La heredera del Infierno
Aviso: En este capítulo, también tuve que usar diálogos del videojuego doblado al español latino, pero cuando haga la versión de ingles (en algún momento) usaré los diálogos originales. También, varios lugares que describo son verídicos.
El local La Casa del Chocolate y se encuentra en la Av. Corrientes 1479. Por otro lado, Mercedes es un pueblo de Provincia de Buenos Aires y una de sus festividades populares es la "Fiesta del Salame".
El Mundo Exterior.
–¿Qué debería ponerme para ir al Mundo Exterior? –preguntó Daniela, mientras sostenía su mejor ropa– Eh, Ade, despertate.
La chica salió de sus pensamientos y volvió a la realidad.
–Perdón ¿qué estabas diciendo?
–¿Qué me pongo para ir el Mundo Exterior? –volvió a preguntar–. Estoy entre el vestido azul, el top con la pollera blanca o jean y remera blanca.
–Vamos a ver a una emperatriz y a sus hijas, creo que el top o el vestido no va a estar bien para presenciar a la familia real. Te van a tachar de algo peor, quizás en la fiesta podés usarlo. –respondió Adelina, mientras observaba los conjuntos de ropa–. Podrías usar la remera rosa claro, el jean negro y sandalias, seguramente nos va a tocar caminar.
–Ay me gusta, pero me voy a poner otro par de sandalias que combinen.
–Como quieras.
–¿Qué estabas pensando? –cuestionó Daniela con una sonrisa mientras se arreglaba.
–Nada.
Había pasado una semana desde el sueño, y lo recordaba como si lo hubiera tenido la noche anterior. Despertó sudando, sintiendo las manos de los muertos por todo el cuerpo y tuvo que hacer un esfuerzo titánico para no gritar en plena madrugada. Necesitaba respuestas sobre Hela.
Después de darse una ducha, Adelina observó su mejor ropa. Optó por un vestido negro con decoraciones de enredaderas, mangas caídas, suelto en la falda por arriba de las rodillas y sandalias de taco bajo. Cepilló su larga cabellera negra haciéndose una media colita y se aplicó un poco de su mejor perfume.
Luego, tomó la paleta de sombras y al abrirla, sus ojos heterocromáticos se reflejaron en el pequeño espejo. Puso en sus párpados sombras de color negro y se pasó lapis labial rojo. Tras terminar, admiró momentáneamente su rostro pecoso y guardó todos los elementos en su bolso pequeño.
Al salir de su habitación, vio a Mariano con una remera de One Piece. un traje negro y pantalones elegantes del mismo color. La muchacha intentaba tener autocontrol de no matarlo a la primera oportunidad que tuviera.
–¿Cuántas veces te dije que te pusieras camisa y no una remera? –preguntó Adelina.
–Agradece que no me puse una de Megadeth –defendió el chico, ajustando su saco–. Es elegante y moderno.
–Hace lo que quieras, si nos miran mal te mato.
–Le vamos a sobornar con comida. Vamos a estar medianamente bien.
En esos siete días, el trío quiso buscar unos regalos a la emperatriz Sindel. Fueron a Argentina a comprar comidas típicas de su patria. Liu Kang les había dicho que no era necesario, pero aun así Adelina, Mariano y Daniela hicieron los regalos.
La chica suspiró aceptando la derrota y salió del complejo con Mariano, Raiden, Kung Lao y Kenshi. Raiden llevaba un atuendo formal chino de color blanco con un cinturón de tela, pantalones azul oscuro y botas del color de la nieve. En cambio, Kung Lao vestía con una camisa china de manga corta negra y roja, en su cabeza, tenía su sombrero con cuchillas, pantalones negros y botas del mismo color. Por último, Kenshi llevaba una camisa roja, un saco gris, pantalones del mismo color y zapatos de color negro.
Mientras esperaban a Johnny y Daniela, Adelina se dio cuenta de que los tres hombres miraban curiosamente el tatuaje de la muchacha.
–¿Qué te ocurrió en el brazo? –preguntó Kung Lao analizando el brazo derecho de la chica.
–Una estupidez –dijo Adelina tratando de no explicar demás, pero ante las miradas curiosas de Raiden, Kung Lao y Kenshi siguió–. Aposté a que aguantaría un tatuaje completo, pero solamente soporté el brazo.
–No te veo haciendo eso –dijo Kenshi.
–Lo hice cuando tuve 18 –mintió Adelina–. En ese tiempo, hice cosas tontas.
Pasaron varios minutos mientras esperaban a los otros luchadores. Kung Lao no podía contener su emoción en conseguir la victoria en el Mundo Exterior y presumir al campeón de la Tierra.
–Por favor Raiden, cuídalo. Ya veo que nos va a dar problemas y nos hará quedar mal –dijo la muchacha.
–Haré mi mejor esfuerzo –dijo Raiden con una risa.
–Tenemos que presumir a nuestro campeón, Adelina, sino qué imagen va a tener el Mundo Exterior de nosotros –dijo Kung Lao palmeando ambos hombros de Raiden.
–Vamos a tener la imagen de unos imbéciles, por eso no tenemos que presumir de más –dijo Adelina y Mariano rio.
–Adelina tiene razón, presumir nos haría quedar mal –dijo Kenshi–. Hablando de presumir ¿dónde están Johnny y Daniela?
–Dame un segundo –dijo Adelina acercándose a los pasillos–. ¡Che, ustedes dos! ¡Agilicen el trámite ya tenemos que irnos!
–¡Ya va! –gritó Daniela.
La muchacha fue la primera en salir, llevando una remera rosa claro decorada con alitas de ángel doradas, jean negro y sandalias. En sus manos, tenía las bolsas de regalos y Adelina tomó una. Detrás suyo, Johnny apareció con una camisa negra sedosa, pantalones del mismo color y zapatos.
–¿Qué es lo llevan en esas bolsas de regalo? –preguntó Kung Lao viendo las bolsas detrás del trío.
–Liu Kang nos dejó ir a Argentina a comprar regalos para la emperatriz Sindel –dijo Daniela con una sonrisa alzando las bolsas con orgullo.
–Trajimos los mejores chocolates de La Casa del Chocolate –dijo Mariano.
–Salame quintero de Mercedes. El mejor de todos –dijo Adelina–. También, vino.
–No era necesario hacer eso –dijo Johnny riendo ante las cosas que mostraron.
–La mejor forma de caerle bien a desconocidos es con comida –contrarrestó Daniela–, y estas son de las más exquisitas de nuestra patria. Además de las más caras, tuvimos que poner plata y dolió como el carajo a nuestras billeteras.
Los demás luchadores se miraron entre ellos y dejaron que el trío hiciera sus cosas. Se encaminaron al gran jardín donde Liu Kang los esperaba y lo siguieron hacia unas columnas chinas rojas con decoraciones moviéndose con el viento y algunos dragones orientales como relieves.
–El Mundo Exterior puede ser extraño y embriagante para los habitantes de la Tierra –de las manos del dios emergieron flamas naranjas y azules formando un portal–. Que no les afecte. Enf��quense en la tarea que tienen.
Adelina vislumbró que Johnny grababa las acciones de Liu Kang para su futura película. Los demás revolearon los ojos, resignándose a las actitudes del actor. Luego de formar el portal de fuego, el dios pasó a través de las llamas naranjas, siguiéndolo Raiden, Kung Lao y detrás, los otros luchadores.
Antes de atravesar, Adelina aspiró hondo y pasó por las flamas ocasionándole cosquilleos y mareos como cuando las atravesó para llegar a la Academia Wu Shi. Las flamas naranjas y azules se transformaron en oleajes violetas y lilas. Sin darse cuenta, la chica pudo tomar aire y abrió los ojos para encontrar un paisaje soleado.
Enfrente del portal, había dos estatuas de criaturas a los costados. Alrededor de la arquitectura de mármol blanco, había diferentes tipos de árboles, flores y banderas. Bajando las escaleras blancas, había una alfombra violeta que llevaban a otras escaleras de mármol blanco, con columnas decorativas y detrás árboles con flores rosas.
–Toto, creo que ya no estamos en Kansas –exclamó Johnny mientras seguía grabando todo el paisaje.
En las escaleras había un grupo de mujeres paradas en fila. Dos de ellas eran muy distintivas, llevaban ropas rosas y azul claro. Las demás vestían de uniforme amarillo, pantalones ajustados grises y zapatos del mismo color. También, estaban armadas con escudo y lanza.
–Vaya –exclamó Johnny al ver que las dos jóvenes de rosa y azul claro–. ¿Esas son…?
–Las hijas de la emperatriz Sindel, sí –dijo Liu Kang y el actor apagó su celular.
–No decepcionan.
Le dio la razón al dios sobre la belleza que poseía el Mundo Exterior. En esa hipnosis, tuvo que tener el control de evitar caerse y a la vez vigilar que Mariano y Daniela no les pasara lo mismo. El calor abrazador del lugar la agobió y agradeció llevar vestido.
–Somos los embajadores de la Tierra, Johnny. Les mostraremos respeto…–dijo Raiden solemnemente– no una atención indeseada.
–Tené por sentado que va a ser lo mismo que estuvo haciendo con nosotras todo el tiempo –habló Daniela sonriente–. Solo que, en vez de recibir una mala contestación, va a ser la cabeza empalada y su cuerpo dado de comer a los animales.
–Una linda imagen –dijo Adelina.
El grupo se acercaba a las hijas de la emperatriz, unieron el puño con su palma y se inclinaron.
–Lord Liu Kang, bienvenido –habló la hija vestida de rosa.
–Gracias, princesa Mileena.
–¿Recuerdas a mi hermana? –preguntó la noble haciéndose a un lado.
–Claro que sí –respondió Liu Kang–. Princesa Kitana.
Ambos se hicieron un pequeño gesto de saludo. El dios prosiguió a presentar a los luchadores y al campeón. Las princesas miraron apenas al resto de luchadores y Kitana enfocó su mirada sobre el granjero.
–Espero que estés preparado, Raiden –dijo orgullosamente–. Nuestros campeones están decididos a ganar.
–Nadie más que yo. Llevamos mucho tiempo sin conseguir la victoria –espetó la princesa Mileena.
–Princesa Mileena… –habló una de las chicas vestida de amarillo. Una morena con un peinado de rastas–, hay que ponernos en marcha. La emperatriz Sindel nos espera.
–Gracias, Tanya –dijo Mileena–. Síganme, por favor.
Las princesas llevaron a los luchadores por las escaleras hacia un pasillo externo de mármol blanco y dorado, donde más guardias estaban en postura recta y en fila. Al final, había carruajes llevados por criaturas extrañas, cubiertos en la cima con telas exquisitas de colores violetas y lilas, sus ruedas tenían partes doradas y dentro se hallaban cómodos almohadones.
Luego de que los invitados subieran, los carruajes empezaron avanzar hacia el palacio. Poco a poco, el paisaje verde fue convirtiéndose en pequeñas casas que mostraban detrás suyos edificios arquitectónicos orientales más grandes. Había faroles encendidos y se escuchaba el sonido de la música. Aparecían lentamente todas las civilizaciones del Mundo Exterior, celebrando la llegada de los habitantes de la Tierra.
Adelina, Mariano y Daniela estuvieron sorprendidos por la belleza del sitio y cada vez que surgía algo nuevo, sus rostros se volvían como el de unos niños. Adelina esperaba que los demás estuvieran igual de impactados que ella.
–¿Soy yo, o creo que los del Mundo Exterior están más competitivos que nosotros en el mundial? –cuestionó Mariano.
–Al parecer, sí –contestó Daniela volviendo en sí para luego cambar de tema–. Si la entrada del Mundo Exterior está re linda, imagínense lo que será el palacio y habrá más ropa linda.
–Fiesta y comida –unió Mariano soñadoramente.
–También podré entrevistar a la emperatriz o a sus hijas. –divagó Daniela–. Me encantó el top de la princesa Kitana y esta noche, voy a usar el mío.
–No creo que eso ocurra, Dan-Dan –dijo Adelina con una sonrisa–. Y sí, la ropa es muy linda.
–Valdrá la pena el intento.
Los habitantes aplaudían sin cesar y saludaban a todos los luchadores. La música se escuchaba por toda la calle, los tambores invadían los oídos de Adelina que le fascinaba. Vio diversos puestos de comida repletos de personas sonrientes compartiendo con sus compañeros, niños corrían de un lado al otro con risas alrededor.
–Las descripciones que tuvimos sobre los seres no tienen comparación en la vida real –dijo Adelina sorprendida–. Me siento, por primera vez, una verdadera turista.
–Es la mejor decisión que tomamos en venir a acompañarte al torneo –dijo Daniela.
En un momento, se escuchó un silbato y el carruaje del trío se detuvo. Los chicos estaban confudidos y miraron afuera. Personas con las manos atadas a la espalda en fila avanzaban y una figura femenina los escoltaba. Del primer carruaje salió la princesa Mileena, comenzó a gritarle algo que Adelina no pudo entender y por los gestos que hacían, las dos mujeres parecían contenerse bastante. Después de la pequeña discusión, la princesa volvió a su carruaje y siguieron su curso.
–¿Escucharon algo de lo que decían? No entendí ni tres hectáreas –habló Adelina.
–Lo único que escuché fue que debían despejar la ruta o algo así –dijo Mariano.
–Pueden pasar esas cosas –dijo Daniela.
Tras pasar por la festiva Sun Do y su muchedumbre, los carruajes llegaron lentamente a un área decorada por la realeza. Poco a poco, Adelina y sus amigos pudieron ver el palacio delante de grandes montañas. Estaba decorado por diversos arbustos de los cuales tenían flores violetas y rosas, telas adornaban parte de las escaleras y balcones y cascadas se encontraban al costado de las escaleras principales. En las cimas del palacio, había banderines violetas moviéndose por el constante viento.
El grupo bajó de los carruajes y las princesas los guiaron entre los confusos y largos pasillos del palacio. Llegaron a un gran salón donde abundaba la luz solar y el suelo formaba figuras con los azulejos. Candelabros de diferentes diseños colgados en telas de seda y puertas dirigiéndose a los bastos jardines o a los pasillos más recónditos del palacio. Enfrente de donde estaban, había tres tronos de almohadones violetas y decoraciones onduladas detrás de estos. También, en una de las paredes del salón, un gran mural de un retrato de la emperatriz y su esposo se extendía, decorado con diversas ofrendas y velas encendidas.
Miembros de la realeza charlaban en diversos grupos, mientras que los representantes de la Tierra se encontraban en el centro del salón. Adelina vio a Raiden nervioso, incluso la propia chica lo estaba. Notó algunos nobles miraban su brazo tatuado con la anatomía del esqueleto y la incomodaba cada par de minutos.
–Preocuparse es una pérdida de energía sin sentido, Raiden –habló el dios dándose cuenta del estado de Raiden.
–Pero el torneo… Si perdiera –espetó el chico ansioso y angustiado.
–Enfócate en tus acciones, no en el resultado –afirmó Liu Kang–. Solo eso está en tus manos.
–Si te sirve de consuelo Raiden –se acercó Daniela y apoyó su brazo en el hombro del hombre–, Ade, Mariano y yo también estamos nerviosos.
–¿De enserio? –cuestionó el chico.
–Sí, los tres tenemos que entregar los regalos a la emperatriz –dijo Mariano con una sonrisa–. Si las hijas mostraron su amabilidad y competencia al mismo tiempo, ¿cómo va a ser la emperatriz?
–Mieeeeerda –soltó Adelina en voz baja y con los dientes apretados–. ¿Quién es el primero de nosotros en ir?
Mariano y Daniela se quedaron asustados ante esa duda, entonces los tres hicieron una ronda intentando decidir. En su conversación, Johnny habló:
–Alerta roja. Se aproxima un villano típico.
Era una figura casi humana, pero no tenía cabello, solamente unos cuernos gigantescos y peculiares. Poseía orejas puntiagudas, uñas afiladas, ojos rojos como la sangre y piel bronceada con algunas escamas. Estaba armada con un equipo diferente al de las mujeres de amarillo, tenía una armadura roja y plateada. El peto plateado, mostraba en su centro la silueta de un toro y en su cinturón había un cuchillo de caza.
–No dejes que…–susurró Liu Kang cerca del campeón y que también lo pudieran escuchar los otros luchadores– el general Shao te provoque.
–¿El campeón de la Tierra está más flacucho de lo habitual o es mi impresión? –cuestionó el general con una risa y superioridad en su tono.
–¡¿Quieres poner a prueba su fuerza?! –estalló Kung Lao–. Raiden va…
Adelina se tapó los ojos con una mano por la vergüenza y las ganas de abofetear a su compañero.
–Va a probar pronto su valía –dijo Liu Kang salvando la situación y con un gesto de su mano calló al guerrero, poniéndose frente a frente con el general.
–¿Aún no les contaste a los habitantes de la Tierra que el Mundo Exterior existe?
–Es más seguro así, general –argumentó el dios.
–Supongo que sí –dijo el general acercando su rostro amenazador al dios–. Las mentes frágiles de tu gente no podrían lidiar con la verdad.
–¿Crees que son débiles, general? –preguntó Liu Kang con un sarcasmo apenas visible–. ¿En serio? ¿Tras tantas veces que han ganado este torneo?
–Destruiremos a tu campeón, Liu Kang –espetó el general–. No saboreará la victoria.
Se marchó en ese instante dejando a todos en un silencio mortal, luego Adelina se puso frente a Kung Lao y lo miró con una sonrisa asesina.
–Kung Lao, ¿recordás que te dije algo específicamente antes de venir acá? –cuestionó la joven y su sonrisa se convirtió en una mueca de enojo–. Que no hicieras nada estúpido o vergonzoso.
Con cada palabra, la chica le dio un golpe con el pequeño bolso negro que tenía colgando en su hombro. Después, Adelina se reunió con Mariano y Daniela para poder volver a ver quién se acercaría primero a la emperatriz.
Decidieron usar piedra, papel o tijera y la primera en ganar fue Daniela. Sonrió al ser la última en dar su regalo y observó cómo sus amigos continuaban con el pequeño juego. Mariano y Adelina sacaron varias veces los mismos movimientos hasta que pudieron desempatar con la chica ganando. El muchacho casi iba alzarle el dedo medio, pero se contuvo al escuchar las trompetas.
El sonido anunció la llegada de la emperatriz y sus hijas. La gobernante avanzaba en un entero violeta y plateado, sandalias con taco, el cabello blanco y negro en una media colita. Sus ojos eran el color del chocolate y sus manos poseía diferentes anillos y pulseras. Todos los presentes las dejaron pasar para que se acercaran a sus respectivos tronos.
–Saludos, miembros de la casa real –dijo la emperatriz viendo los presentes–. Saludos, visitantes de la Tierra. Nos reunimos una vez más para honrar el legado de mi difunto esposo y dar continuidad al torneo que creó junto a Lord Liu Kang con el objetivo de fomentar la paz entre los reinos. Que el alma de Jerrod nos proteja con orgullo desde el Bosque Viviente, donde descansa. Lord Liu Kang.
–Emperatriz Sindel –saludó el dios mientras se acercaba–. Me complace ser tu invitado una vez más. Antes de dar el inicio el torneo majestad, tres habitantes de la Tierra decidieron darle unos obsequios en señal de buena voluntad.
El chico volteó un poco la cabeza y sus amigas le sonrieron, su rostro reflejó sus nervios, pero retomó su camino hacia el trono de la emperatriz.
–Majestad, estos regalos son de nuestra bella y amada patria, Argentina –habló Mariano solemnemente–. Mi regalo es uno de los mejores vinos, Trapiche.
El joven se inclinó ante la gobernante y volvió con los demás luchadores. Adelina escuchó como Mariano soltaba el aire contenido, mientras se acercaba al trono
–Emperatriz Sindel, mi regalo son bombones y chocolates –la chica se inclinó alzando las cajas y exhibiendo su interior–. Provienen de uno de nuestros mejores locales, La Casa del Chocolate. Tiene diversas variedades con las que compartir y disfrutar.
La chica se retiró y se posicionó al lado de Mariano. Daniela se aproximó con su regalo y sacó su mejor sonrisa.
–Emperatriz, mi regalo proviene de Provincia de Buenos Aires y es su salame, los mejores de nuetro país. El lugar hace una festividad llamada la “Fiesta del Salame” –dijo Danela mostrando el alimento–. También entrego nuestros mejores quesos para que pueda disfrutar. Le advierto que el salame es picante y tiene aroma fuerte, pero no le quita que es una delicia.
La chica se retiró de los ojos de la emperatriz dirigiéndose hacia donde estaban Adelina y Mariano.
–Agradezco su generoso gesto. Liu Kang, aquí siempre serás bienvenido –respondió la gobernante, mientras extendía sus manos en forma de bienvenida y cruzó sus piernas–. Ahora. Conozcamos a tu campeón.
–El campeón de la Tierra es Raiden, majestad –presentó la deidad–. Se ganó su lugar por encarnar las mejores cualidades de los habitantes de la Tierra.
–Pareces que estás nervioso, joven.
–Soy un extraño en una tierra desconocida. Vine a competir contra tus mejores hombres –habló Raiden con valor y un rojo en el rostro–. Sí, estoy nervioso.
–Haces bien. Te espera un duro camino –la emperatriz se puso de pie–. ¡Ya comenzó!
Entre los miembros de la corte hubo ligeros tonos de sorpresa, Adelina y los demás luchadores miraron curiosos cuando apareció de entre los pasillos una chica pelinegra. Portaba un uniforme gris con fucsia oscuro, sus manos estaban envueltas en antebrazos de los mismos colores. Llevaba una cola de caballo, pero tenía algunos mechones sueltos y sus tacones repiqueteaban en el suelo de piedra.
–Como exige la tradición, la primera competidora del Mundo Exterior será la primera oficial de Sun Do, Li Mei –prosiguió la emperatriz–. Que defienda la gloria de nuestro reino como preserva el orden de nuestra capital.
La primera oficial se acercó al trono de la emperatriz quedándose enfrente de esta y su puño se pegó hacia donde estaba su corazón.
–Majestad. Con mi combate, honraré tanto a la casa real como al Mundo Exterior.
–Si eso ocurre, superarás mis expectativas. –la emperatriz Sindel posó su mano en el hombro de la primera oficial–. Recuerda… que no estarías aquí si no fuera por la tradición de Jerrod.
La gobernante volvió a su trono, Li Mei se dio la vuelta y caminó hacia el centro del salón donde estaban Raiden y Liu Kang. El dios apoyó una mano en el hombro de su campeón y habló:
–Solo debes dar lo mejor de ti. El resto ocurrirá por inercia.
–Sí, Lord Liu Kang.
–Veamos qué puedes hacer –dijo Li Mei con desdén.
–Ojalá que esta sea la primera de muchas victorias.
–Triunfaré, habitante de la Tierra –afirmó Li Mei furiosamente–. Para mí, esta pelea es más importante de lo que podrías imaginarte.
Li Mei atacó con una patada giratoria y de esta emergieron chispas violetas, Raiden esquivó el ataque y usó su medallón. Los rayos aparecieron y desintegraron las chispas. Luego, la primera oficial usó sus puños y el granjero no se pudo defender haciendo que cayera al suelo. Se puso de pie y contratacó con un rayo, pero Li Mei saltó sobre este y le dio un rodillazo en las costillas.
Luego, de las manos de la primera oficial salió un halo violeta con chispas y formaron la cabeza de lo que parecía un tigre. Cuando iba a lanzar a Raiden a la boca de la criatura, invocó rayos sobre Li Mei haciendo que gritara por el cortocircuito y cayera. Al levantarse, Raiden volvió a emplear sus rayos y la alejó dándole un golpe en el pecho haciendo que concluyera el combate.
–Gracias por la pelea, primera oficial –dijo Raiden.
Li Mei se puso de pie y Adelina pudo ver en su rostro, decepción. A pesar de eso, se inclinó respetuosamente ante Raiden y marchó lentamente entre los murmullos de los nobles hasta desaparecer de la vista de Adelina.
–Te felicito, Raiden. Diste una buena pelea. Veremos cómo te va en la próxima –dijo Sindel solemnemente y luego alzó la voz–. General Shao ¿A quién elegiste para que compita a continuación?
–Majestad, elegí a Reiko, mi segundo al mando –exclamó el general con orgullo y malicia. En ese instante, apareció un joven–. Reiko quedó huérfano de niño, durante la Guerra de Kafallah. Aunque fue capturado, su espíritu permaneció intacto. A pura garra, sobrevivió. Después de la guerra, lo acogí y lo convertí en el soldado perfecto. Pocos están tan versados en el arte de la guerra como él.
Tenía los ojos pintados con hombreras rojas y plateadas con púas pequeñas unidas en su pecho y antebrazos. En su cinturón colgaba un cuchillo de cazador, su pantalón era gris oscuro y botas rojas. Usaba una pequeña cola de caballo y la cabeza rapada a los costados. Su mirada era de enojo y destilaba guerra.
Reiko se acercó y mostró sus destrezas mediante un combo de ataques sin tocar al campeón. Raiden permaneció pacífico ante la demostración y Reiko lo enfrentó:
–¿En qué ejército serviste? ¿En qué guerras luchaste?
–Sobrevivimos en Argentina, pibe. Es un campo de batalla sin igual –susurró Mariano y Daniela se rio silenciosamente, mientras que Adelina mostró una sonrisa cómplice.
–Yo no hice nada –espetó Raiden.
–Entonces, te falta preparación, habitante de la Tierra –espetó Reiko señalándolo con el dedo–. Este será tu último campo de batalla.
Un halo rojo se apropió de Reiko, le asestó a Raiden un rodillazo en las costillas y rápidamente le dio una patada frontal. El campeón se abalanzó como un tigre con rayos haciendo que Reiko retrocediera y volviera a su postura defensiva. El guerrero volvió atacar al granjero usando su halo desde su posición y Raiden lo esquivó.
Reiko corrió empleando su aura roja y tacleó a Raiden, pero antes de que el habitante del Mundo Exterior rematara al campeón de la Tierra, este se alejó de la zona de ataque. Luego, Raiden desestabilizó a Reiko para usar sus rayos en sus manos, las estampó en las orejas y saltó para darle una patada área. Al pisar fuertemente el suelo, rayos aparecieron en el suelo que llegaron a Reiko dándole electrocución. El soldado cayó al suelo terminando el combate.
–Te derrotó un simple granjero –Raiden volteó hacia la emperatriz–. Estoy listo para el siguiente oponente, majestad. ¿A quién me enfrentaré?
–Paciencia, joven. –dijo la emperatriz calmadamente y se puso de pie–. Haremos un receso hasta mañana a primera hora. Espero verlos a todos en el banquete de esta noche.
Todos los presentes se inclinaron ante la emperatriz y sus hijas, mientras se retiraban del salón. Poco a poco, los miembros de la realeza se retiraron y solamente quedaron los luchadores de la Tierra. Adelina pudo escuchar a los lejos la creciente música de la capital, Sun Do.
–Luchaste bien, Raiden –elogió Liu Kang.
–Gracias, Lord Liu Kang.
–No fue tan malo como creí que sería –dijo Mariano de forma alegre–. De enserio, pensé que la emperatriz nos iba a matar con su mirada. Da miedo.
–Peor es el general Shao –dijo Daniela.
–Lo importante es que logramos impresionar en el combate –dijo Kenshi.
–No intenten caer en sus provocaciones–dijo Liu Kang y juntó sus manos vendadas–. Así podremos tener una sana convivencia con el Mundo Exterior. Ahora, traten de disfrutar de la tarde y prepárense para el banquete.
En ese instante, sirvientes aparecieron para guiar a los habitantes de la Tierra a sus aposentos. Pasaron por diferentes pasillos con alfombras, antigüedades, armas y diversos retratos. La habitación de Adelina se encontraba enfrente de la de Kenshi, a la izquierda se encontraba la de Mariano y a la derecha la de Daniela.
La sirvienta le abrió las dos puertas de sus aposentos y se maravilló con su interior. Tenía un gran balcón del que se veían árboles, cascadas y la capital del imperio. Las cortinas de seda lila, se movían con el leve viento. Había diversas mesas por doquier y encima tenían velas aromatizadas y diferentes artículos. Enfrente de Adelina, vio la cama más grande que había visto, con decoraciones y s��banas más exquisitas y en sus extremos poseía dos mesitas de luz. En una puerta aparte, la sirvienta le mostró un baño realmente gigantesco con diferentes aromatizantes y sales de baño.
Tras agradecerle a la sirvienta, Adelina se recostó en la cómoda cama asimilando el inmenso espacio. Luego, fue hacia el gran balcón donde pudo ver el jardín y a lo lejos los edificios más altos de Sun Do. La chica volvió a entrar para mirar los diferentes muebles como si fuera una niña pequeña. El ropero estaba repleto de vestimenta del Mundo Exterior que la enamoró y vio todos los conjuntos.
–¡Esto es genial! –exclamó Daniela acercándose con grandes zancadas. Adelina no se había percatado de que su amiga abrió la puerta.
–Lo sé.
–Me siento como un político estando en estas habitaciones –siguió Daniela mirando todo su alrededor–. ¡También tengo balcón!
Las chicas no pararon de charlar hasta por los codos y en un momento, se quedaron dormidas en el espacioso colchón.
Las dos niñas, Adelina y Daniela, se volvieron inseparables tras ese breve momento de charla en el patio. La pasaban el tiempo juntas y lo soportaban todo. Pero la burla de los niños se volvía cada vez más frecuente hacia la pequeña Adelina por su peculiaridad en los ojos. Esas burlas llegaron a un límite.
La joven le había asestado una golpiza a uno de los tantos niños y este se la devolvió aún peor. La pequeña riña pasó a peores cuando Adelina lo empujó haciendo que el niño cayera rompiéndose varios dientes y la nariz. La niña lo golpeó repetidas veces en la cara y el pequeño no pudo defenderse.
Por el alboroto, los superiores separaron a los dos y los castigaron de una forma horrible, enviándolos a cuartos donde pasaron hambre por una semana. Pero en las noches, Daniela iba y le daba un poco de comida a Adelina.
Las burlas y defensas se repitieron de diferentes formas, haciendo que los castigos fueran diversos. Golpes en el cuerpo, días sin comer, maltrato verbal.
–No lo soporto más Dan-Dan –dijo Adelina y sus lágrimas caían por sus mejillas–. ¿Por qué no nací con un solo color en mis ojos?
–Tenemos que aguantar un poco más.
–Me quiero ir de aquí –hipó la niña–. Quiero ir a capital.
–Lo vamos hacer, Adelina –dijo Daniela seriamente.
–¿Cómo? –cuestionó Adelina sacándose los mocos–. Los superiores lo sabrán.
–No les importamos –espetó la chica–. Si lo hicieran, no nos tratarían mal. Busquemos boletos de colectivo y marchemos a CABA, Rosario no nos trajo nada bueno.
Pasaron varios meses tras esa propuesta tan descabellada, pero las chicas lograron comprar boletos de colectivo y falsificar permisos para viajar solas. Cuando se apagó la última luz del orfanato, las niñas de siete años tomaron sus pertenencias y salieron sigilosamente. Bajaron usando las sábanas de sus camas y corrieron hacia la verja evitando las luces de seguridad.
Luego de trepar dificultosamente, corrieron lo más rápido posible hasta llegar a la terminal de colectivos. Mostraron a los conductores sus boletos y permisos y les dejaron entrar.
Tras varias horas donde las chicas se durmieron y despertaron cuando el sol iluminaba su ventana. Se maravillaron ante los grandes edificios de la capital, las rutas con sus giros y embotellamientos, repletos de autos, camiones y motocicletas.
Las pequeñas caminaron bastante. Lo suficiente para que la elegancia de los edificios se transformara en casas pequeñas descoloridas o mostrando los ladrillos. En su gran caminata, Adelina y Daniela compartieron la comida que prepararon en el orfanato y solamente, quedaban unas sobras.
Llegó el atardecer, y las niñas no sabían dónde pasar la noche en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Veían miradas curiosas de algunos adultos y les dio incentivo para aumentar el paso. Adelina pudo escuchar pisadas fuertes y al voltearse, un hombre extraño las seguía. Las pequeñas se apresuraron hasta llegar a lo que parecía la entrada de un galpón. Se quedaron contra el portón de chapa, el extraño tiró del brazo de Daniela haciendo que gritara y Adelina jalaba de su brazo para evitar que se la llevara. De repente se escuchó un disparo.
–Flaco, ándate de mi casa –un anciano sacó el casquillo del rifle y recargó–. Dejá en paz a las nenas.
–Son mis sobrinas.
–Seguro, degenerado –el anciano apuntó nuevamente–. Andate de mi casa y deja en paz a las nenas o te lleno de balas la cabeza.
El extraño salió despavorido del portón y se perdió en las calles. Las niñas miraron al anciano que cargaba el rifle y temblaron ante la presencia el señor. Cuando intentaron correr del lugar el señor les habló:
–Nenas, ¿de dónde son?
Adelina y Daniela no contestaron y escucharon el portón abrirse con el rostro de un niño de su misma edad con un casco en su cabeza.
–¿Quiénes son Viejo Mario? –preguntó el niño.
–Adentro, Mariano.
El chico obedeció y el anciano se agachó a la altura de las pequeñas.
–Veo desde acá que tienen hambre –habló el anciano y colocó el rifle a su costado–. ¿Les parece si comen algo y me comentan que hacen por acá en Lugano?
Las niñas se miraron entre ellas y asintieron al anciano. Abrió el portón permitiéndoles entrar, mientras las ayudaba a cargar sus pertenencias. En la puerta de su casa, el niño con el casco, Mariano, las observaba con curiosidad.
Adelina despertó cuando el sol se ponía, dejando naranjas y rosas intensos en el cielo. Le costó reconocer que estaba en el Mundo Exterior. Vio a Daniela con la boca abierta emitiendo pequeños ronquidos y trató de despertarla, mientras se quitaba el sueño, Adelina vio el paisaje que le ofrecía el balcón. Se maravilló ante las flores que aparecieron tras los primeros pasos del atardecer y algunos sirvientes y guardias yendo de aquí y allá en el basto jardín.
Escuchó los golpes en la puerta y se aproximó para ver quien era. Al abrirla, una sirvienta se inclinó y le informó sobre el gran banquete que haría la emperatriz ocurriría dentro de un par de horas. Esta le ofreció sus servicios de limpieza e iluminar la habitación. Adelina la dejó entrar y Daniela se marchó a sus aposentos a prepararse para el banquete real.
Adelina fue hacia el baño y calentó el agua. Había pétalos que decoraban la superficie haciendo que desplegara diferentes aromas, acompañadas por las sales de baño. La chica se relajó ante esa comodidad, pasó el jabón por todos lados y se enjuagó el cabello. Disfrutó esa tranquilidad y al mismo tiempo, admiró el tatuaje de su brazo y abdomen. Necesitaba encontrar respuestas rápido acerca de Hela y su daga, esperaba tenerlas con la emperatriz Sindel está noche.
Adelina salió de la ducha, se puso ropa más cómoda y buscó entre sus pertenencias algo para el banquete. Eligió una pollera negra con cola hasta los tobillos, musculosa de mangas finas acompañada por una camisa blanca transparente con pequeñas cadenas doradas en sus hombros y muñecas y sandalias de taco negras. Se maquilló con sombras de color negro sobre los párpados y se pintó los labios con labial negro.
Al salir, en el pasillo vio salir a Kenshi, después Daniela y Mariano. Kenshi llevaba una camisa roja, arriba un saco de color negro, pantalones del mismo color y zapatos de vestir. En cambio, Daniela vestía con un top estilo corsé de color azul, jeans blancos y zapatos blancos con taco. Por último, Mariano tenía puesto una de color gris, saco azul oscuro, pantalones del mismo color y zapatillas de color blanco.
Tras ver que los demás salieron de sus cuartos, varios sirvientes los guiaron a un jardín pequeño. Estaba iluminado por velas y faroles de tantos colores y las diferentes plantas adornaban los alrededores. Luciérnagas destellaban de un color rosa sobre los alrededores. Guardias se ubicaban en las entradas y sirvientes corrían para arreglar los últimos detalles antes de la llegada de la emperatriz y sus hijas.
Poco a poco, llegaron miembros de la realeza agrupándose a un costado del jardín. Luego, llegaron el general Shao y Reiko mostrando hostilidad hacia los habitantes de la Tierra. Por último, ingresaron la emperatriz Sindel con sus hijas. La gobernante se quedó en una mesa aparte y las princesas acompañaron a los luchadores y miembros de la realeza.
Los presentes se inclinaron hacia la emperatriz y sus hijas y dio comienzo la velada. Aparecieron músicos alegrando la hermosa noche, mientras esperaban la comida. Adelina vio que Johnny se acercaba más y más a la princesa Kitana tratando de coquetear con ella. También, en varias ocasiones, vislumbró am general Shao y Reiko mirando con desdén a los invitados.
Tras esperar, varios sirvientes trajeron diferentes platillos. Carnes con un aroma exquisito, ensaladas de tantas peculiaridades, aderezos y vinos de los más extraños. Colocaron los alimentos en las mesas y el banquete dio inicio.
La chica eligió carne acompañada con ensalada y se permitió disfrutar esos manjares en su paladar. Los sirvientes corrían de un lado al otro en las mesas tratando de servir más vino y comida en las vastas mesas, mientras la música seguía su curso.
Durante la velada, Adelina observó como Kung Lao, Mariano y Daniela comían como unos dementes, bebiendo hasta el cansancio y tomar pedazos de carne cada vez más grande que el anterior. La chica se sintió avergonzada ante esa situación y más cuando Mariano emitió un pequeño eructo.
–¡Te dije miles de veces que no eructaras en la mesa, la concha de la lora! –reprendió la chica dándole un golpe detrás de la cabeza–. ¡Puerco!
–Está muy rico –dijo Mariano con una sonrisa y siguió en su maratón de comida.
–No me importa. No lo hagas enfrente de extraños.
Adelina vio que tanto Reiko como el general Shao los miraban con desagrado y odio. Resignados a compartir la mesa.
–Kenshi –dijo Adelina–. ¿Me prestas tu katana?
–¿Para qué?
–Para matarme. Estos tres me hacen que quiera tirarme de un barranco –dijo la muchacha y el asiático se rio–. Mira que se los dije. Les dije que no hicieran nada estúpido y lo hacen. Me quiero matar.
Hubo unas risas compartidas entre ellos y continuaron con el banquete. Adelina siguió comiendo un poco más. Observó que Raiden y Liu Kang estaban metidos en una conversación en la mesa de frente y cada tanto fijaban su mirada a un hombre encapuchado y de piel bronceada.
Vislumbró a la princesa Mileena retorciéndose de dolor y luego se acercó la misma guardia de las de piel morena y rastas en el cabello que estuvo en la llegada. Gracias a las explicaciones de Liu Kang, descubrió que se llamaban Umbgadi. Estuvieron susurrándose entre ellas, por un breve momento, y se separaron. Tras esto, el dios y el campeón continuaron hablando.
En un momento, la música se detuvo y todos voltearon hacia la gran mesa de la emperatriz Sindel. Se puso de pie sosteniendo su copa de vino.
–Mi marido Jerrod creía que nuestros reinos tenían un destino en común –habló mientras miraba a los invitados –. Comprometámonos a dialogar más y no permitamos que los secretos rompan nuestros lazos. Además, agradezco a los tres habitantes de la Tierra por sus bellos regalos. Las comidas de sus tierras son bastante exquisitas.
Ante esas palabras, Adelina, Mariano y Daniela se sonrieron entre sí. Todos se pusieron de pie alzando sus copas de vino y el general Shao fue el único que no lo hizo.
–Majestad, es un honor estar aquí y conocer a tu gente –dijo Raiden con amabilidad–. Me doy cuenta de que es más lo que nos une de lo que nos divide.
Una queja de frustración salió de la boca del general y habló poniéndose de pie:
–Nuestros pueblos no podrían ser más distintas, campeón.
–Por favor, que no arruine la noche –susurró Mariano y las chicas lo callaron.
–¿Perdón? –preguntó Raiden.
–Ya me oíste. Los habitantes de la Tierra carecen de…
–Suficiente, general –espetó la gobernante cortante.
–Mis disculpas, majestad –dijo el general falsamente–. Creo que ya disfruté demasiado de este excelente vino. Si me lo permites…
–Puedes irte –dijo Sindel.
El general Shao se volteó y se perdió entre la oscuridad del pasillo junto a su segundo al mando. Tras el momento incómodo, la velada siguió unos minutos y la emperatriz le puso fin. Los miembros de la casa real marcharon por una dirección diferente a la de los luchadores de la Tierra.
–Arruinó la noche –dijo Mariano mientras caminaban a sus aposentos–. Quería bailar y quedarme hasta tarde, pero no.
–Yo quería una entrevista –suspiró Daniela.
–El general Shao tiene sus frustraciones –dijo Liu Kang calmadamente–. Posee una visión cerrada sobre la Tierra que la emperatriz Sindel, pero debe atenerse a sus órdenes.
–Tiene mucho ego –habló Johnny.
–Mira quién habla –dijo Daniela sarcásticamente–. El que no paró de presumir sobre hacer una película durante toda la academia.
–Coincido con ella –dijo Kenshi.
–El general, no sabrá lo que es capaz nuestro Raiden –exclamó Kung Lao y pasó el brazo por el cuello de su amigo–. Derrotará a todos sus oponentes.
–No hay que adelantarse y cantar victoria precipitadamente, Kung Lao –dijo Adelina con una sonrisa y los brazos cruzados–. Los del Mundo Exterior tienen diversos dones y, eso, facilita el ataque sorpresa. Peor, si te toca luchar con el general. Porque si es así, como decía el Viejo Mario…
–“Te van a meter los dedos en el orto” –dijeron Adelina, Mariano y Daniela al mismo tiempo.
Llegaron a sus habitaciones y se despidieron. El frescor en la habitación invadió a Adelina y apresuró a cerrar las grandes puertas que conducían al balcón. Luego, se preparó para dormir, con su remera holgada de Tomie y pantalones blancos cortos. Se dejó absorber por el cómodo colchón, sus lujosas sabanas y colchas.
Esa noche, soñó con Hela. Sus muertos, lobos y un recién nacido que lloraba sin cesar hasta desvanecerse.
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