Tumgik
#se me heló la mano
pedripepinillo · 2 years
Note
"no, you can stay, I don't mind." con pedriii
“sólo por esta noche.” con pedri:
prompt: [no, you can stay, i don’t mind]
advertencia: lectora fem y un fluff re rancio.
Tumblr media
odiabas los apagones.
y bien podría ser porque tenías un miedo incierto a la oscuridad, pero te costaba aún cuando ya eras algo grande para tener esa fobia en particular.
te encontrabas a ti misma mirando videos de horror en tu habitación, tenías todas las luces encendidas porque sabías que te daban miedo, pero no demasiado porque también sabías que tu roomie estaba ahí para ti.
aunque no todo podía recaer en tu compañero de apartamento, pedri, pues era un tanto frío y distante de vos.
así que cuando las luces de tu pieza se cortaron repentinamente y tu laptop se apagó de la nada, no dudaste en pegar un grito pequeño por culpa de la sorpresa.
tu habitación se sentía fría y solitaria, y comenzaste a recordar todo el contenido de los videos que habías visto hace unos momentos.
odiabas sentir miedo, pero era adictivo ver contenido de horror.
“¿qué hago ahora?” dijiste en voz baja más para vos que para alguien más. pensaste en ir a buscar velas pero te aterraba pasar por el pasillo de la cocina hasta la sala, donde se encontraban las velas.
así que hiciste lo más maduro que pudiste hacer. ir a buscar a pedri para que él te acompañara por las velas. si, eso era lo ideal.
por suerte sus piezas estaban una frente a la otra, así que te encaminaste con todo el valor que tenías y tocaste dos veces la puerta para ver si te abría.
“pasa” dijo sin más, y vos abriste para encontrarte con pura oscuridad.
lo único que iluminaba era la luz de la luna colándose por la ventana cerrada, pues el frío que hacía estaba tremendo.
“hola” dijiste aún parada bajo el marco de la puerta.
“hola.” su voz tan apagada y sin emoción te heló la sangre.
no sabías que decir, no sabías como confesar que le tenías un miedo terrible a la oscuridad.
“se ha ido la luz”
“si, lo sé, yo también tengo ojos”
por su contestación supiste que no estaba de joda, así que entraste de una vez por todas al cuarto y cerraste la puerta detrás de ti.
“quería saber si me podías acompañar a buscar unas velas…”
pedri te miró, luego miró al suelo y después otra vez a vos.
“están en el gabinete debajo de la televisión.”
pedri era tonto, pensabas, porque no entendía indirectas.
“si pero quería saber si vos podías venir conmigo para buscarlas.” le dijiste ahora en un tono más directo.
él solo parpadeó.
“¿por qué no vas tú sola?”
suspiraste pesadamente. “es que quiero que vayas tú conmigo.”
“¿por qué tan insistente? solo son velas, están a menos de cinco metros de ti, tan solo podrías dejar de perder el tiempo estando acá e ir a buscarlas de una vez por todas.”
tu paciencia estaba por acabarse. claramente tu compañero no quería ir contigo, pero tenías tanto miedo de que te saliera un scp que no dudaste en renegar en tu sitio.
“¿por favor?”
entonces notaste la sonrisa que se formó en su rostro cuando pronunciaste aquellas palabras.
“viste, era tan facil como decir ‘por favor’, andando.” se levantó de su cama para caminar junto a vos hasta la sala de estar.
todo estaba oscuro y tu mente no dejaba de imaginarse sombras y formas tétricas.
“¿puedo tomar tu mano?” preguntaste con la voz temblorosa. te daba vergüenza pero la dejabas a un lado por el miedo que tenías.
“no seas ridícula.” dijo y tu miraste al suelo por el rechazo que habías vivido.
pedri era un chico de pocas palabras y emociones duras. recuerdas la primera vez que lo viste en la facultad, él era del equipo de fútbol y vos tan solo eras nueva en la clase de fotografía. cuando te dejaron el deber de tomarle fotos a los deportistas, notaste a pedri como uno de los mejores en su área. luego buscaste un apartamento cerca de la universidad, y casualmente pedri estaba en busca de un roomie. al principio todo era difícil porque rara vez te dirigía la palabra, pero cuando comenzaste a cocinar para dos y no solo para vos, notaste que de a poco te agarraba confianza.
aún así no hablaba mucho.
“listo.” escuchaste la manera en la que cerró el gabinete, lo seguiste por su sombra hasta su habitación.
al entrar todo estaba nuevamente oscuro. esperaste parada a que pedri encendiera la vela y pronto, se hizo la luz.
“gracias” dijiste. ahora tenías luz para irte a tu habitación tranquilamente, pero no querías irte, ese era el problema.
aún con la vela te daba miedo, así que te hiciste un espacio en la cama de tu roomie.
“¿qué haces?” preguntó mirándote.
“me estoy sentando.”
“eso es obvio, pero, ¿por qué en mi cama? ya te encendí la vela…”
pensaste rápidamente en una excusa para quedarte. bien podrías haber dicho la verdad y decirle que necesitabas pasar más tiempo con él porque se te hacía la persona más interesante, inteligente y, bueno, atractivo.
pero no ibas a decir eso.
“uhm… es que hace como frío…”
entonces pasó lo que nunca te imaginaste que pasaría.
pedri te tomó por el brazo y te jaló hasta su costado, te acostó justo a su lado con una almohada bajo tu cabeza y te subió una de sus piernas sobre las tuyas. también aprovechó a taparte con su manta.
ahora estaban literalmente abrazados.
pasaron de 0 contacto a 100 de contacto. justo cuando pensabas que él te odiaba, los lugares cambiaron rápidamente.
“¿q-qué haces?” preguntaste en voz baja porque si hablabas normal estabas segura de que por la cercanía que tenían, lo dejarías sordo.
“dijiste que tenías frío.”
“oh.” te acurrucaste más en su pecho solamente aprovechando el abrazo. “gracias”
no te respondió, pero estabas nerviosa.
y cuando estabas con los nervios al tope, no sabías como cerrar la boca.
“¿sabes? pensé que me odiabas cuando llegue al apartamento pero ahora no siento eso, pienso que podríamos ser buenos amigos, digo, estamos todo el día acá y a ti te gusta la comida que hago, así que un día podríamos cocinar juntos…”
“deja de hablar”
“si, perdón”
entonces se hizo el silencio. lo único que podrías escuchar era la respiración de pedri mezclándose con la tuya. sus brazos medianamente fuertes te apretaban con fervor y su pierna un tanto pesada se enredaba con la tuya.
no podías cerrar los ojos.
pasaron unos cuantos minutos donde mirabas el techo buscando formas, pedri parecía estar tan tranquilo o bien, dormido.
entonces escuchaste como el microondas sonó, y luego la luz de la habitación se encendió por si sola.
sabías que era hora de volver a tu pieza, pues la luz había regresando.
“pedri” lo moviste, pero él solo se quejó. “hey, pedri” picaste su mejilla con tu mano libre y lo viste abrir los ojos un tanto perdido.
“¿qué pasa?” su voz ronca era sumamente atractiva. no pudiste dejarla pasar, y sabías que reinaría en tu mente todo el jodido mes.
“regresó la luz.”
“¿y eso qué? déjame dormir, estas cómoda.” dijo mientras se acomodaba en tu pecho, su cabeza justo en donde latía tu corazón tan fuerte por la cercanía.
“debo regresar a mi habitación, no quiero molestar.”
tomo tu mano congelada y la guardó en la suya más bien tibia. nunca rompió contacto contigo, su piel caliente irradiaba paz.
“no. puedes quedarte, no me molesta.”
asentiste sorprendida, su agarre se intensificó y podías escuchar su corazón latiendo tan fuerte y rápido que por un momento pensaste que los sentimientos eran mutuos.
lo más importante era que te dejó quedarte junto a él sin importarle que la luz había llegado.
“bien, gracias.” sonreíste. “tu también estás cómodo.”
“pero sólo por esta noche.”
77 notes · View notes
Photo
Tumblr media
ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤdrift, 1930 ㅤㅤ       A la deriva va, a costas del primer bus que se detuvo por ella para quien vaya a saber donde y por qué. Va porque no recuerda lo que tiene, lo que es un hogar, por eso a la deriva va, deseando encontrar un nuevo lugar.     Letárgica, amodorrándose mientras observa la basura piruetear con cada repentina prominencia del descuidado sendero donde el bus era lo único en movimiento, donde solo ella y el chófer se zambullían cada vez más en el lóbrego bosque sur de Shimane. Quien sabe donde se dirige, pero ni ella ni él tienen intenciones de hablar con el otro. Quiere que le lleven, pero no precisamente el andrajoso hombre con el nón lá a cargo del bus. Morfeo llevaba días pasando de ella, burlándose en el jolgorio que se galardonaba con cada sobresalto de la exhausta muchacha de ojos hundidos en bruna extendida hasta sus prominentes pómulos que ya no podía lucir dentro del aciago semblante que cargaba con pena.     Brazos cruzados cubren su vientre, la cabeza le comienza a sobre-pesar de nuevo. Son sus párpados los que guían la caída a un sueño profundo que anhela enfática, pero es ahí cuando en su regazo golpea un cúmulo de hojas que le devuelve el alma al cuerpo para su muy mala fortuna. Se reincorpora para encontrarse al acecho de un infante de pie en el pasillo del autobús. El bus había parada en un oscuro paraje del que solo podía ver árboles y más árboles con humilde bruma, pero era lo de menos. Lo inquietante sino, era que dentro del trayecto de casi dos horas jamás había visto o escuchado al pequeño de calcetas altas y extremadamente sucias. Su apariencia descuidada le recordaba a ella, lo que despierta cierta compasión por el niño. Tenía una mirada fría, ojos caídos y labios trizados que seguía mordiéndose él mismo hasta empapar en sangre y lamer el propio carmín. Rin le mira fijamente surcando una media-sonrisa que a mitad de vuelo aprecia que no era agradecida ni mucho menos sería correspondida; él solo apunta el libro y demanda.     «Léelo, Hito-Rin chan. Anda, lee el cuento para mí», siente el suplicio en su voz, mas su rostro -a diferencia del de ella- no se inmuta en lo más mínimo. No puede encontrar razón en el juego de palabras que usa con su nombre, cree que se trata de una broma y aguda coincidencia de esas que pasan una vez en la vida, pero aún así culpa en silencio a su sonambulismo el posible delator. Aún algo aturdida por la sorpresa, de todos modos la muchacha inclina el rostro y abre el cuaderno hecho a mano en la primera hoja, pero solo encuentra rugosidad y pliegues de acarreos. Estaba vacío, tan vacío como las palabras del niño, tan vacío como la mirada que le tiraba encima y ella atisba con timidez. No había nada por más que corra de página en página. Su entrecejo se frunce y pestañea deseando no estar dentro del juego más sucio de su mente, mas toda curiosidad incrementa cuando de improvisto los zapatos de charol del niño golpetean el piso de lata del autobús, corriendo hacia la salida de éste. Le sigue con la mirada inquieta, sin saber qué hacer con el olvido del niño. Lo ve bajarse de un salto y solo atina a golpear con sus nudillos el vidrio hasta hacer que él se detuviese en el paradero. Se heló por un instante, estremecida por el hecho de que le permitió finalmente ver una nimia emoción en su rostro, una sonrisa que le tensa los músculos en conjunto al bochorno de estar creando tal alboroto.     — ¡Espera, se te ha quedado esto! — vocifera mortificada por el dolor de su mano contra le vidrio, no pensándosela demasiado para hacerle copia y seguirlo abrazando el cuaderno contra su pecho. Con sumo cuidado dio un salto bajo el transporte, extendiendo desde el primer momento lo que a él le pertenecía y yace en otros brazos. Inclinó el torso en una venia que perduró hasta llegar lo que consideró más cerca del más bajo. — Por poco y me quedo con esto… — él no reacciona y ella retoma el palique. — Lo siento. Ten, te pertenece. — respinga su corazón cuando él solo se echó a reír dejándola sin comprender qué era lo gracioso de lo que decía o hacía. Segundos más tarde, antes de que se permitiera hablar una vez más, el infante retomó la carrera lejos de ella, esta vez adentrándose en el oscuro sendero a su derecha. Se arma una maraña intangible en su mente llena de posibles respuestas y más preguntas, viendo inmóvil al pequeño correr hasta perderse entre la oscuridad, dejándola con las palabras en boca cerrada, pero eso no se logró comparar siquiera como la finura de un mísero cabello a la inquietud que sintió cuando el motor del autobús encendió y emprendió marcha sin ella y con su maleta.     — ¡No se vaya sin mí, espere! ¡Por favor espere! — vocifera desgarrándose la garganta, mientras corre y corre, con la esperanza absurda de alcanzar cuatro ruedas que llevan dos luces desvaneciéndose entre más y más se hundía en la espesura del bosque. Se detiene al inicio del puente que separa la más espesa bruma de ella y que no le daba buena espina. Solitaria la muchacha, voltea en vano, porque solo la acompaña la profundidad del bosque. Acongojada la muchacha, empuña su diestra y comienza a golpear su propio muslo ignorando el dolor. Quiere despertar de aquella pesadilla, quiere abrir los ojos y volver a ver el aburrido pico del nón lá y volver al tintineo de la basura contra el suelo que le estaba generando menos dolor de cabeza que aquella abstracta película a la que se había metido sin buscarlo. Quiere despertar, quiere hacerlo lo antes posible, pero no lo logra por más fuerte que sean sus golpes. Encorvada, camina hacia el titilar del foco ligeramente abatido a un lado del paradero.     No había caso, por más dolor que se suscitara, seguía ahí, sola y desafortunada.     Tambaleante llego para deslizar el peso de su cuerpo contra el foco hasta que logra abrazar sus rodillas y esconder el rostro. Comienza una cuenta regresiva en su mente, calmando su agitada respiración, intentando desatar el nudo de su garganta, porque no puede siquiera llorar, solo clamar gritar por ayuda, pero su voz se había ido también, el parálisis la tenía ahí, solo con el cuaderno a su alcance. Las hojas se deslizan por sus piernas, hasta caer a un lado abierto, es justamente ahí cuando ve el dibujo en la tapa.      — ¿Eh? — dubitativa ladea el rostro, tomando de nuevo el cuaderno con cierto temor al contenido antes no visto.             “The Little Princess” Erase una vez una preciosa niña. Su amiga, la Princesa de la Rosa Roja, estaba siempre a su lado. Un día, su papá y su mamá murieron repentinamente. Y la princesa también desapareció, así que la niña se quedó totalmente sola. Entonces la pobre niña fue enviada a una casa extraña.          Suspira. Está sola, sola y perdida con un melancólico cuento de niños. Que pobre chica más desafortunada.
0 notes
bookishnerdlove · 2 years
Text
BALL - Capítulo 149
Tumblr media
¿Eso giró? Elaine miró fijamente a Sidrain, quien estaba decidido a matar el cuerpo original que se convertiría en su hijo, aunque todavía no sería más que una combinación del tamaño de un mijo para ser llamado su hijo normal. Sobre todo, esta decisión excluye completamente el libre albedrío de Iris. También me gusta bastante el control, pero este es un bastardo de dinero total. ¿Cómo le das mi bebé a estos cachorros? Elaine frunció el ceño y levantó su maná. Si Sidrain intentaba hacer algo extraño, planeaba responder de inmediato. De todos modos, este niño es el hijo de Iris. Era asunto de Iris decidir, no asunto del rey y este joven bastardo tocar el cuerpo de Iris. "¿Quieres probarlo conmigo?" Sidrain miró a Elaine con ojos fríos. En su mano estaba la espada demoníaca ardiente, Testalosa. "¿Qué más no podría hacer, Su Alteza?" "Te arrepentirás." "Prefiero hacer algo que ver a mi hija llorar por la pérdida de su bebé". "Dame la oportunidad de saltar" Fue el momento en que Sidrain le heló el cerebro. Iris abrió los ojos. La primera persona en correr fue Sidrain. Hábilmente pisó los pies de Elaine y corrió, haciendo que Elaine se inclinara con un aww. Mientras tanto, sentado en el mejor asiento, Sidrain rozó la mejilla de Iris. "Hola preciosa. despertó." “Oh, ¿me caí? Correcto. Estoy embarazada." Iris habló con tanta calma que los ojos de Sidrain, Elaine e incluso Vivian se abrieron como platos. ¿qué? ¿Estás embarazada? ¡¿Cómo puedes hacer eso fácilmente?! Las manos de Sidrain temblaron. Miró a Iris con incredulidad. “Al, ¿estabas ahí?” "eh. Es mi cuerpo.” Alguien entró en el cuerpo. El nuevo tejido conectivo se asienta y el útero crece dentro del cuerpo. Cambios en el poder mágico. Puedo sentir esas cosas, pero no sé si estoy embarazada. Mientras Iris sonreía, Sidrain inconscientemente agarró sus delgados hombros. "Lo sé, pero ¿todavía estabas?" ¡Debería haberlo quitado de inmediato! ¡Podría matarte! Era el momento en que Sidrain estaba a punto de gritar. Iris inclinó la cabeza. “Por supuesto que no estaba solo”. Iris estaba ocupada. Tan pronto como me di cuenta de que estaba embarazada, revisé todos los libros antiguos. Tuvo que estudiar varias cosas, desde cómo quedar embarazada de manera segura hasta cómo adaptarse a las alteraciones mágicas. Estudié hasta el punto de que no podía dormir bien todas las noches. Y fabricó todo tipo de reactivos. Mientras tanto, tuvo que maldecir, así que estaba realmente ocupada sin pestañear. “… … ¿Él era él?” "por supuesto." "Te estabas preparando". “Claro, Sid. El embarazo es un gran problema para un mago. Oh, no eres un mago, así que no lo sabes.” Esto puede suceder. ¿Cómo puede un nerd mágico como tú entender mi arduo trabajo? necesito entender todo Eso estaba escrito en el rostro de Iris. Sidrain estaba aturdido y no podía hablar. Un breve momento de angustia y locura volaba por algún lado. El momento de destrucción que se acercaba desapareció en un instante y solo se llenó la energía de primavera. "¿Pero de qué estabas hablando?" Iris preguntó con una sonrisa, y Elaine miró a Sidrain con una expresión podrida. "Bueno, ¿de qué estabas hablando?" Sidrain besó dulcemente el cabello rubio de Iris. “Una historia sobre lo hermosa, adorable y honorable que eres, mi reina”. Las expresiones de todos se estaban pudriendo y pudriendo, pero Sidrain se mantuvo firme. Es un hombre que ha superado el muro de hierro de Iris. De hecho, ese descaro también era como una montaña. :・゚✵ :・゚✧ :・゚✵ *:・゚✧:・゚✵ :・゚ Es un poco tarde, pero volvamos a cuando Iris descubrió que estaba embarazada. "¿quién eres?" Los magos se ocupan de sus sueños de todo corazón. Memorizan, escriben o materializan fórmulas mágicas en sus sueños. El tercero fue el más. Un sueño es un espacio muy preciado. Incluso si la magia falla, nadie puede resultar dañado. Lo mismo sucedió con Iris. Últimamente había estado calentando su maldición sobre Margaret. Su maldición era condicional. De hecho, cuanto menos exigente sea la condición, y cuanto más fácil sea para Margaret cumplirla, menor será el precio. E Iris estableció esta condición muy fácilmente, muy fácil, fue sencillo Pero hasta ahora Margaret no ha podido cumplir con esta condición. Mientras Iris encarnaba varios hechizos en su sueño, escuchó risas jajaja. Al principio, Iris miró alrededor de su cabeza, sin saber de dónde venía la risa. Resultó que la risa resonó desde el cielo. Eres una chica interesante, Iris Elaine. Pelo rojo, ojos rojos y piel roja. Una mujer en llamas estaba sentada con las piernas cruzadas, flotando en el aire. Era una actitud arrogante, pero cuando nuestros ojos se encontraron, ella sonrió suavemente. Como si la conociera desde hace mucho tiempo. “… … ¿Quién eres tú, en el sueño de otra persona... … .” Iris parpadeó. Luego saltó en el aire y aterrizó en el suelo. Para el gusto de Iris, el suelo era hierba blanda. Aunque era un campo de hierba, era un campo de hierba que se extendía como una alfombra. Iris estaba descalza en el suelo donde se mezclaban la hierba y las flores pequeñas. Ella también estaba descalza. No, no tenía ropa. No era ropa lo que cubría su cuerpo, sino fuego. Iris se sorprendió por el calor que sintió al acercarse. Pero pronto el calor cedió. Como si no quisiera hacerle daño. “Es Testalosa. Es la primera vez que te veo así, Maga.” La espada demoníaca milenaria, Testalosa. Iris miró a la mujer que se presentaba. ¡Testalosa! Una espada que arde para siempre. Una espada se derritió en el corazón de Sidrain. ¿Por qué está esa espada en mi sueño... … . Qué es más extraño que eso. Eras una mujer. Testalosa se echó a reír ante el tono de sorpresa de Iris. Levantó la mano y levantó la barbilla de Iris. Testalosa era una mujer muy grande. Pareciendo tener más de 180 cm de altura, se inclinó y se encontró con los ojos de Iris con sus ojos curvos. “Escuche, señora. El negro es hembra y el hacha es macho. Ni la espada masculina ni el hacha femenina son inútiles. ¿Entiendo?" … … La espada mágica de 1000 años de antigüedad era intolerante. Iris parpadeó y pensó en los ancianos de la Torre de los Magos, y respondió vagamente: "Sí". No podía comunicarme con los ancianos que solo tenían 50 años, entonces, ¿cómo podría comunicarme con una espada que tenía 1000 años? Hombres y mujeres no importan, basta con cortar bien y rebanar bien. Incapaz de decir eso, Iris bajó obedientemente los ojos. No hay mago en el mundo que quiera ofender a una espada mágica milenaria. Lo mismo sucedió con Iris. Testalosa soltó la barbilla de Iris y miró a su alrededor. "De todos modos, el sueño de mi señora es muy tranquilo y agradable". ¿Mi novia? Iris se rascó la cabeza. Era comprensible que Sidrain la llamara así, pero se sentía extraño para esta espada demoníaca llamarlo así. ¿Por qué no eres su dama? “Si está aquí, el hijo de mi amo crecerá bien. Se siente bien. Te gusta." “… … ¿Sí?" “Este es el primer niño que veo en mil años. Espero que crezca bien”. Las espadas demoníacas tienen dificultades para ver a los niños. Porque el dueño a menudo muere. Testalosa se quejó. Iris parpadeó, sin saber de qué estaba hablando. ¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿El niño que ves dentro de mil años? ¿hijo de mi amo? ¿hijo de quién? ¿niño? Ante las palabras de Iris, Testalosa levantó su mano derecha. Sobre él, un grano de rojo, azul y mármol flotaba en el aire, envuelto en una luz roja. "Sí, niño". Atrás Novelas Menú Siguiente   Read the full article
1 note · View note
ftkook7 · 2 years
Text
BW - Synchronicty cap.12
Una hora antes.
-Bright-
Soy un tonto.
No sé cómo pude pensar que esto sería tan fácil.
Nos encontrábamos en un pequeño y agradable parque donde había muchos perros y niños. Estaba teniendo la cita más encantadora del mundo a tu lado.
En un momento mientras tú acariciabas a un cachorro que había pasado cerca de nosotros, decidí echar tranquilamente un vistazo alrededor, estaba disfrutando mucho este momento.
Entonces vi algo que me heló la sangre y me hiso caer de la nube en la que me encontraba.
Eran los escoltas de aquella chica que me había secuestrado y convertido en su juguete.
Me veían con sus miradas amenazantes de siempre.
Caí en la cuenta de que esta gente me había estado siguiendo y no me dejaría en paz, y tú estando a mi lado también corrías peligro, así como las personas que amábamos.
Fui un tonto, debí haber pensado más allá y no haberte involucrado en todo esto. Debí haberlo resuelto antes de ir hacia ti en busca de respuestas.
No iba a ser fácil el simplemente escapar de ellos, debí haberlo tenido siempre presente.
Todos los recuerdos de aquellos momentos tan oscuros en los que me tenían privado de mi libertad volvieron a mí en un instante.
Comencé a abrumarme más y más a cada minuto que pasaba. También por el gran temor de que fueran a hacerte algo a ti y a las personas que amábamos por mi culpa.
-"¿Seguimos?"- Me dijiste tranquilamente y con una sonrisa mientras me tomabas de la mano.
Solo volteé a verte, mi angustia seguía incrementándose.
-"Vayamos a casa"- Te dije.
-"Oh, está bien. Vamos."- Me contestaste. No sospechabas nada. Estabas tan tranquilo y feliz. Me sentí aún más presionado de pensar que yo sería el causante de que esa alegría se desvaneciera si estas personas te hacían algo.
No soportaría verte sufrir de nuevo.
Tenía que hacer algo ya.
Llegamos a la casa y al llegar a la sala vi que estaba un enorme y hermoso piano, también estaba una guitarra sobre él.
Te sentaste frente al piano y comenzaste a tocar una melodía que llenó de nostalgia mi corazón.
Tocabas exquisitamente esa canción.
Mencionaste que nos gustaba tocar música y cantar juntos, me invitaste a tocar aquel hermoso piano.
Realmente apreciaba lo que hacías para ayudarme a conocerme de nuevo a mí mismo.
Pero en este momento no podía pensar en otra cosa excepto en que tenía que actuar rápido, antes de que algo malo te sucediera.
No pude evitar que mi aflicción se manifestara a través de lágrimas cuando te dije que tenía que irme.
Hiciste lo posible por tranquilizarme, eras tan comprensivo. Me dolía aún más el que estuviéramos atravesando por esto.
Finalmente comencé a irme.
Intentaste detenerme, pero no podía permitir que lo hicieras. Con un cuidadoso golpe hice que perdieras el conocimiento por unos momentos. Rápidamente te tomé en mis brazos para evitar que cayeras. Mis piernas se sintieron débiles en ese momento así que caí sentado mientras te sostenía. Te abracé fuerte y te di un beso sobre tu cabello. Me dolía mucho el tener que hacerte pasar por esto.
Te cargué hasta dejarte con cuidado en el sillón de la sala, besé tu frente y puse la mía sobre ella, me despedí de ti por dentro. Tenía que irme y resolver esto, solo así podría asegurarme de que tú y las personas que amábamos fueran a estar a salvo.
-Continua-
0 notes
dalejitagc · 2 years
Photo
Tumblr media Tumblr media
La mano
Procesos de tesis, con yeso venda
9 de Octubre, 2021
1 note · View note
pedripepinillo · 2 years
Note
Hola, lo siento, mi español no es tan bueno, pero puedes hacer pedri para descubrir que estás embarazada
headcanons de pedri enterándose que sera papá:
advertencia: lectora fem.
- no tenías ni la menor idea de cómo contarle a tu novio que estabas esperando un bebé ….
- tenías tanto miedo de que fuera a rechazarte, aunque sabías que pedri jamás haría algo así, pero no podías evitar imaginar todos los escenarios posibles ):
- por dentro sentías muchas cosas; emocion y expectativa porque siempre habías querido formar una familia. también sentías miedo, un miedo que recorría tu espina dorsal hasta causar calambres en tus extremidades.
- habías estado teniendo sospechas de un embarazo desde que no te llegó el mes unas semanas atrás.
- y atribuías eso a que justo hace unas semanas habían festejado físicamente el hecho de que pedri anotó los goles ganadores en un partido.
- así que llamaste a tu mejor amiga y le pediste comprar una prueba de embarazo de esas de la farmacia. no estabas segura de cómo hacerla así que viste varios videos para no desperdiciarla.
- esperaste…..
- esperaste más tiempo aún…
- y al final, pudiste notar algo que te heló la sangre.
- dos lineas.
- acogiste un lugar en el sofá, estabas literalmente tiesa de pies a cabeza. te acurrucaste contigo misma y comenzaste a llorar ):
- no sabías bien si de emoción o de miedo.
- un bebé era una responsabilidad inmensa, y aquello no había sido planeado.
- claro que ambos querían hijos, pero no tan jovenes y en el momento más importante en la carrera de pedri ): tenías miedo de arruinar su vida
- entonces escuchaste la puerta de entrada abrirse y cerrarse, tu nombre fue llamado con emoción, pero no podías responder
- “¡t/n! ¡gané la apuesta con ferran y nos va a pagar la cena, ponte guapa que nos vamos en una hora, amor!”
- mierda, tan solo eran jóvenes tratando de ser adultos.
- tenías la prueba de embarazo en la mano, estabas en shock, tanto que no podías moverte o hablar de todo lo que sentías ):
- pedri te miró una vez entró a la casa, su mirada cálida recayó sobre tu cuerpo y pudo notar que había algo mal.
- “¿qué pasa, amor?”
- lo miraste con lágrimas formándose en tus ojos, te sentías tan feliz y emocionada que tu cuerpo no podía procesarlo. no era precisamente algo bueno.
- entonces pedri notó el objeto en tu mano temblorosa.
- “¿y eso qué es, t/n?”
- obviamente sabía lo que era, se acercó a vos para mirar de cerca y sus ojos se abrieron como dos huevos duros :0
- “lo siento… perdón debí cuidarme y esta bien si estás molesto, pero por favor no me pidas no tenerlo porque realmente quiero y…”
- ni siquiera te dejó terminar, pues te levantó del sofá sin esfuerzo, besó todo tu rostro y abrazó su cintura con tanto cuidado para no dañar al pequeño o pequeña que crecía dentro de vos.
- estaba extasiado.
- “¿es broma? t/n si es broma te juro que no te vuelvo a hablar en toda mi vida… mierda que estoy soñando tío.” sonrió grande, pudiste notar que sus ojos comenzaban a aguarse también.
- “no es broma… ¿no estás molesto?”
- “¿cómo voy a estar molesto? siempre quisimos un bebé, tal vez sea muy pronto pero estoy dispuesto a casarme con vos y darles todo de mi para que se sientan amados siempre.”
- estabas tan feliz y relajada de escuchar las palabras de tu novio que te permitiste soltar el llanto con una sonrisa enorme
- los días pasaron y no podían estar más contentos con la noticia, aún no le decían a sus familias ni mucho menos al equipo.
- pedri no quería que te sintieras presionada por las preguntas de los fans y así, así que tampoco habían hecho pública la noticia.
- CUIDA MUCHO DE VOS !!!! literalmente aunque tengas apenas semanas y el feto sea del tamaño de un poroto, no quiere que hagas esfuerzos ni te canses ni nada por el estilo.
- masajea tu pancita por más pequeña que sea aún T^T <3
- le habla al bebé todo el tiempo, sabe que no escucha nada ni se mueve aún, pero se siente tan emocionado por ser papá que no puede evitar hacer cosas de ese tipo.
- “hola pequeña… o pequeño. soy papá, y te amo mucho, no puedo esperar para que estés acá con nosotros.”
- PEDRI EL MEJOR HOMBRE DEL MUNDO!!!
53 notes · View notes
mandykey · 3 years
Text
Día 2 — Frase de libro
Una voz queda, casi inaudible, me invitó pasar.
Mentiría si dijera que no estaba asustado, después de todo no tenía idea de lo que podría encontrar del otro lado. Sin embargo, no tenía otra opción. No desde el momento en que había despertado en aquel extraño lugar.
A simple vista parecía una casa normal, muy grande y poco iluminada, pero una casa a final de cuentas. No sabía si era por las pesadas cortinas que lucían inamovibles, o las luces titilantes de baja frecuencia, o quizá la espesa capa de polvo que cubría todos y cada uno de los cristales de las ventanas visibles,  haciendo imposible saber si afuera era de día o de noche; pero, algo en aquel sitio resultaba inquietante.
Mi cerebro relacionó la oscuridad con una noche incipiente, cómo una manera de tranquilizar al resto de mí cuerpo ante esa penumbra lúgubre. Porque no era normal no poder ver nada más allá de la punta de tus dedos a plena luz del día. Pero la oscuridad debía ser la menor de mis preocupaciones.
¿Cómo había llegado ahí? ¿Qué clase de lugar era ese? 
Esas parecían ser mejores preguntas, pero mi memoria estaba vacía. De hecho, si me paraba a pensar...
¿Cuál era mi nombre?
La angustia y el miedo habrían sigo una reacción normal para cualquier ser humano en mi situación, pero por alguna extraña razón, yo me sentía aliviado. No sabía el motivo, y tampoco me detuve averiguarlo. Simplemente me abracé de aquella tranquilidad momentánea y me puse a andar por aquella funesta residencia. 
Pasillo tras pasillo, puerta tras puerta, no parecía haber ni un alma en su interior. Nadie más que yo. Yo y la inmensa oscuridad que parecía absorberme a cada paso que daba. 
Cómo un pasillo infinito, el papel tapiz de las paredes repetía el mismo patrón una y otra vez, podría jurar que incluso las manchas de humedad eran las mismas. La parte cuerda de mí, me decía que no debía prestarle atención a esas cosas. Que debía ignorar la falta de sonido en el ambiente, o los nulos sonidos provenientes del exterior. El mutismo era tal, que el eco de mis pasos sólo era opacado por mi propia respiración.
Pero no le di importancia.
Comenzaba a preguntarme, cuándo es que llegaría al final, o si es que siquiera había uno. Si debía alarmarme por la cantidad de puertas cerradas que me había topado ya, o por la sensación de familiaridad que me abordaba cada vez que intentaba abrir una. Tal vez, sólo era por el tiempo que había deambulado pero, una parte de mí sentía que ya había estado antes en ese lugar.
Había perdido ya la cuenta de mis propios pasos, aunque no podía decir que estaba cansado. De hecho, no sentía agotamiento en lo absoluto. Darme cuenta de eso, me heló la sangre. Miré mis manos pálidas, temblorosas finalmente ante el primer estimulo de terror que había me había alcanzado. 
¿Acaso yo... ?
No tuve de tiempo de siquiera pensarlo pues, justo cómo una ráfaga de invierno, llegó frío y contundente aquella invitación.
Adelante, entra.  
Al alzar mi mirada, una puerta que definitivamente no estaba ahí antes, se erguía delante mío. No había más camino que recorrer, sólo pomo que decidiría mi destino. 
Inspiré hondo, contuve el aliento y finalmente abrí la puerta.
Bienvenido de vuelta.
Me dije a mí mismo. Porque, al otro lado de la puerta, estaba yo. 
Tumblr media
5 notes · View notes
mariadecapitated · 3 years
Text
Tumblr media
IMMORTAL RITES
Gritos y golpes se escucharon a lo lejos y el matrimonio Jones se levantó de su silla de un salto. De nuevo, otro grito alteró el silencio poniéndoles los pelos de punta.
-¿Qué ha sido eso? – Preguntó el señor Jones - ¿Escuchaste, Agatha?
-Sí, lo escuche – Respondió la mujer – Seguramente Arthur ha vuelto a gritarle a Norma, ya sabes cómo son esos dos. Come tu cena.
-¡No, esos gritos no son de Norma! – exclamó el señor Jones – Esos gritos provenían de más lejos y no eran simples gritos. – dijo el hombre – Estos eran alaridos de terror, de miedo y angustia. Tendré que darme una vuelta por la casa Miller.
-¡Ni se te ocurra, George! – exclamó la señora Jones –Siéntate y come tu cena, ¡no vas a salir! Y menos hacia esa casa, recuerda que esa casa es morada de demonios. Ni el más valiente se atreve a entrar ahí.
-¡Esas son mentiras, mujer! – Comentó George – No me tardo.
El señor Jones caminó hacia la salida y antes de que pudiera tomar su abrigo, se escuchó un grito aún más fuerte, el cual les heló la sangre. George ya no pudo moverse, su corazón comenzó a latir a toda velocidad. La mano de la señora Jones se posó sobre su hombro y le susurró.
- No vayas, mejor llamemos a la policía.
-Tengo que ir a ver – Comentó su esposo aspirando hondo para armarse de valor – Quizá alguien necesite de nuestra ayuda. Llama tú a la policía – Finalizó y se colocó el abrigo para salir a la calle.
-Ten cuidado – Gritó la señora Jones e inmediatamente cerró la puerta.
George Jones caminó a paso veloz, llevando consigo un bate de béisbol que levantó del jardín. Anduvo algunos metros hasta detenerse cerca de una reja, miró a través de los barrotes y pudo ver cómo el jardín estaba cubierto de neblina gris que obstaculizaba la visión. El sólo hecho de estar cerca de la casa Miller le provocó escalofríos. Empujó la reja y está cedió bajo su peso ya que la cadena había caído; se rascó la cabeza y empujó una hoja para entrar al enorme y descuidado jardín. El señor Jones avanzó con lentitud, no quería tropezar y caer en ese sitio tan macabro. Recordó la linterna que siempre cargaba en el bolsillo de su pantalón y la sacó, para que esta iluminara un poco el camino.
George se detuvo frente a la gran casona vieja, suspiró y subió los tres escalones que lo llevaban hasta la puerta; lanzó la luz de su lámpara y cayó en la cuenta que la cadena de la puerta principal había sido violada como la de la reja. Eso no le dio buena espina, quizá alguien había entrado a robar. Empujó la puerta que rechinó terriblemente y George caminó unos pasos, deteniéndose a escasos centímetros. Iluminó la estancia y lo que vio hizo que casi ensuciara los pantalones.
-¡Sangre! – Exclamó ahogando un grito - ¿Pero qué demonios?
En efecto, el hall de la casa estaba cubierto de sangre fresca, el piso y las paredes estaban manchados de rojo. Iluminó el techo de la habitación y este también estaba cubierto de sangre y sobre él se leía lo siguiente: "PARA QUE YO PUEDA VIVIR, TODOS DEBEN MORIR". El hombre se cubrió la boca con las manos y comenzó a temblar; con dificultad caminó hasta la salida y después se echó a correr hasta llegar a la reja; sacó su celular y marcó el número de su casa.
-¿Llamaste a la policía? – Preguntó a Agatha.
-Van en camino – Respondió su esposa - ¿Qué sucedió?
-Te lo contaré más tarde – Finalizó y terminó con la llamada.
[ + + ]
La casa Miller era muy famosa debido a su historia macabra, hacía veinte años que la última generación de la familia Miller había desaparecido sin dejar rastro. Nadie sabía exactamente a dónde habían ido o qué había sido de ellos. Sus pertenencias estaban en el sitio exacto en el que fueron dejadas instantes antes de desaparecer. Lo único que los vecinos recordaban eran los gritos de horror que provenían de la casa; el llanto desesperado de la niña Miller y nada más. Aunque se había encontrado mucha sangre dentro de la mansión, los cuerpos de los Miller no estaban ahí. La investigación tomó meses y jamás encontraron un indicio o una pista que los llevara al paradero del asesino y de los cuerpos de sus posibles víctimas.
La gente decía que la casa estaba embrujada y que quizá ella misma los había matado; otros decían que el espíritu de la bisabuela del señor Miller habitaba en la casa y que había sido ella quién los había llevado al mismo infierno, pues la mujer era una bruja con grandes poderes, amante de Satanás.
Los vecinos no se aventuraban a pasar cerca de la casa a menos que fuera necesario. Siempre la evitaban, preferían dar un rodeo. Los que tenían la desdicha de pasar por ahí se santiguaban, pues temían llevarse consigo algún espíritu maligno o un espectro en busca de ayuda. Era curioso que durante todo el año el jardín de la casa estuviera cubierto por una niebla espesa. La temperatura del lugar era más baja de lo normal y en ocasiones apestaba a mierda. No era algo natural, ¡por eso la gente tenía miedo! Y mientras no se esclareciera el misterio de los Miller, ese miedo continuaría latente entre los vecinos jóvenes y ancianos.
[ + + ]
El Detective Charles Riley entró en un pequeño supermercado para comprar comestibles. Su jornada laboral había terminado, estaba cansado y hambriento. Deseaba llegar a su departamento, tomar un baño y recostarse junto a su esposa, mientras ella le proporcionaba un bien merecido masaje. Sonrió y antes de salir del lugar, tomó una botella de vino tinto y un ramo de flores. ¡Quizá podría ser una noche especial! Dijo para sus adentros y pagó la cuenta. Charles subió a su automóvil... estaba a punto de ponerse en marcha cuando su móvil vibró. ¡Esa no era una buena señal!
-Habla Riley – Respondió de muy mala gana.
-Lo siento, detective – Dijo la voz de una mujer del otro lado de la línea – Sé que ya terminó su turno, pero recibimos una llamada de parte del vecindario donde se encuentra la casa Miller. Los vecinos escucharon gritos dentro de la propiedad abandonada.
-¡Vale, vale! – Exclamó Charles – Te comprendo y... ¡no hay problema! Yo me encargaré de revisar. Gracias.
-Gracias a usted – Exclamó la mujer y cortó la llamada.
Charles bufó y puso en marcha el vehículo para dirigirse hasta allá. No estaba muy lejos, así que sólo le tomaría unos diez minutos en llegar. Para no aburrirse durante el trayecto, buscó una canción en el reproductor para que amenizara su viaje. Trató de relajarse mientras escuchaba los primeros acordes de una melodía fuerte y contundente, comenzó a mover la cabeza y a cantar parte del tema mientras conducía con cuidado a través de esa descuidada carretera.
Estacionó el vehículo frente a la gran reja y pudo ver a un anciano sosteniendo con fuerza un bate de beisbol; apagó la música y descendió del auto. Caminó hasta allá y fue amenazado por ese hombre.
-¡Policía! – Gritó Charles ante la reacción del anciano.
-¡Gracias a Dios es usted! – Gritó George soltando el bate – Me ha dado un susto mortal.
-¿Qué fue lo que pasó? – Preguntó Charlie mientras posaba la mano en el hombro del señor Jones - ¿El Demonio volvió a hacer de las suyas?
-¡Búrlese todo lo que quiera, oficial! – Dijo el señor Jones con molestia – Pero ahí dentro no sucedieron cosas buenas, ¡hay sangre por todo el lugar!
Charles se tensó y desenfundó su arma. Conocía muy bien la historia de la casa y a menudo esta era allanada por supuestos miembros de sectas satánicas que iban a hacer sus ritos e invocaciones a ese lugar. Él realmente no creía en ese tipo de superchería y asuntos cabalísticos; sin embargo, lo de la sangre era serio y tenía que investigar. Tomó una linterna y entró en la casa, apuntando y mirando a todos lados.
El jardín estaba despejado, pero esa espesa niebla no le parecía agradable, olía bastante mal, como a animal muerto; sin embargo no había nada, ni huesos o algo por el estilo. Caminó un poco más hasta detenerse frente al porche y subió a prisa los tres escalones. Entró en la morada y el fuerte olor a sangre le golpeó la nariz, dirigió la luz y contempló con asombro la escalofriante estampa. ¡Sangre por doquier! Levantó la vista y leyó con atención la leyenda. Movió la cabeza y continuó andando cuidadosamente a la espera de algún movimiento... nada. Entró en la cocina y se detuvo en seco; ahí estaba el cuerpo de una mujer pelirroja a la cual le habían cortado la cabeza y esta se encontraba sobre su espalda. El rostro de la joven tenía una mueca de terror, pero no tenía signos de tortura, sólo el horror experimentado y un hachazo limpio que le había cortado la cabeza. Charles suspiró y siguió inspeccionando la zona, se encontraba delante de un crimen bastante grave.
Entró en la sala y cerró los ojos para volver a abrirlos y observar un nuevo horror; otro cadáver, se trataba de un joven moreno quién estaba recostado en el piso. Su pecho había sido abierto y le extrajeron el corazón, colocándoselo en la mano. Definitivamente quien o quienes habían hecho ese tipo de "obra" estaban completamente fuera de sí. Subió las escaleras que lo llevaron hasta las habitaciones y en un rincón del pasillo estaba un hacha recargada. Seguramente se trataba del arma homicida ya que tenía sangre, abrió la primera puerta y entró en la alcoba. Ahí no había nada, salió y entró en el siguiente dormitorio, un oso de peluche estaba tirado y lo miraba de forma siniestra, junto al oso, los cuerpos de dos mujeres desnudas, con los pechos mutilados y una cruz invertida grabada en su frente. ¡Eso ya era el colmo! Definitivamente se trataba de una secta satanista o un intento por serlo.
Charles había escuchado rumores sobre un grupo de jóvenes que se dedicaban a "cazar" fantasmas y espíritus que moraban dentro de las casas abandonadas. Supuestamente ellos atrapaban la energía negativa y limpiaban el lugar a base de conjuros e invocaciones. Para él era pura charlatanería y seguramente esos jóvenes se escondían detrás de esas actividades para ocultar sus verdaderas intenciones y llevar a cabo sus crímenes.
El detective salió de esa habitación y se detuvo unos instantes al escuchar la melodía de una caja de música proveniente de la habitación principal. Caminó hasta allá y abrió la puerta, su corazón latía a toda velocidad y ya no estaba tan seguro de querer seguir investigando; tomó su radio y pidió refuerzos.
-Habla Riley – Dijo cuando respondieron en la central – Necesito unas ambulancias, forenses y refuerzos en la casa Miller. No van a creer lo que estoy viendo, se ha llevado a cabo una carnicería.
Los de la central de policía se movilizaron de inmediato, mientras que el Detective Riley continuó inspeccionando la habitación. Junto a la cama se encontraba el cuerpo de un joven de tez blanca y cabello castaño. Este estaba bañado en sangre pero no parecía tener señales de tortura. Charles se aproximó a él para tomarle el pulso, ¡quizá él fuera el asesino! Que como en la mayoría de los casos, termina quitándose la vida después de haber masacrado a sus víctimas. Colocó sus dedos sobre el cuello del chico buscando signos vitales.
La mano del hombre que estaba sobre el piso se movió y lo sujetó por la muñeca mientras gritaba desesperadamente.
- ¡AYUDEME POR FAVOR! - gritó el sujeto - Él va a matarlos a todos, ¡a todos! – dijo el chico y se levantó a prisa para correr fuera de la habitación.
Charles también se incorporó y siguió al chico quién caía rodando por las escaleras hasta perder de nuevo el conocimiento. El detective corrió a auxiliarlo, pues temía lo peor, se arrodilló frente al joven y volvió a revisar sus signos vitales. Seguramente se encontraba en shock, y tendría unas contusiones.
Estaba absorto en su tarea cuando una extraña sensación se apoderó de él. Sintió el peso de una mirada sobre su persona y un escalofrío recorrió su cuerpo. Un aroma nauseabundo inundó la estancia y sus dientes comenzaron a castañear ya que la temperatura había descendido. Demasiado raro para un día de verano, se dijo el Detective y levantó la vista. La sangre se le heló al contemplar la imagen de una mujer de aspecto voraz, el cabello enmarañado, la ropa hecha girones, uñas y dientes afilados que lo miraba de manera feroz.
-¡Todos deben morir! – exclamó el espectro con voz cavernosa y desapareció de la vista de Charles.
Riley sacudió la cabeza, no estaba seguro si eso que acababa de ver era real o producto de su imaginación. Para fortuna del Detective Riley, las sirenas comenzaron a sonar y en instantes, un grupo de policías y paramédicos entraban en la casa Miller.
-¿Se encuentra bien, señor? – preguntó uno de los agentes al acercarse a Charles y contemplar su rostro pálido con una mueca de terror.
-¡Sí! – exclamó – Sólo que esto ha sido una masacre, en un pueblo como este es raro encontrarnos con este tipo de crímenes. – dijo y señaló al chico – Atiendan a este joven, por favor y no olviden ponerle las esposas cuando recupere el conocimiento. Es nuestro único sospechoso.
-Como usted diga, señor. – respondió uno de los policías y con ayuda de un paramédico subieron al chico a una camilla.
Inmediatamente el grupo se espació por el lugar para comenzar con las investigaciones. Los cuerpos fueron inspeccionados por los médicos forenses, mientras que la zona era acordonada para que nadie pudiera acercarse. El equipo del Detective Riley comenzó a trabajar duro, ¡iba a ser una larga noche! Charles tomó su teléfono y miró la hora, era casi la una de la mañana y seguramente su esposa iba a estar furiosa. Marcó el número de su mujer, esperando a que ella respondiera. Deseaba que no estuviera hecha una furia.
-¡Hola cariño! – dijo el Detective - ¿Aún estás despierta?
-No, estoy soñando que tú me llamas. – dijo la mujer con sarcasmo y se echó a reír – Obvio que estoy despierta, tontito - Dijo de manera tierna - Estaba esperando tu llamada. ¿Qué pasó?
-Surgió un caso y tal parece es muy grave. – respondió Charles – Hubo una masacre en la Casa Miller.
-¿Otra vez los satanistas? – preguntó su esposa – Yo ni loca ponía un pie en esa casa.
-No creo que esto que pasó haya sido obra de un satanista o un fanático religioso, va más allá de eso. – exclamó el Detective – Pero no quiero incomodarte con los detalles, yo estoy bien pero no puedo asegurarte si podré estar contigo en los próximos días. Te prometo que lo compensaré. Te amo. – dijo y lanzó un suspiro.
-Sólo cuídate, ¿quieres? – exclamó su esposa – Yo también te amo. – dijo y terminó la llamada.
El Detective Riley guardo su móvil y caminó directamente hasta dónde se encontraba el forense, pero la voz de uno de los oficiales lo hizo detenerse y girarse en dirección contraria.
-¡Señor! El sospechoso acaba de despertar – Dijo el policía.
-¿Está bien? – Preguntó Riley caminando junto a su oficial - ¿Presenta contusiones?
-Físicamente está bien – Respondió el hombre – Sólo se encuentra en estado de shock.
-¿Podré interrogarlo? – preguntó Riley.
-Posiblemente, puede preguntarle al Doctor Reynolds que fue quién lo atendió. – exclamó el agente señalando al médico.
Charles agradeció a su oficial y se acercó hasta el médico. Este miraba fijamente unas radiografías y se rascaba la barbilla como intentando descifrar algo. El Detective también observó las radiografías pero él no notó nada raro.
-¿Podré interrogar al sospechoso? – preguntó al médico.
-Por supuesto – respondió el Doctor – El hombre no tiene nada, ha corrido con mucha suerte. – exclamó el galeno – Sólo que estoy muy sorprendido de que no presente ningún golpe. La caída que tuvo pudo ser mortal, desde donde cayó y la forma en que lo hizo, mínimo debió haber tenido algunas costillas o huesos rotos. También muchos golpes, pero ¡no! tuvo suerte.
-¡Lo imagino! – exclamó Charles – Iré a interrogarlo – dijo alejándose del médico.
El detective Riley caminó hasta una habitación que al parecer funcionaba como bodega de la casa; entró en ella y miró al sospechoso que se encontraba sentado en una silla. El pobre tipo temblaba por completo, mirando con insistencia a su alrededor. Riley suspiró y se pasó la mano por el cabello, tomó una silla para sentarse frente al chico. Lo observó detenidamente; apenas tendría unos veinte o veintitrés años, de tez blanca, cabello castaño, delgado y no muy alto. Inofensivo a simple vista. El joven levantó la cabeza y le devolvió la mirada al detective, quién se sorprendió al ver los ojos de ese chico; pupilas muy dilatadas, ¿acaso estaba bajo el influjo de algún narcótico? No, no, no, eso debió notarlo el médico y notificarlo de inmediato.
-¿Cómo te llamas? – Le preguntó Charles – Yo soy el Detective Charles Riley.
-John, John Curtis, ese es mi nombre – Susurró el joven - ¿Iré a prisión? – Preguntó con preocupación.
-No lo sé – Dijo Charles – Eso es lo que averiguaremos, John. ¿Qué fue lo que sucedió aquí?
-N-no, no lo recuerdo – Balbuceó el joven y bajó la mirada – Lo siento, no me acuerdo de nada – Exclamó y comenzó a llorar – La casa.... está llena de fantasmas.... fueron los Miller – gimió apretando los ojos.
-¿Tratas de decirme que lo hicieron unos espíritus chocarreros? – Preguntó el hombre con una nota burlona en su voz – Hijo, esto no te va a ayudar en el juicio, ¡quiero la verdad! – Exclamó con firmeza - ¿Qué estaban haciendo dentro de esta casa?
-No me acuerdo – Volvió a gemir John – Esa es la verdad, no recuerdo nada.
Riley se levantó de la silla y se dio la vuelta mientras llevaba sus manos a la cabeza. Tenía que tranquilizarse si deseaba que John pudiera decir algo, pero parecía que la mente de ese muchacho se había bloqueado y solamente balbuceaba incoherencias. Inhaló y exhaló un par de veces, regresando a su silla e inclinándose para observar de nuevo a John.
-Mira chico – Comentó Charles – Necesito que hables, tus amigos están jodidos; sufrieron muertes muy terribles y dolorosas. El hijo de puta que les hizo eso anda suelto y es capaz de joder a más gente. Tenemos que atraparlo para enviarlo directamente a la silla eléctrica. Tú eres testigo y sospechoso a la vez – Comentó Charles – Dime todo lo que recuerdas y yo voy a tratar de ayudarte, ¿de acuerdo? – Finalizó mirando fijamente al joven.
John estaba con la mirada perdida, movía los labios, pero de su garganta no salía sonido alguno, tenía la cabeza inclinada y comenzó a balancear su cuerpo. Charles cerró los ojos y dejó escapar el aire tratando de tener calma y ser muy paciente.
- ¿Me escuchaste? – Preguntó a John - ¡Habla, si no quieres que te encierre y te acuse de asesinato múltiple! – Gritó, sin embargo, el chico continuaba perdido en la inmensidad.
Riley salió de esa bodega, dejando un par de custodios cuidando del sospechoso y entró en una oficina improvisada por el equipo policiaco. Observó a sus compañeros que imprimían varias fotografías de la escena del crimen. Observó atentamente una foto del arma homicida y la miró con detenimiento.
-Quiero que las huellas del arma sean comparadas con las huellas de nuestro sospechoso – Murmuró tomando otra imagen impresa.
-Lo siento, Charles– Le dijo su colega – Desgraciadamente el arma homicida no tiene ninguna huella.
-¡No me jodas! – Exclamó Riley - ¿Cómo es eso posible? ¿Qué carajos estás diciendo?
-La analizamos, fue lo primero que hicimos y no hay ninguna huella, buscamos guantes o algo con lo que pudo cubrirse las manos – Continuó el oficial – Pero no hay nada, es un caso muy raro.
-¿Qué hay de los cuerpos? – Preguntó Charlie.
-Los pobres chicos – Dijo moviendo la cabeza – Fueron tomados por sorpresa, trataban de huir, pero lo que vieron les dibujó esas horrendas muecas de terror en el rostro.
Charles estaba a punto de decir algo cuando entró otro de los miembros de su equipo y se dirigió a él.
-Señor, acabamos de descubrir algo a cerca del arma homicida.
-¿De qué se trata? – Preguntó el detective caminando detrás del oficial que entraba en la casa.
-¿Ve ese baúl grande detrás de la puerta? – Preguntó señalando el sitio.
-Por supuesto, ¿eso qué? – Respondió Charles.
-Al parecer el señor Miller era amante de las armas – Dijo el oficial abriendo el baúl – Pero no de cualquier tipo de armas, sino armas de la época medieval, como hachas, mazos, lanzas, ¡esas cosas!
-¿Las construía? - Preguntó el detective Riley mirando con atención el baúl repleto de hachas, dagas y demás armas.
El oficial asintió y respondió.
-Parece que sí, pues era poseedor de una gran colección y el arma homicida pertenece a esa colección. Se trata de una copia de un hacha vikinga, un hacha de mano, pequeña y liviana pero muy afilada; ideal para combates cuerpo a cuerpo – comentó el oficial y Charles lo escuchaba atentamente – Aunque se debía tener una fuerza superior para cortar de tajo una cabeza.
-Comprendo y ¿tú crees que nuestro sospechoso no podía tener tal fuerza para blandirla? – Le preguntó Riley rascándose la cabeza.
-Sinceramente no – Dijo el policía encogiéndose de hombros – Pudo haber sido un tipo más fuerte o... ¡no lo sé, señor! Es todo tan confuso.... – Exclamó, pero fue interrumpido.
-Señor – Gritó otro oficial – Debe venir a ver esto.
Charles se dio la vuelta, ¡no podía creer que aún aparecieran más cosas extrañas! Caminó hasta dónde se encontraba un grupo de policías que de inmediato lo dejaron pasar a una especie de habitación oculta. Charles se detuvo en seco al mirar el macabro espectáculo. En el piso estaba dibujado un gran círculo seccionado; cada sección contenía un montón de signos cabalísticos grabados en la madera, a su alrededor se encontraban varias velas de color negro y rojo; mientras que en el centro, los cadáveres de un gato negro y una gallina del mismo color se desangraban y su sangre llenaba los huecos del círculo.
¡Definitivamente se trataba de una secta! El detective caminó sigilosamente alrededor y miró los estantes empotrados en la pared. Había libros viejos y empolvados con signos extraños y dibujos de rituales y demonios.
-¿Qué es todo esto? – Preguntó Riley – Estos símbolos ¿son viejos o recientes? ¡Quiero saberlo! Necesito que me digan de que se trata este teatro y si pertenecen a una secta o a un grupo raro de locos. ¡Muévanse ya! - Ordenó - Además, quiero todas las fotografías posibles de este lugar, impresas para poderlas mostrar a nuestro sospechoso y refrescarle la memoria al muy cabrón – Gritó y de inmediato todos se movilizaron.
Una oficial se acercó a él y le tendió un libro viejo que llevaba en una bolsa, este estaba abierto y en una página se encontraba ese mismo círculo que estaba tallado en el piso, junto con una invocación.
-Todo esto es viejo, señor – Dijo la mujer – Esto es una especie de Santuario dentro de la casa de los Miller, parece que los rumores eran ciertos y ellos formaban parte de una secta satanista.
Charles asintió y tomó el libro, mientras leía lo que ahí se encontraba escrito:
"¡Oh, Serpiente y León! ¡Yo os invoco! Dentro del santuario llamado vida, por las siete maravillas, por una miríada de mortales que se fueron y están por llegar. ¡Fuera! fuera, desierto de la restricción, en acto de rebelión, en el mar del movimiento, estabilidad de la materia, por la serenidad, fuerza y belleza, por el poderoso canto de cada aliento.
¡Oh, Serpiente! ¡Vos sois Dios! Enroscada bajo mi trono con Vos me reúno, con sangre llevamos a cabo este pacto, me redefino a mí mismo, mirad dentro y por encima: hay algo más que la carne. Mirad con detenimiento y puede que veáis la llama no extinguida, el néctar de Vuestra rabia saboreo de la copa de la fornicación; y la mujer a mi lado, y escarlata es su piel, está tan ansiosa por alzarse y tan ansiosa por satisfacer.
¡Samael! ¡Sed Vos mi aliado! Uníos a mí entre las huestes brillantes, vagando ni por camino alguno de luz ni de oscuridad, de cuya semilla brota desapasionadamente en el verano de mi vida." **
Riley levantó las cejas al terminar de leer ese fragmento, lo demás se encontraba en latín y él no sabía leerlo. Entregó el libro para que formara parte de las pruebas y dejó la casa para caminar rumbo a la bodega dónde se encontraba John. La mente de Charles era una maraña de confusión, ¿qué estaban haciendo esos chicos ahí? ¿Qué fuerzas malignas o benignas pretendían despertar? Su escepticismo se estaba poniendo a prueba, ya no pensaba que John le estuviera mintiendo, sino todo lo contrario, ¿podría ser posible algo así? Entró en la estancia y observó a los custodios de John, quienes estaban de pie y al verlo entrar se encogieron de hombros.
-¿Sigue igual? – Preguntó el detective a los oficiales.
-Sí, señor, no se ha movido y no hemos dejado de grabar – Respondió uno de los hombres.
Charles asintió en señal de agradecimiento y caminó hasta quedar frente a John, suspiró y exclamó con fuerza.
-¡Mírame! - El chico levantó la vista y esbozó una sonrisa, ¡una sonrisa! Al menos ya tenían algo -¿Qué sucedió ahí dentro? – Preguntó Charles - ¡Habla con la verdad! - dijo con firmeza pero fue interrumpido momentáneamente, pues las fotografías del "Santuario" de los Miller acababan de ser impresas. Charles las miró y las tendió hacia John, mostrándole el círculo bañado en sangre - ¿Sabes qué es esto? – Preguntó al joven.
-Es el Vama Marg, o El Camino de la Mano Izquierda – respondió John - Una vertiente del tantrismo, aunque ha sido un poco "modificado" – Comentó haciendo énfasis en la última palabra - Es considerado peligroso ya que puede llevar a aquellos que son impuros a la ruina – comentó el joven – Los Miller eran practicantes, lo supimos hace tiempo y por eso decidimos venir aquí para llevar a cabo nuestros ritos.
-¿Sus ritos? – Preguntó el detective.
-Nosotros éramos practicantes del Vama Marg – Dijo John – Pertenecíamos a una secta creada por nosotros llamada Immortal Rites. Hacíamos rituales paganos y ancestrales, invocando a los poderes de la oscuridad, de la naturaleza y de los infiernos; sacrificábamos animales, ¡nunca humanos! – Gritó el chico – El humano no se tocaba nunca – Especificó el sospechoso – Venimos aquí para averiguar, por medio de una invocación, qué había sucedido con la familia Miller.
-¿Les salió mal el ritual? – Preguntó Charles lleno de interés - ¿Por qué esas muertes? ¿Por qué de esa manera tan malévola y enferma?
-¡Fueron los Miller! – Gritó John – Estábamos a mitad de la invocación, la mujer estaba dentro del círculo, al igual que la niña – Murmuró el joven – Pero el hombre, él no quería dominarse – Jadeó – Él salió, rompió la protección y liberó a las otras dos. Después los tres entraron en uno de nuestros compañeros – Guardó silencio y bajó la mirada - ¡Él los mató a todos! Se volvió loco y gritaba que todos debían morir, tomó un hacha y comenzó a hacer de las suyas.
-¿Cómo escapaste? – Preguntó otra vez el detective - ¿Por qué a ti no te hizo daño?
-Traté de detenerlo – Gimió John – Pero su fuerza era descomunal; primero asesinó a Rose y después a Robert – Continuó el muchacho – Yo no pude hacer nada, sólo corrí y ya no supe que más pasó. Escuché los gritos de auxilio de mis amigos, ¡pero no quise salir! Fue horrible – Dijo y lloró con fuerza – Creo que aún está en la casa.
-¿Cómo es, cuál es su nombre? – Preguntó el detective Riley.
-Se llama John – Confesó.
-¿John? – Lo interrogó – Es muy raro.
-Él está poseído, va a matarlos a todos – Dijo con un suspiro y bajó la cabeza.
Charles palideció; si el loco aún estaba dentro, sus compañeros también estaban en peligro. ¡Tenía que encontrarlo! Salió de la estancia y corrió hasta la casa.
- ¡Busquen a ese maldito! – Gritó movilizando a su equipo – Aún está en la casa – Murmuró – Ese hijo de perra está escondido aquí, ¡búsquenlo por todas partes! – Escupió el detective y los miembros de su equipo comenzaron a buscar por todas partes, tanto en la casa, como en el gran jardín. Incluso, se pidieron un par de patrullas para que buscaran al posible asesino dentro del vecindario.
Charles trataba de pensar en algún sitio posible dentro de la casa donde ese desgraciado estuviera oculto, se detuvo unos instantes y de pronto recordó la imagen de la mujer espectro en las escaleras; ¡sobre su cabeza! La entrada del ático. Corrió escaleras arriba y levantó la vista al techo, ¡ahí estaba la puerta! Pegó un salto y sujetó el trozo de cuerda, tiró de él y aparecieron las escaleras que conducían hasta el ático.
Charles desenfundó su pistola y encendió la linterna mientras subía lentamente. Afuera se escuchaba el alboroto de su gente, buscando al asesino. Él estaba casi seguro que estaba oculto ahí y que era peligroso, demasiado peligroso. Entró en el ático apuntando a todas partes, buscando a ese asesino con la mirada. Continuó andando, removiendo cajas y fardos que pudieran ocultarlo de su vista... un ruido se escuchó a sus espaldas y Riley vio con horror la silueta espectral de un hombre cubierto de sangre y las manos en forma de garra, mientras que la puerta del ático se cerraba estrepitosamente.
-¡Mierda, mierda! – Murmuró el hombre - ¿Dónde te ocultas, hijo de la grandísima puta? – Preguntó con los dientes apretados.
El detective caminó de regreso hacia la puerta del ático, trató de abrirla y esta se encontraba cerrada, ¿qué diablos? se preguntó empujando con todas sus fuerzas sin éxito alguno, ¡estaba atrapado con un sórdido asesino! Pero ya encontraría la forma de abrir esa maldita puerta, lo primordial era encontrar a ese tal John.
La luz de la lámpara iluminó el rincón más oscuro del ático y lo que Charles contempló casi logra que se cague en los pantalones; el cuerpo de un hombre colgaba del techo, estaba muerto. Tenía los ojos abiertos y una sonrisa macabra en el rostro, ¡pero eso no era lo escalofriante! Lo más funesto de esa estampa era que el cadáver que estaba suspendido del techo, balanceándose suavemente se trataba del de John Curtis, el chico que había estado interrogando hacía unos minutos.
Charles se acercó a él lentamente, aún sin poder creer lo que sus ojos veían. Un miedo atroz se apoderó de él y las manos comenzaron a temblarle. ¡Tenía que calmarse! Inhaló y soltó el aire un par de veces y se acercó aún más al cadáver de John Curtis, murmurando.
- ¿Qué clase de broma siniestra es esta? ¿A qué estás jugando maldito cabrón?
Un frío terrible recorrió la espina dorsal de Riley cuando la respiración agitada de alguien que se encontraba detrás de él le acarició el lóbulo de la oreja. La piel se le erizó y giró el rostro para descubrir al asesino. No bien había volteado, cuando una mano gélida lo sujetó con firmeza del brazo.
-¡Debes matarlos a todos! – Gritó el cadáver de John Curtis.
Charles no daba crédito a lo que veía y también lanzó un grito de horror al darse cuenta que el cadáver estaba hablándole. La sangre se le heló y se paralizó mientras que su garganta se cerraba, presa del miedo. Con los ojos saliéndose de sus órbitas, el detective observó cómo de la boca abierta del muerto se escapaba una especie de niebla en color negro que lo envolvió y ya no supo más de sí.
[ + + ]
-¡Jefe, jefe! – Se escuchaba el grito lejano - ¿Se encuentra bien? – Preguntó la voz de un oficial - ¡Detective Riley! ¡Charles! – Exclamó con preocupación - ¿Aún está con nosotros?
Charles trataba de abrir los ojos, pero los párpados le pesaban, la cabeza le dolía y no podía incorporarse. No recordaba nada de lo que había sucedido después de entrar en el ático, sólo que había visto el cuerpo de John Curtis, suspendido de una de las vigas. Abrió los ojos de golpe e intentó ponerse en pie.
-¡Calma! – Exclamó el oficial – Por favor, trate de levantarse lentamente.
Riley asintió y, con ayuda del oficial pudo ponerse en pie, lo miró y notó el rostro preocupado de su subordinado.
- ¿Qué ocurre? – Le preguntó al hombre.
-Malas noticias, jefe – dijo rascándose la cabeza – John Curtis desapareció delante de nuestros ojos. Se desvaneció como el viento. Suena tan estúpido... ¡pero es real! – Jadeó – Tenemos las grabaciones, ¡no había nadie ahí! Y... - Se detuvo de golpe.
Charles señaló el rincón en dónde el cuerpo de Curtis estaba colgado y el oficial palideció haciéndose para atrás y santiguándose.
- ¡Qué Dios nos ampare! – Murmuró llevándose la mano al pecho – Debemos salir de aquí, jefe – Exclamó el hombre – Lo que acaba de suceder aquí es cosa del diablo.
-Tenemos una escena del crimen, un brutal asesinato múltiple, ritos satánicos y el culpable está muerto, pero tanto tú como yo y el resto del equipo lo vimos, hablamos con él, incluso lo atendieron – Jadeó Charles pasando sus manos por su rostro - ¡Ya no sé qué creer! Estoy confundido. Dudo mucho que nuestro reporte sea creíble en la estación. Llama al forense y que vengan por este tipo, ¡ya no hay nada que hacer aquí! Está muerto, se cerró el caso – Finalizó Charles poniéndose de pie.
El oficial salió del ático, mientras que Riley se quedaba aún ahí, mirando el cuerpo que se balanceaba aún. Esbozó una sonrisa triunfal y empujó el cuerpo que giró varias veces.
-¡Por fin soy libre! – Murmuró Riley y salió de ahí jugando con las llaves de su auto.
Charles ya no era él mismo, de hecho ni siquiera se trataba de él, sólo era su cuerpo, el vehículo que transportaba a ese terrible ente que había sido despertado por los Miller y liberado de nuevo por esos muchachos tontos. Caminó silbando y se calló de golpe al llegar a la entrada de la casa, dónde lo esperaba el forense y el resto de su equipo.
-¡Hagan sus reportes y nos veremos el lunes, como siempre! – Exclamó mientras que todos lo miraban con asombro, ¿qué le pasaba al detective?
Riley salió de la casa y subió a su auto, miró las flores y las botó a la calle. Tenía una nueva misión y debía recordarla siempre; si quería permanecer en ese mundo, necesitaba adeptos, un nuevo grupo de seguidores que lo alabaran y le rindieran culto para así alimentarse de su energía y, cuando ya no le fueran útiles, ¡matarlos a todos! Pisó el acelerador y recordó que el Detective tenía una cita; sonrió con malicia al pensar que quizá ya era hora de que una nueva estirpe fuera creada.
[ + + ]
¡Vaya, vaya! ¿Quién se lo hubiera imaginado? Me gustó esta historia y trabajar en ella fue un reto; la idea central está tomada de una película de terror que se llama "Demoniaco", protagonizada por Frank Grillo. Si tienen oportunidad de verla, se las recomiendo.
¿Qué les pareció? Espero sus comentarios, opiniones, votos, etc.
Maria Decapitated
P.D. Y, creo que no hay necesidad de decir quién está detrás de la imagen del detective Riley... ¡asi es! Lo adivinaron: TOM HARDY
**Nota: El Texto del libro de invocaciones es un fragmento del tema "AT THE LEFT HAND OV GOD" de la banda polaca Behemoth, que está incluida en su álbum THE APOSTASY (2007).
6 notes · View notes
sietetresietepm · 4 years
Text
F U E G O - D E S C O N O C I D O
Parte 2
!Lee la parte 1 aquí!
[...] y bajamos a unos pocos metros de su casa. Fueron unos pocos metros muy largos, no había manera ya de parar a aquella fiera. ¿O sí?
Subimos las escaleras a toda velocidad. Algún vecino salió a gritos y no pudimos evitar echarnos a reír.
—¿Falta mucho? —grité.
—Qué poco aguantas, “desconocido”. Espero que eso no sea un mal presagio.
—Un caballero no habla de esas cosas —contesté con el hígado saliéndome por la boca.
Era un ático precioso. Lástima. Entramos y soltamos las bolsas en el sofá. Creo que rompimos alguna botella.
—Ven, ponte cómodo —dijo.
—¿Te sirvo una copa?
—Por supuesto, caballero.
En menos de 20 minutos, según mi Ethan Elliot, ya nos habíamos bajado botella y media de vino argentino de 50$. La comida se quedó helada y nos dio igual, no le hicimos caso. Ambos teníamos la boca ocupada y no precisamente hablando.
Nos sentamos en el sofá y desde ahí podíamos ver las luces de toda la ciudad. Tomamos varias copas más y poco a poco nos fuimos quitando la ropa entre de besos descoordinados. Tomó el control, me arañaba la espalda, ponía mi mano en medio de sus prietos muslos suplicando que le diera placer.
—Nena, ¿tienes un condón o puedo entrar ya? —pregunté.
—Voy un momento al baño. Traigo uno. —dijo ella.
Esperaba que de ahí saliera una diosa envuelta en fuego. Mientras, yo observaba la casa. Parecía una gran aficionada a la buena lectura y al cine negro. Tenía varios trofeos con símbolos orientales en una de las estanterías. No me dio tiempo a preguntar.
—Cierra los ojos —me dijo mientras divisaba una sonrisa en su boca.
—¿Qué quieres hacerme? ¡Pervertida!
—Tú hazme caso. No te arrepentirás.
Reconozco que aquello me hizo sentir algo incómodo, pero, ¿qué podía perder? Justo en ese instante noté sus finos dedos agarrándome el paquete. Y no, no era el de Lucky Strike. Lo que pasó después no tengo palabras para describirlo. Me apetecía fumar y prendí un cigarro, mientras ella hacía su trabajo yo quería disfrutar al máximo de mi momento de gloria. Le di un par de caladas y de repente paró.
—Ahora te toca a ti —dijo sin ningún tipo de reparo.
Cogió mi cigarro y empujó mi cabeza hacia su entrepierna. Su gemido era fino, pero completamente penetrante. Nadie olvidaría ese sonido. Entonces fue cuando me agarró del pelo. Agresiva, muy agresiva. Sacó mi cabeza de ahí abajo y la acercó a su pecho. Mientras, me susurraba cosas al oído.
—Creo que tú tienes el fuego que a mí me hace falta... —Susurró.
Y ahí se me heló la sangre.
—¡Argh! ¡¿Se puede saber qué haces?! —grité.
Me quemó la cara con lo poco que quedaba del cigarrillo. Esa mala puta había topado con el tío equivocado. Así que me abalancé sobre ella con fuerza. Se resistía, mucho, tanto que logró darme la vuelta y morderme la oreja. Creo que ya sé de qué eran los trofeos. No paraba y repetía una y otra vez…
—”Creo que tú tienes el fuego que a mí me hace falta”.
Estuve forcejeando durante un rato, pero no había manera de deshacerse de aquella zorra. Entonces fue cuando lo vi todo claro.
—Hmm… ¿te gusta? Déjame ver qué hora es. —dijo.
—Para qué quieres saber la hora maldita furcia, ¡me estás destrozando!
—Mi tío tenía un reloj exactamente igual que ese y yo sólo hacía que contar los segundos mientras me susurraba al oído “creo que tú tienes el fuego que a mí me hace falta” a la vez que me desgarraba por todos lados a base de brutales embestidas. ¡Joder! ¡Sólo era una puta cría de 9 años! — dijo, entre rabia y llanto.
—La, la, lay… ¿Layla?
Poco después de ser empalado como un cerdo todo empezó a arder. Se oían sirenas.
***
—Creo que ha sido provocado, agente Shellby.
—Una lástima, parecía un ático precioso.
—Hemos encontrado unos pocos restos. Varón adulto, no podemos asegurar la edad. Están totalmente carbonizados. No hay rastro de la dueña y faltan partes del cadáver, así va a ser imposible hacer un reconocimiento.
—¡Qué puto asco! Llévate esa basura lejos de mí. Espera… ¿eso no es un Ethan Elliot? Guárdamelo cuando hayáis acabado con esta “barbacoa”.
***
Soltó las bolsas negras en un callejón, cogió la chaqueta y sacó un Lucky Strike del bolsillo mientras caminaba para salir del vecindario...
-Siete
+
—Jay Constanza a.k.a “Jay Takumi 1616”
73 notes · View notes
nethwan · 3 years
Text
Ladrón de vida
Summary:  A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Pairings: Netherlands/Taiwan 
Warnings: Explicit language
Other links:
 https://archiveofourown.org/works/31814512/chapters/78761056
https://www.fanfiction.net/s/13897388/1/Ladrón-de-vida
Capítulo I. Intercambio
Cuando Lars se encontró frente a una deslumbrante residencia, se sintió como en un sueño, como algo imposible de creer. Respiró profundo antes de dar el primer paso y por fin entrar por la puerta principal. A partir de ese día tomaría prestado el nombre y la identidad de Jan van der Linden y desempeñaría su nuevo rol viviendo como el joven presidente de una importante empresa.
Hasta hacía un par de semanas, era Lars Janssen, un mecánico que vivía al otro lado del país. Era un tipo reservado que vivía solo y sin distracciones, a excepción de sus plantas y un conejo de mascota. Sus padres, murieron en un accidente automovilístico antes de que él pudiera graduarse del bachillerato y eso lo dejó solo por completo. Aunque sabía que era adoptado, para él, Willem y Marije Janssen habían sido sus verdaderos padres, por eso podía vivir sin la curiosidad de conocer a sus padres biológicos.
Con la muerte de los Janssen, Lars fue echado de la casa en la que creció, pues según unos parientes de su padre, esa propiedad no le correspondía por no ser su verdadero hijo. Y por ser aún menor de edad, no tuvo acceso a ver ningún documento, por eso no le quedó de otra más que irse con las pocas pertenencias que tenía, buscar donde vivir y un trabajo. Así conoció a Ludwig y Gilbert Beilschmidt quienes le dieron empleo en su taller.
A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Aquella mañana, un vehículo se estacionó frente al taller y de él bajó un elegante hombre acompañado de una hermosa mujer. Éste se acercó a Lars para pedirle indicaciones y cuando se vieron frente a frente la chica se echó a reír, haciendo una broma acerca de su aparente parecido. El otro la hizo callar y le rogó que volviera al auto. Ella lo hizo, aun riéndose como si fuera lo más divertido del mundo.
El hombre se disculpó con una sonrisa y sin perder la compostura, simplemente hizo caso omiso a los comentarios. Le pidió instrucciones para llegar al centro de la ciudad y luego de una última mirada, se marchó del lugar. La mujer le hizo un adiós con la mano y le lanzó un beso. Lars se quedó viendo como el automóvil desaparecía a la distancia, luego giró los ojos al recordar lo que ella había mencionado, así que trató de olvidarlo y volvió al trabajo.
Sin embargo, aunque para Lars esa visita no significó más que una pérdida de tiempo, sí logró hacer mella en Jan. Porque sí, en el momento en que se quedó escuchando aquellas instrucciones, pudo comprobar por sus reflejos en el auto que, en efecto, eran bastante similares. Entonces, vio en Lars su boleto para seguir disfrutando de la vida y escapar de las responsabilidades que lo ataban. Quizás era una idea arriesgada, una locura, pero Jan estaba seguro de que funcionaría. Por eso, decidió regresar más tarde, solo para asegurarse de que no se había dejado llevar por su propia imaginación.
Al volver, confirmó con alegría que estaba en lo cierto cuando los otros dos mecánicos lo miraron sorprendidos y lo llamaron Lars. Él sonrió, teniendo la certeza de que era su día de suerte, entonces les dijo que estaba buscando a ese tal Lars y que era urgente. Ludwig se quedó conversando con él, tratando de hacer tiempo, mientras Gilbert iba a llamarlo. Ambos estaban impactados al ver a otro hombre idéntico a su amigo. Él les había hablado muy poco de su familia así que era una novedad saber que tenía un gemelo.
“Lars, te buscan. Oye, no sabía que tenías un hermano gemelo” le comentó en voz baja.  
“Yo no tengo hermanos” contestó Lars fastidiado, sin entender qué estaba pasando.
Cuando se presentó, frunció el ceño al reconocerlo. Era el tipo de antes. Jan lo saludó con una simpatía que a Lars le resultó deshonesta.
“Soy Jan van der Linden, pasé por aquí esta mañana ¿Podríamos hablar en privado? Hay un asunto muy importante del que quiero discutir contigo” demandó, mirando a los otros como si fueran unos bichos.
Lars iba a negarse, pero hubo algo en la expresión curiosa de sus amigos que se lo impidió y tuvo que acceder, así que lo hizo pasar a la oficina que tenían en el taller. Luego de intercambiar un par de frases de forzada cortesía, Jan fue directo al grano y le propuso su plan. Lars lo miró como si se hubiera vuelto loco. Y es que era una idea absurda lo que estaba proponiéndole: quería que se hiciera pasar por él.
“Por supuesto que no. No te conozco y no sé en qué estés metido” replicó Lars.
“Pero es una oportunidad única en la vida”
“Es ilegal”
“No realmente, no es como que alguien más deba enterarse. Mira, incluso voy a pagarte” le dijo mostrándole un cheque con una buena cantidad escrita en él.
Lars quedó boquiabierto, porque a pesar de que sonaba como una estupidez, ese hombre parecía ir muy en serio.
“No puedo aceptarlo”
Jan suspiró un poco impaciente, y trató en vano de hacerlo ceder, a veces aumentando la cantidad o haciéndole ver las ventajas que obtendría a cambio. Luego de discutir por alrededor de media hora, Jan respiró profundo, tratando de calmarse, entonces le dijo que le daría tiempo para pensarlo, y esperaba una respuesta positiva. A Lars esto le sonó como una amenaza, pero no estaba dispuesto a participar en algo tan arriesgado y sospechoso.
Al día siguiente, Lars faltó al trabajo. Con lo que acababa de pasar, consideraba que sería más prudente evitar lo que fuera que ese tipo estaba planeando. Bueno, sí, eran muy parecidos, pero nadie iba a creer que un hombre sencillo como él podía hacerse pasar por un supuesto millonario como aquel. Claro que la cantidad que le ofrecía era impensable, aunque presentía que era dinero mal habido. Luego miró a su alrededor, su pequeño cuarto de paredes sin pintar, la eterna gotera que no dejaba jamás de molestar, el escándalo de los vecinos, la renta que no hacía más que aumentar y aumentar cada mes, y las deudas que se iban acumulando una tras otra. Entonces, se sintió tentado. En ese momento, llamaron a la puerta, y al abrir se encontró con Jan.
“Vengo por tu respuesta. Me dijeron que vivías aquí” dijo, sin esperar una pregunta a cómo lo había encontrado y entrando sin siquiera ser invitado.
“Lo pensé, pero no creo que sea buena idea. No sé cómo podría fingir que soy tú”
“Eso es lo de menos. Basta con que nos veamos iguales” contestó como si fuese lo más evidente.
“Lo haces sonar demasiado fácil. Ni siquiera sé de negocios”
Jan tomó asiento en un viejo sillón, tratando de ser paciente.
“No te estoy pidiendo que te quedes en mi lugar para siempre. Serán unos cuantos meses. No creo que sea para tanto, además voy a pagarte, tómalo como un empleo. Si aceptas, podría mejorar tu vida, pero si no, también puedo empeorarla diciendo que ibas a estafarme,” lo amenazó, mirándolo como si fuese un ser insignificante. “Puedo mover influencias y entonces acabarías en la cárcel. Tú decides,” lo amenazó en un tono que a Lars le heló la sangre.
“¿De verdad tienes tanto poder para obligarme a cumplir uno de tus caprichos?” lo encaró Lars, impresionado por esas palabras.
Se quedaron mirando el uno al otro en silencio, hasta que Jan lanzó una carcajada.
“No te pongas dramático, ni siquiera yo me rebajaría a eso. Lleguemos a un acuerdo, si no quieres dinero, entonces dime qué puedo darte a cambio. Estoy seguro de que debe haber algo que desees”
En ese momento, Lars pensó en su casa de la infancia, que no solo sabía seguía en pie, sino que los supuestos dueños estaban dejándola en la ruina. Al verlo meditar su respuesta, Jan supo que lo tenía en su poder. Tomó el retrato de los padres de Lars y agregó en voz baja: “Ya no le des más vueltas al asunto. Recuerda que ya no tienes nada que perder”.
Lars se sintió incómodo. Era la primera vez, en años, que alguien le señalaba la ausencia de sus padres. Entonces, se dio cuenta de que era cierto y que por fin Jan lo había acorralado. En realidad, si algo salía mal, no tendría qué perder, nadie más que él saldría afectado, por eso, finalmente cedió. Pensándolo más fríamente, era cierto que podría sacar provecho de la situación. Jan le dedicó una sonrisa ganadora y estiró su mano para estrechar la de él, cerrando así el trato.
Ese mismo día, por insistencia de Jan, Lars empacó sus pocas pertenencias y abandonó el departamento. Se llevó consigo su conejo, que era lo único a lo que Jan no miró con desagrado. Pero antes de marcharse, llamó a Ludwig y a Gilbert para contarles que se iría por un tiempo y les agradeció por todo lo que habían hecho por él. Pensó que abandonarlo todo así de pronto sería un gesto de ingratitud.
“Hablas como si fueras a irte para siempre” bromeó Gilbert.
Lars vaciló, pero sentía que se avecinaba un periodo incierto en su vida y lo mejor era dejar las cosas claras. Ellos parecieron entenderlo, pero cuando le preguntaron si era a causa de su clon ricachón, Lars no les pudo mentir y admitió que era por eso, pero sin darles detalles. Ludwig y Gilbert le desearon suerte, presintiendo que no lo verían en mucho tiempo.  
Jan se llevó a Lars a donde estaba hospedado. Era uno de esos hoteles de lujo donde pasar al menos una noche debía valer una fortuna. Sin perder más tiempo, Jan le pidió que se pusiera uno de sus trajes para probar si podían pasar por iguales y se sorprendió al ver que era como mirarse en un espejo, excepto porque Lars era un poco más corpulento y tenía una cicatriz arriba de la ceja derecha. Jan hizo un gesto al notarlo, pero no había remedio, ya inventarían algo.
Jan pasó el resto de la semana instruyendo a Lars sobre cómo actuar como él. Le enseñó a tratar de ser menos tosco y comportarse como un elegante hombre de negocios, a caminar de manera más confiada, relajar su postura e imitar sus ademanes. Incluso le dio lecciones para conducirse en una cena, qué cuchara y tenedor usar, y otras reglas de etiqueta que no se imaginaba que le serían de ayuda. Se sentía como un niño al que educaban para comportarse como un adulto, hasta que poco a poco Lars logró imitarlo a la perfección.
Jan también lo puso al tanto de su familia. Le mostró fotografías para que, al volver, pudiera identificarlos. El señor van der Linden había muerto hacía no mucho tiempo, era un hombre de porte distinguido, pero con una personalidad despiadada y competitiva. La señora van der Linden, en cambio, parecía más suave, aún conservaba la belleza de sus años de juventud, pero su salud era muy delicada. Después de Jan, la pareja tuvo otros dos hijos: Emma, cuya pasión eran la repostería y la arquitectura; y Henri, un muchacho despierto y bueno para los negocios.
Jan le habló de sus amistades y colegas de manera más vaga, como si fueran cualquier cosa. Le indicó quien era de fiar y quién no, pero, le advirtió que, sobre todo, debía confiar ciegamente en Henri, quien era el vicepresidente y su mano derecha. También mencionó a un tal Arthur Kirkland, llamándolo su mejor amigo, pero a Lars eso le sonó a sarcasmo.
Mientras, Lars observaba el resto de fotografías para memorizar nombres y hacer que coincidieran con los rostros, una llamó su atención. En ella aparecía una joven mujer de largo cabello castaño y encantadora sonrisa. Al ver ese brillo de curiosidad Jan se puso serio.
“Ella es mi prometida, Mei Wang. Es artista” dijo con cierto orgullo, pero como si fuera lo último en lo que pensara.
“¿Y la mujer con la que estabas el otro día?”
“Es solo una chica que conocí. No tiene importancia. De eso también quería hablarte”
Jan le contó de sus otras aventuras y de las demás “amigas” que tenía. Todas ellas eran bastante hermosas, como sacadas de portada de revista, aunque la belleza de Mei tampoco era para pasar desapercibida. Al notar el evidente interés de Lars, el rostro de Jan se puso serio de nuevo, mostrando una actitud posesiva.
“Puedes hacer con ellas lo que quieras, no me importa, pero no quiero que le pongas ni un dedo encima a Mei. Ella no es como las otras, además, será mi esposa muy pronto”
Lars se puso a la defensiva.
“Entonces ¿por qué la engañas?”
“Mira, hay dos tipos de mujeres: con las que te diviertes y con las que te casas. Mei es del segundo tipo, ella no es para pasar el rato. ¿Acaso crees que elegiría a una ebria irresponsable como madre de mis hijos?”
A Lars le molestó esa actitud. Le parecía que Mei se veía muy tierna para estar atada a un tipo como él, pero tal vez ella estaba al tanto, y salía con él por puro interés. ¿Por qué otra razón alguien amaría a un cínico imbécil como Jan de todos modos? Se preguntó. Era evidente que eso sería un matrimonio de conveniencia y nada más. Eso lo reconfortó, pero no pudo evitar sentir pena por ella y sus futuros hijos. Además, se le hacía tan molesto que Jan se portara como si le fuera a robar a su novia, en realidad, a Lars le había parecido atractiva, pero lo que de verdad le llamó la atención era que existiese alguien que pensara casarse con él.
“Ya, hombre, no te pongas así. Si no me importara no la estaría cuidando de un desconocido como tú”
Jan le dio un golpe en el hombro y se puso a hablar de otra cosa. Lars pensó que quizás esto sería mucho más complicado de lo que se imaginaba.
Ahora solo faltaba armar toda una historia para contar a su regreso, porque ese no era un viaje de negocios. Se suponía que estaba en un viaje de recuperación porque su salud era muy delicada. Todo era mentira, por supuesto, Jan falsificó análisis y resultados para hacerles creer a todos que estaba enfermo y así poder irse y dejarles el resto a los demás.
“No es realmente un cuento. Fui un niño enfermizo, así que te creerán cualquier historia que les cuentes” le aseguró con una sonrisa cínica.
Lars ya no sabía qué pensar de él, parecía un libro abierto, pero al mismo tiempo también tenía sus propios secretos. Entonces, le pareció que quizás él debía mantener un perfil más bajo, para que no lo usara en su contra. Afortunadamente para él, Jan no tenía ni el más mínimo interés en saber sobre él, así que no tuvo que contarle nada. Al parecer, para Jan era un simple individuo que tenía la cualidad de ser idéntico a él.
Un par de días después, por fin llegó el momento de intercambiar papeles y suplantarlo. De esa forma, Jan se marchó feliz a disfrutar de su nueva libertad y Lars se fue a casa de los van der Linden.
2 notes · View notes
un-pajaro-salvaje · 4 years
Text
En medio del océano.
[One-Shoot]
Tumblr media
¿De verdad se preocupan por mí?
Esa pregunta rondaba por mi cabeza todos los días, mientras me sentaba en la orilla a mirar al celeste mar.
Me levanté, dispuesto a irme de allí.
No esperaba que el suelo bajo mis pies comenzase a temblar, y que un ruido ensordecedor apareciera.
La sangre se me heló.
¿Acaso...?
Comenzé a correr, tratando de alejarme de donde estaba, pero pude sentir que el suelo bajo mis pies cedía y caí.
Todo estuvo negro.
Abrí los ojos, solo para darme cuenta de... que había sobrevivido de algún modo...
Me senté aturdido y lo primero que noté fue que no estaba en mis territorios.
Miré a mi alrededor, notando que el suelo en el cual me sentaba era inestable a niveles que yo ni imaginaba.
Estaba a la deriva en aquel trozo de nieve y hielo, que se derretía por momentos.
Sin perder el tiempo en lamentaciones, me palpé los bolsillos, encontrándolos vacíos salvo por un par de cosas, las cuales definitivamente no me ayudarían en medio del océano.
Abrazé mis piernas para conservar algo de calor, con miedo de levantarme y que el suelo que pisaba se rompiese, y cerré mis ojos, esperando mi destino.
¿Se preocuparán por mí?
Esa pregunta volvió a mi cabeza.
Sabía que les importaba lo más mínimo lo que me pasara.
Después de todo, son todos un montón de hipócritas que actúan por encajar y no porque me vean cada día más muerto.
Si se preocuparan por mí, no me mandarían mensajes, porque saben que al hacerlo gastan electricidad, y eso hace que, a fin de cuentas, el terreno que me fue asignado se comienze a derretir.
Claro, también están los que se preocupan por sí mismos, y por consecuencia se preocupan de mi, y esos son los paises costeros.
Si Paises Bajos no estuviese bajo el nivel del mar, posiblemente le importaría una mierda que yo me derritiera.
Estornudé y miré como lentamente el hielo y la nieve se derretían a mi alrededor.
Caería al mar en pocas horas si no hacía el frío suficiente...
Me entró hambre y me recosté en la nieve.
Si algún barco pasaba por allí, cosa que realmente no era probable, posiblemente pasaran de largo. Después de todo, ¿a quién le interesa salvar a una persona que ya está condenada?
Pasaban las horas, y yo seguía a la deriva, con hambre, frío y sueño, y la amenaza constante de terminar en el fondo marino.
Entonces apareció.
Un pequeño barco de pesca apareció por aquellas frías aguas, que hasta el momento se mantenían calmadas, y al parecer me vió, puesto a que se dirigió hacia mí en línea recta.
Quise pararme y llamar a los gritos, pero no hacía falta, y me estaba quedando sin energías lentamente.
Había estado dos días sin comer ni beber, y aparte unas ganas inmensas de ir al baño. Ni loco arriesgó mi vida solo por eso.
El barco se detuvo a unos metros, siendo levemente sacudido por el poco oleaje que había, y te ví salir de la cabina. Tenías un flotador en la mano, y la ropa que usabas era ligera, a pesar del frío polar que hacía. Solo tenías una chaqueta, una prenda abrigada bajo eso y pantalones de pescador. Demasiado poco para el frío que hacía.
¿Vas a tirarte al mar ártico?
No estabas tan loco.
Te ví tirando al agua una embarcación inflable y subirte a esta, remando hacia mí.
-¡¡QUEDATE DONDE ESTAS, TRATARÉ DE ACERCARME!!- me gritaste cuando estuviste cerca.
Sentí una sensación que nunca creí llegar a experimentar.
Un calor creciente en mi pecho se hizo presente, y el simple hecho de que hubieses decidido ayudarme ni bien me viste muriendo, siendo alguien a quien no le afectaba demasiado mi muerte, me hizo tener de pronto los ojos cristalizados.
-¡Ya estoy aquí, no te preocupes!
Reprimías tu forma de hablar, creyendo que no te entendería si hablabas como lo haces en las fiestas, solo por mí.
Pude notar algo cálido caer por mi mejilla y quise correr a tur brazos, aliviado.
Hacía mucho no veía a una persona, y mucho menos a una que no fuese hipócrita en cuanto a mi tema.
Cuando estuviste todo lo cerca que pudiste estar del trozo de hielo en el que estaba, me dijiste que me levantara lentamente y que caminase con cuidado hacia ti.
Extendiste los brazos como para darme confianza, pero yo apenas y podía moverme de lo débil que estaba.
Me levanté haciendo acopio de todas mis fuerzas y pude sentir que mi pequeña superficie se movía.
Tuve miedo.
Mis ojos no dejaban de derramar lagrimas, y eso me nublada la vista y me agotaba, impidiéndome caminar correctamente y no dar pasos en falso.
Me quedé parado, temblando y tratando de limpiar mis ojos, mientras te veía tratar de acercarte en aquella embarcación de plástico.
Di un paso.
No pasó nada aparte de que la superficie se comenzó a inclinar.
Unos cinco pasos más y podría saltar a tus brazos y desahogarme del miedo que pasaba en ellos.
Otro paso.
Nada.
Así di tres pasos tambaleantes, sintiendo que a mi alrededor las cosas se ponían negras de a ratos.
Quedaban dos pasos, o un salto olímpico.
Estaba apoyando mi pie cuando mi tobillo se negó a cooperar y caí.
Mi trozo de hielo se inclinó, haciéndome caer a las aguas polares, y pude escuchar tu grito de pánico, antes de que el agua me engullese.
Mis ropajes me tiraban hacia abajo, como tratando de que terminase tal como el resto de mi plataforma de hielo y nieve, y yo, con mis manos agarrotadas, trataba de no caer, pero no podía moverme. El frío del agua era inimaginable, y mis sentidos fueron fallando de a poco. Tras perder la vista del cansancio, ya soltando todo el poco aire que había podido agarrar antes de caer al océano, pude sentir vagamente el ruido del agua a mi lado. Todo se volvió oscuro y no pude sentir nada más.
Me desperté lentamente, dándome cuenta de que había sobrevivido. A mi lado te encontrabas tú, con la ropa mojada y remando con fuerza hacia tu bote.
Me dolía la cabeza, pero no sentía frío. Me descubrí recostado en aquella embarcación inflable, cubierto con tu chaqueta en un vago intento de darme calor.
Al llegar a la embarcación, me dijiste que me agarrase a tu espalda, y eso fue lo que hice con la poca energía que me quedaba.
Subiste con cuidado.
Pude notar que tiritaba del frío, y que tu ropa y cuerpo perdían su calor debido a la humedad de tus ropas y las mías.
Me desplomé en cubierta, sin más fuerza en mis brazos y manos, y me llevaste en tus brazos, hacia la cabina, en la que tenías una pequeña estufa, y me dejaste al lado de esta mientras desaparecías.
Quise llorar, pero estaba tan agotado que las energías me faltaban hasta para eso, por lo que simplemente cerré mis ojos y dejé que el sueño me llevase.
Cuando mis ojos se volvieron a abrir, estabas a mi lado, al lado de una estufa de leña que, supuse, pertenecía a tu casa.
Me miraste con una sonrisa en tus labios cansados, mientras te quitabas el gorro de lana que tenías puesto y me abrazabas. Pude sentir que sollozabas en mi hombro.
Te abrazé de vuelta sin mucha fuerza.
Te apartaste y agarraste una cuchara, y luego me la acercaste a los labios. Abrí estos y sentí ese cálido sabor bajar por mi garganta.
Necesitaba más.
Pasamos juntos la semana.
Nunca había sido tan feliz en compañía de alguien en toda mi vida.
Al terminar la sopa, las lágrimas que no habían salido cuando debieron, comenzaron a caer de modo ya incontrolable por mis mejillas y me abrazaste, diciendo cosas que jamás creí que me dirían, pero que siempre quise que me dijeran.
Me dijiste que me calmase.
Que estaba contigo.
Que todo estaba bien.
Que me querías.
Tumblr media
"Me desperté lentamente, dándome cuenta de que había sobrevivido. A mi lado te encontrabas tú, con la ropa mojada y remando con fuerza hacia tu bote."
Tumblr media
Antártica×Chile banda, me gusta bastante este ship 😔👉👈
Lo hice por aburrido principalmente, pero espero que les haya gustado o entretenido ^^.
11 notes · View notes
parasofia · 4 years
Text
A destiempo, Sofía.
Somos versiones distintas;
No dejo de suponer en algún recóndito espacio de mi vida (siempre viviendo de pensares) que volvería a reencontrarte una y mil veces, para decir(te) por fin todo lo que alguna vez callé, y es en ese instante que una ventisca fría me desarma por dentro. Se revela un pensamiento, sucede con más frecuencia de lo que me gustaría admitir, contrapone mis ganas de re-verte con una figura insulsa y tenue, ni siquiera fría, mucho menos caliente, como un café a término medio que no va con hielo ni con medialunas.
 
“Quiero darte la mano una única vez, y ver entre tus ojos inolvidables un certero olvido, que ya no disimule toda esta vida entre tu pelo alborotado para no enfrentar tales relatos que expondrían una y otra y otra vez mi real fracaso, que dejarían descansar mil miedos míos sobre la luz del día en donde cualquiera que haya visto esta historia desde el otro lado de la calle podría reír. Y en verdad, sólo busco desenredar tu pelo, todavía perdido en el recuerdo de tus ojos, para inhalar profundo una verdad estremecedora y es ahí que la persona de enfrente sigue su camino y ya no rie, y algo me extingo. Quiero contarte tantas cosas que no te aportarían nada, me encantaría re-conocer, todo lo que nunca entendí, cuando la ventisca siempre me heló por dentro y me abrigué en una pupila que nunca me dijo no. Y el patetismo y la falta, cómo pude haber desperdiciado tanto tiempo en cartas que no te irían a llegar nunca, cómo pude inventar mensajes incansablemente en códigos que nunca descifrarías, como pude ultilizar, sin pudor alguno, todo este enjambre de historias con cientos de páginas tachadas para ir alejándome, a todo momento, de lo sucedido. Y no sé, si alguna vez valdrá la pena, porque incluso en esta carta donde te pido perdón, sigo perdido en tus ojos, en tu pelo, me río desde el otro lado de la calle, me peino un poquito y vuelvo a caminar deshecho.”
20 notes · View notes
sweetandcrime · 4 years
Text
“Sunshine”, XXIV.
23 DE DICIEMBRE. ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤ
Hacia la tercera semana de Diciembre, Yeoryang-myeon comenzó a vestirse de luces y adornos coloridos; en sus calles, se respiraba la llegada de la Navidad. En casa de Lilian Jie, el menú de Nochebuena ya estaba decidido. Seokjin, Kyuho y Kazuki habían puesto manos a la obra para ordenar y adornar la casa un día antes. No fue trabajo fácil, ¿quién diría que una casa podía dar tanto que hacer?
Por la mañana, mientras Kazuki se quedaba encargado de limpiar la cocina, el trío restante se había marchado a hacer las últimas compras. Lilian había pedido a su hijo que se detuviera en la florería del pueblo, pues planeaba adornar la mesa con un par de ramos de flor de Nochebuena.
—El cumpleaños de Kazuki es en enero —comentó Lilian de pronto, tanto Seokjin como Kyuho, se volvieron hacia ella—, me gustaría regalarle un ramo de flores de temporada.
— ¿Qué clase de flores se regalan en los cumpleaños? Creo que las rosas son bonitas —la sugerencia vino del mayor.
—Lo he visto contemplar el rosal, es probable que sean sus favoritas —Lilian lucía pensativa. Kyuho chasqueó la lengua, captando la atención de los otros dos.
—Sus flores favoritas son los Claveles —pareció fastidiado, impaciente. Quizás ya se había hartado de las compras, hacía un frío espantoso, además—. Los rosas. No le gusta mucho el color amarillo, así que yo lo evitaría.
—Vaya, Kyuho —Seokjin sonrió con una chispa de travesura en la voz—. No sabía que estabas tan al tanto de los gustos del niño.
Le dio la impresión de que Kyuho se tensaba, por lo que Seokjin extendió la sonrisa. La mujer también lo observaba, curiosa de pronto.
—Lo dijo el otro día en el desayuno —explicó—. Jamás se calla, todo el tiempo está diciendo tonterías —cruzó los brazos sobre el pecho, visiblemente hastiado. Desvió la mirada lejos del curioso par que ahora compartía el gesto divertido.
—Y ya que le prestas tanta atención a sus "tonterías", podrías decirnos, quizá, si sería bueno obsequiarle algunas golosinas.
—Sí, cariño —Lilian extendió la mano, para acariciar cariñosamente el brazo del rubio—, tú pareces conocerlo un poco mejor.
—Hm —él encogió los hombros con desinterés—. Creo que los dulces de coco le gustan bastante. Las velas aromáticas también, en la feria de Bukpyeong-myeon se mostró entusiasmado por las de vainilla y mandarina —poco a poco, al parecer, se iba relajando y hablaba con más soltura. Tenía la mirada perdida, probablemente trataba de encontrar los datos adecuados en sus recuerdos—. Últimamente tiene curiosidad por el bordado, supongo que el material para eso le gustaría... Qué sé yo —de pronto cayó en cuenta de que estaba sonriendo, era un gesto tan sutil, que podría pasar desapercibido para cualquiera. Pero no para Seokjin y para Lilian, que lo habían notado; de hecho, compartieron un vistazo y guardaron silencio, mientras Lee hablaba. Era toda una novedad oírlo decir más de tres frases en una conversación.
Kyuho volteó a verlos, luego frunció el ceño, adoptando la expresión malhumorada de siempre.
—Ya veo —habló Seokjin—. Qué interesante. Lo conoces mejor de lo que yo imaginaba. Y yo que había llegado a pensar que lo odiabas —rió.
—Cierra la boca —gruñó Lee—. Ya dije que son cosas que él mismo ha dicho. Todo el maldito tiempo está hablando, ¿de acuerdo?
—Sí, sí —Seokjin alzó las manos en señal de paz—, como tú digas. ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ 24 DE DICIEMBRE. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤ
Seokjin, Kyuho y Kazuki, sin excepción, vestían un mismo diseño de suéter de lana, con la única diferencia en el color, la talla y el pequeño bordado que adornaba la parte izquierda de la prenda, sobre el pecho: un reno (para Seokjin), una flor de Nochebuena (para Kazuki) y un copo de nieve (para Kyuho). Lilian había pasado horas tejiendo los tres abrigos y se los había obsequiado antes de que se acercara la hora de la cena.
Compartieron chocolate caliente y se sentaron todos frente al pequeño pino que había llevado Seokjin y que Kazuki y Lilian habían adornado con esferas azules y plateadas. Eran aproximadamente las cinco de la tarde, la señora Jie comenzó contándoles historias de su infancia, relatándoles cómo solían celebrar la Navidad en su familia.
En algún punto, Kazuki se había sentido nostálgico y culpable por no estar con su propia familia, pero la última llamada con su abuelo le había hecho reflexionar al respecto. Él estaba creciendo, tomando sus propias decisiones, e hiciera lo que hiciera, su abuelo estaría apoyándolo. Eso le dio valor para quedarse. No estaba preparado para enfrentar el torbellino de reclamos, de preguntas, de miradas prejuiciosas.
El calorcito que desprendía la leña quemándose en la chimenea los mantenía a salvo del inclemente frío; afuera, estaba nevando. En algún momento, sobre las seis de la tarde, Kyuho se desapareció con una excusa que sólo compartió con Seokjin, y anunciando que regresaría en seguida. Aunque le extrañó a Kazuki, sobre todo porque Lilian no hizo preguntas al respecto, él no dijo nada. La conversación continuó, entre bromas tontas de Seokjin, anécdotas divertidas, y temas que iban cambiando de un extremo a otro.
Fue entonces cuando tocaron la puerta con insistencia.
— ¿Esperas visitas? —preguntó el mayor a su madre.
—Claro que no, hijo. Quizá Kyuho olvidó sus llaves.
—Lo dudo. Yo atiendo —se puso de pie en seguida y desde donde estaba, Kazuki se estiró sobre el piso de madera, para seguirlo con la mirada. Alcanzó a ver la puerta se abría y escuchó la voz de Seokjin, también otra voz desconocida que no supo identificar como masculina o femenina. Después, una especie de golpe que lo sobresaltó.
— ¡Yo sé que está aquí!
A Kazuki se le heló la sangre cuando escuchó esa voz. Una helada ventisca entró por la puerta abierta, al tiempo que Lilian se ponía de pie, para saber qué estaba sucediendo. Matsumoto hizo lo mismo, mecánicamente, con el estómago revuelto.
— ¿Quién diablos eres tú y con qué derecho entras así a mi casa? —espetó Seokjin y el chico con el que estaba discutiendo lo apartó de un fuerte y repentino empujón, para abrirse paso hacia el interior.
La mirada de Kazuki se cruzó con la de él cuando se acercó. ¿Estaba soñando? ¿Se habría quedado dormido en alguna parte de la velada?
—Hiroki —pronunció, con la voz ahogada—, ¿qué haces aquí?
— ¿Hiroki? —cuestionó Seokjin, cada vez más molesto—. ¿"Ese" Hiroki? Porque si es así...
— ¡Kazuki! —el antes nombrado avanzó, pasando junto a Lilian, que no cabía más en sí misma de la confusión y la sorpresa, y se abalanzó sobre el menudo cuerpo de Matsumoto. Lo estrechó entre sus brazos y Seokjin bramó, yendo inmediatamente a quitárselo de encima. Lo siguiente que Kazuki supo, todavía sumido en el pozo de la incredulidad, es que Seokjin y el recién llegado, estaban agarrándose a golpes ante la mirada de una asustada Lilian.
No podía ser cierto. De verdad... Tenía que haberse quedado dormido, esto no podía estar pasando. ¿Cómo podía ser esto real? Sin embargo, tuvo que reventar su burbuja de emociones y reaccionar rápido, antes de que aquel par se siguiera moliendo a golpes. En medio de aquel estallido de gruñidos, golpes, maldiciones y amenazas, el característico rugido de un motor se sobrepuso al bullicio. Kazuki alzó la mirada un segundo, sólo para ver cómo Akane se bajaba corriendo de la camioneta, seguida de su madre.
¿Qué diablos estaba pasando?
— ¡Oh, por Dios, Kazuki! ¡Kazuki! —Akane entró corriendo—. ¿Estás bien?
—Tú —Koemi Matsumoto entró después y el recibidor se llenó de gente de pronto, para sorpresa de la dueña de la casa—. Ya fue suficiente. Evitémonos el espectáculo y súbete a la camioneta.
—Mamá...
—Kazuki —Akane lo tomó por los hombros, tenía los ojos cristalizados por las lágrimas—, perdóname... perdóname, Kazu, esto fue mi culpa. Yo... Yo sólo... Yo no sabía, yo quería venir a verte y Hyungsik... yo no sabía que Hiroki lo había mandado, te lo juro. Cuando lo supe, cuando supe que venía por ti, tuve que decirle a mamá para que no te hiciera daño, Kazuki... por favor, dime que vas a perdonarme —el llanto de la chica añadió peso al impacto del momento. El chico estaba tan confundido que no podía reaccionar a absolutamente nada. Todos hablaban, su madre gritaba, Seokjin seguía amenazando a Hiroki con romperle la cara.
—Le voy a pedir, señora —Lilian se dirigió a la otra mujer—, que se retire de mi casa.
— ¡Es lo único que me faltaba! Vieja entrometida, voy a demandarte por mantener cautivo a mi hijo, ¡es menor de edad!
— ¡Basta ya! —gritó Kazuki, y el resto guardó silencio—. Todos ustedes... ¿Qué diablos están haciendo aquí? No tienen ni el más mínimo respeto por la propiedad ajena, ¿cierto? Entran como animales, ¿quiénes se creen?
—A mí no me hables así —advirtió su madre—, y no hagas que pierda la paciencia. ¡Súbete a la maldita camioneta!
— ¡No voy a irme!
—Kazuki —intervino Hiroki—, hazle caso a tu madre. Volvamos a casa, tenemos que hablar.
—Tú eres la última persona con la que pienso cruzar palabras —espetó el aludido—, ¿con qué derecho vienes aquí, como si nada hubiera pasado?
— ¡Yo lo sé! Lo que hice fue horrible, imperdonable, estoy consciente. Sólo dame unos minutos, te lo explicaré todo y te juro que no volveré a molestarte si tú me lo pides.
—Te lo estoy pidiendo ahora —masculló entre dientes—, no te quiero volver a ver en mi vida. No hay una sola persona que me dé tanto asco como tú. Perdiste tu tiempo viniendo hasta aquí. Hazme el favor de largarte, tu sola presencia me repugna.
—Kazuki, por favor...
—Se acabó el drama —sentenció la madre de Kazuki—, termina de una vez con esta escena lamentable y despídete.
—No, mamá. Yo no voy a irme.
—Por supuesto que vas a irte. Este no es tu lugar y lo sabes bien, ¡ni siquiera sé cómo puedes vivir en un lugar como este! Ningún hijo mío puede caer tan bajo. ¡Súbete al auto, Kazuki!
—Si puedes —desafió—, súbeme tú.
La mujer iba directo a cumplir con ese reto cuando la moto se detuvo frente al domicilio. La atención estuvo sobre Lee, que iba entrando, con el ceño fruncido y un signo de interrogación enorme pintado en la cara. ¿Quién era aquella gente y qué hacían ahí? ¿Invitados de Lilian? No... Por la forma en la que estaban vestidos los tres extraños, definitivamente no.
— ¿Qué está pasando aquí?
—Oh, nada fuera de lo normal. El imbécil que dejó plantado a Kazuki en el altar vino a buscarlo para convencerlo de hablar con él y esta señora loca, que por lo visto es su madre, quiere llevárselo a la fuerza —respondió Seokjin, con toda la intención de contenerse y no soltar las groserías que ya tenía en la punta de la lengua. Una algarabía dio comienzo, Hiroki estuvo a punto de echarse sobre él para golpearlo, de no ser porque Lilian se interpuso. Akane estaba llorando todavía y la señora Matsumoto seguía amenazando a su hijo, que parecía haberse convertido en piedra de pronto.
Seokjin sabía que Kazuki estaba conteniéndose. "Qué valiente", pensó, "ver a la persona que le rompió el corazón y no quebrarse después del impacto".
La discusión estaba subiendo de tono, los segundos parecían alargarse. Kazuki no cabía en sí mismo de la tensión, no entendía nada, tenía las ideas revueltas y definitivamente no sabía ni qué hacer, qué decir. Sólo Kyuho pensó en darle un final a aquella absurda locura: tomó la muñeca de Kazuki con fuerza y tiró de él, hasta llevárselo a rastras fuera de la casa. El griterío se calló por un segundo, pero luego las voces volvieron a alzarse.
"¡Kazuki!", su madre y Hiroki lo estaban llamando. Kyuho fue rápido, le tendió el casco y casi le ordenó que se subiera a la motocicleta. Antes de que los recién llegados pudieran hacer algo al respecto, ellos se marcharon a toda prisa.
4 notes · View notes
petitenausee · 4 years
Text
Acabo de tener un recuerdo efímero, tanto que ya no sé cuál era pero me heló la espalda. Aún siento el frío en el cuello... Y cómo sube a la cabeza. Siento su sombra atrás de mis ojos. Un recuerdo que no sé siquiera si es un recuerdo real o solo un pensamiento vago de algo que nunca sucedió. Con el tiempo mi cerebro aprendió olvidar cosas con tanta facilidad que no sé si deba asustarme por ello, pero a veces llega un aroma, una canción, una imagen que trae todo, y ese todo se queda en forma de frío en la nuca, y un extraño temblor en las manos que lleva su nombre.
#me
4 notes · View notes
Text
La imagen atemporal de ti, sentada en el sillón tomando café.
¿Será que el sentido de la vida es hallarle sentido?
Cuando llegué, ella estaba en el piso, recostada en posición fetal al pie del árbol. Parecía que estaba dormida. Abrazaba nuestra foto, esa del marco que yo siempre le dije que estaba horrible.
Me senté en el piso.Tomé su cuerpo inerte y puse su cabeza en mis piernas. Le acaricié el cabello. No importó cuantas lágrimas mías cayeron sobre su rostro, ella no se despertó.
Me cansé de esperarlo. Hacía mucho frío. Me subí al auto y manejé por la carretera hasta llegar a la zona del árbol. De mi mochila saqué nuestra foto, esa del marco que siempre me dijo que estaba horrible.
Saqué todas las cosas de mi ritual; mi última cena, mi último trago de naranjada mineral, el libro con el último poema que él me iba a leer.
Abrí los ojos. Estaba en la casa y no en el hospital como hubiera querido. Me levanté rápidamente de la cama y la busqué, ella ya no estaba, se había ido sin mi.
Imaginé que me leía el poema, el 12 del espantapájaros de Girondo "se miran, se presienten, se desean..." Estaba segura que llegaría, pero yo no estaba dispuesta a esperarlo, la decisión estaba tomada desde antes de conocerlo.
Me puse lo primero que encontré, me di cuenta que se había llevado las pastillas, me sentí el más estúpido del mundo, quizás nada de esto hubiera pasado si las hubiera escondido. Salí a la calle y me di cuenta que el coche no estaba, no se me ocurrió buscar las llaves, sabía que ella se lo había llevado, me subí al primer taxi que se detuvo.
Al terminar de cenar saqué el frasco de pastillas, me di cuenta que faltaban algunas. Lo entendí todo. ¿Quién soy yo para juzgarlo? Él no sabe lo que es estar en mis zapatos, era obvio que iba a intentar algo así. Me las tomé todas en una sola tanda.
Por más dinero que le ofrecí al chofer no quiso ir más rápido, ni siquiera después de explicarle lo que estaba sucediendo.
Sola vine al mundo, sola me iré. No puedo enojarme contigo esposo mío, te deseo lo mejor, te honro, te agradezco todo lo que hiciste por mi, te amo te amo te amo. Y aunque sé que no lo vas a entender, no importa cuánto tiempo pase, el mayor regalo que me pudiste dar fue dejarme morir sola. Te amo.
Cuando cumplieron 3 meses de relación, él le regaló una "caja de sorpresas" que incluía: una copia de su libro favorito de poemas, transcrito a mano con tinta verde; una botella de vino tinto y 3 papelitos en forma de cheque que decían "vale por lo que tú quieras".
Ella le regaló una foto, la primera que se tomaron, adornada por Un marco café que simulaba ramas de un árbol. le escribió un poema en hojas de papel reciclado y con tinta morada, le dibujo corazones a lo largo de todo su brazo derecho. Cenaron en un restaurante italiano, durmieron abrazados durante toda la noche en casa de él.
A la mañana siguiente, Magnolia abrió los ojos y se descubrió sola en la cama, sintió un vacío, el recuerdo del abandono de su esposo le heló la sangre. ¿Oli? Levantó su cuerpo desnudo de la cama, tomó una sábana y se envolvió en ella simulando una toga. Abrió la puerta, escuchó golpes y ruidos en la cocina. Algo no está bien, lo sabía. Caminó despacio para no hacer ruido, el sonido de sus pies al contacto. Con la alfombra era casi imperceptible. ¿Oli? Silencio ¿Oli? Silencio. Magnolia entró a la cocina casi temblando, su preocupación se transformó en una sonrisa cuando vio a su hombre, luchando con la estufa intentando cocinar para ella. Perdón si hice demasiado ruido, quería sorprenderte con el desayuno en la cama. Ella se sonrojó un poco, a sus 30 años de edad, nadie, ni siquiera en los inicios de su enfermedad le había llevado o tenido siquiera la intención de llevarle el desayuno a la cama. Espera, no des un paso más ¿Te enojaste conmigo Oli? No, es que así con esa sábana como toga pareces una musa, quiero recordarte así, como mi musa. Magnolia no supo que decir, cambió las palabras con un abrazo.
Su primer vale lo canjeó apenas una semana después de haberlos recibido. Oli, quiero usar un vale para que vayamos de día de campo, los dos solitos, a un lugar secreto que quiero que conozcas.
¿Sigo derecho? Si Oli, todo derecho por la carretera hasta donde yo te diga te vas a dar vuelta a la derecha. ¿Aquí? Sí, toma el camino de terracería. ¿Adónde me llevas Magnolia? Ya te dije que a mi lugar secreto y no preguntes es mi vale por lo que yo quiera.
Lo llevó a un lugar que se veía desierto, campo que era decorado por un árbol gigantesco y frondoso. ¿Te gusta? ¿Cómo conoces este lugar tan hermoso? Aquí crecí, bueno no aquí en el árbol, atrás de esa colina estaba mi casa. ¿Estaba? Sip, acá me venía a leer era mi lugar secreto, eres la tercer persona a la que traigo aquí. ¿A tu ex esposo y a quién más? No, a él no, nunca quiso venir. ¿Entonces? Haces muchas preguntas Oli, vente vamos a comer.
Comieron a los pies del árbol, ella se recostó en el estómago de él, que le acariciaba el pelo con su mano. ¿Te puedo preguntar algo Oli? Claro que sí preciosa. ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? Si, porqué yo en tu vida y no alguien más. Por favor Magnolia, dime que esta no es una de esas conversaciones en las que tú ya tienes una expectativa de respuesta y si no contesto lo que tú quieres te vas a enojar. No Oli, mi pregunta es auténtica, en serio no sé porqué yo. ¿Y por qué habrías de preguntártelo? Porque yo si sé por qué tú, pero no sé porqué yo en tu vida. ¿Y por qué yo? No seas tramposo, yo te pregunté primero. Pues porque te vi. ¿me viste? Es difícil de explicar Magnolia. Anda, inténtalo. Te vi y lo supe. ¿Así cómo amor a primera vista? No Magnolia claro que no, el amor a primera vista no existe... pero te vi y lo supe. No te entiendo nada Oli. Te digo que es difícil de explicar. ¡Ay ándale explícame, me viste y luego qué! Esa vez, la primera vez que te vi. Que llegaste tarde a “la conferencia. Sí, llegué tarde y cuando puse un pie en el salón, de entre cuarenta personas que me estaban esperando a la única que vi fue a ti. Pero me viste porque estaba sentada justo frente a ti, en segunda fila. Sí, ya sé, pero había cuarenta personas y a la única que vi fue a ti y apenas te vi algo se me movió en la panza, te juro que lo primero que pensé fue. ¡Que mujer tan hermosa! No, lo primero que pensé fue “ya valí”. “¿Ya valí?” ¿Eso fue lo primero que pensaste Oli?
No puedo, en serio. No quiero ser grosera contigo. Pero no puedo, no tengo tiempo de tener una relación. No puedo Oli, no puedo. Eres muy lindo, pero no puedo.
Escuché desde el primer “no puedo”, pero nunca te escuché decir “no quiero tener una relación”, ¿Es ésta tu manera suave de decirme las cosas para no lastimarme? ¿O es que sí quieres pero crees que no puedes?
¿Oli, qué piensas de la muerte? ¿Por qué me preguntas eso? Es un tema importante para mi. ¿Un tema así como algo de lo que siempre escribes? No, algo así como algo que vivo todos los días. No me asustes Magnolia. No te asusto Oli, tu opinión es importante para mi. ¿Pero por qué? Ay, por favor respóndeme. La muerte, para mi la muerte es el regalo que recibes cuando cumpliste tu misión en esta vida, algo que no hay que temer ni tampoco esperar, algo que es muy triste para todos los que se quedan, no para el que se va. La gente llora en los velorios, siente la ausencia, pero por muy en paz que se encuentre el muerto siempre hay dolor. La muerte de alguien nos confronta con nuestra propia vida y nos recuerda lo egoístas que somos. Le lloramos a alguien que ya no está, pero cuando estaba presente dejamos muchas veces de llamarle siquiera para preguntarle si estaba bien, por que como era parte de nuestra vida, como lo asumíamos parte de nuestro paisaje cotidiano, no sentíamos su ausencia. Cuando alguien muere y asumimos la idea que ya nunca más va a estar con nosotros nos dolemos a nosotros mismos, por egoístas, por sentir que nos han quitado algo y no nos alegramos por que la persona que ha muerto ya está en paz. ¿Por qué sonríes Magnolia?
Oliverio llevó a Magnolia con sus padres, su padre se mostraba contento de que su hijo de treinta y cuatro años finalmente sentara cabeza. Su madre, aún más emocionada, no dejaba de mirar a Magnolia como si fuera una especie de salvadora, alguien que había venido a rescatar a su hijo de la soledad en la que ella creía que su hijo se encontraba. Estaban cenando cuando sucedió. Magnolia acababa de contarle a sus suegros del libro que había terminado de escribir, de la
relación que había tenido su abuela con uno de los alcaldes más famosos de Oaxaca, de la muerte de su padre durante el conflicto de maestros a mediados de los ochenta y del cáncer de su madre. Se recargó en la silla, miró al techo sonriendo, pensando que hacía mucho tiempo que no se sentía tan acompañada, volteó a ver a Oli mandándole un beso, Magnolia cayó inerte en el piso como si en aquel beso hubiera dejado su último aliento.
¿Lo ves Oli? ¿Ves por qué no puedo tener una relación? ¿Tú crees que tengo tiempo de amar a alguien si tengo que cuidarme a mi y a mi madre enferma? Magnolia, yo no quiero una relación contigo para que me ames, sino para que ames. Oli, eso se lo estás robando a Jodorowsky. Ya sé, quería que dejaras de pensar un momento en tus problemas y que ocuparas tu mente en otra cosa. Estás loco Oliverio, no puedo hacerme cargo de ti, ya tengo mucha carga conmigo y con mi madre, y tú te mereces a alguien que te dedique el cien por ciento de su tiempo. Yo ya tengo mamá Magnolia, no estoy buscando a alguien que se haga cargo de mi. ¿Entonces qué quieres, para qué insistes en querer estar conmigo? Porque te quiero y quiero que sepas que no tienes que pasar por todo esto tú sola. Bueno gracias, si así es gracias, puedes acompañarme el tiempo que quieras pero no puedo comprometerme contigo. Está bien Magnolia, así será, sin compromisos, sólo que sepas que no tienes porqué pasar por esto tú solita. Está bien Oli y quiero que a ti te quede bien claro que yo no estoy buscando un superhéroe que venga a rescatarme.
Su segundo vale lo canjeó el día que se casaron. El mismo día que una antigua novia de Oliverio se suicidó estrellando su coche. No quiero ir Magnolia, quiero estar contigo en nuestra noche de bodas. Oli, fuiste muy importante para ella, tienes que ir a darle el pésame a su familia. No, no fui importante, ella era una mujer hermosa, tenía muchísimos admiradores, lo único importante que hice en su vida fue ponerle un apodo a su cintura. No quiero saber Oli, pero quiero que vayas. No quiero, quiero estar contigo. ¿Te acuerdas de los vales Oli? No, no me salgas con el asunto de los vales. Aquí dice "vale por lo que tú quieras" y lo que quiero es que vayas al velorio. Vamos un rato y nos regresamos. No, tienes que ir tú solo, es una grosería que me lleves. Es una grosería ir el día de mi boda y dejar a mi esposa sola. Yo siempre he estado sola Oli, vas a estar conmigo por el resto de mi vida, puedo esperar un día
más. Ella ya no me va a esperar. Ricardo Oliverio Martínez García, acabo de usar uno de los vales que me regalaste, cumple tu palabra.
Oliverio no entendió qué era lo que Magnolia quería al pedirle que fuera al velorio, pero como lo había hecho desde que la conoció, Oliverio cumplió la voluntad de su ahora esposa.
“¿Por qué estás conmigo Oli? Magnolia, me has hecho esa pregunta muchas veces. Es que de verdad no entiendo. ¿Para qué quieres entenderlo? Para estar segura. ¿Segura de qué? De que un día no me vas a abandonar, de que merezco tener a alguien como tú en mi vida. No te voy a abandonar Magnolia, ya nos casamos, te he cuidado en tus recaídas, te amo, te acepto, no te he dejado sola ni un momento ¿qué más necesitas? Nada, lo que necesito no me lo puedes dar. ¿Qué es? Salud Oli, salud para poder tener un matrimonio normal, para tener hijos contigo, para hacerte feliz. ¿Y quién te dijo que no me haces feliz? Si yo estuviera en tu lugar Oli, no sería feliz. Pues yo sí lo soy y tú no eres yo y siempre que me preguntes el porqué estoy contigo te voy a contestar lo mismo. Nunca me contestas nada concreto. Por eso, la que se tiene que convencer eres tú, yo sí estoy convencido. ¿Puedes prometerme algo Oli? Lo que quieras, pero por favor nada que tenga que ver con exnovias. ¿Me prometes que vas a estar listo, cuando sea momento de dejarme ir? Magnolia, todos los días me despierto antes que tú y lo primero que hago es darte un beso en la frente, sentir la temperatura de tu piel y sentir tu respiración cerca de mi boca, me hace cosquillas por cierto, pero eso hago, no porque esté esperando el día que te vayas, sino para agradecer que estás viva un día más, y el día que eso deje de suceder voy a estar listo, no te preocupes por eso, sé que te choca sentirte atada, que con tu dolor es suficiente y que no se lo quieres provocar a alguien más, estaré listo Magnolia, confía en mí. Ella sonrió, le acarició el rostro, le besó los labios. ¿Quieres café Oli? Él le sonrió asintiendo con la cabeza, se levantó a poner un poco de música mientras Magnolia servía el café en un par de tazas moradas. ¿Qué quieres escuchar amor? Pon a Drexler, se me antoja escuchar a Drexler. Ella salió de la cocina hacia la sala, puso la taza de él sobre la mesa de centro, ella se sentó en el sillón con las piernas cruzadas, traía puesto un suéter azul largo que Oliverio le había regalado la semana anterior. Él puso la música y al darse la vuelta y mirar a su esposa se quedó inmóvil, como si el tiempo los hubiera detenido por un instante. ¿Qué pasa Oli? Él la contempló en silencio,
ella sujetaba con sus dos manos la taza de café, como si quisiera recibir el calor del brebaje en su cuerpo, su pelo estaba perfectamente acomodado, pero su copete se echaba hacia adelante. Oliverio nunca se lo dijo, pero le encantaba ver el copete largo de Magnolia deslizándose por su rostro. Nada, que eres hermosa y que me encanta verte así, tranquila, disfrutando de estos instantes cotidianos que para cualquier otra pareja pasan desapercibidos, pero que para nosotros son lo mejor que tenemos. Magnolia dejó la taza sobre la mesa, lentamente se levantó y se acercó a su esposo abrazándolo. ¿Bailamos Oli? Él la tomó de la cintura, sus cuerpos se movían al ritmo de la música, se miraban en silencio y los dos sonreían, por un momento no hubo dolor, ni preguntas, ni diálogos que no los llevaban a ninguna parte, sólo ellos dos sin sus problemas, sin el fantasma de la enfermedad de Magnolia. Al terminar la canción, Ella nuevamente lo tomó de las manos. Hay algo que quiero decirte Oli, algo que siempre he querido decirte pero que por miedo nunca lo había hecho. Oliverio trató de disimular, pero ella se percató del temblor de su cuerpo. No tiembles Oli, no es nada malo. No estoy temblando. Sí lo estás. Oliverio iba a decir algo, pero Magnolia interceptó las palabras con otro beso, esta vez más profundo, más intenso, más dedicado hacia él. Te amo Oliverio, nunca te lo había dicho pero te amo te amo te amo te amo. Él permaneció en silencio, hacía mucho tiempo que había dejado de esperar escuchar esas palabras de su amada. Cada "te amo" se fue incrustando frío, en su cuerpo. Te amo Magnolia, aunque jamás me lo hubieras dicho. Lo sé, y justamente por eso te lo digo, te amo Oliverio te amo.
Esa noche algo cambió, Hicieron el amor durante horas, ella no dejaba de abrazarlo, de besarlo, de sentirlo parte de ella, esa noche Magnolia empezó a fluir.
Planearon un viaje con todas las precauciones, llevaban una maleta llena de medicamentos en caso que Magnolia empezara a sentirse mal. Eran tan sólo cinco días, habían logrado ajustar las agendas en el trabajo para poder salir, la intención era llevarse a la madre de Magnolia pero la señora se rehusó rotundamente, ella quería que su hija intentara tener unos días de armonía sin tener que preocuparse. Magnolia estuvo a punto de arrepentirse, pero sus tías se empeñaron en hacerla sentir tranquila. Oliverio estuvo consciente que en cualquier momento su esposa podría arrepentirse y cancelar el viaje. Cuando ella dudaba, él sólo se encargaba de recordarle que no pasaba nada y que podrían cancelar los boletos de avión y el
hotel, eso era lo que la hacía funcionar, sentir que él la apoyaba en todas y cada una de sus decisiones.
¿Oli? Dime amor mío. Gracias. ¿De qué? De todo, de hacerme sentir segura, por cuidarme, por llevarme a conocer la tierra de nuestro escritor favorito. Vas a amar Buenos Aires Magnolia, espero de verdad que puedas disfrutar el viaje. Así será Oli.
Al llegar a Buenos Aires, Oliverio la llevó a comer y a tomar una copa de vino. Magnolia no dejaba de sorprenderse por los paisajes, bailaron tango en San Telmo y fueron de compras a Palermo, pasearon por la Recoleta y despertaban en Puerto Madero. Conocieron a varios artistas en el barrio de la Boca. Los días que estuvieron allá, visitaban las librerías y jugaban a esconderse entre los estantes de la literatura de Girondo y Borges. Parecía un sueño, era el paraíso. La última noche, mientras cenaban asado, Magnolia habló con Oliverio sobre su tercer vale.
No Magnolia, no, esto no, no puede ser, no. Es mi tercer y último vale Oli y eso es lo que quiero. No, no, no Magnolia no, ahora sí me estás pidiendo demasiado. No Oli, finalmente es algo que eventualmente va a suceder. No no no, no me estás pidiendo esto Magnolia. Sí, te lo estoy pidiendo, bueno, es algo que ya decidí, lo que te estoy pidiendo es que estés conmigo cuando suceda. No no no Magnolia, no entiendo cual es el problema de que suceda naturalmente. Pues justo eso, que no quiero que suceda naturalmente, quiero ser yo la que decida cuando suceda y ya lo decidí, lo que te estoy pidiendo y tengo un vale para hacerlo, es que estés conmigo cuando suceda. Oliverio no dejaba de llevarse las manos al rostro, cerraba los ojos y los apretaba como si quisiera despertar de una pesadilla. ¿Me estás pidiendo que te vea morir, no de causas naturales que sabemos que va a suceder, sino que te vea morir porque tú vas a provocar tu muerte? Sí Oli, eso te estoy pidiendo. ¿Por qué ahorita, por qué decidiste de la nada que vas a inducir tu muerte? Cálmate Oli, no va a ser hoy o mañana, lo planeamos igual que como planeamos este viaje. No Magnolia, no no no entiendo, no quiero, sé que voy a verte morir, pero así no. ¿Qué diferencia hay? Sabes que tarde o temprano me voy a morir, estoy enferma. ¡Pero no así, no porque tú quieres! Oli, desde que nos hicimos pareja sabías que esto iba
a pasar. ¡Pero no es lo mismo! Sí lo es Oli, la única diferencia es que ya no vamos a vivir aterrorizados todos los días pensando si hoy es el día que me voy a morir, vamos a saber cuándo y a qué hora y va a ser decidido por mi. Oliverio sintió un agujero en su estómago, sabía que su esposa tenía razón, pero se negaba a la idea de aceptar que ella había decidido, fijado ya una fecha para su muerte. Está bien Magnolia, pero dos cosas. Oli nunca me habías puesto condiciones. No son condiciones, ya te dije que sí, pero quiero saber, tratar de entender porqué en este viaje tan increíble y maravilloso para los dos se te ocurrió que te vas a matar. No es el viaje Oli, ya lo tenía pensado desde hace mucho, incluso desde antes de conocerte, tú me ayudaste a retrasar el acto, y no te lo digo para mal, en serio, muchas gracias, gracias a ti he vivido cosas que jamás me imaginé, pero ya lo tenía decidido y nunca te lo dije directamente, pero todo este tiempo te estuve preparando. Bueno sí, pero ¿por qué decírmelo hoy? Porque en este viaje Oli, entendí finalmente como puedo disfrutar de la vida y decidí que quiero vivir más de esto contigo, sin tener que preocuparme por el día de mi muerte, y la única forma para dejar de preocuparme por el día de mi muerte es decidiendo yo el día que eso sucederá. Estás loquita Magnolia. ¿Sabes por qué los demás viven su vida sin preocupaciones? Porque no están pensando en su muerte, ni en la muerte de sus seres queridos, viven y en muchos casos desperdician su vida porque no saben cuando les llegará su momento, yo estoy al revés Oli, yo he sabido desde siempre que me voy a morir porque estoy enferma y es justo eso lo que no me deja vivir. Magnolia. No Oli, lo tengo bien claro y eso es lo mismo por lo que no te dejo vivir a ti tampoco. Pero yo te acepté así. Ya sé Oli, por eso, vamos a vivir un rato, sin preocupaciones como los demás, como adolescentes y cuando llegue el momento déjame ir, que habrá sido mi decisión y moriré en paz. Bueno, pues ahí está tu explicación y es muy válida Magnolia. Gracias Oli te amo. Espera, sólo quiero decirte algo más. ¿Qué pasó? La única manera en la que podría soportar verte morir es si yo también me muero. No Oli no no tú no. Sí Magnolia, yo sí y ya lo decidí, estoy de acuerdo con todo lo que dices, pero si es verdad que te crees eso que quieres ser tú la que decida cuando morir, te voy a hacer caso y lo voy a hacer yo también, yo me quiero morir contigo Magnolia. Ella jamás esperó una respuesta así, no sabía si estallar en amor por su marido o golpearlo y odiarlo por el resto de sus días. Magnolia tenía sentimientos encontrados, quizás esto es lo que siempre hubiera querido, que alguien estuviera para ella, morir con ella. O quizás esto es lo último que hubiera querido y la razón por la que nunca se comprometió con alguien, miedo a asumir un compromiso de pareja en la que uno sigue al otro hasta el final. ¿Tenemos un trato Magnolia?
Esa noche, el acto amoroso fue distinto. Mientras sus cuerpos se juntaban y se penetraban nunca dejaron de mirarse a los ojos, sin gemidos, sin gritos de placer, en absoluto silencio.
No se hablaron durante las ocho horas de viaje, pero todo el camino permanecieron tomados de las manos. La decisión estaba tomada y aunque pareciera lo contrario, su amor era más fuerte que antes.
Al llegar a su casa, la tía de Magnolia les avisó que su madre había muerto. Los dos tomaron la noticia con mucha calma, sobretodo cuando la tía les dijo que las últimas palabras de la madre de Magnolia habían sido "díganle a mi hija que le agradezco, que es tiempo de que ella empiece a vivir".
¿Oli? Dime amor mío. ¿Crees que mi mamá haya escogido morir cuándo nos fuimos? ¿Por qué piensas eso? Porque mi mamá se sentía muy culpable, de estar enferma, de que yo estuviera enferma, de sentir que yo había desperdiciado mi vida por cuidarla, porque ella no podía cuidarme a mi. ¿Sabes qué creo Magnolia? ¿Qué Oli? Que esto fue un regalo, de ella para ti. ¿Un regalo? Sí, para que pudieras seguir viviendo, para que pasaras el resto de tu vida haciéndote cargo de tu vida y no más de ella. Yo también pienso lo mismo. ¿Magnolia? ¿Qué pasa Oli? ¿Estás segura que quieres seguir con esto de planear tu muerte? Sí Oli, esto no cambia nada, pero si tú ya te... No, no me he arrepentido, sólo preguntaba. Te amo Oli. Te amo Magnolia.
Dos semanas antes de su muerte, Magnolia tuvo otra recaída que la tuvo en cama varios días, estaban en Playa del Carmen paseando por la quinta, habían tomado chocolate con chile y una rebanada de pizza. A pesar de los medicamentos, la presión del nivel del mar hizo que Magnolia se desmayara. Oliverio la llevó al único hospital de la zona, donde la tuvieron conectada al oxígeno. A él no lo dejaron estar
todo el tiempo con su esposa, salvo en los horarios de visita. Esos eran los momentos que más odiaba, no poder estar con ella, a su lado, estar sin ella ya no era una opción de vida.
Cuando la dieron de alta, con la cara pálida y demacrada, Magnolia abrazó a Oliverio. Nos quedan dos semanas Oli, quiero que sea donde crecí, a los pies del árbol, tú y yo abrazados. Está bien amor, estoy listo.
Los días pasaron rápido. En dos semanas Magnolia y Oliverio vivieron tantas experiencias como pudieron. Lo cotidiano pasó a ser lo más valioso, había cada vez menos palabras entre los dos, no querían desperdiciar sus últimos días en pláticas. La última noche, después de hacer el amor con las luces prendidas y sin protección, Magnolia rompió el silencio. ¿Oli? Qué pasó amor mío. ¿Por qué yo? Oliverio se rió durante unos segundos. ¿De qué te ríes? De tu pregunta, pensé que nos íbamos a morir sin tener que volver a escuchar esa pregunta. Yo creo que más bien, no me quiero morir sin saber la respuesta. Pero Magnolia, siempre has sabido la respuesta. ¡No es cierto¡ Sí. No Oli, siempre que te pregunto me respondes con evasivas y nunca me das una respuesta concreta. Pues es que la pregunta tiene muchas respuestas. ¿Lo ves? ¿Qué veo? Ahí vas otra vez a no responderme. Magnolia, la respuesta la sabes desde nuestra primera cita, desde que fuimos al parque, el primer domingo. ¿Ah sí? Sí, sólo que no te acuerdas. No, no me acuerdo, se habla de tantas tonterías en las primeras citas y generalmente todas son mentiras. Esto no fue ni tontería ni mentira Magnolia, y aunque no es toda la respuesta, sí es la principal razón por la que estoy contigo. Ya dimeeeeee. ¿Te acuerdas de nuestra primera cita? ¿Te ofendes Oli si te digo que no mucho? No, no me ofendo, entiendo que lo último que querías era conocer a alguien que te viniera a sacar de tu zona de confort. Pues que bueno que no te ofendes por que sí me acuerdo. Si te acordaras no me preguntarías "¿por qué yo?" Cada diez segundos durante estos cinco años. ¿Ya ves? ¡Ya veo qué! ¡Lo estás haciendo de nuevo! ¿Qué? Evadiendo la respuesta, Oliverio ¿será que todos estos años me has engañado y en realidad no sabes el porqué estás conmigo? Claro que lo sé, te lo dije desde la primera vez, pero es muy estúpido, no entenderías. Pruébame. ¿Otra vez, quieres que lo hagamos otra vez? ¡No tontito! Ya me estoy evadiendo otra vez. Sí, Oli. Es que es más bonito tener esta clase de discusiones que discutir que nos vamos a morir mañana. No Oli, no lo pienses, no lo pienses no lo pienses. No lo haré. ¿Ya me vas
a decir? ¿Por qué tú? Sí. Porque desde que te vi lo supe, ¿no te dije que lo primero que pensé fue "ya valí"? Sí Oli, eso siempre me lo dices pero nunca me dices porqué lo sabías. ¿Te acuerdas cuando nos conocimos, la primera cita, lo que te respondí cuando me preguntaste en qué era en lo primero que me fijaba cuando veía a una mujer? Me dijiste que en los ojos o en las manos, los hombres siempre responden eso. ¡No, nunca te contesté eso! No, entonces déjame acordar, me dijiste que te las imaginabas de alguna forma, pero en realidad no te presté atención, pensé que estabas queriendo hacerte el interesante. Pues ahí está, si me hubieras puesto atención nos hubiéramos ahorrado quien sabe cuánta saliva en darte explicaciones que no te convencen nunca. ¡Ya Oli dimeeee! Siempre que conocía a una mujer, en lugar de verle el cuerpo, las manos, los ojos, los senos, lo que se te ocurra, lo primero que hacía era imaginármelas sentadas en el sillón de mi casa tomando café. ¿Huh? Te dije que no me ibas a entender. Ándale Oli sígueme explicando. No sé desde cuando, pero así pasaba, me imaginaba a una mujer que me gustara sentada en mi sillón tomando café. ¿Así cómo estoy ahorita? Sí. ¿Así como estaba la primera vez que te dije "te amo"? Sí. Ya entiendo, siempre que estoy sentada en el sillón tomando café me miras de una manera especial. ¿Sí? Sí, es un mirada distinta, de muchísimo amor, pero apenas ahora hago consciencia de ello. Bueno pues ahí está, el gran misterio es una estupidez. No Oli, no lo es, pero sigo sin entender. Pues que a toda mujer que me gustaba me la trataba de imaginar así, como tú te pones todos los días y nunca había podido. ¿En serio? Sí, y esa vez que te vi, cuando pensé "ya valí" fue porque cuando entré al salón y te vi la imagen llegó a mi mente, sin pensarlo, y después mira, cinco años después repites esa imagen una y otra vez y cada vez que lo haces sé, recuerdo y entiendo porqué estoy contigo. Ay Oli. No te estoy diciendo que fue obra del destino que nos conociéramos porque no creo en el destino, pero así pasó, como pasó lo de tu mamá. Oli, que bueno que nunca me lo dijiste. ¿Por qué? Porque si me lo hubieras dicho cuando nos conocimos hubiera estado muerta de miedo, pensando que estabas ahí por una ilusión y jamás te hubiera dejado entrar. Ya lo sé, por eso nunca te lo dije y nunca fue algo que me aferrara a estar contigo, simplemente era algo que me hacía recordar que me tocaba estar, el tiempo que me tocaba estar y finalmente el tiempo me dio la razón. Oli, nos voy a extrañar mucho. Sí, fue difícil, pero vivimos cosas maravillosas, no me arrepiento ni un segundo de haber estado contigo esposa. Ni yo, es más agradezco que hayas insistido hasta que te dejé entrar, agradezco toda tu paciencia y amor esposo mío. Mañana, antes de morir quiero leerte un poema, quiero que lo escojas muy bien, va a ser el último. Te amo Oli, no te lo digo mucho, pero cuando lo hago en verdad lo siento. Lo sé Magnolia, vamos a dormir, vamos a disfrutar nuestra última noche en la vida. Gracias Oli, gracias por amarme, por aceptarme, por aceptar todo de mi. Buenas noches amor, te voy a abrazar y no te voy a soltar lo que queda de la noche. Sí eso quiero, gracias.
Magnolia se quedó dormida pensando en lo afortunada que era de haber encontrado a alguien que nunca la había dejado sola, y que estaría con ella por el resto de la eternidad.
Oliverio esperó a que su esposa estuviera profundamente dormida. Lentamente se levantó de la cama y fue al baño, del botiquín tomó un puñado de pastillas para dormir. Sin hacer ruido fue hasta la cocina, al pasar por la sala, se quedó contemplando el sillón, el lugar donde su esposa tomaba café todas las mañanas. Se acercó a la foto donde aparecían los dos, la primera que se tomaron y que él siempre pensó que el marco era horrible. Se sirvió un vaso con agua. Titubeó un momento, no estaba seguro si su plan funcionaría, no tenía nada que perder, era su última oportunidad de prolongar la vida de su Magnolia. Se tomó las pastillas, regresó a la cama sin hacer ruido, se quedó dormido pensando si es que el sentido de la vida es hallarle sentido.
3 notes · View notes
esuemmanuel · 4 years
Text
En Nuestra Familia.
Me despertaron los gritos de mamá. No sabía qué estaba pasando, mi corazón golpeaba fuertemente en mi pecho, se me quería salir. Sentía a mi sangre congelada recorrer las extremidades de mi cuerpo y a las lágrimas salir repentinamente de mis ojos; lloraba tanto y temblaba más. Me levanté de la cama con temor. Miré a la cama de mi hermana, la cual yacía a la derecha de la mía, y no la vi. La puerta de la habitación estaba entreabierta y se podía ver un tenue halo de luz entrar a través de la rendija. Los gritos continuaban, pero ahora se escuchaban golpes secos, y ya no sólo era la voz desmorecida de mi mamá, también la de dos hombres; uno se escuchaba alterado, mientras el otro lloriqueaba y suplicaba por su vida. Me puse de pie y caminé lentamente a la puerta, queriendo, pero, al mismo tiempo, deseando no alcanzarla. Tenía tanto miedo. El estómago se me había hecho nudo, el pecho me dolía, la garganta me ardía, los ojos no dejaban de llorarme. Mis piernas y mis manos temblaban convulsivamente; sentía que iba a morir. Salí de la habitación, miré hacia mis espaldas y, luego, a mi frente. Estaba en el amplio pasillo que llevaba a las demás habitaciones. Los gritos provenían de la habitación de mis papás. Desde donde estaba, pude ver la puerta abierta de par en par con la luz saliendo de ella. No pude acelerar mi paso, estaba entre paralizada y ansiosa; arrastraba los pies descalzos sobre el piso de madera. Entre más me acercaba a esa puerta, los gritos, los golpes y el llanto se acrecentaban; taladraban mis oídos, pero no sólo eso, me herían el corazón, me creaban un hueco en la boca del estómago mientras amargaban mi boca. Estaba a poco de llegar cuando vi salir a mi hermana mayor de la habitación, su rostro reflejaba terror, pero no lloraba; en sus ojos pude ver un vacío que me heló. Me miró con la mirada absorta en la frialdad de la que estaba siendo presa y me tomó de los hombros, con fuerza me quiso arrastrar de regreso a nuestra habitación, pero, antes de siquiera dar un paso, vimos salir a nuestro padre junto con mi hermano. Ambos estaban pálidos, pero, no era una palidez de miedo, sino de falta de alma. Mi padre le lanzó una orden a mi hermana con la mirada a lo que ella accedió sin decir palabra, me dio la media vuelta y me llevó a nuestro cuarto. En el camino, me atreví a preguntarle, llena de miedo y de pasmo qué era lo que estaba pasando, porqué estaban gritando y, de pronto, habían callado. No entendía nada. Mi hermana me miró con una frialdad que me quemaba y me dijo tajante que me callara. Entramos a la habitación. La sentía tan gélida, parecía que habíamos entrado a un congelador. Me quedé parada en el medio de la oscuridad, no tenía ganas de acostarme; temblaba profusamente mientras miraba a mi hermana quitarse el pijama para ponerse los pantalones que usaba para cuando montaba a caballo, se vistió con una camisa de manga larga y una gabardina que le cubría la cabeza. No se peinó, sólo se enredo el cabello en un chongo y se dispuso a ponerse unas botas. No tenía la noción del tiempo en la cabeza. No sabía si era medianoche o si estaba a punto de amanecer, no sabía nada.
“¿Por qué te estás poniendo tu ropa de campo?”, le pregunté con miedo.
“Te dije que te callaras.”, me respondió con la misma frialdad de hace un rato. La veía metida en su cabeza, se mordía los labios y fruncía el entrecejo.
“¿Qué pasó con mi mamá? ¿Por qué gritaba? ¿Qué eran esos ruidos que se escuchaban?”, volví a preguntar. No me importaba que me dijera que me callara, quería saber qué estaba pasando y porqué no me lo contaba. Me miró fijamente con el hielo en los ojos y una turbación que me atravesó el pecho. Se acercó a mí, me tomó los hombros con fuerza y apretó los labios. Sentí a sus uñas encajarse en mis huesos aun con el pijama puesto.
“Xamín mató a la puta de nuestra madre y a su amante, ¿ya?, ¿contenta?”
No entendí lo que quiso decir con esas palabras, no podía entenderla. Mi cabeza se bloqueó. Las palabras “matar”, “puta” y “amante” estaban, hasta ese momento, fuera de mi vocabulario. Era una niña de ocho años, la menor de la familia. Mi único trabajo era jugar, reír, divertirme hasta que desperté, esa noche, con los gritos de mi mamá taladrándome la cabeza. Mi hermana era mayor por cuatro años y mi hermano Xamín por ocho años. No éramos los mejores hermanos, ya que, por ser la menor, me trataban como si estuviera tonta.
“¿Que hizo qué?, con los ojos abrumados de llanto y los labios temblando, le pregunté.
“¿Estás sorda?”, me contestó con aspereza y bajó un poco la voz, tratando de que no se escuchara más allá de las paredes que nos protegían. “Nuestro hermano Xamín mató a nuestra madre y a su amante, ¿ya lo entendiste?”
La miré absorta. Ya no sabía si estaba despierta o teniendo una horrible pesadilla. Si era esto último, quería despertar, quería abrir los ojos y encontrarme con una noche tranquila, como las anteriores, como las de siempre. Agaché la cara, aun empapada en llanto, apreté mis manos y solté un gemido de dolor. Quizás había entendido lo que dijo mi hermana. Tal vez mi corazón lo había comprendido, porque ya no sentía a mi mamá; se había ido ya y, con ella, la paz de nuestra casa.
“Quédate aquí, no vayas a salir por nada de la casa, oigas lo que oigas, ¿me entendiste?”, me preguntó vehementemente antes de salir de la habitación y cerrar la puerta de un golpe detrás de sí. Le hice caso así no me lo hubiera pedido, la fuerza de mis piernas se había ido; así, caí en el piso, llorando con dolor por todo lo que estaba pasando y lo que no sabía cómo iba a terminar.
 Al amanecer, la luz del sol pegaba fuertemente en la ventana, la sentí calentarme los huesos; eso fue lo que me despertó. Me había quedado profundamente dormida, después de cansarme de llorar, en el piso. Podía sentir aún un ligero temblor, mi estómago gruñía de hambre y mi boca destilaba un sabor amargo. Estaba asustada, tanto que me levanté con dificultad. Si bien mi hermana me había prohibido salir, mi hambre era la que me gobernaba; no pude más que desobedecer a su petición y salí de la habitación. Con los pies descalzos y helados, trastabillé en el pasillo, la puerta de la habitación de mis padres estaba cerrada ya. Podía escuchar las voces de mi hermano y mi padre salir de la sala. Caminé hacia ahí con ligereza, todavía temblando. Los vi de pie. Mi padre daba vueltas, caminaba de acá para allá, con desesperación mientras mi hermano, con la cabeza gacha y los brazos rectos, esperaba las ordenes de mi padre. Busqué a mi hermana, con los ojos enrojecidos y ardiendo de tanto que había llorado, por toda la sala, al no encontrarla ahí, dirigí mi mirada hacia la cocina; silencio y soledad era lo que se percibía. Me pegué a la pared y, con temblor en la garganta, me dirigí a mi papá.
“Tengo hambre, papá.”
Mi padre se detuvo ante mis palabras, apretó los puños y, mientras tomaba un respiro, volteó a mirarme. Sus ojos seguían muertos. Ya no era el mismo de ayer, era otro, parecía que me lo habían cambiado, pero, aun con esa vacuidad en su mirada, me respondió de manera tranquila.
“Si, es verdad, ya pasa del medio día y no has probado bocado. Ven, Pita, vamos a darte de comer algo.”, abrió los brazos invitándome a su regazo, a cuyo, sin dudarlo, corrí. Lo abracé tanto, lo apreté y, como si hubiese llegado a su límite una noria, solté una vez más el llanto. Me tomó en sus brazos, me llevó a la cocina mientras le decía a mi hermano que fuera a buscar a Lorde, nuestra hermana, a lo que él accedió sin titubear. Mi padre me sentó en la mesa del comedor y buscó en el refrigerador algo que pudiera darme de comer. Al tiempo que lo hacía, lo escuché sollozar. Me mordí los labios queriéndole preguntar lo que tenía, pero, al recordar lo que me había dicho Lorde, preferí callar; así esperé, en silencio, a que mi papá me preparara unos huevos revueltos con tortilla, los cuales sirvió en un plato y los puso en la mesa. Me ayudó a bajar de ésta y me sentó en una silla.
“Come, mija.”, me dijo con una leve sonrisa que trataba de disimular el dolor que se cernía en sus ojos. Asentí y comencé a comer. En el entretanto, él sólo me miraba, de repente, suspiraba pesadamente y, quedamente, sollozaba. Yo agachaba los ojos sin dejar de comer y mi estómago me lo agradecía. Cuando terminé, le sonreí y le di las gracias. El silencio se cruzó ante nosotros, uno frío y amargo, uno que nos gritaba que ya la vida no iba a ser la misma para nosotros, que así fingiéramos estar tranquilos, esa verdad iba a salir a flote siempre. Mi papá me miró con una fijeza tan firme que me congeló; era la misma mirada de Lorde, la misma de Xamín; la misma negrura, el mismo frío. Tragué saliva y temblé. No podía dejar de temblar, ya era algo que parecía se iba a quedar conmigo.
“Pita, voy a decirte algo y confío lo tomes con madurez, a pesar de tu edad.”, sostuvo la mirada sin pestañear, mientras yo sentía que los huesos me dolían ya de tanto frío. Era demasiado. Era insoportable. “Anoche sucedió algo que nadie de nosotros esperaba. Tal vez eres pequeña para comprenderlo, pero, más vale decírtelo hoy a que vivas con una mentira que no pretendo alimentar.”, carraspeó. “Tu madre ya no está con nosotros. Ayer dejó esta casa en compañía de quien fuera su… querido. Nos abandonó.”, su voz se tornó entre amarga y dolorosa. Lo escuché atenta, pero, no dejaba de pensar en lo que me había dicho Lorde antes de salir apresurada de la habitación.
“Papi, me dijo Lorde que Xamín mató a mamá y a su amante.”, así, con esa sencillez, las palabras salieron de mi boca. Papá hablaba de que mamá nos había abandonado, mientras que yo sólo repetí las palabras de Lorde. Vi arder en los ojos de mi padre un fuego que no había visto nunca. La frialdad que había estado gobernando el vacío de su mirada, ahora se había trasformado en una llamarada de ira. Dio un puñetazo en la mesa con una fuerza descomunal, se puso de pie y se llevó las manos a la cabeza; se apretaba tanto las sienes que pensé iban a destrozársele. En ese instante, entraron a la cocina Xamín y Lorde, ambos traían un aspecto cansado, la palidez de sus rostros y las ojeras pronunciadas en sus ojos reflejaban la falta de sueño por la que estaban pasando, el estrés en sus cuerpos era evidente. Mi papá, al verlos, caminó velozmente hacia Lorde para abofetearla, ésta se azotó en la pared y, luego, cayó al piso al tanto se cubría el rostro con las manos.
“¿Por qué le dijiste a Pita lo que pasó, cabrona, por qué?”, le gritaba con una voz que calaba, no en los oídos, sino en el pecho. Otra vez, mis ojos se colmaron de agua y mi cuerpo de dolor. Lorde no lloraba, sólo se cubría en silencio la cara. Xamín sólo miraba en silencio, con ese porte duro que lo definía. Papá volvió a mirarme, se acercó a mí y se hincó a mi costado. Sin evitar las lágrimas en sus ojos, me tomó el rostro con sus manos y habló.
“Si, es verdad lo que te dijo tu hermana. Ayer, mientras estaba fuera de casa, ocupado con el negocio. Tu madre metió a la casa a quien se decía a sí mismo mi mejor amigo, lo llevó a nuestra habitación y… tu hermano los encontró. No hizo algo que no hubiera hecho yo, con justa razón, los arrastró por la habitación para, al final, colgarlos de las trabes y dejarlos morir. Eres pequeña para entenderlo, pero, pronto comprenderás lo que es ser mujer y lo que debe a bien respetar a quien la despose. Eso que hizo tu madre es deplorable, es una aberración al matrimonio y, cualquier mujer que se atreva a caer en tal injuria, merece la muerte. Así que, Pita, espero aprendas del ejemplo de tu madre y, cuando seas una mujer, evites caer en lo mismo.”
Con estas palabras, mi padre dejó la cocina sin mirar atrás, mientras mi hermano ayudaba a ponerse de pie a Lorde para dejarme ahí, en esa soledad tan congeladora que, sabía ya, no me iba a ser posible dejar. 
— Esu Emmanuel©
41 notes · View notes