo al más alto, quien enarcaba las cejas con el asombro pintado en estas, al tiempo que sus orejas eran abrazados por el calor de los sentimientos que nacían en su pecho y se esparcían por su cuerpo, navegando sus venas y buscando dónde se escondían sus suspiros, para así, sacarlos de allí. Y JaeHyun estaba seguro de que, esos sí, no se iban a resistir.
—Hyung...— Le llamó, ensimismado y encantado por las respuestas que ya no comprendía porque, ni siquiera recordaba que había preguntado, pero que de alguna manera, conllevaban tantas emociones y evocaban tantas cosas en el que, no necesitaba entenderlas. Eran arte, eso eran. —Hyung—. De nuevo, su voz se escuchó en un susurro, mismo que chocó contra la piel tersa del más bajo, mientras sus labios se movían pacientes sobre la mejilla del mayor, una vez más llamándole sin razón, sin saber por qué. Principalmente porque no necesitaba un porqué. No necesitaba palabras. Sólo suspiros que le hicieran saber al pelirrojo que aquellos apretones en sus brazos le descolocaban, le fascinaban; tan sólo unos cuantos jadeos que le dejaran saber al más delgado, todo aquello que le hacía sentir con el simple desliz de sus dedos llevándole a deshacerse de la bata del mayor, ni siquiera dándose cuenta (o quizás decidiendo no pensar en ello) de cómo lanzó la misma lejos de ambos, sus manos deslizándose por los lunares en los hombros del mayor.
—Hyung...— Era un mantra, que soltaba en una sola palabra todas las ganas, los deseos y el cariño que estallaba dentro del ansioso menor, quien ya no podía contenerse, permitiendo entonces que sus manos exploraron por fin libremente el cuerpo del pelirrojo, no con lujuria, pero con curiosidad, como si buscara conocer cada rincón del cuerpo adverso con sus propias manos, las falanges paseándose por los bracitos, que se encargaba de dejar abrazando su propio cuello, los costados, la cinturita y las caderillas. Los muslos, que acarició a palma abierta, tomando generosos, dejando al pulgar flotar sobre ellos, mientras el castaño se dopaba de la cercanía del rostro ajeno cuando la punta de su nariz una vez más revivió esos momentos en aquel armario, paseándose por la sien, por el ojito, y la nariz impropia, casi por obligación haciendo que el rostro foráneo terminase por unirse al suyo, labios quedando a suspiros de un beso.
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Si Jeno en algún momento fue cauteloso de sus acciones, en el momento en que entró en esa habitación, justo en ese momento, dejó de serlo. En el momento en que sus dedos osaron a despojarse de su camisa; en el momento en que las manos ajenas comenzaron a recorrer su cuerpo. O quizá, ese momento había ocurrido mucho antes, cuando el menor había tomado sus mejillas, con esa delicadeza que sólo él castañito tenía, y había tomado sus labios, en el acto, también tomando junto con sus jadeos, su cordura.
En el momento en que JaeMin tomó su miembro, esta vez con otras intenciones, el pelinegro inhaló un jadeo de incertidumbre, expectante, excitado; la duda de no saber qué haría el más bajo después haciendo que su corazón corriese una carrera que Jeno no estaba seguro de cómo podría acabar. Lo que sí sabía, es que una vez JaeMin reanudó ese baile de caderas atrevidas, el más alto dio pie a un recital de gruñidos y suspiros, que se alternaban con cada ida y venida, el sudor amenazando con evaporarse sobre la piel del muchacho alunarado de tan caliente que estaba. Y es que Jeno, no era capaz de explicar la erupción que ahora comenzaba a nacer en su vientre bajo; la expansión del placer devorando sus entrañas mientras él sólo podía arrugar el entrecejo y la nariz con el deseo de liberarse de esa explosión impredecible que yacía en su interior. Jeno quería correrse.
Y quería que el menor lo hiciera también. —JaeMin...— Su voz se escapó en un hilo de voz necesitado de no sabía qué, mientras su pelvis bailaba contra el trasero del más delgado, disfrutando de la fricción que calentaba su sexo, arrancándole gemidos obscenos y muy inapropiados para su edad (al menos según su criterio). Pero ya no le importaban las etiquetas y los protocolos. Los límites y las rayas que no debía sobrepasar. Sólo le importaba sentir a JaeMin. Y por eso, cuando ya no aguantó más; cuando sólo imaginar y completar mentalmente lo que tal vez podrían ser las sensaciones, Jeno deslizó su mano bajo la fina tela de la ropa interior ajeno, un gemido liberándose cuando por fin sintió la calidez, la suavidad y la humedad contra su propia piel, su espalda baja enarcándose de gusto. El mayor relamió sus labios con hambre, y por primera vez en todo el rato que llevaban, permitió que sus párpados liberaran a los orbes dilatados, que aún con el calor que inundó el rostro del joven, observaron atentos: la forma, el color; cómo se veía entre sus dedos, que subían y bajaban gentiles, arrastrando la piel hasta el final del falo, nuevos suspiros creándose ante la imagen, mientras la boca se le hacía agua, tal como si de un manjar ante su vista se tratara. Quería. Quería más.
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Estando allí, y bajo las atenciones de SeHun, a LuHan se le hacía difícil creer el mucho tiempo que había pasado sin estar con el menor, y más increíble aún, cómo era que había podido aguantarlo. El rubio mordía sus propias carnosidades, con la probabilidad de que su cuerpo no podía aguantar tanto placer siendo la más alta, no obstante esto no deteniéndole de tomar las manos impropias y ayudarlas a masajear su cuerpo cuánto quisiera.
Mas, ni siquiera los jadeos más eróticos, más excitantes, se compararon con aquel gemido de necesidad que se arrastró, luchando con la garganta del rubio hasta ser liberado, en el momento en que los dígitos tocaron aquella zona virgen, la respiración pronto volviéndose irregular, sólo empeorando en cuanto el menor hizo su petición formal, estremeciendo el delgado cuerpo que, con fuerza se aferró al fuerte ajeno. —Házmelo—.
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TaeYong no estaba haciendo nada. Y para todo el que lo viera, así era. Sin embargo, para JaeHyun era más que suficiente. La manera en la que su pecho subía y bajaba, con esa respiración, sólo tantito alterada. Sólo lo suficiente para que los ojos del menor fueran llamados por la piel que de a poquito volvía y se desvelaba, como si se rehusara a estar cubierta por esa tela, a veces advirtiendo de los lunarcitos que se ocultaban bajo la bata de baño, y la sugerencia misma hacía que el castaño tomara su propio labio inferior con ansias de probarlos por su propia cuenta.
Pero si la sola existencia del pelirrojo era suficiente provocación para el cantante, fue el suspiro, los toques (a pesar de que estos sólo buscaban detener los de él mismo), la mirada, que gritaba que el mayor también deseaba lo mismo que JaeHyun deseaba; fue la combinación de esos nada hechos todo los que por fin rompieron la tranquilidad del castaño. A esto, sólo sumándosele las palabras que calaban tan fuerte en el pecho del joven que le obligaban a regalar sumisos los suspiros como respuesta al mayor. Primero uno suavecito, ante la sola mención de su nombre. Otra vez, su nombre. Bailando en la lengua roja. Otro, más jadeante, ante la proposición. Un tercero, y ya le parecían demasiados, ante la confesión. Y un último cuando los labios por fin tocaron su piel, por primera vez notando que la oscuridad de la habitación no era tanta, sino, que habían sido sus ojos los cuales se habían dado por vencido, no resistiendo el coqueteo de la existencia ajena.
—Está bien...— La voz musitó inconsciente, como en una especie de trance al cual estaba encadenada, obediente de todas y cada una de las peticiones, entonces el castaño comenzando a disponer de las órdenes del más bajo. Fue entonces que, sin darse cuenta, aquella mano que antes se encontraba en la pierna del más delgado, serpenteó hasta colarse por entre los tiros de la bata de baño, sin quitarlos, deslizándose bajo la prenda, al sentir el calor que allí dentro se guardaba, suspirando, los dedos ansiosos por tocar, primero con las puntas, curiosos, delicados; como si viajaran con el temor de que fuesen a romper algo, y luego, tomando la cintura impropia, abarcando y llenando la palma cuanto podía, casi pudiendo sentir los lunares que no podía ver. Que no hubiese podido ver aunque quisiera, pues sus ojos estaban enredados en el mirar de los ajenos, danzando en lo brilloso, derretidos en la ternura.
JaeHyun sentía que sus pies hacía rato habían dejado el suelo, y que allí acostado, se encontraba flotando en otra dimensión; una en la que su mano (la que no abrazaba la cintura), ocultaba mechones rojos detrás de la oreja de su hyung favorito. Una en la que su nariz, de alguna manera, había terminado haciendo un recorrido con la punta por los cachetitos (probablemente sonrosados), para terminar dando besitos de mariposa sobre la nariz impropia. Había terminado en una dimensión donde la sonrisa era de oreja a oreja y no le importaba si lo que estaba haciendo iba más allá de los límites. Porque después de todo, tan sólo era un sueño. Un sueño donde sus cerezos besaban casi invisibles las mejillas suaves del más pequeño, una y otra vez, una y otra vez. —¿Sigues teniendo frío...?—
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Jeno, antes de JaeMin, Jeno después de JaeMin.
Jeno antes de JaeMin, era pensamientos turbios, que se revolvían y corrían, rondándole la cabeza una y otra vez. Jeno después de JaeMin, era decisiones que pasaban por su mente como agua que fluía, que se recorrían, pero que al final del día se iban, fugaces y efímeras, que se iban y no volvían. Jeno, antes de JaeMin, era preso silencioso de las dudas y preguntas que le ahogaban una y otra vez; entre la desconfianza y la incertidumbre. Jeno después de JaeMin, era libre. Y quería liberar a JaeMin también.
Para el pelinegro, había sido como un contrato no hablado. Un trueque en donde JaeMin le entregaba su alma, y Jeno le pagaba con su esclavitud. Recompensa injusta. Porque para Jeno, ni siquiera todo, ni siquiera su vida, era suficiente para pagar lo que el menor valía. Pero Jeno, era egoísta, era codicioso y avaricioso. Lo quería todo para él. A veces, esto mismo haciéndole sentir culpable, por aprovecharse de aquel precioso ángel que ignorante de su propio valor. No obstante, no era suficiente como para hacerle detenerse. Lo quería todo para él, y sólo para él. Como ese escondite secreto, del cual sólo Jeno conocía su existencia. Como la guarida que un niño cuida con recelo. Jeno, había dicho más de una vez en su corta vida que no era religioso, pero, si existía un cielo, allí, con JaeMin tocándolo, el pelinegro se había pasado de las puertas de este, y había terminado en la habitación de los dioses. Y se sentía tan bien, aunque estuviese mal. Aunque para él nunca estaría mal, porque cómo podía ser malo cuando sus labios besaban los rosados de JaeMin; sus dedos se entrelazaban con los delgado del menor, y su mirada se perdía en la avellana que se volvía caramelo, para terminar despareciendo en oscuridad. Nunca estaría mal, y Jeno le enseñaría al castaño, que estaba bien, que todo iba a estar bien. Entonces, con toques delicados, sus dedos tomaron la mano ansiosa, y la guiaron con calma, con firmeza llevando las caricias de arriba hacia abajo mientras sus caderas se empujaban contra esa misma mano, la espalda enarcándose en el proceso que la sentía envolverle, cada vez con más presión, cada vez más rápido, más, más, más.
El pecho jadeante de Jeno subía y bajaba entre jadeos, que colaban gemidos polizontes bajo las caricias del menor, sus manos inquietas exigiéndole más; más probar, más tocar, más JaeMin. Sus en ese momento sólo obedeciendo las órdenes de su hambre, apenas las puntitas de sus dedos bajando por la pelvis del más delgado, hasta dejar que fuera el final de su palma la que tocase el inicio de su entrepierna, sus dedos abrazando la figura de la nueva erección en el muchacho, un jadeo propio recibiéndole ante la forma, acariciando, sintiendo y explorando, y gimiendo con cada nueva parte que la fina tela del bóxer le dejaba sentir. Encantado.
Jeno era locura y era necesidad; era una mezcla de cosas, todas en una, que jamás había sentido, y que sólo Na JaeMin le podía hacer vivir. La mano que antes motivaba la impropia, en ese momento abandonó las caricias para entonces tomar la nuca foránea, sus dedos enredándose entre las hebras caramelo con posesividad, así asegurándose de impedir que este se pudiera mover, mientras él tomaba la carnosidad inferior con fuerza, degustándola antes de hundir su lengua con ganas en la boca ajena, saboreando y chupando el delicioso músculo, las acciones sólo siendo interrumpidas por la cadencia de gemidos y suspiros que las manos ajenos, en su cuerpo, y sus manos en el cuerpo ajeno le producían. Jeno había perdido el control, y ya no le importaba recuperarlo.
El rubio se sorprendía a sí mismo encantado con la manera en la que SeHun lo dominaba, y le guiaba, los gemidos siendo testimonio de esto, mientras el mayor recibía las embestidas con gusto, su pecho subiendo y bajando con ansiedad y deseo con cada nueva ola de placer que azotaba su cuerpo. Una vez SeHun haló su cabello, LuHan jadeó, en el momento en que su boca fue guiada a los testículos del menor, tomando estos en su boca, disfrutando del sabor salado que bañaba su boca, lamiendo y succionando con ganas hasta que escuchó las órdenes del menor, y acto seguido, el más bajo obedeció.
Con cuidado, el mayor nuevamente volvió a colocarse encima del más alto, esta vez sentándose en el regazo del maknae, dejando que su trasero chocase de nueva cuenta contra la erección, suspirando ante la sola dureza, no obstante tratando de no prestar demasiada atención a aquello, colocando una mano sobre cada mejilla del muchacho, tomándolas con mimo y entonces, entre sus dientes y con delicadeza, sosteniendo el labio inferior en una mordida en la que permitía al cerezo deslizarse húmedo entre sus perlas, como jugando con su presa hasta que, de un solo movimiento, su boca tomó los belfos ajenos, mordiendo, succionando y lamiendo aquellas carnosidades, mientras su mano contrastaba el un tanto brusco beso con gentiles caricias en la nuca del muchacho.
Un sonrojo, tal vez alarmado, tal vez ebrio, cubría el rostro de Hani quien se abanicaba con tan sólo un poquito de culpa por haberse emocionado a aquellos niños besarse, tratando de ocultar el hecho con una risa nerviosa que luego se volvió real observar cómo la botella se detenía en… ¿En ella? La muchacha de cabello lila no pudo evitar reír con más ganas al notar a quién le tocaba el reto. —Bueno, parece que te toca hacerme gemir, Kim Yerim —.
El sólo escuchar su nombre venir de los labios ajenos, tan sólo eso, llenaba al menor de envidia; envidia de no ser cada una de esas letras que se arrastraban orgullosas por la lengua del pelirrojo. Como burlándose de JaeHyun, que no podía hacer lo mismo. Que no podía hacer nada más que embriagarse con las palabras del mayor, obnubilado por estas. Y es que la voz ajena, no era para menos. El castaño sentía que podía perderse en la oscuridad de esa voz. Que podía hundirse en lo profundo. Pero al mismo tiempo, podía descansar una rica siesta en lo suave; acurrucado en lo cálido. Cuántas veces no había soñado el escuchar esa voz en otras situaciones. Situaciones que sólo en su cabeza (hasta el momento) podían suceder. Y sin embargo, aquella noche, sucedieron. Haciéndole entender que era mejor si todo aquello que JaeHyun deseaba para con el rapero no sucedía. Porque al igual que sus ganas de volver a escuchar a TaeYong llamarle con deseo; su necesidad de repetir todas y cada una de esas fantasías sólo iban a crecer.
JaeHyun no recordaba exactamente hacía cuánto, todo eso sólo indicando que, tal vez siempre había sido así. Pero, desde que tenía memoria, él sabía que no era igual que los demás. Lo sabía porque cuando veía a las niñas, no las quería golpear. Pero tampoco las quería besar. Lo sabía, porque cuando veía a los niños, era exactamente igual. JaeHyun sabía que era diferente porque, cuando todos sus amigos estaban preocupados por dejar de sentir cosas, JaeHyun estaba preocupado por sentir lo que sea. Por quien fuera. Sin embargo, fue cabello negro lo primero que le hizo entender, que no era diferente a los demás, sólo era, más selectivo que la mayoría. Fue cabello negro, luego rubio, luego corto, luego largo, luego largo y negro, luego corto y castaño. Muy corto. Muy castaño. Hasta que se volvió blanco, pero no dejó de ser corto jamás. Él, no trataba de luchar para encontrar el por qué. Por qué cuando su hyung estaba tan cerca su corazón se aceleraba, o por qué cuando este le sonreía y lo halagaba por su bonita voz su rostro se encendía. No lo necesitaba. JaeHyun no quería saber la razón que hacía que los ojos de TaeYong le parecieran tan brillantes, como los de un cachorro. Porque para él, el vuelco en su pecho era más que suficiente; en especial porque sabía que aquel vuelco en su pecho no sería más que eso: suyo.
Pero JaeHyun sólo podía estar conforme con lo que conocía. Sólo podía conformarse con la mirada dulce, con los brazos cariñosos, con las sonrisas orgullosas. Sólo podía conformarse con aquello que tenía y conocía. Y ahora que había conocido, sabía que no estaría conforme hasta que conociera todo. Y no obstante, sabía también que estaba destinado a vivir en la inconformidad.
—Está bien, hyung… Me iré a duchar—. Comenzó, lo que parecía ser una despedida, al menos por el resto del día, sus dedos esbeltos paseándose por el cabello rojo, lo blanco de su piel contrastando contra los mechones, mientras se hundían hasta el cuero cabelludo, masajeando este, tan sólo por segundos, hasta volver a peinar el cabello, que parecía resbalar con suavidad entre las hebras. —Si te da frío no será un problema, porque siempre puedes dormir conmigo… Al menos yo no planeo dormir solo esta noche si hace tanto frío como dices que habrá—. La voz era gutural, y la sonrisa, ladina y coqueta, incontrolable por las verdaderas intenciones de JaeHyun. Pero qué sabía él. En su cabeza, el castaño se despedía de su hyung, como cada noche antes de ese día, y sin embargo, su mano se colaba con las ápices de sus dedos por las clavículas del mayor, bajo la bata, por tan sólo segundos antes de verse atrevidas subiendo por la pierna del rapero, esta encontrándose con la tela de la prenda, la caricia amenazando por subir por el muslo impropio, mientras la inocencia volvía a dominar el rostro incongruente del castaño. —Entonces, hyung, ¿te dejo dormir? —
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La primera vez que Jeno vio a JaeMin, pudo jurar que el sonido se detuvo en el mundo, y todo lo que no fuera la voz ajena y sus latidos cayó en silencio. Tal vez, la sonrisa que acompañaba las palabras impropias distraía del significado de estas. O quizás, era una simple excusa que Jeno utilizaba consigo mismo cada que podía para no admitir la tanta atención de parte suya que el movimiento de los labios foráneos obtenía. Rosados, esponjosos, suaves. ¿Qué?
El pelinegro, más de una vez, se encontraba a sí mismo ahogado entre preguntas intrusas que le sonrosaban las mejillas. ¿Cómo se sentirían? Cómo serían, qué tan suaves serían, a qué sabrían. Podía casi sentir el sabor en su lengua cada vez que aquella duda en particular volvía a visitar su cabeza. Mas, ninguna de las hipótesis que entre susurros mentales y secretos consigo mismo se llegaron a formar en su cabeza se podían comparar con la realidad. Nunca pudo prever lo dulce y tenue; lo cálido, lo inocente. Nunca pudo prever unas manitas subiendo por su rostro, con dedos que lo tomaban con cariño, y casi, con anhelo, mientras, entre luces apagadas y murmullos, el muchacho se dejaba envolver bajo las carnosidades que le acariciaban apenas, con toquecitos que le hacían suspirar. Jamás, en ni una de sus fantasías hubiese imaginado que tener las falanges enredadas en cada mechón castaño calmaría el temblor en ellos, y que sólo necesitaba sentir el rostro del más bajo para sentir la tranquilidad regresar a su cuerpo. La primera vez que Jeno besó a JaeMin (o JaeMin lo besó a él), él sintió y vio fuegos artificiales de colores y de música que llenaban la habitación gritando el nombre impropio. Y no dejó de sentirlos ni una sola vez luego de ese día.
Sin embargo, lo que Jeno estaba sintiendo en ese momento, no eran fuegos artificiales ni nada que se le pareciera. Eran explosiones feroces, que arrasaban con la estabilidad del mayor; que le arrancaban sin piedad algo más que gemidos, sonidos obscenos que ni siquiera él mismo sabía era capaz de crear. Sus dedos se aferraban a las sábanas de la cama con necesidad, la tela arrugándose entre sus dedos, mientras los sonidos bajos seguían y seguían, delicados, a veces más graves, otras más agudos, pero siempre bañadas de un solo deseo: que siguiera. Era increíble como con tan sólo unos toques, JaeMin tenía a Jeno hecho un desastre. Uno de gemidos y sonidos de aprobación que se ahogaban cada que la lengua adversa acariciaba la propia, haciéndole una vez más suspirar, extasiado con las sensaciones que en ese momento gobernaban su cuerpo. Jeno jamás se había embriagado, o siquiera pasado de copas, mucho menos utilizado drogas, de ningún tipo, no obstante, su cerebro pronto se dio cuenta que se había algo en la vida como eso, tendría que ser aquello que estaba sucediendo. JaeMin hundiendo su lengua en su boca; JaeMin moviendo sus caderas contra las propias; JaeMin subiendo y bajando en su entrepierna; JaeMin haciéndole gemir. JaeMin.
Era como si no tuviese control sobre su cuerpo, sobre sus manos que acariciaban atrevidas el cuerpo ajeno: los brazos desnudos, el pecho. Sobre su voz, que llamaba a JaeMin en jadeos. Sobre su espalda, que se enarcó una vez sintió al castaño tomar sus testículos arrancándole una especie de jadeo que pudo jurar por un momento casi se volvía un lloriqueo de no haberse transformado en un gruñido ahogado con los labios del menor, los cuales Jeno mordía y chupaba con desesperación mientras sus manos se perdían en el cabello impropio, pidiéndole más, sin siquiera saberlo en susurros que no podía escuchar él mismo. Jeno se estaba volviendo loco y no sabía cómo detenerse. Cómo detener su pecho, que se alzaba con la respiración irregular. Y mucho menos, cómo detener a sus manos que también querían probar. Pero ya era muy tarde para detener esos dedos pícaros que acariciaban por encima del pantalón ajeno, por cortesía, o por provocarse a sí mismos, pidiendo permiso.
La reacción tan entregada del menor sólo lo motivaba, le incitaba, LuHan dando suaves lamidas al glande mientras sus ojos se mantenían fijos en el semblante, de vez en cuando dando suaves succiones repentinas, sólo con la pura intención de ver la reacción del muchacho, una sonrisa formándose con picardía en su boca de sólo pensarlo. El sólo sabor de la hombría de SeHun en su boca le hacía emitir sonidos de aprobación, estos sólo aumentando una vez, y con sólo una mano en el falo, y la otra en el muslo del muchacho, que su boca comenzó a bajar en el miembro del más alto, engulléndolo con ganas, saboreándolo al tiempo que el sonido de su voz vibraba con cada suspiro mientras subía y bajaba en el sexo de SeHun.
Su mano se enroscaba en suaves círculos que iban de arriba hacia abajo, encontrándose con sus propios labios cuando LuHan tomaba cada vez más y más del miembro ajeno, por momentos casi teniendo que detenerse por la sensación de las arcadas debido al tiempo que tenía sin tener al maknae en su boca, sin embargo, la excitación no le dejaba detenerse, aun así, succionando y degustando el sabor ajeno, cerrando los ojos de vez en vez, disfrutando lo dulce y salado de la hombría del muchacho, mientras su mano libre se dedicaba a dar caricias en el muslo impropio, estas terminando en los testículos que los dedos delgados tomaban de lleno, dando suaves apretones que de vez en cuando se acompañaban de la lengua juguetona que se unía en lamidas acaparadoras que se tomaban su tiempo allí, sólo para volver a su labor con el miembro del más alto, encantado, no, fascinado con lo rico que era tener a SeHun dentro de su boca.
Todo pasó tal vez muy rápido, o al menos lo suficientemente rápido como para que el pelinegro fuera incapaz de procesar por completo lo que estaba pasando, sus ojos siendo uno de los indicadores de sorpresa en su rostro mientras sus flotaban justo encima de donde Suzy se encontraba besando, como si no supiera qué hacer con ella o cómo detenerla, mientras sus orejas se incendiaban en un color rojo, el color increíblemente sólo aumentando en el momento en que el halago fue dicho por la contraria. Pero, en el momento que sus ojos se encontraron con los de Joy, DoHwan entendió, que si algo estaba claro allí, era que algo malo pasaría.
Jungwoo, quien hasta el momento se había creído desapercibido en una esquina comenzó a buscar a la víctima del nuevo reto en el momento que las palabras habían sido dichas por una de las chicas, sus cejas enarcadas mientras buscaba en el círculo con la mirada, hasta que, por fin se dio cuenta, que él era esa persona, sus ojos abriéndose escandalizados, casi saltando en su lugar en el suelo, alarmándose una segunda vez al darse cuenta de la persona con quien le había tocado, y una tercera al percatarse del reto. Y para sorpresa de los que estaban sentados a su alrededor, no hubo un cuarto shock, probablemente porque el mismo muchacho se había dado cuenta de que a ese ritmo terminaría teniendo un infarto auto inducido. Por un segundo sus ojos se pasearon por el suelo, seguro de que habría algo que podría encontrar algún secreto tonto el cual podría contar para zafarse de toda aquella situación, pero pronto dándose cuenta de que, para empezar, ni siquiera era una persona de muchos secretos, por favor, apenas tenía una vida, si es que a eso se le podía llamar así, y segundo, los pocos secretos que sí guardaba y eran suyos, se irían a la tumba con él.
El muchacho, que en ese momento llevaba el gorro del hoodie que traía puesto, quería enterrarse vivo en él, halando los cordones que ajustaba el mismo hasta sólo dejar una pequeña abertura mostrando su rostro, aun siendo notorio el sonrojo en lo poco que se podía ver de él. No obstante, con un suspiro que dejó escapar el aire que no sabía estaba conteniendo en sus pulmones, el mayor de los dos muchachos abandonó su asiento, en el fondo de su cabeza convencido de que, no era nada de qué preocuparse y que, si DoYoung hyung lo había hecho con tanta facilidad, por qué él no. Pero, Jungwoo no era DoYoung, y una vez estuvo frente al más bajo se dio cuenta. No obstante, ya era muy tarde para echarse hacia atrás una vez sus manos se encontraban apenas a centímetro del torso y rostro del muchacho, no sabiendo exactamente qué hacer y qué no hacer, y como si de una obra diabólica se tratara, recordando, que ese, en teoría, sería su primer beso real. Su corazón retumbaba dentro de su pecho y el joven maldecía mentalmente por ser tan inexperto, tan torpe, tan él. Con la mirada buscó los orbes adversos, (cosa que sólo lo puso más nervioso), buscando permiso en ellos, sin embargo, su valentía fue tan poca que sus parpados cayeron antes de obtener la respuesta, sólo dejándose guiar por su instinto, entonces, de a poco y con lentitud, cerrando la distancia entre ambas bocas, esperando un segundo o dos, sin motivo alguno, o eso quería creer, antes de mover despacio sus labios, primero una succión, luego un nuevo beso, pequeño, discreto, y luego otra succión, abriendo sus labios gentiles, su lengua primero regalando una lamida tímida, hasta por fin, deslizarse intrusa entre la calidez y humedad de la boca adversa, por primera vez entendiendo lo que estaba haciendo, consciente y notando sus propias manos en las mejillas del más bajo, lo suficiente cerca de la unión como para cubrirla con sus pulgares, ni por un segundo permitiendo que una pizca del baile de lenguas se viera, antes de terminar, y como quien aguanta la respiración bajo el agua y vuelve a la superficie, volviendo a respirar una vez se separó y regresó a su asiento, sin atreverse a mirar a nadie en esa habitación, ponderando si sería muy rudo irse del lugar por completo.
No estaba seguro de sí quizá, sólo era su idea, y se lo estaba imaginando, o si ya se estaba volviendo loco y sus alucinaciones comenzaban a formar parte de la vida, pero allí tan cerca del mayor, podía jurar que el pelirrojo lo estaba comiendo vivo con la mirada, y JaeHyun estaba listo para ser devorado. Había estado listo hacía tanto que ya parecía haberse acostumbrado y por esto no dándose cuenta hasta ese momento en el que un suspiro salió inconsciente con tan sólo escuchar la voz, no pareciendo importante para su cerebro el tratar de rescatar las palabras dichas por el mayor, sino, teniendo otras prioridades, como lo era tomar codicioso cada trozo de piel que osase estar descubierto.
Para el castaño, nunca dejaba de ser sorprendente todo aquello que componía a Lee TaeYong. Y no hablaba de su persona sobre el escenario, sino, todo él por completo. A veces, ese mismo hecho haciéndole sentir como nada más que un fan que no terminaba de creer que podía ser amigo de esta persona tan maravillosa. Porque no era sólo la sensualidad del mayor sobre el escenario lo que evocaba esos sentimientos de anhelo por parte del castaño. Era el trabajo duro, el talento, era la voz, que podía ser sensual, podía ser gentil, podía ser desaprobación, y podía ser cariño. Era la carita tranquila mientras dormía, era el semblante estoico mientras bailaba. TaeYong era dulzura disfrazada de amargura; era tan natural, pero de una belleza tan fuera de lo ordinario, que era fácil olvidar que aquella persona, era definitivamente un ser humano. Y sin embargo, era tan perfecto que hasta sus imperfecciones lo eran. El cantante muchas veces se encontraba a sí mismo quedándose luego de que sus prácticas terminaran sólo para poder ver y tal vez entender cómo era que la magia ocurría, en esos momentos en que sólo se quedaba el más bajo, trabajando hasta el cansancio. En esos mismos instantes en los que la mente de JaeHyun divagaba en tonterías y fantasías que nunca serían realidades. Cosas que, hasta para él eran demasiado.
—En realidad, no sé si…— Y antes de poder decir nada, y a riesgo de ser muy merecido por ser tan impaciente y no esperar a que el mayor terminara la oración, JaeHyun casi jadeó, parpadeando perplejo en un intento de descifrar si lo que había escuchado era correcto, o si, nuevamente su mente le jugaba malas pasadas, aunque rápidamente confirmando que por asombroso que pareciera, había sido la primera y no la segunda. Pero, por el momento, y no muy hábilmente (ya que el carmesí en sus orejas lo delataba) decidió ignorarlo. —Pues bien… No sé realmente si pueda dormir bien esta noche… Digo, por el barco, —una vil mentira— uhh, ¿no sé? Me está mareando un poco creo—. Ya ni sabía lo que decía, sus ojos perdidos en un viaje entre las clavículas del mayor y el pensamiento de lo que se ocultaba bajo aquella tela, antes de poder detenerse teniendo sus manos en cada borde de la bata de baño, sus cejas enarcándose con sorpresa, congelado allí mismo, ni enterado de cómo iba a actuar como si nada, cuando literalmente estaba en medio de intentar desnudar al mayor, el rubor en su rostro ni siquiera dándole la oportunidad de tratar de mentir. —Mmh… ¿Vas a dormir con esto, hyung? ¿No te da calor? Creo que deberías quitártelo… ¡Es decir! Quitártelo y usar algo más cómodo, yo qué sé…— Y la oración que había iniciado con una cantidad justa de calma, se había llenado de nervios a medida esta avanzaba, el menor optando por hacer silencio antes de que alguna otra estupidez escapara de sus labios, aunque, no estando para nada en contra de que el pelirrojo se deshiciera de aquella ropa que para nada le hacía bien, o al menos, al castaño no le hacía bien, aunque tampoco estaba seguro de que ver lo que había debajo le fuera a hacer mucho mejor, estaba dispuesto a correr el riesgo.
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Si en algún momento el pelinegro quisiese contar cómo se sentía lo que estaba viviendo en ese momento, las palabras se quedarían atascadas en su garganta, detrás de los suspiros, al revivir cada una de las sensaciones apabullantes y tiranas que domaban toda su voluntad. Y es que, con cada mínima caricia, cada toque, cada centímetro por el que JaeMin se arrastraba, Jeno perdía un poquito más de la razón, un poquito más de su voz para entregársela al castaño, recibiendo a cambio semillas que se plantaban en su pecho, en su abdomen y en cada uno de los lunares, de ellas naciendo sentimientos y deseos que Jeno no sabía una persona podía tener. Su mente no daba abasto para la cantidad de placer que su cuerpo recibía, siendo estas demasiadas emociones nuevas en tan corto tiempo.
Jeno disfrutaba de ver a JaeMin sonreír; de ver lo bobito que se veía cuando la boca le colgaba cuando estaba muy entretenido con algún programa de televisión; de verle comer una manzana cada mañana religiosamente, y ver las pequeñas muequitas que hacía con su rostro en los días que estas estaban especialmente dulces. Pero también, estaba encantado con el JaeMin de dedos largos y esbeltos, que tocaba piano por las noches, cuando creía que estaba a solas y nadie le veía. Con el JaeMin de entrecejo fruncido que no dejaba la sala de prácticas hasta ser el último allí, hasta saber que conocía a la perfección cada uno de los pasos a dar al ritmo de la música. Jeno disfrutaba de cada pedacito de la vida del menor; de los que podía ser parte y hasta de los que no. Mas, Jeno aún quería disfrutar más. Quería disfrutar de esas partes de la vida contraria que no conocía. Quería disfrutar de los sonrojos ajenos, de los suspiros impropios. Quería disfrutar del placer ajeno; de ser dueño del mismo, (aunque la sola idea quemara su rostro con vergüenza). Quería disfrutar del dulzor de que las palabras de JaeMin fueran sólo suyas. Quería tener la voz sólo para él. En susurros, en risas, en jadeos, en gemidos, en gritos, en llanto, en silencio y en todo lo que tuviera para ofrecer.
Por eso, cuando JaeMin gemía su nombre, Jeno gemía necesitado en respuesta, dejándose llevar por las manos del castaño que atentas le perdían en la expedición en el cuerpo ajeno, dándole tiempo a sus falanges de absorber cada zona, cada textura, saboreando con apenas las puntas cómo se sentiría bañar a su lengua con el sabor de cada una de las diferentes partes que su lengua degustaría bailándole en la boca, al tiempo que hacía parada a darle calor a los lunares, a darle calor a las costillas, a darle calor la espaldita, a los muslos que tomaba con ambas manos, llenándose las palmas con codicia, un suspiro decorando el final del recorrido cuando sus dígitos se atiborraron con esas nalgas que apretaron con diligencia con ganas, pero sobre todo con fuerza, un gruñido acompañando la acción.
En lo que JaeMin gemía, con la voz grave ensordeciendo a Jeno con excitación, el más alto jadeaba con sorpresa y anticipación con ganas que le hacían levantar la pelvis con una presión que le hizo sentir por completo al muchacho más pequeño, en el acto, arrancándole un gemido que se unía al del menor, sus ojos abriéndose como tan humanamente le fuese posible al ver sentir la mano impropia tan peligrosamente cerca de su entrepierna, el ardor gobernando su rostro inocente, la sola palabra dicha por JaeMin encendiendo aún más el mismo, mientras el deseo reinaba en su cuerpo adolescente, su pecho elevándose en respiraciones irregulares que esperaban por más, con los ojitos buscando a los más atrevidos, la mano temblorosa yendo hacia la muñeca impropia, tomándola con una fuerza débil. —Yo… Yo también…— El corazón le echaba carreras en el pecho, y el pelinegro podía sentir cada dosis de adrenalina correr por sus venas con el miedo y la incertidumbre ante lo que las propias manos estaban a punto de hacer. —Creo que eso no tiene nada de malo…— La voz salió en un hilo que se perdió entre las falanges del mayor, que tomaron los dedos ajenos con cariño, entonces, permitiendo que por primera vez en su vida fueran las manos adversas las que le arrancasen los gemidos y los jadeos, cada sonido con cada nueva caricia en la erección bajo su pantalón. Jeno no conocía nada, pero ese día, quería conocerlo todo.
LuHan tenía problemas: el primero de ellos siendo el no saber dónde poner la cara, la cual quemaba con pudor ante toda la situación; el segundo quedándose en lo embriagador de las sensaciones que ahora le consumían con cada nuevo toque de las manos y los brazos que le manejaban con cuidado y con una delicadeza a la cual el rubio no terminaba de acostumbrarse. Y el tercero: lo mucho que le gustaba. Le encantaba sentirse propiedad del más alto. Le encantaba y se sorprendía a sí mismo hundido en el calor de sus ganas.
Los jadeos se mezclaban con los suspiros a modo de la respiración que llenaba los pulmones del mayor del perfume del menor, mientras sus manos tomaban el rostro ajeno, obligándole a mirarle (a sí mismo), sus ojos mesmerizados en los foráneos por lo que parecieron ser horas, sólo siendo segundos, entonces, tomando los gajos, rojos e hinchados, entre sus dientes, abusando de la delicada carne, al tiempo que sus caderas se balanceaban sobre la hombría erecta que bailaba bajo él. Sin embargo, fue poco el tiempo que pasó antes de que la desesperación se apoderara de un caliente LuHan quien, como si nada, se alejó de SeHun, sólo para arrodillarse frente al muchacho, sus manos (ambas) entonces, tomando primero con delicadeza el falo, enroscándose mientras subían y bajaban en masajes que sólo podían mejorar con la lengua del chino lamiendo de lleno el largo, sintiendo las venas con gusto bajo el rojo músculo, hasta llegar a envolver el glande entre sus labios, despacio, mojado y caliente, la lengua jugando con la suave punta en succiones lentas y delicadas.
Decir que la japonesa se había sonrojado al recibir el beso de la tailandesa hubiese sido una atenuación; un insulto al escarlata que cubría el rostro de la muchacha de cabello corto, que si bien se había sentido halagada por las palabras de la más alta, no podía evitar llevar sus manos a su pecho, en un intento sin sentido de calmar los latidos violentos de su corazón, deseando que las secuelas llegaran a su fin, y que las carcajadas de sus amigas y compañeras llegaran a su fin, fulminando con la mirada particularmente a DaHyun, quien no dejaba de susurrar comentarios al oído de Sana.
Las cejas del pelinegro se enarcaron en el momento en que la botella se detuvo frente a él, la timidez siendo más notoria que antes en su rostro una vez se volvió el centro de atención. Los ojos oscuros buscando los de la menor que le había invitado, más que buscando una respuesta a qué hacer ante aquella situación, pareciendo estar buscando permiso en la de piel lechosa, o al menos eso interpretaban varias miradas femeninas que se habían mantenido fijas en el hombre desde antes de siquiera ser llamado a participar en el juego subido de tono, sólo para finalmente terminar uniéndose a Suzy en aquel reto, con una sonrisa pequeña, casi siendo empujado a los brazos de esta.
Sí, no; sí, no. Los dedos a veces le jugaban inquietos entre un botón y otro. Entre el botón y el ojal. Entre la suave tela que a veces sentía más tiempo del que debía, como estrategia para distraerse de los ojos que le devoraban en carne viva, mientras su corazón aún latía impaciente en su pecho. Impaciente. ¿Qué esperaba? A JaeHyun se le olvidaba el punto hasta por fin llegar al final de la fila, la soltura de la camisa colgándole de los hombros, dejando expuesta la lechosa piel blanca, y el abdomen marcado; ese abdomen que de vez en cuando se decoraba con pequeñísimas lunas marrones que le besaban la piel sin siquiera él darse cuenta.
Una vez no tuvo más excusas en forma de botones, el menor dejó su móvil sobre la cama, entonces poniéndose de pie, sin siquiera saber cuál era su punta y a dónde se dirigía. Era demasiado difícil hacer planes cuando los únicos que quería hacer estaban echados en la cama frente a él. —¿Tienes, hyung? Podría ir bien rápido y conseguir algo de comer para ti—. Su voz era calma, pero su pecho era tormenta y cada mirada que robaba al pelirrojo era un relámpago que electrificaba la columna del castaño, estremeciéndole en silencio, mientras él tenía que pararse allí frente a la cama ajena al tiempo que fingía que los ojos no se le desviaban allí donde la tela se movía atrevida, mostrando un pecho que no debía mostrar, o unos muslos que JaeHyun no debía de consumir en la dilatación de sus pupilas.
Una vez se dio cuenta de la intensidad con la que sus ojos exploraban cada parte del cuerpo ajeno, las orejas del cantante se tornaron escarlata, el muchacho alejándose lo más rápido que pudo sin parecer que saldría corriendo en cualquier momento; a pesar de que, una vez más, esa idea sonaba muy atractiva. Una vez estuvo lo suficientemente alejado del mayor, sus ojos volvieron a dar con ropa, la propia y un poco más allá la ajena, por un segundo sus falanges paseándose por los diferentes colores y texturas que desprendían el aroma masculino del pelirrojo, un suspiro escapándose involuntario de los carnosos labios, sólo pudiendo aclararse la garganta, como si el sonido aquel borrase el que había emitido anteriormente, sus manos rápidamente volviendo a la misión original, viajando entre sus propias camisas y chaquetas, mientras robaba miradas una que otra vez a la parte del armario que titilaba en luces neón para él, no pudiendo sacar de su cabeza las muchas preguntas que le invadían, como, cuál era la camisa (de JaeHyun) del mayor, ¿tendría alguna siquiera? Qué color pensaba le quedaba mejor, y entonces si hubiese podido preguntar, no dejando de lado qué prenda era la que más le gustaba ver al rapero en el castaño.
Una vez terminó de fingir que lo que hacía allí, revolviendo el armario propio, era importante, de nuevo su corazón comenzó los golpeteos contra las paredes de su pecho, como si amenazara con hacer las cosas él mismo por su cuenta y salir de allí para llegar hasta el más bajo. Pero, gracias a Dios no fue así. Y entonces dejó que la camisa se resbalara por sus hombros y espalda, hasta despojarse de las telas que dejaron al descubierto el trabajado cuerpo del más alto, quien, sin mirar, dejó que la camisa callera al cesto de la ropa sucia, en una especie de pelota sin forma.
—Aunque si te sientes muy cansado, deberías de dormir entonces, hyung…— Su voz, baja y con calma, comentó una vez estuvo de vuelta frente a la cama del más bajo, esta vez, no aguantándose las ganas de estar cerca, de sentir su calor, y tomando asiento en esta, entonces, juguetonamente tomando las piernas del muchacho y colocándolas sobre las propias, sus dígitos jugando enternecidos con los dedos de los pies del mayor. Estaba encantado y con la sonrisa boba, con el alivio asentándose en su pecho, y sin saber, volviendo a caer en las ganas de Lee TaeYong.
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Jeno no era un muchacho atrevido. Si acaso, era todo lo contrario. Era un muchacho de risas nerviosas, de falta de respuestas, de pensamientos que, bueno, sólo se quedaban en eso: pensamientos. Y aunque JaeMin era ese encendedor que activaba todos sus sentidos, a pesar de eso, nunca antes de ese día sus manos habían pasado de los límites de las caricias tenues sobre la ropa; de sentir las caderitas en arrebatos en los que la piel se revelaba entre la tela. Nunca sus manos habían pasado de toqueteos tímidos en los que la mayoría de veces eran las impropias las que debían guiarlas del pelinegro, estas ni una vez pasando de la frontera que era el cinturón de los jeans del más bajo. Sin embargo, ese día sus manos ardían por probar; quemaban por sentir, por tener, por tocar. Por eso, teniendo la piel del castaño allí, Jeno no podía evitar admirarla en caricias que le arrancaban suspiros a él mismos, sonidos que se mezclaban en un cóctel con los otros jadeos que cantaba al ritmo del vaivén de las caderas del muchacho. Todo su cuerpo se incendiaba con cada una de las acciones del cantante, su rostro no siendo la excepción a aquello, las olas de placer haciendo el color en su rostro más pronunciado con cada nuevo movimiento por parte del contrario; movimientos que le hacían sentir el cuerpo ajeno en maneras que ni siquiera en sueños Jeno sabía se podían sentir, ese calor sólo creciendo más y más allí en donde JaeMin bailaba con soltura, sus manos por inercia prendándose a esas caderas que le tenían hipnotizado.
—Delicioso... — La voz le salía débil y entregada, mientras los ojos buscaban aquellos orbes ajenos, a riesgo de perderse nuevamente en otra ola de calor de esas que sólo el más bajo le pod��a dar, sólo que esta vez ocupando el pecho del joven inexperto. —Te siento… Te sientes muy bien…— Casi balbuceaba, con la mente nublada ante el placer que tan simples acciones regalaban al pelinegro. ¿Acaso era posible sentir mucho más que aquello que el menor le estaba regalando en ese momento? Jeno se rehusaba a creer que sí, porque de esa manera, Jeno no podría aguantarlo. —JaeMin… Úsame—. Las palabras salían entre cada jadeo sofocado, el calor abarrotando su cuerpo con la sola idea de ser el conejillo de indias víctima de los experimentos del muchacho.
Si Jeno hubiese querido poner acción sus propias dudas y curiosidades respecto al cuerpo del más delgado, aun así no hubiese podido pues, dos manos no le serían suficientes para entregar todas las atenciones que el más alto quería dar. Por eso, sólo se dedicó a que sus manos subiesen y bajasen en las piernas impropias, desde las rodillas, con suavidad, explorando, delicado, pasando por los muslos, que apretaba con más ganas, con más libertad, hasta viajar detrás de los mismos, este siendo el acceso directo a las nalgas que el pelinegro apretó con necesidad, un suspiro abriéndose paso a rastras por su garganta, que se apretaba, rehusándose a dejarle salir, pero al final, escapando a través de las rojas carnosidades que susurraban el nombre ajeno con paciencia, una vez más, deseoso de ver qué haría el menor.
Los besos en su cuello obligaban a LuHan a suspirar, ladeando su cabeza para darle más acceso al menor, encantado con las manos por todo su cuerpo, su espalda enarcándose con un suspiro aliviado. Pero fueron apenas segundos lo que duró la sensación de calma en su cuerpo cuando las llamas de repente le engulleron, tomando posesión de todo él al sentir cómo esas mismas manos que tanta tranquilidad le habían regalado ahora se burlaban de él, arrancándole gemidos que aún si el rubio hubiese querido controlar, no hubiese podido. Sin embargo, él no quería eso. Por esto, mientras sus caderas embestían la mano que tan diligentemente le atendía, el hombre pegó sus labios contra el oído del más alto, los gemidos perdiéndose con las lamidas y succiones en el lóbulo y detrás de la oreja, estos sólo aumentando descarados con las nuevas caricias en sus testículos.
Un jadeo en secó le robó todo el aliento y dio pausa a su respiración cuando por fin sintió la hombría ajena entre sus glúteos la vergüenza abrasando su rostro en tonos de carmesí que sólo se intensificaron con el gemido tendido que el mayor se vio sorprendido emitiendo con el glande besó su entrada. Su respiración le confirmaba que su corazón estaba corriendo a una velocidad que difícilmente aguantaría, no obstante, el placer que el baile de las caderas foráneas le estaba brindando era tan delicioso que pronto LuHan se encontró una nueva vez correspondiendo las idas y venidas del miembro entre sus nalgas, pronto moviéndose con entusiasmo sobre este, de vez en cuando dejando una que otra mordida en el hombro del maknae.
Ni por un segundo decidió cuestionárselo; no cuando escuchó lo que pareció ser un suspiro, no cuando el agua se movió tormentosa en la bañera, diciéndole al menor que el pelirrojo había decidido tomar un baño; no cuando escuchó pasos húmedos detrás de la puerta que le indicaron al muchacho que ya era hora de tomar un poco de distancia de aquella puerta tras la cual había estado escuchando en busca de no sabía qué, no cuestionándose por qué lo había hecho en un principio.
Cuando TaeYong salió, todo poesía hecha persona, el corazón del más alto comenzó a dar esos saltitos de nuevo, como si le dijera que ese era, ese era el muchacho al que estaban buscando, que ese era el niño al que estaban persiguiendo y que por eso había estado corriendo tan rápido. JaeHyun estuvo entonces, en ese momento, más que consciente que sus orejas seguro fosforecían con calor, con emoción y con algo más que tal vez él no quería admitir ni siquiera para sí mismo. Sus ojos, por otro lado, no eran tan conscientes ni tan conocedores de lo que era la vergüenza, y escudriñaban cada centímetro del cuerpo ajeno, desde los labios rojos y ligeramente hinchados, decorados con una marquita diminuta de un purpura suave junto al lunar, hasta la piel mojada y pálida, que se veía fresca y fría al tacto, invitante, y con el nuevo contraste de la blancura destacando aún más aquellos lunares que besaban el cuerpo del muchacho, los que se dejaban ver, y seguro los que no también. Sus ojos se dilataron, como si quisieran tomar lo más que pudieran de la imagen ante ellos, devorando al pequeño con afán, como si ellos pudiesen hacer lo que las manos no.
—Dije que iría al buffet… Pero al parecer no tengo hambre—. Contestó, más que nada embobado, guardándose las manos en los bolsillos, como si esta fuera la única forma de evitar que sus falanges le traicionaran y actuaran en contra de su voluntad, como sabía muy bien eran capaces. —¿Qué haces tú aquí? — Cuestionó con tal vez demasiada casualidad, tratando de hacer que sus ojos se perdiesen en algo más que el camino que las gotas seguían al bajar por el cuerpo del mayor, principalmente por lo obvio y posiblemente incomodo que podía hacerle sentir al más delgado, pero en segundo lugar, porque quizá sólo así le sería posible el dejar de abusar su labio inferior entre sus dientes cada que veía una de esas gotas perderse en el pecho ajeno o bajar por las piernas del mayor. Aunque al final, nada de esto fue necesario al dar con la respuesta a sus problemas rápidamente, comenzando a ocupar sus manos en algo más. Él mismo. La bata de baño adversa dándole ideas más que lúdicas, haciéndole optar por el también tomar un baño, o tal vez una ducha, no tardando mucho para encontrar su toalla y comenzar retirar uno que otro botón de la pijama, incluso ya estando sentado en el borde de su cama, incluso, distrayéndose un poco con el móvil, sólo pasando por su feed de Instagram.
Tal vez era demasiado casual hasta para él mismo.
Cuando la rubia escuchó su nombre, su reacción inicial fue de ansiedad que se reflejaba en los cachetes sonrosados más que notorios en la blanca piel; pero, lo que siguió hizo quedar aquello como un juego de niños. La mano que primero se extendió frente a ella, ayudándole a levantarse, la tomó desprevenida; pero fue el brazo rodeando su cintura con seguridad lo que la descolocó, ni siquiera dándole tiempo a darse cuenta como, automáticamente sus dedos se posaron con delicadeza en los hombros del más alto. Y la muchacha podía jurar que, el pelinegro del que tan poco sabía, venía programado para causar reacciones más severas con cada nueva acción, como si la nueva compitiese por superar a la anterior. Kim ni siquiera pudo avanzar lo suficientemente rápido de los ojos que la miraban con algo que tal vez sólo ella estaba viendo, antes de que el muchacho le tomara del mentón con esto robándole un jadeo silente, que sin saber, dio permiso a DoYoung para envolver los labios propios con los suyos, los ojos de JungEun dándose por vencidos antes de siquiera intentar, antes de siquiera permitirle notar cómo sus dedos se abrazaban más con delicadeza al muchacho, mientras la cálida humedad llenaba su boca. Pero así de rápido (aunque irónicamente en cámara lenta) como sucedió, terminó, con narices que se rozaban, y una rubia que se sonrojaba con violencia, confundida, anonadada, suspirante.
Seulgi, que aún seguía conmocionada por toda la escena anterior, como si de un drama se tratara, fue tomada desprevenida al escuchar su nombre ser mencionado. Ni siquiera sabía que estaba participando, siempre considerándose a sí misma como una espectadora y no como una participante, sin embargo, una vez la misión fue echada al aire, la pelinegra no tuvo otra opción que encogerse de hombros, una sonrisa atrevida con inocencia fingida dibujándose en su rostro al estar bien consciente de quién había sido la persona seleccionada para acompañarle en este reto. Entonces, sin hacerse esperar ni un minuto y luego de pedir los permisos necesarios a Irene, se levantó, caminando hasta la mese tipo buffet que había en aquel mismo salón, aunque con opciones más reducidas, pero por suerte, por lo menos contando con una selección bastante amplia de dulces y caramelos, tomando una pequeña trufa de chocolate, para velozmente regresar al círculo, tan pronto estuvo allí ni siquiera dejando que el muchacho hiciera movimiento alguno para pararse y tomando haciendo sobre él, con ambas piernas en una misma dirección, entonces colocando el chocolate con delicadeza y una sonrisa de soslayo entre las carnosidades ajenas. —Di ah…— Susurró apenas para el chico, segundos después comenzando su labor, los cerezos tomando con suaves mordidas poco a poco aquel dulce, la consistencia del mismo haciendo que pronto el mismo se esparciera entre ambas bocas, “obligándole” a en succiones tenues y lamidas tomar todo aquel chocolate que había vestido incluso las comisuras, no permitiendo que quedase siquiera un rastro de lo sucedido, una vez terminó levantándose y con pequeños saltitos regresando a su lugar.
—Bien, Lisa, este reto, nuevamente se trata de uno especial, tendrás la oportunidad de escoger a la persona que te parezca más atractiva de la habitación, Rosé ni Joy cuentan, y robarle un beso—. Encomendó Hani una vez la botella había indicado que era el turno de la tailandesa.
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