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#Pérdida de una parte del cuerpo
aperint · 2 years
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Pérdidas y tipo de pérdidas
Pérdidas y tipo de pérdidas #aperturaintelectual #aitanatología @Ligia_Tanatologa @Ligia_Tanatologa Ligia Pérez García
POR: LIGIA PÉREZ GARCÍA Cuando se habla de duelos lo primero que nos viene a la mente es la muerte de una persona y aunque es cierto que es el tipo de pérdida de la que más se habla, la más estudiada y de la que más se escribe, no debemos olvidar las otras pérdidas que también ocasionan un duelo. ¿Qué entendemos por pérdida? Según la RAE (Real Academia Española) es la “carencia o privación de lo…
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deepinsideyourbeing · 3 months
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Golden Slumbers - Santiago Vaca Narvaja
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+18! Sub!Santi. Begging, edging, face slapping (once), (anal) fingering, marking, (un poquito de) mommy kink, orgasm denial, overstimulation, sex toy (dildo), somnofilia (en el principio), edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
La luz del sol filtrándose por la ventana ilumina los rulos de Santiago cayendo sobre la almohada, su rostro de expresión pacífica y también sus hombros desnudos, desprotegidos contra el frío. Tus dedos rozan su pómulo con suavidad, temiendo despertarlo, y cuando tu mano cubre su mejilla en un gesto de afecto jurás que persigue el contacto con tu palma.
Descubrís su cuerpo tirando de las mantas y sábanas lentamente: todavía está durmiendo en la misma posición en la que se encontraba cuando abandonaste la cama hace más de media hora, recostado sobre  su lado izquierdo y con las piernas flexionadas en un ángulo que, combinado con su fijación por dormir sin ropa, lo deja enteramente expuesto.
En busca de la posición ideal tu rodilla golpea la parte posterior de su muslo y él se remueve, quejándose pero todavía profundamente dormido. Masajeás su pierna de manera superficial, rozando con las yemas de tus dedos su erección matutina que descansa entre sus muslos, y ofrecés el mismo tratamiento a su trasero –donde se conservan las marcas de tus dientes-.
Procurando hacer el menor ruido posible dejás caer una generosa cantidad de lubricante sobre tus dedos índice y medio: está frío, muy frío, pero el tiempo no está precisamente de tu lado y es por eso que los guías de inmediato hacia la pequeña entrada de tu adorable novio. Rozás su agujero y suspirás cuando su cuerpo cede para permitir el paso de un dígito.
¿Cuántas veces te encargaste de destrozarlo con tus dedos y otros objetos? No estás segura y calcularlo sería una  pérdida de tiempo, pero ese es el motivo exacto por el cual te sorprende que sus paredes estén aún imposiblemente estrechas cuando succionan tu dedo con voracidad. ¿Memoria muscular? Es probable.
Igualmente sonreís con orgullo.
-¿Santi?- preguntás en voz baja luego de oírlo suspirar-. ¿Bebé?
No responde con palabras pero sí con su cuerpo, contrayéndose. Realizás pequeños movimientos ya no tan delicados con tu dedo, estimulando sus nervios de manera experta y rozando su próstata sin tener consideración por la sensibilidad que siempre lo ataca cuando lo hacés. Justo como esperabas, funciona, porque con un sonoro gemido despierta y voltea a verte.
-Buenos días, lindo- saludás-. ¿Cómo dormiste?
-Buen día- responde con voz entrecortada. Intenta continuar luego de relamer sus labios y en vez de palabras sólo puede producir gemidos, sin saber si son producto de la excitación o de la vergüenza, con sus mejillas tomando temperatura y los ojos llenándose de lágrimas por el placer que se dispara por su cuerpo, desorientándolo todavía más.
Introducís un segundo dedo y él abraza su almohada, abrumado por el repentino ardor, sujetándola como si fuera el último objeto que lo mantiene sobre la Tierra… Pero pronto se encuentra suspirando, entregándose y restando importancia a ese pasajero escozor propio de la dilatación, moviendo sus caderas provocadoramente para rogar por lo-que-sea.
-¿Sí? ¿Querés más?- preguntás con una pequeña risa.
-Por favor.
Retirás tus dedos sólo unos segundos para volver a cubrirlos con lubricante y él se queja por la sensación de vacío que lo embarga. Mueve sus muslos en busca de mayor estimulación, acción que intentás ignorar para no caer en la tentación, entre ellos su punta goteando fuera de control y haciendo brillar su piel deliciosamente. Dios, ¿por qué hace siempre lo mismo? ¿Por qué parece conocer tan bien tus puntos débiles?  
Molesta por la facilidad con la que sus acciones te afectan, volvés a penetrarlo con tus dedos y Santiago se sobresalta, ya sea por el producto frío o la fuerza repentina que empleás. De igual manera la sorpresa en su rostro muta rápidamente hasta convertirse en una expresión de pura entrega, tan hermosa que resulta imposible dejar de mirarlo.
En la habitación antes silenciosa ahora sólo se oyen su respiración cada vez más profunda, el placer en su voz ronca y el sonido húmedo de tus dedos en su interior, que está cada vez más relajado pero no deja de succionar. Sus uñas arañan peligrosamente las sábanas y sus dientes torturan de la misma manera su labio inferior cuando intenta no gemir.
-¿Tenés ensayo hoy?- preguntás con tus dedos aún enterrados en lo profundo de su cuerpo. Con tu otra mano te las ingenías para esparcir el lubricante sobre el dildo en tu arnés.
Un gesto afirmativo es lo único que recibís como respuesta: Santiago es inteligente y un ávido lector, su vocabulario es impresionante y él tan elocuente, pero ahora con sólo unas cuántas caricias lograste hacerlo perder la capacidad del habla. En su mirada podés apreciar que cualquier rastro de coherencia también comienza a abandonarlo.
Rozás su piel con la punta del dildo y él se reincorpora lo suficiente para mirar. Un suspiro un tanto grave nace y se extingue en su garganta cuando nota que se trata de su dildo favorito, con el largo y ancho perfecto y la curva que roza todos los lugares que lo hacen temblar. Se deja caer sobre la almohada cuando tus dedos lo abandonan y guiás el juguete hacia su entrada.
-Respirá- indicás.
Con un movimiento de tus caderas una parte del dildo desaparece en su interior, su entrada brillante recibiéndolo sin mucha dificultad y su respiración interrumpiéndose por la repentina sensación. Empujás más mientras acariciás la zona de sus costillas y su espalda, masajeando su piel para distraerlo cuando comenzás a moverte muy lentamente.
Sus gemidos son suaves y no dejan de resonar entre las cuatro paredes, acompañados por algún que otro quejido cuando enterrás tus uñas en su cadera, dibujando marcas de fuego. Te disculpás en voz baja y él niega, restándole importancia al asunto porque es perfectamente consciente de que no es tu culpa, simplemente no podés controlarte cuando están así.
Encontrás una posición más cómoda y establecés un ritmo ideal que provoca que tu novio derrame esos sonidos hermosos por sus labios y cantidades obscenas de líquido preseminal sobre su piel. Tomás su erección caliente y pesada para jugar con su punta rosada, tu pulgar conectado a él por un hilo brillante que eventualmente se corta.
Lo sentís palpitando en tu palma y notás que sus dedos tiran de las sábanas.
-Así te gusta, ¿no?- acentuás tus palabras con una estocada.
-Sí, sí, sí.
Te gustaría reírte de su respuesta frenética pero sabés que sería hipócrita cosiderando tu verdadero estado: el otro extremo del dildo estimula tu clítoris y la sensación se agrava cuando Santiago empuja su cadera en busca de más profundidad, provocando que un gemido te delate y llame su atención. Cuando voltea a verte sus labios entreabiertos son un reflejo de los tuyos y vuelve a empujarse contra el dildo.
-Santiago.
-Perdón- dice con la voz afectada-. Es que se siente muy bien.
Sus constantes gemidos, cada vez más descontrolados, son prueba de ello.
Deslizás una mano entre sus muslos y abrazás su pierna contra tu pecho para poder controlarlo con mayor facilidad. El ángulo de tus embestidas y la cercanía lo hacen gritar de placer, sensible y cada vez más rendido, repitiendo tu nombre hasta que la palabra se vuelve incomprensible y sin importarle que los vecinos lo escuchen.
No dejás de abusar de su interior, disfrutando sus gemidos escandalosos y recorriendo con tu mano todo su cuerpo hasta aferrarte a su cintura. Cuando te detenés para posicionarte por completo en tus rodillas, sosteniéndote con ayuda de tus brazos, Santiago protesta e intentás regañarlo por ser caprichoso.
Su perfil te hipnotiza y tropezás con tus palabras porque no podés dejar de contemplar cómo sus rulos dorados brillan bajo la luz matutina o sus pupilas dilatadas que parecen oscurecer unos cuantos tonos el color de sus ojos.
Observás sus dedos contrayéndose sobre la almohada y sabés que está muriendo por tocarse. Su miembro se mueve con cada sacudida de su cuerpo y la estimulación por sí sola no es suficiente, pero el dildo llenando su interior y masajeando sus puntos más sensibles podría ser la ayuda que necesita para alcanzar el orgasmo.
Él piensa lo contrario, evidentemente, y no resiste más que unos minutos antes de preguntar:
-¿Puedo...?
-¿Qué? Hablá.
-Tocarme.
Fingís pensarlo sólo para torturarlo y sus yemas rozan tu brazo en un débil intento de convencerte. El ceño fruncido y sus respiraciones profundas, -cuyo ritmo se esfuerza por mantener-, por no mencionar la mano que coloca peligrosamente cerca de su erección necesitada de atención, te permiten saber que su orgasmo está muy cerca.
-Tocate, dale- ordenás.
Hay lágrimas en sus ojos y caen cuando comienza a masturbarse con desesperación. Los sonidos de su humedad te desconcentran por un segundo o dos, imaginando sentir el sabor de su esencia en tu boca o sus manchas en tu piel, pero te recomponés rápidamente para continuar torturándolo.
Minutos más tarde lo escuchás sollozar y bajás la mirada. Las sábanas están manchadas por el irrefrenable goteo de su punta y él tiembla.
-No podés- advertís-. ¿Escuchaste?
Se lamenta bajo tu cuerpo, sus labios temblando y sus ojos vidriosos suplicándote. Negás.
-Por favor- insiste-. Por favor, mami.
Ahogás un gemido y apartás su mano de un golpe para remplazarla con la tuya, disimulando cuando perdés el equilibrio por un instante. Algo como un gruñido de dolor llega a tus oídos cuando con tus dedos estrangulás su base, como si se tratara de ese anillo de silicona que él tanto detesta, pero permitirle el orgasmo no está en tus planes.
Tus movimientos se apagan lentamente y Santiago permanece en silencio, frustrado y consciente de que quejarse no lo llevará a ningún lugar. Dejándose manipular cuando lo recostás sobre su espalda, te observa atentamente con sus ojos aún brillando por las lágrimas.
No deja de mirar tus pechos y tu rostro.
-Sos muy hermosa- dice con un hilo de voz.
El dulce halago contrasta con su descarada acción cuando sus piernas abrazan tu cintura. Volvés a deslizarte en su interior y te dejás caer sobre su cuerpo para besarlo, retomando el ritmo previo y golpeando con más precisión todos los lugares justos.
-Vos sos hermoso- depositás un corto beso en sus labios y te separás para poder observar sus expresiones cambiar. Cierra los ojos y separa los labios cuando tus movimientos comienzan a abrumarlo, el placer nublando su mente nuevamente y volviéndolo tan sólo un vestigio de su persona.
Balbucea y cuando busca tus manos de manera desesperada sabés que otra vez está saboreando su orgasmo. También lo delatan los músculos de su abdomen tensándose y el pequeño océano del traslúcido líquido brotando de su cuerpo. Tiembla. Mucho.
Arquea la espalda cuando tus estocadas se vuelven más rudas y profundas, sollozando y rogándote por más, por menos, por cualquier cosa que estés dispuesta a ofrecerle. Tomás su miembro y por el sonido que emite sabés que no hay manera de detenerlo.
Pero de todas formas lo hacés, porque podés... Los rápidos masajes de tu mano, combinados con los giros de tu muñeca y el dildo que no deja de estimularlo internamente, lo llevan hasta el borde en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, cuando pronuncia "Por favor, mami" (creyendo convencerte, seguro) de manera angustiada, parás.
-Duele- llora de manera patética-. Basta.
Golpeás su mejilla y cuando lleva una mano a su rostro para masajear su piel, intentando calmar el ardor, su mueca es casi suficiente para hacerte sentir culpa. Casi. Arañás su pecho y cuando ves la fuerza con que se muerde el labio suspirás, tentada, resistiéndote.
Cuando volvés a tocarlo sus manos intentan sujetar tu muñeca y apartarte de él simultáneamente. Con movimientos descordinados y sus ojos nublados negándose a enfocar es poco lo que puede hacer, pero su mente cada vez más lejana no es consciente de ello y no te molestás en corregirlo por su comportamiento.
Esta vez le permitís gozar de su orgasmo, intenso y desbordador. Grita y suspira, sus caderas se mueven por cuenta propia contra las tuyas para profundizar todavía más la penetración, pero el no parece procesar sus propias acciones. Su semen salpica su cuerpo, su mentón, llegando hasta tus pechos y manchando también las sábanas.
Todavía no regula su respiración cuando lo obligás a recostarse sobre su estómago y te posicionás para volver a penetrarlo. Descansás tu pecho sobre su espalda cálida con la intención de inmovilizarlo y cubrís su boca con tu mano para amortiguar sus gritos, los cuales empeorás enterrando tus dientes en la piel sensible de su hombro.
El pánico transforma su rostro y el movimiento frenético con el que movés tu cuerpo sobre el suyo, buscando desesperadamente tu orgasmo, resulta demasiado para él. Sus ojos se llenan con las pesadas lágrimas que caen y humedecen las almohadas.
Intenta hablar pero tu palma dificulta la acción y descubrís su boca.
-Es mucho, no puedo.
No te importa.
La fricción constante sobre tu clítoris es intolerable en el mejor de los sentidos y su voz suplicándote se vuelve cada vez más lejana. Tus párpados luchan por cerrarse y vos batallás para no dejarlos caer, disfrutando el ver que Santiago muerde la almohada y grita contra ella.
Tus dientes rozan su hombro, su oreja y finalmente encuentran hogar en su cuello. Dejás tu huella allí, justo como hiciste en otras partes de su cuerpo, pero la diferencia es que en este sitio todo el mundo podrá ver que te pertenece.
Santiago tiembla y no necesitás ver nada más que el dulce aleteo de sus pestañas para saber que acaba de tener un orgasmo producto de la insoportable estimulación extra.
Un ruido blanco se apodera de tu audición y reposás tu frente en su espalda mientras intentás sobrellevar tu orgasmo. Tus nervios parecen ser fuego y mientras estás esforzándote por prolongarlo repetís ciertas palabras.
-Te amo- responde Santiago con voz entrecortada y aguda-. Te amo, te amo.
Sonreís contra su piel cuando por fin procesás sus palabras, con los últimos destellos de tu clímax desvaneciéndose y amenazando con dejarte estúpida.
Tu respiración es calmada, pero tus pulsaciones todavía no disminuyen y creés oír tus latidos justo en tus oídos. Intentás ignorar la molesta sensación y besás los hombros de tu novio para distraerte.
-¿Estás bien?- pregunta.
-Un poco cansada, creo. ¿Vos estás bien?- peinás su cabello con cariño-. ¿Fue mucho?
-Estuvo perfecto- te sonríe.
Santiago no hace comentario alguno sobre el pequeño detalle de que lo estás usando como colchón, satisfecho con sentirte y brindarte un poco de estabilidad una vez terminado el acto.
Ninguno quiere separarse del otro y cuando insistis en besar su mejilla juguetonamente finge molestia. Mordés su piel sin fuerza.
-¿Me vas a seguir dejando marcas?
-Sí- contestás como si fuera obvio-. ¿Por?
-Yo también quiero marcarte.
Besas su pómulo y luego su cabello.
-Más tarde- prometés.
Él sonríe.
Luego de unos inconvenientes técnicos que retrasaron la publicación, ✨Sub!Santi✨. Un dato de color sobre esta historia es que elegí el título por las fotos que usé y después surgió la idea de la somnofilia, todo conectado sin que lo haya planeado ¿? Espero hayan disfrutado la lectura ♡
taglist: @madame-fear @creative-heart @chiquititamia @delusionalgirlplace @recaltiente @lastflowrr @llorented ♡
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mvplot · 2 months
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ÚLTIMO MINUTO: Hallan cuerpo de víctima del atentado en el Carnaval
10 julio de 2024 | 05.55 PM | Por Hannah Kitamura para Arcadia’s Gazette
En medio de las jornadas de investigación tras lo acontecido el pasado 5 de julio, el cuerpo de la policía local fue alertado del hallazgo de un cuerpo a las afueras de Arcadia Bay. De acuerdo a la información preliminar, se trataría de Brenda Phillips (29, humana), una de las presuntas víctimas del atentado de las celebraciones por el aniversario de Arcadia Bay.  La joven fue vista por última vez minutos antes de que se escuchara el primer disparo y, junto a Patrick Dunne (30, vampiro), figuraba como una de las dos víctimas del ataque. De acuerdo al alguacil Lance Trahan, el cuerpo habría sido encontrado en los confines de la propiedad de una “importante familia local”, por lo que estaría bajo la jurisdicción arcadiana. Las especulaciones, no obstante, apuntan a los Shepherd.  “Nos reservaremos más comentarios mientras la investigación siga en curso” afirmó Trahan a uno de nuestros corresponsales.   Por su parte, la alcaldesa Laroy ha declarado el luto en toda la comunidad. “La pérdida de Brenda es una lástima muy grande. Una mujer tan joven y con una vida por delante no tenía que ser arrebatada de esa forma. Mis más grandes condolencias a la familia y a todos aquellos que la conocían. Todo Arcadia Bay está con ustedes” dijo Laroy en una pequeña rueda de prensa. Cabe destacar que todavía no hay información respecto al paradero del vampiro ni de los perpetradores.  Respecto a los rumores que achacan la responsabilidad a la comunidad vampírica, Elsa Schriver, representante de la Liga Americana de Vampiros bajo la Autoridad, sostiene que se trata de fabricaciones “altamente ofensivas”: “Le recuerdo encarecidamente a la comunidad que también ha desaparecido un vampiro; es lamentable que nuestros detractores se aprovechen de una tragedia para sembrar hostilidad contra nosotros.” Esto es todo lo que tenemos de información hasta el momento.
INFORMACIÓN OOC
Como ven en la nota, el cuerpo de Brenda ha sido encontrado en el perímetro de las tierras de una familia local de gran renombre. Todos apuntan a los Shepherd, cuyo máximo representante es Rafe Shepherd, co-dueño de Main Vein.
Del paradero de Patrick todavía no se sabe nada, por lo que las especulaciones y teorías conspirativas alrededor del hecho siguen.
En cuanto a la Liga Americana de Vampiros, dejaremos en otro apartado la información correspondiente. Esta liga es conocida por todos, tanto humanos como vampiros. Los datos que sean solo de conocimiento vampírico, lo haremos saber.
Pueden incluir esta información en sus conversaciones si así lo desean.
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el-escritor-52 · 3 months
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The Dazzlings __*FIXED*__
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Capítulo 8: Angustias
-solo un poco mas... -susurra Sonata a la espera de su pan tostado, observando detenidamente la tostadora y esperando pacientemente a que esté listo.
Ya estaba a punto de estropearse pero no se daba por vencida, solo queria un desayuno nutritivo a las 6:30 de la mañana.
Al pasar los segundos parecía que sería una pérdida de tiempo ya que no hubo señal de que realmente funcione, mostrando preocupación al respecto.
De manera repentina, la tostadora lanzó los dos panes, causando que la chica de cabello celeste le de un fuerte susto.
De forma veloz agarra su plato, atrapandolos antes de caigan al suelo y salvandolos al instante.
- estuvo cerca. -susurra ella, suspirando de alivio y agarrando un pequeño cuchillo, hurtando los panes con mantequilla.
Le quedo perfecto y sabroso, estando lista para comer, sin embargo, faltaba Aria para comer juntas y eso la preocupaba un poco.
Al ir a su dormitorio, no encontró rastro de ella, parece que se levanto antes y eso era inesperado para ella.
- ¿acaso se levantó temprano? -se pregunta a si misma, viendo por la ventana de la casa-movil para saber si estaba afuera, lo cual aserto correctamente.
Aria se encontraba sentada, disfrutando una bella mañana aunque este haciendo demasiado frio pero no le importa en lo mas mínimo, solo miraba el cielo nublado mientras escuchaba musica.
- ¿Aria? -pregunta Sonata, saliendo afuera rápidamente.
Para su mala suerte, siente una fuerte brisa congelada, provocando muchos escalofrios a la pobre chica, teniendo que regresar y ponerse su sudadera. En una pequeña distraccion, su hermana de cabello morado alcanza a escucharla, teniendo que quitarse uno de los audifonos.
- ¿eh? -pregunta muy confundida, volteando a ver la puerta de la casa-movil.
Justo llega Sonata abrazándose a si misma para soportar el frio.
-buenos días Sonata. -saluda, sonriéndole de manera suave.
- ¿n-no crees que es drástico estar afuera con este f-frío? -pregunta tartamudeando, comiendo de poco a poco su pan tostado. – y buenos dias, por cierto.
-no te preocupes tanto, estoy relajándome por un rato y creeme que no tiene nada de malo. -explica Aria sonriendo de manera despreocupada, volviendo a recostarse. -tengo puesta la sudadera, los guantes y mi gorrito.
- s-si pero te recuerdo que esta nevando. -menciona Sonata, soplando sus manos para sentir calor.
-lo se. -dice sonriendo. -es bueno despertarse sintiendo la brisa en todo tu cuerpo. -al decir eso, confunde mucho a la chica de cabello celeste.
- lo llevas haciendo por un dia y medio. -le reprocha, mirándola seriamente.
-porfavor hermana, hay que aprovechar que estamos las dos para tomar unos días libres. -le sigue diciendo, tratando de convencerla de que no se preocupe de mas.
- comprendo tu punto pero ¿no te preocupa Adagio? -pregunta Sonata.
- creo que no. -responde sin ninguna molestia.
-no seas tan grosera, no ha regresado desde el incidente del centro comercial y ya seria signo de preocupación. -le dice la chica con los nervios subiendo lentamente.
-no soy grosera, digamos que soy sincera acorde a la situación. -contesta Aria al mismo tiempo que se vuelve a acomodar para volver a mirar el cielo. -no deberias preocuparte de mas, puede hacerte daño.
El ultimo comentario indigna un poco a su hermana menor, quien solo la observa confundida.
-me causa mas daño pensar que una de nosotras podría estar en un posible peligro. -menciona Sonata de una manera seria.
-no sigas Sonata.. -susurra, masajeando parte de su cara para calmar la frustración por lo que está escuchando.
-quien sabe de lo que puede pasarle a Adagio si tiene ese raro cristal en sus manos y no estamos haciendo nada al respecto para evitar que le ocurra algo. -seguía diciendo ella
A los pocos segundos, la chica de cabello morado ya molesta debido a tanta palabrería se levanta, pateando la misma silla donde se había sentado y asustando a la chica de cabello celeste.
- ¡¿y a mi que me importa lo que a ella le pase?! ¡¡te preocupas tanto por esa puta cuando ella jamás nos pidió disculpas por los malos tratos que hemos recibido antes de la batalla de las bandas!! -le grita furiosa, agarrándola fuerte de la sudadera al instante.
-A-aria.. -decía nerviosa pero preocupada, tratando de liberarse. – m-me lastimas..
Esas palabras causa que la chica de cabello morado vuelva a la realidad, soltandola rápidamente al mismo tiempo que retrocedía.
Sonata estaba asustada al grado de hiperventilar un poco y Aria sabía lo que ha hecho, arrepintiéndose al momento y limitando a solo dar un fuerte suspiro.
- me disculpo por mi comportamiento. -dice avergonzada, mirando aun con la pena.
La chica de cabello celeste solo seguia mirandola, dejando incomoda la situación.
-el punto es que Adagio va a estar bien, se sabe cuidar sola así que no podría imaginarme una situación donde esté en peligro. -explica Aria en un tono suave, acariciando las mejillas de su hermana. -confia en mi.
Sonata se queda pensativa al respecto.
-es que me da mala espina todo lo que ha pasado. -le confiesa temerosa, tomando con delicadeza las manos de la chica de cabello morado. -confio en ti pero.. es nuestra hermana… la quiero mucho a pesar de lo que ha ocurrido o cualquier situación del pasado…
- oh, por favor Sonata, ¿acaso la líder de las Dazzlings se meteria en problemas? -pregunta de manera sarcástica.
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Adagio intentaba caminar entre tanta nieve pero le era complicado por el fuerte frio que hacía, teniendo que apartarlo con las manos incluso pateandolo.
- regreso y me encuentro con toda esta maldita nieve, que sorpresa. -se dice a si misma, irritada por la situación.
- ¡¡pero que bonito!! -dice Dagi, quedando muy entusiasmado por ver los copos de nieve caer y que alrededor suyo haya demasiado, mas por saber que puedes moldearlos a voluntad para crear muchas formas. - ¿tu mundo ha sido así de blanco? -pregunta la entidad celeste, volteando a ver a la rubia.
- parece que es la primera vez.. -responde con dificultad debido al esfuerzo por quitar la nieve de su camino. – hace dos dias que todo empezó a nevar de repente, en plena primavera. -agrega ella, confundida por ese cambio tan extraño sucedido de la noche a la mañana.
Eso deja pensativo a Dagi.
- ¿posiblemente sea por las anomalías? -propone la teoría en forma de pregunta.
- ¿el cristal rosa provoco esto? suena muy descabellado. -dice Adagio sonriéndole, parece que no le cree en su totalidad. - ¿no crees?
- ya lo deberías saber, usaste mucho esa cosa ¿acaso lo olvidas? -le devuelve la pregunta, contradiciendo a la rubia al instante.
Lo último le causa mucha vergüenza, teniendo que voltear a otro lado mientras se abraza a si misma para calentarse un poco.
- deja de ver mis recuerdos por favor. -le dice enojada aun con las mejillas rojas.
-disculpame. -dice la entidad riendo un poco. -cambiando el tema, ya deberíamos estar cerca de tu casa.
Al decirlo, la chica de cabello amarillo observó a la distancia la casa-móvil, confirmando lo dicho.
Era extraño pero no le causó ninguna alegría volver ahí, no después de la situación tensa que se ha generado por culpa de sus extrañas “alucinaciones”, no pudiendo evitar sentirse mas incomoda y se notaba por su cara.
- oye, todo saldrá bien. -le dijo Dagi preocupado, quedando frente a ella. - ¿Qué tal si comienzas con unos rápidos ejercicios de respiración? -le pregunta con una gran sonrisa para ocultar sus nervios, mostrándole un pequeño ejemplo de cómo hacerlo.
Para su mala suerte, la rubia lo apartó de su camino.
- quítate. -le dice al momento de hacerlo, comenzando a caminar hacia la casa-movil.
Eso ofendió un poco a la pobre entidad celeste pero puede comprender que lo haga porque debe estar muy nerviosa así que lo deja pasar mientras que Adagio comienza a dar respiraciones lentas ya después de pensar la técnica que le recomendó Dagi.
Realmente no sabia que decirles a sus hermanas después del escándalo en el centro comercial, fue un momento humillante para ella y no podía encontrar las palabras necesarias, sin embargo, tenia que tomar la valentía necesaria para al menos pedir disculpas.
Mientras tanto, Sonata alcanza a observar desde la distancia a la chica de cabello amarillo, emocionandose por verla sana y salva.
- ¡Adagio! -grito aliviada, corriendo hacia ella pero llamando la atención de Aria, quien ve sorprendida como corre a abrazar a su hermana.
Por su parte, la misma se asusta por la acción repentina de la chica de cabello celeste, quien no la soltaba.
- ¡creíamos que te había ocurrido algo malo! -le dice preocupada, manteniendo su abrazo.
- pero estoy bien. -dice Adagio muy confundida pero soltando una pequeña risa nerviosa, intentando devolverle el abrazo.
Dagi queda conmovido por ese hermoso reencuentro, no pudiendo evitar mirarlos con una gran sonrisa romántica.
La unica que al parecer no le esta agradando es Aria; fue desagradable ver como la rubia hizo un escandalo y nisiquiera sabe el motivo, esto junto a los diferentes malos tratos psicológicos que ha recibido no es de extrañar que le tenga un poco de rencor.
Por ahora debe calmarse y dejar todo eso a un lado, esto por el bien de Sonata.
- veo que te encuentras bien después de todo. -menciona sarcásticamente la chica de cabello morado, acercándose a ella.
-si… estas en lo correcto. -le dice sonriendo un poco, apartando un poco a su hermana de cabello celeste, quien da pequeños aplausos de lo feliz que esta.
- aunque te ves distinta.. -dice Aria, observando la nueva sudadera color negra que traía puesto. - ¿me podrias explicar porque?
- ¿te refieres a esto? -al preguntarle, Adagio jala su capucha para mostrarle mas de cerca. -tuve un breve accidente, tu entiendes.
La chica de cabello morado la mira con la ceja levantada, claramente desconfía de su explicación mientras que Sonata está muy confundida.
-ustedes saben.. los “fans tóxicos” -explica la rubia dando una sonrisa casi forzada. – si que son peligrosos esas personas… -agrega entredientes.
- ¿estas bien? -le pregunta Dagi, estando igual que la chica de cabello celeste.
-descuiden las dos, estoy bien.. muy bien. -lo último lo ha dicho dirigiéndose hacia la entidad, mirándolo de reojo.
- pense que les dirías sobre lo que te iban a hacer esos maleantes del callej- antes de que Dagi diga algo mas, Adagio lo interrumpe al instante.
- estoy muy cansada, fue una noche larga y es mejor que me vaya a dormir. -dice rápidamente aunque les muestra una ligera sonrisa, estirando los brazos. - ¿ustedes no estan cansadas?
- acabamos de despertar. -menciona Sonata, riendo un poco. -incluso hemos desayunado
- y me alegro por eso pero pienso que es mejor una pequeña siesta para reponer energías. -explica la rubia sonriendo un poco. -ya después desayuno algo.
- esta bien hermana pero si ocurre algo puedes contar con nosotras. -le recomienda la chica de cabello celeste dando una cálida sonrisa, tomando su mano con cuidado.
Adagio se confunde un poco al ver el gesto, no sabia que decir pero tal ves esta agradecida por ese detalle.
No le daba tanta importancia que digamos asi que solo le dio las gracias para después entrar al vehículo, cerrando la puerta y dejando a las dos hermanas quienes observaban; una preocupada y la otra escéptica al tema.
- es mejor que si vaya a descansar.. -menciona Aria, tratando de animar a Sonata.
- creo que tienes razon, se veia tan.. indiferente. -le dice la misma, la situación le entristecía un poco. - ¿crees que fue una noche muy larga para ella?
La pregunta confunde mas a la chica de cabello morado, quien la mira con una sonrisa burlona.
- te preocupas demasiado Sonata. -dice a modo de broma, acariciando su cabello de forma juguetona.
Su hermana solo se peina de nuevo, sacando la lengua como respuesta.
-estoy hablando demasiado en serio Aria. -le responde con total seguridad.
- lo tengo muy en claro “Lady Taco” -menciona ella, aguantando las ganas de reirse.
El momento divertido dura poco al sonar una notificacion en su celular, algo que le pica la curiosidad a la chica de cabello morado. Sin pensarlo dos veces, reviso de lo que se trataba.
- oh cielos. -dice sorprendida, teniendo que leer la noticia de nuevo para ver si no era falso.
- ¿Qué? ¿Qué ocurre? -pregunta Sonata, picandole tambien la curiosidad de saber que era.
Sin pensarlo, ella tambien saca su celular, mostrando una gran sonrisa al saber de lo que se trataba.
- ¡ya se que es lo que la puede animar! -grita entusiasmada por volver al centro comercial, lugar donde sera el evento mencionado en las noticias.
Aria solo se limita a mirarla con la ceja levantada, dudando si esto funcionara.
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- Seré curioso pero ¿Por qué no les dijiste nada? -pregunta Dagi confundido por la discreción, mirando como la líder de Las Dazzlings está quitándose la sudadera para estar mas comoda.
- es demasiado obvio del porque; no es un tema muy bueno para conversar con mis hermanas ni con nadie. -le responde indignada, quitándose los tenis.
- ¿Por qué? -sigue preguntando.
Eso irrita a Adagio.
- no es como si llegara y les diga: “hey chicas, les cuento que tres maleantes me rodearon para casi violarme” -explica de forma sarcástica, imitando la voz de una niña pequeña mientras lo hace.
La entidad sintió mucha curiosidad por la última palabra.
- ¿Qué es “violar”? – pregunta con inocencia, algo que deja atónita a la chica de cabello amarillo.
- ¿lo ves? Ahí está mi punto. -le dice un poco asqueada, terminando por sentarse en su cama. -ademas… no pueden saber lo que ocurrio con ellos al final.
- pero se lo merecían. -menciona la entidad, mostrando una pequeña sonrisa. -… ¿verdad?
Eso llama mucho la atención de la rubia, quien lo comienza a mirar.
-supongo que si pero… no me he sentido cómodo en toda la noche; ¿acaso hubo otras alternativas? ¿Debí huir de ahí o era mejor solo dejarlos noqueados? Tal vez si estuvo bien porque era defensa personal ¿no?... realmente no lo se, sea lo que sea no me ha hecho sentir mejor, es complicado cuando intentas pensar en otra cosa pero ese recuerdo sigue ahí, atormentandote cada segundo. -explica Dagi muy preocupado por sus acciones, dudando si lo que hizo estuvo bien o mal.
Adagio solo se limita a mostrar una rápida sonrisa de orgullo.
- me estas cayendo mejor. -le dice a modo de broma para después acostarse. -puedes dudarlo en otra parte si quieres. -agrega ella, no queriendo que la moleste mas.
Eso último dejando pensativo a la pequeña entidad, quien solo la miraba muy preocupado de si mismo pero comprende que quiera descansar así que se desvanece poco a poco.
-supongo que te veo despues. -se despide sonriendo un poco antes de desaparecer completamente.
Adagio solo lo escuchaba, dando un ligero suspiro de alivio por que almenos le dará un respiro por estas horas.
-tomas posesión de mi cuerpo sin permiso y ahora somos “amigos”.. -se dice a si misma, soltando una pequeña risa con solo pensarlo. -que patético suena.
Después de varios minutos de estar mirando la pared, decide sacar su celular para revisar algunas cosas, no sin antes averiguar si ninguna de sus hermanas está con ella o incluso si Dagi no esta en una esquina para molestarla.
Al saber que no hay moros en la costa, comenzó a leer todos los mensajes de un chat.
Por alguna razón, ella se sentía calmada con cada texto que pasaba pero algo le dolía en el fondo de su corazón, sin embargo, eso no la detuvo y continuaba leyendo de lo que parecía ser una conversacion con alguien en particular.
Era demasiado extraño pero ella hubiera deseado que las cosas fueran diferentes, así hubieran hablado por mas tiempo; decirle de las cosas que estaban pasando sobre Dagi, los extraños recuerdos que tuvo y la inseguridad que esta sintiendo sobre si misma.
Hubiera dado todo lo que fuera para volver a hablar con el…
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Varias camionetas blindadas se encontraban fuera de la tienda de disfraces, algunos soldados estaban vigilando el perímetro y algunos se encontraban dentro buscando cualquier evidencia que les sirva de ayuda.
- ¿alguna persona estuvo aquí toda la noche y provocó todo este desastre? -pregunta seriamente la mujer de anteojos, tratando de encontrarle lógica a lo que trata de explicar.
- le juro que eso fue exactamente lo que pasó; en la mañana fui a trabajar y una persona estaba adentro, no lo pude identificar bien pero escapó como un cobarde al momento de confrontarlo. -le explica de nuevo el dueño de la tienda, enojado por la situación.
Cindy estaba sorprendida por la información dada, sin embargo, lo que la carcome por dentro es el hecho de que estuvo en una tienda de disfraces, era simplemente extraño que de la nada fue a probarse ropa asi despues de matar a los maleantes del callejón.
- muchas gracias. -agradece la mujer de anteojos y va con Sarah, quien estaba al pendiente de cualquier prueba. - ¿hubo novedades?
La mujer lo niega, estresada por no encontrar alguna respuesta del porque la chica de cabello amarillo estuvo en este lugar.
- ¿estas segura que esa chica fue real? -pregunta Sarah desconfiada de que las grabaciones que le han mostrado sean verídicas, cosa que ofende a Cindy.
- te mostre las grabaciones varias veces ¿de verdad lo dudas ahora? Se trataba de Adagio. -le responde con total seguridad pero indignada.
-se que es una personaje de caricaturas, como si eso no pasara todos los días… -dice cansada de tantas anomalías que están ocurriendo desde el 2012. -pero dudo mucho que llegue por aquí como si nada, solo mira a tus hombres: tal vez perdemos el tiempo por un acto de vandalismo que algún niño se le ocurrió hacer a la mitad de la noche. -le explica ahora preocupada por el afán que esta teniendo la mujer de anteojos en el caso.
-no debemos perder la esperanza, tengo la corazonada de que surgirá algo que sirva como una pista y asi estar mas cerca de atraparla. -le dice Cindy con mucha determinación.
Su comentario le provoca a Sarah una pequeña carcajada.
- ¿corazonada? -le pregunta sonriéndole. - te encanta escucharte a ti misma ¿no es así?
Las mejillas de la mujer de anteojos se vuelven rojas, teniendo que mirar a otro lado para evitar la vergüenza.
-solo estaba dando ánimos. -dice como excusa, soltando una pequeña risa tambien.
- ya casi llegas a los 50 y aun asi no cambias nunca… -susurra con las manos en la cintura, dando un ligero suspiro. -por eso te amo pequeña idiota. -le dice de broma, abrazándola un poco mientras le sonreía.
- ¿pequeña? mira quien lo dice, la que llegará a los 40. -le menciona, devolviéndole la broma. -ya casi llegas a la vejez tu tambien y no te diste cuenta.
Eso deprime a Sarah.
- Touché. -dice ella, aceptando su “derrota”.
En un momento mas calmado, un soldado se acerca a las dos con la intención de mostrar buenas noticias.
- señora, encontramos esto. -al decirlo, les muestra la sudadera morada que llevaba Adagio, llamando la atención de la mujer de anteojos.
- ¿y eso? -pregunta atónita por ver la prenda.
-al parecer fue encontrado en uno de los pasillos de la tienda, se ve sucio y casi destruido pero podríamos creer que se trata de la chica de la grabación. -explica el hombre uniformado, entregándoles la clara evidencia.
Sarah se impresiona al verlo mientras que Cindy lo sujeta con orgullo.
- te dije que tenía una corazonada. -le dice mostrando una gran sonrisa, subiendo sus esperanzas de que las investigaciones sobre la líder de Las Dazzlings den frutos.
Va a un paso adelante y ni siquiera requirió la ayuda de Richard, ella cree que ya no es necesario… 
FIN DEL CAPITULO
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sunflowerzyk · 11 months
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Detrás del depredador - König Híbrido!Oso x f! lectora [Medieval AU] Cap.2
Eres una plebeya de familia numerosa, tu vida es de lo más tranquila como lo puede ser para alguien de tu estatus. Hasta que una de las tantas mañanas en las que sales de tu hogar para recolectar frutos de los arbustos en lo más profundo del bosque una flecha atraviesa tu brazo. Tu no lo sabes, pero el dueño es el príncipe König , un híbrido bestia/oso, quien te tomara como su esposa, aunque no lo quieras así.
Capitulo 1! << anterior aqui
Lista maestra
Contiene: diferencia de edad, perversión, könig Yandere, konig Mayor, Diferencia de tamaño, obscenidad, dub-noncon, könig posesivo, daño/consuelo, pelusa, violencia típica del canon, dime si me olvide de alguno.
Si este tipo de contenido no es de tu agrado ignóralo y sigue con tu camino
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El movimiento provocó que tus ojos se abrieran lentamente, volviendo a ser consciente de tu entorno, con ello, regresando ese dolor punzante que te hizo caer inconsciente en primer lugar.
Diste un ligero suspiro e intentas moverte lentamente para estabilizarte, ya que todo vibraba y se movía.
Inmediatamente una mano caliente y grande que aparentemente estaba rodeando tu cintura, apretó su agarre sobre ti, de una manera un poco rígida.
— Schlaf ein bisschen mehr, wir sind immer noch nicht angekommen
Sus palabras entraron por tu oído derecho y salieron por el izquierdo, inevitablemente desconocías ese idioma, después de todo habían muchos nobles extranjeros que inundaban tu país, y estabas muy agotada y dolorida para siquiera seguir pensando en ello. En cualquier cosa.
Tu boca estaba reseca, tus lágrimas te habían deshidratado y la pérdida de sangre también se estaba convirtiendo en un gran problema, y la presencia de este apetito noble monstruoso no ayudaba en nada, el calor que su cuerpo emanaba incluso a través de la armadura era molesto, .... Y agradable al mismo tiempo. No querías sentirte cómoda con el hombre que literalmente te había atravesado el brazo como a un animal y te llevaba consigo como un animalito.
Suspiraste con desgana sin energías para llorar ni moverte demasiado, probablemente morir ahí mismo, ni siquiera tenías claro porque te llevaba consigo, debía haberte dejado ahí y hubieras regresado a casa rápidamente... Tal vez no hubieras caído inconsciente en el suelo del bosque y muerto sola ahí..... Si, probablemente era mejor opción que ser humillada por este hombre tan tenebroso y bruto.
Un estruendo te hizo brincar y girar con temor hacía de dónde provenía el sonido, no lo habías notado, pero estaban frente a una reja que se eleva , dándoles acceso al...... Palacio.
— .... El palacio..... ¿Como?
— Schlafen.
— Dios, me quiero morir
— Dummes Kitz
Presionó su agarre sobre tu cintura, manteniéndote en tu lugar con un gruñido gutural.
No entendías ni querías entender que era todo lo que decía, pero no sonó como una amenaza con tono burlón. Tu cuerpo se estremeció ligeramente, el calor que emanaba su brazo atravesaba la fina capa de tela de tu vestido andrajoso, casi quemaba, pero era agradable el contraste con el ambiente helado de la mañana.
No queriendo, te mantuviste lo más quieta posible en sus brazos, mirando alrededor, buscando una distracción y rebuscando en tu cabeza posibles escenarios que sucederían. ¿Te cortaría la cabeza para colgarla en su pared? ¿Te va a descuartizar para cocinarte en partes? ¿O simplemente abusara de ti en carne viva?
Todos esos pensamientos te carcomían y te provocaron un dolor punzante en el interior de tu estómago, sudar en frío y temblar.
Él se percató de tus nervios y relajó su agarre, masajeando la carne con más suavidad pero firme, una forma de darte consuelo.
Te cansaste aún más, cerrando los ojos, queriendo que te dejara ir, o simplemente terminará con tu agonía y te rompiera el cuello de una buena vez.
Ninguna de estas suposiciones eran verdad, él simplemente quería cuidar de ti y proteger tu pequeño ser, curar tu herida para que no murieras, una manera de cortejo.
Mientras tus pensamientos eran totalmente desgarradores y ruidosos los de él solo consistían en una cosa. Procrear.
Después de tantos años, finalmente su lado primitivo le exigió salir, para enterrarse en lo más profundo de ti, anudarse y expulsar su semilla dentro tuyo para que tu estomago se inflara con sus hijos, sus crías.
El caballo se detuvo, sacándome de tus pensamientos y dirigiendo tu mirada instintivamente hacia abajo, era alto. Su brazo aun sostenía protectoramente tu cintura, como si temiera que te lanzaras hacia abajo en un intento estúpido de huir, no flanqueó en ningún momento, incluso cuando pasaron los segundos y el no se movía en lo absoluto, no queriendo soltarte.
Y finalmente reuniste tus fuerzas para intentar moverte un poco, en si montar un caballo ya requería esfuerzo y era incómodo, solo buscabas apoyar tu peso de manera diferente pero provocó una mala respuesta de él. Soltó un gruñido bajo desde lo más profundo de su pecho, causándote escalofríos; acto seguido se movió sobre el caballo y lo desmontó. Perdiste el equilibrio ligeramente, sin su figura enorme sosteniéndote y manteniendo erguida tu espalda casi caes hacia atrás.
— albern.
Espetó Aquel hombre con un tono divertido que no te hizo gracia en lo absoluto, sonaba como un apodo despectivo. Pero no te atreviste a abrir la boca ni mirarlo a la cara, solo a cualquier parte, todo menos él.
Estiró sus brazos hacia ti, rodeo tu cadera con gran facilidad y te levantó de la montura, y manejando tu figura en sus brazos para cargarte de manera nupcial. Teniendo el más sumo cuidado que podía ofrecer para no mover la flecha que estaba en tu brazo izquierdo. Y entraron al castillo, miraste por encima del hombro del gigante que te llevaba, ahí estaba el otro, mirando en su dirección con un semblante lastimero.
En sus adentros, Krueger sentía lástima por ti.
Los pasillos eran enormes, y largos, las paredes hechas de piedra, imponentes. Mirabas en todos lados, tratando de ignorar las pequeñas miradas mal disimuladas e intensas que se cernían sobre ti. Avanzaban de manera rápida por el lugar, lo que parecía ser la servidumbre temblaba al notar la presencia del hombre que te llevaba (que ahora que lo pensabas ni siquiera sabía su nombre) se inclinaban en una reverencia llena de terror y respeto, susurraban algunas palabras, que no terminas de comprender, le decían "Eure Hohei" o "Prinz könig".
Él simplemente los ignoró a todos, mantuvo su mirada en el camino contigo en brazos, como si fueras un orgullo aun en ese estado tan deplorable, te sentías un poco humillada, siendo llevada de esa forma, vestida en harapos frente a tanta gente. Terrible.
Al cabo de un tiempo que se sintió una eternidad llegaron frente a una puerta de madera enorme y la abrió con facilidad, contigo en una sola mano, era terriblemente fuerte. Y entró. Dentro era como un mundo totalmente distinto, había una cama enorme en el fondo de la habitación, muebles simples pero que daban un toque menos vacío a la habitación y un gran ventanal por donde entraba la luz del sol.
Se acercó al extremo de la cama y te dejó suavemente sobre la tela de algodón, las sábanas frías provocaron un escalofrío en tu columna vertebral, aferrándote inconsistente a su mano que emanaba calor.
Un calor corporal que comenzaba a ser cada vez más familiar para ti.
Un ronroneo bajo te hizo caer en cuenta, levantaste la mirada inmediatamente para encontrarte con sus ojos fijos en ti, tímidamente bajaste de nuevo la mirada, notando que la mano que rodeaste con tu mano sin querer que se alejara de ti, ahora estaba cubierta de pelaje color castaño obscuro, lucía ahora más como la combinación entre una pata de oso y la mano de un humano común.
Soltaste un gemido de sorpresa instantáneo, soltando su brazo en el acto tratando de retroceder.
Pero él no lo permitió, se abalanzó sobre ti.
Estás sentada en el borde de la cama, caíste hacia atrás, la mitad de tu cuerpo recostada en la cama, con sus brazos a tus costados analizando tu rostro y cuerpo con esos ojos color azul.
Se inclinó más cerca, su máscara tocó la piel de tu cuello, haciendo que movieras tus pies en un intento de alejarlo. Gruñó en protesta y metió su rodilla entre tus piernas, impidiendo que te movieras más de lo debido, rozó ligeramente tus pliegues, mordiste tu labio con los ojos cerrados sin querer mirarlo a la cara, las palabras no salían, tus emociones eran un torbellino.
Su boca estaba a pulgadas de la piel de tu cuello, justo encima de la tráquea, su aliento se sentía sobre la tela de su capucha, inhaló y su cuerpo mostró indicios pequeños de espasmos, movió ligeramente su mano para tocar tu pecho.
Ibas a decir algo, un "no" para ser más exactos, cuando el dolor punzante regresó a tu brazo.
— ¡Duele!
Gritaste demasiado fuerte, se petrificó en su lugar y levantó lentamente su cara de tu cuello, colocándose justo enfrente de tu rostro.
— Déjame.
Suplicaste con una muñeca de dolor, él movió Accidentales, o eso querías creer, la flecha en tu brazo, cortando más carne en el proceso.
No podías decirlo con exactitud, pero a tu parecer frunció el ceño y se alejó de ti.
Cerraste los ojos y diste un profundo suspiro de alivio, el frío volvía a tu cuerpo.
Konig movió algunas cosas, volviste a abrir los ojos y ahí estaba él, con hierbas que suponía eran medicinales y alguna botellas con líquidos desconocidos para ti, los dejó encima de uno de los muebles que estaba al lado de la cama, te vio de reojo y salió de la habitación.
Ahora te sentías peor, dolor en el brazo y una inquietud en tu centro, un sentimiento extraño.
A los pocos minutos mientras hacías un débil intento por moverte, entró una sirvienta con la cabeza gacha.
No dijo ni una palabra, Tomó los remedios medicinales en sus manos y comenzó a tratar tu herida, no te miro directamente a los ojos en ningún momento, tampoco dijo ni una palabra.
Cuando intentabas entablar una conversación simplemente parecías estar hablando sola, cuando terminó de tratar tu herida hizo una leve reverencia y justo antes de salir finalmente habló.
— Bajo órdenes del líder de la guardia imperial se quedará en cama hasta su recuperación, si necesita algo más toque la puerta y se le será traído inmediatamente.
Se dio la vuelta para irse sin nada más.
— Espera..... Por favor...... ¿Quién era-
No terminaste de hablar cuando te interrumpió abruptamente.
— El escudo de este Imperio, El guerrero más feroz que la historia haya conocido, Sir könig.
Finalmente salió de la habitación.
— König.
Repetiste en un susurro, así se llamaba ese gran bruto. Líder de la guardia real.
Dios, estabas en serios problemas, solo a tu pequeña cabecita tonta se le ocurría meterse en medio de bosque para captar la flecha de un hombre desalmado que ayudó en la conquista de varios reinos e imperios extranjeros.
Mantuviste silencio durante un largo rato, te quedaste recostada sobre la cama, no había mucho que hacer, moverte demasiado podría abrir la herida aún más. Tardarías alrededor de tres meses en sanar, o eso indican tus cálculos. Tres meses.
Tampoco te quejarías, solo en tus sueños podrías tener el privilegio de dormir o siquiera tocar una cama como esa.
Sonriente y risueña Disfrutas al sentir la suavidad debajo tuyo, las almohadas también eran un sueño, eran frescas, pero aliviaban tu cuerpo dolorido por tanto trabajo en el campo.
El campo.
Tu familia, les dijiste que volverías antes del amanecer. El sol ya estaba casi en su punto máximo a juzgar por la iluminación en la habitación. No notaste el pasar del tiempo, ¿Cuánto habías estado inconsistente en brazos de ese hombre? Estarías en grandes problemas al volver.
No había tiempo para holgazanear, las plagas habían inundado los campos de cultivo, sus campos no fueron la excepción, no dieron mucho de sí, Podrían terminar en la calle si no solucionaban la situación perderían su casa, los campos de cultivo y la poca dignidad que les quedaba.
No podrías quedarte ahí, debías irte.
Cosechas los frutos del bosque todas las mañanas para tener algo más que comer.
Además del trabajo en el campo y la cosecha, viajaban constantemente al pueblo para hacer pequeños encargos y ganar dinero extra. Para tus padres una flecha en el brazo no sería suficiente para dejarte descansar, ellos no lo hacían y tú tampoco.
No podrías hacer grandes esfuerzos, claro está, pero tus piernas aún funcionaban, eras capaz de hacer encargos en el pueblo todavía.
Justo antes de que lograrás poner un pie fuera de la cama la servidumbre volvió a entrar con una bandeja de plata llena de comida.
Hizo una reverencia de nuevo.
— La comida está lista, le imploro que se alimente para recuperar sus fuerzas.
Su tono de voz era un poco nervioso, No sabías cómo funcionaban las cosas en el palacio de todos modos así que no objetaste.
Suspiraste de manera cansada al pisar finalmente el suelo, apoyando tu peso en tus pies.
La chica levantó ligeramente la cabeza al escucharte y se puso totalmente pálida, como si hubiera visto un fantasma, rápidamente dejó la bandeja sobre el mueble al lado de tu cama.
— Por favor no haga eso, su herida empeorará, descanse y coma.
— No puedo hacer eso, debo irme a casa, agradezco todas tus atenciones, pero debo irme. ¡Prometo tomar las medicinas!
Las manos de la chica temblaban levemente mientras se ponía enfrente tuyo para ayudarte a subir a la cama de nuevo. No quería dejar que te fueras.
— Por favor regrese a la cama.
— No puedo.
— ¡Por favor señorita!.
Con el poco criterio propio que tenías accediste a quedarte, lucía aterrada con que te fueras, no debías ser una deidad para saber que podrían castigarla si te dejaba ir.
Permitiste que te alimentara en la boca, argumentó que no debías hacer esfuerzo en absolutamente nada, su trabajo era hacerte la vida más fácil; era un poco incómoda la intensidad con la que quería ocuparse de ti, pero solo hacia su trabajo.
También te diste un baño con agua tibia en una tina, ¡el agua estaba tibia! La comida fue lo mejor, fruta fresca, carne , y otros platillos que nunca creíste que existían, todo era nuevo.
Los encantos del palacio te estaban hipnotizando, ahora agradeces que la flecha atravesara tu cuerpo. Pero no duraría mucho Te quedarías solo por ese día, mañana a primera hora regresarías a casa. Eso era lo que querías, pero los nervios y la sensación de estar preservado a pesar de ser el único en la habitación te mareaba.
Intuían que no sería tan fácil por alguna extraña razón.
Y todavía quedaba la inserción que ese hombre llamado König había dejado en tu cabeza. De niño habías escuchado historias, bestias animales disfrazadas de hombres que solo atraían la destrucción y el caos. Una leyenda, solo historias. O eso es lo que se suponía que eran, historias para asustar a los niños del pueblo, pero ahora que conocía al líder de la guardia, ese pelaje en su mano no era normal. König. Creíste que habías escuchado ese nombre en alguna parte, pero tu cabeza estaba llena de información.
No importaba, mañana se acabaría. Mañana.
König no pensaba lo mismo, estaba detrás de la puerta todo este tiempo, esperando. A ti.
Ya lo había planeado todo, te mantendría, la bestia dentro de él estuvo de acuerdo. Acechando tu pequeña figura. Escuchar atentamente todos tus movimientos, el sonido de las sábanas moviéndose y tu respiración tranquila.
Por fin estabas dormida.
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coolpizzazonkplaid · 6 months
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La heredera del Infierno
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El pueblo y el restaurante
La niña de cuatro años vio dos cuerpos en el suelo y la sangre cubriendo todo el suelo manchándole las pantuflas. No supo cómo después llegó a la comisaría e intentaban sacarle respuestas a algo que ella no sabía. Luego la llevaron a un edificio donde un señor la dejó en una habitación repleta de otros niños.
Todos ellos la miraban con ojos curiosos a la nueva del hogar, pero al darse cuenta que era un horario muy tarde prefirieron volver a sus pacíficos sueños. La pequeña lloró toda la noche preguntando por sus padres, pero ningún adulto le dio respuestas. Después de tanto llorar durmió, creyendo que fue solo una pesadilla, esperando a que sus padres estuvieran entre los vivos… no fue un sueño, sino una realidad.
Paso un tiempo y la niña creció apartándose de los demás pequeños que eran crueles con ella por tener los ojos de diferentes color. Se ocultó en las sombras, sumergiéndose en los libros y pocos peluches que conservaba como consuelo tras la pérdida de sus padres.
Fue un día cualquiera, cuando una niña pelirroja de ojos cafés comenzó a hablarle y la pequeña de ojos heterocromáticos le siguió la conversación desconfiada. Quizás era una trampa para que los demás niños se burlaran de sus gustos o sus penas, pero la pequeña de cabello rojo pareció no ser de los que menospreciaban el aspecto físico de las personas.
–Sos muy divertida y agradable ¿Cómo te llamas? –la niña pelirroja se acercó al rostro de la otra– ¡Que ojos tan fantásticos! ¿Uno puede descifrar la verdad o tiene algún superpoder?
–Me llamo Adelina Acosta –dijo con cierta desconfianza y la cara de la pequeña se ocultó detrás del libro– y ninguno de mis ojos tiene poderes, simplemente son así por nacimiento.
–Oh... que mal –el tono de la niña pelirroja de desilusión cambió drásticamente– Soy Daniela Ramoter ¿Qué estas leyendo? Amo leer.
Adelina despertó con el suave sonido del agua, la cabeza dándole vueltas y el lado derecho de su cuerpo agonizando. El río por el que había caído, la arrastró hacia una pequeña orilla repleta pasto y rocas molestas. Se arrastró hacia la orilla con el peso de su mochila repleta de agua y objetos como si fueran rocas y por el cansancio la quitó de su espalda.
El alivio y el mareo la inundaron. Las náuseas no tardaron en aparecer y Adelina buscó un árbol donde vomitó todo lo que su estómago no pudo digerir. No se había percatado de que su pierna y vientre le dolían hasta después de sacar todo.
Volvió con paso adolorido hacia donde estaba la mochila y tomó los primeros auxilios. Se despojó de todo el equipo de invierno, el calor la estaba asfixiando. Observó el lado derecho de su cuerpo percatándose de la sangre que emanaba y recordó lo que la daga le había hecho. Tatuajes. Todo su brazo y una parte de su abdomen estaba tatuado con la anatomía del esqueleto. Luego miró su pierna y vientre malheridos, el líquido carmesí comenzaba a generarle costras en la piel. Con delicadeza limpió la sangre seca para después ponerles alcohol y cubrió con gazas tanto las heridas de su combate como las del tatuaje. Las heridas necesitaban ser tratadas rápidamente.
De pronto, otro pensamiento la invadió. La investigación. Con pánico buscó la grabadora y la cámara. Los objetos se encontraron en un buen estado por las bolsas de plástico que Adelina siempre llevaba para proteger sus pertenencias. Buscó el mapa que había hallado en las ruinas y para su alivio no mostraba signos de daño. Por último y con temor, buscó la daga nórdica, pero esta vez usó los guantes de invierno para evitar alguna herida por culpa del arma. Al sentir que sus dedos tocaron el objeto maldito, el alivio y el terror la invadieron. Miedo a esa arma extraña y lo que le había hecho.
Necesitaba cuanto antes llegar a un poblado y contactar con Mariano. El mareo por las alucinaciones y las heridas comenzaban a cobrarle factura a Adelina, al igual que el cansancio por la lucha con el tal Smoke y su caída por la cascada.
Rápidamente tomo sus pertenencias y avanzó río abajo con la esperanza de encontrar un poblado en medio de bosques y colina. La caminata fue lenta, su pierna y vientre apuñalados hicieron que la chica rengueara y le dificulpaba aún más las rocas esparcidas y camufladas en la hierba. Sus extremidades comenzaron a pesarle después de tanto caminar y era casi de noche cuando vio humo a lo lejos.
Adelina siguió avanzando esperanzada y al poco tiempo llegó a una aldea pequeña y pacífica. Campesinos preparándose para descansar y otros dirigiéndose a un restaurante, algunos animales parados en la puerta expectantes en la puerta del local. El barullo del lugar y el olor a comida atrajo a Adelina. No comió nada durante mucho tiempo y su estómago rugió ante el olor de la carne y las especias.
Al lado del establecimiento había una posadera en la que se acercó. Hubo algunos curiosos que la miraron, otros ni se percataron de una chica extrajera, desaliñada, golpeada, mojada de pies a cabeza y rengueando. Entró a la posadera y esperó a que alguien la atendiera. Apareció el dueño y la miró con mala cara.
–No aceptamos vagabundos.
–No lo soy –dijo Adelina y puso una buena cara–. Me perdí de mi grupo de escalada y acabé aquí por accidente.
El hombre siguió juzgándola con su mirada. Parecía no creerle por todos los vendajes que tenía en su cuerpo y su rostro con moretones.
– ¿Y las heridas?
–Caí por una colina de los alrededores, fue como caer de una cascada en medio de una montaña.
Adelina sacó su mejor sonrisa inocente y buscó en su mochila algo de efectivo para darle al hombre. Le dio a la chica una llave con el número de su habitación y la muchacha pidió amablemente si podría darle algunas gazas y medicamentos para las heridas. El hombre prometió entregárselo en cuanto estuviera en sus aposentos.
Adelina caminó a la habitación y cerró la puerta. Una vez dentro, toda la adrenalina se esfumó y sus piernas se convirtieron en plomo, pero antes tenía que tratar con mayor cuidado todo su lado derecho, pierna y vientre. El tatuaje le dolía a horrores y sentía que su brazo dejó de funcionar.
Soltó la mochila con un sonido sordo en el suelo, tuvo el impulso de tirarse al colchón para no despertar jamás y olvidar a los Lin Kuei y los sueños macabros. Pasaron unos minutos en los que Adelina desempacó todas sus pertenencias cuando tocaron la puerta, el posadero le había traído los materiales. Tras un gracias y otra mirada juzgona del hombre, la muchacha se dirigió al baño para quitarse la suciedad.
El agua caliente hizo que los músculos adoloridos de la joven se relajaran y a la vez le provocaron molestias en las heridas abiertas. Se mojó el cabello negro sucio de tierra y pasó jabón por todo su cuerpo, masajeándose las áreas que más le dolían. Luego quitó las costras de las heridas y los tatuajes y salió de la ducha más relajada. El cabello de Adelina comenzó a ondularse tras cepillarlo, mientras sus ojos heterocromáticos reflejaban su cuerpo magullado en el pequeño espejo. Se puso ropa limpia para ocultar los vendajes nuevos, lamentándose no poder cubrir los raspones y moretones hechos en el rostro y salió a comer.
El olor a comida le invadió las fosas nasales y se le hizo agua a la boca ante diversos platos humeantes de carne, fideos y verduras. Gente sentada en todos lados hablando y riendo sin parar, también bebían como si no hubiera un mañana. La chica se sentó en una mesa para uno y tuvo algunas miradas entre la multitud. Esperó a que una camarera la atendiera y en ese instante apareció una anciana con un rodete en su cabello canoso entregándole el menú con una mirada curiosa al ver los golpes del rostro de la joven. Lo aceptó con gusto e intentó leer la carta, le costó un poco ya que todavía le dificultaba el chino. Acabó pidiendo costillas agridulces y arroz tres delicias.
En un momento, la anciana recibió a dos muchachos con sombreros y por el modo en el que les hablaba quizás fuera su madre o tía, les preparó una mesa y el dúo se acomodó. La señora se alejó, Adelina esperó pacientemente y para matar el tiempo divagó sobre la daga nórdica y el por qué había runas nórdicas en un monasterio chino. No se había percatado de que la anciana llegó con su cena y luego de disculparse y sacar el cuaderno, Adelina devoró la comida.
El sabor a carne de cerdo y el arroz se apropiaron de su paladar y no pudo haberse sentido más feliz. El hambre la estaba volviendo loca, no había comido desde que se fue de Buenos Aires ni cuando llegó a las montañas y su estómago había estado rugiendo desde su caída de las cataratas. Después de dejar limpio los platos quiso pedirse una segunda ronda, pero prefirió cuidar lo poco del dinero que tenía. Adelina pidió la cuenta y tras pagarle a la señora y darle las gracias regresó a la posada, ocultándose en su habitación.
En las cuatro paredes, quitó de las bolsas de plástico ya casi secas a la radio. Se hallaba seca y sin ningún tipo de problemas y eso alivió bastante a Adelina. Tenía más posibilidades de comunicarse con Mariano y que la pudiera buscar lo antes posible.
Buscó la frecuencia correcta para ver si su amigo recibía la señal y tras varios minutos parecía que había encontrado la indicada. Hubo un poco de interferencia, pero esperaba que no le fuera problema para su llamada.
–¿Mariano? ¿Estás ahí? –se escuchó interferencia–. ¿Mariano? Soy Adelina, necesito que me pases a buscar.
Una vez más los ruidos de la radio se apropiaron del cuarto de la joven. Siguió probando varias veces más hasta frustarse. No sabía en que parte de China se encontraba concretamente y necesitaba volver cuanto antes a Buenos Aires.
–¿Adelina? –La voz de Mariano adormilada se escuchó en la radio.
La alegría se apoderó de la joven y con una sonrisa le contestó.
–Mariano, soy yo. Ade. –la chica no supo cuántas emociones la invadieron–. ¿Cuántos días hace que me fui? ¿Podes ubicarme?
–¿Tenes idea de la hora que es?
–Sinceramente no.
–Las ocho de la mañana de un domingo.
La risa de la muchacha salió repentinamente. Mariano odiaba que lo despertaran temprano a menos que él lo quisiera.
–Aquí es de noche deben ser las nueve o diez creo.
–¿Qué querés de mí a las ocho de la mañana de un domingo? Un puto domingo me tenías que despertar.
–Quiero que me pases a buscar lo más rápido que puedas.
–¿Me estas jodiendo verdad? –dijo el chico indignado.
–Nop. –Adelina tomó una pequeña exhalación–. Descubrí cosas bastantes fuertes en Arctika y casi me mata un boludo con barbijo.
–¿Barbijo?
–No miento.
–Está bien, pero no me voy a levantar ahora mismo –Mariano comenzó a bostezar mientras hablaba–. Tengo sueño así que calcúlate que en unas horitas me voy a despertar y prepararme para ir al hangar.
–Me sirve para que yo duerma.
–Pásame tus coordenadas que ya veo que puedo hacer por vos.
La chica buscó entre sus cosas un pequeño GPS que compartía con Mariano en caso de emergencias como la que estaba ahora. Activó el aparato y esperó una respuesta.
–Perfecto, ya lo recibí. Anda para el sur que ahí tengo un conocido que te puede hospedar hasta que yo vaya para China. –Volvió a soltar otro bostezo– Es como media hora en caminata.
–No hay problema. Después de que haya dormido voy para ver a tu amigo. Quiero que también traigas primeros auxilios y todo lo que tengas de medicina.
–¿Para qué necesitas eso?
–Porque me pelee con el boludo del barbijo y me lastimó. Por eso. –antes de cortar recordó a su amiga–. Ah, quiero que también le avises a Dan-Dan de cómo me encuentro.
–Está bien ¿Algo más?
–No, nada más por el momento.
Se despidieron y apagó la radio. El cansancio tomó su cuerpo y los párpados se volvieron peso muerto, tratando de llevarla al mundo de los sueños. Una vez que Adelina sacó sus pertenencias de la cama, se dejó absorber por el colchón y envolverse en las cálidas sábanas. Se durmió sin dar demasiadas vueltas.
–¡DESPIERTA CARAJO! –La voz estruendosa de Mariano en la radio azotó los oídos de Adelina.
La chica con un gemido angustioso sacó la mano de las profundidades de las sábanas. Buscó a ciegas en la mesita hasta dar con la radio. Con dificultad intentó buscar el botón para iniciar la conversación hasta que pudo dar con este.
–¿Qué? –Su voz quedó amortiguada por el sueño.
–Ya estoy despierto y acá son cerca de las doce del mediodía –hubo un poco de interferencia–. Entre terminar el almuerzo e ir al hangar sería una hora. Agrégale las once o doce horas que tengo que hacer de viaje.
–Está bien ¿qué hay con eso?
–Era venganza por despertarme a las ocho y media de la mañana de un domingo.
–Morite.
–Y que cuando esté pasando por Europa te voy avisando que vayas a lo de mi conocido.
–Está bien –un bostezó la invadió momentáneamente–. ¿Ya puedo irme a dormir?
–Sip.
Adelina tiró su cabeza hacia la almohada con la radio aún en su pecho. El sueño volvió a tomar su cuerpo y continuó durmiendo hasta que la luz del sol invadió las ventanas y el barullo de la calle se hizo fuerte. Levantarse le fue una tortura, los músculos le dolían con cada movimiento que hacía.
Una vez fuera de la cama, sin pensar en lo que hacía, sus dedos hallaron la daga nórdica. El arma estaba envuelta en un trapo atado a una goma de plástico. Los tatuajes aún le dolían cuando recordaba lo que el arma le hizo.
La desenvolvió con cuidado y pánico a que esa cosa volviera hacerle un daño, pero tras sacarle el trapo y el arma tocara sus dedos nada ocurrió. Era un hermoso artefacto a ojos de la muchacha, pero peligroso. El mango repleto de pequeñas costillas y el cráneo en la punta. Sacó la daga de la funda usando el trapo y observó la hoja afilada. No había perdido filo con el pasar de los años, y podía verse el reflejo de la joven como si fuera un espejo. Mientras estudiaba la hoja con cuidado, su ojo derecho destelló de un verde como su iris y detrás suyo los muertos miraron fijamente a Adelina. Todos acercándose, rugiendo y lamentándose. Sus gritos los pudo escuchar como si estuviera en la cueva de la montaña otra vez.
Se dio la vuelta. Nada. Ningún muerto agonizante ni colérico.
Pero sí que escuchó los gritos y aún los escuchaba pasado los minutos como una melodía estruendosa que se negaba a marcharse de los oídos de Adelina.
Asustada y confundida, guardó todo y salió de la posada caminando hacia el restaurante. Vio a muchos clientes marchar hacia sus trabajos en el campo, supuso Adelina y había pocos todavía desayunando. La joven se sentó en el mismo lugar de la noche anterior y esperó a que alguien la atendiera.
Mesas esparcidas por los dos pisos, en las que algunas todavía había tazas de té a medio terminar. Algunos carteles desperdigados en las columnas. Pilas de tazas, platos y cubiertos sin usar. Linternas apagadas y colgadas por todo el local. Un establecimiento encantador y pacífico.
La anciana de anoche una vez más atendió a Adelina y le entregó la carta. Acabó pidiéndose un té Oolong con galletitas de almendra y mientras esperaba su bebida caliente, vio a los dos supuestos hijos de la señora acercándose a ella. Adelina pudo escuchar un poco de su conversación, no había mucho que hacer por el sitio así que ser una chismosa no estaba descartado.
–Vamos Kung Lao. Deja de comer tenemos que ir a cosechar –el rechinar de la silla chocando con la madera–. Podrás seguir comiendo en la noche con la cena que hace la señora Bo.
–Dame un segundo Raiden –habló el chico mientras masticaba–. Tengo hambre.
–Siempre tienes hambre y eso nos impide hacer más trabajo.
Adelina apenas vio a esos dos jóvenes de casi su misma edad marchándose a las corridas, sin antes mirar a la muchacha con curiosidad y perdiéndose en la multitud del pueblo. La anciana, por lo que escuchó llamada Bo, le dio su pedido y con una sonrisa empezó a beber. El agua caliente pasó por su garganta y la satisfacción de un buen desayuno hizo feliz a la joven. Después del primer sorbo tomó una galletita y la masticó. La sensación de las almendras abrazó su paladar, pero ese pequeño placer se esfumó.
–Adelina.
La voz de Mariano interrumpió la paz de la joven.
–¿Qué?
–Estoy pasando Europa. Te recomendaría que vayas preparándote para irte a lo de mi conocido.
En la radio se escuchaba el estruendoso motor de la avioneta y las interferencias, pero a pesar de eso pudo entender el mensaje de su amigo.
–Perfecto, ya termino mi té.
–¿Me compras uno? –La voz del muchacho se tornó expectante.
–No.
Cortó la llamada de la radio y se apresuró a beber el té. Guardó las galletitas en su bolsillo y después le pagó a la anciana. Antes de marcharse del restaurante, le preguntó la dirección del sur y tras indicarle la joven salió del sitio.
Ya era casi media mañana cuando salió del pueblo. Atravesando los campos de cultivo con la luz del sol en su punto más alto, no hizo un calor tan agobiante para sorpresa de Adelina, mientras veía cómo el pueblo se volvía más diminuto hasta desaparecer. La caminata duró hasta que fue pasada la hora del almuerzo y pudo dar con una pequeña cabaña en la que un hombre observaba en la dirección de la joven.
–¿Adelina Acosta?
–Depende de quién la busca.
–Soy el amigo de Mariano –el hombre mostró una sonrisa amistosa–. Me dijo que te esperara y hasta me contó de que te enfrentaste a alguien con barbijo y que por eso aparecerías con varios golpes. Ese imbécil no se equivocó en lo que decía.
Eso sorprendió mucho a la joven.
–Que encantador que Mariano haya contado eso.
–Sí, parece un niño en el cuerpo de un adulto.
–Lo sé.
El hombre le permitió entrar a la residencia para esperar a Mariano. Un ambiente pequeño y humilde. Una mesa de madera en la que había un plato, vaso y un par de cubiertos. En frente, un cuarto con una cama desarreglada. Algunas sillas desperdigadas fuera de su sitio.
La muchacha se sentó y soltó un suspiro de alivio. La camina la cansó bastante y necesitaba cuánto antes un gran vaso de agua. El hombre le otorgó la bebida y la tomó tan rápido como se la dio.
Después de entablar una buena conversación con el amigo de Mariano, la muchacha comenzó a escuchar el sonido de un motor a lo lejos. Sintió que estaba más cerca de casa.
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vicky117 · 6 months
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Durante su vida universitaria, Matt, conoció a una chica en primer año en una de las clases de química. Esta chica llamada Hannah, era muy buena en química, mientras que a Matt no le iba muy bien, así que le pregunto si ella podía ser su tutora, a lo que dijo que sí. Se reunían dos veces por semana a hacer sus trabajos y estudiar, aunque empezó a haber química entre los dos, por lo que Matt la invito a salir y Hannah acepto.Luego de graduarse, conseguir el trabajo de sus sueños, casarse con Hannah y tener una casa muy amplia, parecería que tendría una vida maravillosa, pero no fue así. Luego de algunos problemas con la casa, matrimoniales y de aburrirse de Hannah, sumado a que ella quería empezar a formar una familia muy pronto, se separaron.Ahora Matt se encontraba desarrollando un videojuego de realidad virtual llamado Springtrap's Revenge, más específicamente en crear la IA de Springtrap, este un videojuego de la popular serie Five Nights at Freddy's y el de más alto perfil que había desarrollado Matt. El juego consiste en intentar escapar de un laberinto mientras tratas de evitar a Springtrap. Matt centró su irá por el divorcio de su esposa y sus múltiples relaciones fallidas en la creación de la IA de Springtrap. Sin embargo, cuando probaba el juego, Springtrap siempre lo mataba. Furioso, Matt reprogramó el juego para torturar a Springtrap.Al día siguiente, Matt fue a ver a probar el juego de vuelta, pero Springtrap no estaba en ninguna parte. Después de revisar el registro de datos del juego, descubrió que sin una víctima a la que matar, Springtrap se había estado clonado de alguna manera de manera constante, los clones mataron a su versión original; como resultado, los archivos del juego se dañaron. Matt entró en el juego solo para morir de vuelta, pero esta vez éste sintió una fuerte picadura al tocar el cuerpo del animatrónico.Mientras tanto, un hombre llamado Gene Jr. hackea el ordenador de la compañía de videojuegos y roba una copia de Springtrap's Revenge. Él lo juega sólo para encontrar el cuerpo de Springtrap "sin vida". Lo toca, pero no pasa nada. Curiosamente, Gene busca a través del código fuente y descubrió que Springtrap había sido extraído del juego por un programa llamado "It's_a_boy.exe" (es_un_niño.exe).Mientras pasaba el tiempo, Matt comenzó a volverse más violento y hambriento. Su estómago comenzó a hinchar y su ropa ya casi no le cabía. Sintió una presión extrema en su estómago, y se da cuenta de que algo estaba tratando de salir de su estómago. Entonces harto del dolor, tomó un cuchillo de la cocina y abrió su estomago. De este salió un Springtrap del tamaño de un bebe recién nacido y mucho más orgánico que el Springtrap de los juegos, este acarició la mejilla de Matt y le dijo "Papá". Matt termina muriendo por la pérdida de sangre.
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Mi princesa 💕 | Namor x fem reader
Notas: 100% en español, algo cursi y tierno.
Resumen: Tras compartir unos meses con el gobernante de Talokan, te das cuenta que un sentimiento más profundo, que va más allá del deseo, nace por él. ¿Cómo resolverás esta situación?
Gif: themarvelmultiverse
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Miro mi cama vacía... Todo parece estar en calma, al menos en el exterior.
Dentro de mí solo corre la furia, la tristeza y la decepción. Habíamos empezado a forjar un vínculo tan fuerte como las mismas olas del mar.
Aún recuerdo las noches cuando caminábamos en la playa, contándonos historias sobre nuestro pasado y presente.
Sus ojos irradiaban dolor pero también mostraban esperanza. Su historia forjó al ser que es hoy, al ser que conocí por accidente una mañana mientras intentaba bucear.
Su historia forma parte de ese ser inquebrantable pero encantador, del que me enamoré.
¿Amor? Sí, eso me temo.
Y aunque quiera huir de este sentimiento, aunque trate de olvidar todos esos momentos en los que su cuerpo me cubría completamente, en los que sus labios buscaban los míos con desespero, sé que esto amor.
¡Carajo!
¿Estaré bien?
Nadie me creería. Son casi inexistentes las personas que afirman haberlo visto.
K'uk'ulkan
El mundo ya no es el mismo desde que los aliens invadieron Nueva York o desde que la mitad de la población en el universo desapareció.
Y mi mundo no es igual desde que él apareció.
Prometimos que semana nos encontraríamos en el mismo lugar, cerca de mi casa, pero... Ambos rompimos esa promesa.
Al darme cuenta de lo que empecé a sentir por él, quise escapar y no enfrentarlo.
¿Por qué él sentiría lo mismo? Al fin y al cabo, ambos nos seguimos viendo para apaciguar un deseo carnal y tal vez, para romper con los paradigmas que cada uno de nuestros mundos forjó.
Lo quise así. Él también. Sin embargo, no pensé que durante todos estos meses pudiera crecer algo más allá de la simple atracción.
Él es un rey, un dios. Yo solo soy una mortal.
⭐⭐
Casi ocho meses han pasado desde la última vez que nos vimos. Cada noche me encierro en mi habitación, distrayéndome con las ocurrencias del internet. No quiero asomarme a la playa.
Tal vez sea estúpido, pero sé que estar con él no es lo ideal. No podríamos vivir como dos personas que solo quieren estar juntas.
Somos diferentes... Y a pesar de eso, siento que también somos iguales... Su sensibilidad por su mundo y la manera tan apasionada que habla sobre él, su dolor, su pérdida, su soledad se complementan también con mi dolor, mis preocupaciones, la pasión con la que intento vivir cada día mi vida.
Esta lucha interna parece no acabar.
La noche llega de nuevo, intento dormir pero las penas del corazón y los "¿Qué pasaría si...?" se replican en mi mente.
El insomnio es fuerte...
Y pienso en él otra vez...
Su cuerpo es casi que la definición del pecado mismo, tan imponente, tan escultural y hermoso. Sus ojos son tan oscuros, son el espejo de su alma: tan sensible y al mismo tiempo, fuerte.
Es un ser con tantas matices, que cada una de ellas lo hace casi que perfecto ante mi mirada.
Y aunque no quiera verlo, la razón me dice que lo busque, que no me siga ahogando en esta tormenta.
Y aunque no quiera verlo, el corazón me grita que salga por él, que me arriesgue. Si me ahogo, me ahogaré pero no por cobarde.
Este sentimiento es tan pesado, al igual que un saco con piedras.
Tomo aire... Tratando de no hiperventilar, calmando la ansiedad que empieza a consumirme.
Me pongo mi ropa de playa... Tomo mis sandalias, salgo de casa y camino hacia aquel muelle donde lo vi por primera vez.
La brisa es suave. La luna brilla en todo su esplendor. Las olas del mar son música para mis oídos. Es pacífico.
Solo estamos mis pensamientos y yo.
No hay señales de él.
Lo intenté.
Al menos vine a buscarlo.
Al menos he logrado contener la ansiedad.
Me quedo de pie, contemplando el cielo nocturno. Intentando encontrar una explicación lógica para todo lo que ha sucedido en este último tiempo.
No hay, no existe.
Simplemente me enamoré de él y ya.
Suspiro.
La brisa se siente tan bien. Decido quedarme otro momento más, escuchando el sonido de las olas.
Después de otros minutos más, por fin siento que tengo sueño.
Así que decido hablarle al mar, para soltar todo lo que siento, liberarme del peso de este amor que no es correspondido, después de todo, él no conoce ese sentimiento.
- Adiós, mi amor. - Susurro. - El mar conoce cómo empezó y ahora sabe cómo terminó esto. Solo él sabe la intensidad de este sentimiento. Dónde quiera que estés, espero que te encuentres bien. Adiós, amor.
Suspiro nuevamente. Intentando frenar el llanto que me invade.
Siento el estómago revuelto, las rodillas débiles. Es difícil terminar algo que no empezó.
Camino hacia casa.
La impotencia se vuelve apoderar de mí. Me siento quebrada.
Cuando llego a casa, la soledad se siente abrumadora, pero sé que estaré bien con el paso del tiempo.
Me sirvo un vaso con agua, bebo... Se siente bien sentir como el líquido baja por mi garganta.
Llego a mi habitación, pero algo no está bien...
Una concha... Hay una concha sobre mi almohada.
¿Será él?
Intento no ilusionarme.
Salgo de mi casa, corriendo hacia la playa...
Mi visión contempla la majestuosidad del mar y la majestuosidad de... ¡Su cuerpo!
¡Es él!
¡Es él!
¡Es él!
-¡Na...! ¡Namor! - Corriendo hacia él, nos unimos en un abrazo.
Su piel es suave, pero sus manos son ásperas. Es un contraste cautivante, es lo que lo hace a él, bueno... Él. Mi rey, el rey, el dios.
-¡Princesa! - Susurra cerca de mi oído.
Extrañaba su voz.
-Lo siento, lo siento tanto. - Replico.
Rompemos el abrazo, su mano se posa sobre mi barbilla.
-Yo...Yo lo siento más.
-¿Qué nos pasó? - Digo entre sollozos.
- Nos dejamos llevar por el miedo.
Sí, es cierto.
-El miedo es el impulso que nos puede proteger del peligro del mundo o llevarnos a dejar lo que más deseamos. - Continúa.
Ok, solo entendí una parte de todo eso.
-¿Desear? - Carajo, lo deseo a él.
- Sí. La superficie ha sido un lugar hostil para mí, para mi pueblo, pero también me ha mostrado la bondad que puede haber en muchos humanos. - Su frente roza la mía. Sus brazos vuelven a cubrirme.
-Lo siento tanto... - Susurro.
-Yo también lo siento. - Sus manos toman mi cintura, mientras que sus labios encuentran los míos. Es un beso lleno de furia, de necesidad.
Es salvaje.
Mis manos acarician su cabello, su rostro y bajan a su pecho. En ese instante nos detenemos.
No puedo más...
-¡Te amo! - Grito.
Por fin lo logré. Lo dije.
-¡Te amo, mi princesa!
También lo dijo, es un amor correspondido. No importa si yo soy una humana. Siempre he sido su princesa, solo que éramos muy tercos para darnos cuenta.
-¡Mi rey! ¡Mi amor!
-¡Mi princesa!
De nuevo sus labios y los míos se enlazan. Sus manos recorren cada centímetro de mi piel, es un derroche de pasión. Mis manos viajan por su espalda, aumentando el deseo de tenerlo dentro de mí.
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eternadelusion · 8 months
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Helter Skelter
“We’ll be forgotten. We’re machines for the processing of desires.”
Esta película fue originalmente concebida escrita como un manga y adaptada también por mujeres, cosa que me encanta ya que la crítica sociopolítica y cultural que se realiza solo podría haber sido derivada del análisis de mujeres que navegan por este mundo patriarcal, de otra forma hubiera sido una película desde la mirada masculina y habría perdido su sentido y significado por completo. ¡¡Aparte, they could never!!
Me recordó bastante a la película “The Neon Demon” y me hizo pensar en como constantemente el cine estadounidense trata de emular la cultura asiática, hablando específicamente de los filmes japoneses, quedándose demasiado corta una película de la otra, si las ponemos en comparación, ya que Helter Skelter me pareció, por decir poco, muy icónica.
Definitivamente mis cosas favoritas de la película fueron su grandioso sentido estético, destacando bastante toda la dirección artística y fotográfica que hay detrás, con excelentes escenografías, una estética opulenta y exuberante llena de detalles, y ni hablar de todo lo que conlleva el personaje de Lilico, sus outfits son preciosos, su maquillaje y peinados son perfectos, todo eso de la mano de una narrativa excelente, metáforas inteligentes y un dialogo muy acertado y potencialmente citable. ¡quede completamente fascinada!
Aparte de ser una película que te deleita visualmente, destaca temas importantes que actualmente son solo algunos de los problemas mas importantes en la sociedad, tales como:
La pérdida del valor social que nos llega en algún punto con la edad a nosotras las mujeres, la automutilación psíquica, la desconexión progresiva de la humanidad, la soledad, el aislamiento, la tristeza e impotencia, el sentirte podrida por dentro y las expectativas asfixiantes que son parte de buscar la perfección o al menos lo hegemónico y socialmente mas aceptado, una “belleza ideal”.
Así mismo también nos habla de los estándares de belleza, orquestados por deseos patriarcales e influenciados por el capitalismo y como los mismos afectan en la percepción de las niñas y mujeres afectando sus ambiciones y aspiraciones. Nos hacen ver como todo lo anterior puede llegar a causar una competencia entre las mujeres, aparte, también como puede llegar a surgir un pensamiento de comparación y como afecta en la autoestima, haciéndonos creer, que jamás vamos a llegar a ser suficientes, no importa que tan dispuestas estemos a someter nuestros cuerpos (y mentes) a procedimientos y cambios drásticos con tal de aspirar a la perfección.
Menciona también, implícitamente, el tema de la superficialidad entrelazada con la cosificación y mercantilización de las mujeres “hermosas” y el cómo en las culturas asiáticas es más importante generar ídolos por masas que al poco tiempo serán olvidados y desechados.
Para concluir, fue una película que evoco muchos sentimientos en mí, en su mayoría muy buenos y también me sirvió para reflexionar y hacer un poco de introspección en como toda esta situación me ha llegado a afectar hoy en día, con todas las nuevas modas y estéticas a las que se aspira actualmente, que pueden ser tan fugaces como nada, o pueden arraigarse tanto a ti que te terminan afectando de una forma mas profunda de acuerdo a como es que lo percibes.
Es una película muy digerible y amena, con personajes divertidos, también tiene tintes un tanto de comedia muy oscura y perversa, cosa que me encanta :p Lilico es un femcel icon muy infravalorado definitivamente ¡ recomiendo muchísimo verla
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todos-los-30 · 11 days
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Mientras me quito los pantalones y luego los boxers, considero cómo se vería mi cuerpo desnudo de 30 años a ojos del exterior. Se parece a los cuerpos que nos dicen que deberían estar desnudos. Es una declaración "¿puedes creerlo?" cuerpo. Ha soportado los altibajos de la vida, el dolor, la pérdida, la confusión, el engaño, las alegrías confiables de relaciones pasadas y los meses en los que hacer ejercicio durante los períodos de encierro era definitivamente la opción más saludable. Es el cuerpo de un hombre que puede patinar en invierno sin ningún problema de salud. Quien debe dar seguimiento a los regímenes de cada gimnasio. ¿Quién puede salir de casa aunque sea por 3 noches sin dormir?
¿Debería preocuparme? Por supuesto que no.
Mi deseo sexual se está disparando y se está convirtiendo en una “montaña de libido”: ¿cómo redefino la intimidad en tales circunstancias?
Ninguna de estas preguntas necesita respuesta. Las respuestas llegaron más rápido que las preguntas. Ahora que estoy aquí, con mi cuerpo y mi cabeza listos, descubro que no me importa nada más. Ni siquiera puedo obligarme a preocuparme. Me estoy dejando llevar por todo lo que se pierde en un mundo bidimensional cuando me tocó vivir un año en Barcelona durante la pandemia, y ahora donde nuestros ojos son la única forma de interactuar con los demás, donde todos nuestros demás Los sentidos son reemplazados por una búsqueda inmediata de sexo duro.
(Continuará)
Cuarta parte
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jgmail · 21 days
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Lo inoportuno, otra vez (sobre Pierre Clastres y su libro La arqueología de la violencia)
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Por Eduardo Viveiros de Castro
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Los salvajes quieren la multiplicación de lo múltiple. - Pierre Clastres
Volver a aprender a leer Pierre Clastres
Arqueología de la violencia, un libro publicado en francés en 1980 con el subtítulo de Investigaciones sobre antropología política, reúne en su mayoría textos escritos poco antes de la muerte de su autor tres años antes. Es la contraparte de otro libro que publicó una colección de artículos en 1974, La sociedad contra el Estado. Si este último tiene una mayor coherencia interna y cuenta con un mayor número de artículos basados en experiencias etnográficas de primera mano, Arqueología de la violencia documenta la fase de creatividad febril en la que se encontraba su autor en los meses que precedieron a su fatal accidente, a los 43 años, en una carretera de Cevennes.
Entre otros textos importantes destacan los dos últimos capítulos que componen el ensayo que da nombre a la colección en su forma actual y el artículo siguiente, que fue el último que publicó en vida. Son una reelaboración sustancial del concepto que hizo famoso a su autor, el de la sociedad primitiva como «sociedad contra el Estado». Revisando el problema clásico de las relaciones entre la violencia y la constitución del cuerpo político soberano, Clastres avanza una relación funcionalmente positiva entre la «guerra» (o más bien el estado metaestable de hostilidad latente entre comunidades autónomas locales) y la intencionalidad colectiva que define lo que constituye las sociedades primitivas (el espíritu de sus leyes, evocando a Montesquieu).
La muerte de Clastres fue la segunda pérdida trágica y prematura sufrida por la generación de antropólogos franceses formados en las décadas de 1950 y 1960. Este periodo de intensa efervescencia intelectual, tanto en Francia como en otras partes del mundo, provocó cambios en la sensibilidad político-cultural de Occidente y marcó la década de 1960-1970 con una característica única – quizás «esperanza» sería la mejor palabra para definir esa cualidad –. La neutralización de estos cambios fue precisamente uno de los principales objetivos de la «revolución de la derecha» que asaltó el planeta, imponiendo su fisonomía – al mismo tiempo arrogante y ansiosa, codiciosa y desencantada – en las siguientes décadas de la historia mundial.
El primero de la generación en marcharse fue Lucien Sebag, que se suicidó en 1965, para inmensa consternación de sus amigos (entre ellos Félix Guattari), de su maestro Claude Levi-Strauss y de su psicoanalista Jacques Lacan. Los doce años que separan la muerte de estos dos etnólogos nacidos en 1934, filósofos de formación, que rompieron ambos con el Partido Comunista después de 1956, y se convirtieron a la antropología bajo la poderosa influencia intelectual de Levi-Strauss (que entonces se acercaba a su cenit), explican quizá algo de la diferencia que sus respectivas obras tienen con el estructuralismo. Sebag, miembro de la vibrante comunidad francófona de judíos tunecinos, era muy cercano al fundador de la antropología estructural, que consideraba a este joven su probable sucesor. El extenso estudio de Sebag sobre los mitos cosmogónicos de los Pueblo, publicado póstumamente en 1971, fue uno de los materiales preparatorios para las extensas investigaciones mitológicas de Levi-Strauss, que finalmente revelarían a la antropología la originalidad del pensamiento amerindio. Sebag mantuvo, además, una intensa relación con el psicoanálisis; uno de sus pocos trabajos etnográficos publicados en vida analizaba los sueños de Baipurangi, una joven del pueblo aché, a la que Sebag visitó durante periodos que se solapaban con el tiempo que Clastres pasó entre ellos, antes de instalarse entre los ayoreos del Chaco para realizar un trabajo de campo que su muerte dejó inconcluso.
Lo que Clastres tenía en común con su amigo era la ambición de releer la filosofía social moderna a la luz de las enseñanzas de la antropología de Levi-Strauss; pero las similitudes entre sus respectivas inclinaciones se detenían más o menos ahí. A Sebag le atraían sobre todo los mitos y los sueños, los discursos de la fabulación humana; los temas preferidos de su colega eran los rituales y el poder, los vehículos de la «institución» de lo social, que ofrecían aparentemente menos espacio analítico a la antropología estructural. Además, Clastres se dedicó desde muy pronto a articular una crítica respetuosa pero firme del estructuralismo, negándose a adherirse a la doxa positivista que empezó a acumularse en torno a la obra de Levi-Strauss, y que amenazaba con transformarla, en manos de sus epígonos, en «una especie de Juicio Final de la razón, capaz de neutralizar todas las ambigüedades de la historia y del pensamiento» (Prado Jr, 2003:8). Al mismo tiempo, Clastres mostró a lo largo de toda su carrera una hostilidad aún más implacable – no precisamente respetuosa – hacia lo que él llamaba «etnomarxismo», es decir, hacia el grupo de antropólogos franceses que pretendían hacer encajar los sistemas de gobierno no centralizados (en particular, las sociedades de linaje de África Occidental) con los dogmas conceptuales del materialismo histórico.
Mientras Sebag escribió un libro titulado Marxismo y estructuralismo, Clastres nos dejó, en cambio, La sociedad contra el Estado y Arqueología de la violencia, los capítulos de un libro virtual que podría titularse Ni marxismo ni estructuralismo. Clastres veía en ambas posturas el mismo defecto fundamental: ambas privilegiaban la racionalidad económica y suprimían la intencionalidad política. La fundamentación metafísica del socius era la producción en el marxismo y el intercambio lo era en el estructuralismo, lo que hacía a ambos incapaces de captar la naturaleza singular de la socialidad primitiva, resumida por Clastres en la fórmula: «La sociedad contra el Estado». La expresión se refería a una modalidad de vida colectiva basada en la neutralización simbólica de la autoridad política y en la inhibición estructural de las tendencias siempre presentes de convertir el poder, la riqueza y el prestigio en coacción, desigualdad y explotación. También designaba una política de alianza intergrupal guiada por el imperativo estratégico de la autonomía local centrada en la comunidad.
El no-marxismo de Clastres era diferente de su no-estructuralismo. Para él, el materialismo histórico era etnocéntrico: consideraba la producción como la verdad de la sociedad y el trabajo como la esencia de la condición humana. Este tipo de evolucionismo económico encontró en la sociedad primitiva su límite epistemológico absoluto. A Clastres le gustaba decir que «en su ser» las culturas primitivas eran una «máquina de anti-producción». En lugar de la economía política de control – el control del trabajo productivo de los jóvenes por los viejos, del trabajo reproductivo de las mujeres por los hombres – al cual los etnomarxistas, siguiendo a Engels, veían actuar en las sociedades que denominaban, con impecable lógica, «precapitalistas», Clastres discernía, en esas «sociedades primitivas», tanto el control político de la economía como el control social de lo político. El primero se manifestaba en el principio de la suficiencia subproductiva y en la inhibición de la acumulación mediante la redistribución forzosa o la dilapidación ritual; el segundo, en la separación entre el cargo principal y el poder coercitivo y en la sumisión del guerrero a la búsqueda suicida de una gloria cada vez mayor. La sociedad primitiva funcionaba como un sistema inmunológico: la guerra perpetua era un modo de controlar tanto la tentación de controlar como el riesgo de ser controlado. La guerra sigue oponiéndose al Estado, pero la diferencia crucial para Clastres es que la socialidad está del lado de la guerra, no del soberano (Richir 1987). Arqueología de la violencia es un libro anti Hobbes (Abensour 1987). Podría ser incluso más bien un libro anti-Engels, un manifiesto contra el continuismo forzado de la Historia del Mundo (Prado Jr. 2003). Clastres es un pensador de la ruptura, de la discontinuidad, del accidente. En este sentido se mantuvo, quizás, próximo a Levi-Strauss.
La obra de Clastres es más una radicalización que un rechazo del estructuralismo. La idea de «sociedades frías», sociedades organizadas de tal modo que su historicidad empírica no se interioriza como una condición trascendental, encuentra en Clastres una expresión política: sus sociedades primitivas son las sociedades frías de Levi-Strauss; están en contra del Estado exactamente por las mismas razones que están en contra de la historia. En ambos casos, por cierto, lo que han rechazado sigue amenazando con invadirlas desde fuera o estallarlas desde dentro; este fue un problema al que Clastres, y Levi-Strauss a su manera, nunca dejaron de enfrentarse. Y si la guerra clastreana se adelanta al intercambio estructuralista, hay que subrayar que no lo suprime. Al contrario, refuerza (en su encarnación prototípica como «prohibición del incesto») su estatuto eminente de vector genérico de hominización. Por esta razón la prohibición del incesto es incapaz de dar cuenta de la singular forma de vida humana que Clastres denomina la «sociedad primitiva», que es para él, el verdadero objeto de la antropología o etnología, esta última palabra es la que a menudo prefiere para describir su profesión. Para Clastres, y este punto merece ser destacado en la actual coyuntura intelectual, la antropología o etnología es «una ciencia del hombre, pero no de cualquier hombre» (Clastres 1968). La misión de la antropología, arte de las distancias, ciencia paradójica, es establecer un diálogo con aquellos pueblos cuyo silenciamiento fue la condición de su propia posibilidad como ciencia: los Otros de Occidente, los «salvajes» o «primitivos», esos colectivos que escaparon al Gran Atractor del Estado.
Para Clastres la antropología encarna una consideración del fenómeno humano como expresión de la alteridad intensiva máxima, una dispersión interna cuyos límites son a priori indeterminables. «Cuando el espejo no refleja nuestra propia semejanza, no prueba que no haya nada que percibir», escribe el autor en “Copérnico y los salvajes”. Esta observación característicamente cortante encuentra eco en una formulación reciente de Patrice Maniglier (2005: 773-74) a propósito de lo que este filósofo llama la «promesa más elevada» de la antropología, a saber, la de «devolvernos una imagen en la que no nos reconocemos». El propósito de tal consideración, el espíritu de esta promesa, no es entonces reducir la alteridad, ya que esa es la materia de la que está hecha la humanidad, sino, por el contrario, multiplicar sus imágenes. Alteridad y multiplicidad definen a la vez cómo la antropología constituye su relación con su objeto y cómo este objeto se constituye a sí mismo. La «sociedad primitiva» es el nombre que Clastres dio a ese objeto y a su propio encuentro con la multiplicidad. Y si el Estado siempre ha existido, como sostienen Deleuze y Guattari (1981/1987: 397) en su perspicaz comentario de Clastres, entonces la sociedad primitiva también existirá siempre: como exterior inmanente del Estado, como fuerza de antiproducción que acecha permanentemente a las fuerzas productivas, y como multiplicidad no interiorizable por las megamáquinas planetarias. La «sociedad primitiva», en definitiva, es una de las encarnaciones conceptuales de la tesis de que otro mundo es posible: que hay vida más allá del capitalismo, como hay sociedad fuera del Estado. Siempre la hubo y – por eso luchamos – siempre la habrá.
«En Clastres hay una forma de afirmación que prefiero a todas las precauciones académicas». Quien dice esto es Nicole Loraux (1987: 158-59), la insigne erudita helenista, que no dudó, sin embargo, en rebatir varias afirmaciones de Clastres con consideraciones críticas tan juiciosas como serenas. Una serenidad, hay que decirlo, bastante rara cuando se trata de la recepción de la obra de Clastres, cuya «manera de afirmar» es fuertemente polarizadora. Por un lado, despierta un odio intenso y asombroso entre los fanáticos de la razón y el orden; no es raro que su anarquismo antropológico sea objeto de veredictos que parecen pertenecer más a la psicopatología criminal que a la historia de las ideas. Incluso en el campo específico de la etnología sudamericana, donde su influencia fue formativa (no confundir con normativa) para toda una generación, se asiste hoy a una reintensificación del esfuerzo por anular su obra, en una mal disimulada jugada ideológica donde la «prudencia académica» parece funcionar como instrumento para desfigurar conceptualmente el pensamiento amerindio, reduciéndolo a la banalidad más insulsa, para someterlo a ese régimen de «armonía» que Clastres veía que amenazaba el modo de vida indígena en general.
Entre los espíritus más generosos e inquietos, en cambio, la obra de Clastres provoca una adhesión que puede resultar demasiado impetuosa, gracias al poder hechizante de su lenguaje, con su concisión cuasi formulista e insistente, con la engañosa franqueza de su argumentación y, sobre todo, con la auténtica pasión que transpira casi cada una de sus páginas, Clastres transmite al lector la sensación de que es testigo de una experiencia privilegiada; comparte con él su propia admiración por la nobleza existencial de lo absolutamente Otro, esas «imágenes de nosotros mismos» en las que no nos reconocemos, y que conservan así su inquietante autonomía.
Es un autor difícil. Son precisamente sus mejores lectores los que tienen que (re)aprender a leerlo, después de tantos años de estar convencidos de olvidarlo y abandonarlo. Deben permanecer atentos tanto a sus virtudes como a sus defectos: apreciar sus intuiciones antropológicas y su sensibilidad de etnógrafo de campo – Crónica de los indios Guayaki es una obra maestra del género etnográfico –, pero también resistirse a su finalidad a veces excesiva, en lugar de apartar tímidamente los ojos ante sus hipérboles y vacilaciones, sus precipitaciones e imprecisiones. Resistir a Clastres, pero sin dejar de leerle; y resistir también con Clastres: enfrentarse con y en su pensamiento a lo que permanece vivo e inquietante.
Maurice Luciani, en un elogio publicado en la revista Libre, mencionaba la «indiferencia ante el espíritu de la época» como uno de los rasgos más característicos de la personalidad irónica y solitaria de su amigo. Es una apreciación curiosa, dado que el espíritu de los tiempos actuales tiende a relacionar a Clastres con otro Zeitgeist para descartar su obra como, entre todas las cosas, anacrónica: romántica, primitivista, exotista y otros pecados variados que la crítica «neo-neo» (neoliberal y neoconservadora) asocia con el annus horribilis de 1968. Pero precisamente, Luciani escribió en 1978, cuando ya había comenzado el silencio o el oprobio que rodearía la obra de Clastres y de tantos de sus contemporáneos. Releer Arqueología de la violencia a treinta años de distancia es, por lo tanto, una experiencia a la vez desorientadora y esclarecedora. Si merece la pena hacerlo, es porque algo de la época en la que se escribieron estos textos, o mejor, contra la que se escribieron – y fue en esta exacta medida en la que contribuyeron a definirla –, algo de esta época permanece en la nuestra, algo de los problemas de entonces continúan hoy con nosotros. O quizá no: los problemas han cambiado radicalmente, dirán algunos. Tanto mejor: ¿qué ocurre cuando reintroducimos en otro contexto conceptos elaborados en circunstancias muy concretas? ¿Qué efectos producen cuando resurgen?
El efecto de anacronismo provocado por la lectura de Clastres es real. Tomemos como ejemplo los tres primeros capítulos de Arqueología de la violencia. El autor habla de los yanomami como «el sueño de todo etnógrafo»; descarga su iracundo sarcasmo contra los misioneros y los turistas sin prestarse a comparar la «reflexividad» del antropólogo con esas figuras patéticas; muestra una franca fascinación por un modo de vida que no duda en calificar de primitivo y de feliz; es presa de ilusiones inmediatistas y «faloculocéntricas», como muestra su elogio de la historia de Elena Valero; y se regodea en el pesimismo sentimental (Sahlins 2000) de la «última frontera», de la «última libertad», de «la última sociedad primitiva libre de Sudamérica y sin duda del mundo». Todo esto se ha vuelto propiamente indecible hoy en día, en la educada sociedad de la Academia contemporánea (la BBC o el Discovery Channel se encargan ahora de emprender y atontar tales preocupaciones). Vivimos en una época en la que el puritanismo lascivo, la hipocresía culpable y la impotencia intelectual convergen para cerrar cualquier posibilidad de imaginar seriamente (en lugar de limitarse a fantasear) una alternativa a nuestro propio infierno cultural o incluso a reconocerlo como tal.
El breve pero devastador análisis que Clastres hace del proyecto antropológico actual parece incómodamente aristocrático en un sentido nietzscheano. Pero simultáneamente anticipa la esencia de la reflexividad poscolonial que sumiría a la antropología en una aguda «crisis de conciencia» en las décadas siguientes, que resultó ser la peor forma posible de introducir una discontinuidad creativa en cualquier proyecto político o intelectual. Esta arista del pensamiento de Clastres se ha vuelto hoy casi incomprensible, con la creciente marea de buenos sentimientos y mala fe que tiñe la apercepción cultural del ciudadano globalizado neoccidental. Y, sin embargo, es fácil ver que la despreciativa profecía sobre los yanomami era sustancialmente correcta: “Son los últimos de los asediados. Una sombra mortal se proyecta por todos lados .... ¿Y después? Quizá nos sintamos mejor una vez rota la última frontera de esta libertad definitiva. Tal vez dormiremos sin despertarnos ni una sola vez.... Algún día, entonces, torres petrolíferas alrededor de los chabunos, minas de diamantes en las laderas, policía en los caminos, boutiques en las orillas de los ríos.... Armonía por todas partes”.
Este «algún día» parece bastante cercano: la minería ya está allí, causando estragos mortales; las torres petrolíferas no están tan lejos, ni tampoco las boutiques; la vigilancia de las vías públicas aún podría llevar algún tiempo (veamos cómo funciona la economía del ecoturismo). La gran e inesperada diferencia con la profecía de Clastres, sin embargo, es que ahora los yanomami han asumido la tarea de articular una crítica cosmopolita de la civilización occidental, negándose a contribuir a la «armonía en todas partes» con el silencio de los vencidos. Las detalladas e implacables reflexiones del chamán-filósofo Davi Kopenawa, en un esfuerzo conjunto de más de treinta años con el antropólogo Bruce Albert se materializaron, por fin, en un libro, La chute du ciel, que está llamado a cambiar los términos de la interlocución antropológica con la Amazonia indígena (Kopenawa & Albert 2010). Con esta obra excepcional quizás estemos empezando a pasar realmente «del silencio al diálogo»; aunque la conversación no pueda ser más que oscura y ominosa, pues vivimos tiempos sombríos. La luz está totalmente del lado de los yanomami, con sus innumerables cristales brillantes y sus resplandecientes legiones de espíritus infinitesimales que pueblan las visiones de sus chamanes.
Más que anacrónica, la obra de Clastres desprende una impresión de extemporaneidad. Uno tiene a veces la sensación de que es necesario leerle como si se tratara de un oscuro pensador presocrático, alguien que habla no sólo de otro mundo, sino desde otro mundo, en un lenguaje ancestral al nuestro y que, al no ser ya capaces de comprenderlo a la perfección, necesitamos interpretar: cambiando la distribución de sus aspectos implícitos y explícitos, literalizando lo que es figurado y viceversa, procediendo a una reabstracción de su vocabulario a la vista de las mutaciones de nuestra retórica filosófica y política; reinventando, en suma, el sentido de este discurso que nos resulta fundamentalmente extraño.
La sociedad primitiva: de la carencia a la endoconsistencia
El proyecto de Clastres era transformar la antropología «social» o «cultural» en una antropología política, en el doble sentido de una antropología que tomara el poder político (no la dominación o el «conflicto») como inmanente a la vida social, y que fuera capaz de tomar en serio la alteridad radical de la experiencia de los pueblos llamados primitivos; esto incluiría, antes que nada, el reconocimiento de la plena capacidad de autorreflexión de estos últimos. Pero para ello era necesario, en primer lugar, romper la relación teleológica – o más bien teológica – entre la dimensión política de la vida pública y la forma-Estado, afirmada y justificada por la prácticamente totalidad de la filosofía occidental. Deleuze escribió, en un célebre pasaje, que «la izquierda [...] necesita realmente que la gente piense» porque «el papel de la izquierda, tanto si está en el poder como si no, es descubrir el tipo de problemas que la derecha desea ocultar a cualquier precio» (1990/1995: 128,127). El problema que descubrió Clastres, el carácter no necesario de la asociación del poder con la coerción, es uno de esos problemas que la Derecha necesita ocultar. La antropología será necesariamente política, afirma Clastres, una vez que sea capaz de demostrar que el Estado y todo aquello a lo que dio lugar (en particular, las clases sociales) es una contingencia histórica, una «desgracia» más que un «destino».
Hacer pensar es hacer que la gente se tome en serio el pensamiento, empezando por el pensamiento de otros pueblos, ya que el pensamiento, en sí mismo, siempre convoca los poderes de la alteridad. El tema de «cómo tomarse finalmente en serio» las opciones filosóficas expresadas en las formaciones sociales primitivas vuelve con insistencia en Clastres. En el capítulo 6 de la Arqueología de la violencia, tras afirmar que la etnología de las últimas décadas había hecho mucho por liberar a estas sociedades de la mirada exotizante de Occidente, el autor escribe: «ya no lanzamos sobre las sociedades primitivas la mirada curiosa o divertida del aficionado algo ilustrado, algo humanista; las tomamos en serio. La cuestión es hasta qué punto hay que tomárselas en serio». ¿Hasta dónde? Ésa es la pregunta que la antropología decididamente no ha resuelto, porque ésa es la pregunta que la define: resolverla equivaldría para Clastres a disolver una diferencia indispensable e irreductible; sería ir más lejos de lo que la disciplina podría aspirar.
Quizá por eso el autor siempre asoció el proyecto de la disciplina a la noción de paradoja. La paradoja es un operador crucial en la antropología de Clastres: hay una paradoja de la etnología (el conocimiento no como apropiación sino como desposesión); una paradoja intrínseca a cada una de las dos grandes formas sociales (en la sociedad primitiva, el caciquismo sin poder; en la nuestra, la servidumbre voluntaria); y una paradoja de la guerra y del profetismo (dispositivos institucionales de no división que se convierten en los gérmenes de un poder separado). Incluso sería posible imaginar el primer gran personaje conceptual (o quizás «tipo psicosocial»; véase Deleuze & Guattari 1991/1996) de la teoría clastreana, el jefe sin poder, como una especie de elemento paradójico de lo político, término supernumerario y caso vacío a la vez, significante flotante que no significa nada en particular (su discurso es vacío y redundante), existiendo únicamente para oponerse a la ausencia de significación (este discurso vacío instituye el pleno de la sociedad). Esto haría del jefe clastreano, huelga decirlo, una figura emblemática del universo estructuralista (Levi-Strauss 1950/1987; Deleuze 1967/2003).
Sea como fuere, lo cierto es que hoy la paradoja se ha generalizado; no sólo los etnólogos se encuentran ante el desafío intelectual y político de la alteridad. La cuestión de «hasta dónde» se plantea ahora a Occidente en su conjunto, y lo que está en juego es nada menos que el destino cosmopolita de eso que nos complacemos en llamar nuestra Civilización. El problema de «cómo tomar en serio a los demás» se convirtió, él mismo, en un problema que es imperativo tomarse en serio. En La sorcellerie capitalistes, uno de los pocos libros publicados en la Francia actual que sigue el espíritu de la antropología clastreana (mediada por la voz de Deleuze y Guattari), Pignarre y Stengers observan: “Estamos acostumbrados a deplorar las fechorías de la colonización y las confesiones de culpabilidad se han convertido en rutina. Pero nos falta el espanto ante la idea de que no sólo nos tomamos por la cabeza pensante de la humanidad, sino que, con las mejores intenciones del mundo, no dejamos de hacerlo. [...] El pavor sólo comienza cuando nos damos cuenta de que, a pesar de nuestra tolerancia, nuestro remordimiento y nuestra culpa, no hemos cambiado tanto” (Pignarre & Stengers 2005: 88). Y la pregunta con la que los autores concluyen esta reflexión es una versión de la planteada por Clastres: “¿cómo hacer espacio para los demás?” (ibíd.: 89).
Hacer sitio a los demás no significa, desde luego, tomarlos como modelos, hacer que pasen de ser nuestras víctimas a ser nuestros redentores. El proyecto de Clastres pertenece a quienes creen que el objeto propio de la antropología es dilucidar las condiciones ontológicas de la autodeterminación del Otro, lo que significa ante todo reconocer la propia consistencia sociopolítica del Otro, que, como tal, no es transferible a nuestro mundo como si se tratara de la añorada receta de la eterna felicidad universal. El “primitivismo” clastreano no era una plataforma política para Occidente. En su respuesta a Birnbaum, escribe: “No más que el astrónomo que invita a otros a envidiar el destino de las estrellas milito a favor del mundo Salvaje. [...] Como analista de un cierto tipo de sociedad, intento desvelar los modos de funcionamiento y no construir programas...” (p. 210).
La comparación con el astrónomo recuerda la “visión desde lejos” de Levi-Strauss, pero le da un giro irónico-político, poniéndonos en el lugar que nos corresponde, como si el viaje a la vez deseable e imposible de realizar recayera sobre nosotros y no sobre los primitivos. En cualquier caso, Clastres no pretendía poseer los planos del vehículo que nos hubiera permitido realizar ese viaje. Creía que un límite absoluto impediría a las sociedades modernas alcanzar ese “otro planeta sociológico” (Richir 1987: 62): la barrera demográfica. Aunque rechazaba la acusación de determinismo demográfico (aquí, p. 216), Clastres siempre mantuvo que las reducidas dimensiones demográficas y territoriales de las sociedades primitivas eran una condición fundamental para la no emergencia de un poder separado: “todos los Estados son natalistas” (1975: 22). Las multiplicidades primitivas son más sustractivas que aditivas, más moleculares que molares, y menores tanto en cantidad como en calidad: lo múltiple sólo se hace con pocos y con poco.
No cabe duda de que el análisis del poder en las sociedades primitivas puede alimentar la reflexión sobre la política de nuestras propias sociedades (Clastres 1975), pero, se diría, de un modo sobre todo comparativo y especulativo. ¿Por qué el Estado – una contingencia antropológica, al fin y al cabo – se convirtió en una necesidad histórica para tantos pueblos y, especialmente, para nuestra tradición cultural? ¿En qué condiciones las líneas flexibles de la segmentariedad primitiva, con sus códigos y territorialidades, dan paso a las líneas rígidas de la sobrecodificación generalizada, es decir, a la puesta en marcha del aparato de captura del Estado, que separa a la sociedad de sí misma? Y más aún, ¿cómo pensar el nuevo rostro del Estado en el mundo de las “sociedades de control” (Deleuze 1995: 177-182) en las que la trascendencia se vuelve, por así decirlo, inmanente y molecular, el individuo interioriza el Estado y es perpetuamente modulado por él? ¿Cuáles son las nuevas formas de resistencia que se imponen, es decir, las que surgen inevitablemente? (Y decimos “inevitablemente” porque también aquí se trata de desvelar modos de funcionamiento, no de construir programas. O de construirlos mejor, más bien).
Hay dos formas muy distintas en que la antropología “universaliza”, es decir, establece un intercambio de imágenes entre el Yo y el Otro. Por un lado, la antropología puede hacer que la imagen de los “otros” funcione de tal modo que revele algo sobre “nosotros”, ciertos aspectos de nuestra propia humanidad que no somos capaces de reconocer como propios. Este es el proyecto antropológico que, iniciado en la Edad de Oro de Boas, Malinowski y Mauss, se consolidó durante el período en que escribía Clastres y ha continuado hasta nuestros días, de Claude Levi-Strauss a Marshall Sahlins, de Roy Wagner a Marilyn Strathern: el paso de una imagen del Otro definida por un estado de carencia o necesidad, por una distancia negativa en relación con el Yo, a una alteridad dotada de endoconsistencia, autonomía o independencia en relación con la imagen de nosotros mismos (y en esta medida, poseedora de un valor crítico y heurístico para nosotros). Lo que Levi-Strauss hizo por la razón clasificatoria, con su noción de pensamiento salvaje, lo que Sahlins hizo por la racionalidad económica, con su original sociedad acomodada, lo que Wagner hizo por el concepto de cultura (y naturaleza), con su metasemiótica de la invención y la convención, y lo que Strathern hizo por la noción de sociedad (e individuo), con la elucidación de las prácticas melanesias de análisis social y conocimiento relacional, Clastres hizo por el poder y la autoridad, con su sociedad contra el Estado, la construcción, por medio de la imagen del otro, de otra imagen del objeto (una imagen del objeto que incorpora la imagen que el otro hace de este objeto): otra imagen del pensamiento, de la economía, de la cultura, de la socialidad y de la política.
En ninguno de estos casos se trataba de levantar una Gran Muralla Antropológica, sino, más bien, de indicar una bifurcación que, aun siendo decisiva, no deja de ser contingente. Otra distribución cosmo-semiótica entre figura y suelo; la “integración parcial” de una serie de pequeñas diferencias como manera de hacer una diferencia. Es necesario insistir tanto como sea posible en la contingencia de estas metadiferencias o muchos otros “Estados” que se recrearán en la esfera del pensamiento, trazando una Gran División, una línea rígida o “mayor” en el plano del concepto. Y eso daría lugar a algo que Deleuze y Guattari (1987: 361-74) llamaron la “ciencia del Estado”, la ciencia teoremática que extrae constantes de las variables, frente al apuntalamiento de una “ciencia menor”, una ciencia nómada y problemática de las variaciones continuas, que se asocia con la máquina de guerra más que con el Estado; y la antropología es una ciencia menor por vocación (la paradójica ciencia de Clastres). Esta diferencia contingente entre el Yo y el Otro no impide, al contrario, facilita, la percepción de elementos de alteridad en el seno de nuestra identidad “propia”. Así, el pensamiento salvaje no es el pensamiento de los salvajes, sino el potencial salvaje de todo pensamiento mientras no sea “domesticado con el fin de obtener un rendimiento” (Levi-Strauss 1966: 219). El principio de suficiencia subproductiva y la propensión a la dilapidación creativa laten bajo todo el moralismo de la economía y la supuesta insaciabilidad post-lapsariana del deseo (Sahlins 1972, 1996). Nuestra sociedad también es capaz de generar momentos – en nuestro caso, siempre excepcionales y “revolucionarios” – en los que la vida se vive como una “secuencia inventiva” (Wagner 1981) y comparte con todas las demás (aunque sea de forma paradójica, medio negacionista) la interpenetración relacional de las personas que llamamos “parentesco” (Edwards & Strathern 2000; Strathern 2005). Y finalmente, en el caso de Clastres, la constatación de nuestra dependencia constitutiva, en el ámbito del pensamiento mismo, frente a la forma-Estado, no impide la percepción (y concepción) de todas las intensidades contrarias, fisuras, grietas y líneas de fuga a través de las cuales nuestra sociedad se resiste constantemente a su captura y control por parte de la trascendencia sobre-codificadora del Estado. Es en este sentido que la Sociedad contra el Estado sigue siendo válida como concepto “universal” y no como tipo ideal, ni como designador rígido de una especie sociológica, sino como categoría de cualquier experiencia de vida colectiva y relacional.
El segundo modo por el que la antropología se universaliza a sí misma, en cambio, pretende demostrar que los primitivos son más parecidos a nosotros que nosotros a ellos: también son maximizadores genéticos e individualistas posesivos; también optimizan los costes-beneficios y toman decisiones racionales (lo que incluye ser convenientemente irracionales en lo que se refiere a su relación con la “naturaleza”: ¡exterminaron la megafauna en América! ¡Incendiaron Australia! ); son tipos pragmáticos y con sentido común como nosotros, que no confunden a los capitanes de barco británicos con dioses nativos (Obeyesekere contra Sahlins) ni experimentan su yo interior y sustantivo como entidades “dividuales” relacionales (LiPuma contra Strathern); también instituyen desigualdades sociales a la menor oportunidad; ansían el poder y admiran a los que son más fuertes; aspiran a las tres bendiciones del Hombre Moderno: la santísima trinidad del Estado (el Padre), el Mercado (el Hijo) y la Razón (el Espíritu Santo). La prueba de que son humanos es que ahora comparten todos nuestros defectos, que se transformaron poco a poco en cualidades durante las décadas que nos dieron a Thatcher, Reagan, la Patriot Act, la nueva Fortaleza Europa, el neoliberalismo y la psicología evolutiva como un extra. La sociedad primitiva es vista ahora como una ilusión, una “invención” de la sociedad moderna (Kuper 1988); esta última, aparentemente, no es una ilusión y nunca fue inventada por nadie; quizás porque sólo el Capitalismo es real, natural y espontáneo. (Ahora sabemos dónde se esconde el verdadero núcleo del delirio de Dios).
Es contra este segundo modo de universalización – reaccionario, poco imaginativo y, sobre todo, reproductor del modelo y de la figura del Estado como verdaderamente Universal – contra el que se escribió, preventivamente podría decirse, la obra de Clastres. Porque él sabía muy bien que el Estado no podía tolerar, nunca toleraría, las sociedades primitivas. La inmanencia y la multiplicidad son siempre escandalosas a los ojos del Uno.
Individuos frente a singularidades
La tesis de la sociedad contra el Estado se confunde a veces con la doctrina del libertarianismo en el sentido “americano” del término, como si toda su lógica equivaliera a una oposición a la injerencia del gobierno central en la vida de los individuos, un elogio del llamado “libre” mercado, una defensa de las milicias ciudadanas, etcétera. Pero defender el desmantelamiento teórico del concepto de Estado como telos de la vida humana colectiva para abrazar un rechazo de la organización política como tal, o convertirlo en un himno al “individualismo rudo”, es un error grotesco. El capítulo 9 del presente libro es instructivo a este respecto, ya que analiza un error de lectura simétrico. Pierre Birnbaum, cuyas críticas refuta aquí el autor, hace una lectura durkheimiana de la tesis de la Sociedad contra el Estado, identificándola como “una sociedad de coacción total”. Clastres resume así la crítica: “En otras palabras, si la sociedad primitiva se desentiende de la división social, es al precio de una alienación mucho más espantosa, la que somete a la comunidad a un sistema opresivo de normas que nadie puede cambiar. El ‘control social’ es absoluto: ya no es la sociedad contra el Estado, es la sociedad contra el individuo”.
La respuesta de Clastres consiste en decir que el “control social” o, mejor dicho, el poder político, no se ejerce sobre el individuo sino sobre un individuo, el jefe, que se individualiza para que el cuerpo social pueda continuar indiviso “en relación consigo mismo”. A continuación, el autor esboza la tesis de que la sociedad primitiva inhibe al Estado mediante la extrusión metafísica de su propia causa y origen, atribuyendo ambos a la esfera mítica del Don primordial, aquello que escapa totalmente al control humano y, como tal, no puede ser apropiado por una parte de la sociedad para convencionalizar las desigualdades mundanas. Al poner sus bases fuera de “sí misma”, la sociedad se convierte en naturaleza, es decir, se convierte en lo que Wagner (1986) llamaría un “símbolo que se sostiene por sí mismo”, bloqueando la proyección de una Convención totalizadora que la simbolizaría, por así decirlo, desde arriba. La trascendencia heterónoma del origen sirve entonces como garantía de la inmanencia y autonomía del poder social. Clastres atribuye esta miniteoría política de la religión primitiva a Marcel Gauchet, quien años más tarde la desarrollaría en una línea que Clastres tal vez no hubiera podido predecir. Gauchet atribuyó el origen del Estado a esta misma exteriorización del origen – mediante una toma de posesión humana del lugar de la trascendencia –y pasó de ahí (para abreviar) a una reflexión sobre las virtudes del Estado constitucional liberal, un régimen en el que la sociedad se acercaba a una situación ideal de autonomía mediante una interiorización ingeniosa de la fuente simbólica de la sociedad que no destruiría su exterioridad “instituyente” como tal. El Estado contra el Estado, por así decirlo, en una sublimación del anarquismo clastreano, que se vería finalmente transformado en un programa político defendible.
Me parece que la respuesta a Birnbaum podría ir más lejos. La sociedad contra el Estado está efectivamente contra el individuo, porque el individuo es un producto y un correlato del Estado. El Estado crea al individuo y el individuo requiere al Estado; la auto-separación del cuerpo social que crea al Estado crea-separa igualmente a los sujetos o individuos (singulares o plurales), al mismo tiempo que el Estado se ofrece como modelo para estos últimos: I'Etat c'est le Moi. Por eso es importante distinguir la sociedad clastreana de su homónima durkheimiana, fuente de equívocos no siempre aclarados por Clastres, que en ocasiones tendió a hipostasiar la sociedad primitiva, es decir, a concebirla como un sujeto colectivo, un Super-Individuo que sería realmente, y no sólo formalmente, exterior y anterior al Estado (Deleuze & Guattari 1987: 359) y, por lo tanto, ontológicamente homogéneo con él. La sociedad durkheimiana es la forma-Estado en su disfraz “sociológico”: piénsese en la coercitividad constitutiva del hecho social, en la trascendencia absoluta del Todo en relación con las Partes, en su función de Entendimiento universal, en su poder inteligible y moral de unificar el múltiple sensorial y sensual. De ahí la relevancia estratégica, para Durkheim, de la “oposición” entre individuo y sociedad: uno es una versión del otro, los “miembros” de la Sociedad como cuerpo espiritual colectivo son como minúsculos o sub-Estados individuales subsumidos por el Estado como Super-individuo. El Leviatán. La sociedad primitiva de Clastres, por el contrario, está en contra del Estado y, por lo tanto, en contra de la “sociedad” concebida a su imagen; tiene la forma de una multiplicidad asubjetiva. Del mismo modo, sus componentes o “asociados” no son individualidades o subjetividades, sino singularidades. Las sociedades primitivas no reconocen la “máquina abstracta de la facilidad” (Deleuze & Guattari op.cit.: 168), productora de sujetos, de rostros que expresan una interioridad subjetiva.
Una interpretación del anarquismo de Clastres en términos individualistas o “liberales” sería por un error simétrico al tipo de lectura que imaginaría su sociedad primitiva como un orden totalitario-totalizante de tipo “durkheimiano”. En la feliz fórmula de Bento Prado Jr. (2003), su pensamiento era, más que anarquista, “anarcóntico”, palabra que incluye no sólo la referencia a la función arcóntica (gobernante) ateniense, sino también la cadena /óntico/, como modo de personificar el contenido metafísico u ontológico del anarquismo de Clastres, su oposición a lo que él consideraba el principio fundador de la doctrina occidental del Estado, a saber, la idea de que el Ser es Uno y que el Uno es Dios.
Entre filosofía y antropología
Es habitual considerar a Clastres como un autor del tipo erizo (“una sola idea, pero una GRAN idea”), defensor de una tesis monolítica, la “Sociedad contra el Estado”, un modo de organización de la vida colectiva definido por una relación doblemente inhibidora: una interna, la jefatura sin poder, otra externa, el aparato centrífugo de la guerra. Es en esta misma dualidad donde se vislumbra la posibilidad de lecturas filosóficas alternativas de la tesis clastreana.
La primera lectura pone el acento en el papel de Clastres en la determinación de una “función política” universal encargada de constituir “un lugar donde la sociedad se presenta a sí misma” (Richir 1987: 69). La sociedad contra el Estado se define, en estos términos, por un cierto modo de representación política, mientras que la política misma se concibe como un modo de representación, un dispositivo proyectivo que crea un doble molar del cuerpo social en el que se ve reflejado. La figura del jefe sin poder destaca aquí como el mayor descubrimiento de Clastres: una nueva ilusión trascendental (ibid.: 66), un nuevo modo de institución (necesariamente “imaginario”) de lo social. Este modo consistiría en la proyección de un exterior, una Naturaleza que debe ser negada para que la Cultura o la Sociedad se instituyan, pero que al mismo tiempo debe ser representada en el interior de la cultura a través de un simulacro, el jefe sin poder.
Esta aproximación a la obra de Clastres efectúa lo que puede llamarse una “reducción fenomenológica” del concepto de sociedad frente al de Estado. Tiene su origen en la aproximación entre Clastres y los intelectuales que se reunieron en torno a Claude Lefort en la revista Textures y, a continuación, en Libre, donde se publicaron los tres últimos capítulos de Arqueología de la violencia. Lefort, antiguo alumno de Merleau Ponty, fue cofundador con Cornelius Castoriadis del grupo “Socialismo o Barbarie”, un actor importante en la historia de la política libertaria de izquierdas en Francia. La marca de este ensamblaje fenomenológico-socialista (que incluía a Marcel Gauchet hasta su realineamiento en 1980) era la combinación de un antitotalitarismo resuelto con un humanismo metafísico no menos acérrimo que se revela, por ejemplo, en la posición “anti-intercambistas” que asumió tempranamente Lefort. La crítica de Lefort a la búsqueda estructuralista de reglas formales que subyacen a la práctica, y su preferencia por entender “la conformación de las relaciones vividas entre los hombres” (1987: 187), podría haber influido sobre Clastres, junto a la teoría de la deuda de derivación nietzscheana más explícita que conecta la obra de Clastres con el anti-intrercambismo de signo muy diferente de Deleuze y Guattari.
Esta lectura fenomenológica confiere a la “antropología política” de Clastres un sesgo decididamente metafísico. Desde ese punto de vista, es a través de la política como el hombre, el “animal político”, deja de ser “meramente” un animal y es rescatado de la inmediatez de la naturaleza y convertido en un ser dividido, que tiene tanto la necesidad como la capacidad de representar para ser. Lo extrahumano, incluso cuando se reconoce como esencial para la constitución de la humanidad, pertenece al ámbito de la creencia; es una división interna de lo humano, pues la exterioridad es una ilusión trascendental. La política es el espejo adecuado para el animal convertido en Sujeto: “Sólo el hombre puede revelar al hombre que es hombre” (Lefort en Abensour 1987: 14).
La segunda y, a mi juicio, más consecuente apropiación de la etnología de Clastres pone el acento en la inscripción de los flujos más que en la institución de los dobles, en los códigos semiótico-materiales más que en la Ley simbólica, en la segmentariedad flexible y molecular más que en la macropolítica binaria del adentro y el afuera, en la máquina de guerra centrífuga más que en el caciquismo centrípeto. Me refiero, por supuesto, a la lectura de Clastres que hacen Deleuze y Guattari en El Antiedipo (1972/1983) y Mil mesetas (1981/1987), donde las ideas de Clastres se utilizan como uno de los pilares para la construcción de una “historia universal de la contingencia” y de una antropología radicalmente materialista, que se encuentra a las antípodas del espiritualismo político que se desprende de su interpretación fenomenológica.
El Antiedipo fue un libro esencial para el propio Clastres, que asistió a los cursos que luego se publicarían en forma de libro, mientras que Mil mesetas, publicado después de su muerte, criticó y desarrolló sus intuiciones en una dirección totalmente nueva. En cierto sentido, Deleuze y Guattari completaron la obra de Clastres, dando cuerpo a la riqueza filosófica que yacía en potencia en ella. El embarazoso y vergonzoso silencio con el que la antropología como disciplina recibió los dos libros de Capitalismo y esquizofrenia, en los que tiene lugar uno de los diálogos más apasionantes y desconcertantes que han mantenido jamás la filosofía y la antropología, no deja de tener relación con el malestar similar que la obra de Clastres provocó en un entorno académico siempre prudente y mojigato. “Me parece que los etnólogos deberían sentirse como en casa en el Antiedipo...” (Clastres en Guattari 2009: 85). Pues bien, la inmensa mayoría de ellos no lo hicieron.
En el Anti-Edipo, la sociedad contra el Estado se convierte en una “máquina territorial primitiva”, perdiendo sus connotaciones residuales de Sujeto colectivo y transformándose en un puro “modo de funcionamiento” cuyo objetivo es la codificación integral de los flujos materiales y semióticos que constituyen la producción deseante humana. Esa máquina territorial codifica los flujos, inviste los órganos, marca los cuerpos: es una máquina de inscripción. Su funcionamiento presupone la unidad inmanente del deseo y de la producción que es la Tierra. La cuestión del jefe impotente se resitúa así en un contexto geofilosófico más amplio: la voluntad de no división que Clastres veía en el socius primitivo se convierte en un impulso a la codificación absoluta de todos los flujos materiales y semióticos y a la preservación de la coextensividad del cuerpo social y del cuerpo de la Tierra. La conjuración “anticipatoria” de un poder separado es la resistencia de los códigos primitivos a la sobrecodificación despótica, la lucha de la Tierra contra el Déspota desterritorializador. La intencionalidad colectiva que se expresa en el rechazo a unificarse bajo una entidad sobrecodificadora pierde su máscara antropomórfica, convirtiéndose – y aquí estamos utilizando el lenguaje de Mil Mesetas – en un efecto de un determinado régimen de signos (la semiótica presignificante) y el dominio de una segmentariedad primitiva, marcada por una “línea relativamente flexible de códigos y territorialidades entrelazados”.
La principal conexión entre el Antiedipo y la obra de Clastres es un rechazo común, aunque no exactamente idéntico, del intercambio como principio fundador de la socialidad. El Anti-Edipo sostiene que la noción de deuda debía ocupar el lugar que ocupaba la reciprocidad en Mauss y Levi-Strauss. Clastres, en su primer artículo sobre la filosofía del caciquismo indígena – una crítica enrevesada de un primer artículo de su maestro, donde el papel del jefe era pensado en términos de un intercambio recíproco entre el líder y el grupo – ya había sugerido que el concepto indígena de poder implicaba simultáneamente una afirmación de la reciprocidad como esencia de lo social y su negación, al situar el papel del jefe fuera de su esfera, en la posición de un perpetuo deudor del grupo. Sin quitar al intercambio su valor antropológico, Clastres introdujo la necesidad sociopolítica de un no-intercambio. En sus últimos ensayos sobre la guerra, la disyunción entre intercambio y poder se transforma en una extraña resonancia. Al dislocarse de la relación intracomunitaria a la relación intercomunitaria, la negación del intercambio se convirtió en la esencia del socius primitivo. La sociedad primitiva está “contra el intercambio” por las mismas razones por las que está contra el Estado: porque desea la autarquía y la autonomía, porque sabe que todo intercambio es una forma de deuda, es decir, de dependencia, aunque sea recíproca.
Mil Mesetas retoma las tesis de Clastres en dos largos capítulos: uno sobre la “máquina de guerra” como forma de pura exterioridad (en la que la violencia organizada o la guerra "propiamente dicha" tienen un papel muy secundario) en oposición al Estado como forma de pura interioridad (en el que la centralización administrativa tiene un papel igualmente secundario); y otro capítulo sobre el “aparato de captura”, que desarrolla una teoría del Estado como modo de funcionamiento coetáneo a las máquinas de guerra y a los mecanismos de inhibición de las sociedades primitivas. Estos desarrollos no sólo modifican elementos de las proposiciones de Clastres, sino también algunas de las categorías centrales del Anti-Edipo. El esquema Salvaje-Bárbaro-Civilizado se abre lateralmente para incluir la figura central del Nómada, a la que la máquina de guerra se ve ahora constitutivamente asociada. Una nueva tripartición, derivada del concepto de segmentariedad, o multiplicidad cuantificada, hace su aparición: la línea flexible y polivocal de los códigos y territorialidades primitivos; la línea rígida de la resonancia de la sobrecodificación (el aparato del Estado); y la(s) línea(s) de fuga trazada(s) por la descodificación y la desterritorialización (la máquina de guerra). La sociedad primitiva de Clastres (los “Salvajes” del Anti-Edipo) pierde su conexión privilegiada con la máquina de guerra. En Mil Mesetas se considera que simplemente el reclutamiento como forma de exterioridad para conjurar las tendencias a la sobrecodificación y a la resonancia que amenazan constantemente con subsumir los códigos y las territorialidades primitivas. Del mismo modo, el Estado puede capturar la máquina de guerra (que es, no obstante, su exterioridad absoluta) y ponerla a su servicio, no sin correr el riesgo de ser destruido por ella. Y, por último, las sociedades contemporáneas permanecen en pleno contacto con su infraestructura “primitiva” o molecular, “impregnada de un tejido flexible sin el cual sus segmentos rígidos no se sostendrían”. Con ello, la dicotomía exhaustiva y mutuamente excluyente entre los dos macrotipos de sociedad (“con” y “contra” el Estado) se diversifica y complejiza: las líneas coexisten, se entrecruzan y se transforman unas en otras; el Estado, la máquina de guerra y la segmentariedad primitiva pierden sus connotaciones tipológicas y se convierten en formas o modelos abstractos, que se manifiestan en múltiples procedimientos y sustratos materiales: en estilos científicos, filias tecnológicas, actitudes estéticas y sistemas filosóficos tanto como en formas macro-políticas de organización o modos de la representación-institución del socius.
Por último, al mismo tiempo que hacen suya una de las tesis fundamentales de Clastres, cuando afirman que el Estado, más que suponer un modo de producción, es la entidad misma que hace de la producción un “modo” (op.cit.: 429), Deleuze y Guattari desdibujan la distinción exagerada que hace Clastres entre lo político y lo económico. Como es sabido, la actitud de Capitalismo y esquizofrenia frente al materialismo histórico, incluso frente al etnomarxismo francés, es bastante diferente de la del autor de “Los marxistas y su antropología” (cap. 10). Ante todo, la cuestión del origen del Estado deja de ser el misterio que siempre fue para Clastres. El Estado deja de tener un origen histórico o cronológico, ya que el propio tiempo se convierte en el vehículo de causalidades inversas no evolutivas (op.cit.: 335, 431). No sólo hay una presencia real muy antigua del Estado “fuera” de las sociedades primitivas, sino también su presencia virtual perpetua “dentro” de estas sociedades, bajo la forma de los malos deseos que es necesario conjurar y de los focos de resonancia segmentaria que siempre se desarrollan. La desterritorialización no es históricamente secundaria al territorio, los códigos no son separables del movimiento de descodificación (op.cit.: 222).
Criticadas y recalificadas, las tesis expuestas en los textos breves de Pierre Clastres tienen, pues, un peso decisivo en la dinámica conceptual de Capitalismo y esquizofrenia. En particular, la teoría clastreana de la “guerra” como máquina abstracta de generación de multiplicidad, opuesta, en su esencia al monstruo sobrecodificador del Estado – la guerra como enemigo número uno del Uno – desempeña un papel clave en uno de los principales sistemas filosóficos del siglo XX.
Entre antropología y etnología
El actual entusiasmo en torno a los descubrimientos arqueológicos, en la Amazonia, de vestigios de formaciones sociales que se asemejaban a los cacicazgos del Círculo-Caribe, así como el avance de los estudios históricos sobre las zonas de contacto entre los estados andinos y las sociedades de las Tierras Bajas, han llevado a los estudiosos a descartar el concepto de “sociedad contra el Estado” como un artefacto doblemente europeo: confunde como original lo que en realidad es el resultado de una dramática involución de las sociedades amerindias a partir del siglo XVI; y sería una proyección ideológica de algunas viejas utopías occidentales que alcanzaron nueva vigencia durante la fatídica década de 1960.
El hecho de que estas dos diferentes argumentaciones invalidantes fueran movilizadas conjuntamente contra Clastres por ciertas corrientes de la etnología contemporánea sugiere que esta última no está libre de su propia carga ideológica. El enfoque en las tendencias centrífugas que inhibieron la emergencia de la forma-Estado nunca impidió a Clastres identificar “el lento trabajo de las fuerzas unificadoras” en las organizaciones multicomunitarias de las Tierras Bajas o la presencia de estratificación social y poder centralizado en la región (especialmente en el norte de la Amazonia). En cuanto a las utopías “anarquistas” europeas, sabemos cuánto deben al encuentro con el Nuevo Mundo a comienzos de la Edad Moderna. Los desencuentros fueron muchos, sin duda, pero no arbitrarios. Por último, y lo que es más importante, cabe señalar que la regresión demográfica postcolombina, por catastrófica que efectivamente fuera, no puede explicar el alfa y el omega del paisaje sociopolítico actual de la América indígena; al igual que cualquier otra trayectoria evolutiva, la “involución” expresa mucho más que limitaciones adaptativas. Es sobre este excedente crucial de sentido – de estructura, de cultura, de historia o como se quiera llamas – el que permite hablar de la pertinencia etnológica de la tesis de la “sociedad contra el Estado” y en función de la cual debe ser evaluada.
La sociedad primitiva era quizá, para Clastres, algo así como una esencia; pero no era una esencia estática. El autor siempre la concibió como un modo de funcionamiento profundamente inestable en su misma búsqueda de estabilidad ahistórica. Sea como fuere, existe efectivamente un “modo de ser” bastante característico de lo que él llamó sociedad primitiva y que ningún etnógrafo que haya convivido con una cultura amazónica, incluso con una que tenga rasgos bien definidos de jerarquía y centralización, puede dejar de experimentar en toda su evidencia, tan omnipresente como elusiva. Esta forma de ser es “esencialmente” una política de la multiplicidad; Clastres sólo puede haberse equivocado al interpretarla como si debiera expresarse siempre en términos de una multiplicidad “política”, una forma institucional de autorrepresentación colectiva. La política de la multiplicidad es un modo de devenir más que un modo de ser (de ahí su carácter elusivo); se instituye o institucionaliza efectivamente en determinados contextos etnohistóricos, pero no depende de esa transición a un Estado molar para funcionar, sino todo lo contrario. Ese modo precede a su propia institución, y permanece o vuelve a su estado molecular por defecto en muchos otros contextos no primitivos. “La sociedad contra el Estado”, en resumen, es un concepto intensivo, designa un modo intensivo o una forma virtual omnipresente, cuyas condiciones variables de extensificación y actualización corresponde determinar a la antropología.
La posteridad de Clastres en la etnología sudamericana siguió dos ejes principales. El primero consistió en la elaboración de un modelo de organización social amazónica – una “economía simbólica de la alteridad” o una “metafísica de la depredación” – que amplió sus tesis sobre la guerra primitiva. El segundo fue la descripción del trasfondo cosmológico de las sociedades contraestatales, el llamado “perspectivismo” amerindio. Los dos ejes exploran la fértil vacilación entre tendencias estructuralistas y postestructuralistas que caracteriza la obra de Clastres; ambos privilegian una lectura deleuzo-guattariana frente a una lectura fenomenológica. Juntos, definen una cosmopraxis indígena de alteridad inmanente, que equivale a una contraantropología, una especie de “antropología inversa”, que se sitúa en el precario espacio entre el silencio y el diálogo.
La teoría de la guerra de Clastres, aunque a primera vista parece reforzar una oposición binaria entre el adentro y el afuera, el Nosotros humano y el Otro menos-que-humano, en realidad acaba por diferenciar y relativizar la alteridad y, por lo mismo, cualquier posición de identidad, socavando el subtexto narcisista o “etnocéntrico” que a veces acompaña a la caracterización que el autor hace de la sociedad primitiva.
Imaginemos la etnología clastreana como un drama conceptual en el que se enfrentan un pequeño número de personae o tipos: el jefe, el enemigo, el profeta, el guerrero. Todos son vectores de alteridad, dispositivos paradójicos que definen al socius mediante alguna forma de negación. El jefe encarna la negación de los fundamentos intercambistas de la sociedad y representa al grupo en la medida en que esta exterioridad se interioriza: al convertirse en “prisionero del grupo”, contra-produce la unidad y la indivisión de este último. El enemigo niega el Nosotros colectivo, permitiendo que el grupo se afirme contra él, por su exclusión violenta; el enemigo muere para asegurar la persistencia de lo múltiple, la lógica de la separación. El profeta, a su vez, es el enemigo del jefe, afirma la sociedad contra el jefe cuando su titular amenaza con escapar al control del grupo afirmando un poder trascendente; al mismo tiempo, el profeta arrastra a la sociedad hacia una meta imposible, la autodisolución. El guerrero, por último, es enemigo de sí mismo, destruyéndose en pos de una inmortalidad gloriosa, ya que la sociedad que defiende le impide transformar sus prestigiosas hazañas en poder instituido. El jefe es una especie de enemigo, el profeta una especie de guerrero, y así una y otra vez.
Estos cuatro personajes forman, pues, un círculo de alteridad que contra-efectúa o contra-inventa la sociedad primitiva. Pero en el centro de este círculo no está el Sujeto, la forma reflexiva de la Identidad. El quinto elemento, que puede considerarse el elemento dinámico central precisamente por su excentricidad, es el personaje sobre el que descansa la política de la multiplicidad: el aliado político, el “asociado” que vive en otra parte, a medio camino entre el grupo local, co-residente, y los grupos enemigos. Nunca ha habido sólo dos posiciones en el socius primitivo. Todo gira en torno al aliado, el tercer término que permite la conversión de una indivisión interna en una fragmentación externa, modulando la guerra indígena y transformándola en una relación social fílmica, o más aún, como sostiene Clastres, en la relación fundamental del socius primitivo.
Los aliados políticos, esos grupos locales que forman una banda de seguridad (e incertidumbre) en torno a cada grupo local, se conciben siempre, en la Amazonia, bajo la apariencia de afinidad potencial, es decir, como una forma cualificada de alteridad (afinidad matrimonial) pero que, sin embargo, sigue siendo alteridad {afinidad potencial), y que está marcada por connotaciones agresivas y depredadoras mucho más rituales que productivas – es decir, realmente productivas – que la mera enemistad indeterminada y anónima (o que la reiteración despotencializadora de los intercambios matrimoniales que crea una interioridad social). Es la figura inestable e indispensable del aliado político la que impide tanto una “reciprocidad generalizada” (una fusión de comunidades y una unidad sociológica superior) como la guerra generalizada (la atomización suicida del socius). El verdadero centro de la sociedad primitiva, esa red laxa de grupos locales celosos de su independencia recíproca, es siempre extra-local, pues se sitúa en cada punto donde puede efectuarse la conversión entre interior y exterior. Por esta razón, la “totalidad” y la “indivisión” de la comunidad primitiva no contradicen la dispersión y la multiplicidad de la sociedad primitiva. El carácter de totalidad significa que la comunidad no forma parte de ningún Otro o Todo jerárquicamente superior; el carácter de indivisión significa que tampoco está internamente jerarquizada, dividida en partes que forman un Todo interior. Totalidad sustractiva, indivisión negativa. Falta de distinción localizable entre un interior y un exterior. Multiplicación de lo múltiple.
La sociedad contra el Estado es un proyecto únicamente humano; la política es un asunto estrictamente intraespecífico. Es con respecto a este aspecto que la etnología amerindia avanzó más en los últimos años, extrayendo las intuiciones de Clastres de su caparazón antropocéntrico y mostrando cómo su decisión de tomar en serio el pensamiento indígena requiere un cambio de la descripción de una forma (diferente) de institución de lo (igualmente concebido) social a otra noción de antropología – otra práctica de la humanidad – y a otra noción de política – otra experiencia de la socialidad –.
El capítulo 5 de Arqueología de la violencia es un texto fundamental a este respecto. El autor escribe allí: “Cualquier estancia en una sociedad amazónica, por ejemplo, permite observar no sólo la piedad de los salvajes, sino la integración de las preocupaciones religiosas en la vida social, hasta un punto que parece disolver la distinción entre lo secular y lo religioso, difuminar los límites entre el dominio de lo profano y la esfera de lo sagrado: la naturaleza, en resumen, al igual que la sociedad, está atravesada por lo sobrenatural. Así, los animales o las plantas pueden ser a la vez seres naturales y agentes sobrenaturales: si la caída de un árbol hiere a alguien, o una bestia salvaje ataca a alguien, o una estrella fugaz cruza el cielo, se interpretarán no como accidentes, sino como efectos de la agresión deliberada de poderes sobrenaturales, como espíritus del bosque, almas de los muertos, incluso chamanes enemigos. El rechazo decidido del azar y de la discontinuidad entre lo profano y lo sagrado conduciría lógicamente a abolir la autonomía de la esfera religiosa, que se situaría entonces en todos los acontecimientos individuales y colectivos de la vida cotidiana de la tribu. En realidad, sin embargo, nunca completamente ausente de los múltiples aspectos de una cultura primitiva, la dimensión religiosa consigue afirmarse como tal en determinadas circunstancias rituales específicas”.
La decisión de determinar una dimensión religiosa “como tal” – la negativa, por lo tanto, a extraer las consecuencias de lo que sugería la cosmo-lógica general de las sociedades amazónicas – indica quizá la influencia de Gauchet. Esto hizo que Clastres fuera menos sensible al hecho de que la “sobrenaturalización” común de la naturaleza y la sociedad hacía totalmente problemática cualquier distinción entre estos dos ámbitos. Bajo ciertas condiciones cruciales – condiciones religiosas, precisamente – la naturaleza se revelaba como social y la sociedad como natural. Es la no-separación cosmológica de naturaleza y sociedad, más que la exteriorización por la “sociedad” del poder como “naturaleza”, lo que debe conectarse con la no-separación política que define a la sociedad frente al Estado.
Y, aun así, Clastres nos pone en el buen camino. En ese capítulo esboza una comparación entre las cosmologías de los pueblos de los Andes y de las Tierras Bajas, que contrastan diacríticamente en cuanto a sus respectivos modos de tratar a los muertos. En el altiplano agrario, dominado por la máquina imperial de los incas, la religión se basa en un complejo funerario (tumbas, sacrificios, etc.) que vincula a los vivos con el mundo mítico original (poblado por lo que el autor denominó de forma un tanto inapropiada “antepasados”) por medio de los muertos; en las tierras bajas, todo el esfuerzo ritual consiste, por el contrario, en disociar al máximo los muertos y los vivos. La relación de la sociedad con su fundamento inmemorial se hace, por así decirlo, sobre el cuerpo muerto de los difuntos, que deben ser desmemorializados, es decir, olvidados y aniquilados (comidos, por ejemplo) como si fueran enemigos mortales de los vivos. Yvonne Verdier (1987: 31) en su bello comentario de Crónica de los indios Guayaki, señaló que la gran división entre los vivos y los muertos era una garantía de la indivisión entre los vivos. La sociedad contra el Estado es una sociedad contra la memoria; la primera y más constante guerra de la “sociedad para la guerra” se libra contra sus muertos desertores. “Cada vez que se comen a un muerto, pueden decir: uno más que el Estado no conseguirá” (Deleuze & Guattari 1987: 118).
Pero hay que dar un paso más. El contraste entre los Andes y las Tierras Bajas sugiere que la distinción variable entre los vivos y los muertos tiene una relación variable con otra distinción variable, la que existe entre los humanos y los no humanos (animales, plantas, artefactos, cuerpos celestes y otros muebles del cosmos). En los mundos andinos, la continuidad diacrónica entre los vivos y los muertos opone conjuntamente a estos como humanos a los no humanos (que son así potencialmente concebidos como una sola categoría englobante), sometiendo el cosmos a la “ley del Estado”, la ley antropológica de lo interior y lo exterior, al mismo tiempo que permite instituir discontinuidades sincrónicas entre los vivos, bloqueadas en las sociedades contra el Estado gracias a la aniquilación de los muertos (no ancestralidad = no jerarquía). En las Tierras Bajas, la extrema alteridad entre los vivos y los muertos acerca a los humanos muertos a los no humanos, es decir, a los animales en particular, ya que es común en la Amazonia las almas de los muertos se conviertan en animales, mientras que una de las principales causas de la muerte es la venganza de los “espíritus de la caza” y otras almas animales sobre los humanos (los animales como causa y resultado de la muerte humana). Al mismo tiempo, sin embargo, esta aproximación hace de la no-humanidad un modo o modulación de la humanidad: todos los no-humanos poseen una esencia o poder antropomórfico similar, un alma, oculta bajo su variado ropaje corporal específico de cada especie. Las relaciones con la “naturaleza” son relaciones “sociales”, tanto la caza como el chamanismo pertenecen a la biocosmopolítica; las “fuerzas productivas” coinciden con las “relaciones de producción”. Todos los habitantes del cosmos son personas con su propio lugar, ocupantes potenciales de la posición deíctica de “primera persona” en el discurso cosmológico: las relaciones interespecies están marcadas por una disputa perpetua en torno a esta posición, que se esquematiza en términos de la polaridad depredador/presa, siendo la agencia o subjetividad ante todo una capacidad de depredación. Esto hace de la humanidad una posición marcada por la relatividad, la incertidumbre y la alteridad. Todo puede ser humano, porque nada es sólo una cosa, cada ser es humano para sí mismo: todos los habitantes del cosmos perciben a su propia especie en forma humana como humanos y ven a todas las demás especies, incluidos nosotros, los humanos “reales” (quiero decir, reales para “nosotros”) como no humanos. La diseminación molecular de la agencia “subjetiva” por todo el universo, al atestiguar la inexistencia de un punto de vista cosmológico trascendente, se correlaciona obviamente con la inexistencia de un punto de vista político unificador, ocupado por un Agente (el agente del Uno) que reuniría en sí mismo el principio de humanidad y socialidad.
Es lo que los etnólogos de la Amazonia llaman “perspectivismo”, la teoría indígena según la cual la forma en que los humanos perciben a los animales y otros organismos que habitan el mundo difiere profundamente de la forma en que estos seres ven a los humanos y se ven a sí mismos. El perspectivismo es “cosmología contra el Estado”. Su fundamento último radica en la peculiar composición ontológica del mundo mítico, esa “exterioridad” originaria hacia la que se proyectarían los cimientos de la sociedad. El mundo mítico, sin embargo, no es ni interior ni exterior, ni presente ni pasado, porque es ambas cosas, del mismo modo que sus habitantes no son ni humanos ni no humanos, porque son ambas cosas. El mundo de los orígenes es, precisamente, todo: es el plano amazónico de la inmanencia. Y es en esta esfera virtual de lo “religioso” – lo religioso como inmanencia – donde el concepto de sociedad contra el Estado obtiene su verdadera endoconsistencia etnográfica o diferencia.
Es de la mayor importancia observar, pues, que el modo de exteriorización del origen que es específico de las sociedades contra el Estado no significa tampoco una exteriorización “instituyente” de lo Uno ni una unificación “proyectiva” de lo Exterior. Debemos tomar nota de todas las consecuencias del hecho de que la exterioridad primitiva es inseparable de las figuras del Enemigo y del Animal como determinaciones trascendentales del pensamiento (salvaje). La exteriorización sirve a una dispersión. Estando la humanidad en todas partes, el “humanismo” no está en ninguna. Los salvajes quieren la multiplicación de lo múltiple.
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Verdier, Y., “Prestige de l’ethnographie.” In Abensour (ed.), pp. 19-39, 1987.
Vianna, H. 1990. “O Anti-Edipo e a antropologia.” http://www.overmundo.com.br/ banco/o-anti-edipo-e-a-antropologia.
Viveiros De Castro, E. 1996. Images of nature and society in Amazonian ethnology. Annual Review of Anthropology, 25, 179-200.
Viveiros De Castro, E., “Cosmological deixis and Ameridian perspectivism.” Journal of the Royal Anthropological Institute, 4(3), pp. 469—488, 1996/1998.
Viveiros De Castro, E., “The crystal forest: notes on the ontology of Amazonian spirits.” Inner Asia (Special Issue: Perspectivism), 9(2), pp. 153—172, 2007.
Viveiros De Castro, E., Metaphysiques cannibales. Paris: PUF, 2009.
Viveiros De Castro, E., “Intensive filiation and demonic alliance.” In C.B. Jensen and K. Rodje (eds.), Deleuzian Intersection: Science, technology, Anthropology. Oxford: Berghahn Books, 2010.
Wagner, R„ The Invention of Culture. Chicago: University of Chicago Press (1st ed. 1975), 1981.
Wagner, R., Symbols that Stand for Themselves. Chicago: University of Chicago Press, 1986.
Fuente: https://my-blackout.com/2018/04/19/eduardo-viveiros-de-castro-the-untimely-again/
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la-semillera · 22 days
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Gesa Lange & Joan Didion
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El tiempo pasa.
Sí, de acuerdo, qué banalidad, claro que el tiempo pasa.
Y entonces, ¿por qué lo digo? ¿Por qué lo he dicho ya más de una vez?
¿Acaso lo he estado diciendo de la misma manera en que digo que he vivido la mayor parte de mi vida en California?
¿Acaso lo he estado diciendo sin oír lo que decía?
¿Es posible que lo oyera más bien así: El tiempo pasa, pero no de una manera tan agresiva como para que nadie se dé cuenta? ¿O incluso: El tiempo pasa, pero para mí no? ¿Es posible que yo no hubiera tenido en cuenta la naturaleza general de la pérdida continua de velocidad, ni los cambios irreversibles de la mente y del cuerpo, esa forma en que te despiertas una mañana de verano encontrándote menos elástico de lo que eras y para la Navidad te encuentras con que tu capacidad de moverte se ha ido, está atrofiada, ya no existe? ¿De esa forma en que vives la mayor parte de tu vida en California y de pronto ya no? ¿De esa forma en que tu conciencia del paso del tiempo —esa pérdida permanente de velocidad, la elasticidad que se esfumase multiplica, metastatiza y se convierte en tu vida misma?
El tiempo pasa.
¿Es posible que yo jamás me lo hubiera creído?
¿Acaso me creía que las noches azules podían durar para siempre?
_ Joan Didion, Noches azules
_ Gesa Lange, Fibril
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tgyverse · 1 month
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― 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐀𝐈𝐋𝐘 𝐏𝐑𝐎𝐏𝐇𝐄𝐓.
18 de agosto de 198x.
página 10: MUJER DESAPARECIDA ES HALLADA EN LAS AFUERAS DE LONDRES.
Lily Potter, de 26 años, quien fue reportada como desaparecida hace unas semanas, fue encontrada esta noche por el heroico cuerpo de aurores. La bruja fue encontrada sin ningún tipo de heridas, sin embargo los sanadores que le atendieron advirtieron de un caso de falta de memoria. "Creemos que no existieron terceros en el acto de desaparición y muy posiblemente la señora Potter sufrió de un episodio de pérdida de memoria, lo que dificultó que recordara donde se encontraba" informó la jefa de aurores, Astraea Proudfoot. "No encontramos ninguna prueba de que se trate de un acto delictivo" aseguró. La aludida se encuentra actualmente siendo inspeccionada por sanadores en San Mungo para determinar la causa de su pérdida de memoria. (...)
PUNTOS IMPORTANTES:
Como se informó hace unas semanas, Lily fue secuestrada por un grupo de mortifagos al hallársele sospechosa de formar parte de la Orden del Fénix. A pesar de sufrir tortura, Lily no soltó ningún tipo de información. Al pensarla inservible, los mortifagos decidieron liberarla, no sin antes borrarle la memoria temporalmente. Este tipo de encantamiento involucra artes oscuras y, desgraciadamente, no cuenta con un contra hechizo. De momento Lily no recuerda más que su nombre, en próximos días estará recordando todo, sin embargo esta es información que, incluso los sanadores, desconocen, dada la rareza del encantamiento. Lily contará con un auror dedicado a su vigilancia, mandado por el Ministerio de Magia, el cual la seguirá a todas partes.
Pueden utilizar toda esta información para starters, convos o demás !!
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playas5ecretas · 6 months
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Gestos del cuerpo, escribiendo para idear / Gloria Anzaldúa
Cuando escribo de noche, soy consciente de la luna, Coyolxauhqui, flotando sobre mi casa. La imagino muerta y decapitada, una cabeza con los párpados cerrados. Pero luego sus ojos se abren y la miro dar luz a los lugares oscuros, la veo iluminarlos. Escribir es un proceso de descubrimiento y de percepción que produce saberes y conocimiento. A menudo soy llevada por el impulso de escribir algo, por el deseo y la urgencia de comunicar, de dar sentido, de que las cosas tengan sentido, de crearme a mí misma a través de este acto productor de conocimiento. Llamo a este impulso “la imperativa Coyolxauhqui”: una lucha por reconstruirse a una misma y sanar los sustos productos de heridas, traumas, racismo y otros actos de violación que hacen pedazos nuestras almas, nos dividen, disuelven nuestras energías y nos acechan. La imperativa Coyolxauhqui es el acto de convocar a que vuelvan esas partes de una misma, esas partes del alma que se han dispersado o perdido, es el acto de duelar las pérdidas que nos acechan. La bestia sombra y su ayudante desconocimientos (la ignorancia que cultivamos en orden de permanecer irresponsables y alejarnos del conocimiento), están tenazmente aferrados a nosotrxs. Lidiar con la falta de coherencia y estabilidad en la vida, así como el aumento de las tensiones y conflictos, me motivan para procesar la lucha. La aguda angustia mental, emocional y espiritual me motiva para escribir mi/nuestras experiencias. Más que eso, mis aspiraciones hacia la integración mantienen mi cordura, una cuestión de vida y muerte. Lidiar con (des)conocimientos, con lo que no quiero saber, abrir y cerrar mis ojos y oídos a las realidades culturales, expandir mi consciencia y mi percepción, o rehusarme a hacerlo, a veces, resulta en el descubrimiento de la sombra positiva: aspectos ocultos de mí y del mundo. Cada molestia es un grano de arena en la ostra de la imaginación. A veces, lo que se acumula alrededor de una molestia o una herida, produce una perla de gran revelación, una teoría.
Estoy en constante lucha con mis propias formas de producción cultural y con el rol que juego como artista. Al espacio donde doy esta lucha con mis creaciones lo llamo “nepantla”. Nepantla es el lugar donde mis códigos personales y culturales se chocan, donde me enfrento a lo que el mundo dicta, donde estos distintos mundos se fusionan en mi escritura. Soy consciente de varios nepantlas – lingüístico, geográfico, de género, sexual, histórico, cultural, político y social- cuando escribo. Nepantla es el punto de contacto y el lugar entre mundos, entre la existencia física e imaginaria, entre las realidades ordinarias y no-ordinarias (espirituales). Estas cuestiones de nepantla automáticamente se infunden en mi escritura: no tengo que lidiar yo misma con estos puntos particulares; estos nepantlas me habitan e inevitablemente emergen en cualquier cosa que esté escribiendo. Nepantlas son lugares de constante tensión, donde las piezas ausentes o perdidas pueden ser convocadas a volver, donde la transformación y la sanación son posibles, donde la totalidad se mantiene fuera de alcance, pero parece posible.
Escribo para “idear” –como se dice en español: “para formar o concebir una idea, desarrollar una teoría, inventar e imaginar”.
Mi trabajo es cuestionar, afectar y cambiar los paradigmas que gobiernan las nociones prevalentes de realidad, identidad, creatividad, activismo, espiritualidad, raza, género, clase y sexualidad. Para desarrollar una epistemología de la imaginación, una psicología de la imagen, he construido mi propio sistema simbólico. Mientras intento crear nuevos marcos epistemológicos, reflexiono constantemente sobre la actividad de idear. El deseo o la necesidad de compartir el proceso de “seguimiento” de las imágenes y la creación de “historias” y teorías me motivan para escribir este texto.
Existen pocos precedentes sobre las relaciones directas de lxs artistas con sus imágenes. Hay muy poca investigación directa, personal y artística, así que tuve que implicarme en mis propias experiencias y construir mis propias fórmulas. Intento dar testimonio de mi propio proceso y conciencia de escritora chicana. Soy la que escribe y se escribe. Últimamente es el escribir que me escribe. Me creo a mí misma en lo que “leo” y en lo que “hablo”. La escritura es donde cuestiono la realidad, la identidad, el lenguaje y las representaciones de la cultura dominante y de dominación ideológica.
Utilizando un enfoque multidisciplinario y un formato “narrativo”, teorizo sobre las luchas propias y ajenas por la representatividad, la identidad, la propia inscripción y las expresiones creativas. Cuando “me hablo” en escrituras creativas y teóricas, estoy constantemente cambiando de posición –lo cual implica considerar remolinos ideológicos, disonancias culturales y la convergencia de mundos rivales. Significa tratar con el hecho de que yo, como la mayoría de las personas, habito en diferentes culturas y, al cruzar a otros mundos, giro hacia o me alejo de las perspectivas de cada uno; significa vivir en espacios liminales, en nepantlas. Focalizándome en la experiencia e identidad chicana/mestiza (mexicana tejana) en distintos ejes –escritora/artista, intelectual, académica, profesora, mujer, chicana, feminista, lesbiana, de clase trabajadora- intento analizar, describir y recrear estos desplazamientos identitarios. Hablar desde geografías de distintos “países” me vuelve una hablante privilegiada. “Hablo en lenguas” –entiendo los lenguajes, las emociones, los pensamientos y fantasías de las varias sub-personalidades que me habitan y los varios suelos desde donde hablan. Para hacerlo, debo descifrar cuál persona (yo, ella, vos, nosotrxs, ellxs), qué tiempo (presente, pasado, futuro), qué lenguaje y registro, desde qué voz o estilo hablar. La formación de la identidad (que implica “leerse” y “escribirse” a una misma y al mundo) es un proceso alquímico que sintetiza dualidades, contradicciones y perspectivas desde estos diferentes yoes y mundos.
En estas auto-etnografías soy a la vez observadora y participante –simultáneamente me miro a mí misma como objeto y sujeto. En un abrir y cerrar de ojos, desdibujo las fronteras entre sujeto y objeto, de clase o género, entre otras. Mi postura metodológica emerge en el proceso de escritura, y así también mi teoría. Trato a todos mis trabajos, incluidos estos capítulos, como ficción o poesía.
Al formular nuevas formas de conocer, nuevos objetos de conocimiento, nuevas perspectivas y nuevos ordenamientos de las experiencias, lidio, casi inconscientemente, con una nueva metodología –una que espero no reafirme los modos predominantes. Llego a saber cómo “leer” y “escribir”; llego al saber y al conocimiento a través de imágenes e “historias”. Uso varios formatos narrativos consistentes con las experiencias sobre las que reflexiono, y uso cualquier lenguaje y estilo que se corresponda con la forma en que trabajo. Creo que la meditación y la percepción consciente sobre la significación de la imagen promueve (y no obstruye), en mí, su creadora, y en usted, su lectorx/intérprete/co-creadorx, la producción de la obra. Obtengo marcos de referencia a través de teorizar experiencias cotidianas, al permitirle a las imágenes que me hablen a mí y a través de mí, imaginando mis caminos a través de las imágenes y siguiéndolas a sus profundos cenotes, dialogando con ellas, y traduciendo lo que he vislumbrado. A veces la sombra bloquea este proceso y domina mi conducta, haciendo este proceso doloroso.
No puedo usar el lenguaje tradicional para describir, referirme o contener las nuevas subjetividades. Usando métodos primarios de presentación (auto-historia) antes que métodos secundarios (interpretar las concepciones de otras personas), reflexiono sobre los aspectos psicológicos/metodológicos de mi propia expresión. Examino mis heridas, toco mis cicatrices, mapeo la naturaleza de mis conflictos, canturreo a las musas que persuado para inspirarme, me arrastro en la forma que toma la sombra, y trato de hablarles.
Los métodos tienen supuestos subyacentes, posiciones teóricas implícitas y premisas básicas. Hay dos puntos de vista: el perceptual, que tiene una realidad literal; y el imaginario, que tiene una realidad psíquica. Al elaborar imágenes en historias (la historia que cuento sobre las imágenes) uso pensamiento imaginativo, empleo una consciencia imaginativa. Me guía el espíritu de la imagen. Mi naguala (daimon o espíritu guía) es una sensibilidad interna que guía mi vida –una imagen, una acción, o una experiencia interna. Mi imaginación y mi naguala están conectadas, son aspectos del mismo proceso, de la creatividad. A menudo mi naguala me lleva hacia cosas que son contrarias a mi voluntad y a mi propósito (compulsiones, adicciones, negatividades), y resulta en un impasse angustiante. Sobrellevar estos impasses es parte del proceso. Este modo de percepción es un tipo de pensamiento mágico: lee lo que sucede en el mundo exterior en términos de mis intensiones e intereses personales. Usa los acontecimientos externos para dar sentido a mi propia creación de mito. El pensamiento mágico no es valorado tradicionalmente en la escritura académica.
Mi texto es sobre la imaginación (la facultad de la psique para crear imágenes, el poder de producir ficción o historias, películas internas como la holocubierta de Star Trek), sobre la “imaginación activa”, ensueños (soñar despiertx), y sobre la interacción consciente entre éstos. Estamos conectadxs con el cenote a través del árbol de la vida, individual y colectivo, y nuestras imágenes y ensueños emergen de esa conexión, desde el ser-en-comunidad (interior, espiritual, natural/animal, racial/étnica, de intereses, vecindario, ciudad, nación, planeta, galaxia y universos desconocidos). Uso soñar o ensueños (hacer imágenes) para darme cuenta de lo que está mal, predecir eventos actuales o futuros; y establecer conexiones ocultas, desconocidas, entre la experiencia de vida y la teoría. Este texto es sobre los momentos de sufrimiento que disparan pensamientos, reflexiones y contemplaciones imaginativas. Se enfrenta indirectamente con los símbolos con los que asocio ciertas experiencias y procesos arquetipales:
Los pensamientos pasan como ondas a través de su cuerpo, haciendo que un músculo se tense por aquí, se afloje por allá. Todo pasa por la piel, los ojos, los oídos. Ella experimenta la realidad físicamente. No existe una acción por fuera de lo físico. Toda acción es el resultado de una decisión, de un conflicto interno, una lucha, resolución o estancamiento. El cuerpo siempre refleja actividad interior. “Espanto” en Los sueños de la Prieta.
Para mí, escribir es un gesto del cuerpo, un gesto de creatividad, un trabajo de adentro hacia afuera. Mi feminismo se basa en realidades corporales, no en abstracciones incorpóreas. El cuerpo material es el centro, y es central. El cuerpo es la base del pensamiento. El cuerpo es texto. Escribir no se trata de estar en tu cabeza; se trata de estar en tu cuerpo. El cuerpo responde física, emocional e intelectualmente a estímulos internos y externos, y el escribir guarda, ordena y teoriza estas respuestas. Para mí, el escribir comienza con el impulso de superar barreras, dar forma a ideas, en imágenes y palabras que viajen por el cuerpo y hagan eco en la mente, creando algo que antes no existía. El proceso de escritura es el mismo proceso misterioso que usamos para hacer el mundo.
Hay una diferencia entre hablar con las imágenes/historias y hablar sobre ellas. En este texto pretendo hablar con las imágenes/historias, meterme en el proceso creativo y espiritual, y con sus aspectos rituales. Al promover la relación entre ciertas imágenes y conceptos y mi propia experiencia y psique, fusiono narrativas personales con discursos teóricos, viñetas autobiográficas y prosa teórica. Creo un género híbrido, un nuevo modo discursivo, al que llamo “auto-historia” y “autohistoria-teoría”. Conectando experiencias personales con realidades sociales, obtengo auto-historia, y teorizando sobre esta actividad, desemboco en autohistoria-teoría. Esta es una forma de inventar y producir conocimiento, sentido, e identidad a través de auto-inscripciones. Al hacer ciertas experiencias personales el objeto de este estudio, borro también las fronteras entre lo público y lo privado.
Al escribir este libro, tuve que descifrar cómo imaginar/crear/descubrir ciertos conceptos/teorías, cómo darle forma a cada ensayo, su estructura y diseño –en otras palabras, tuve que mapear el universo de cada ensayo, despejar su terreno. Hago estos descubrimientos mientras escribo, y no antes. Descubro y libero la energía que da forma a cada trabajo, descubro sus premisas, argumentos y contra-argumentos, ideas principales y su arco narrativo. Rastreo aquello que subyace a la idea original, sigo hasta su punto de inflexión, su dinámica emocional y la conexión entre sus partes. Trato a cada ensayo como si fuera una historia, con antagonismo, diálogo, crisis, clímax, resolución y poética. Considero varios aspectos de un borrador: su técnica narrativa, el uso del lenguaje –cuándo es necesario el uso del español, cuando el uso de lenguaje teórico es pertinente o el uso de lenguaje coloquial es apropiado.
No escribo desde una posición disciplinaria única. Escribo desde afuera de una lengua oficial teórica o filosófica. La mía es una lucha por el reconocimiento y legitimidad de aquellxs excluidxs, especialmente mujeres, personas de color, queers y otredades. Organizo y ordeno estas ideas como “historias”. Creo que es a través de la narrativa que terminás de entenderte y conocerte, y que el mundo cobra sentido. A través de narrativas es que formulás tus identidades, al ubicarte inconscientemente en narrativas sociales que no fueron hechas por vos. Tu cultura te da la historia de tu identidad, pero en un buscado rompimiento con la tradición creás una historia alternativa.
Este libro contiene muchos tipos de “narrativas” que hacen a mi vida: feminismo, raza, etnicidad, queericidad, género, práctica artística. Trata de los procesos que ocurren al leer, escribir y hacer otros actos creativos. Mientras se lee o se escribe un libro suceden imaginaciones chamánicas. Los “vuelos” controlados a los que nos envía la lectura o escritura son una suerte de “ensueños”, similares a los procesos del sueño o la fantasía, parecidos a los vuelos mágicos de los viajes chamánicos. Mi imagen de los ensueños es de la Llorona montada en un caballo salvaje, volando. En una de sus facetas es vista como una mujer con cabeza de caballo. Me “apropio” de las figuras, símbolos y prácticas de la cultura indígena mexicana, como Coyolxauhqui. Uso figuras imaginales (arquetipos) del mundo interno. Me detengo en el rol de la imaginación en el viaje a realidades “no ordinarias”, en el uso de lo imaginante en el nagualismo y su conexión con la espiritualidad de la naturaleza. Este texto trata sobre actos de vuelo imaginativo en la realidad y las construcciones y reconstrucciones de la identidad.
Al re-escribir narrativas de identidad, nacionalismo, etnicidad, raza, clase, género, sexualidad y estética, intento mostrar (no sólo nombrar) cómo sucede la transformación. Mi trabajo no es sólo interpretar o describir realidades, sino crearlas a través del lenguaje y la acción, los símbolos y las imágenes. Mi tarea es guiar a lxs lectorxs y darles el espacio para co-crear, usualmente en contra de la cultura, familia y mandamientos del ego, en contra de las censuras internas y externas, en contra de lo que dictan los genes. Desde la infancia nuestras culturas nos inducen a estados de semi-trance de la consciencia ordinaria, a estar de acuerdo con las personas que nos rodean, a creer que todo está bien como está. Es extremadamente difícil cambiar el enfoque y salir de este trance.
Este texto cuestiona sus propios intentos de formalización y ordenamiento, sus propias estrategias, las maquinaciones del pensamiento mismo, de la teoría formulada en un nivel de discurso experiencial. Explora las variadas estructuras de la experiencia que organizan mundos subjetivos, e ilumina el sentido en la experiencia y conducta personales. Entra en diálogo con la nueva historia y la vieja, e intenta revisar la historia oficial. Espero contribuir en el debate entre académicxs activistas al tratar de intervenir, interrumpir, desafiar y transformar las estructuras de poder existentes que limitan y constriñen a las mujeres. Mis principales campos disciplinares son la escritura creativa, el feminismo, el arte, la literatura, la epistemología, así como los estudios espirituales, raciales, de frontera, Raza y étnicos. Al cuestionar sistemas de conocimiento, intento agregar o alterar sus normas y hacer cambios en estos campos presentando nuevos modelos teóricos. Con el nuevo tribalismo desafío las narrativas nacionalistas chicanas (así como otras). Mi dilema y el de otras escritoras chicanas y mujeres de color, es doble: cómo escribir (producir) sin ser inscrita (reproducida) en la estructura blanca dominante, y cómo escribir sin reinscribir y reproducir aquello frente a lo que nos hemos rebelado. Nuestra tarea es escribir en contra del decreto de que las mujeres deben temerle a su propia oscuridad, de que no la abordemos en nuestras escrituras. Nuestra tarea es imaginar a Coyolxauhqui, no muerta y decapitada, sino con los ojos bien abiertos. Nuestra tarea es iluminar la oscuridad.
Prólogo a la edición en inglés de Light in the dark/Luz en lo Oscuro. Traducción Violeta Benialgo y Valeria Kierbel. Editorial Hekht (2015).
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ateneanike · 7 months
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Arquímedes fue sin lugar a dudas un adelantado de su tiempo pues sus teorías sobre los cálculos de las áreas y los volúmenes de superficies curvadas y planas no fueron ratificadas hasta muchos años después.
No sólo realizaba cálculos complejos sino que también inventó diferentes aparatos que luego se convirtieron en instrumentación militar y civil, como es el caso de la polea, palancas, o del invento de la catapulta. Otra de sus invenciones fue el del "tornillo sin fin" que lo ideó durante su estancia en Alejandría, éste servía para elevar el nivel del agua, y fue ampliamente utilizado por los romanos.
Los inventos no conformaban la parte más puntera de Arquímedes, pues para él eran simples juegos o plasmaciones de ideas, su verdadero punto fuerte estaba en los razonamientos matemáticos y uno de ellos y quizás el más famoso fue el principio de Arquímedes por el cual: "todo cuerpo sumergido en el agua experimenta una pérdida de peso igual al peso de volumen del fluido que desaloja".
Según parece esta teoría se le ocurrió estando en la bañera pues se dio cuenta que al sumergirse dentro de la misma el agua rebosaba pronunciando tras ello la famosa palabra : "eureka" , o lo que es lo mismo "lo encontré". Es posible que este hecho no fuera verídico.
Otro de sus variados inventos fue un sistema de espejos que creaban reflejos de luz ocasionando la pérdida de visibilidad a los barcos enemigos, haciéndolos chocar contra los acantilados. Lo que sí es cierto es que fue un hombre eminente y un matemático magistral.
Se conservan algunas de sus obras como El arenario, Sobre la esfera y el cilindro o el Tratado de los cuerpos flotantes, máximos exponentes de las matemáticas actuales.
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actnod · 1 year
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𝐂𝐈𝐄𝐑𝐑𝐄 𝐃𝐄 𝐀𝐂𝐓𝐈𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃 ;
El tintineo de los gashapones se desvanece en el aire mientras los vástagos dejan atrás aquellos saturados callejones de Harajuku, la hora del sorteo llega más rápido de lo esperado y lienzo que comienza a teñirse de pálido azul es la señal. Estrellas que desvanecen ante el avance de la luz obligan a los vástagos a reunirse de manera rápida en el punto de partida. ¿Qué tan egoístas han sido los hados del destino contigo esta noche? ¿Logras salir del colorido distrito con un truco especial bajo la manga? Mientras algunes gruñen por sus pérdidas, otres celebran que su esfuerzo ha sido recompensado. Pero aquellos cánticos victoriosos se ven opacados por la manera en que sombríos guardias de la Camarilla se acercan a robar aparente tranquilidad. No hay más que órdenes inconclusas del Príncipe y una obligación a reunirse en el Elíseo: intriga es única guía en lo que cuerpos desconcertados se alejan de la diversión. Uno a uno, los vástagos son escoltados desde las esquinas más recónditas de la ciudad hacia las imponentes puertas del Suntory Hall. Bajo la protección diurna de los pasajes secretos que la Camarilla ha construido en el subterráneo, en coches de patrulla civil o en alguno de los tantos autos que se atribuyen a la adicción de derroche de Kiyoshi, tramo es tan rápido como pueden proveer — aunque no estás segure de sí protección es contra ti mismo o contra los demás, especialmente cuando ves a extraño grupo de vástagos ser detenidos por mismos uniformados.  Ryota, Nara, Satomi, Ryan. Rostros que habías perdido rastro en algún punto de la noche, que se te hacen conocides por la frecuencia en que también han asistido a los últimos encuentros, son aprisionados por guardias que están lejos de lucir ansiosos como los que te escoltan a ti, tan pendientes de mantenerte en vida como no levantar sospechas humanas.  El trato contra los otros se traza de tanto desdén que muchos bufan que han quebrado una tradición, ¿tendrá que ver con lo de Mihara Naoki? Los nombres de Kirino y Maya son murmurados de un momento a otro en mismo bullicio, mas sólo las notas al llegar al Elíseo.¿Que ha sucedido en el transcurso de tiempo que no se ha sabido de estos vástagos? ¿Alguien se habrá tomado demasiado en serio su propia avaricia? ¿Será que el sermón resultará una pérdida de tiempo? ¿Qué tiene que ver esto contigo?
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐎𝐎𝐂.
⦾ Los sucesos narrados han sido vivenciados por todos los personajes de primera mano y quedará en elles qué pudieron ver entre la cantidad de vástagos presentes.  
⦾ El tiempo límite para cerrar toda interacción correspondiente a la actividad actual será hasta la publicación de la siguiente. La segunda parte de la actividad comenzará el día de mañana, MIÉRCOLES 20 DE SEPTIEMBRE, a las 15 HRS GMT-6. 
⦾ Cualquier consulta, les recordamos que estamos a su disposición y a tan solo un mensaje de distancia. ¡Nos seguimos leyendo!
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