Miré hacia lo más infinito y solo me encontré perdida en mi misma.
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Caos
Hoy quiero ponerle título a una relación que llevo hace un tiempo. Ella es algo callada por lo que me gustaría presentarla y hablar de...nosotros.
Nos cocimos en una circunstancia no muy agradable, en un clásico día de lluvia, gris y con hojas dispersas a causa del estruendoso viento. Yo me encontraba usando una chaqueta marrón y mis agujetas estaban desabrochadas como es habitual, no llevaba un paraguas por lo que me encontraba evitando las posas y la lluvia en saltos mientras tapaba mi cabeza con un brazo, el derecho para ser exactos. Decidí no tomar un taxi ya que tenía poco efectivo y la locomoción colectiva era un total caos, caminar siempre es una buena opción. No sé exactamente cuántas cuadras caminé solo sé que el día se me iba y que ya estaba totalmente oscuro, algunas calles no tenían luz y los semáforos tampoco funcionaban.
Entre bocinas, gritos y goteras seguí mi camino. Deseaba mi cama como cualquier mortal luego de estar sentado en una oficina por 8 horas, anhelaba un trago de whisky para olvidarme un poco del cansancio que es vivir en rutina. Ese era mi plan hasta que la vi o bueno la escuché. Estaba triste, sollozaba y hablaba de manera misteriosa con alguien mediante manos libres, al igual que yo no poseía nada con qué cubrirse y estaba totalmente empapada (lo cual extrañamente no le importaba mucho) me acerqué más sin parecer un acosador y escuché su voz. Aún no podía distinguir bien lo que decía pero estaba molesta aunque también triste, su voz temblaba y sentí por un minuto qué no estaba segura de nada de lo que estaba diciendo.
Olvidé mi rumbo y seguí el suyo, me sentía atraído por su perfume, su sensualidad disfrazada en una vieja y desteñida chaqueta larga de un color que era difícil de descifrar a causa de la oscuridad de la noche. Desconozco cuánto caminé siguiéndola, me sentía cansado, aturdido pero ella me guiaba. De pronto la perdí de vista pero su voz retumbaba en mi casa... Cada vez más fuerte, poco a poco fui comprendiendo sus palabras que ahora eran más claras, más cercanas: “Hazlo” “Nadie está mirando” “lánzate” y comencé a buscarla, desesperado. La vi llamándome desde las profundidades, yo estaba en un puente con poca iluminación y sin tránsito, desde abajo ella me llamaba, movía su mano para que fuera con ella. Busqué las escaleras pero ninguna me llevaba donde ella, di un paso al frente para acercarme a decirle que volviera arriba pero no, ella ahora estaba molesta. Conmigo, sí conmigo. Pero... ¿de dónde nos conocemos? Le grité que subiera, que estaba lloviendo y que iba a pescarse un resfriado. Su cabeza me indicaba un gran no como respuesta y como si nada comenzó a soltar una risa “cobarde” la escuché decir, “aburrido” y ahí es donde quise enfrentarla. Quería conocerla, cambiar su imagen de mi y poder pasar un rato juntos bebiendo algo. Me lancé a sus brazos, sentí un frío y un descanso absoluto. Ella acarició mi cabello mientras yo dormía, tenía mucho sueño y aunque no quería alejarme de esos ojos almendrados una siesta no le viene mal a nadie. Aún medio dormido la escuchaba cantar, como un ángel. Yo me sentía en el cielo mismo aunque estaba muy lejos de estarlo.
3:34 am, esa fue la hora de mi muerte según los forenses, tuve un derramé cerebral además de múltiples fracturas en mi cuerpo. Me encontraba drogado y junto a mí encontraron una nota hablando de mi depresión, de lo muy hundido que me encontraba y cómo sentía que ella me estaba ganando. Fue mi relación más larga, silenciosa y que terminó siendo más agónica en vida que en muerte.
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7:40.
El té caliente en la mañana es el mejor regalo que puedes darle a un alma en pena. (Por lo que por favor deme dos, calientes y sin endulzar, gracias)
Cada mañana podría contarse de la misma maneras excepto cuando es la última. El día abrió a las 7:00 am, el sol relució entre medio de algunas nubes clásicas del otoño y dio aviso de lo que al parecer sería un gran día. Uno, dos, tres grandes pisadas, viento calmo, frío soportable y una incómoda conversación con su propia mente. Sentimientos de inseguridad perseguían aquella cabecita loca. Un adiós. El último adiós.
La ciudad es única, tiene un olor, una esencia y un cantar incomparable. Personas gritando, zapatos chocando contra el pavimento, bicicletas chillando, bebés llorando, vendedores gritando, sorbidos de cafés y el crujiente caer de las hojas otoñales bastante tranquilizado. La ciudad ruge, emerge, vive.
Y así mismo fue... en medio de tanta vida surgió una muerte, entre uno de los respiros de esta inmensa ciudad ella contó sus últimos 10 latidos.
El semáforo en verde, mirada fija en el objetivo y una luz. Sus ojos cegados, vendados por una luz blanca e intensa, su cuerpo débil e insignificante tendido a un par de metros más allá. Sus manos tiritaban, no había rastro de sangre ni de una inminente muerte pero ahí estaba ella, perpleja y sin habla. La ciudad comenzó a sentir el caos, discusiones en el aire y una que otra palabra histérica y bastante irracional. Pasan los minutos y todo parece una escena en cámara lenta. Describiré el escenario. 2 hombres, 3 mujeres... Una de estas ultimas tendida en un mar de té verde y con algunas lágrimas dibujadas en el ocaso de sus mejillas. Puedo absorber la inseguridad que brota dentro de cada uno, como almas vacías y sin razonamiento. La ambulancia llega acompañada de una persona de negro quien solo solloza y evapora por sus labios un sentimiento más grande que el dolor. El cuerpo de ella es trasladado para sus últimas horas (o minutos). El resto sigue igual, la escena de esta rápida muerte no quebró la mañana de esta ruidosa ciudad. El día siguió existiendo, el frío no calmó, él no sintió culpa alguna, todos seguían sus caminos, olvidar nunca pareció tan fácil.
Los finales felices son más tristes de los que muchos imaginan, la verdad es que la mitad de este texto es una mentira, lo negativo es que el resto es real.
(Una luz, eso recuerdo. Recuerdo cómo mi cuerpo cruzó de una esquina a otra, no puedo dimensionar el dolor pero si esa brillante luz. La sentí impactar mi mejilla izquierda, mi ojo... no mi pierna. Fue tan rápido que a nadie le importó, nadie fue racional, nadie me ayudó. Porque solo soy parte de los gritos desesperados de esta ciudad, no soy más que un eco, un aullido. Ese día mi voz fue censurada, fui silenciada pero hoy logro sacarlo todo, hoy esa luz... esa maldita luz me enseñó a ver más claro. Sobreviví al día de las 7:40 am, una vez más. Un eco le ganó al vacío auditivo de esta ciudad).
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Yo no hablo de venganzas ni de perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.
Jorge Luis Borges (via frases-sentimientos)
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Haber visto cómo sonreías con ella, como la mirabas, como tomabas su mano y te sonrojabas, fue lo peor que me pudiste hacer, cariño me has hecho mierda.
(via la-chica-de-las-palabras)
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La vida es todo eso a la vez: lucha e intriga, sabiduría y belleza. Y si ignoras alguno de esos aspectos, pierdes la oportunidad de comprenderla de forma global, y tu capacidad de influir en ella con algo que la oriente hacia un camino mejor.
Naguib Mahfuz (via elcielosobremi)
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La misma energía que lleva a un hombre a convertirse en villano, haría de él algo útil para la sociedad si esa sociedad estuviese bien organizada.
Mary Shelley (via elcielosobremi)
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Aprende a disfrutar las pequeñas cosas de la vida porque tal vez algún día te des cuenta de que no eran tan pequeñas.
(via esmifrase)
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Estoy aprendiendo a darle tiempo al tiempo, porque todo llega cuando tiene que llegar, ni un día antes ni un día después.
(via escapealvacio)
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