American horror story ♥
Disfrutando del poco trozo de vida que no es una mierda.
♥D♥
Luchando por recomponer mi mundo.
Minecraft/youtubers/FNAF
pomelos :3
No me gustan ese tipo de etiquetas así que diré que soy humana y me gustan los humanos.
ONE DIRECTION
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños.
Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré.
Mi abuela paterna era una indígena Chinanteca originaria de Veracruz; hija de padre Yaqui y mujer de mulato. Tenía la estatura baja y la sonrisa grande.
Su tez era morena y sus ojos avellanados. Lo que más me gustaba de mi abuela era su cabello; era tan largo que la trenza le llegaba por debajo de la cadera.
Cuando conoció a mi abuelo dejó su mar y se trasladó a la ciudad de México junto a él; con mucho esfuerzo se hicieron de un pedazo de tierra en el lugar de coyotes y en su nuevo hogar plantó muchos árboles frutales para no extrañar el olor de su origen.
A ella le encantaba contar historias debajo del naranjo, siempre me hablaba de la zafra o me enseñaba el canto de los ríos; ella siempre hablaba de todo, menos de ella.
En ocasiones yo miraba sus ojos tristes y contemplaba su dolor cada vez que se destrenzaba y cepillaba sus largos cabellos. Una vez me atreví a preguntarle porqué era infeliz; a mi corta edad y con mi poca experiencia le enumeré todas las cosas por las que según yo tenía que sentirse contenta: Tata te quiere (el abuelo) mi papá, mi tía y yo te queremos mucho nana Cada. Tienes un jardín muy bonito y tu corral está lleno y tus animales son felices. ¿Porque estás triste?
Ella me miró con ternura, me levantó y me puso sobre sus rodilla frente al espejo. Comenzó a cepillarme el cabello con su propio cepillo y me dijo con su voz dulce:
– Te voy a contar un secreto que solo las mujeres conocemos. Cuando crezcas conocerás a muchos hombres que pondrán una gran sonrisa en tu cara. Te contarán hermosas historias y te cubrirán con sus brazos cuando tengas frío. A ellos pequeña, puedes entregarles el corazón y tus suspiros, puedes darles una gota de tu sangre y muchas promesas pero por nada del mundo le des uno solo de tus cabellos.
-¿Porque iba a darle mi cabello a un hombre Nana Cada?
-Porque hay veces en las que uno quiere entregar todo a las personas que ama.
-¿Le diste tu cabello al Tata?
-No mi niña, al Tata solo le di mi corazón.
-Entonces ¿que hombre tiene tu cabello?
Mi abuela sonrió como una niña al recordar una travesura
-Se lo di a un muchacho que conocí antes de que Tata llegara a mi pueblo. Era muy guapo ¿sabes? Su cara era delgada al igual que sus manos, él nació más al norte del pueblo del que era mi padre. Llegó en el tren y yo fui lo primero que vio al bajar en la estación. Su mirada era tranquila como el arroyo detrás de mi casa y su piel del color de la mía. Se llamaba Kai.
Giré el rostro y fruncí mi nariz para ver directamente a mi nana
-¿Y porqué no te casaste con Kai en vez de casarte con el Tata?
-Me case con él. Yo lo quería mas que a mi carne y él me quería mas que a la suya. Y fuimos felices mucho tiempo. Yo le entregué mi corazón, mi sangre y..
-¿También tu cabello Nana Cada?
-Si, también mi cabello -me contestó sonriente-
-¿Y que pasó con él?
-Se ahogó en el mar y se llevó entre el agua un pedazo de mi vida.
Me quedé en silencio mientras limpiaba las lágrimas de mi abuela.
-Niña, a un hombre puedes darle tu sangre porque la sangre de las mujeres viene y va cada mes, puedes entregarle tu corazón porque sus emociones cambian como lo hacen las mareas pero si le entregas uno solo de tus cabellos le darás tu fuerza de vivir.
Con tu cabello tejes sueños y atrapas pesadillas cada noche; con tu cabello escuchas las voces de tus ancestros susurrándote en el viento, tu cabello habla con las aves y las estrellas. No es solo cabello es el único trozo visible de tu espíritu.
Es la balanza que te equilibra, un hilito de luz que sube por el cielo y te conecta con todo.
-¿Cómo le entregaste tu cabello a Kai Nana?
-Arranqué uno de los míos y lo trencé con uno de los suyos, pero él también me dio uno. ¿Quieres verlo?
-¡Si abuelita!
Mi abuela sacó un mechón de cabello detrás de su nuca en el que había una trenza muy delgada y pequeña. En la parte superior había un pequeño nudito hecho con varios cabellos.
-Aquí está nuestra unión pequeña. Él es parte de mi y yo soy parte de él para siempre.
Mi abuela me mostró orgullosa su trenza como si fuera una argolla de compromiso o un anillo de bodas.
-¿Cuando desaparecerá el nudo nana?
-Nunca. Esta unión es eterna. El nudo no desaparecerá jamás porque lo tejimos con nuestras vidas.
Me bajó con cuidado y comenzó a trenzar nuevamente toda su cabellera dejando el nudo de Kai oculto entre su larga trenza. Nana Cada cambió inmediatamente de tema, me contó tantos cuentos ese día que olvidé la historia que escondía su cabello. Pasaron los años y jamás volvimos a tocar el tema. Mi tata murió cuando yo era una adolescente y mi abuela estuvo con él en todo momento. Semanas después mi tía llamó a la casa informándonos que mi Nana también había muerto. Estaba desconsolada pero recuerdo que repetía constantemente
¡Su cabello! ¡Su cabello!
Cuando llegamos a casa encontramos a mi nana recostada sobre su cama; sus ojos estaban cerrados y mi tía había colocado su larga trenza entre sus manos. Entonces recordé a Kai y el amor que se tenían. Dijo mi tía que la encontró tirada frente a su espejo y sobre la alfombra estaban unas tijeras; el doctor dijo que mi Nana Cada había muerto de un paro al corazón pero yo sabía que en verdad ella se había cortado su propia vida…
La historia de mi abuela es un triste pero espero que no me mal entiendan, Nana Cada quería a mi Tata, lo quería mucho pero aveces una mujer puede dar cosas mejores que su corazón.
Créditos @Paola Klug