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Manifiesto*
*Trabajo Final para la Diplomatura en Reconocimiento, abordaje y tratamiento de las violencias de género. Museo Evita, 2018.
Desde donde más he de hablar si no es a través de los territorios del cuerpo que habito. este cuerpo que es el único cuarto propio que alguna vez tuve.
Este cuerpo que no siempre fue tan propio.
De cicatrices heredarás que son como mapas y de dolores propios y ajenos que se estampan en la piel como anotaciones cartográficas.
Al mirar mi cuerpo veo las mismas marcas que veo en el cuerpo mi madre, de mi abuela y de mi bis abuela.
La misma panza con forma de pera, las mismas estrías que marcan los recorridos de la geografía de nuestro cuerpo , las mismas piernas , los brazos mismos de princesa escurridizos para llegar a lugares inimaginables.
Herede de ellas sus marcas, sus miedos y esa luna en capricornio. De ellas heredé también el oficio de los cuidados. Ninguna de nosotras jamás supo cómo cuidarse a sí misma, pero si aprendimos desde pequeñas a cuidar a l*s otr*s.
Por la precariedad, por la pena, por la culpa, por mi culpa por mi gran culpa, porque así nos les enseñaron que se debe querer a otrxs, por la dictadura que como el frío nos caló hasta huesos.
También heredé el miedo a esa luna en cáncer. A esa enfermedad de la que murió mi bisabuela, al miedo a esa muerte repentina de mi tatarabuela, a mi abuela que hasta el día de hoy le aterra la palabra cáncer y dice que prefiere morir sin molestar a nadie antes de hacerse una mamografía .
Es por eso que después de meses le contaron a mi abuela del cáncer que llevé, ese cancer que me dejó pelada y con la energía suficiente como escribir cartas de amor que nunca envié.
Sentí ese miedo de mi abuela en el cuerpo, sentí que le aterraba morir como su madre o morir de manera repentina y sin explicación como su propia abuela.
Y al igual que mi abuela me aterro a veces cuando vuelvo a escribir la palabra cáncer.
Con la enfermedad el cuerpo se vuelve frágil, y se hacen visible todas esos silencios y violencias que aguantamos por años y años.
Tantos que nos acostumbramos a todo tipo de violencias solapadas.
Nos acostumbramos a nunca poder decir que no, a asentir siempre con la cabeza,a ser buena, ser correcta,a querer dejar de ser pobre a toda costa, ser pobre pero al menos limpia.
Ser sana, ser fertil, ser delgada o al menos intentarlo, ser buena ama de casa, ser buena abuela, ser buena hija, ser buen homosexual.
Ser gay, pero no ser loca.
Ser madre, sin enloquecer.
Ser fuerte y seguir siendo femenina, ser fuerte para cuidar a tu hijo de 5 años con un esposo violento machito de izquierda, ser fuerte y aguantar a tu padre aunque sea un violento machito de izquierda porque es tu padre.
Ser hija , ser madre, ser abuela, ser nietx.
Ser bisnieto de una mujer a la que se llevó el cáncer. Crecer con el miedo a esa palabra y persignarse secretamente cada vez que alguien la nombra.
Nos acostumbramos a aguantar tanta violencia que es imposible reconocer hasta dónde debe llegar un médico.
Hasta donde debe tocar un médico, hasta donde apretar, opinar, decir, tocar, doler.
Mientras los químicos pasaban por mis venas, escuchaba a Luz Casal que durante la postdictadura era la cantante favorita de mi abuela antes de descubrir a Ricky Martin.
Durante una sesión leo que luz casal también tuvo cáncer y lloré como una Magdalena melancólica.
A veces tengo que decirme a mí mismx que tuve cancer.
Y me pregunto : Ralmente pase por todo eso? por mi cabeza despojada de sus pétalos ,
mi piel marcada no solo por las estrías, si no por las drogas que producen marcas que son como latigazos.
Me cuesta volver a pisar los hospitales por donde estuve, los lugares que recorrí.
sentirme precaria y más migrante que nunca, porque tras cada violencia que pasamos en un hospital hay un estado que hace oídos sordos.
Dónde está el estado cuando tengo pena en la noche.
Dónde está la señora bachelet cuando mi mamá no tiene plata la micro.
Donde estaba esa izquierda que nos prometió las grandes alamedas cuando mi papá nos amenazaba y nos gritaba.
Donde estaba Marx cuando subestimaba la fuerza de trabajo de las mujeres que como mi madre y mi abuela se dedicaron a los cuidados de otr*s, a sostener las economías familiares por trabajo no remunerado, a sostener este capitalismo sobre sus hombros y con sus manos con olor a lavandina.
Donde estaba el estado cuando las llenaron de miedo, cuando abortaron clandestinamente, cuando dejaron sus estudios para casarse, cuando dejaron de ir al médico por miedo a los abusos, miedo a ser tocadas, miedo a que nos digan que nuestros cuerpos están mal. Dejamos pasar meses nuestras dolencias sin que nadie las viera porque los hospitales siempre fueron lugares hostiles y duros, para ellas y para mi.
Por pobres, por gordas, por mujeres y por marica.
Durante una quimio una de las enfermeras se va llorando porque un médico la maltrató frente al resto del equipo y l*s pacientes. En ese espacio el medico es verdad epistemológica , es el estado en persona puede hacer y deshacer con todxs lxs que estabamos ahí.
Pacientes, auxiliares, enfermeras,
Meses después, post quimio , ahora con mi pelo y con el terror en el cuerpo de otra enfermedad y con el terror de que la esta no se haya ido del todo, espero nerviosa en una sala de espera.
El médico no me quiere atender porque según él no soy un buena paciente , obediente, callado como debería , le respondo cuando me dice que estoy muy gordo, le respondo cuando comenta sobre mi ropa.
Pero no fue casual ni facil, me costó años poder responderle a un médico, poder responder algo de esa violencia.
Poder decirle no estoy enfermo por estar gorda
decirle que ser gorda no es una enfermedad.
El médico no me quiere atender, me cambia la hora para un mes más.
y yo estoy con mis exámenes en la mano, esperando una respuesta..
llorando y fumando un porro en la puerta de hospital público rodeado de cuerpos dolidos y machacados.
una secretaria se sienta a mi lado mira el porro y me pide fuego.
Me hace un chiste sobre la cara de dura de la estatua de Marie curie.
De pronto se genera toda una red de secretarias , enfermeras, técnicas y un camillero puto.
Esa red de contención que se enfrenta a un médico famoso que le preocupa más si una persona entra en las categorías corporales de salud según su peso a que si esa persona tiene un tumor o no.
Pero ni toda esa red, puede con un médico varón blanco hegemónico de clase alta que además porta orgulloso ser la máxima representación del estado ahí.
De un estado que define qué es lo sano y que no.
no solo por su condición de médico, sino sobre todo por su condición varón hegemónico y heterocis.
Él decide quién es digno de ser atendido, quien es un buen o mal paciente.
De la misma manera que jueces, policías y periodistas deciden quien es buena o mala víctima, quien merece ser rescatada de la trata, quién merece o no una pensión alimenticia, quien merece o no ir a la escuela.
Quién merece vivir y quien no.
Julieta kirkwood gritaba en plena dictadura chilena, democracia en el país y en la casa.
y yo me pregunto qué régimen político ha de regir sobre nuestros cuerpos?
Qué tendremos que gritar para ser escuchad*s, para dejar de ser medid*s, pesad*s, catalogad*s por un estado matadero.
Un estado que hoy en pleno 2018 criminaliza el HIV, un estado que se pronuncia en contra de los derechos de las personas gestantes, que busca controlar cada vez más nuestro accionar en la calle, que levanta nuevamente figuras como el merodeo o el control de identidad, la vestimenta de forma escandalosa , que persigue putas, travestis, maricas, feministas, migrantes, trabajadores callejeros, tortas.
Nos transformamos en la excusa perfecta para que el ciudadano medio descargue su rabia contra nosotrxs. somo el chivo expiatorio, nunca dejamos de serlo.
Cómo hacemos entonces la pregunta por el cuerpo en esta latinoamérica que tiene los ojos morados y los pezones sangrantes.
Esa pregunta que siempre tuvimos en la boca pero que no sabíamos cómo pronunciar.
¿Qué pasa con un cuerpo enfermo en un estado que criminaliza y privatiza la enfermedad?
como se es autónomo cuando a penas se puede mover un brazo sin sentir dolor, cuando el dolor es constante, sin picos, sin altibajos que hacen que al menos no sea una letanía.
que pasa cuando ese dolor viene de lugares que nunca pensaste que dolerián.
como se es autónoma cuando el remedio duele casi tanto como la enfermedad.
La quimioterapia transformó mi cuerpo, mi piel, mis órganos, mis deseos. Marcó un antes y un después en la historia de este cuerpo que habito.
pero también hizo evidente un cáncer que ya no era mío.
Porque la gente le teme a esos cuerpos pálidos y calvos, comienzan a buscar señales, tiene cejas o no? se rapó porque quiso?
la gente corre la vista, mira con pena, y prefiere no ver.
¿Es erotizable un cuerpo enfermo?
Como se ama a esa persona que habita un cuerpo enfermo sin caer en paternalismos y lastimas.
Ensayo-Error.
Pero son en gran parte los afectos los que me tienen aquí, el repensar las prácticas de cuidado en clave sorora.
El haber tejido afectos, de a poquito, despacito, sin esperar nada a cambio.
Dia 127 D.D.
Quién se beberá mi lluvia verde y espumosa por esas drogas de las nunca me aprendí el nombre para no asociar ninguna otra palabra a este estado de dolor. Quién tocará mi cuerpo hinchado por los corticoides y deshojado de cada uno de sus pelos, como quien deshoja a una margarita-osa. Quien acariciará mi cabello rosa que yace en un frasco de vidrio guardado en el placard de los maquillajes.
Quién dejará restos sus de saliva en mi barba inexistente, de la que apenas queda un recuerdo.
Quién lamerá mi pubis lampiño que deja al descubierto las cicatrices aun rojas y palpantes de esa operación de la cual aun no me entero que me hicieron.
Quién se dejara montar por una dominatrix calva e insegura y con la fuerza justa para apenas spankear un culo y mantenerse en pie. Quién dejará que mis uñas largas y mis brazos llenos de pequeños agujeros se introduzcan en sus profundidades sin el temor a que el cáncer se propague también analmente. O que alguna enfermera descuidada y maravillada por el color de mis uñas haya dejado aún alguna sonda puesta enchastrando toda la ciudad de químicos y de la sangre de una peligrosa marica post oncológica.
Ese cuerpo mutante que podría oler a kilómetros el miedo y los perfumes. Un cuerpo que no se encontraba, que se confundía consigo mismo, que no sabía cuál era la postura correcta porque no había postura correcta, mi cuerpo hambriento que buscaba lamer y no podía ni sacar la lengua.
¿Quién hará de la enfermedad un morbo? habrá alguna categoría del porno que diga oncological gay sex u orgy in the chemotherapy.
Después de todo, de la operación, de la extirpación, de la quimio, de estos meses de nuevamente sentir el dolor y los temores de otra posible enfermedad.
sigo teniendo algo de miedo, pero no me interesa hacer de mis catarsis meros manuales de autoayuda. Porque mi cuerpo canceroso, como tantos otros cuerpos, puso en evidencia a este sistema que patologiza constantemente., explotada, silencia, relega.
Nunca me interesó ser una enferma buena y dócil, una enferma conciliadora que se dedica a perdonar y esparcir la palabra de algún gurú místico para encontrar la paz espiritual.
No quiero paz espiritual, quiero revolución, compañerxs.
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