bluesdeldesierto
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blues del desierto
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Héctor Sansano Isla-Hueso
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bluesdeldesierto · 5 years ago
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NO PUEDO IMAGINAR MI VIDA YENDO A MEJOR AHORA QUE TE HE CONOCIDO
no puedo imaginar mi vida yendo a mejor ahora que te he conocido no puedo imaginar mi vida yendo a mejor porque es solo una espiral descendente desde que tenía como siete años y fui a ver los camiones monstruo en Tarragona con papá y él se mantuvo sobrio durante los primeros quince minutos aproximadamente, lo justo  para ver las imbricadas cabriolas de las motos de cross que abrieron el espectáculo burlesque de gasolina.  cerveza y aceite de motor salpicando las curvas de arena y sudor recuerdo  el olor del sudor de todos los borrachos con sus hijos y sus cigarrillos brillantes como espadas láser de la trilogía original tantas colillas de cigarrillos que solo se pudieron ver las tablas de madera del suelo de las gradas durante un par de números.  el olor del tabaco es mi padre de tabaco y grasa industrial y coche por dentro y el volvo blanco de mil novecientos noventa y dos que no tenía cinturones atrás en el que me montó y me llevó a Tarragona durante tres horas y media y como a la mitad del viaje paramos porque tenía que comprar más tabaco y compró lucky strike classic sin filtro y a mí una bola de chicle amarilla y me dijo que me podía sentar delante.  el olor del tabaco pegajoso en la ropa y el tapizado de los asientos pegajoso como la bola de chicle que no me quería comer y me guardé en el bolsillo derritiéndose como el sol que atardecía en la costa de Lisboa lejos en el mar. 
nubes de humo que salen fluidas como debe salir la sangre por un corte en la femoral en una bañera tibia
va a ser genial chico ya lo verás, mi padre nunca me llevó a ver los camiones monstruo ¿sabes? recuerda bien este momento y guárdalo muy cerca de todos esos recuerdos en los que te estoy dando de hostias chico, junto con todos los recuerdos llenos de humo y grasa y mira, mira como tiembla la línea del horizonte igual que yo cada mañana saliendo de la cama y peregrinando hasta el minibar estilo mid-century que tenemos en el comedor al que le da el sol de la mañana desde los más caprichosos ángulos y bajan bajan bajan largos tragos de ginebra y la luz  hace sus imbricadas cabriolas flagrando colores y lumbreras por la estancia salpicando los blancos como sangre iridiscente.  no puedo imaginar mi vida yendo a mejor ahora que te he conocido porque no puedo imaginar mi vida yendo hacia ningún sitio porque no puedo imaginar mi vida
he visto los monstruos de acero ejecutar volteretas hacía atrás al borde de las rampas de tierra he visto sus ruedas gigantes masticar el lodo de las profundidades  el lodo que sale a golpes eléctricos de las bocas de los borrachos y a mi padre con la cara roja sudando sin fuerza suficiente para sostener el pitillo en los labios mis mejores recuerdos son de cuando estabas demasiado borracho como para pegarme  también te puedo recordar si me concentro fumando en carretera con la creedence clearwater en la radio mirando el espejísimo horizonte. cielos lilas y lavandas levantados desde el centro de las cañas de la cuneta amarillos, naranjas, azules, colores gritando afónicos en el barro en la chapa de los coches del derby de demolición de la burlesque de gasolina gritando extrañas salvas a la vida  como si se hubieran acordado de haberse dejado el amor encendido no puedo imaginar mi vida yendo a mejor ahora que te he conocido porque pastar en el dolor que te has empleado en mantener te impide para estar arrejuntando las piezas de ti que aún te quedan y darles un sentido que te sirva
de una puta vez en esta vida
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bluesdeldesierto · 5 years ago
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TARBES
- Hola ¿Alonso?
- Hola, sí ¿Quién llama?
- Soy Javier.
- Javier...
- Fui ayer a ver el piso.
- Ah sí, Javier sí, el comercial ¿no?
- Sí bueno, venta telefónica, te llamo desde el trabajo de hecho, no tengo mucho rato, te quería confirmar lo del alquiler.
- ¿Te la quedas entonces?
- Sí, pero quería saber si podría entrar ya para el mes que viene, para Junio.
- Vale, a ver, claro, no hay ningún problema, lo único que quedan quince días… Para reservártela tendrías que dejar una señal.
- ¿Una señal?
- O sea, no es que no me fie Javier, es por seguridad, por supuesto se descontaría del primer pago. Es por tener una garantía de que efectivamente entras en junio y tal.
- Ya, vale, claro, comprendo. 
- Vale, no sé qué cantidad verás apropiada ¿doscientos? ¿trescientos? como te venga bien eh, tampoco pasa nada, te vienes mañana y firmamos una reserva y te doy copia a ti también, por si pasa lo que sea.
- Vale sí, mañana por la mañana podría ir antes de las doce.
- Claro, Javier, quedamos en el apartamento directamente si quieres.
- Vale, te quería comentar.
- Dime.
- Es que estamos, eso, acabando el mes y yo no cobro hasta el día uno. O sea que el día uno no hay problema te lo pago todo ¿sabes? pero claro hasta entonces pues es que voy un poquito justo de efectivo pero, a ver, mira podemos hacer una cosa ¿te puedo dejar las cenizas de mi padre como fianza? ¿Hola? ¿Alonso?
- Hola, hola Javier. Disculpa eh, es que no te he oído bien ¿qué decías?
- Que si te puedo dejar las cenizas de mi padre como fianza. O sea es un jarroncito negro. Te dejaría el jarroncito. 
- A ver Javier, eh, nosotros preferiríamos, bueno, un pago en metálico. Es una señal, una cantidad… simbólica digamos ¿entiendes? Comprendo que ahora tengas más gastos pero ten en cuenta que se te va a descontar del alquiler no es a fondo perdido ni nada.
- Bueno, a ver, no lo entiendo, o sea, queréis una señal de que tengo un compromiso firme y serio con el alquiler de la habitación ¿no? 
- Es por seguridad Javier, es una formalidad.
- Bueno, a ver y yo os ofrezco las cenizas de mi padre como prueba, o sea, para mi es muy importante ¿Crees que no voy a querer recuperarlo? ¿Que voy entregando por ahí a mi padre a su suerte? Lo que queda de mi padre metido en un jarroncito. Cof, cof. Es que me parece casi, no sé, espera que me tome un caramelo para la garganta y por favor no me hagas levantar la voz que estoy en el trabajo, es que me ofende un poco Alonso.
- Veamos, Javier. Nadie quiere ofenderle no se altere. No podemos aceptar restos humanos en pago o depósito ¿Lo entiende? Quiero decir, si usted se echara para atrás por lo que fuera qué hacemos nosotros con… bueno con su padre ¿eh? ¿lo entiende?
- Vamos, cof, cof, que no se fían. Que yo me traje las cenizas de mi padre en tren desde Toulouse y usted no se fía. ¿Sabe qué hacía mi padre en Toulouse?
- Javier...
- Pues era un sodomita sí. Un sodomita.
- Javier cálmese.
- Cuando mi madre murió, el tipo cogió y sin mediar palabra se marchó al sur de Francia y se dedicó a encamarse con efebos, con chaperos, asiáticos en su mayoría. Camboyanos y de por ahí. Cof, cof, cof. Y me manda una foto mi hermana de mi padre en Disneyland París con un chaperito Tailandés con una gorra de Goofy puesta. El chaval debía tener como mucho dieciocho recién cumplidos. Me manda la foto y me dice que la ha subido papá a facebook. Y no paró de subir fotos y fotos y videos al facebook, que yo ni tengo facebook y me las pasaba mi hermana y yo le dije Rocío deja de pasarme fotos del papá por favor te lo pido que bastante tiene cada uno con lo que tiene ¿verdad Alonso? Ya bastante tengo yo con lo que tengo y encima mi padre con estas cof, cof con estas marranadas ahí en público. Y me llama Rocío un día, que se va con papá y con Prachaya de viaje. ¿Te lo puedes creer? Prachaya dice como si lo conociera de toda la vida. Que se van a ir a hacer un viajecito por la costa, por Valencia. Y me llama para preguntarme que si quiero ir y que cómo se llamaba el restaurante ese al que fuimos una vez en Peñíscola. Alucino, bueno es que yo alucino. Cof, cof.
- La familia es complicada Javier. ¿Quiere que le llame en otro momento?
- Y va el cabrón y encima se muere; a la vuelta, pum, de golpe y porrazo. Yo mira, yo ya no sé qué tuvo que pasar, la policía dijo que fue un accidente que había cámaras en la estación y que mi padre había bebido o había tomado algo, alguna droga sodomita. Yo no las he visto pero al parecer en las cintas se le ve a él y al chapero tailandés dando tumbos y bailando cerca de la vía del tren en Tarbes, que no sé qué hacían en Tarbes ni sé nada ni quiero saber, pero estaban en Tarbes borrachos y bailando y haciendo el degenerado en las vías del tren y mi padre iba en chancletas o algo por el estilo y se resbaló y se partió la cabeza contra las vías del tren, charco de sangre, gritos de la gente, el Prachaya llorando completamente ido, a gritos, llenando toda la estación con su lamento de plañidera. Yo no lo sabía pero cuando gritamos nos pueden escuchar hasta a cinco kilómetros de distancia. Tarbes mide cinco kilómetros de diámetro, poco más parece ser. Se tuvo que escuchar un bramido sodomita por todo el pueblo. 
- Le entiendo Javier, le entiendo.
- Tuve que ir solo hasta Toulouse porque mi hermana no podía. Cof, cof, cof. Cogí un autobús y un tren. Yo no sé cuántas horas estuve ahí metido. Y tuve que sobreponerme a un montón de cosas muy rápido. Ya. Y tuvimos que oficiar ahí la ceremonia porque era su última voluntad que también manda cojones. Y vino Prachaya y me dio un rosario de madera y yo no tenía nada que darle y le dí un bonobús y le dije que así ya lo tenía por si venía a España. Y tuve que coger a mi padre contenido ahora en un jarroncito negro y perdonarle todos sus pecados. Porque él era una persona humana y yo otra persona humana y solo Dios podrá juzgarnos y yo solo custodié y perdoné y recé por su alma un poco y me lo traje de vuelta en tren y en autobús. Catorce horas fueron ahora que recuerdo. Cof, cof, cof. A veces me parece que todo aquello fue una alucinación y escúcheme, Alonso. Si yo tuve que aceptar un montón de cosas a un montón de velocidad creo que usted, eh, usted puede aceptar a mi padre como fianza después de todo ¿no? Vamos, no es tanto esfuerzo.
- Yo… Preguntaré a mi supervisora ¿Vale? No se preocupe Javier.
- Es un jarroncito negro. Treinta centímetros de alto.
- De acuerdo Javier.
- No huele ni nada.
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bluesdeldesierto · 5 years ago
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EL CORAZÓN DE UN BURRO
Tardo solo unos minutos desde la parada de La Cañada hasta casa de mis padres por el camino de al lado de las vías. Mientras ando voy mirándome los pies dando pasos, uno detrás de otro, ordenados y dispuestos hacia la casa en la que viven mi madre y Manuel que es mi padrastro en realidad, pero bueno, he vivido con él casi toda mi vida. Miro mis zapatillas blancas marcando el pulso. Plas, plas. El sol quema esta mañana así que es mejor mirar la tierra de todos modos. La de este camino es una tierra arcillosa y despejada. Todavía no he desayunado y me están dando un poco de nauseas del hambre. Ando con una mueca de disgusto mientras me encorvo un poco más de la cuenta. Un paso, otro paso, otro paso. Mis padres viven en una casa aquí, detrás de la zona de la gente con pasta, en una casa antigua con algo de terreno. Plantan cosas, tienen bichos. Antes tenían dos burros pero hace poco murió Silvia, que era la burra. No he visto a Gabriel todavía, mi madre dice que le ve triste y que se pasa el día debajo de la higuera. A mí me gustaban mucho los ojos de Silvia. Los burros dan mucha paz. Te dejan en sintonía con el mundo. 
Desde antes de girar la esquina ya puedo oír ladrando a los perros de casa que me huelen. Este trozo de calle está mucho mejor porque hay bastantes pinos que hacen sombra. Abro la puerta de fuera y saludo a los perros. Se revuelven a mi alrededor como un vórtice de perro mientras mis manos rascan los trozos de piel que interceptan. Sandra es la más activa, es una labrador negro de unos cuatro años ya o cinco. Se revuelca panza arriba y me mira. Yo estoy con ellos pero no dejo de pensar en Silvia y en Gabriel, tengo ganas de verlo. Los burros a veces se revuelcan también por el suelo, es divertido verlos formar esa nebulosa de polvo marrón mientras se rascan en la tierra. Mi madre y Manuel deben estar dentro de casa, espero que haya algo de desayunar, café o algo. 
Me acerco a la parte de atrás de la casa y veo un montoncito de pelo gris acumulado a la sombra de la higuera. Gabriel se está mordisqueando un costado porque le picará o algo. Tiene algunos penachos de pelo blanco en los costados y en el lomo. Cuando un burro se hace una herida y cicatriza el pelo que sale encima de la cicatriz es blanco. Gabriel tiene heridas de carga de cuando trabajaba antes de vivir aquí. Normalmente son muy pacientes y siguen andando aunque les duela.
Me acerco a tocarlo un poco, le pongo la mano en la cabeza y rasco. Gabriel me mira con sus ojos enormes y oscuros. Parece cansado porque hace mucho calor. Sandra se acerca también y se rasca la cabeza contra el burro un poco y luego sale corriendo. 
 - ¡Javi! ¿Qué pasa? Entra y lávate las manos, hay café, hemos de bajar al pueblo a comprar cosas.
Ese es Manuel hablando desde una ventana de la casa. Mi madre no le deja fumar dentro así que él se apoya en el alféizar de la ventana que es una especie de vacío legal porque técnicamente la acción de fumar ocurre en el exterior. Entro en la casa y me lavo las manos en la cocina. El agua sale demasiado caliente porque las tuberías están a solana. 
- Bien ¿Qué tal Gabriel?
 - Bueno ya sabes. - Dice mientras hace como si se clavara algo en el pecho de forma exagerada, casi cómica. - Pues jodido. 
 - Ya
 - Pero bueno, yo qué sé. ¿Quieres café? Pilla lo que sea y vamos para el pueblo va, que se hace tarde.
 - ¿Mamá está en la ducha?
 - No, donde Mayca, echándole un cable con la casa. Limpiando y eso. 
 - ¿Qué años tiene Mayca ya? 
 - No sé ¿Ochocientos? Por ahí.
Manuel huele a tabaco y alcohol de romero, que es lo que usa como aftershave desde que lo conozco. Esta mezcla para mí es el aroma fundamental de la figura hombre-padre. Salimos y vamos hacía la parte de atrás para coger el coche.
 - ¿Vamos con la pickup mejor?
 - Vale 
 - Está a punto de hacer los doscientos mil, puedes conducirla tú, le damos un par de vueltas a ver, es todo un rito de paso eso, la puesta de largo. Tengo hora en la itv la semana que viene
 - ¿Está todo a punto no?
 - Yo qué sé, el otro día no arrancaba, así de pum. Pero el mecánico dice que no le pasa nada. ¡Eh Gabriel! ¡Alegra esa cara hombre! ¡Luego te llevo galletas va!
Gabriel miró distraído en nuestra dirección un segundo y pronto volvió a lo suyo.
 - Venga va sube. No pongas el aire, bajamos un poco la ventanilla.
 - ¿A dónde voy?
 - Donde Paco.
 - ¿Qué has de comprar?
 - Vamos a hacer tacos.
 - Que guay, que bueno ¿De qué?
 - De corazón de ternera.
 - ¿De corazón de ternera? 
 - Están buenos ¿No te molan?
 - Solo he probado corazones de pollo creo.
 - El proceso es el mismo. Un corazón es un corazón, da igual el animal del que venga. Los de ternera están muy buenos, picaditos van bien para los tacos ¿Sabes? Cebollita, picante, buah, que ganas tú.
 - Bien, será interesante.
 - Son enormes eh, los corazones de ternera. Como, la palma de mi mano, así. Abierta. Un poco menos igual. 
 - ¿Has hecho tú la salsa picante?
 - Claro chaval ¿Qué te crees?
 - A mí no me sale igual.
 - Es un arte. Está en el toque. El que la hace también ha de picar ¿Me entiendes? - Me da un codazo mientras se ríe y termina por toser.
 - Voy a dejar de fumar. El piti de esta mañana era el último. 
 - Vaya ¿Y eso?
 - Ya tengo una edad, no sé, hay que cuidarse un poco, beber más agua, hacer menos enemigos, comer pan con semillas, esas cosas.
 - Parece buen plan. 
 - ¿Tú qué? ¿Qué tal los exámenes?
 - Pues jodidos la verdad. O sea, bien, pero mucho curro.
 - Ya ¿Y el curro? 
 - Bien, el otro día entro y veo a Glòria con el pelo en la redecilla. Es obligatoria ¿No? Pero ella no lleva nunca y digo: algo pasa. Y nada estaba el supervisor de la zona o algo así. El tipo iba de traje y corbata con una gorra de la pizzería. 
 - Business casual
 - Imagen de marca y tal. No sé.
 - Y esa Glòria ¿Qué? ¿Tiene novio?
 - No, creo que no, o sea no hablamos tanto.
 - Hombre, mides la temperatura mirándole el pelo. Algo de comunicación veo.
 - Bueno, o sea alguna vez hablamos… De vez en cuando hay algún pedido que nos devuelven. En plan que llevaba algo que no habían pedido, que no hay manera de encontrar la casa del cliente, no responde o lo que sea o que directamente te dicen que no han pedido nada porque ha sido alguna broma o algo.
 - Los criajos.
 - Sí. El caso es que cuando nos lo devuelven normalmente nos lo vamos comiendo los del curro. En plan alguien acaba el turno y dice: chao chicos, me llevo un trozo, hasta mañana y tal.
 - El intermitente no te cobran por ponerlo eh.
 - Sí, perdón. Bueno, el otro día, al cierre, estábamos Glòria, yo y otro pavo, Nitesh, un encargado.
 - ¿Nitesh?
 - Un chico indio. De hecho estábamos cerrando y nada, íbamos comernos una pizza devuelta que estaba entera, menos un trozo. 
 - ¿De qué era?
 - Barbacoa.
 - Puaj.
 - Y estábamos ahí los tres y se va Nitesh a llamar por teléfono a su prima o su novia o no sé quién porque en su país era de día y tal. Y nos quedamos comiendo Glòria y yo. Le dije que me gustaban sus manos por su diligencia y gracia a la hora de preparar pizzas.
 - Madre de Dios.
 - Va y me dice que todavía no se ha cortado las uñas y que le va a pasar algo malo. Le pregunté que porqué decía eso y me estuvo comentando que en su familia está la idea de que si te dejas las uñas más largas de una medida concreta como que atraes la mala suerte y tal.
 - Puede ser, yo siempre me las he mordido y me ha ido bien.
 - Y me dice en plan: sí, mi madre, y la madre de mi madre, y en esta línea muchas mujeres han establecido que hay que llevar las uñas cortas, o sea, es un gesto podemos decir de modestia, pero de modestia ante el destino. Yo no entendía bien qué quería decir y va y sigue como de: Estoy escribiendo sobre estas cosas ¿sabes? La gran novela rural. Y no sé, en ese momento me reí. 
 - ¿De dónde es ella?
 - Del interior. Y sigue y me dice: ¿Te ríes? La gran novela rural. De verdad. Pasajes de la vida mesetaria so to speak. Tengo muchas ideas la verdad, sobre todo autobiográficas. Empieza a contarme que una vez estaba en el colegio ¿no? tenía como seis o siete años e iban a jugar las chicas un partido de fútbol porque los chicos no jugaban con ellas a eso y tal. Y le había tocado ser capitana del equipo y era como la última ronda, me dice: Era la última ronda y quedaban dos nenas solamente, mi prima Arantxa que siempre había sido un mal bicho que me había martirizado y Ana, que era una niña gitana que nunca se había metido conmigo, así que total, elegí a Ana. Me dice que vaciló un segundo, lo suficiente como para que su prima diera medio paso en el aire, segura de sí misma, y ella rompiera esa esfera de metacrilato verde diciendo Ana. Total, que va la prima después y se le acerca y le dice algo como de: tía, has elegido a una puta gitana antes que a tu prima. Y no sé, o sea, Glòria está preocupada porque me dice: no sé cómo escribir sobre esto sin que parezca que intento quedar como una puta heroína o algo. Y o sea, tiene razón hace falta gracia y salero para contar esto ¿No crees?
 - Vale, puedes aparcar ya ahí, en el vado ese.
 - ¿Bajas tú?
 - Ve tú mejor. Se alegrará Paco de verte. 
***
La casa de mis padres no es muy grande pero han conseguido estrujar dentro todas las comodidades modernas y las incomodidades del recuerdo. Es curioso eso, yo pienso que solo somos aquello que ya hemos hecho. Solo existe el pasado. La casa de mis padres tiene abajo un comedor, un aseo y la cocina. Desde la ventana de la cocina puedo ver a Gabriel de pie mordiendo algunos hierbajos bajo la higuera. 
 - Se estará purgando.
Aquí todo huele un poco a limón y un poco a rosa mosqueta y siempre me quedo hipnotizado con los euclidianos patrones de los azulejos de la cocina.
 - Lo primero que has de hacer es quitar estos trozos de grasa del exterior ¿Ves? Recortarlos, es una grasa muy dura, no sé puede masticar. Este tiene más trozos duros que el otro, sería una ternera más seria. - se ríe - Hay que hacer el corazón en trocitos, o sea, pero no super super picado ¿sabes? como en cubos pequeños. Mira, así. Este tipo de carne no opone mucha resistencia cuando muerdes, así que tampoco hace falta volverse loco ¿Me explico?
Se explicaba, pero yo estaba mirando por el ventanal. Arrastrando la mirada errática yendo del burro al césped y luego al muro y luego al cielo o a cualquier cosa viva o muerta. Estoy recordando la conversación con Glòria otra vez. Pequeñas piedrecitas se desprenden de ese recuerdo y se van acumulando en mi pecho hasta que empiezo a notar su peso y repaso mi soliloquio del coche. Cada vez que recordamos algo lo contaminamos con el momento en el que nos encontramos recordando y se apaga un poco, se va difuminando como una fotografía quemada por el sol. Como una doble, triple exposición. Hasta que todo es solo un amasijo de luces y torsiones. No existen líneas rectas en la mente. Todas las líneas dan vueltas y vueltas sobre sí mismas y llegan al mismo punto una y otra vez. Veo a Gabriel mirar a través de la valla los descampados de detrás de la casa. Salgo de la cocina y me acerco hasta él. Camino despacio. Gabriel me escucha y se gira a mirarme, esperando. Le pongo la mano sobre la frente y rasco. Le rasco las mejillas y apoya su cara contra mi vientre. No corre nada de viento en esta mañana de verano. Las chicharras mueren. Las coníferas impregnan la parcela con su olor. 
 - Hola ¿Quién es?
 - Hola Glòria, soy Javi.
 - Ah Javi, es que este móvil es nuevo, no tengo guardado casi a nadie.
 - Ya, no te preocupes.
 - ¿Pasa algo?
 - No nada. Te quería decir ¿a ti a veces no te pasa que todo es como un Pollock? ¿que todo es un devenir y un fluir y todo está dentro fuera y alrededor de todo y la realidad se cae por todos los lados de sí misma y estás como en alta mar como intentando parar el oleaje para entender algo durante un segundo pero cuanto más luchas lo único que ocurre es que te quedas sin aliento y te dan calambres así que te rindes un poco e intentas flotar, solo flotar y flotas así un día y otro día y otro día?
 - Bueno, eh,  sí, casi siempre supongo.
 - Ya. 
 - Eso pasa Javi, no te rayes.
 - No, qué va, lo que pasa es que cuando estamos en cocina. Cuando estás en cocina y te miro haciendo pizzas. Tía, haces pizzas como las plantas crecen. Estás insertada en la harmonía del universo y no sé. Te veo y no es que el mundo tenga más sentido sino que la pregunta acerca del sentido se desformula y es como si me quitara los zapatos y andara tocando el suelo por primera vez cada vez. Me devuelves al mundo cada vez. He pensado hoy en lo de las uñas ¿Sabes que mi burra ha muerto y mi burro está muy triste? Creo que me gustas mucho la verdad, a lo mejor podríamos vernos fuera del curro algún día, en plan, ir al cine o a hacer pintadas con marker al descampado del camí fondo. 
 - Ja, ja, ja ¡Claro! Estaría bien, mi novia vive por ahí cerca, seguro que también te cae genial, yo vuelvo el jueves al curro, hablamos ¿Vale?
 - Vale, vale. Guay. Cuídate. 
 - Lo mismo Javi, un abrazo.
 - Hasta ahora.
Me quedo mirando algún punto impreciso del horizonte. El horizonte se difumina en el baile ardiente de los espejismo. Una suave racha de brisa nos refresca a Gabriel y a mí a la sombra de la higuera. Debería volver a dentro y ayudar con los tacos.
 - Javi, chaval, ¿Qué te parece si te llevamos de vuelta a Valencia con la furgo? ¿Eh? Está a punto de hacer los doscientos mil, puedes llevarla, damos un par de vueltas por tu barrio y nos tomamos algo ¿Eh? Para celebrarlo. 
 - Estaría bien, sí.
 - Genial, bueno, sácame una birra de la nevera. ¿Qué te pasa? Pilla una que estás que no estás va.
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bluesdeldesierto · 5 years ago
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EL SILBO GOMERO
me preguntabas por el origen volcánico de la macaronesia y pedías pedías pedías tirándome de la falda como si estuviéramos en el pasillo de la bollería industrial pero yo no sé nada más de lo que tú ya sabes nada más que tectònica de placas y nada más que eyectar el alma por la boca eyectar el magma secreto dormido caliente partir con un hacha el cráneo y dar a luz a todas nuestras hijas manchas esparcidas por el océano como migas de pan sobre el suelo de la cocina como gotas de sangre de esperma como arroyos de césped en vuelo desde los filamentos de la motodesbrozadora arrojadas y obligadas al océano y tú preguntando y tirándome de la falda con tu diminuta mano helada e ignorante preguntando cosas que yo sé que sabes que no sé porque sabes que no he adquirido ningún tipo de conocimiento mediante la experiencia sensible del archipiélago esparcido como costras de heridas cicatrizando en mitad de la espalda del mar de ningún sitio así que me miras solemne y preguntas por qué las islas canarias flotan en el agua y no se mueren de miedo y patalean y se les encharcan los pulmones y se mueren y yo te digo que las islas canarias no son como yo que no todo el mundo es como tú y yo y no todo el mundo tiene tanto miedo de todo desde que amanece de nuevo en la playa y el campo con sus ciento cincuenta y tres matices de color verde con sus ruidos de motodesbrozadoras y pájaros y silbidos que a veces quieren y a veces no quieren decir nada de nada porque hay veces que el acto de comunicación se extingue en sí mismo porque el lenguaje sólo es una incómoda interferencia entre tú y todas las cosas así que me estiras de la ropa con la fuerza de la sed del amor esperando una respuesta balsámica y punzante como el alcohol de romero y ojalá pudiera dártelo todo pero solo puedo darte lo que ya me he dado a mí mismo. 
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bluesdeldesierto · 5 years ago
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PANDEMIA
 - Camel Blue, por favor
 - Natalia, ¿nos queda camelblú?
 - No - gritó una voz joven desde más allá del campo de visión
La estanquera me miró en silencio arqueando las cejas y apretando levemente los labios esperando a que probara otra vez.
 - No lo sé
 - Tu padre a veces pide Marlboro Touch
 - Vale
 - ¿Un cartón?
 - Ponme dos paquetes
 - ¿Tal y como estamos?
 - Es que no debería fumar tanto
Me miraba arqueando mucho más las cejas mientras apoyaba el codo en el mostrador y torcía la boca con una irónica sonrisa.
 - Te voy a poner un cartón por si acaso.
Yo no dije nada porque soy tan pobre de espíritu que tengo miedo hasta de llevarle la contraria a la mujer del estanco. Tampoco le llevo la contraria a mí padre adherido a la cheslong encendiéndose un cigarrillo con el culo del anterior y solamente parando para toser sangre en unos trozos de papel higiénico perfumados con rosa mosqueta delicadísimamente doblados en triángulos o para beber zumo de pomelo rosa que me hace exprimirle a todas horas. 
Salí del estanco con la mirada de la estanquera clavada en mi nuca, esa mirada de quien se sabe dominante en el mínimo recodo cotidiano del intercambio de bienes y servicios. Toda la sangre me palpitaba en el cráneo como un río murmurando una suave canción de vergüenza por haber nacido. Seguía avanzando por la avenida rumbo al supermercado. Algunas abejas tempranas se congregaban alrededor de las lantanas con sus propios murmullos y secretos hipnóticos, fijé tanto la mirada que dispuse el ánimo cinético hacia los alcorques chocando sin poder evitarlo con una señora usuaria de mascarilla que gruñó debajo de ella algo ininteligible. Intenté regresar a mi interior. Miré al horizonte. Me disculpé ya demasiado tarde y seguí caminando. Los bares estaban cerrados. A estas horas de la mañana se le habían extirpado a la calle los paseantes y alzando la mirada podías ver algunos vecinos hablando de balcón a balcón. Me paré en un semáforo al tiempo que pasa un coche negro cuyo copiloto arrojaba por la ventanilla con un grácil movimiento de muñeca unos guantes de látex que cayeron sobre la capota de otro coche aparcado. Cambié de mano la bolsa con el cartón de tabaco, no pesaba pero molestaba llevarla todo el rato en el mismo lado. El supermercado se encontraba ubicado ya en el siguiente desvío a la izquierda.
 - ¿Queda algo o qué?
 - Algo
La retahíla de clientes en espera se extendía hasta la misma esquina de la calle tanto por el número como por la distancia de seguridad que se nos hacía guardar. 
 - ¿Es usted la última?
 - Sí hijo, sí. A por dos tonterías que vengo, pero claro ya que estoy pues tendré que cargar, he llamado a mi hijo para que me baje el carro ya puestos porque claro aquí ya no se sabe, la gente entra a saco como si esto fuera la guerra olvidando las más elementales normas cívicas occidentales en las cuales hemos sido empapados e instruidos y entran depredando con sus afilados morros cual zorros del desierto de Atacama. Pues a mí no me dejarán atrás, yo no seré la carroña reseca destrozada bajo sus cobardes mandíbulas en el pasillo de las conservas, ellos no conocen la obstinación que me mantendrá indemne.
Bueno probablemente no dijo exactamente eso pero me impresionó de manera homóloga. Prosiguió hablando sobre distintas formas de cocinar el cardo hasta que al cabo de más de cuarenta minutos pudimos entrar en el super. El aforo era bastante reducido. Te hacían lavarte las manos con un gel desinfectante y ponerte guantes para entrar. Me avergonzaba lo absolutamente confortable y seguro que me hacía sentir toda esta sobreprotección sanitaria y controladora, era como cuando mi madre me abrigaba tanto que mis movimientos se veían tan mermados como los de un muñequito de lego y solo quedaba al descubierto el mínimo de cara necesario para poder ver a mi alrededor. Debo tener el alma más flácida de mi línea sanguínea. El reposo de los cuidados. El alivio de las fiebres. 
Calabacín, berenjena, zanahorias, vaya, no queda hinojo, pastillas de caldo, debería comprar algo de pescado pero papá no soporta casi ninguno, igual un poco de merluza. No me puedo creer que no queden lentejas, pues nada, a ver, garbanzos, podría comprar un poco de bacon, anda mira, parmesano, me pregunto si les quedará pecorino romano, col, podría hacer sarmale para cenar mañana. Mierda, no queda papel higiénico. 
 - Disculpe ¿Les queda algo de papel higiénico en el almacén?
 - Lo que hay en el pasillo. Si no queda vuelva mañana.
 - Ya pero es que se nos ha acabado hoy y mi padre está enfermo y…
 - Debería usted ser un ciudadano prudente y precavido y haber hecho avituallamiento de papel higiénico como el resto de convecinos y no ser un parásito pedigüeño confiante en la beneficencia de las grandes superficies para limpiarle a usted el culo. Vuelva mañana.
Estoy casi seguro de que me dijo eso de manera literal, o sea más o menos, de todos modos es lo que me hubiera dicho mi padre al que ahora se le estaría acabando ya el paquete que había abierto esta mañana. Creo que también se le están acabando las toallas jabonosas. Y la cerveza. Aunque debería beber un poco menos. Necesito comprar papel higiénico.
Las bolsas eran dos bolas de los presos de las películas que tenía que llevar andando hasta el siguiente supermercado que albergaba la promesa del papel. Tenía que parar cada pocos metros para descansar los brazos y poder seguir atravesando la avenida. Algún coche de policía pasaba distraído como las libélulas por la superficie del río, regalándose en el desarrollo de su propio movimiento a la espera de algo que libar. A mí me atemorizaba sobremanera la sola posibilidad de ser interceptado aunque nunca hubiera tenido ningún encuentro desafortunado con la autoridad ni estaba realizando ninguna acción punible o que contraviniera injustificadamente el orden que se había acordado para esta situación de alarma. 
En el siguiente supermercado había todavía más cola y desde fuera se veía todavía más vacío. Yo cuando me muera quiero ser quemado porque me horroriza la idea de que vengan un montón de gusanos a devorar lo poco que deje de mí en esta tierra. Me dirigí directamente al seguridad de la puerta a preguntarle si había dentro papel higiénico. Entre su vaga negativa y mis acuciantes ganas de vaciar la vejiga que estaban empezando ya a comprometer el modo en que caminaba decidí volver a casa para bajar en otro momento a zanjar mis compras.
Al retornar sobre mis pasos advertí un reguero de hormigas que no había visto antes. Su cooperativa cabalgata captó mi concentración y me incorporé como uno más al desfile que bajaba en dirección opuesta a mi destino real. Llegamos jubilosos a su escondrijo que se encontraba en un recodo de un garaje de una calle solitaria. Vacía. Carente de vigilancia o testigos. La pradera ideal sobre la cual irrigar mi alivio. Apoyando las bolsas de plástico en el suelo me baje la bragueta y me dispuse a dejarme fluir sobre la fresca pared callada. El rumor de las aguas tropezando contra el ladrillo y cayendo. El lejano repiqueteo de minúsculas gotas sobre las bolsas de plástico. Joder. Por lo menos estaba listo para ir aunque fuera a un supermercado más antes de vindicar en esta expedición. Cogí las bolsas y bajé por la calle abandonada. No tardé mucho en encontrar una pequeña tienda de alimentación regentada por un pakistaní. Al ver el cartel que anunciaba latas de cerveza a un euro recordé que no había llegado a coger ninguna en mi primera compra. El chico del mostrador estaba sentado con una mascarilla de las que se usan para pintar mirando el móvil y apenas hizo un gesto con la cabeza para confirmar que yo había entrado en su campo perceptivo. Le dejé las bolsas cuajadas de rocío junto al mostrador y le dije que entraba a por cerveza. Avanzando por el mínimo pasillo mi columna vertebral respondió con una dócil caricia al ver al final un paquete de doce rollos de papel de triple capa bouquet perfumado con rosa mosqueta. Capturé con decisión el paquete que no interpuso ningún tipo de resistencia obstativa. Al girarme tenía como una sombra a una señora de unos setenta y muchisísimos años con el pelo gris arreglado en una trenza que le caía sobre el lado derecho. Con su cara morena y arrugada como un dátil me miraba con ligera expectación y confesó al momento que venía buscando lo mismo. Me quedé mirándole a los ojos bloqueado por la situación, por la culpa, el miedo, la necesidad, la piedad hasta que la señora nos sacó a los dos de esa telepática espiral de regateo dirigiéndose al dependiente:
 - ¿No tenéis más paquetes de papel?
 - No, no más papel. Mañana no, otro día tenemos. - sentenció.
La señora me miró de vuelta y sonrió como imagino que debió sonreirle Santa Filomena a Diocleciano. 
 - Mire qué le parece si compro el paquete y le doy la mitad.
 - Sería usted un buen cristiano y todos sus días se verían bendecidos por la incombustible gracia del señor que perdonaría sus pecados de pereza, abulia y omisión e iluminaría con una luz especial el camino que ideó para usted a través del trigo y la piedad. 
Eso tuvo que decir.
 - Así sea.
El dependiente de la tienda demostrando grandes conocimientos sobre la fluctuación de precios mediante el ratio oferta y demanda se encargó de recaudar un precio con mucho inoportuno al cual acepté guiado por la necesidad y no por la razón. 
 - ¿Me acompañas a la furgoneta? Dejamos los rollos en el maletero y así ya me voy.
 - Claro, vamos.
 - Es que he venido aquí a comprar para ver a mi nieta ¿sas? digo, ya que tengo una excusa para salir de casa pues vengo, que yo vivo por el barrio de la aguja ¿conoces? ahí en una casita, de tota la vida eh, la compró mi padre sobre plano. Tengo ahí unas plantitas ya sabes - dijo guiñando un ojo - también una mata de lavanda que mare meua, no sé qué vamos a hacer porque no para de crecer; en el campo de mi hermana tenían una enorme, tres cuatro metros, ahí en Puçol. Y nada, se le montó ahí un nido de conejos que se lo comían todo. Las fresas, todo lo destrozaban. Tenían un gosset, un ratonero de estos, tenía más ganas que fuerzas y siempre salía como un llàmpec a ver si los mataba, y llegaba y los cogía por el cuello y hacía toda la fuerza que sabía hacer y los dejaba en la puerta del garaje agonizando y teníamos que ir a rematar a los pobres. Mira ahí está la furgoneta.
La furgoneta era una Citroen C15 blanca con buena parte de su geografía accidentada. Abrió las puertas traseras revelando varias bolsas empachadas de comestibles. Deposité seis de los rollos de triple capa bouquet de rosa mosqueta sobre una caja desbordada de limones.
 - Puedes agarrar los limones que quieras eh, no tingues vergonya. A ver ¿qué te debía? un momento. ¿Tienes cambio de veinte?  O igual no llevas ni efectivo ¿no? Ahora con todo el tema este de la cuarentena, antes no me han dejado pagar con el billete por eso no he podido cambiar, he tenido que usar la tarjeta que ya no sé ni cuánto le debe quedar ya.
 - No se preocupe señora, no hace falta que me lo pague. 
 - Veo que llevas un cartón.
 - Es para mi padre.
 - ¿No fumas? Es porque tengo un poquito de chocolate.
Dejé las bolsas en el maletero de la C15 y me senté en el asiento del copiloto. Tuve que abrir un paquete de Marlboro Touch porque ella no tenía tabaco encima. A pesar de tener un ligero temblor en las manos era capaz de enrollar con precisión quirúrgica el canuto que le ocupaba. 
 - Este papel es mejor, más natural. Yo prefiero fumar chocolate, la marihuana me pega massa. Me deja tonta. Pero bueno, en mi casa tengo algunas plantitas y lo que saco pues lo cambio o lo regalo. Cal compartir si se puede ¿no? 
Yo no sabía bien qué decir, hacía años que no me encontraba tan relajado como mirando a esta completa desconocida septuagenaria liándose un porro en una furgoneta a plena luz del día en medio de una pandemia global. Su voz era como carbón vegetal cayendo cuesta abajo por una escalinata de terciopelo. Pausada, llena de existencia. Pegó la primera calada y empezó a salir un humo del mismo color que su pelo trenzado. 
 - Pondría música pero se me ha roto la radio. Se quedó una cinta atascada.
 - ¿Qué cinta? - Pregunté como un muñeco ventrílocuo.
 - Ni me acuerdo, creo que era de chistes de Eugenio.
Se empezó a reír y luego estuvo tosiendo un poco. Yo nunca había probado los estupefacientes, hace unos cinco años tuve una temporada de insomnio y me recetaron diazepam pero nunca fui capaz de llevarme a consumirlo porque tenía miedo de volverme adicto o algo así, me horrorizaba por mi disposición natural a la autoindulgencia. Pero ahora parecía que el mundo se había detenido en su eje.
 - ¿Qué pasó con la mata de lavanda de su hermana?
 - Pues nada, la arrancamos de cuajo y de la irreparable herida que dejó en la tierra brotaron como pus cientos de miles de conejos blancos, pardos, morados, negros como gallos negros de la isla de Java desparramándose en todas las direcciones, el gosset ante el estímulo inabarcable tuvo que hacer acopio de fuerza telúrica para reduplicarse por mitosis no sé cuántos cientos de veces para intentar cazarlos a todos, empresa que le sobrepasó por supuesto pero algunos sí que mató. Mató a uno de los negros que también sangraba negro por cierto y ya no creció nada allí donde cayó su sangre. Y nada, la esquejaron y tal y tienen ahora una mata más pequeñita cerca del paellero. Una de lavanda y una de romero. 
La señora fue la última en matar el florete tras lo cual lo arrojó por la ventanilla. Tras el intercambio de despedidas y agradecimientos me dirigí pasito a pasito a mi casa. En la misma esquina de la calle en la que me encontraba había una filtración de agua y estaba creciendo algo de culantrillo, era una suerte que el culantrillo pudiera estar en la calle sin nada que temer. 
Estas bolsas son dos piedras enormes, no sé cómo pueden pesar tanto, mierda estoy notando la rotación de la tierra y voy a perder el equilibrio en cualquier momento, voy a caerme contra el suelo y me voy a reventar la boca y la nariz y se van a romper los huevos y me voy a quedar boca abajo dando vueltas sangrando el resto de mi vida, a ver fija la mirada en el estanco, ya casi estás, un pasito, bien, otro pasito, vamos ya lo tienes, ahora discurre por la avenida como si estuvieras llamado a ello por un orden anterior a tu voluntad, eso es, no es nada. Vale, ahora gira la esquina. Saca las llaves, venga, abre la puerta, joder, como pesa la puerta. Vale ya estoy dentro del portal, mira: un coche de policía, lleva las luces, la sirena, cuanto ruido ¿a dónde será que le llevan? esto no puede ser el fin del mundo, no puede ser el fin del mundo. ¿Quién demonios va a venir a salvarme? ¿Quién va a venir a ponerme un gorro y un abrigo y a inmovilizarme amorosamente y a tullir mi voluntad con albedrío prefabricado? ¿Qué clase de fin del mundo es este que se ahoga como un niño en mitad del océano? Vale ya he llegado a casa.
 - Papá, ya estoy aquí
 - El tabaco
 - No quedaba Camel, te he traído Marlboro
 - Cerveza
 - Mierda
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bluesdeldesierto · 6 years ago
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escondite
recuerdo haber jugado al escondite muchas veces, tuvo que haber una primera vez pero no te creas que soy capaz de recordar a nadie explicándomelo, o sea en realidad no hay ningún explicación, de hecho a veces la mera propuesta del juego es explicación suficiente porque suele estar en las líneas de "te escondes y yo te busco?" el escondite es un juego primario porque existen otros juegos que lo utilizan como elemento en algún momento de su desarrollo, como esconderse y correr, o juegos que requieren sigilo como el airsoft o escaquearse en el ámbito público. El escondite en este último caso puede ser visto como una maniobra de escapar de una situación pero en realidad el juego del escondite es una reafirmación de las relaciones como presència y participación en la que confiamos en nosotros mismos para tomar una decisión que nos sea útil o ventajosa y la excitación del escondite solo existe porque sabemos que hay alguien buscando, no es refugio lo que en el refugio se busca. Luego nos pasamos la vida guardando cosas en nosotros únicamente porque esperamos que alguien las encuentre, lo cual crea un sentimiento agridulce porque no siempre ocurre, y son estas expectativas sociales las que nos hacen dolernos al llevar dos horas en el armario sin que nadie se le ocurra mirar. De todos modos viene bien darse cuenta de que en el escondite a veces uno se esconde y a veces busca. Pero lo más importante es que uno debe saber no sólo lo que está haciendo en cada momento sino donde está, que puede hacer y esperar de sí mismo y tener confianza en su criterio.
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