“dicen que el sol ve tu cuerpo, pero la luna ve tu alma”
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Las lágrimas no pudieron aguardar, sus ojos estaban llenos de agua ya y Moon simplemente lo seguía viendo cómo lo que eran: mejores amigos. Le carcomía el hecho de haberse comportado como un ser obsesionado, trastornado e infeliz. “Moon, he sido un cínico. Me acosté con Jungkook y tú… Sigues aquí, queriéndome y siendo feliz porque me casaré con la persona que básicamente era tu prometido cuando llegamos aquí. Me siento el peor amigo. He sido muy egoísta y sólo he pensado en mí, en mis necesidades y en lo que yo quiero. Perdóname por ser tan hijo de puta”. Llorando, Jimin casi se hincaba para implorarle misericordia y un perdón, como si se tratase de una Diosa y que su vida únicamente dependiera de ello. “Y sí, hay algo más que debes saber”. Sacó su billetera para dejar pagados los carajillos y salió de allí, tomando la mano de Moon para correr por toda la avenida hasta llegar al penthouse. Subieron a la azotea del edificio y ambos tomaron asiento en medio de ella, mirando hacia el horizonte. “Cuando Tae me propuso matrimonio, me sentí inmensamente feliz, pero también me sentí ruin y no digno de tanto amor. Ese mismo día decidí que debía y tenía que cambiar. Tú estabas en medio, a pesar de saberte con JK, había algo en mi interior que me decía que V nunca te iba a soltar. De sólo observar cómo se le iluminaban los ojos cuando cruzabas el vestíbulo, me volvía loco. Perdí la conciencia”. Su llanto no cesó, se volvió más intenso y desgarrador que pudo haber asustado a Moon. Aún sentados, Jimin se puso frente a ella, recargándose en sus propias rodillas y tomó sus manos. “Fui yo. Yo te entregué a Namjoon. Yo le dije que necesitaba que te quitara de en medio. Él te estudió y… Después pasó lo que pasó en la zona alta. Lo sé todo porque yo ordené que te mandara lejos, que te separara de Taehyung y a su vez de Jungkook. Lo siento Moon, no merezco nada de lo que me está pasando. No merezco a V, ni a ti. No merezco ser feliz. Perdóname por favor. Te lo ruego”.
Había tratado de olvidar ese golpe bajo, pues recordar la escena de Jimin junto a Jungkook le dió escalofríos. Mas sin embargo, ese ya no era tema de discusión, pues el rubio poseía una carga emocional interna realmente impresionante y eso le estaba taladrando el cerebro, pues jamás lo había visto tan ansioso. Corrió junto a él y el camino a la azotea estuvo acompañado de un silencio fúnebre y bastante incómodo. Entonces, un atardecer frente a ellos los abrazó, pero sólo fue para que la explosión de la bomba fuera menos catastrófica. Las palabras de Jimin eran atropelladas, su hablar era pausado gracias al llanto tan severo, hasta que la verdad le estalló en la cara. “¿Qué?”. Sus manos repentinamente se soltaron de las ajenas y sus cejas se unieron en un ceño de confusión. “No es cierto. Por favor, cállate”. Moon sentía que el pecho le ardía, y automáticamente se echó para atrás, temblando de miedo. Volver a escuchar el nombre de Namjoon le heló los huesos, pues aún habían efectos secundarios dentro de su sistema. Llevó sus dedos hasta su cabello y se cubrió el rostro, comenzando a llorar casi abrazándose a sí misma. Necesitó tan sólo de unos minutos para poder mirarle a los ojos. “Pensé que haberte acostado con Jungkook era tu límite de ser un cabrón”. Dijo completamente decepcionada y con el corazón roto. “No tienes ni puta idea de todo lo que tuve que vivir ahí dentro. Hay secuelas con las que voy a lidiar el resto de mi vida porque tuve que enfrentarme a mi peor pesadilla. ¿Por qué, Jimin? ¿Qué te hice?”. Se puso de pie, constantemente alejándose de él. No quería que la tocara, mucho menos que siguiera dando explicaciones sin sentido. Ya era muy tarde para eso. “¿Esto lo sabe Taehyung? ¡Ja! Claro... Cómo lo iba a saber, si prácticamente me echaste a los lobos y te aprovechaste de la situación. ��Por eso te negaste a ayudarme cuando se pelearon! Soy una estúpida. Tenías un as bajo la manga, lo tenías todo planeado. ¡Eres un hijo de puta! Es que no lo puedo creer. Estás enfermo, y tus celos de mierda no te llevaran a nada. ¿No era más fácil hablarlo conmigo? Me hubiera hecho a un lado, como tanto lo necesitabas. Eres un maldito egoísta”. Huyó, corriendo hasta la salida. No quería verlo, ni escuchar más, pero él la frenó y Moon simplemente lo aventó. “¡Suéltame!”. Se adentró de nuevo a la azotea y lo miró con desdén, con odio y desprecio. “¿Sabes? En todo éste viaje no ha habido un solo día dónde haya regido la paz y la tranquilidad. Todo ha sido un caos. Así que lo único que espero de toda ésta mierda es que seas completamente honesto con la persona que te ha propuesto matrimonio. Discúlpame con él, no estaré en su celebración. ¿Por qué? Porque no puedo sentarme a la mesa con el hijo de puta que me entregó a la mafia coreana solamente porque le estorbaba. Vete a la mierda, Jimin”.
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Jimin no pudo sentirse peor en cuanto aquella muchacha le pidió con tanta euforia que le mostrara su izquierda. La había defraudado, le había mentido y lo peor de todo es que ni si quiera Taehyung era conocedor de toda esa información. Moon a pesar del terror que vivió, seguía mostrando seguridad y esa sonrisa que le abría las puertas del mundo entero. Se sintió fatal. Tuvo que tomar el carajillo casi por la mitad para tener el valor de enfrentar a su mejor amiga y soltarle la verdad. “Aquí está”. Mostró su mano izquierda para que Moon fuera la primera persona en catar esa argolla que la adornaba. Brillaba como el mismo sol. “Es perfecta ¿no?”. El rubio se limitó a sonreír. “Moon… Tenemos un mes en Seúl y vaya que ha pasado de todo. Pero necesito, antes que nada… Pedirte perdón. Durante muchos años tuve que reprimir mis sentimientos por Tae. Los veía tan felices que, realmente para mí él se convirtió en alguien inalcanzable y lo solté. Tuve que hacerlo para que yo también pudiera ser feliz. Pero… Debo decir que, la llegada de JK, ésta ciudad, y los tiempos muertos entre tú y V, fueron un parteaguas para mí. Me sentí vulnerable, pero decidido a confesarle mi amor”. Por un instante la mirada de Jimin cayó al suelo, se sentía avergonzado y muy diminuto. “Quiero que sepas que mi intención jamás fue separarlos. El decirle todo lo que reprimí sólo me llevó a ser correspondido. Me imagino que conoces el sentimiento ¿cierto?”. Cuestionó con un nudo en el estómago y alzó su rostro sólo para percatarse que la chica asintiera a su pregunta. “Por favor, perdóname… Por todo”.
Pudo notar la preocupación en sus orbes, le conocía mejor que nadie. Además, Jimin era la persona más transparente y eso hacía que Moon pudiera saber cuando el chico necesitaba ayuda. Miró la argolla y sonrió con nostalgia, entonces, dejó un pequeño besito en la mano ajena y sonrió. “Brilla como su amor”. Respondió para así, escucharlo con atención. Las mentiras duelen, y mas cuando provienen de alguien que dice quererte, pero en ésta situación la intuición de Moon siempre le habló, más ella, jamás la escuchó. “Jimin... Cariño, que no hay nada que yo deba disculpar y mucho menos perdonar. Sonará duro lo que diré ahora pero, siempre lo supe. Jamás toqué el tema contigo porque me resultaba un poco incómodo, sin embargo, las cosas tenían que ser así y acomodarse así para que finalmente pudieras entregarte a V, y lo has hecho, has abierto tu corazón y créeme que ante un acto de amor, yo soy la menos indicada para juzgar. Como le he dicho a Tae, sólo prométanme que serán muy felices y estaré aquí, admirándolos y apoyándolos incondicional”. La muchacha tomó el rostro del rubio entre sus manos y lo acunó para unir sus frentes, mas las últimas palabras de Jimin la dejaron con el corazón aún un poco estrujado. “¿Qué pasa? ¿Hay algo más que deba saber?”.
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Llegó puntual, como siempre. Jungkook la acompañó, dejándola sana y salva, sabiendo que volvería más tarde para el festejo de V. Ya en el lugar, Moon pidió una mesa en la terraza para poder charlar más cómodos y ordenó un par de carajillos para comenzar. Jimin tardó en aparecer menos de diez minutos. Se veía impecable, como sacado de un cuento. “Eres como un ángel”. Sonrió y recibió entre sus brazos a su mejor amigo, llenándole de besitos sus mejillas esponjadas. “Qué guapo. ¿Listo?”. Molestó, levantando una ceja. “Estoy mejor ahora. Ha pasado mucho pero, estos últimos días lo que he aprendido es a sobrevivir. ¿Y tú? ¡Muéstrame esa mano ya!”.
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La vida en sí era un misterio, pero si algo sabía Tae era que a veces las personas deben crecer apartadas. Cada quien en su propio aprendizaje, y a pesar de que las separaciones eran duras, y dejar ir a quien te hace sentir bien te dejaba indefenso; era necesario para crecer. Él nunca dejaría de amar a Moon, no podía imaginarse lejos de ella, de su vida o interesarse por las cosas que le pasaban. No importaban las circunstancias, siempre quería pertenecer. “Éste amor me dio muchísimo. Amarte me dejó tantas cosas buenas que no soy capaz de mancharlo con algo como esto. Vivo agradecido por enamorarme de ti, y así hubieran sido tres meses o diez años, sé que habría experimentado lo mismo por ti. Habría sido tan feliz y pleno como se puede ser con el primer amor”. Sonrió ligero, y se limpió por sí mismo las lagrimas que no había conseguido retener, y así tomar las manos de la chica, llenándolas de besos. “Refugiarme en tus brazos sintiendo la calidez de tu cuerpo me trasmite una tranquilidad y felicidad única y pienso en lo grandioso y mágico que es el amor para que un acto tan sencillo cómo abrazar a alguien puede cambiarte el ánimo por completo, y también la tranquilidad de que te perderé nunca”. Tragó saliva por un momento, armándose de valor ante el diálogo de la chica y asintió con total certeza. “Jimin me hace feliz. Lo amo, y me ama, nos consumimos mutuamente y se siente como algo que siempre debió suceder”. Suspiró y asintió una vez más, alargando su dedo meñique, para cerrar aquella promesa. “Lo prometo, y te prometo que aunque ya no sea yo quien sujete tu mano, siempre estaré listo para apoyarte, quererte y ser esa persona con la que puedes superar absolutamente todo”. Sacó todo el aire que le sobraba, sintiendo como por fin su alma podía descansar y su corazón dejaba de apretarle. Entonces se puso de pie e invitó a la chica con su mano a levantarse, una vez que esto sucedió, colocó ambas manos sobre su rostro, listo para el adiós de aquel amor que una creyó, sería para siempre. “Te prometo que aunque me vaya… Mi amor, sin mí estarás mejor”. Susurró con dulzura, y unió sus labios contra los de la chica por última vez. Los degustó caricia por caricia, llenándose de su esencia y dulzura, pues una vez que terminara, aquel cuerpo se liberaría y dejaría ir toda responsabilidad acerca del compromiso. “Que seas tan feliz como hermosa”.
Moon se sentía ahogada y sofocada, pues la vida les había cambiado en un chasquido y eso verdaderamente era la locura más grande a la que se había enfrentado jamás. Pero sabía que aunque las despedidas eran lo mas doloroso que existía, Taehyung nunca la dejaría sola. Las lágrimas no cesaron y sus corazones dejaron de estar sincronizados, sin embargo, siempre guardarían un aliento, un suspiro más y un latido más por si fuese necesario un próximo encuentro, no romántico, pero si tener que mirarse frente a frente para saber que no importaba nada, siempre tenderían su mano y se encontrarían, a como diera lugar. “Pienso en todas las cosas por las que debería disculparme. Nos causamos dolor, nos perdimos, y a su vez nos encontramos en alguien mas. Te mentí, te fui desleal, lamento eso. Lamento no haber sido suficiente. Sin embargo, gracias Tae. Gracias por aparecer en el momento más oscuro, gracias por educarme, por criarme y por crecer a mi lado. Por darme un hogar, y un lugar seguro hasta el día de hoy. Me ayudaste a ser quien soy, me ayudaste a encontrar mi pasión y me guiaste para hallarle sentido a la vida a través de la música. Siempre habrá algo de ti en mí y lo llevaré hasta el final de mis días”. Se levantó junto con él y tomó ambas manos, sabiendo que esa era la última vez. Ahí se cerraba una historia de más de doce años. Terminaba un ciclo. Y era lo más desgarrador, pero a su vez, lo más liberador y el acto de amor más precioso que podían haber hecho por los dos. Soltarse no sería fácil, pero ahora estaban emprendiendo el camino a conocer al amor de sus vidas, pues a pesar de haberse enamorado profundamente; Moon consideraba a Taehyung su alma gemela, y así sería eternamente. “En quien sea que te conviertas. A donde quiera que vayas y te encuentres... Mi amor, siempre habrá una Luna mirándote al anochecer”. Moon se levantó en sus puntas y lo miró, entregándole un último encanto desde aquellos orbes felinos. Y entonces, sin pensarlo dos veces, lo besó en los labios, con un ligero sabor salado gracias a las lágrimas de ambos. Fue un beso que sellaba y cerraba el fin de una era maravillosa, un amor consumado y que vivirá en el viento, en los rincones de Busan y en las risas de dos niños corriendo por el parque, persiguiéndose mientras el otoño arribaba. “Vuela y sé feliz. Te amo. Te amaré siempre, Kim Taehyung”.
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El muchacho asintió, pues ahora más que nunca sentía que tenía a alguien con quien compartir su vida, alguien que lo arroparía en las noches, alguien a quien cuidar, alguien por quien siempre podría regresar, pero sobretodo, alguien por quien pelear. Porque, ¿Qué clase de amor tienes por otro si no estás dispuesto a pelear por él? Ella era su hogar, más que nunca, más que siempre. La necesitaba para darle a su vida un propósito; algo más allá de peleas y victorias sin sentido contra enormes y estúpidos hombres que sólo buscaban el éxito por su propio orgullo. Soportó aquel llanto desgarrador, uno que lo hizo encogerse sobre sus propias costillas, había huido por tanto tiempo de los sentimientos, que palparlos de una forma tan directa y sobrecogedora, lo asustaba a niveles estratosféricos. Pero estuvo ahí, se mantuvo fuerte y además, acarició el cabello del chica minuciosamente, tratando de darle calma. Entonces escuchó, palabra por palabra y pudo entenderlo. Él había actuado tantas veces como su versión oscura, que prácticamente vivía siendo el Jungkook asesino, pensaba que no valía nada, y que un día su cuerpo podrido sería hallado en una fosa donde nadie lo reconocería. Pero, manchar a alguien como Moon? Eso sí que era inaceptable, era un pecado, era una blasfemia. Pero, curiosamente su ira no fue la que salió a flote, sino el amor mismo que sentía hacia aquella castaña que con una mirada lo cautivaba. “Vida mía… ¿Odiarte?” Le preguntó tomándola por el mentón y una de sus miradas más serias se hizo presente. “Nunca, nunca te odiaría”. Respondió fielmente. “Y ahora quiero que grabes esto en tu mente una y otra vez”. Se aclaró la garganta y juntó su nariz con la propia. “La víctima nunca tiene la culpa. ¿Oíste? La víctima NUNCA TIENE LA CULPA”. Entonces volvió a besarla y comenzó a limpiar sus lagrimas con sus anulares. “Sigues siendo la misma mujer hermosa, auténtica y sexy de la que me enamoré. Esto no te define como persona, esto, sólo es una tragedia que te ocurrió en la que no tuviste control de ello. Pero eres más que esto, y voy a curarte a cada paso que des, porque me tienes aquí, justo a tu lado, hoy y siempre”.
Muchas veces, durante toda su vida se preguntó cómo es que notamos cuando alguien está enamorado de ti. Creía que era muy difícil, pues casi siempre las personas sacaban ventaja y utilizaban los sentimientos de los demás sólo para jugar, como si el amor se tratase de ser sólo eso, un juego. Desde los diez años vivió en un cuento de hadas, pero afortunada o desgraciadamente, esa versión era la única que tenía para contar, su único respaldo y vaya que no se podía quejar. Sin embargo, cuando conoció a Jungkook el curso del tiempo cambió, el amor supo diferente, los besos inclusive, las caricias y las simples miradas pintaban de otra manera. ¿Por qué? Porque el amor de tu vida te regala esos pequeños detalles. Sus dudas se resolvieron hasta ese preciso momento, después de haberlo escuchado con atención y ver que el amor lo gobernó en vez de la ira, lo supo. Jungkook estaba realmente enamorado de Moon, y no era cualquier cosa. Era arriesgarse, querer dar la vida por la otra persona, era tener un motivo, un beso en la mañana y un abrazo por las noches. Eso era el amor, ir de un extremo a otro pero siempre pisar firme, y hoy el azabache había pisado tierra, pues después de estar volando en el amor que habían creado en tan poco tiempo, tuvieron que bajar al mundo terrenal para hablar como los dos casi adultos que eran, entregados a su propio destino. “Además de haberte regalado mi corazón, hoy te agradezco por ser tú, porque la persona que acaba de decir todo eso, es la persona de la que me enamoré”. Sus lágrimas se disiparon y los besos del chico la hacían sentir que había tomado la decisión correcta. Era él. Siempre había sido él. “Habló tu interior, tu esencia. Hablaron tus verdaderos sentimientos. Ese eres tú, el hombre más auténtico y maravilloso que he visto sobre la faz de la tierra. Te amo. Te amo infinito, amor de mi vida; y gracias por no dejarme caer, por no rendirte, por no irte nunca de mí”.
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El castaño puso mucha atención en aquellas expresiones que conocía tan bien, y esa incertidumbre lo hizo sentirse muy pequeño. Estaba cansada, fastidiada, y conocía muy bien ese sentimiento, así que acercó su rostro hasta su quijada, y tronó un beso que terminó con él haciéndole cosquillas con el aire contenido en sus mejillas. “Pues hoy tendrás que comer mucho, mucho”. Compuso en su camino, tarareando una nana contra su oído, se sentía tan cómodo, que casi olvidaba que habían dejado de ser pareja; pero sólo bastaba con mirar hacia su mano vacía para darse cuenta de lo que había ocurrido. En cuanto llegó el postre tomó un tenedor, comenzando a alimentarla; un bocado para ella y otro para él, era ya instantáneo el movimiento. Ella tocó sus cicatrices, y a pesar de que vagamente las recordaba ahora, se encogió ligeramente ante el tacto. “No duele”. Respondió restándole importancia, aún se sentía como un imbécil por perder la pelea, pero no lo demostraría. “Nena, todo está bien. Todo está en el pasado”. Comenzó, queriendo encontrar las palabras precisas para todo lo que estaba sintiendo. “El amor… Nos abofeteó y nos cegó a ambos. Pero siempre tuve muy claro que no lo hiciste por hacerme daño y que el corazón te hizo tomar las decisiones que tomaste. Eres una mujer fuerte, inteligente, hermosa, apasionada y sumamente valiosa, y si hay alguien que va a hacerte mucho más feliz que yo, no tengo nada qué hacer. Lo mereces, mereces el amor cínico y desenfrenado y alguien que te llene de sorpresas, de alegrías y haga cada día una aventura”. Suspiró profundamente, aguantando las lagrimas que luchaban por salir, evidentemente por soltar algo que nunca estaría listo para dejar ir. “Eres libre”. Susurró mordiendo su labio inferior y apretando las manos como puños. “Libre de enamorarte de quien quieras y ser feliz porque… Porque hay tanto tuyo en mi ser, que nunca te irás de mí”.
Como una niña pequeña se dejó consentir por el mayor. Bocado a bocado, comenzaba a sentir que estaba de regreso. Y a pesar que su hogar ahora eran otros brazos, el sitio que tenía a un lado de V era único e irremplazable, pasara lo que pasara, tormentas, terremotos o cualquier otra adversidad, sus almas siempre estarían unidas, pues así lo habían prometido. “Te creo”. Contestó acariciando una vez más ese rostro que escondía un dolor intenso, pues si algo era cierto, ambos jamás tuvieron la visión de ese futuro, no uno sin estar tomados de la mano y caminar siendo felices. Eran el uno para el otro y aún sus cabezas no lograban entender qué había pasado. “¿Y dónde quedó aquello que nos prometimos? ¿Por qué nos perdimos?”. Las mejillas rosadas de V comenzaban a dejar caer lágrimas sobre la mesa y eso la dobló. “Tae, somos libres... Pero siempre hay algo que nos hace rebotar y nos hace regresar. ¿A caso no te has dado cuenta?”. Limpió los ojos del muchacho, con dedos suaves y un beso en la mejilla que tal vez podía tranquilizarlo. “Mi deseo más grande es verte sonreír, tomado de la mano de quien nació para verte brillar. Eres alguien que merece amanecer con esa calidez a un lado. Mereces correr y sentir esa desenvoltura que no con cualquiera se comparte. Estar desnudos no sólo es en una cama, es abrirte de par en par y mostrar tu verdadero yo. Y lo sientes, ¿sabes? puedes percibir cuando alguien ve lo que nunca nadie más vió”. Tuvo que parar para poder tomarse unos segundos y continuar, aunque las lágrimas también en ella ya estaban presentes. “Si hoy me prometes que serás feliz a lado de Jimin, yo también me dedicaré a ser feliz por mi cuenta. Pero también debes prometerme una cosa más...”. Moon tomó la mano ajena y la apretó, mirándole muy fijamente. “Que nunca nos soltaremos. Siempre tendremos algo del otro. Tan profundo como el mar y como el café de tus ojos. Somos como el viento, siempre coexistiendo, siempre ahí”.
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Pudo respirar profundamente hasta que se subieron al auto, doblándose de dolor y con el orgullo mancillado, pero eran libres, libres al fin. Suspiró después de unos momentos, estaba feliz. Moon por fin estaba lejos de las garras de un aterrador destino, pero había una mirada sombría en sus palabras. El azabache se asustó mucho, levantándose rápidamente y tomó las manos de la chica, besándolas constantemente. “Mi amor… “ Empezó con toda la dulzura del mundo, inclinándose para besarla lentamente y con todo su corazón. Deslizó su brazo alrededor de ella, sintiéndose bien de tan sólo sostenerla y la acarició tranquilamente. “Estoy feliz de estar contigo, solos al fin”. Se aferró a la pañoleta que le había regalado y entonces vislumbró sus orbes. “Eres la paz que se desvanece en todos mis sentidos. Te amo, te amo más que nunca y odio que hayas tenido que vivir esto���. La tomó por el mentón, encontrándose una y otra vez, acariciando sus labios. “Dímelo, pero quiero que sepas, que no importa lo que pase… Todo va a estar bien. Lo prometo”.
Y es que era verdad, ya nada importaba. Nada era más valioso y sustancial que ese momento junto a él. La libertad tocándolos, el viento golpeando sus rostros y los besos del amor de su vida la llenaban de luz. Sus manos encerraron las mejillas pálidas del muchacho y allí, su frente se unió con la propia. Su aliento tan sublime como el inmenso mar y sus respiraciones sincronizadas para jamás volverse a separar. “Te amo”. Pronunció dejando el agobio a un lado, sólo por un momento, pues aquella confesión iba a desatar la tercera guerra mundial y de sólo pensarlo el estómago se le volteaba del terror. “Jungkook... Mi amor, somos tú y yo, luchando contra cualquier adversidad. ¿Cierto?”. Por fin sus orbes se cruzaron con la mirada del muchacho, sabiendo que no era un sueño, ni otra pesadilla. Era real, tangible y perfecto. Estaba allí, amándola sin condiciones, jugándose la vida por ella. Entonces, se venció ante él, abrazándolo tan fuerte, como el miedo que tenía de perderle de nuevo. Sus lágrimas ya rodaban por sus frías mejillas. Tuvo que desahogar todo, sacarlo de su sistema y deshacerse de ese dolor punzante que le acababa los pensamientos y no la dejaba dormir. “Conocer éste lado oscuro mío, me llevó a hacer cosas muy ruines y cometer actos de los cuales sí me arrepiento”. No quería mirarle, se sentía usada, sucia, y aquellas náuseas eran cada vez más fuertes cuando tenía que recordar que su reto de supervivencia había sido una basura total. “Sobrevivir entre la oscuridad no fue nada grato. Tuve que actuar y convertirme en alguien sin escrúpulos, en alguien que no piensa y que tiene la sangre fría”. Finalmente levantó su rostro y se le cayó toda la dignidad, el honor y el pudor. “Tuve que... Acostarme con ese infeliz para sacarle toda la información. No me odies por favor”.
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“Mucho mejor ahora”. Contestó dejándose hacer por la menor, en busca de esos gestos que le parecían tan familiares y al mismo tiempo lejanos, dejando que la nostalgia lo embriagara. Aunque con toda la confianza del mundo enmarcó el rostro de la chica y dejó un beso tierno sobre su nariz en su frente y en su barbilla, de alguna forma tenía que demostrar ese amor que le llovía cántaros y cuando vio su sonrisa, se sintió satisfecho, aunque con familiaridad la tomó de la mano y tiró de ella en dirección a la cafetería que se encontraba en los cielos, dejando una vista maravillosa del centro de Seul. “Vámonos”. Respondió pasando la mano sobre sus hombros para combinar sus pasos, como siempre. “Estás muy pálida… ¿Estás comiendo bien?”
Era tan caballeroso, tan atento, que no pudo soportarlo. Cerró sus ojos ante el acto más cariñoso del día y su corazón revoloteó, sintiéndose como en casa, y como si los años hubieran retrocedido de repente, siendo esos dos niños de secundaria que no dejaban que la ternura se esfumara en ningún momento. Su rostro se empalmó en el regazo de V cuando comenzaron a caminar. Protección era lo único que necesitaba, pues a pesar de no vivir con miedo, a veces se sentía confundida y con un delirio de persecución constante. “Estos últimos días no he comido bien”. Enunció, escondiendo su mirada del mayor. “Pero, ya estoy mejor”. Sonrió a medias mientras sus pasos se igualaban conforme se acercaban a ese sitio que los maravillaría en cuestión de segundos. Un atardecer perfecto frente a sus ojos y un par de cafés que calmarían los nervios y abrirían una charla profunda. Tenían mucho por decirse. Llegaron finalmente a su mesa y ordenaron lo de siempre: cheesecake para compartir, con dos mokas muy calientes. Moon llevó su diestra hasta el rostro ajeno, aún pudiendo ver las cicatrices que Jungkook había dejado allí. “¿Aún duele?”. Preguntó con orbes llenos de vergüenza. “Yo... Lo siento, Tae. No quería dejarte allí. Y mucho menos quería mentirte... Por favor perdóname”.
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Jungkook estaba a punto de dictarle los números, no tenían tiempo para más juegos, más una sombra emergió de aquella puerta eléctrica, y sólo podía entrecerrar los ojos mientras aquella figura enorme se presentaba ante ellos, aunque a cada paso se hacía más pequeño. Reía y aplaudía sin distinción, acercándose y por pura inercia el azabache escondió a la chica tras él, ya nunca más la soltaría y parecía que su mano se había soldado a la propia. “¿Qué es lo que quieres? Dímelo pronto y no te rebanaré la garganta”. Jungkook sacó una filosa navaja y arremetió contra el mayor, enterrando ligeramente en su cuello. Namjoon no paraba de sonreír y a pesar de que sus manos sostenían fuertemente las manos del azabache en pos de detenerlo, miraba fijamente a la muchacha, cosa que lo hizo enfurecer y empujarlo, lejos de su novia. “Nadie la toca, ¿Me oíste, perro?” Enfureció con esa mirada y comenzó a golpearlo sin piedad, empezando una pelea callejera, una en donde las armas no intervenían, hasta que quedaron tan golpeados que tuvieron que parar antes de que los hombres de Namjoon los separaran. Escupió sangre a los pies del contrario y con una risa maquiavélica dejó salir un suspiro. “No voy a dártela, así que piensa en otra cosa”. El azabache calló a los pies de Moon, pero en son de guerra no paraba de dirigir miradas a quien diera más de dos pasos. El líder se sentó sobre un sillón, pensando profundamente y sin riesgo alguno, dijo con voz clara: “Quiero una misión más del glorioso Jungkook, pero ésta vez será más grande que cualquier otra que hayas vivido. ¿Es un trato?” El azabache lo miró por un largo rato, pero después de meditarlo, simplemente asintió, estrechando la mano del mayor con fuerza, y con pesadez, tomó la mano de la castaña, saliendo de aquel lugar maldito cojeando. Les entregaron sus pertenencias y como si no hubiera un mañana, caminaron por el terreno baldío hasta encontrar la carretera. “Pide un Uber, Moon… Pídelo pronto”.
Tuvo que ahogar y reprimir sus lágrimas de odio para otra maldita ocasión. Moon ya no tenía miedo, de nada, ni de nadie, pero estaba harta, estaba fastidiada. No había habido un minuto de paz desde que llegó a Seúl, no habían tenido la oportunidad de escapar y no sentirse culpables después. Todo había pasado tan rápido que le daba náuseas como si estuviera arriba de una montaña rusa. Quería parar, quería frenar pero al mismo tiempo también quería reventarle la pistola a Namjoon y enterrarle casquillo por casquillo en la cabeza. Se llenó de frustración y tuvo que lanzar un balazo al aire, pues aquellos dos se iban a matar si no paraban. “¡Ya basta, maldita sea! Sólo déjanos ir”. Jungkook estaba herido y pudo protegerlo a medias cuando el chico se arrastró hasta ella. Gracias al acoso visual, Moon sólo pudo sentir un asco repugnante y un arrepentimiento que le carcomió hasta los huesos. La muchacha negaba constante y apretó la mano del azabache para que se deslindara de todo aquello que tuviese que ver con el mayor, pero fue nulo. Suspiró en un resoplo y su cabeza se cayó al suelo, sintiéndose derrotada y culpable de alguna manera al ver cómo su novio no tuvo otro remedio más que aceptar. Aventó el arma en son de enfurecimiento, casi golpeando el rostro de Namjoon. “Vete a la mierda”. Tiró de Jungkook y salieron de allí lo más rápido posible, mucho antes que aquel moreno pudiera arrepentirse de liberarlos. Moon entorpecida y deslumbrada por la luz del medio día, sacó su teléfono, el cual poseía poca batería, pero alcanzó a pedir un carro para que fueran a su rescate. Ya en el auto, Moon se aseguró que estuvieran lejos de aquel sitio, entonces, tomó la mano del chico y se cercioró que estuviera bien, aunque todo doliera en ese momento, pues había algo que debía confesarle. “Jungkook... Hay algo que debes saber...”.
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Parecía que había pasado una eternidad desde aquella última noche en que lo vió. Se sentía tan avergonzada que de momento no supo cómo acercarse a él. Llegó corriendo al parque, era un poco tarde, pero cabía mencionar que su cuerpo aún estaba desencajado de la realidad, se sentía muy cansada, pero lo más importante: era libre al fin. Lo divisó desde un árbol lejano, impaciente, caminaba de un lado a otro y eso indicaba que sentía una ligera preocupación; lo conocía tan bien. Entonces, suspiró profundo y se encaminó, corriendo de nuevo para tomarlo por sorpresa y flotar en el aire para abrazarlo. Sonrió ante el saludo, y un recuerdo vago la invadió. “Hola, tú”. Arrugó su nariz y volvió a abrazarle, como a un oso. Se quedó olisqueando su abrigo, y sintiendo de nuevo ese contacto físico que había echado de menos. “Y yo a ti... ¿Cómo estás?”. Peinó al mayor, era algo que siempre hacía y hoy la inercia le había ganado. Acomodó el cuello del abrigo y después de la camisa y entonces se dió cuenta de lo que hacía y escondió las manos detrás de su espalda en un acto inocente. “¿Te parece si vamos por un café? Hace mucho frío...”.
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Conversation
Text -> Moon
Hobi: no sé si quiero conocerlo.
Hobi: todo esto suena a un enorme malentendido.
Hobi: qué?? te estás escuchando?!
Hobi: tú lo amas!!! yo lo sé, él lo sabe...
Hobi: en qué clase de dimensión paralela estoy viviendo?
Moon: Hobi, claro que amo a Tae, pero... No de esa forma.
Moon: Y él tampoco me ama a mí, no como siempre lo creímos.
Moon: Por favor, no te pongas así. Todo tiene una explicación y un porqué. Te lo prometo.
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Conversation
Text -> Moon
Hobi: ¿Alguien más?
Hobi: Lunita, en serio... ¿Me están jodiendo? Esto es broma, ¿No?
Hobi: Llevan enamorados desde los diez años, los dejo solos un par de meses y me vienes a decir que descubrieron que no son el uno para el otro?
Hobi: nonono, en este momento me va a escuchar
Moon: Hobi, ni Tae, ni yo hemos tenido la culpa.
Moon: Y sí, al final resultamos que no somos el uno para el otro.
Moon: Él descubrió que ha estado enamorado de otra persona.
Moon: Y yo, pues... También me enamoré de alguien más. Pronto lo conocerás.
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Estaban perfectamente sincronizados, mejor que si hubieran ensayado en la más recóndita de las fantasías; Jungkook la tomaba de las caderas para alinearla a su espalda en cada oportunidad que por el rabillo del ojo pudieran penetrar en su perfecto escudo. Asentía y seguía adelante como lo que siempre se había sentido: un arma asesina. Por unos segundos se besaron, pero era tal su pasión y adrenalina que su cuerpo, como un resorte reaccionó rápido y con toda pasión. Acarició y pellizco su trasero a mitad del beso, sintiéndose invencible, quería salir pronto de ese puto agujero y decirle todo lo que había pensado en las últimas 24 horas. Ella se movió por el lugar con tanta sensualidad que fue muy difícil quitarle la mirada de encima y concentrarse en Namjoon. Aún así, se mordió el labio inferior, pues sabía perfectamente dónde se encontraba el líder la mafia coreana, como siempre, le daría con cuanto tuviera en sus manos, trampas, personas, todo cuanto pudiera interceptarlos y sólo cuando estuvieran exhaustos y sin esperanzas, les propondría un trato. Pero hoy no. Hoy no se sentía tan benevolente y paciente como para dejar a Namjoon a cargo. “RM” Gritó el sobrenombre del narco contra el eco de aquel piso vacío y tenebroso sin luces y mucho menos personas. “Estoy dispuesto a negociar contigo, pero sólo ahora. Has puesto mi paciencia más que al límite el día de hoy, y mi novia y yo ya nos vamos. Déjate de putos juegos y dime lo que quieres, o afróntate a las consecuencias”. Sacó un beep de su bolsillo y se dirigió a la cámara más cercana. “Tengo los códigos de tus cajas justo aquí, y voy a enviarlo al barrio sur. No estoy jugando, y sabes bien que si me caigo, te arrastro conmigo”.
Jungkook parecía sacado de una película de Hollywood, poseía tantas aptitudes a la hora de moverse y tener un arma entre sus manos que, realmente Moon estaba impresionada. Creía que si eso no era considerado un talento entonces no sabía qué era, pero definitivamente JK había nacido para esto. Minutos antes de enfrentarse a su escape, la chica le había dicho toda la información que sabía acerca de Namjoon, ya que estuvo tan cerca del teje y maneje del negocio que pudo infiltrarse más allá de matar a dos individuos, sino que también extrajo información de su celular la noche en la que estuvo con él. Ahora Jungkook era dueño de contraseñas, coordenadas, nombres, cuentas de banco, etc. “Carajo, esto parece la morgue”. El sitio se volvía más oscuro, más solo y más frío. En su interior recordó a esa niña que tuvo que huir junto a V de un túnel sucio y pantanoso después de perder a su madre, pero aquella niña hoy era una chica fuerte, con poderes, intuiciones, y mucho valor para enfrentarse a quien fuera necesario. Se escondió detrás de un pilar mientras que su novio le hablaba a la cámara de seguridad, pues había escuchado pasos detrás de ella y debía ser muy astuta, pues la pistola sólo contenía cinco balas y no era opción desperdiciarlas. “Vamos, Namjoon... Tu tiempo es más valioso que el nuestro y esto ya no pertenece a tus fantasías de videojuegos. ¿Por qué no sales de una puta vez?”. Amenazó, tratando de desconectar la puerta eléctrica que te llevaba por un sendero hasta la entrada principal. Un código de seis números. ¿Un acertijo? ¿Una trampa? Todo podía pasar. “Jungkook... Dame el primer patrón que tengas, puede ser útil para desbloquear ésta cosa”.
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Text -> Moon
Hobi: JAJA ya basta, me sonrojo.
Hobi: ESPERA... ¡¿QUÉ?!
Hobi: ¿QUÉEE COOOOÑO TE HIZO? *mad emoji*
Hobi: nonononono. A ver, tenía un compromiso contigo y CON la familia.
Hobi: ¿Qué pasó?
Moon: Hobi... Yo... Conocí a alguien más.
Moon: Y, él también. Bueno, es que es un poco complicado.
Moon: Pero prometo que te explicaré todo ¿si?
Moon: Todo está bien entre él y yo y decidimos aclarar todo antes de su festejo de cumpleaños.
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Text -> Moon
Hobi: JAJAJA todo está saliendo increíble
Hobi: GRACIAAAS MI NIÑA!!!
Hobi: Tenemos que celebrar juntos, así que claro que estaré ahí. Usemos su cumpleaños de pretexto.
Hobi: Y tengo otra noticia... Jojo aceptó venir conmigo!
Moon: ¡Tú eres increíble, bebé! Eres el mejor bailarín del mundo.
Moon: Ha pasado tanto. Tengo que decirte algo.
Moon: Ya no estoy con Taehyung. Ya no estamos juntos.
Moon: Pero, te prometo que te explicaré qué pasó. ¿Okay?
Moon: ¿Jojo? ¿Es broma verdad? Ugh, Hobi... ¿Por qué?
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Text -> Moon
Tae: Pues claro que si, yo también tengo tanto por decirte...
Tae: Tampoco yo, pero al demonio, estoy feliz de que esté aquí.
Tae: La vida con Hobi es una fiesta.
Tae: Gracias nena, yo también quiero que seas feliz.
Tae: ¿Lo eres?
Moon: Vale, en donde te veo?
Moon: Y yo, lo echaba mucho de menos! Creo que al fin se están acomodando las cosas.
Moon: Totalmente y tu cumple será una FIESTA.
Moon: Lo soy, sí lo soy. Muy feliz. Te lo prometo, corazón.
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Llegaron lo más lejos que pudieron, pues entre más recorrían el edificio eran más hombres aglomerándose en las principales salidas, y si no era lo suficientemente listo, los masacrarían en un parpadeo. Pero Jungkook había estado muchas veces en aquella situación, y si había podido salir antes, entonces ahora también lo haría. Colocó a la chica detrás de sí con tan sólo llegar al elevador, inflando su pecho y sonriendo con un halo filoso sobre sus dientes. “Caballeros… Hemos sido compañeros muchas veces y les he salvado el pescuezo más veces de las que Namjoon necesita saber, así que si en alguna ocasión iban a demostrar su gratitud, hoy es su día de suerte. Ayúdenme a salir y tendrán un mejor futuro, uno que involucre conservar sus huesos intactos”. Entonces elevó una ceja y los retó, pensando en quién podría ser su primer oponente, sólo el tiempo necesario hasta que se abriera el maldito elevador. Moon ya estaba presionando el botón y el sonido de su aproximación le dio tres tics. Uno por cada hombre que se acercaba a detenerlo. En cuanto Moon entró, el azabache robó las armas de los hombres que ya había derribado y le pasó una a la chica. “Atacaremos desde el elevador, ésta será nuestra barricada, así que no dudes en disparar, no importa quien sea el flanco, es uno menos para poder salir de aquí”.
Era tan seductor, tan calculador, le encantaba. Jungkook adquiría otra personalidad cuando de negocios se trataba. Era firme en sus palabras como en sus pasos, y eso le resultaba un acto demasiado sensual. Se colocó detrás del chico y cautivó a cada hombre, analizando sus movimientos y lista para atacar si era necesario. Entonces, el pelinegro peleó y los derribó en cuestión de segundos y Moon tomó el arma como toda una experta. El elevador se cerró y comenzó a subir muy lento, pues seguramente habría hombres en cada piso y debían ser demasiado rápidos, así Moon no dudaría en ningún momento en disparar. “A tu indicación, mi amor”. Se sentían como Mr. and Mrs. Smith, un par de locos a complicidad combatiendo en las batallas, peleando a quema ropa, disparando y huyendo, pero siempre ganando. Era una adrenalina inconfundible, adictiva y con él como compañía, una total droga para no dejar de hacer aquello jamás. Jungkook había marcado el piso veinticuatro, el mismo que te llevaba a la libertad de ese infierno. Una eternidad para llegar hasta él pero por fin sonó el timbre , pero antes que las puertas de metal se abrieran por completo, la castaña se acercó a los labios ajenos para plantarle un beso lleno de furia y entonces, Moon sólo pudo suspirar y sacar su mejor talento además de bailar o cantar. Activó la pistola y espalda con espalda salió del ascensor junto a su novio, apuntando a quien fuese y a quién se cruzara. “¿Lo ves?”. Preguntó refiriéndose a Namjoon, de quien no había rastro por ningún lado.
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