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#tabaco argento
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Tabaco Argento Tabaco Argento, posee una verdadera presencia en su sabor. Todas sus variantes se encuentran en Pop!
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019 – BITÁCORA JAC – EL DAIQUIRÍ
EL CICLÓN DEL CARIBE
En la misma escalinata del avión, en mi primera visita a Cuba, pude sentir el encanto del Caribe. La brisa se mecía entre las diferentes tonalidades del intenso azul del cielo y el mar. Complementaba el cuadro una brillante luz de pleno sol, que lo alumbraba todo con dorado resplandor.
Creo que venía predispuesto para disfrutar del placer de la naturaleza, influenciado por el Almirante de la Mar Océano, don Cristóbal Colón, quien fue el primero en entusiasmarse con esta isla al calificarla como "el lugar más hermoso que ojos jamás hayan visto".
El primer capítulo de la historia del Daiquirí, sabroso y sensual cóctel, fue escrito en medio del mágico encuentro de dos mundos diferentes, en 1493, cuando los embajadores del placer intercambiaron la transparencia de las volutas del tabaco por el ardiente dulce de la caña de azúcar y por supuesto, su hijo predilecto, el ron, el verdadero ciclón del Caribe.
La gente de Cuba es entrañable, los buenos amigos se encargaron de que mi estadía, con fines académicos, fuera realmente inolvidable. Recorrimos literalmente de palma a palma "La Habana Vieja", y a través de sabios relatos pude transportarme a finales del siglo XVIII, en pleno barrio de Monserrate, al lugar del más famoso bebedero de todo el Caribe: "La Piña de Plata". Dos arcos de sillar nos señalaban uno la calle del Obispo y el otro a la calle O'Reilly, en medio una hermosa plaza donde se lucía con sus puertas abiertas, en clara señal de amistad, este famoso lugar, ofreciendo a los sedientos jugos, infusiones y un incomparable trago del ardiente ron.
Con el paso de los años, en 1771, vino la época del hielo. Don Francisco de Arango y Parreño presentó una solicitud para traer a esta bella ciudad la maravilla del frío, "para que los habaneros puedan gozar cabalmente del clamoroso estío". El señor Gobernador, Marqués de Someruelos, aprobó la iniciativa. Primero se lo importó desde Veracruz y Boston, pero en 1805, el "rey del hielo", el gringo Tudor, obtuvo el monopolio de su fabricación en Cuba. Los alegres bebedores de ron comenzaron a probar las alternativas con el nuevo y frío elemento, compitiendo con sorbetes, nieve endulzada y helados. La Piña de Plata estaba en todo su esplendor.
A mediados del siglo XIX, en pleno Paseo del Prado, reinaba Cecilia Valdés, otro mito trascendente, una sensacional mulata con cuerpo de guitarra que fue símbolo en el proceso de abolición de la esclavitud. Me explicaron que su memoria romántica y ardiente se conserva intacta en la fórmula del Daiquirí.
Estaba naciendo la "cubanía", con sus acentos de piel morena, criolla, sonora, con ritmo,  sandunga y tumbao, en medio de un multicolor abanico de frutas tropicales, canistel, anón, mamey, hicaco, guanábana, guayaba, piña, que hicieron la delicia de la naciente heladería. Cerca, expectante y atento, el ron estaba dispuesto a mezclarse en horchatas, batidos y refrescos para crear una gran variedad de exóticas bebidas.
En el año 1896, en Daiquirí, un paraje del oriente cubano, trabajaba un joven ingeniero americano llamado Jennings Cox, que en sus horas libres mezclaba todo tipo de ingredientes con el ron, buscando una formula especial para su gusto.
Hasta que dio en el clavo con la simpleza del jugo de limón, azúcar, hielo triturado y bastante ron. Finalizó sus ensayos, había encontrado el rum sour ideal. Un ingeniero minero de origen italiano, Giacomo Pagliuchi, entonces capitán del ejército libertador, se encargó de bautizar este cóctel como "Daiquirí" y llevarlo como un preciado elemento de su valija a la ciudad capital.
Otro capítulo paralelo a esta historia lo escribieron los soldados del ejército libertador, en sus guerras contra el ejército colonial español, ya que bebían con frecuencia una combinación de ron y limón a la que llamaban "Cancháchara". En 1898, las tropas norteamericanas del general Shafter desembarcaron en la zona sur y oriental de la isla, cerca de la playa Daiquirí y cuenta la tradición que el mismo general Shafter comentó que lo único que faltaba a la bebida de los patriotas era hielo, por supuesto muy difícil de conseguir en pleno campo de batalla. Ellos uniformizaron el nombre de esta combinación al llamarlo simplemente "Daiquirí".
A comienzos del siglo XX, La Habana es una hermosa ciudad, fina en arquitectura, de exquisita herrería barroca y una tremenda fuerza de cromatismo en sus paredes. En la bulliciosa calle del Obispo, atrae a las
lindas de siempre La Piña de Plata. Mi amable guía me describe una escena de la época, cantando una dulce melodía... "habanera... que es un grito de espuma en la acera... la que huele a naranja y hierbabuena, la que tiene los pies de paloma y sabrosos, densos y gruesos, como dulce de coco, los besos... es su boca de púrpura y nata, un refresco de piña y horchata, tamarindo y almendra que perfuma la vida cubana...".
La venerable Piña de Plata está de aniversario, una centuria no pasa en vano, el viejo bodegón ya es una moderna "cantina" donde de sirven sofisticados cognacs, finos vermuts y perfumadas ginebras, pero su especialidad son los "compuestos" de fino ron, donde destaca el "Draque", en memoria del corsario más osado de toda la hermandad de los piratas del Caribe, Francis Drake, que por supuesto, en espíritu, los visitó numerosas veces.
Como centro de los festejos del centenario hay que hacer algo especial, muy especial... los propietarios le cambian el nombre al bar, eligen "La Florida", en clara alusión al pantanoso territorio español de Norteamérica que entonces dependía administrativamente de La Habana y abandonan su dulce estirpe de fruta fresca y argento. El común de las gentes lo bautiza con un diminutivo cordial: "El Floridita".
En 1913, en el bar del cercano Hotel Plaza, el cantinero español Emilio Gonzáles también ofrece a sus clientes "Daiquirí", según muchos es el mejor de La Habana. Quieren hacerle justicia al célebre "Maragato", que es el apodo con que se le conoce a Emilio en el ámbito de las barras, preparados y cócteles.
En 1914, llega al "Floridita" otro español, el cantinero catalán Constantino Ribalaigua Vert, natural de Lloret del Mar y poco después otro buen profesional, el chef francés Jan Lapont. Ambos le dan categoría y modernidad al local. Parroquianos de los cinco continentes admiraban la destreza de Constantino que en la barra con rítmico y enérgico batido mezclaba diversidad de licores y refrescos.
Solo unos años después, en 1918, encontramos en la puerta del Floridita, sonriente y satisfecho, al nuevo propietario. Está disfrutando el paso del tranvía que lo saluda con su acompasada campanilla... "Buenos días, Constantino... ¿le ha ido bien a este pescador español?"
Constantino Ribalaigua es sagaz, sabe que necesita algo especial, que lo distinga de todo otro lugar, lo llama estilo propio para "tomar el día". Él conoce todos los secretos de la barra, por lo tanto la respuesta está allí y no tarda en encontrarla. 
Con ayuda de su máquina de moler hielo marca Flak Mak, recién traída de los Estados Unidos, pica hielo, lo conserva en una caja con aislante y huecos en el fondo para mantener seca la nieve. Lo junta en una batidora con una onza y media de ron blanco, una cucharadita de azúcar, 5 gotas de marrasquino, el jugo de medio limón y lo sirve en una especial copa de boca ancha previamente helada. Ha puesto su sello al famosísimo "Daiquirí Floridita", que dará la vuelta al mundo de la mano de famosos de todos los sectores.
Después, una serie de estrellas de cine, de intelectuales y políticos, todos difusores vienen a Cuba y luego al Floridita a tomar Daiquirí. No podemos dejar de mencionar en primer lugar al Nóbel Ernest Hemingway, que dice de su infaltable cóctel, de todos los días: "esta bebida no puede ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna parte del mundo". Ocupa durante 20 años la misma butaca del bar, hoy separada por una cadena y enfrente servido, esperándolo, un fresco Daiquirí a la moda Hemingway. Es decir, doble medida de ron, sin azúcar, un poco de jugo de toronja, el jugo de medio limón y para coronar la cascada de hielo frapé y media cucharadita de marrasquino. Salud con Usted Don Ernesto... [email protected]
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discodevil93 · 7 years
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El buen tabaco🛡
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vivirasturias · 7 years
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Fiat vuelve al segmento de los roadster con el nuevo y emocional 124 spider, rindiendo homenaje al 124 spider original que fue lanzado en 1966.
El nuevo descapotable de la marca italiana, equipa el motor 1.4 MultiAir, con 140 CV de potencia y 240 Nm de par, unido a un cambio manual o automático de seis velocidades. El rendimiento es excepcional: 215 km/h de velocidad máxima con una aceleración de 0 a 100 km/h en 7,5 segundos.
La gama cuenta con los acabados spider y Lusso, además de las versiones especiales: América y Europa.
Fiat 124 spider con 140 CV y 4 años de garantía desde 23.490 euros
El nuevo Fiat 124 spider revive un nombre legendario, importando el estilo clásico y el carácter típicamente italiano a una nueva generación. Rindiendo homenaje al 124 spider original, que fue lanzado en 1966, el actual 124 spider ofrece una experiencia de auténtico roadster italiano, en la que se combinan una conducción excitante, tecnología y seguridad, con un diseño italiano inimitable.
Los diseñadores del Fiat Style Centre han creado un automóvil que ofrece con una nueva perspectiva de la belleza clásica de su predecesor, sin traicionar su esencia. El frontal es atrevido sin ser agresivo mientras que las formas del capó son un rasgo de potencia, un claro aviso del carácter del modelo. Los laterales tienen las proporciones de un verdadero deportivo, con su motor longitudinal y transmisión trasera, además de un habitáculo para el que se ha conseguido la posición más retrasada posible.
Fiat 124 spider está equipado con el motor de cuatro cilindros turbo de 1,4 litros con la fiable tecnología MultiAir, la cual proporciona 140 CV de potencia y 240 Nm de par, unido a una transmisión manual o automática de seis velocidades. El rendimiento es excepcional, incluyendo una velocidad máxima de 215 km/h con una aceleración de 0 a 100 km/h en 7,5 segundos. . El 124 spider con 140 CV y 4 años de garantía está disponible en la red oficial de concesionarios con un precio que arranca en 23.490 euros (incluye descuento por permuta y financiación con FCA Capital).
La suspensión del 124 spider utiliza un diseño de doble trapecio superpuesto en la parte delantera y un sistema multilink en la parte trasera, ajustado específicamente para una mayor estabilidad de frenado y giro. La dirección es precisa y directa, con el uso de un sistema de asistencia eléctrico.
Cuenta con los más avanzados sistemas de seguridad activa y pasiva, incluidos faros full LED adaptativos, cámara de vídeo trasera y sistema de control de estabilidad, junto con una carrocería que lo dota de gran rigidez y poco peso gracias al abundante uso de aceros de alta resistencia y aleaciones de aluminio.
Además, el Fiat 124 spider ofrece una gama de dispositivos de alta tecnología que mejoran aún más el confort y el bienestar dentro del automóvil, como el monitor con pantalla táctil de 7″ y radio digital, control multimedia, conectividad Bluetooth, asientos calefactados y sistema de entrada y arranque sin llave. El sistema Hi-Fi Bose premium con 9 altavoces, cuatro de ellos integrados en los reposacabezas, permite disfrutar de una calidad de sonido incomparable incluso con la capota bajada.
Los interiores están diseñados y fabricados para garantizar la máxima comodidad a todos los ocupantes, empezando por materiales blandos de alta calidad. El diseño ergonómico del coche se ha proyectado meticulosamente para mejorar la experiencia de conducción, así como la disposición perfecta de los pedales, el volante y la transmisión. El Fiat 124 spider está disponible en dos niveles de acabado: spider y Lusso, combinables con ocho colores de carrocería diferentes: dos de pintura pastel: Rojo Passione y Blanco Gelato, cinco de pintura metalizada: Negro Vesubio, Gris Argento, Gris Moda, Bronce Magnético y Azul Italia, y la pintura tricapa Blanco Ghiaccio. Además, de las dos nuevas versiones América y Europa.
Fiat 124 spider América
Fiat 124 spider América es una edición especial y limitada a 1.000 unidades para toda Europa, que surge para conmemorar el 50 aniversario de la carrocería Pininfarina y su influencia en la historia de Fiat. Un convertible clásico que conserva la integridad y el diseño del primer 124 spider Sport, presentado en el Salón del Automóvil de Turín en 1966. Su diseño está basado en el clásico Fiat Limited Edition – Spider 2000, lanzado al mercado en 1980.
Como era de esperar, esta serie especial recupera el color de la carrocería exterior: Bronce Magnético que evoca a su predecesor. Los retrovisores exteriores son cromados, las llantas son de aleación ligera de 17» y con un diseño histórico de estilo «vintage», monta un portamaletas en la parte trasera y un logo en la parrilla frontal. En el interior, la tapicería es de piel y en color tabaco, e incluye una placa conmemorativa numerada. Dentro del equipamiento de serie del vehículo, cabe destacar: la pantalla táctil de 7» con sistema DAB, Bluetooth, USB y AUX, navegador con mapas en 3D, cámara de visión trasera, entrada y arranque sin llave, faros Full Led con AFLS (dirige el haz de luz en función de la velocidad y dirección de la curva), sensor de lluvia y luces, control de crucero con limitador de velocidad y el sistema de sonido Bose con 9 altavoces (doble altavoz integrado en los reposacabezas de ambos asientos).
Desde un punto de vista técnico, también está disponible con el cambio automático secuencial de seis velocidades. Además, el cambio manual de 6 velocidades ha sido objeto de una meticulosa puesta a punto para aprovechar al máximo el par motor y lograr cambios de marcha rapidísimos.
Fiat 124 spider Europa
Otra de las ediciones especiales y limitadas que acompaña el lanzamiento del nuevo roadster italiano es el Fiat 124 spider Europa, presentado en el pasado Salón de Ginebra y disponible en el mercado español a partir de junio de este año. Este nuevo acabado, mediante un equipamiento especial, celebra la versión homónima que Pininfarina expuso en el Salón de Ginebra de hace 36 años.
Su exterior se caracteriza por su carrocería en color Rojo Passione, el color que por excelencia distingue los biplazas deportivos italianos, llantas de aleación ligera de 17» con un diseño histórico de estilo «vintage», retrovisores exteriores cromados y logo en la parrilla frontal. En el interior destacan: los asientos en piel negra, otorgando otro toque de estilo, volante en piel y una placa conmemorativa y numerada. Los contenidos de serie son muchos: la pantalla táctil de 7» con sistema DAB, Bluetooth, USB y AUX, navegador con mapas en 3D, cámara de visión trasera, entrada y arranque sin llave, faros Full Led con AFLS (dirige el haz de luz en función de la velocidad y dirección de la curva), sensor de lluvia y luces, control de crucero con limitador de velocidad y sistema de sonido Bose con 9 altavoces (doble altavoz integrado en los reposacabezas de ambos asientos).
Por último, el recién lanzado Fiat 124 spider Europa, como el resto de la gama, equipará el motor 1.4 MultiAir de 140 CV y podrá ser combinado con cambio manual o automático de seis velocidades.
Fiat 124 spider
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019 – BITÁCORA JAC – EL DAIQUIRÍ - EL CICLÓN DEL CARIBE -
En la misma escalinata del avión, en mi primera visita a Cuba, pude sentir el encanto del Caribe. La brisa se mecía entre las diferentes tonalidades del intenso azul del cielo y el mar. Complementaba el cuadro una brillante luz de pleno sol, que lo alumbraba todo con dorado resplandor.
Creo que venía predispuesto para disfrutar del placer de la naturaleza, influenciado por el Almirante de la Mar Océano, don Cristóbal Colón, quien fue el primero en entusiasmarse con esta isla al calificarla como "el lugar más hermoso que ojos jamás hayan visto".
El primer capítulo de la historia del Daiquirí, sabroso y sensual cóctel, fue escrito en medio del mágico encuentro de dos mundos diferentes, en 1493, cuando los embajadores del placer intercambiaron la transparencia de las volutas del tabaco por el ardiente dulce de la caña de azúcar y por supuesto, su hijo predilecto, el ron, el verdadero ciclón del Caribe.
La gente de Cuba es entrañable, los buenos amigos se encargaron de que mi estadía, con fines académicos, fuera realmente inolvidable. Recorrimos literalmente de palma a palma "La Habana Vieja", y a través de sabios relatos pude transportarme a finales del siglo XVIII, en pleno barrio de Monserrate, al lugar del más famoso bebedero de todo el Caribe: "La Piña de Plata". Dos arcos de sillar nos señalaban uno la calle del Obispo y el otro a la calle O'Reilly, en medio una hermosa plaza donde se lucía con sus puertas abiertas, en clara señal de amistad, este famoso lugar, ofreciendo a los sedientos jugos, infusiones y un incomparable trago del ardiente ron.
Con el paso de los años, en 1771, vino la época del hielo. Don Francisco de Arango y Parreño presentó una solicitud para traer a esta bella ciudad la maravilla del frío, "para que los habaneros puedan gozar cabalmente del clamoroso estío". El señor Gobernador, Marqués de Someruelos, aprobó la iniciativa. Primero se lo importó desde Veracruz y Boston, pero en 1805, el "rey del hielo", el gringo Tudor, obtuvo el monopolio de su fabricación en Cuba. Los alegres bebedores de ron comenzaron a probar las alternativas con el nuevo y frío elemento, compitiendo con sorbetes, nieve endulzada y helados. La Piña de Plata estaba en todo su esplendor.
A mediados del siglo XIX, en pleno Paseo del Prado, reinaba Cecilia Valdés, otro mito trascendente, una sensacional mulata con cuerpo de guitarra que fue símbolo en el proceso de abolición de la esclavitud. Me explicaron que su memoria romántica y ardiente se conserva intacta en la fórmula del Daiquirí.
Estaba naciendo la "cubanía", con sus acentos de piel morena, criolla, sonora, con ritmo,  sandunga y tumbao, en medio de un multicolor abanico de frutas tropicales, canistel, anón, mamey, hicaco, guanábana, guayaba, piña, que hicieron la delicia de la naciente heladería. Cerca, expectante y atento, el ron estaba dispuesto a mezclarse en horchatas, batidos y refrescos para crear una gran variedad de exóticas bebidas.
En el año 1896, en Daiquirí, un paraje del oriente cubano, trabajaba un joven ingeniero americano llamado Jennings Cox, que en sus horas libres mezclaba todo tipo de ingredientes con el ron, buscando una formula especial para su gusto.
Hasta que dio en el clavo con la simpleza del jugo de limón, azúcar, hielo triturado y bastante ron. Finalizó sus ensayos, había encontrado el rum sour ideal. Un ingeniero minero de origen italiano, Giacomo Pagliuchi, entonces capitán del ejército libertador, se encargó de bautizar este cóctel como "Daiquirí" y llevarlo como un preciado elemento de su valija a la ciudad capital.
Otro capítulo paralelo a esta historia lo escribieron los soldados del ejército libertador, en sus guerras contra el ejército colonial español, ya que bebían con frecuencia una combinación de ron y limón a la que llamaban "Cancháchara". En 1898, las tropas norteamericanas del general Shafter desembarcaron en la zona sur y oriental de la isla, cerca de la playa Daiquirí y cuenta la tradición que el mismo general Shafter comentó que lo único que faltaba a la bebida de los patriotas era hielo, por supuesto muy difícil de conseguir en pleno campo de batalla. Ellos uniformizaron el nombre de esta combinación al llamarlo simplemente "Daiquirí".
A comienzos del siglo XX, La Habana es una hermosa ciudad, fina en arquitectura, de exquisita herrería barroca y una tremenda fuerza de cromatismo en sus paredes. En la bulliciosa calle del Obispo, atrae a las lindas de siempre La Piña de Plata. Mi amable guía me describe una escena de la época, cantando una dulce melodía... "habanera... que es un grito de espuma en la acera... la que huele a naranja y hierbabuena, la que tiene los pies de paloma y sabrosos, densos y gruesos, como dulce de coco, los besos... es su boca de púrpura y nata, un refresco de piña y horchata, tamarindo y almendra que perfuma la vida cubana...".
La venerable Piña de Plata está de aniversario, una centuria no pasa en vano, el viejo bodegón ya es una moderna "cantina" donde de sirven sofisticados cognacs, finos vermuts y perfumadas ginebras, pero su especialidad son los "compuestos" de fino ron, donde destaca el "Draque", en memoria del corsario más osado de toda la hermandad de los piratas del Caribe, Francis Drake, que por supuesto, en espíritu, los visitó numerosas veces.
Como centro de los festejos del centenario hay que hacer algo especial, muy especial... los propietarios le cambian el nombre al bar, eligen "La Florida", en clara alusión al pantanoso territorio español de Norteamérica que entonces dependía administrativamente de La Habana y abandonan su dulce estirpe de fruta fresca y argento. El común de las gentes lo bautiza con un diminutivo cordial: "El Floridita".
En 1913, en el bar del cercano Hotel Plaza, el cantinero español Emilio Gonzáles también ofrece a sus clientes "Daiquirí", según muchos es el mejor de La Habana. Quieren hacerle justicia al célebre "Maragato", que es el apodo con que se le conoce a Emilio en el ámbito de las barras, preparados y cócteles.
En 1914, llega al "Floridita" otro español, el cantinero catalán Constantino Ribalaigua Vert, natural de Lloret del Mar y poco después otro buen profesional, el chef francés Jan Lapont. Ambos le dan categoría y modernidad al local. Parroquianos de los cinco continentes admiraban la destreza de Constantino que en la barra con rítmico y enérgico batido mezclaba diversidad de licores y refrescos.
Solo unos años después, en 1918, encontramos en la puerta del Floridita, sonriente y satisfecho, al nuevo propietario. Está disfrutando el paso del tranvía que lo saluda con su acompasada campanilla... "Buenos días, Constantino... ¿le ha ido bien a este pescador español?"
Constantino Ribalaigua es sagaz, sabe que necesita algo especial, que lo distinga de todo otro lugar, lo llama estilo propio para "tomar el día". Él conoce todos los secretos de la barra, por lo tanto la respuesta está allí y no tarda en encontrarla. 
Con ayuda de su máquina de moler hielo marca Flak Mak, recién traída de los Estados Unidos, pica hielo, lo conserva en una caja con aislante y huecos en el fondo para mantener seca la nieve. Lo junta en una batidora con una onza y media de ron blanco, una cucharadita de azúcar, 5 gotas de marrasquino, el jugo de medio limón y lo sirve en una especial copa de boca ancha previamente helada. Ha puesto su sello al famosísimo "Daiquirí Floridita", que dará la vuelta al mundo de la mano de famosos de todos los sectores.
Después, una serie de estrellas de cine, de intelectuales y políticos, todos difusores vienen a Cuba y luego al Floridita a tomar Daiquirí. No podemos dejar de mencionar en primer lugar al Nóbel Ernest Hemingway, que dice de su infaltable cóctel, de todos los días: "esta bebida no puede ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna parte del mundo". Ocupa durante 20 años la misma butaca del bar, hoy separada por una cadena y enfrente servido, esperándolo, un fresco Daiquirí a la moda Hemingway. Es decir, doble medida de ron, sin azúcar, un poco de jugo de toronja, el jugo de medio limón y para coronar la cascada de hielo frapé y media cucharadita de marrasquino. Salud con Usted Don Ernesto... [email protected]
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019 – BITÁCORA JAC – EL DAIQUIRÍ - EL CICLÓN DEL CARIBE -
En la misma escalinata del avión, en mi primera visita a Cuba, pude sentir el encanto del Caribe. La brisa se mecía entre las diferentes tonalidades del intenso azul del cielo y el mar. Complementaba el cuadro una brillante luz de pleno sol, que lo alumbraba todo con dorado resplandor.
Creo que venía predispuesto para disfrutar del placer de la naturaleza, influenciado por el Almirante de la Mar Océano, don Cristóbal Colón, quien fue el primero en entusiasmarse con esta isla al calificarla como "el lugar más hermoso que ojos jamás hayan visto".
El primer capítulo de la historia del Daiquirí, sabroso y sensual cóctel, fue escrito en medio del mágico encuentro de dos mundos diferentes, en 1493, cuando los embajadores del placer intercambiaron la transparencia de las volutas del tabaco por el ardiente dulce de la caña de azúcar y por supuesto, su hijo predilecto, el ron, el verdadero ciclón del Caribe.
La gente de Cuba es entrañable, los buenos amigos se encargaron de que mi estadía, con fines académicos, fuera realmente inolvidable. Recorrimos literalmente de palma a palma "La Habana Vieja", y a través de sabios relatos pude transportarme a finales del siglo XVIII, en pleno barrio de Monserrate, al lugar del más famoso bebedero de todo el Caribe: "La Piña de Plata". Dos arcos de sillar nos señalaban uno la calle del Obispo y el otro a la calle O'Reilly, en medio una hermosa plaza donde se lucía con sus puertas abiertas, en clara señal de amistad, este famoso lugar, ofreciendo a los sedientos jugos, infusiones y un incomparable trago del ardiente ron.
Con el paso de los años, en 1771, vino la época del hielo. Don Francisco de Arango y Parreño presentó una solicitud para traer a esta bella ciudad la maravilla del frío, "para que los habaneros puedan gozar cabalmente del clamoroso estío". El señor Gobernador, Marqués de Someruelos, aprobó la iniciativa. Primero se lo importó desde Veracruz y Boston, pero en 1805, el "rey del hielo", el gringo Tudor, obtuvo el monopolio de su fabricación en Cuba. Los alegres bebedores de ron comenzaron a probar las alternativas con el nuevo y frío elemento, compitiendo con sorbetes, nieve endulzada y helados. La Piña de Plata estaba en todo su esplendor.
A mediados del siglo XIX, en pleno Paseo del Prado, reinaba Cecilia Valdés, otro mito trascendente, una sensacional mulata con cuerpo de guitarra que fue símbolo en el proceso de abolición de la esclavitud. Me explicaron que su memoria romántica y ardiente se conserva intacta en la fórmula del Daiquirí.
Estaba naciendo la "cubanía", con sus acentos de piel morena, criolla, sonora, con ritmo,  sandunga y tumbao, en medio de un multicolor abanico de frutas tropicales, canistel, anón, mamey, hicaco, guanábana, guayaba, piña, que hicieron la delicia de la naciente heladería. Cerca, expectante y atento, el ron estaba dispuesto a mezclarse en horchatas, batidos y refrescos para crear una gran variedad de exóticas bebidas.
En el año 1896, en Daiquirí, un paraje del oriente cubano, trabajaba un joven ingeniero americano llamado Jennings Cox, que en sus horas libres mezclaba todo tipo de ingredientes con el ron, buscando una formula especial para su gusto.
Hasta que dio en el clavo con la simpleza del jugo de limón, azúcar, hielo triturado y bastante ron. Finalizó sus ensayos, había encontrado el rum sour ideal. Un ingeniero minero de origen italiano, Giacomo Pagliuchi, entonces capitán del ejército libertador, se encargó de bautizar este cóctel como "Daiquirí" y llevarlo como un preciado elemento de su valija a la ciudad capital.
Otro capítulo paralelo a esta historia lo escribieron los soldados del ejército libertador, en sus guerras contra el ejército colonial español, ya que bebían con frecuencia una combinación de ron y limón a la que llamaban "Cancháchara". En 1898, las tropas norteamericanas del general Shafter desembarcaron en la zona sur y oriental de la isla, cerca de la playa Daiquirí y cuenta la tradición que el mismo general Shafter comentó que lo único que faltaba a la bebida de los patriotas era hielo, por supuesto muy difícil de conseguir en pleno campo de batalla. Ellos uniformizaron el nombre de esta combinación al llamarlo simplemente "Daiquirí".
A comienzos del siglo XX, La Habana es una hermosa ciudad, fina en arquitectura, de exquisita herrería barroca y una tremenda fuerza de cromatismo en sus paredes. En la bulliciosa calle del Obispo, atrae a las lindas de siempre La Piña de Plata. Mi amable guía me describe una escena de la época, cantando una dulce melodía... "habanera... que es un grito de espuma en la acera... la que huele a naranja y hierbabuena, la que tiene los pies de paloma y sabrosos, densos y gruesos, como dulce de coco, los besos... es su boca de púrpura y nata, un refresco de piña y horchata, tamarindo y almendra que perfuma la vida cubana...".
La venerable Piña de Plata está de aniversario, una centuria no pasa en vano, el viejo bodegón ya es una moderna "cantina" donde de sirven sofisticados cognacs, finos vermuts y perfumadas ginebras, pero su especialidad son los "compuestos" de fino ron, donde destaca el "Draque", en memoria del corsario más osado de toda la hermandad de los piratas del Caribe, Francis Drake, que por supuesto, en espíritu, los visitó numerosas veces.
Como centro de los festejos del centenario hay que hacer algo especial, muy especial... los propietarios le cambian el nombre al bar, eligen "La Florida", en clara alusión al pantanoso territorio español de Norteamérica que entonces dependía administrativamente de La Habana y abandonan su dulce estirpe de fruta fresca y argento. El común de las gentes lo bautiza con un diminutivo cordial: "El Floridita".
En 1913, en el bar del cercano Hotel Plaza, el cantinero español Emilio Gonzáles también ofrece a sus clientes "Daiquirí", según muchos es el mejor de La Habana. Quieren hacerle justicia al célebre "Maragato", que es el apodo con que se le conoce a Emilio en el ámbito de las barras, preparados y cócteles.
En 1914, llega al "Floridita" otro español, el cantinero catalán Constantino Ribalaigua Vert, natural de Lloret del Mar y poco después otro buen profesional, el chef francés Jan Lapont. Ambos le dan categoría y modernidad al local. Parroquianos de los cinco continentes admiraban la destreza de Constantino que en la barra con rítmico y enérgico batido mezclaba diversidad de licores y refrescos.
Solo unos años después, en 1918, encontramos en la puerta del Floridita, sonriente y satisfecho, al nuevo propietario. Está disfrutando el paso del tranvía que lo saluda con su acompasada campanilla... "Buenos días, Constantino... ¿le ha ido bien a este pescador español?"
Constantino Ribalaigua es sagaz, sabe que necesita algo especial, que lo distinga de todo otro lugar, lo llama estilo propio para "tomar el día". Él conoce todos los secretos de la barra, por lo tanto la respuesta está allí y no tarda en encontrarla. 
Con ayuda de su máquina de moler hielo marca Flak Mak, recién traída de los Estados Unidos, pica hielo, lo conserva en una caja con aislante y huecos en el fondo para mantener seca la nieve. Lo junta en una batidora con una onza y media de ron blanco, una cucharadita de azúcar, 5 gotas de marrasquino, el jugo de medio limón y lo sirve en una especial copa de boca ancha previamente helada. Ha puesto su sello al famosísimo "Daiquirí Floridita", que dará la vuelta al mundo de la mano de famosos de todos los sectores.
Después, una serie de estrellas de cine, de intelectuales y políticos, todos difusores vienen a Cuba y luego al Floridita a tomar Daiquirí. No podemos dejar de mencionar en primer lugar al Nóbel Ernest Hemingway, que dice de su infaltable cóctel, de todos los días: "esta bebida no puede ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna parte del mundo". Ocupa durante 20 años la misma butaca del bar, hoy separada por una cadena y enfrente servido, esperándolo, un fresco Daiquirí a la moda Hemingway. Es decir, doble medida de ron, sin azúcar, un poco de jugo de toronja, el jugo de medio limón y para coronar la cascada de hielo frapé y media cucharadita de marrasquino. Salud con Usted Don Ernesto... Revista Bitácora - [email protected]
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