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CODEX MENTIS
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codexmentis · 1 year ago
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El Libro Negro: III
El cambio de puesto ha incluido un traslado de edificio. Es un bloque de hormigón rectangular, el anterior también lo era, pero este es más pequeño.
A la derecha de la entrada, siguiendo por la misma acera, hay un cartel publicitario desproporcionadamente grande, es como esos que colocan en los márgenes de la autopista, solo que en una calle cualquiera. En él puede leerse "¿Te imaginas un SEXSHOP en el Pibo? Ven a descubrirlo", junto al letrero se perfila la silueta de una chica vestida tan solo con tirantes y una chistera.
Siguiendo un poco más adelante hay un parking de caravanas, estamos en diciembre, así que permanecen aquí aparcadas esperando los meses estivales, parece un rebaño de búfalos blancos dormitando. Obviamente no suele haber mucho movimiento dentro, aunque la otra tarde vi a unos niños jugar entre los vehículos, supongo que serían los hijos de algún usuario. Cuando estoy trabajando tengo una vista privilegiada de todas ellas por la ventana que tengo justo a la derecha de mi puesto en la segunda planta. A veces me entretengo leyendo sus matrículas, una de ellas tiene escrito encima "El Abuelete".
Si se anda un poco más se llega a una tienda de chinos, regentada por chinos quiero decir. Tiene un flujo constante de clientes. "Hay que ver, tienen de todo vamos", es una frase recurrente en el interior. Cuando era niño, el equivalente a estos comercios eran las tiendas de "todo a 100", nosotros las llamábamos "los 20 duros". En aquel tiempo eran regentadas por vecinos, recuerdo que había una especie de acuerdo entre mi madre y yo, que consistía en acudir los fines de semana a una de estas tiendas parar comprarme algún juguete, el desembolso no era muy elevado e imagino que le compensaba la ilusión con la que acudía a nuestra cita semanal. El expositor de juguetes cambiaba cada pocas semanas y de este modo, iban definiendo la moda lúdica de los críos de la zona, desde excentricidades kitsch como la pegajosa mano loca o el muelle de colores, hasta artículos vintage como la peonza. En cierto modo, era como una suerte de sistema infantil de medición del tiempo, recuerdo por ejemplo que en la era de los Tamagochis falsos un chico se metió en líos por colarse en el baño de las chicas del colegio y asustarlas con una máscara de hockey, estuvo castigado hasta la era de los pomperos.
Recuerdo la ilusión de saber que cuando saliese de aquella tienda, tendría algún juguete nuevo. Hubo una época en la que la novedad eran unos muñecos que me fascinaron especialmente, eran guerreros de lucha libre profesional, venían en un blister colorido en el que había dibujado un público jaleando un combate que tenía lugar entre dos excéntricos luchadores sobre un ring. Todas las figuras de acción tenían el mismo cuerpo, copiado del He-Man original de los masters del universo, incluso las botas y el calzón peludo a lo Conan el bárbaro. La excepción eran las cabezas, que cambiaban con cada modelo. Además, como accesorio traían unos cinturones de campeón. Todos con el suyo y todos el mismo. Siempre el mismo muñeco, distinto rostro, suficiente para incentivar el anhelo de poseer toda la colección.
Lo que sentía sin duda se encargó de imprimir todo aquello en mi memoria, las emociones son la tinta que fijan nuestros recuerdos.
Creo que llevo toda la vida intentando replicar esa emoción. Creo que lo que me estaban verdaderamente vendiendo era el deseo.
El interior del nuevo edificio donde trabajo no tiene ningún interés, un callcenter como cualquier otro.
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codexmentis · 1 year ago
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El Libro Negro: II
Escapar se ha convertido en una prioridad. Que no haya un lugar al que ir complica un poco las cosas.
Esto ha provocado que últimamente me marche unos días de casa más de lo habitual, son escapadas corporeas, sintomatología del deseo.
En la última ocasión conduje alrededor de una hora hasta llegar a una ruidosa rotonda, las indicaciones del GPS aseguraban que allí se encontraba el apartamento en el que pasaría el fin de semana, yo solo veía una gasolinera, por lo que me acerqué a preguntar. La tienda estaba repleta de gente comprando pan ¿A quien cojones se le ocurre que es una buena idea comprar pan en una gasolinera? Supongo que a los mismos que preparan la tortilla con patatas fritas de tipo chips. Detrás de la dependienta había otro empleado que introducía en un gran horno bandejas, apiladas unas sobre otras, repletas de baguetes congeladas, allí, a la vista de todos los clientes, cacareando sin pudor la porquería que estaba a punto de vender, mientras la fila obediente esperaba su turno para recibir su ración de bazofia.
Cuando la chica tuvo un repspiro de su pseudo panadería y se fijó en mi, le pregunté por los apartamentos y me respondió que esperase un segundo, me pidio el DNI, me extendió un formulario para que lo firmase y me entregó la llave del apartamento número 5.
El edificio estaba a una calle de distancia, al entrar en el portal me dio la bienvenida un fuerte olor a lejía, tan intenso que se me despejaron las fosas nasales. Subí las escaleras hasta el apartamento. Al entrar, el aroma anterior fue totalmente desplazado por un tufo insoportable a tabaco, era como si los dueños de aquel lugar, sabiendo lo que esperaba a los inquilinos, intentasen compensarlo con un absurdo exceso de desinfección en el rellano.
Las paredes tenían manchas, algunas parecían accidentales y otras con algún propósito, pero no fui capaz de deducirlo, ni tampoco como habían llegado hasta allí, la más llamativa era una de gran tamaño en el techo, junto a una esquina, era de humedad. El salón se componía de dos sofás colocados en ángulo recto, desiguales en tamaño, forma y estilo, el de la izquierda estaba cubierto por una tela blanca. En el centro, una mesa baja también de color blanco completaba el conjunto, intuyo que la más barata que encontraron en Ikea. Su superficie estaba abombada en algunas zonas por la humedad, creo que las manchas marrones eran de café, en una de las patas tenía quemaduras de cigarrillos, todo lo presidía una televisión, preferí usar mi tablet durante toda la estancia, era del mismo tamaño que la tele.
Para ir al baño había que subir un pequeño escalón lo suficientemente bajo para no ser evidente y lo necesariamente alto para tropezar con él, lo cual hice dos veces. Al mueble bajo del lavabo le faltaban las puertas, por lo que las cañerías estaban a la vista. La placa ducha tenía una gorda tira de silicona rodeando toda la zona que la unía al suelo, tosca, deforme y ennegrecida. Mientras meaba, vi salir de ella pequeños insectos alargados con antenitas, puede que fuesen crías de cucaracha, no estoy seguro, maté tres y me aguanté las ganas de cagar el resto del día.
En la habitación la barra que sujetaba las cortinas estaba vencida del lado derecho, sobresalía por ahí más de medio metro, la cama parecía limpia.
Tuve que comprar vasos, platos y cubiertos de plástico, después de ver el estado de los que había en la cocina me pareció lo más sensato. Cuando me dispuse a salir para buscarlos me fijé en un cartel junto a la puerta en el que aparecía el dibujo de un cigarrillo tachado con el mensaje "Prohibido fumar" escrito en grandes letras rojas.
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codexmentis · 1 year ago
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El Libro Negro: I
El contexto es hostil.
Me han desterrado en el trabajo a un puesto irrelevante, alejado de todo aquello que pudiese ser satisfactorio del anterior, y no es que antes ostentase el cargo de mis sueños, pero al menos era mejor que esto.
Nadie trabaja en el sector del callcenter por vocación. Cada cubículo, cada teclado, cada auricular encierra una historia de fracaso.
En las celdas del panal el tiempo está detenido. Lo irónico es que esta situación ha forzado que mi reloj vuelva a ponerse en marcha. He decidido escapar, pero tengo miedo al caos de ahí fuera y también a fallar de nuevo. Creo que cagarla otra vez sería para mi como cerrar el último candado de la cadena que sujeta mi pierna a esta mesa. Le tengo miedo al fracaso y al éxito. Le tengo miedo al cambio.
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codexmentis · 7 years ago
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Hello, World!
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