intrancexx
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Frustrated guitarist🐢
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intrancexx · 3 months ago
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happy june everybody i hope you get fucked and/or sucked this month
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intrancexx · 3 months ago
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Dicen que en el cielo hay millones de estrellas, pero yo solo necesito una para no perderme. Una que brille sin hacer ruido, que no compita con la luna ni con el sol, pero que está ahí, constante. Siempre ahí.
No eres la más ruidosa de la constelación, ni la que todos miran primero, pero para mí, eres la que guía. La que aparece cuando el mundo se oscurece y no encuentro el camino. A veces te escondes detrás de las nubes, como si quisieras darte un descanso, pero incluso entonces, yo sé que sigues brillando. Porque tú no sabes hacerlo de otra manera.
Has estado ahí en mis noches más largas, en mis tormentas, en mis silencios. Y aunque a veces me aleje o me distraiga mirando otros cielos, siempre termino volviendo la vista para buscarte en Sagitario. Porque tu luz no se me olvida. No se apaga. No se reemplaza.
Eres esa estrella que, aunque el tiempo pase, aunque el cielo cambie, sigue siendo hogar. Sigue siendo norte.
Así que pase lo que pase, aunque el universo se expanda y nuestras órbitas cambien, quiero que lo sepas con certeza:
you’ll always be my star.
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intrancexx · 3 months ago
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Mejor que sentir
Llega un punto en el que ya no espero consuelo de nadie. Ni de un abrazo, ni de una palabra, ni siquiera de mí. Solo pastillas. Pequeñas, redondas, frías. No prometen amor, no juran estar ahí para mí. Solo hacen su trabajo. Silenciosas. Eficientes. Y por eso confío en ellas más que en cualquier otra cosa.
He llegado a ese lugar donde el dolor no me duele como antes, duele más hondo, más lento, más constante. No se despega, un peso en el pecho que no se aligera con el tiempo. El tiempo no sana nada. Eso es mentira.
Y entonces…Una por la mañana. Otra por la noche. Algunas para dormir. Otras para no sentir. Y otras para seguir respirando sin que me queme el aire.
A veces llego a tal punto que pienso “una más”. Solo una más. Y cuando me doy cuenta ya van siete. Siete. Me las trago sin pensar, sin medir, sin querer calcular consecuencias. No sé si debería sentirme mal por eso. Sé que me puede joder a largo plazo, sé que no está bien. Pero, la verdad, como mucho me dará unas horas de calma. Como mucho, podré dormir tranquilo esta noche. Y ahora mismo, eso me basta.
Me preguntan qué hago. “¿Te estás tragando las pastillas como si fueran chuches?” Me dicen que tengo 17 años, que no debería tomármelas así porque sí. Que el dolor de cabeza no se me va a pasar tomando pastillas. Pero es que no es dolor de cabeza. Ojalá solo fuera dolor de cabeza. Ojalá fuera algo tan simple, tan físico, tan fácil de explicar. Pero no. Es otra cosa. Es este hueco que tengo dentro, esta angustia sin forma, este vacío que no se me llena con nada.
Esa vez…no lo planeé. Solo pasó. Sentí la somnolencia golpearme despacio, como una ola pesada. El cuerpo empezó a pesarme, me costaba mantenerme en pie, las piernas me temblaban. Me caía. Todo se sentía borroso. Lo notaba, sí, pero no como algo malo. No fue incómodo. Fue… como si todo lo malo se me fuese. Como si se evaporara. Porque de repente dejé de sentir. Solo quedaba el cuerpo entumecido, como si no fuera mío, como si flotara en algo espeso y silencioso. No había angustia. No había miedo. No había nada. Y en ese momento, ese vacío me pareció paz
He tocado fondo y no encuentro tierra, solo vacío. Un hueco en el que caigo una y otra vez. Y ahí abajo, en la oscuridad, no me alcanza nada. Ni la voz de quienes me quieren. Ni mis propios gritos.
A veces me miro al espejo y no reconozco al que tengo enfrente. Tengo los ojos apagados. La voz seca. Las manos frías. Y pienso que tal vez esto sea todo lo que soy ahora. Un cuerpo que sobrevive. Un cuerpo que finge. Que se arrastra en los días como si llevara un peso invisible encima. La gente me habla y asiento. Me preguntan si estoy bien y digo que sí. ¿Qué otra cosa voy a decir? Que todo me duele incluso cuando no hay razón, que quiero parar el mundo aunque sea un minuto, que no puedo más y tampoco sé cómo pedir ayuda sin sentirme débil.
Solo los químicos. Fríos, eficaces, sin juicio. Ellos no me preguntan por qué estoy así. No me piden que lo supere. No me dicen que hay gente “peor”. Y eso es todo lo que necesito a veces. Que algo me entienda sin decir una palabra. Que me abrace sin brazos, que me calle el ruido de adentro, aunque sea por unas horas.
No estoy bien. Y lo sé. Pero al menos, por ahora, estas me permiten parecerlo. Y eso, en estos días, es lo más cerca que estoy de sentirme vivo.
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intrancexx · 4 months ago
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Fa temps que sento coses que no sé com dir-te en persona. Em costa, però necessito fer-ho. No t’escric amb ràbia, sinó amb tristesa… amb ganes de recuperar una cosa que trobo molt a faltar.
Vull que tot sigui com abans. Vull que tu siguis com abans. Trobo molt a faltar aquells moments en què podíem parlant sense filtres, sense tensió. Enyoro quan sentia que estaves al meu costat, sense condicions, sense judicis.
Últimament noto una distància estranya. Que em mires diferent. Que em critiques més del que em parles. Que m’escoltes darrere les parets, però quan ens veiem fas com si res no passés. I això em fa mal. Perquè t’estimo, i m’importa molt més del que et penses el que tu puguis pensar de mi.
També em dol que a la mínima saltis. Sento que no puc parlar amb tu perquè et poses a la defensiva de seguida, i quan passa això, en comptes d’apropar-nos, em fas més mal. Hi ha coses que voldria dir-te, compartir amb tu, però moltes vegades em freno perquè no vull acabar discutint o fer-me sentir pitjor del que ja estic.
No m’agrada tampoc que, quan et busco, gairebé mai estiguis. Sempre estàs ocupada, o te’n vas, o tens una altra cosa a fer. I després, a sobre, em retreus que visc tancada, que semblo una “rata de cova”, que em podriré entre la meva pròpia merda… Paraules que em queden gravades, que fan mal, i que no em fan sortir de cap lloc, sinó enfonsar-me més.
Només vull que estiguem bé. Que em miris amb estima, no amb judici. Que em puguis dir el que penses, sí, però des de l’afecte, no des de la crítica constant. I que, sobretot, poguem parlar sense por, sense murs.
Tant de bo la teva visió meva canvii, de veritat. Perquè jo segueixo aquí, segueixo sent la mateixa, estimant-te com sempre. I esperant que puguem tornar a ser, encara que sigui una mica, com abans.
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intrancexx · 4 months ago
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No sé cuándo empezó todo esto, pero siento que ha sido siempre. Como si desde que tengo memoria, algo dentro de mí me dijera que no encajo, que estorbo, que sobro. Nunca me lo dijeron con palabras, pero tampoco hacía falta. Lo sentía. Se nota cuando la gente prefiere que te calles, cuando te miran sin verte, cuando esperás algo y nunca llega.
Y llega un punto en el que aprendes a tragarte todo. A sonreír, a decir “todo bien” aunque por dentro estés hecho polvo. Porque si lo muedtras incomodas. Y ya bastante es sentirte una mierda como para encima ser un problema para los demás.
Pero el cuerpo habla, ¿sabes? Y el mío empezó a gritar de formas que ni yo entendía del todo. No tenía cortes en los brazos, no tenía nada de eso que la gente suele asociar con el dolor. Por eso nadie me preguntaba nada. Nadie sospechaba. Pero eso no significa que no me estuviera rompiendo.
Me acuerdo de los guantes. Siempre con guantes, incluso en verano. Y nadie decía nada. Quizás pensaban que era alguna gilipollez mía. Pero no era por estilo. Durante una temporada, no me quitaba los guantes. Me daba igual. Lo que nadie veía eran los nudillos, quemados a medias, con la piel endurecida por el roce de la pared, por el calor del mechero. Había algo casi hipnótico en el momento exacto en el que la llama tocaba la piel. Solo un segundo. Lo justo para que doliera. Lo justo para sentir que estaba ahí.
También me pegaba en la cabeza. Me daba con la frente contra la pared, con los puños, lo que fuera. Me dejaba al borde del desmayo a veces. No era por morbo. Ni por querer matarme. Era porque necesitaba parar el ruido. Llegue hasta el punto de oir voces paralelas independientes a mi pensamiento, pensaba que me iba a volver loca.
Alguien me ofreció un cigarro. Yo tenía catorce. No lo dudé. Ni pregunté. Solo lo tomé, lo encendí y di una calada. Y fue como quitarme peso del pecho. Como si ese humo asfixiante se llevara algo que no podía decir en voz alta. Durante un tiempo fumé solo por eso. No por hábito. Por necesidad. Porque había días en los que solo quería desaparecer un poco.
Pero nadie dijo nada. Nadie jamás me preguntó si estaba bien. Y eso jode. Porque pareciera que si no tienes marcas visibles, si no sangras frente a los ojos de alguien, entonces no estás mal. Como si el dolor tuviera que venir con una estética determinada para que valga.
Yo también me hice mierda. Solo que de una forma que no se ve fácil. Y nadie me dijo nada. Jamás. Ni una pregunta. A veces pienso que la gente prefiere no saber. Es más fácil creer que alguien “está raro” a mirar de frente lo que está rompiéndose.
No tenía la estética del dolor que sale en las películas. No dejaba rastros rojos en los brazos ni notas de despedida. Un pequeño ritual de castigo que yo mismo iba repitiendo. No sé si esperando que alguien me parara, o porque en el fondo sentía que eso era lo único que merecía.
¿Y sabés qué? Estoy podrido. De tener que justificar lo que sentí. De tener que explicar que sí, que lo que hacía era hacerme daño aunque no pareciera. Que también tenía derecho a que alguien me viera. A que alguien me frenara.
Pero no pasó. Y no sé si me dolió más lo que me hice o lo solo que estuve cuando lo hacía.
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intrancexx · 4 months ago
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Cuando vuelve
Estoy despierto, tendido boca arriba sobre la cama. El ventilador gira sin intención, como si también estuviera cumpliendo con una rutina vacía. En la penumbra, todo se siente antiguo, usado, como si el tiempo se hubiese cansado de avanzar aquí dentro.
Y entonces vuelve a pasar.
La presión comienza en el pecho. Es sutil al principio, como si alguien colocara una mano apenas perceptible sobre mí. Luego crece, se expande, me aprieta el diafragma, me inmoviliza los brazos. No es una presión física.
Yo no tengo miedo. Ya no. Hace tiempo que me pasa esto y lucho.
El miedo requiere esperanza. Y a mí, la esperanza me abandonó en la primera visita.
No necesito girar la cabeza. Sé que está allí.
La figura se manifiesta como si siempre hubiese estado. Aparece en la esquina donde la sombra se vuelve más espesa. No tiene rostro, pero me mira. No tiene cuerpo, pero pesa. No habla con voz, pero sus palabras me llegan, sin pasar por el oído.
—Has vuelto —digo.
—No. Has bajado otra vez —responde.
Su voz, si pudiera llamarse así, es fría. No tiene compasión. Es la voz de una verdad que no necesita vestirse con flores.
—¿A qué he bajado?
—A ti. Al tú real. Al tú sin máscaras. El que solo aparece cuando estás inmóvil, obligado a escucharse.
Cierro los ojos, pero él no desaparece. Porque no está allá afuera. Está aquí dentro. Tan incrustado en mí como mis huesos. Una forma de todo lo que no he querido enfrentar.
—No puedo más —susurro, aunque sé que no hace falta.
—No es cierto. Puedes. Solo que ya no sabes por qué.
—Entonces dímelo.
—No es mi función darte motivos. Solo mostrarte lo que eres cuando se caen las explicaciones. Cuando ya no quedan espejos ni personas a quienes fingirles fuerza.
Silencio. Denso. No tenso, sino absoluto.
—He intentado cambiar —digo. No sé a quién se lo intento probar.
—Lo intentaste como quien intenta dormir recitando una lista de compras. Con miedo de tocar lo que realmente duele.
—¿Y qué es lo que duele?
—La idea de que todo esto sea exactamente lo que parece: una vida sin sentido, sostenida por pinzas cada vez más frágiles.
Me cuesta respirar. No porque él lo impida, sino porque cada palabra suya corta como un bisturí. Lo siento. Percibo el corte. Siento como si me corriera la sangre como un río por mi piel. Me llega a los labios, pero la sangre resulta ser salada.
Son mis lágrimas.
—A veces pienso en desaparecer —confieso, sin saber por qué.
—No necesitas desaparecer. Ya estás desapareciendo.
—¿Y entonces qué? ¿Qué se supone que haga?
Él se acerca. No camina, pero está más cerca. Lo percibo.
—Habla —dice—. Di lo que nunca dijiste. Nómbrate. Llámate por lo que realmente eres. Desnuda el dolor sin envolverlo en excusas. Porque lo que no se nombra, devora desde adentro.
—¿Y si no hay palabras?
—Entonces grita. Pero hazlo con verdad. Ya has callado suficiente.
El silencio vuelve, pero ahora hay algo distinto en él. No es solo vacío. Es espera. Como si el universo entero contuviera la respiración, esperando que yo dijera algo que me salve.
Pero no lo hago.
No por miedo.
Por agotamiento.
Y sin embargo, algo en mí entiende. No hay criatura en mi habitación. No hay algo externo. Él, esa figura sin rostro, soy yo. O más bien, es lo que queda de mí cuando se cae todo lo demás.
—¿Seguirás viniendo?
—Mientras sigas mintiéndote, sí.
—¿Y si dejo de hacerlo?
—Entonces me quedaré en silencio. No me iré. Pero ya no tendrás que temerme.
La presión comienza a disminuir. Siento los dedos. El pecho se libera. Vuelvo a respirar. La noche retoma su curso, como si nada hubiese ocurrido. Como si todo hubiese ocurrido dentro de un sueño del que no estoy seguro de haber despertado.
Abro los ojos. Estoy solo. O tan solo como siempre.
Pero hay una frase rondándome la boca. Una frase que no dije. Algo que no pronuncié.
No sé cuál es. Solo sé que la estoy buscando.
Y que cuando la encuentre, tal vez —solo tal vez— pueda empezar a dormir.
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intrancexx · 4 months ago
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Si fuera alguien
Si fuera alguien, quizá me verías, no como un eco, no como brisa, sino como carne, como presencia, como un susurro que deja herencia.
Si fuera alguien, tendría un nombre que no se olvida cuando se esconde, sería palabra que no se borra, sería la frase que nadie ignora.
Porque a veces siento, te soy sincero, que si mañana ya no estoy entero, el mundo sigue, ni se despeina, como si nunca ocupé mi silla.
Si fuera alguien, no dolería que el mundo pase y no me envíe ni una mirada, ni una señal, como si yo fuera algo casual.
Pero soy viento que no se siente, soy ese nadie entre tanta gente, soy lo que callan y no se recuerda, soy lo que existe si nadie observa.
Y sin embargo, sigo. No me rindo. Aunque invisible, aunque sin papel. No ser alguien pesa, no lo niego. Pero aún callado, me ahogo en él.
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intrancexx · 5 months ago
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“¿Y qué?”
Era un lunes cualquiera.
Un lunes igual a todos los lunes que hubo y que habrá.
A las 10:37, un chico se cayó por las escaleras del instituto.
Un mal paso. El típico resbalón absurdo. El ruido fue seco. Como un cuerpo que se convierte, por unos segundos, en pura cosa.
Quedó tirado abajo. Quieto. Mirando al techo gris.
Se llamaba Adrián.
Pero en ese momento daba igual cómo se llamara.
Pasaron dos alumnos por al lado.
—Se ha caído —dijo uno.
—Ya —respondió el otro.
Siguieron caminando.
Un profesor, desde arriba, lo vio.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ni bajó.
Adrián no respondió.
No porque no pudiera.
Sino porque, de repente, sintió que responder o no responder daba exactamente lo mismo.
Al rato pasó Laura, una chica de su clase.
Se quedó un segundo mirándolo.
—¿Te duele? —preguntó, más por decir algo que por interés real.
—No sé —dijo él.
—Pues levántate, ¿no?
—Ya.
Pero no se levantó.
Ella se fue.
Un auxiliar de limpieza pasó con un cubo.
Lo miró.
—¿Te has hecho daño?
—No sé.
—Pues si no te has muerto, muévete un poco, que molestas ahí tirado.
Adrián pensó: molesto.
Molestar por existir.
Molestar por estar.
Se incorporó despacio.
El suelo estaba frío.
Nadie lo había ayudado.
Nadie lo había insultado.
Nadie lo había salvado.
Nadie lo había humillado.
Nada.
Solo existía. Solo era un cuerpo más en medio de pasillos eternamente iguales.
Se limpió un poco el polvo.
Un último pensamiento le cruzó la cabeza. Plano. Desgastado.
“Y qué.”
Y siguió andando.
Como todos.
Como siempre.
Como nadie.
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intrancexx · 5 months ago
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“Porque podían”
—¿Así que me despiden? —preguntó Víctor, de pie frente al escritorio de su jefe.
Nadie lo había preparado para esa frase. Nadie le había avisado. Llevaba ocho años allí. Ocho años haciendo horas extra sin cobrar, aguantando broncas que no eran suyas, tapando errores de otros.
Ocho años tragando.
El jefe ni siquiera levantó la mirada del ordenador.
—Es lo que hay, Víctor. La empresa necesita renovarse. Gente más joven. Más perfil digital.
Víctor apretó los dientes.
—Llevo ocho años haciendo todo lo que me pidieron.
Silencio.
—Entraba antes. Salía después. Me comí proyectos de otros. Aguanté faltas de respeto. Renuncié a vacaciones. A fines de semana. ¿Y ahora me despiden… así?
El jefe se encogió de hombros, como si eso fuera respuesta suficiente.
—Es una decisión de arriba.
Mentira.
Lo sabían los dos.
No era por recorte. No era por presupuesto. No era por errores.
Era porque podían.
Porque era fácil. Porque Víctor no tenía a nadie detrás. Porque no era amigo de nadie importante. Porque no hacía ruido.
Solo trabajaba.
Solo cumplía.
Solo era prescindible.
—¿Algo más? —preguntó el jefe, ya molesto, ya impaciente.
Víctor lo miró. No con rabia. No con lágrimas. Con algo peor.
Con lucidez.
—Sí —dijo, al borde de la puerta—. No me echan porque lo merezca.
Pausa.
—Me echan porque pueden.
Y se fue.
Ni una mano en el hombro.
Ni un “gracias”.
Ni un “suerte”.
Nada.
Solo la realidad, seca y brutal: Lo hicieron porque podían.
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intrancexx · 5 months ago
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No sé
Me da repulsión decir no sé.
Me parece una mierda de respuesta.
Me da rabia.
Me hace sentir inútil.
Pero lo digo. Lo pienso. Lo vivo.
Todo el tiempo.
No sé qué hago. No sé qué quiero. No sé si quiero estar. No sé si me importa algo. No sé si algún día va a cambiar. No sé si quiero que cambie. Parezco alguien que no se toma en serio ni su propia existencia.
No sé.
Y lo odio.
Odio tener la cabeza llena de preguntas sin respuestas. Odio que me pregunten cosas y quedarme quieto, como un imbécil, con un no sé que no lleva a ningún lado.
Odio pensarlo tanto y no hacer nada.
Odio no saber si estoy buscando ayuda o atención o escape o nada.
Odio no saber por qué me sigo levantando todos los días si lo único que tengo claro es que no tengo nada claro.
Odio ser tan cobarde o tan estúpido o tan humano o lo que sea que sea esto.
Me da rabia no tener claro si quiero vivir o si me da exactamente igual morirme.
Y lo peor es que lo sé.
Sé que soy yo.
Sé que estoy metido en mi propia cabeza y no sé salir.
Pero igual digo no sé.
Porque no tengo otra cosa que decir.
Porque no quiero decir “quiero irme.”
Porque no quiero decir “quiero desaparecer.”
Porque no quiero decir “me da igual todo.”
Porque decir no sé es más fácil. Más corto. Más limpio.
Pero no es verdad.
Y me da asco.
Y me da rabia.
Y me da vergüenza.
Porque sí sé.
Sé que estoy cansado.
Sé que estoy harto.
Sé que no tengo respuestas.
Sé que no tengo soluciones.
Sé que estoy; respirando, existiendo, acumulando días que no siento míos.
Sé que pienso lo mismo siempre.
Sé que no lo digo.
Sé que no lo hago.
Sé que sigo.
Sé que me callo.
Y después, cuando alguien pregunta, cuando alguien mira, cuando alguien insiste…
Digo no sé.
Como un cobarde.
Como siempre.
No sé.
Y aunque odie decir no sé.
Supongo que lo peor de todo es que…
NO SÉ.
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intrancexx · 5 months ago
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Odiarme a mí mismo no pasó de golpe.
Fue un proceso lento, silencioso, casi invisible.
Empezó con las palabras de otros,
con las miradas que me pesaban en la espalda,
con los errores que se me quedaron pegados en la piel.
Al principio pensé que daba igual.
Que esas cosas no me afectaban,
que podía seguir como si nada.
Pero un día, sin darme cuenta,
las voces de los demás se mezclaron con la mía,
y de repente ya no necesité que nadie me dijera nada.
Yo solito me destruí.
Me miro al espejo y ni siquiera veo a una persona,
veo una lista de fallos,
de cosas que sobran,
de momentos en los que pude ser mejor y no lo fui.
Cada error, cada decepción, cada burla se me queda adentro,
como brasas que no se apagan nunca.
Y cuando intento hacer algo bien,
cuando me atrevo a querer un poco más,
todo lo que he acumulado me quema otra vez.
“Qué asco doy como persona.”
Me lo repito hasta que se siente cierto.
Hasta que llega un punto en el que ni siquiera me pregunto si es verdad,
porque ya lo he asumido como parte de mí.
Como si odiarme fuera lo único que sé hacer bien.
Y entonces me aíslo.
Porque, ¿para qué intentar que alguien me entienda?
Si ni yo mismo me soporto, ¿cómo espero que lo hagan los demás?
Me acostumbro a estar solo, aunque duela.
Porque al menos así nadie más puede hacerme daño.
Porque ya me han quemado suficiente,
y prefiero ser yo quien avive el fuego antes de dejar que lo haga otro.
Y empiezo a hacer la lista.
Me odio cuando como,
me odio cuando no como,
me odio cuando hablo demasiado,
me odio cuando no sé qué decir.
Me odio cuando intento encajar y no funciona,
me odio cuando no intento y siento que es mi culpa.
Me odio cuando me miro al espejo,
me odio cuando evito mirarme.
Me odio cuando quiero ayuda,
me odio cuando no la pido.
Me odio cuando fallo,
me odio cuando me esfuerzo y sigue sin ser suficiente.
Y un día, cuando todo pesa demasiado,
cuando ya no puedo guardármelo más,
lo suelto.
Se lo digo a alguien.
No todo, pero lo suficiente.
“Me odio y no me aguanto.”
Espero…
espero que tal vez lo entiendan,
que digan algo que haga que duela un poco menos.
Pero lo que dicen es peor.
“No digas tonterías.”
“Hay gente que la pasa peor.”
Me río, finjo que fue solo un comentario sin importancia,
como si no me estuviera ahogando en mi propia cabeza.
Como si cada día no fuera una batalla que siempre pierdo.
Y me prometo que no lo volveré a decir.
Y así pasan los días.
Algunos en los que me odio tanto que apenas puedo moverme,
otros en los que lo ignoro,
y otros en los que casi me convenzo
de que tal vez no soy tan horrible como creo.
A veces, en los pocos momentos de calma,
me pregunto si todo esto tiene que ser así.
Si en algún rincón de mí queda algo que valga la pena.
Si es posible que algún día deje de odiarme.
Si alguna vez podré ver lo que los demás ven en mí,
si es que alguna vez vieron algo.
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intrancexx · 6 months ago
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Oto
Oto nació en una caja de cartón, en un rincón húmedo de la ciudad. Era un cachorro cualquiera, con el pelaje desordenado y los ojos grandes y curiosos. Desde el principio, lo movieron de un lado a otro como si fuera un objeto sin dueño.
Primero, un niño lo llevó a casa, pero su madre dijo que no podían tenerlo. Lo dejaron en la calle otra vez. Luego, un hombre lo recogió y lo usó para atraer clientes a su puesto de mercado. Cuando dejó de ser tierno, lo echó.
Pasó de mano en mano. Un grupo de niños lo ató a una cuerda y lo hizo correr hasta el cansancio. Un borracho lo agarró un día, le dio sobras y luego lo espantó a patadas. Un adolescente lo usó para impresionar a una chica, pero cuando ella perdió interés, lo abandonó en un parque.
Oto creció sin entender por qué siempre terminaba así. ¿Había hecho algo malo? ¿Era su culpa? Cada vez que alguien se acercaba con una sonrisa, movía la cola con miedo. Cada vez que le daban comida, comía rápido, como si fuera la última vez.
Un día, una anciana lo vio temblando bajo la lluvia y lo llamó con dulzura. Oto dudó. Algo dentro de él quería correr, huir antes de que lo usaran de nuevo. Pero la voz de la mujer era distinta.
Esa noche, por primera vez, durmió bajo un techo sin miedo a que lo echaran al amanecer.
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intrancexx · 7 months ago
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Ser menos para que te quieran más
Al principio, no parece gran cosa. Solo son detalles. Dejas de hablar tanto porque te interrumpen o nadie muestra interés. Cambias tu forma de vestir porque alguien hizo un comentario y no quieres que se repita. Aprendes a medir tus reacciones, a suavizar tus opiniones, a esconder las cosas que realmente te importan. No porque quieras, sino porque cada vez que has sido completamente tú, has sentido que sobrabas.
Si alguna vez intentaste decir lo que pensabas y te miraron raro, aprendiste a callar. Si algo te emocionó y nadie lo tomó en serio, aprendiste a fingir desinterés. Si alguna vez mostraste tu lado más auténtico y notaste que la conversación seguía sin ti, entendiste el mensaje: Hay partes de ti que es mejor ocultar.
Y así, poco a poco, empiezas a cambiar. Dejas de contar ciertas cosas porque no quieres ser “el intenso”. Te ríes de chistes que en el fondo te duelen, porque es más fácil que decir “eso no me hace gracia” y escuchar un “ay, qué exagerado eres”. Vistes diferente, hablas diferente, te mueves diferente. Te moldeas, te ajustas, te conviertes en una versión más simple, más fácil de aceptar.
Y lo peor es que funciona. De repente, te buscan más. Te incluyen en planes. No sientes que estás de más.
Pero en el proceso, algo se rompe por dentro. Porque sí, ahora pareces encajar mejor, pero… ¿quién está encajando, exactamente? ¿Eres tú o la versión editada de ti mismo? Y si has pasado tanto tiempo adaptándote a lo que los demás querían, ¿qué pasa si un día quieres ser tú otra vez? ¿Seguirán ahí? ¿O solo les gustabas cuando eras lo que ellos necesitaban?
Y es ahí cuando te das cuenta de que el miedo a ser descartado te convirtió en alguien que ni siquiera reconoces. Y duele. Y lo peor es que ni siquiera sabes cómo volver atrás.
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intrancexx · 7 months ago
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Aquí, pero no.
Otra vez alguien se ríe.
No he escuchado el chiste, pero creo que era sobre mí.
Dicen que me quedo en blanco,
que me llaman y no respondo,
que estoy en otro planeta.
No lo entiendo.
Estoy aquí,
sentada, de pie, caminando,
respirando el mismo aire que todos.
Pero parece que no es suficiente.
A veces me pregunto si hablo un idioma distinto.
Si mi cuerpo se mueve con un retraso que los demás ven,
pero yo no.
No sé qué hago aquí.
No sé qué debería hacer.
Aplaudo cuando todos aplauden,
me río cuando se ríen,
pero siempre un segundo tarde.
A lo mejor sería más fácil no estar.
No tener que correr detrás de conversaciones que se me van,
no intentar encajar en un molde que no existe.
No sé si quiero irme o desaparecer.
No sé si hay diferencia.
Solo sé que sigo aquí.
Por ahora.
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intrancexx · 9 months ago
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Bajo la lluvia
La lluvia caía con fuerza, parecía que el cielo lloráse.
Él estaba sentado en el banco, solo, empapado. Las gotas de agua chocaban contra su rostro, pero no se movía, no intentaba cubrirse. Solo se dejaba estar, como si la tormenta tuviera algo que decirle, algo que no quería escuchar.
A su alrededor, las calles parecían más vacías que nunca. La ciudad se había convertido en un lugar ajeno, frío. En esos momentos, sentía que la lluvia era lo único que podía entenderlo.
De repente, alguien apareció. Un paraguas de topos se extendió sobre él, cubriéndolo parcialmente. Al principio, pensó que tal vez era una alucinación, algo de la tormenta que distorsionaba su percepción. Pero no, era real. Una persona con un paraguas se había acercado.
—¿No vas a mojarte? —preguntó la figura, con voz amigable.
La persona sonrió y se sentó a su lado, manteniendo el paraguas compartido entre ellos. La lluvia seguía cayendo, pero ahora ya no estaba tan mal, pensó. El aire era más cálido, aunque todavía se sentía algo frío por dentro. La compañía, aunque inesperada, le daba un poco de consuelo.
—No te preocupes, no hace falta —dijo, sin saber muy bien qué decir. Quería agradecerle, pero también quería mantenerse distante, como siempre. Después de todo, no le gustaba que lo miraran con esa simpatía barata, esa que solo se ofrece cuando no hay otra opción.
La otra persona, aparentemente sin notar el tono frío, comenzó a hablarle de todo un poco, contándole sobre su día, sobre sus propios problemas, como si una conversación rápida bajo la lluvia pudiera arreglar todo. Él escuchaba, pero la sensación de estar atrapado entre las palabras ajenas lo incomodaba. A veces, la gente solo hablaba para llenar vacíos, para no enfrentar su propia soledad. Aún así, algo en la presencia de esa persona le hacía sentir que, por un momento, tal vez no estaba tan solo.
Pero como todo en la vida, la calma se rompió rápidamente.
Unos pasos se acercaron. La figura de otra persona apareció, con otro paraguas, pero esta vez no fue para compartirlo. En cuanto la nueva persona vio a la del paraguas de topos, sonrió y la llamó.
—¡Vamos, ven! No te quedes ahí, te vas a mojar —dijo con una sonrisa de complicidad.
La persona que había estado compartiendo su paraguas, miró al que seguía sentado en el banco, como si no importara lo que estaba dejando atrás.
—Te dejo por hoy —dijo con una media sonrisa, su tono algo cargado de doble sentido—. No te preocupes, tú ya tienes tu sitio, ¿verdad? Y yo tengo que ir con alguien que también necesita un refugio... aunque sea un poco más cómodo.
Con esa frase, la persona se levantó, dejando atrás el banco, el paraguas y la compañía. La figura que había llegado antes se fue sin mirar atrás, siguiéndola bajo el otro paraguas, con el suyo cerrado envuelto por su mano.
Él se quedó allí, en el banco, completamente empapado, mirando cómo se alejaban. El vacío volvió a llenarse, esta vez con el eco de sus propios pensamientos. La lluvia parecía más pesada ahora, el frío más helado.
Se dijo a sí mismo que no le importaba, que la gente siempre hace lo mismo, que en el fondo todos buscan algo que les sirva, algo que no sea incómodo. No tenía espacio para más promesas vacías. Pero, en el fondo, la verdad era que no podía evitar sentir la sensación de haber sido descartado, como si no hubiera sido lo suficientemente importante.
Las personas siempre van y vienen, y a veces, como en esa lluvia, solo te quedas esperando algo que no va a llegar. Y en ese banco, empapado, lo entendió de nuevo: el egoísmo nunca se disfraza completamente de amabilidad, y la gente se va cuando encuentra algo que cree que es mejor. Pero siempre quedas tú, solo, bajo la lluvia.
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intrancexx · 9 months ago
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Fueron años extraños, con caras que iban y venían sin explicación, y amistades que nunca parecían estar completas.
Me trataban como si mis sentimientos no importaran, como si yo fuera solo un lugar para ir cuando no había nadie más, y después me dejaban tirada sin siquiera un adiós.
Cada enfado era un dolor de cabeza, sin entender realmente por qué. Las disculpas llegaban, sí, pero no sabían a nada, eran solo palabras vacías, promesas rotas que nunca se cumplían. Me decía a mí misma que debía perdonar, pero ¿quién perdona cuando el dolor es constante? ¿Quién se siente bien con palabras que nunca curan nada?: en ese momento, yo.
Era como estar atrapada en un ciclo donde siempre me quedaba atrás, esperando algo que no llegaba, quedando atrás mientras todos avanzaban, como si no mereciera formar parte de algo real. Esos momentos me hacían dudar de mí misma, me preguntaba si había algo en mí que los hacía irse, si mi presencia era solo un peso.
Los insultos, siempre disfrazados de bromas, eran como cuchillos pequeños que no dejaban heridas grandes, pero que se acumulaban, dejando cicatrices invisibles que solo veo yo. Las palabras eran afiladas, y aunque intentaba ignorarlas, no podía evitar sentir que me afectaban más de lo que quería.
A veces sucedía tras una pantalla, como si no fuera real, como si las palabras se pudieran borrar con un clic. Pero no se borraban. Me sentía más sola cada vez que la pantalla se apagaba, como si todo lo que había pasado fuera un sueño, y yo, un espectador fuera de lugar.
Hoy en día, cuento esto como algo del pasado, como si ya no importara. Tengo buenas amistades, gente que me valora, y ya no me siento sola. Pero a veces, cuando estoy sola con mis pensamientos, el dolor sigue ahí, como una cicatriz que no termina de curarse.
Son cosas que nunca se arreglaron, cosas que se quedaron pendientes, y a veces, cuando me acuerdo de todo eso, me siento al margen, como si nunca hubiera tenido una respuesta. Eso me hace dudar de todo, de las personas, de las relaciones, y tengo esa sensación constante, esa voz que me dice que se van a ir, que me harán daño, y que voy a quedarme sola otra vez.
Esa sensación me hace sentir débil esa inseguridad que se quedó dentro, pero sigo adelante. Sé que no todo el mundo va a irse, sé que puedo confiar en aquellos que están aquí, pero a veces, el recuerdo de esa gente me recuerda lo frágiles que pueden ser las conexiones entre personas.
Y aunque hoy no esté sola, a veces el miedo sigue aquí, y no puedo evitar pensar que, tal vez, un día me quede otra vez en silencio, esperando respuestas que nunca llegan.
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intrancexx · 9 months ago
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Bajo otro cielo
Las estrellas aquí no son las mismas. Su luz parece diferente, más grande, más brillante, como si este cielo no supiera cómo abrazarme.
Tal vez solo brillan distinto porque yo estoy distinto, porque el aire me pesa de otra forma, porque la tierra bajo mis pies no sabe quien soy.
Me detengo a miralas bajo su brillo, tratando de ver sus patrones, osa menor, estrella polar...
Entonces los veo: esos ojos azules que ya han aprendido a moverse bajo este cielo extraño. Ellos no se pierden, conocen cada estrella como si siempre las hubieran mirado.
Sé que mientras estén cerca, no importa qué cielo me cubra. En esos ojos hay un hogar, un lugar seguro donde todo se arregla, y donde lo lejano me deja de asustar.
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