🌑🌒🌓🌔🌕🌖🌗🌘🌑«Melancólica Panamá; antigua voz de los mares».
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31 de agosto de 2025 a las 06:31 p.m.
Te creo reconocer de algún ya corroído sueño. Eres el hombre que alguna vez me arrebatará del vértigo del abismo del mundo. ¿Quién eres?
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22 de agosto de 2025 a las 10:27 p.m.
Incluso si así lo he deseado, por favor, no me permitas morir en el frío de mi cama. Amándote en silencio. Solo. En las sombras del oeste del epicentro de lo que fue tu voz.
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05 de agosto de 2025 a las 10:32 p.m.
Hoy he soñado que estoy completo.
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01 de agosto de 2025 a las 11:27 a.m.
Hoy soñé con aquel amor. Mi profundo amor lejano e inalcanzable. La razón primordial de este repositorio de pensamientos que ahora le pertenece a otras partes de mi persona. Y quizás lo sospeches ya, pero estoy enojado y triste. ¿Qué más decir que no haya sido dicho ya? Ni siquiera tengo las fuerzas suficientes como para escribir su pequeño nombre. Es una composición de sonidos prohibidos.
Pese a ello, en este sueño sus labios siguen siendo tan rojos, voluptuosos y suaves como la granada —o así alguna vez creí y se lo hice saber. Y aún recuerdan el sonido de mi nombre.
Y pienso: «[…] Oh, Dios. Toda la vida que pudimos haber tenido. Todas las noches de luna creciente dejadas atrás. […] Toda esta culpa. Todos esos lugares jamás descubiertos. Toda la magia. Todo este amor. […] Todo este amor».
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27 de julio de 2025 a las. 08:38 p.m.
Calurosa noche frente al océano Pacífico. He venido aquí cada noche desde que regresé por vacaciones de entre-semestres. La luna está en fase creciente, la marea está bajando, e imagino como la espuma del oleaje se convierte en el origen de la infinita incertidumbre. Pedasí es, en definitiva, aquel tipo de lugar que te hace cuestionarlo todo: lo que conoces, eres y rodeas. Es también el lugar de mi padre y las lánguidas madrugadas póstumas al amor. Me siento sensible ante los recovecos del viento.
[…] También me cuestiono sobre este «universo de bolsillo» que he creado para alojar algunos de mis pensamientos. Realmente no tengo un objetivo claro con él (¿qué hacer?). El mundo es cada vez más individualista, y no soy digno del amor e interés de otros sin el costo del amor propio. A pesar de ello, me pregunto si alguna vez alguien que me quiera encontrará estas palabras. O si sólo soy yo el único ser consciente que se lee por las noches. Independientemente de la respuesta a lo anterior, deseo decir que lo siento. Mucho. Quizá no he sido lo que se espera de mí, y este blog sea la respuesta más grosera posible para todas aquellas preguntas jamás realizadas.
Pero estoy triste. Casi siempre lo estoy.
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21 de julio de 2025 a las 01:56 p.m.
¿Realmente existirá algo que nos conecte, además del pasado?
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11 de julio de 2025 a las 12:02 a.m.
Noche de soledad y mucho deseo. Siento demasiada profundidad en el pecho. Y el viento afónico me hace cuestionar mi propia existencia.
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10 de julio de 2025 a las 11:51 p.m.
«¿Qué derecho tengo a irrumpir en su vida, a obligarlo a salir conmigo, a sentirse culpable por el inútil amor que le tengo?».
–Alejandra Pizarnik.
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02 de julio de 2025 a las 11:45 a.m.
El Cinema Paradiso.
Estoy en pedazos. Acabo de ver Cinema Paradiso (1988), y realmente no sé cómo… pude vivir todo este tiempo sin haber experimentado verla antes. Qué película tan bonita y tan nostálgica. De hecho, leí que tiene un final alterno en el que Totò y Elena se reencuentran alguna vez, en Roma —multiversos. También hice un menjurje de lo dicho por Alfredo en su último diálogo con Totò para… no lo sé. Tener esa llama siempre conmigo, quizá. Deseo ser artista.
«[…] Este pueblo esta maldito. ¡Vete! vete y no vuelvas nunca. […] Y jamás cedas a la nostalgia. Olvídanos. Y si regresas, no me busques. No toques a mi puerta porque no te abriré. Busca algo que te guste, y hagas lo que hagas, ámalo. […] Eres joven. El mundo es tuyo. […] No quiero oírte más, sólo quiero oír hablar de ti».

Posdata #1: si bien comprendo el contexto de los eventos, difiero con lo dicho por Spaccafico en el funeral: el cine no ha muerto y jamás lo hará.
Posdata #2: Ojalá pueda terminar pronto lo he estudio. Deseo ir al cine esta noche.
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01 de julio de 2025 a las 10:08 p.m.
Hoy pude ver las siluetas de la ciudad dibujarse desde el balcón de mi compañera Isare. Poco viento para tal altura. Y creo que mi edificio favorito es uno de los más pequeños; de azotea azul e inundada por plantas tropicales de todo tipo —alocasias, caladios, helechos o muchos otros. A su vez, era posible ver cómo la dueña de tal espacio bailaba una canción —me gustaría pensar era Marina de Tata Quintana— que la hacía obviar el abrasivo calor de la capital, mientras regaba sus matas. Entre muchas otras cosas.
Me hizo sentir parte del mundo. Luego regresé a casa.
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01 de julio de 2025 a las 10:00 p.m.
Descomunal sensación de desolación al regresar a casa y descubrir que no se existe.
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“Sometimes a wind blows, and the mysteries of love […]”.
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29 de junio de 2024 a las 11:50 p.m.
«El arte de los pequeños actos ilógicos, pero profundamente humanos».
A las 5:57 de la tarde del 28 de junio estuve vivo, pero no supe en qué parte de mí. Me encontré lamentado sobre el piso de la cocina, desnudo, mientras un rayo de luz quemaba mi retina derecha. A lo lejos, el ladrido de un perro blanco al que he llamado Píndaro se fusionó con Amante Amiga de Hildemaro; la cual sonaba por cuarta vez en el día. A lo cerca, se cumplieron 37 días desde que el 99.99998% de la población humana conocida decidió olvidarme. Y yo íntegramente exhausto, de hecho, de sentirme de aquella constante manera.
Lo confieso, volví a pensar en dormir donde no hay relojes (probablemente el eufemismo más creativo del mundo. Tengo algunas otras propuestas: «retirarse en voz baja»; «dejarse caer hacia dentro»; «irse como quien se va y no vuelve»); sin embargo, le temo a no ser recuerdo sino olvido. Sólo aquellos que intentan imaginar cómo luciría un mundo en cuatro dimensiones sabrían, medianamente, qué cosas podrían ser recordadas de un recuerdo muy vago que alguna vez se tendría de alguien como yo, probablemente en 19 años, cuando la promoción del 2019 celebre sus bodas de plata. O cuando alguna persona, quizás, se pregunte a sí misma si alguna vez yo tuve uno de estos blogs —qué patético.
Así, a las 9:43 de la noche del mismo día me desperté llorando. Soñé que mi hermana había muerto de la forma más horrenda en la que una persona podría fallecer: dejando atrás incertidumbre. Sudor frío. Le escribí a 7 conocidos, pero ninguno respondió. Luego sentí la necesidad de abrir las ventanas de la casa y ver su rostro para saber que estaba bien. Los oniromantes de mi pueblo dicen que significa más años de vida para esa persona. Ojalá sea cierto.
Dos horas después, me alisté rápidamente para conocer a un extraño con quien conversé treinta minutos antes. Probablemente no volveré a verle nunca más en mi vida. Es confuso y contradictorio. Odié nuestra salida. También el insípido emparedado que escogió para mí en una de las tiendas de gasolinera que existen a lo largo de la autopista.
«Te ves menos delgado en persona» —arrugó sus ojos y me ofreció sus dientes —«tienes una pequeña barriguita».
Dichosamente, no fueron palabras que arruinaron la noche. Desconozco los porqués. Aún así, las únicas cosas geniales de haberle visto fueron Plus Rien Ne M'Etonne de Tiken Jah Fakoly, las galletas de chocolate y haberme permitido conocer un motel por dentro, pues me sentía profundamente solo aquella noche —seis dólares la hora; doce dólares el par.
Luego se disculpó por un «te amo» inoportuno. Y lo perdoné. Yo estuve pensando todo ese tiempo en el pasado.
A las 2:21 regresé casa. Las copas de los árboles estaban rebozadas de mitologías: brujas, íncubos; espíritus de todo tipo. Y también de culpa. De Culpa […] Profunda sensación de culpabilidad. Me sentí observado. Culpable de esta infidelidad que tuve para con los hombres imposibles. Para aquel último amor que ya no recuerdo.
De culpa. Soy una mala persona.
Me acosté en el suelo del cuarto. Me ayuda con los dolores de espalda.
Una hora con veinticinco minutos después, decidí volver a ver Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain para despejar mi mente —no sé si lo recuerdes, pero en el tiempo 01:18:20, Joseph lee en voz alta que un niño de seis años le dijo a la policia que, mientras sus padres dormían, escapó por una cierta autopista en Alemania, sólo para ver las estrellas. Georgette responde retóricamente: «¿A que es hermosa la vida?».
Trece minutos después, pensé mucho en eso antes de quedarme dormido. Qué hermosa la forma en que Georgette pronunció esas palabras. Qué noche tan triste.
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22 de junio de 2025 a las 10:45 p.m.
Creo reconocer aquel lacio recuerdo que se esconde en todas las noches del mundo. Quizá un sueño. Allá; en donde existe el amor. O a donde se han ido los mejores años de mi vida.
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“It is time for me to go now. I will leave this city with you in it. I have a feeling I will never see you again".
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