Amar a un hombre es amar su esencia, y sus valores, respetar sus decisiones, admirar su carácter y bendecirlo con el constante abrazo de tu fe. Amar a un hombre es acompañarlo en el dolor y la alegría, ser su confidente y su amiga. Amar a un hombre es comprenderlo sin juzgarlo, es estar para abrazarlo y consolarlo. Es compartir su suerte y su destino, ayudarlo a labrar su camino, y señalarselo con humildad si se ha extraviado. Amar a un hombre es ser incondicional y leal, es agradecer todo lo que es y da, es pedir a diario por su bienestar y seguridad. Amar a un hombre es aceptarlo tal cual es, luz y sombras, heridas y cicatrices, sus historias, su pasado, mientras se vive el presente y se forja un mejor futuro. Amar a un hombre es querer entregarle todo lo que eres y potenciarlo, ayudarlo a cumplir sus sueños y seguir soñando. Amar a un hombre es verlo con los ojos de tu alma porque te los has limpiado y vertirse con sinceridad y pureza de corazón porque primero te has reconocido y te has amado, porque amar a un hombre también es amarte a ti misma pues solo así, llena y consciente de ti, podrás amarlo como el amor verdadero pide lo hagas.
"Estuve pensando que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida.”
Tengo la memoria frágil cuando se trata de ti, y buscar tu presencia entre las letras se convierte en mi intento de acercarme más. Una sonrisa atrapada en los pequeños abriles que solíamos compartir, esos meses estacionados como una primavera suspendida en un equinoccio amarillo. Intento sentir y, al mismo tiempo, evitar; viajar para escapar del recuerdo que compartimos alguna vez. Solo pido que la vida me permita tocar ciertos lugares sin desvanecer el olor a antiguo que guardo para retener a personas.
No sé a dónde te has desvanecido, pero sé que te llevaste contigo una parte de mí. Algo que, evidentemente, nunca podré recuperar. Una sonrisa forzada con un paso en falso, un realismo al que aún me resisto a enfrentar. Tú al otro lado de la vereda y yo con un pequeño impulso de saltar.
Dos voces, dos bocas, dos savias, dos latidos, dos deseos, dos instintos, dos mundos... Una explosión.
Ya no se vuelve a ser el mismo una vez que chocas con otro mundo, con otro nombre... Con ese que te hace cometer locuras, que se adhiere a la piel y que una vez que se marcha te desgarra por dentro su separación.
Así yo, mi cielo. Así con usted que pasó por mi vida como un tornado y ahora no sé cómo ni dónde encontrar mis piezas.