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Marcos Ranz
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marcosranz-blog · 7 years ago
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Enrique
Danza Contemporánea
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Revista “ENBLANCO”
DISEÑO EDITORIAL
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Página creada y administrada por mí, durante mi servicio social prestado al Museo Regional de Antropología de Chiapas, en los primeros seis meses del 2015. Todo el contenido, exceptuando las últimas tres publicaciones fueran hechas por mí, así como todo lo que ahí se aprecia (producción de videos y fotografías).
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Video Ficción y Artístico
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Música: “Mélodrames télégraphiés (In B Major 7th), Part 2” de Brian McBride
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marcosranz-blog · 8 years ago
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Inolvidables
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 <<Estoy sintiéndolo de nuevo>>, piensa mientras observa su reflejo en la vitrina de una lavandería. El interior está oscuro pero la poca luz que queda del día es suficiente para contrastar con el oscuro interior y crear su reflejo. Como una especie de fotografía desenfocada y tomada a contraluz.
Al igual que hace con las fotografías, piensa en el momento capturado por la cámara. Piensa en este instante del diecisiete de julio atrapado en la vitrina de una lavandería. Piensa en esta fotografía que él mismo protagoniza con la calle de fondo, los arboles de ornato de las aceras y los edificios de enfrente, todo reflejado.
Tal como hace con las fotografías se pregunta el entonces y el ahora de todo lo que las compone. Todo lo que ocurría en ese momento y no fue capturado por la cámara. Quisiera saber más, todo lo que está ocurriendo ahora mismo y queda fuera de su alcance. Lo único seguro es lo que tiene ante sus ojos, pero más allá, donde no está presente como testigo todo le es negado, desconocido. Mientras que aquello que no escapa de su vista tan sólo resulta incierto. Tan incierto como el destino de todo lo que cruza reflejado en la vitrina. Igual de incierto como alguna vez fue su pasado antes de ser pasado, cuando todavía era futuro. Antes de concretarse, antes de ya no haber marcha atrás.
Un anciano camina sobre la acera del otro lado de la calle y lo ve siendo un reflejo en una vitrina. No hay nada más lejano que lo intangible. Y para él ese anciano no es real, es un reflejo, tan sólo un personaje en una fotografía que nunca ha sido tomada. El anciano camina, avanza sin prisa, y cinco segundos después ha desaparecido de su vista, de ese reflejo que observa y que es su realidad instantánea. Y piensa en el futuro de ese hombre. No sólo el inmediato donde puede ocurrir que tome una cena y se prepare para dormir y se meta a la cama. Sino en aquel futuro en el que el anciano muere y él nunca lo sabrá. Dentro de dos meses podría preguntarse qué es de ese hombre de la vitrina y ese hombre de la vitrina podría estar caminando por la misma acera si es que lo recuerda a la misma hora que esta primera y seguramente única vez que lo verá. Dentro de un año podría preguntarse qué es entonces del anciano y éste podría estar realizando cualquier actividad cotidiana e imprescindible en una existencia que ya no pretende ni espera nada que un joven de veintiún años pueda imaginar como tomar un café sentado a su mesa si lo recuerda una mañana muy temprano o un día a media tarde. Y finalmente, dentro de cinco años, cuando lo recuerde y se pregunte qué es de ese hombre podría darse muchas respuestas como consuelo: <<Y mientras yo hago esto, él podría estar haciendo aquello>>, pero la verdad podría ser que aquel hombre ya no camine más por ninguna acera reflejando su persona en ninguna vitrina.
Y piensa en esto, en ese futuro que lo inquieta, en el cual no puede darse el consuelo de saber quién está bien y si han sobrevivido.
-Estoy sintiéndolo de nuevo. Lo dice ahora en voz alta y su propia voz le suena como la de otra persona. Como la de alguien que le ha hablara a su espalda. Y en el mismo segundo en que su propia voz lo despabila un arranque inconsciente lo impulsa a girarse para preguntar a quien hubiera hablado a su espalda <<¿disculpe qué dijo?>>, pero se detiene a tiempo y solo queda el impulso naciente que no fue correspondido.
Observa la escena reflejada. Modificada con cada automóvil, con cada peatón, y un ciclista esporádico y trata de recuperar el pensamiento que se le escapó cuando su propia voz le alertó de que otra vez se había perdido en sí mismo.
Era sobre peatones, o árboles de ornato o edificios o vitrinas quizá. Pasa lista de las últimas imágenes que cruzaron por su mente para ver si puede recuperar ese sentimiento que contiene aquella idea extraviada que le parece tan importante, que le sabe importante porque ha quedado inconclusa.
<<Peatones. Peatones. Edificios. Árboles… ¡Fotografías!>> Era eso, pensaba en fotografías y el anciano de hace unos momentos que protagonizó esa fotografía tomada por una vitrina y que existió por unos cuantos segundos antes de desaparecer con el anciano que igual desapareció por uno de los extremos reflejados en el cristal. Ya da igual, piensa.
 Otra vez ha llegado tarde. Casi a tiempo para ver cerrarse las puertas de la lavandería y despedirse de la empleada y desearle buenas tardes, si fueran amigos. Pero llegó un minuto después y se quedó de pie junto a la vitrina que contiene los horarios rotulados mientras veía a la empleada alejarse por la cuadra. Tenía la certeza –una certeza que vivió menos que el tiempo que duraría el anciano reflejado en la vitrina-  que la empleada se volvería y lo reconocería allí plantado. Al cliente que se volvió rutina de las jueves desde hacía ya un año, aunque con sus inusuales intermitencias. Esperaba que lo viese ahí y regresara sólo para recibirle su ropa sucia que estaría limpia en la tarde del sábado. Pero ella no se volvió y siguió de frente y con prisa y al llegar a la esquina dobló a la derecha.
Dejó pasar mucho tiempo desde su última visita a la lavandería. Debía venir el jueves pasado pero no lo hizo. Simplemente se dio cuenta la mañana de ese jueves, mientras colocaba la ropa sucia en una bolsa, que se había convertido en un hombre de rutinas. Se dio cuenta de eso en un susto, como si en ese mismo momento se hubiera transformado en ello. Como si el hecho de estar esa mañana colocando la ropa en la bolsa hubiera tenido esa consecuencia inmediata en él y ahí mismo lo habría descubierto. Pero no fue ese momento. Inevitablemente, innegablemente ha llegado a la edad en que si no se tienen rutinas se va directo al fracaso y a la ruina económica, que paradójicamente son tales rutinas las que le permiten gozar de la libertad que tanto reclamaba.
Sintió el peso de la bolsa llena de ropa sucia que carga en la mano derecha y se dio cuenta que es el doble de su carga semanal lo cual resulta en el total de su ropa, giró sobre sí mismo hasta quedar de frente al cristal y se preguntó si sería demasiado esperar un día más. No sabe de ningún otro lugar o más bien no confía en ningún otro. Había tomado una decisión. Sólo es cuestión de caminar un poco más. Ya con la calma de saber cómo solucionar el problema que en verdad no era un problema tan sólo un inconveniente, se permitió repasar su imagen reflejada en el cristal de la lavandería y pensó en lo parecido que su reflejo sumado a todo lo demás de la calle que también se reflejaba en el cristal, resultaba a una fotografía. Y de pronto ya no pensaba más en la ropa sucia sino en aquello que lo desconcierta y fue cuando algo se encendió o se apagó en su interior y repitió en su mente esa frase recurrente para sus adentros y que en su mente suena con esa voz que nunca resulta igual a la que sale de su garganta: <<Estoy sintiéndolo de nuevo>>. Como si su reflejo fuera una especie de alarma que le hace ser consciente de su propia existencia y de lo que siente.
Le ocurre cada mañana al despertar. Después de dejar la cama y antes de pararse frente al espejo del baño, como si en ese intervalo que hay entre su cama y el espejo aún no existiera del todo y en el recorrido que atraviesa al despertar su persona se va formando para que cuando cruce al baño tenga algo que entregarle al espejo.
   Antes del espejo no existe.
Cada noche al irse a dormir es una renuncia que la sabe temporal aunque desea desde lo más hondo de su ser que sea permanente. Una renuncia inconsciente y premeditada. Y al despertar está eso: la inercia. Abrir los ojos. Quitarse de encima las sábanas con las piernas desnudas. Sentarse en la cama. Girar y poner los pies descalzos sobre el piso frío: Inercia. Pura voluntad calculada. Ponerse de pie y dirigirse al baño aún sin saber que sabe del mundo todo lo que sabe sobre el mundo. Está vacío cada mañana pero entonces está el espejo y vuelve a llenarse de todo lo que se supone debe llevar consigo durante el día.
Cada mañana parece ser la misma desde aquella mañana de octubre. Cada mañana parece ser la misma que se encerró desde esa mañana en su pequeño departamento y que deja de existir sólo cuando él cruza la puerta y se marcha. Mientras él no está.
Mientras él no está, se imagina, las cosas dejan de existir. Y no sólo las cosas. Pero afuera de ese departamento han pasado los meses, la vida continúa a su propio ritmo. Ajeno e inalcanzable para quienes la viven.
Sin embargo, en su departamento parece que el tiempo se hubiera congelado. Caído al piso y roto. Como si fuera algo tangible. Como si de un engrane que le daba movimiento a todo se tratase. Y que desde entonces, desde que se rompió, se acabó el tiempo en ese lugar. Quedando albergado el último día que fue un día propiamente dicho mientras el tiempo aún existía ahí. Esa mañana de octubre. Cuando la rutina comenzó a ser rutina; cuando comenzó a darle nombre a las cosas porque hasta entonces no había sido consciente de la existencia de las mismas. Ni siquiera considerado la posibilidad de que estuvieran ahí por mera coincidencia. Nada. No pensaba en nada que no se tratara del día siguiente sin reparar en el momento presente, el presente de entonces. De cada momento. No podría decirse que pecaba de arrogancia porque ni él mismo hubiera reconocido la arrogancia aún señalada. Ignorando la vida, menospreciando el tiempo, su propio presente, sin notar su propia existencia. No pecaba, vivía como todo el mundo lo hace pero aquella mañana de octubre a diferencia de todas las mañanas de su vida, fue consciente de todo. Se sintió dueño de un descubrimiento que creyó solo él habría sido capaz de realizar: la vida o el secreto de esta. Pero no, no descubrió la vida y mucho menos el secreto de esta. Descubrió su existencia; de una manera en la que sólo él podría sentirla, igual a como sólo los demás pueden sentir la propia. Y en parte estaba en lo cierto, solo él habría sido capaz de descubrirla.
 Si inevitablemente, innegablemente llegó a la edad en que las rutinas se vuelven primordiales, ¿por qué se sorprendió al darse cuenta que vive de ellas? Tal vez también hay una edad en la que inevitablemente te das cuenta de tales rutinas, y no es que exista una edad precisa para una u otra cosa y tampoco una en la que comiences a depender de la disciplina rigurosa de las rutinas. Más bien esa necesidad llega con las decisiones que se tomen. Él bien pudo aplazar las rutinas, las rutinas que lo reclamaban como un adulto, pero decidió asumirlas inconscientemente cuando dejó la casa de sus padres y comenzó a encargarse de sí mismo. Entonces consiguió un trabajo y comenzó a cumplir con horarios que exigen su presencia sin excusa; rentó un departamento y comenzó a fijarse fechas; comenzó a encargarse de su ropa sucia y su alimentación y tuvo que fijarse días para hacer la despensa y llevar la ropa a la lavandería. Un par de semanas después de haber comenzado con el ritual ya era un hombre que a pesar de su juventud tenía que despertarse a las seis de la mañana de lunes a sábado para estar presente puntual a las siete y media de la mañana en el trabajo; que tenía que arreglárselas para tener el dinero de la renta cada primero de mes; que los jueves al salir del primer turno de trabajo a las dos de la tarde llevaba su ropa sucia a la lavandería para recogerla los sábados a la misma hora; y que los domingos, su día libre, hacía la despensa por la tarde, después de abandonar la cama ya muy avanzado el día.
 Esa mañana de octubre estando de pie en su pequeño cuarto de baño reparó en las manchas color óxido que se distribuían por toda la superficie y el paño indeleble que hace ver su reflejo como la mira desenfocada de una cámara. Estando frente a ese espejo fue consciente de su existencia. Tuvo esa epifanía: la mañana, despertar, levantarse, pisar el suelo y sentir el frío, su nariz, el respirar. Prestó atención a los detalles. Los detalles de ese momento consistían en la singularidad de todo lo que le rodeaba: su departamento principalmente, las ventanas de éste, su suelo, sus pasillos, los colores, la manera que en el sol entra por sus ventanas y se refleja, ese baño, ese espejo y sus manchas. También su rostro, su boca, sus ojos, su piel y el color de esta con todo y sus cicatrices y lunares, sus manos, su nariz. Todo podría haberle pertenecido a una sola persona, solo una persona podría haberse encontrado en esa situación y en ese momento y resultó ser él. Siempre fue él. Eso era él.
En un instante, en el transcurso de la cama al baño estaba vacío pero cuando se posó frente al espejo, después de unos segundos descubrió la verdad de su vida, al menos la verdad obvia. Un acceso de una emoción desconocida le invadió de repente, una especie de euforia le recorrió el cuerpo: estoy vivo, en este presente, a pesar de todo, a pesar de la historia y las adversidades había llegado a existir. Porque las cosas se dieron como se dieron, porque la vida había sido buena y mala a ratos y unos vivieron bien y otros fueron infelices. Resultó ser alguien, un cuerpo ocupando un lugar y no solo una conciencia suspendida en el espacio.
Hizo un reconocimiento de su propia historia e intentó explicarse cómo había llegado hasta el lugar y momento en el que se encontraba. En ese cuarto de baño. Lo que lo había llevado hasta ahí y pensó en todo lo que le quedaba por delante. Todas esas obligaciones y planes por cumplir que inmediatamente le parecieron una mala idea. Qué caso tenía levantarse al amanecer y tener un empleo; cumplir con fechas y horarios; hacer las compras y encargarse de la ropa sucia y además lidiar con personas desagradables. Qué caso parecía tener. ¿Esto es todo?, pensó, ¿solo obligaciones y planes por cumplir? Había algo que faltaba, algo a lo largo del fugaz reconocimiento que hizo de la historia de su vida no apareció y hacía falta. Que sigue haciendo falta. Desde entonces lo siente latente como pidiendo ser reconocido: una especie de añoranza.
Su sentido de la responsabilidad le impedía echar por tierra todo lo que debía hacer. Por muy sinsentido que se mostrará el panorama aquella no podía ser más que una mala mañana. Un día de esos en los que los primeros cinco minutos que pasas de mal humor después de dejar la cama se extienden tanto hasta durar todo el día. Eso debía ser. De qué más podría tratarse. Solo un mal humor que anunciaba un largo día. Entonces rompió de golpe con sus epifanías matutinas, las primeras de toda su vida, y volvió a ocupar en su mente todo aquel pensamiento que la ocupaba en los días anteriores a esa misma hora: la verdad, ninguno que perdurara más allá de la puerta una vez se marchaba. Y esa además, fue la primera mañana que llegaría tarde al trabajo.
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marcosranz-blog · 8 years ago
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marcosranz-blog · 8 years ago
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marcosranz-blog · 8 years ago
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Trabajo documental sobre el Proyecto Posh
El Festival de expresiones culturales de la nueva generación es una plataforma de expresión que ofrece Proyecto Posh con el apoyo de autoridades municipales para la exposición y presentación de las obras y proyectos artísticos que el joven artista demanda de forma colectiva.Cada año se convocan a más de 120 proyectos artísticos para ocupar más de 6 escenarios y plazas públicas en eventos simultáneos durante el festival.
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Retrato Fotográfico
Marcos, octubre 2016.
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marcosranz-blog · 8 years ago
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Retrato Fotográfico
Enrique, Octubre 2016.
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