Reflexiones, pensamientos, una pequeña (muy grande) parte de mí.
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Unrequited love
¿Por qué estás en línea y no me hablas?
¿Por qué no puedo gustarte tanto como tú me gustas a mí?
¿Por qué no sientes la necesidad de hablar conmigo todo el tiempo?
¿Por qué no me miras de reojo?
¿Por qué no sientes el deseo de tocarme o de estar cerca?
¿Por qué no me piensas?
¿Por qué no te intereso?
¿Por qué no me puedes dar lo que quiero?
¿Qué pasa contigo?
¿Qué pasa por tu cabeza?
¿Quién está en tu cabeza?
¿Tal vez no es mi momento?
¿Qué te hace falta?
¿Qué me falta?
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¿Cómo puedes esperar y observar mientras millones de seres llevan una vida horrible, llegaron aquí sin poder dar su consentimiento pero están para sufrir y vivir cosas horribles?
¿Cómo puedes esperar ahí, sin hacer nada?
ERES HORRIBLE Y ME CAGO EN TI.
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A veces más fuerte que el sufrimiento se siente el enojo.
El maldito enojo.
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La vida plenamente feliz es imposible. La felicidad es efímera y se siente más duradero el sufrimiento.
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El cambio más hermoso que he experimentado es aquel en el cual pasé de querer estar muerta a querer vivir mucho para cambiar el mundo. Querer gritar que sí me transformé, que me amo y que quiero lo mejor para mí.
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A veces llorar sirve para liberar emociones, pero otras veces es mejor no hacerlo aunque tengas muchas ganas pues le estarás diciendo a tu mente que algo anda mal, muy mal.
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The question is not, Can they reason? nor Can they talk? but, Can they suffer?
Jeremy Bentham
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De vestido
¿Saben cómo las mujeres se quejan del cuidado que deben tener al elegir su ropa antes de salir de casa? Bueno, yo nunca había sentido tal cosa hasta que se me ocurrió ponerme un vestido.
Papá dijo que no podía llevarme a la fiesta, así que tuve que tomar llaves, cartera, celular e irme corriendo pues se me hacía tarde. Antes de salir, algunos pensamientos fugaces pasaron por mi mente: “¿no crees que deberías cambiarte?”, “te van a acosar”, “como que está muy corto y pegado tu vestido.”.Sin embargo, decidida como estaba, no presté atención a ellos y me puse en camino hacia el salón de fiestas.
Pasaron menos de cinco minutos mientras caminaba hacia el camión y supe que el trayecto iba a ser un suplicio. Dando vuelta en la esquina de mi casa, un tipejo en su camioneta me ve arriba-abajo y truena los labios emitiendo un sonido asqueroso. Lo maldigo en mi mente y me digo: tranquila, es sólo un idiota. Sigo adelante, dos hombres en un autolavado me estudian y miran directamente, pero continuo, son sólo dos idiotas. Camino, llego a la estación del RUTA y noto a un guey viéndome, pero lo ignoro. Empiezo a sentirme paranoica, hay un hombre atrás de mí, muy cerca de mí, seguro me está viendo el culo. Entro al camión, busco un lugar alejado del primer guey que me vio afuera y me quedo ahí. Pero el idiota busca la manera de estar cerca de mí y curiosamente en unos minutos apenas nos separan unos centímetros. Decido voltear a la ventana, pero tengo miedo, estoy incómoda porque hay muchos hombres, siento sus miradas morbosas sobre mí. Comienzo a pensar una y otra vez: ¿por qué te trajiste el vestido?, ¿de verdad tenía que estar tan pegado?. El maldito sigue viéndome, estudiándome de pies a cabeza, no me atrevo a verlo pero sé que lo hace pues lo observo a través de la pantalla. De pronto me mira a través de la pantalla y yo le ofrezco la mirada más amenazadora que soy capaz de mostrar, pero le vale madre. Siento la rabia y el miedo en mi interior y continúo pensando: “voltea, hazle saber que ya te diste cuenta”. Así que volteo y lo veo, él me ve también, con esa sucia mirada que ahora recuerdo y que me llena de furia. Mantiene la mirada hasta que la desvía.
Falta una estación, tengo que prepararme para bajar, me doy cuenta de que hay muchos hombres en las puertas. Mierda. Camino, muevo a personas, tengo miedo de que este imbécil me haga algo, pero me dirijo a la salida. Un hombre corpulento me mira, me ve de pies a cabeza y durante los siguientes segundos no deja de ver mis piernas. Yo sólo quiero salir, aventar a ese maldito pero el miedo no me deja. Al fin, todos salen, yo entre ellos y no quiero ni voltear para enterarme si ese hijo de la chingada sigue viéndome, algo que seguramente ocurrió. Camino, ahora llena de miedo y disgusto, siento que todas las miradas están puestas en mí.
Cruzo la calle, busco la forma más segura de llegar a la parada del camión, y por “segura” me refiero a aquella libre de hombres. Estoy a unos pasos de llegar y entonces veo a esta bola de cabrones, vendedores ambulantes. Demasiado tarde para regresar, del otro lado todos los carros tienen el verde y yo quedo ahí, a unos metros de ellos. Como malditas bestias me detectaron inmediatamente y como los malditos cobardes que son, me acosan en grupo. Me hablan y miran una y otra vez, yo me bloqueo y no volteo, cruzo la calle sin siquiera fijarme de los autos y veo a una señora, me paro a lado de ella y al haber ganado un poco más de seguridad me doy la vuelta y los veo con todo el odio que me llenaba en ese momento. Bola de cerdos pendejos. Llega el camión, hago la parada, el chofer me ve las piernas mientras subo las escaleras... Maldito. Me siento en la primera fila pues no quiero caminar en el pasillo y que me sigan viendo. A punto de llorar, reflexiono: ¿De verdad es mi culpa?, ¿tuve que haber sido más cuidadosa al elegir mi ropa?, ¿por qué, maldita sea, me puse este chingado vestido?. Pero intento calmarme, tengo que ser fuerte. Trato de cubrir mis piernas con las pocas cosas que llevo, mi bolsa y el regalo para mi amiga. Llega el momento de bajarme pero no quiero pararme, ya no quiero que me vean el culo, ya no quiero sentir las miradas, ya no quiero tener miedo.
Pero me bajo y camino unas calles hacia el salón, antes de dar vuelta en la calle me asomo y veo sólo a un señor lavando su carro. Continúo, no sin antes haberme asegurado de tener algún arma que utilizar por si el pendejo decide atacarme. Decido que mi teléfono y la taza de vidrio que le voy a regalar a mi amiga son mis mejores oportunidades. El guey voltea a verme pero sigue con su trabajo. Aún así, yo no me confío y sigo, volteando constantemente para saber en dónde está y qué hace. Al fin, llego al salón y decido no decírselo a nadie.
Y ahora sigo pensando: ¿de verdad fue mi culpa?, y concluyo que lo fue. Fue mi culpa haberme sentido bonita, haberme gustado con vestido y haber salido así a la calle. Fue mi culpa haber provocado a todos esos hombres con esa ropa tan atrevida. Fue mi culpa el esperar respeto cuando mi forma de vestir expresaba lo contrario. Fue mi culpa el acoso, las miradas, haberme creído libre de ser como quisiera, haberme vestido como una “ramera”. Yo me busqué todo ese maldito acoso. Sí, por supuesto que fue mi culpa.
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Cada vez que sé más del mundo, más deseo no saber aquello que he aprendido. Porque toma tintes cada vez más oscuros que incluso me hace preguntar si algún día toda esa maldad me sobrepasará.
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Creí que dándome cuenta mis sentimientos cambiarían pero la verdad es que no puedo dejar de ser cruel. No quiero hablarte, ni estar contigo. Y odio esto porque sé que algún día me arrepentiré pero ahora mismo simplemente no puedo!
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Después de mil, aún puedo encontrar una manera más de fastidiarme a mí misma.
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Es cagado como puedo estar de la mierda y aún así mandar caritas felices.
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Lugar
Ella odiaba este lugar, nunca quiso vivir aquí. Llegó y se desconcertó. Parecía que quería salir, pero jamás lo hacía. El deseo se veía reflejado en la desesperación de su mirada. Y Peleaba, peleaba por todo. Su cabeza era un nido de pensamientos, no se entendía. A veces se encerraba y gritaba, otras veces imaginaba que gritaba, luego pedía disculpas. Era linda por días, por otros se comportaba como una completa mierda. Cuando recordaba surgían sus peores días. Nunca necesitó de nadie pero el peor efecto que alguien tenía sobre ella era ella misma. Se detestaba, y se enojaba. Algunos días actuaba sin preocupación, algunos otros se tiraba en el piso del baño por horas llorando, rogando morir. No encontró nunca un lugar tranquilo, ni aquí, mucho menos en su mente. Eliminaba pensamientos estúpidos, pero hechos pedazos regresaban y la ahogaban. Algo tenía sentido un segundo y al siguiente nada en absoluto. Construyó un infierno que nadie veía, pero estaba ahí, siempre latente, siempre real. Notaba su existencia y sólo eso sabía con certeza, que estaba ahí... que dolía. Nunca le gustó este lugar, nunca quiso vivir aquí. Pero extrañamente ella misma se trajo aquí.
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Hay días en los que en serio pienso que necesito ayuda psicológica, como hoy, como ayer, como siempre...MMMMMIERDA.
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