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☾Fichα☽

Nombre ➵ Annabelle Giacometti.

FC ➵ Bridget Satterlee.

Edad ➵ 17 años.

Casa ➵ Ravenclaw.

Varita ➵ Palo de rosa, 9½”, fibra de corazón de dragón.

Patronus ➵ Lobo.

Habitación ➵ Con magos de sangre pura.

Biografía ➵ Annabelle creció en una familia sueca cuya sangre pura no permitía que los miembros de ésta se relacionaran con gente que no lo era o qué fuesen diferentes a ellos, tales como hombres lobo, vampiros o incluso mestizos. Los primeros años de vida de Annabelle ella no tuvo opción aparte de acatar las reglas que, principalmente su madre, imponía en ella y su hermano menor. Cuando Anna entró a Hogwarts comenzó a compartir sus círculos amistosos con gente que su madre sin duda jamás aprobaría manteniendo todo eso a escondidas; en las cartas le informaba solo lo que ella quería saber. Al final del tercer curso, Anna realizó una travesura dentro del Castillo que la llevó a tener que esconderse dentro del bosque prohibido causándole una mordedura de lobo. Ella paso creyendo que había sido de un verdadero lobo durante un mes, sin embargo, se trataba de un hombre lobo. Pasó un mes después de aquel incidente, eran vacaciones y se encontraba ya en su mansión en Suecia con su madre y hermano quien el curso siguiente se incorporaba a Hogwarts. Éste último era la persona más importante para la joven y a quien procuraba mantener siempre a salvo y feliz a pesar de tantas reglas bajo las cuales vivían. La familia Clevenger vivía a unas cuantas millas de un bosque de coníferas y en el cual Anna solía llevar a su hermano a jugar. Aquella noche era luna llena y, sin saber lo que le esperaba, llevó a Caleb, su hermano, a dar un paseo por el bosque, sin embargo, se les hizo un poco tarde y Anna se transformó, sin tener control de ella ni de lo que le pasaba, dejando sin vida a su hermano menor. A la mañana siguiente que despertó y comprendió lo que había sucedido, se soltó a llorar temiendo volver a su casa, pero lo hizo y se enfrentó a la furia de su mamá advirtiéndole que si ella no se iba de su casa ella misma haría que la llevasen a Azkaban. Anna corrió a refugiarse en el bosque y sintiendo culpa los siguientes tres años de su vida, continuó asistiendo al colegio intentando a toda costa evitar el tema de su hermano.

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➵ ❝Anna, ¿qué sabes del amor de verdad?❞ 

Annabelle se encontraba corriendo, con una expresión preocupada y con el sudor cayendo por sus mejillas; no tenía salida. Huía de algo, quizá de algo que había hecho o quizá de alguien que la iba persiguiendo. A pesar de que conocía aquel bosque como la palma de su mano, en esa ocasión todo estaba completamente cambiado, como si aquel no fuese el sitio donde había vivido la mayor parte de sus experiencias de la infancia a un lado de Caleb... ¿Y Caleb? Sabía que había estado con él, sin embargo, no sabía dónde se encontraba. Continuó corriendo hasta llegar a un barranco del cual parecía no tener salida. Aquel barranco era profundo, sombrío y daba la sensación de no tener nunca un fin. Volteó asustada y solo vio como una sombra negra; no se podía distinguir de que o de quién, solo sabía que se trataba de algo con filosos dientes y ojos intimidantes. Ésa cosa se lanzaba sobre ella provocando el sobresalto que causó que ella cayera por aquel abismo. Annabelle gritaba esperando que alguien la escuchara pero no obtuvo respuesta. Su corazón latía con mucha fuerza. Sintió un fuerte golpe y fue cuando despertó con la respiración agitada y con una sensación de ansiedad. 

 Parecía que todo había sido un sueño. El bosque estaba desierto. La neblina apenas se estaba disipando y el sol estaba reemplazando a la luna de la noche anterior. Annabelle se hallaba tirada sobre la hojarasca preguntándose cómo es que había llegado hasta ahí, lo último que tenía en mente era haber estado con su hermano. Miró a su alrededor; por alguna extraña razón sus ropas estaban rasgadas y sus brazos llenos de sangre. Se preocupó y se levantó en un instante para averiguar si se trataba de su propia sangre o de alguien más. 

 —¿Caleb?— gritó preocupada. Su voz sonaba desesperada. 

 Se alejó un poco de donde había despertado, y pudo ver cómo había unas huellas en el suelo. Parecían de persona así que las fue siguiendo y a medida que avanzaba también aumentaba el número de latidos de su corazón. Hubo un punto en que aquellas huellas se convirtieron en huellas de animal, lo cual, desconcertó bastante a la joven. ¿De dónde habían salido las huellas de aquella criatura? ¿Qué había sucedido con la persona que iba caminando por ahí? Por más que le daba vueltas al asunto, no era capaz de encontrar una respuesta lógica a tantas interrogantes que se hacia a ella misma. Continuó las huellas hasta que el sitio donde la llevaban le pareció bastante familiar. 

 Unos kilómetros más adelante encontró en el suelo ropas de una persona aparentemente no muy grande de estatura y de complexión delgada. Éstas estaban rasgadas al igual que la ropa de ella, sin embargo, a diferencia de la chica, tenían más sangre impregnada. Al comenzar a hacer la asociación de las huellas con la sangre y el hecho de que su hermano no aparecía. ¿Quién hizo esto? Se volvió a preguntar al momento que caía de rodillas a un lado de la ropa que llevaba su hermano puesta. Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas y sus manos temblaban de la impotencia. 

 —Annabelle... —susurró alguien a sus espaldas. 

 Se volteó y observó a un hombre de aspecto extraño acercarse hacía ella. Las prendas que traía puestas estaban, al igual que las de la chica, prácticamente destruidas. Ella lo miró y miró sus manos, sus uñas estaban lo bastante grandes como para poder pasar por garras. Conforme el hombre se acercaba a ella, la chica se levantó y retrocedió entendiendo que esa persona era quien había sido responsable de la desaparición de su hermano. 

 —No se me acerque— dijo con tono decidido y seco. 

 Lo miró con cierto temor pero dispuesta a pelear por lo que se la acababa de ser arrebatado. El tipo frente a ella le dedicó una sonrisa dando a notar su descuidada dentadura. 

 —¿Por qué no quieres que me acerque? Si tú eres tan mala como yo... O, ¿acaso no te acuerdas de lo que le hiciste a Caleb?— la miró intentando intimidarla —¿Ya se te olvidó cómo perdiste el control a pesar de que tu hermano te suplicaba que por favor no lo hicieras? 

 Annabelle sintió temor, pero no por estar en presencia de aquel extraño hombre, si no de ella misma. Por alguna razón sus brazos estaban llenos de sangre y su ropa rasgada, sin embargo, otra parte de ella se negaba a aceptar todo lo que le acababan de decir. 

 —No, yo amo a mi hermano como a nadie, yo jamás le haría eso— sus lágrimas salían de sus ojos a medida que su desesperación y culpa aumentaban. 

 —Anna, ¿tú que sabes del amor de verdad? ¿Qué va a saber una bestia como tú y como yo sobre el amor?— le cuestionó el extraño —Ven conmigo, te enseñaremos a utilizar toda esa magia que tienes y a no perder el control— sugirió él. 

 Algo en ella le decía que no debía confiar en aquel tipo, sin embargo, también temía por lo que sucedería cuando al fin ella decidiera regresar a su casa y enfrentar a su madre. Miró al hombre frente a ella y tomó su decisión. 

 —Debo asumir lo que hice— sentenció —Debo volver a mi casa. 

 Annabelle no esperó a que el hombre le contestara, solo dio media vuelta y regresó por el camino que sabía que la llevaría a su casa. No sabía quién era aquel hombre, no sabía cómo era que ella había terminado de esa forma, lo único que podía pensar era en como enfrentaría a su familia sobre aquello y sobre qué haría si la desconocían como parte de ellos.