It’s been a journey so far but we are not done just yet.
Last active 60 minutes ago
Don't wanna be here? Send us removal request.
Text

En el sueño, la pista estaba cubierta por una neblina espesa que no dejaba ver más allá de unos metros. Checo escuchaba el rugido de los motores, pero no podía distinguir dónde estaba Max. De pronto, un estruendo metálico retumbó, como si el aire mismo se hubiera quebrado. Entre la bruma, aparecía una figura —el padre de Max— caminando hacia él, con una sonrisa seca, fría.
—Te advertí que esto pasaría si te metías en nuestra familia —murmuraba, pero su voz no parecía venir de su boca, sino del eco alrededor—. Ahora lo perderás todo.
Antes de que pudiera responder, una silueta caída en el asfalto, inerte, hacía que el pecho de Checo se apretara. Intentó correr, pero el piso parecía de lodo, cada paso más lento, más pesado, hasta que… silencio. Solo el frío.
Checo abrió los ojos. Ningún sobresalto, ningún jadeo dramático, solo un hueco incómodo en el estómago. Giró la cabeza. Patito dormía abrazado a su peluche favorito, Max respiraba profundamente con el brazo extendido hacia él. Todo estaba bien… pero no se sentía así.
Se deslizó con cuidado fuera de la cama, en silencio, para no despertar a ninguno de los dos. Caminó descalzo hasta la cocina, encendiendo solo la luz más tenue. No quería pensar. No quería recordar el sueño.
Abrió la despensa y tomó una tableta de chocolate. El primer trozo se derritió en su boca mientras apoyaba la espalda contra la encimera. Masticar despacio era mejor que llorar. Afuera, la madrugada seguía oscura, y en casa, el silencio pesaba como si guardara secretos que él no quería escuchar.
- Creo… que prepararé panqueques -Susurra para sí mismo mientras sus ojos se ponen aguados.
0 notes
Text


El zumbido de los motores en los garajes era como una sinfonía familiar que había extrañado más de lo que estaba dispuesta a admitir. Chequita ajustó las gafas de sol en su cabeza y bajó del auto con una sonrisa tenue, elegante pero sin exagerar. Vestía un conjunto sencillo y funcional, diseñado por ella misma: pantalones de lino beige, una blusa rosa pastel con detalles técnicos inspirados en aerodinámica, también una gorra con el número de su hermano, blanca con toques rosados, y un bolso cruzado de cuero blanco con bordes reflectantes. Profesional, moderna, y sin perder ese toque delicado que la caracterizaba.
- Mira quién volvió! —gritó uno de los mecánicos de la escudería al verla caminar por el paddock.
- No hagan tanto escándalo —rió Toño, bajando detrás de ella—, sólo se fue a sacar un título.
- Y volvió con uno en la mano —respondió ella, sacando su acreditación de profesional con orgullo—. Ahora sí puedo criticar los alerones sin que nadie me calle.
Su sonrisa se amplió al sentir nuevamente ese ambiente vibrante, el olor a caucho quemado y gasolina, los colores de los monos de los pilotos, las herramientas en movimiento, los técnicos corriendo de un lado a otro… Era su segundo hogar, aunque no había estado ahí el último año. Entre planos, presentaciones y desvelos, había sacrificado más de una carrera para terminar su tesis. Pero había valido la pena.
- Nerviosa? —preguntó Toño mientras caminaban juntos hacia el hospitality
- No… es como volver de unas vacaciones, solo que quiero terminar de aprender aquí antes de mostrarle a alguien mis diseños… -
- Pero los estuviste mandando ¿no? No importa si no es mi equipo, Chequita el que tú quieras -
- Pues si… unos a Aston Marin, Ferrari… hasta Red Bull, pero ahora que empieza la temporada no los mirarán, quizás luego… ahora no te preocupes por mi y ve a prepararte, no quiero que me avergüences en la pista eh -
Se detuvo justo antes de cruzar la puerta del hospitality y miró a su hermano una vez más.
- Gracias por traerme contigo. Este… este mundo también es mío, Toño.
- Siempre lo fue, hermanita… ahora no vayas a estar coqueteando con mis contrincantes eh - le dijo cruzándole el brazo por los hombros.
- Nunca he hecho eso, pendejo -
Chequita no lo sabía —o prefería no saberlo—, pero desde que volvió al paddock, varios ojos se posaban en ella cada vez que cruzaba el pasillo, cada vez que alzaba la vista de sus planos o simplemente sonreía al recibir una taza de café.
Ella, siempre serena, no parecía tener conciencia del pequeño revuelo que provocaba con su sola presencia. En medio de un mundo de ritmo frenético, donde predominaban manos manchadas de grasa, voces firmes y mentes ocupadas, ella era una especie de respiro suave, un contraste inesperado.
Era ingeniera, sí. Capaz, detallista, rigurosa. Pero también era una joven que adoraba el rosa, que aún llevaba un lazo en la muñeca, que organizaba sus documentos con papeles perfumados y que prefería las plumas con tinta brillante.
Y aunque ella se mantenía concentrada en lo suyo, sin buscar atenciones, no notaba —o simplemente no quería notar— que ciertos ojos, intensos como el mar en tormenta o tranquilos como una bahía profunda, la seguían con más detenimiento que los demás.
@max-emilianrp
39 notes
·
View notes
Text

Su esposo tiene una extraña fijación con cositas poco comunes, como la tortuga que le regalaron a Kimi, esa de crochet, había visto como se emocionaba al saber de aquel ser…
También con los juguetes de Patito, se tardaban horas en la juguetería no por el infante, este se conformaba con cualquier cosa colorida, pero Max analizaba todo, cada sonido o color, y Checo… Checo simplemente era feliz de verlo así.
Sabe que no tuvo una buena infancia, lo que tuvo no se le puede llamar infancia y ahora que es independiente siente que Max se da permiso de ser un niño, por lo menos un rato… y Checo haría lo que sea por qué su esposo sea feliz, no hay nadie que le impida ser feliz y hoy en una Ida al supermercado encontró un extraño juguete, le hablas y te imita… Checo supo que tenía que llevarlo a casa.
Lo pagó e hizo que lo envuelvan en papel regalo, luego volvió a casa y ve que Max no ha llegado del paddock al que se llevó a patito a “explorar”, mejor, tiene tiempos de cocinar un poco, y decide dejar el regalo en la cama, con una nota.
“Para el amor de mi vida, espero te guste. C.”
@max-emilianrp
3 notes
·
View notes
Text


El polvo se colaba por las ventanillas abiertas del todoterreno negro, y Checo ya había apretado tres veces el botón de subirlas… sin éxito. Su papá conducía sin inmutarse, hablando con entusiasmo sobre “volver a las raíces”, “tierra fértil” y “desconexión”, mientras el joven apenas podía dejar de mirar con horror sus zapatillas blancas importadas, ahora con una capa marrón claro de polvo del camino.
- Papá… ¿en serio esto es necesario? —preguntó, acomodándose los lentes de sol y sacudiendo con un pañuelo de seda su manga rosa pálido—. Puedo apoyarte con lo del rancho desde la ciudad… sin… esto.
- Checo, ya basta —respondió el hombre, sin mirarlo siquiera—. Unas semanas acá te van a hacer bien. Aire puro, sin entregas de ropa, sin pedidos de sushi a las tres de la mañana, y sin tarjetas de crédito congeladas por gastos absurdos.
Checo bufó bajito. Él no era absurdo. Solo era refinado. Estético. Civilizado.
La camioneta frenó con un leve chirrido frente a una enorme casa de madera, rústica y elegante a su manera. Gallinas cruzaban despreocupadas el patio, un perro ladraba a lo lejos, y unos cuantos hombres trabajaban cerca del granero, sudorosos bajo el sol del mediodía.
Del asiento trasero bajó una figura que no encajaba en absoluto con el paisaje. Sergio, o Checo para los pocos que se lo habían ganado, descendió con cuidado, sosteniendo su bolso de diseñador con una mano y bajando con la otra su pantalón claro para que no se arrugara. Llevaba una camisa de lino perfectamente planchada y gafas de sol que no ocultaban su expresión serena… pero claramente desconcertada.
Observó el entorno con una sonrisa pequeña, tímida y diplomática, a pesar de su apariencia y quejas con su padre, Checo no era maleducado, no mostraría que “le da cosa” estar en medio de tanta tierra y “naturaleza”.
- Qué… lindo todo —dijo con voz tranquila, aunque el calor y el aroma de ganado lo golpearon sin aviso.
Y entonces lo vio.
Un vaquero.
Literal.
Camisa abierta hasta la mitad, revelando un torso bronceado y musculoso. Jeans gastados, botas llenas de polvo, y un sombrero que ocultaba parcialmente su cabello rubio. Estaba bebiendo agua desde una cantimplora, y al verlos llegar, levantó la vista con una media sonrisa ladeada.
Checo no supo si era por el calor o por otra cosa, pero sintió que sus mejillas se calentaban.
- Ah, ahí está uno de mis mejores hombres —dijo su padre bajando del vehículo—. ¡Max! Ven, quiero presentarte a mi hijo.
El vaquero caminó con calma hacia ellos, con la confianza de quien domina el terreno bajo sus pies. Y al llegar frente a Checo, se quitó el sombrero, mostrando unos ojos azules como cielo despejado.
- Un placer… - atinó a decir el moreno, no pensaba encontrarse con tesoros en medio de tanta tierra y he aquí… un hombre hecho de oro puro.
@max-emilianrp
67 notes
·
View notes
Text

No sé por qué Max le sacó el dedo al gran Brad Pitt, si es un actorazo
/confundido e inocente
8 notes
·
View notes
Text

Como cuando te haces la víctima con tu esposo, llorando y culpando al embarazo… pero gracias a eso consigues todo lo que quieres ✨
5 notes
·
View notes
Text
Sergio “Checo” Pérez tiene 37 años y lleva ya más de una década retirado del bullicio del mundo moderno. Antes, fue un renombrado biólogo de campo, especializado en conservación animal. Su trabajo lo llevó a recorrer selvas, desiertos, y montañas, ya había llenado esa casilla de superación personal… ahora deseaba descansar.
Checo se levanta con el sol.
Hace su café o su té de canela, se sienta en el porche a escuchar a los pájaros. Camina por el bosque con una libreta de notas, siempre atento a rastros, huellas o sonidos.
Tiene un cuaderno de campo donde registra cada encuentro animal, por simple que sea.
Cada tanto, alguien del pueblo más cercano le deja provisiones en la verja, a cambio de ungüentos curativos que él mismo elabora.
Tiene una bicicleta oxidada, una red para pescar y muchas mantas tejidas a mano.
Nunca tuvo pareja formal.
No porque no pudiera, sino porque la vida —como él mismo dice— “no le dio respiro” y ahora era muy tarde para encontrar a su alma gemela, el vivir en un mundo de híbridos era un poco difícil, muchas restricciones… miradas que juzgan… no está para eso ahora.
Pero ahora, en su retiro, la soledad no le pesa, aunque hay noches donde el silencio es tan profundo que incluso el viento parece un visitante ruidoso.
Y es justo en ese silencio…
donde un día escuchó pasos pesados entre los árboles.
El tipo de sonido que le hacía alzar una ceja y dejar su taza sobre la repisa con calma… pero con el instinto del científico que aún llevaba dentro.
Salió al porche, sus botas crujieron sobre las hojas húmedas.
Y entonces lo vio.
Entre la neblina, arrastrando una pata ensangrentada, un león inmenso. Su pelaje dorado estaba manchado por tierra y sangre seca. Su cuerpo poderoso apenas sostenía el peso de sí mismo. Pero lo que más impactaba no era el tamaño. Era su mirada.
Dura. Fiera. Cansada.
Y sin embargo, inteligente.
- Ah carajo… —susurró Checo, con una mezcla de asombro y precaución. Se quedó quieto, no quería parecer una amenaza.
El león gruñó suavemente, sin mostrar colmillos. Su mirada lo evaluaba.
No era normal. No era un animal cualquiera. Había algo más, no sabía si era un híbrido o no… pero estaba herido, sea lo que sea… lo iba a ayudar.
- ¿Qué te pasó, amigo? —dijo Checo en voz baja, sin acercarse aún—. Estás herido. ¿Puedo ayudarte?
@max-emilianrp


70 notes
·
View notes
Text


Checo vivía entre aguas claras y corrientes suaves, donde el mar Mediterráneo lamía las piedras con ternura y los rayos del sol atravesaban la superficie como hilos dorados. No era un tritón como los de las historias antiguas, esos que cantaban para arrastrar barcos al fondo del océano. Checo cantaba, sí, pero para sí mismo, mientras recogía conchas abiertas por la marea o cazaba peces plateados con un movimiento ágil de su cola… dijo que su voz, la que es mágica la guardaría para su destinado… para el amor de su vida…
Tenía escamas color camuflado, azul, toques celestes y plateado, sin faltar un toque de verde con escamas color doradas regadas por partes, combinando con sus pecas, que brillaban más bajo la luz de la luna. Sus ojos, grandes y expresivos, guardaban la calma de las profundidades, pero también el fuego curioso de quien siempre quiere ver más, adoraba el mar, pero también le llamaba la atención tierra firme.
Vivía con Carlos, otra criatura marina —más recio, más reservado, con una paciencia que lo hacía parecer mayor aunque sus colmillos fueran igual de afilados. Carlos era como un hermano mayor, un guardián de reglas suaves: no subas demasiado. No te acerques tanto. No hables con los humanos, lo cuidaba mucho y lo aprecia siempre…
En las tardes nadaba cerca de la costa, donde el agua olía a sal y a madera vieja. Tenía escondites bajo los muelles, entre las cavernas llenas de objetos perdidos: horquillas oxidadas, cucharas dobladas, fragmentos de platos y anillos sin dueño. Los coleccionaba en su gruta, una especie de nido marino decorado con guirnaldas de conchas y redes flotantes que usaba como cortinas. Allí tenía su rincón favorito, una repisa de piedra donde ordenaba todo por color y tamaño. Nadie debía tocar sus cosas —ni siquiera Carlos.
Pero lo que más le gustaba a Checo, por encima de todo, era observar a los humanos, los encontraba entretenidos y complejos.
Se escondía tras las rocas y los restos de embarcaciones hundidas, y miraba cómo ellos reían, lloraban, cargaban cestas, discutían por peces y bailaban en la arena sin razón aparente. Le encantaban los sombreros de paja, aprender nuevas palabras e idiomas…
Hoy era uno de esos días perfectos para los “pescadores” no sabe porqué pero este género le gustaba más que aquellas de pelo largo y voz suave… algo siempre le llamo la atención de ellos… hasta que lo vio.
Un pescador solitario, de esos que Checo nunca había notado antes entre la multitud bulliciosa. Pero éste no se movía como los demás. Había en él algo pausado, algo quieto, como si no tuviera prisa de volver a tierra firme.
Su cabello era rubio, pero no del tono común, sino de ese dorado pálido que solo tienen los rayos del sol cuando rozan la arena caliente. Estaba despeinado por la brisa marina, y aún así, cada mechón parecía pertenecer justo ahí, como si el viento supiera respetarlo, supiera peinarlo y ponerlo bonito.
Sus ojos… oh, sus ojos. Eran el color del mar justo antes de una tormenta: azules, pero profundos, con toque de gris quizás o era que cambiaban de color con el sol. Checo sintió que le faltaba el aire, como si sus branquias olvidaran funcionar un instante.
Su piel, blanca como las conchas que dormían en la orilla, en lo caliente de la arena, estaba salpicada de pequeños toques dorados por el sol. Y en sus brazos, al levantar una red húmeda, se notaban cicatrices suaves, líneas de una vida dura, pero real, se veía… delicioso.
Checo no podía moverse. Nunca había visto a un humano tan de cerca, tan solo, tan hermoso. Todo en él era simple, no había rasgo diferente de otro humano… y sin embargo parecía hecho de algo que no pertenecía a la tierra ni al mar... algo que… le pertenecía a Checo.
- Es mío… -
@max-emilianrp
71 notes
·
View notes
Text

Tokio vibraba con vida propia apenas el sol se retiraba tras los rascacielos. Las avenidas se llenaban de un resplandor multicolor, donde los carteles de neón parpadeaban con una cadencia hipnótica: azules intensos, rosas imposibles, verdes radioactivos que bañaban la ciudad en un futurismo retro, casi onírico. Parecía que cada letrero intentaba ganar la guerra de tu atención.
Checo miraba por la ventana del taxi, los ojos abiertos de par en par. Aunque ya había estado allí antes, algo era distinto esta vez. Tal vez era la compañía, tal vez el secreto que ambos compartían. Tal vez ese cosquilleo constante en el estómago que no tenía nada que ver con el sushi.
Al pasar por Shibuya, la famosa intersección se iluminaba como un tablero de videojuego. Multitudes cruzaban en todas direcciones con precisión sincronizada, como si fueran parte de una coreografía ensayada durante siglos. Desde algún rincón, la melodía chillona de un arcade flotaba en el aire, mezclándose con los anuncios digitales y la música J-pop que escapaba de tiendas de discos aún abiertas.
Pero en el día no tuvieron un solo minuto para poder estar juntos… hasta que Checo se dio cuenta que por marketing no va a pasar, él tiene que poner las manos a la obra.
Mientras eran entrevistados miraba su celular organizando una noche entera para Max y él… la iban a pasar súper, pero no quería esperar a la noche, ya cuando ambos estén cansados del día, claro que lo disfrutaría pues generalmente duermen juntos, pero pasar tiempo juntos durmiendo no es tan divertido en Japón… así que tomó la decisión de escapar…
Había reservado un karaoke privado, sushi deluxe con la maxima discreción, bebidas japonesas entre otras cosas, adora eso de Japón, respetan al pie de la letra sus deseos.
Y entonces era hora, cambio de escenario, algunos otros compañeros corredores se iban a unir a las actividades y no se fijaban en ellos, Checo lo tomó de la mano discretamente y lo jaló tras bambalinas.
- Shh… vámonos, tengo algo planeado… parte de atrás del baño, auto azul placa 3311.. te espero - le besa su mejilla y se va rápido para salir primero y no llamar la atención al salir ambos… les esperaba un recuerdo solo de ellos dos.
@max-emilianrp
26 notes
·
View notes
Text


Sergio caminaba entre los trailers de Cadillac con la cabeza en alto, los lentes oscuros como escudo, el mono nuevo ajustado con orgullo. Azul profundo con detalles dorado, no venía en paz, venía con una espada filosa lista para cumplir con su tarea.
Cada paso era un mensaje. Cada mirada que no evitaba, un recordatorio.
Sergio Pérez volvió y esta ves solo, no había marketing, no habían dinámicas, por el deporte obviamente necesitaba un compañero pero su compañero entendía perfectamente la posición de Checo… netamente profesionalismo y amistad a cierto nivel fuera de cámaras…
Las cámaras lo seguían, los murmullos lo precedían. “¿Viste quién volvió?” “¿Será que tiene algo contra Red Bull?” “¿Crees que pueda ganar?” “¿Y Max… sabrá?”
Solo pensar su nombre le apretaba el pecho. No había olvido posible. Solo una herida abierta, palpitante, maquillada con ambición y con… indiferencia, pero está herida sangraba hoy más que nunca.
Porque cuando lo echaron, él no dijo nada. No lo defendió. No movió un maldito dedo. Lo que más le dolió no fue que no lo haya ayudado en el ámbito laboral… fue que Max no luchó por su corazón… una vez Red Bull lo “dejó ir” fue como si Max nunca hubiera existido…
Y eso… eso Checo no lo podía perdonar, ni tampoco podía dejar que se vuelva a repetir.
Aunque todavía lo amaba con cada fibra de su alma, para su desgracia el rubio nunca salió de su mente o su corazón, si así iban a ser las cosas la verdad que espera poder crear un borrador de memorias para no recordar quién es Max Verstappen, lo que le hizo y cómo es que duele… para empezar de 0, para que no sea como una puñalada cada que vaya a verlo en el paddock.
Entró al garaje de Cadillac sin mirar atrás. Las pantallas ya mostraban las prácticas, los autos en pista, todo estaba listo, Checo entrenó como nunca, sudó sangre y hoy… hoy lo va a demostrar, no sólo a Max, no sólo a Red Bull, que se equivocaron, se lo mostrará al mundo.
—¿Listo para destrozarlos? —le preguntó su ingeniero, un nuevo equipo, todo nuevo
Checo sonrió con frialdad, si bien seguía siendo amigable y amable con todos… esta vez no era sólo él, ahora lo cubría una coraza muy gruesa y poderosa… no iba a permitir que lo vuelvan a lastimar como lo hicieron en Red Bull.
—No vine a competir. Vine a dejar en claro quién soy… pero te tomo la palabra, que muerdan el polvo .
@max-emilianrp
65 notes
·
View notes
Text


Las luces del circuito lo cegaban por momentos, pero no podía dejar de sonreír. Aún con el casco en la mano y el corazón martillándole el pecho, Sergio Pérez apenas podía creer lo que acababa de pasar… estaba en medio de los grandes en el podio, en el primero… sus ojos brillaban con lágrimas llenas de felicidad.
La carrera fue intensa, el ritmo frenético y la presión abrumadora, pero cuando cruzó la línea de meta, todo se detuvo. Por fin le demostraba al mundo y a estos corredores séniors que es merecedor de estar en este lugar, que pertenece detrás del volante.
Cuando bajó del podio, la ola de felicitaciones lo abrumó, estaba empapado de champaña y risas que no paraban de salir de sus labios, sacudía un poco el pelo y acomoda su ropa… no sabía que esos pequeños gestos estaban trazando su futuro, que alguien lo estaba observando ya no de lejos…
El propio Max Verstappen. Campeón múltiple. Ídolo de infancia. El tipo que había dominado el deporte desde que Checo tenía uso de razón, se había acercado a él con la calidez de un sol.
—Buena carrera, Pérez —le dijo, con una expresión difícil de leer.
Checo se rió, algo sonrojado no sólo por tenerlo en frente, a su ídolo, y respondió con nerviosismo cargado de emoción y euforia.
—Gracias… ¡eso significa mucho, de verdad!
Y lo decía en serio. Para él, ese era uno de los mayores reconocimientos posibles. Max lo había notado y felicitado, puso su mano en su hombro. Lo tomó como un hito más en su carrera. Otro logro que marcaría para recordar, el pequeño mexicano de 17 años acababa de ganar algo mas que una carrera aunque no se haya dado ni cuenta.
Sus amigos igual lo estaban abrazando y casi que lo alzan en sus hombros, era un día hermoso, le pusieron un sombrero de mariachi e inició la sesión de fotos y sonrisas infinitas…
@max-emilianrp
65 notes
·
View notes
Text

Estaba belicoso, mucho, es que había empezado el día de forma maravillosa, durmió bien, desayunó aún mejor y ahora estaba con toda la energía, risueño y dando los buenos días a todos… a costas de que sabe que eso le molesta a su tan celoso compañero… justamente lo hace por eso…
Es por eso que llega al taller ya con su uniforme y saluda a otros corredores que pasan por ahí con alegría, incluso… abrazando a dos de ellos, bueno la verdad no los veía hace mucho y el abrazo era merecido, no iba en su plan pero se alineó perfecto con la llegada de Max… Checo sólo pudo hacer una cara graciosa ante la situación pues ya sabe lo que se venía.
- Ay señor…
@max-emilianrp
19 notes
·
View notes