Blog sobre libros, fanfics y otras cosillas de mi interés que deseo compartir.
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Alucinaciones
Hoy veo moscas en el cielo. Pocas que se mueven de manera desordenada pero en pequeños círculos cortados. Como si estuvieran atrapadas en un cuadrado invisible. Ayer vi una mariposa, grande en el cielo. Era ploma y dejaba sombras después de cada revoloteo, como si se moviera en cámara lenta. Pero, a veces, se movía tan rápido que tomaba la forma de un insecto. Un insecto grande, mas aun así no podía moverse en ninguna dirección por mas que revoloteara. No como aquella mariposa. Que, aunque no se movía en grandes distancias, podía revolotear con un límite de auto impuesta libertad. Luego, ya no fue mariposa, ni tampoco un insecto. Era ahora unos labios, gruesos y rojos, que hablaban muy rápido sin poder ser entendíble.
-¿Qué me quieres decir?- pregunté.
Obtuve una respuesta, pero debió haber sido algo que no comprendí o quizás poco importante porque ya no lo recuerdo, ni me mortifica el no hacerlo.
Después, todos esos pequeños rayos de electricidad que siempre veo en el cielo, comenzaron a caer como si fuera nieve. No, más pequeño, como si fuera escarcha dorada. Por un momento quise levantar los brazos o extender mis manos, pero recordé que no son reales. Eso me asustó. Por unos instantes, casi me creo que sí lo eran. Esos rayos o escarchas nunca llegan al piso, o cerca de mi, solo caen hasta un limite y desaparecen.
Pero eran hermosos, preciosos, lo mas lindo que he visto… Y ahí en medio, la mariposa, siempre revoloteando. Excepto por hoy. Que como antes dije, está el cielo con moscas. Solo bastó una mirada por la ventana para ver una. Por experiencia propia advertí que se llenaría y como ese paisaje no me gusta, preferí dejar de mirarlo y cerrar la cortina. Esos rayos, esos insectos, esos labios… Solo estaban en el cielo, en el azul, en el de día. Y debe ser visto directamente. No a través de un espejo, no a través de una ventana cerrada (del vidrio) si no, directamente… No se por qué, pero es una pequeña exigencia que no me molesta demasiado satisfacer. Me da miedo eso.
Sé muy bien que cuando te empiezas a limitar por “cosas como estas”, es el principio de algo malo. Para mi, el ser limitada por la mariposa, no es precisamente un paso muy pequeño a hacer caso a voces. Esas voces que escucho antes de dormir. Esas frases pequeñas, de las que solo alcanzo a oír las ultimas palabras. Son siempre un grupo de personas, jóvenes y adultos, que hablan y hablan de sus vidas, de qué harán, de dar ideas.
Como en mi sueño, me gusta el tener a todos puestos en una caja. No, mejor dicho, en un pote como una pecera. Transparente de vidrio, y mirarles todo el tiempo… me gusta eso, mirar gente. Solo que aquí no se puede, se considera molesto, y... no les culpo. Si oyo demasiado esas voces, comienzo a tener miedo. Pienso que son fantasmas que me estarán penando, y trato de dejar de hacerlo. Y puedo. También a ojos cerrados en la oscuridad, como la vista de un ciego, puedo ver imágenes, un flash muy cortito, de imágenes lindas, divertidas, como también horrorosas… Lo mas feo es cuando las veo así, a ojos abiertos. Siempre gente que me sigue, gente que mira atrás de mi hombro, gente que no se si quiera hacerme daño, solo que me observan con ojos muy abiertos todo lo que hago. Pendientes, muy pendientes de todo. Algunos tratan de acortar mis movimientos, de no dejarme hacer lo que quiero. Tratan de de guiarme, de usarme como una marioneta y, a veces, les tengo tanto miedo que lo logran un poco. Decía yo que veía cosas despierta, con ojos abiertos, pues anoche vi cabezas en mi cama. Simplemente me dije “yo no he matado a nadie, a si que…” y me dormí.
Basta con crear una historia en mi mente y ya está… hago muecas (aunque hace poco lo supe) de mis personajes, de lo que hacen. No suelen ser nunca mías, solo son historias que me invento de gente que ya existe, aunque pocas veces son gente real. Lo que siempre he visto y que me ha acompañado desde que tengo memoria (la poca que tengo) es de esas figuras humanas, mas oscuras que la misma oscuridad, y que aparecen en esas historias siempre.
Cuando dormía de niña ellas cuidaban mi sueño, a veces eran bruscas y me asustaban. tal vez sean algo torpes, a veces tres, a veces se desfiguraban, a veces venían acercandoce de lejos hasta que abría los ojos para no verlas más. Gritaba: “Prendan la luz de la escalela” (escalela porque tengo dislalia), para no verlas.
Pocos me creen.
Ahora ya son casi amigas, sin ellas tal vez ni siquiera podría dormir. Pero en las puertas, ya no son mis amigas sino sombras malvadas de niñas pequeñas que me miran al pasar. Por eso todas las puertas están cerradas cuando estoy cerca. Aquellas sombras ya no son negras sino blancas, ajenas a la naturaleza de las otra, lo cual me da miedo. Ahí estan siempre mirándome, tratando de jalarme adentro.
¡Y los espejos! ¡Esos son mucho peores! Ahí veo caras retorcidas y deformadas. Sonrisas que no están en mi cara. Me veo a mi misma con los de otros, con bocas de otros, con narices cortadas, aniquiladas en una sonrisa de perversión. Ahí, las sombras tienen correas, tienen esas horribles muecas que me rompen.
Las sombras, ya sean las familiares o no, no tiene mueca. Aunque si a hay que me lo dice todo; pero en los espejos no. Ellas tienen esos ojos, esas sonrisas, ese pelo… siempre están tras de mi, esos ojos, esas lenguas... nunca las sacare de aquí. Aunque el asco se suele ir al acostumbrarse, siempre me molestará.
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Intertextualidad Casual
A veces ocurren.
Uno está leyendo un libro y al rato cuando lee otro aparece una curiosa relación entre ambos: Un tema, un objeto, un pensamiento... suele ocurrir una interesante casualidad literaria.
A veces me pasa y me he acostumbrado a sorprenderme sola. Pero como ahora pasaron dos seguidas - y la última muy rebuscada - no puede evitar no compartirla con sus citas correspondientes. Comienzo con la simple, para que se vea cómo puede nacer una intertextualidad casual tan fácilmente. Estaba leyendo un pequeño libro. Muy antiguo, esos escolares, de antes que apareciera la internet y que venían con el diario La Tercera; éste traba de Marco Polo, viajero que me interesó desde mi clase de Literatura Hispanoamericana, ya que él viajó a Asia antes que nadie, y lo oriental siempre me ha llamado la atención. El caso es que su Libro de las maravillas no me servía para ese ramo más que como referencia, por lo que ante la urgencia de leer sólo los necesarios tuve que cancelar su lectura en ese momento. Pero pude conseguir el dichoso “librito escolar” y lo leí muy interesada (En ese momento mi universidad estaba en toma por lo que aproveche de leer harto.)

En él, lo que más me llamó la atención fue un curioso suceso tragicómico que le ocurrió al Kan de Persia, y que afectó colateralmente a Marco Polo; cuento corto, Marco se había convertido en emisario del gran Kan de China tras pasar años en su compañía, por lo que éste le mandó en un viaje con la delicada princesa Cocacin para casarla con el Kan de Persia. Un viaje que duró 18 meses en barco, es decir, un año y medio.
Pero cuando llegaron después de mucho esfuerzo…
“Ya en su destino comprobaron que Argón (el Kan de Persia) había muerto envenenado por beber demasiado elixir de la inmortalidad.”
Sólo me queda decir, y en buen chileno LA WEA PENCA. Ja ja ja, morir por beber elixir de la inmortalidad, no se puede ser más jodido... ¡Y viaje en vano!
Pero más allá de los chistes, este hecho quedo en mi mente por la tonta paradoja que contenía (recuerdo haberlo compartido en facebook) y por eso mismo me sorprendió tanto cuando, al día siguiente, el famoso elixir de la inmortalidad apareció en el nuevo libro que leía: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada de Gabriel García Márquez.

Sí, el título es larguísimo, pero en realidad es una compilación de varios cuentos donde el más relevante y largo llevaba ese nombre. Uno de estos cuentos era: El mar del tiempo perdido, y lo que más recuerdo del cuento fue lo que vi en mi imaginación por sumirme demasiado en las letras.
En el fondo del mar, dos hombres se habían sumergido a buscar tortugas para comer, pero en ese mar se echaba a la gente muerta y ahí estaban, rejuvenecidos y dejándose llevar por corrientes, y vieron una vecina que había muerto vieja pero se había rejuvenecido, pasó frente a ellos rodeada de flores y con más siguiéndola, como si durmiese. Fue hermosamente tétrico, pero concentrándome en el tema de esta entrada es que de pronto apareció otra vez el famoso elixir, llamado esta vez “elixir de la vida eterna”. Cuando el pueblo volvió a la vida por un extraño aroma a rosas “que se encontraba hasta en la mierda” (como dice el texto), vino muchísima gente, entre ellos y cito: “hombres con una culebra enrollada en el cuello que vendían el elixir de la vida eterna.” Considero una gran casualidad esto. Aunque tal vez, sí, muy simple porque en ambos casos, los dos no son más que comentarios.
Por eso tengo mi as bajo la manga. La gran casualidad literaria. La intertextualidad “sin querer queriendo” que me pasó días después con otros dos libros.
Les cuento, que tras leer Malinche de Laura Esquivel (ya pondré algo de ese libro aquí) me interesé en las obras de esta autora por cómo toma la sexualidad femenina, si bien, a mi parecer, es demasiado “cebollera”. (Lo que me recuerda que de México vienen las novelas de ese tipo, así que ¿Será por eso? Nah, eso sería pensar con demasiada simplicidad.) El caso es que me animé a leer Como agua para chocolate, uno de los muchos libros de mi inconclusa y eternamente sumativa lista.

El pilar de esa novela es que la protagonista, Tita, está condenada por tradición familiar a no poder casarse ni tener hijos, ya que, al ser la menor de las hijas, debe cuidar a su madre hasta que ésta muera. Y claro, su madre que es tan malvada, le impone esta horrible tradición y vigila que la vaya a cumplir haciendo incluso que su enamorado se case con la hermana de Tita, con tal que no se case con ella (¡que fome!). Y bueno, yo recomendaría la novela (tanto como la película que vi tras leer el libro) aunque no me guste ese estilo cebollero. Aun así me parece muy bueno en.... “esencia,” en... “idea”... eso de que la comida está conectada con la cocinera de forma fantástica y fabulosa, moviendo los hilos de la trama más que sus protagonistas, además de la sexualidad femenina que ya comenté y lo femenino mismo en toda la obra. Tiene ese aire de tradición de campo, tradiciones tan arraigadas que terminan siendo reales. ¡Es genial!.
En fin. Pasaron los días y me aventuré a leer Inés del alma mía de Isabel Allende. Autora muy criticada por sus best sellers (ya que normalmente la calidad literaria, estética, etc. de este tipo de libros deja mucho que desear).

Aunque yo le reconozco su calidad de investigación al componer sus libros, debo decir que, es cierto, su estilo se parece sospechosamente al de Gabriel García Márquez, pero que difícilmente lo alcanza (solo es sencilla al relatar, pero no fluiuda y profunda como él, a mi ver). Siento que esta autora se va más a la cantidad que a la calidad. Pecado mortal en la literatura, pero bueno, cuando lea La casa de los espíritus podré hacer una crítica fundamentada de si en verdad es una copia de 100 año de soledad (Que compré con el dolor de mi alma... ¡dios que estaba caro el muy hijo de puta!). Pero desvarío. ¿Dónde está la famosa intertextualidad casual? Pues está en que la protagonista de este último libro, Inés, tampoco se podía casar ni tener hijos. Estaba condenada a cuidar hasta la muerte (esta vez) a su abuelo ¿por qué? Ocurre que la madre de Inés no iba a tener más hijos, y por lo tanto para el abuelo esta iba a ser la última oportunidad de tener el nieto HOMBRE que tanto deseaba ¿y quién nació? Inés, una niña, por lo que el abuelo como penitencia (como si ella hubiera tenido la culpa...) decidió que no le daría dote pues no se casaría y lo cuidaría hasta la hora de su muerte (Las situaciones fomes sobran aquí).
De todas formas, Inés, choriza como nadie, se volvió costurera y buena cocinera de empanadas para ella misma hacerse su dote y luchar contra su destino. Claro que se casó con un hijo de puta (Juan de Málaga), pero después más adelante se volvió a casar con un buen tipo (Rodrigo de Quiroga) tras haber sido traicioneramente abandonada por Pedro de Valdivia.
El libro es recomendable no solo porque recoge nuestra historia sino que también toma temas de superación y lucha. Recuerdo muy bien cuando lo leía en el bus, cruzando el desierto de Atacama hacia La Serena, y justamente iba en la parte en que Pedro de Valdivia con Inés y los suyos lo cruzaban. Las descripciones eran crudas y bizarras. Comentarios como que el horrible frío hacía que cuando los hombres se sacaban sus guantes se les iban los dedos congelados en él sin que se dieran cuenta ni sintieran dolor, o que la sed era tal que bebían la orina de los caballos “que era poca y oscura” como se describe; pero la imaginación a veces no ayuda a digerir suficiente la realidad y solo al mirar por mi ventana pude tomar la real dimensión de esa cruzada, de ese camino interminable en tierra dura, seca y polvorienta, donde siquiera las lagartijas asoman. Sí. Ojalá hagan una película de este libro o esta aventura porque los libros a veces no recogen ciertas cosas visuales, así como a las películas que se les van detalles (aunque es solo mi ignorante opinión).
Igual a veces tiene algunos errores. Por ejemplo, se supone que Inés le escribe a su hija (adoptiva) Isabel, pero le escribe “íbamos con fulano, mengano, e Isabel”. Debería ser “íbamos con fulano, mengano y tú, Isabel” (pero ojo, que quizas yo soy muy exigente). O los cambios de narrador, que en si no es malo, depende del estilo, pero debió ser así desde principio y no al final de las 100 páginas a mi parecer, si no se lee un desorden colosal (A propósito, el libro tiene casi 350 páginas, no sé cómo lo leí en algunos días). También siento que se le escapa el aire chileno. Que sí, que el libro es para chilenos, pero aun así… a veces el aire de redacción de Inés es tan “suelto” que uno pierde la cronología y el realismo del relato. Aunque es cierto que ella puso una nota al principio de la novela sobre esto:
“Ésta es una obra de intuición, pero cualquier similitud con hechos y personajes de la conquista de Chile no es casual. Asimismo me he tomado la libertad de modernizar el castellano del siglo XVI para evitar el pánico entre mis posibles lectores.”
El que haya usado la palabra “pánico” me ofendió un poco, pero para ser honestos La Araucana de Alonso de Ercilla, me ha costado trabajo. De todos modos, sí me gusta la lengua española de esos siglos. Es hermosa y es una pena que haya sido dejada de lado en la obra de Isabel Allende.
Me pregunto si en realidad ¿Fue por una imposibilidad de duplicar el lenguaje para la autora? es muy posible. Pero hay que ser realista. Solo los más intelectuales habrían pescado una obra así, y entonces no sería best seller, sería de calidad (aunque según yo, esta obra puede salvarse un poco de ser best seller por ser un rescate chileno y femenino).
En conclusion y para no dar más la lata, el último comentario: Cito nuevamente, la nota preliminar a la novela: “En estas páginas narro los hechos tal como fueron documentados. Me limitaré a hilarlos con un ejercicio mínimo de imaginación.” ¡NO! ¡Pecado mortal triple! Toda obra es fantástica, por tanto sus personajes también lo son y sus hechos. No se puede tomar este libro como historia (incluso siendo novela histórica) sino como fantasía. Siempre. ¡Siempre! Es regla de teoría literaria... yo creo que los editores lo sabían, pero como es best seller lo pasan por alto. ¡Ainch! Mi profesor de literatura daría un discurso largo sobre esto. Aparte - rescatando el libro de mis propias críticas - y como dije antes, toma la historia y lo femenino, además del mismo personaje de Inés, al que los historiadores machistas nunca tomaron en cuenta. Ahora leeré otro librillo de La Tercera, esta vez de Pedro de Valdivia para instruirme un poco más del tema, y seguiré en mi lucha con La Araucana, además de leer un poco de una enciclopedia de literatura que rapté de mi casa. Me ha interesado a propósito el personaje de Lautaro, así que tal vez me aventure con Lautaro, joven libertador de Arauco de Fernando Alegría. Pero al menos con el libro de Inés ya terminé con mis libros sobre Hispanoamérica, así que debería seguir con La Celestina de Fernando de Rojas. Pero me llama más la narrativa. es más, como les comenté, planeo comprarme la novela: La casa de los espíritus, y conseguirme el de Marco Polo (éste último, sin embargo, parece más difícil de conseguir) pero me serviría para complementar mis lecturas de Hispanoamerica.
¡Nah! Excusa barata, ja ja. Ya les comentaré. Gracias por leer a los que leyeron hasta el final *-*, viva la literatura. PD: A todo esto, debo trabajar haciendo fichas de los libros ya leídos. Eso no me anima mucho, pero es necesario aunque no se note. No soy computadora y me olvido de los detalles.
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