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Si no puedo controlar todo lo que sucede a mi alrededor, entonces contrólame a mí. Al menos sabría que podemos controlar algo ambos.

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blessed rice

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He vuelto a caminar sola. Como si hubiera algo que quisiera conocer más de esta capital. Como si hubiese algún sentimiento por descubrir. Por si hubiese amores por los que llorar. Por estas ingenuas y lapidarias cerámicas peatonales camino peregrinosamente cual domingo de feligrés. Alguna vez fueron manchadas por mi sangre, pero también invadidas por la vida que poseía en ese entonces. La verdad es que con los años he aprendido que el sufrimiento es algo mucho mejor que no sentir nada. Añoraría por volver a mi crisis de los 20, lucharía por vivir nuevamente en la calle. Daría lo que fuera por ver mi corazón roto, una vez más. Quizá allí podría decir con seguridad que estoy al menos viviendo algo.

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Mis ojos titubean y mi corazón palpita como el último día de mi existencia. Mi percepción cae como débiles filamentos ante el cataclismo. Poco a poco llego al lúgubre pero acogedor mundo que asecha noche tras noche mi frío cerebro. Si bien caer en el reposo corresponde al mayor de los placeres, es verdad tambièn que el mundo de los sueños suele ser un arma de doble filo para el aventurero equivocado. Soñar no resulta gratis mientras que el delirio tome la bala mientras el ingrato cuerpo le ignore.

No me gustaría, pues, ponerme en los zapatos de un soñador. Pues habría allí entonces de forjar noche tras noche un mundo al que añoro estar, pero que día a día me hace sufrir en el que estoy.

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Kilos y kilos de sabiduría conllevaría el ascenso hacia la prudente asunción de la mediocridad. Los más viejos sabios pueden serlo por haber admitido su inoperancia en el momento adecuado. Vacilantes seres que eligen sus propias batallas en lugar del sanguinario espartaco que las lucha todas, aunque de estas salga con tu talón ennegrecido.

Y es que buen arbol no es el que regala buenos frutos, sino el que perdura por los eones venideros.

Dulces araucarias que pueden hacer ambas, son infrecuentes, inusuales.

Bendita sea la maleza de carne perro que, orgullosa, perdura aunque no rinda frutos o verdes ropajes.

Las más grandes consignas ignoran, repudian, avergüenzan la gallardía de los débiles. Los héroes no existen, solo existen personas con válidos temores a la muerte. Los libertadores no valen nada sin la sangre inocente derramada. Inocentes seres que por ingenuo desconocimiento, atentan contra el valor humano de la resiliencia para poder esperar vivir hasta viejo. El débil perdura, prevalece inerte, ante los ojos de la sociedad y sus males. El fuerte mas no prudente, se lanza a la boca del lobo para convertirse en mártir.

Y es que de alguna manera, hay cierto poder, en no tener poder.

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Me invades.

No de acción ni palabra directa, pero lo haces. Notas claras irrumpen en mi vida; notas quizá no bienvenidas, que socorren con enojo a un antiguo ser. Imagino un corredor obligatorio con tu constante asecho y en un principio temo, pero, pasado el ocaso y recuperando el temple, mi mirada finalmente permanece en alto y decide hacer caso omiso de tus intromisiones. Correré de ti hasta que tu juego forzado se convierta en un frío soliloquio al que nunca quisiste entrar.

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¿Por qué es tan dificultoso el trayecto en busca de la plenitud? ¿Se puede saber la razón de aquellos baches presentados mientras el carruaje de la vida intenta siquiera acercarse al gozo? No existe algo tal como la tranquilidad en el alma, es una dudosa y sensible entidad capaz de crear y destruirse a sí misma mientras busca sentirse completa. La compañía, el vicio o la disociación no resultan de gran ayuda e interés cuando el caos, el delirante desmorono de las virtudes conocidas, arrasa con la mente propiciando su melancólico fin. Acá en la base de la fría y catártica cascada de los pensamientos, suelen doler muchísimo menos las piedras de la base que el agua misma que cae sobre los hombros. Esa suave agua que en lugar de sofocar nuestro seco congojo, más bien interrumpe el sufrimiento que en el fondo de nuestra alma, añoramos presenciar.

El alma asecha el caos con el afán con que los mortales lo evitamos.

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Las fugaces y vacías literas contemplan el silencio de un aula que nunca se llenó, ni ahora ni antaño, cuando las primaveras gozaban de la fertilidad y sonrojo de nuestros taciturnos cotilleos. Hay cierta belleza en aquellas salas lúgubres; temerosa será el alma que las recorra cuál fantasma acecha su lecho melancólico.

Aquí habrían de enterarse muchísimos de mis laboriosos versos de adolescente, que si bien resultan patéticos a ojos del presente, simbolizan aquél lamentable joven que nunca fui. Una antorcha que heredé, aquellas palabras que perecí, hoy convierten a una mujer en una embriagada y quejumbrosa escritora de tercera.

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No intentemos avanzar mientras encontremos, en cada paso realizado, la orgullosa bruma incandescente que generan las cenizas del ayer. El agrio pasado te persigue, nos persigue a ambas, controlando nuestro proseguir y alejándonos del raciocinio, ese preciado raciocinio que nos faltó aquella mañana de miércoles. Quizá el trigo otoñal de la ira habrá triunfado en el cometido de envalentonarnos hacia el olvido, sin embargo, ebrio error hemos de cometer si consideramos aquellos frondosos caminos como los adecuados para vernos ya más nunca, porque pese a que la vista ciega no permite ver aquella maravillosa silueta que me hizo llorar y sonreír, la herida presente en tu mano y la mía han de tener un solo sosiego, sosiego que diverge en su caminar hacia un horizonte que por mal criterio estuvimos dispuestas a desconocer.

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Tamagotchi friends! Do you remember them?

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Las cosas han cambiado de formas que temí que lo hicieran. Las noches se han tornado anticatárticas, han hecho de mis pensamientos un torbellino incontrolable y soez. El ruido de la ciudad es calma al lado de la resonancia descontrolada de mi cráneo. El humo proveniente de las almas rondantes y persecutoras, ha logrado infundir el miedo alrededor de todas mis neuronas. La sinápsis, finalmente, se ha atolondrado, y el umbrío panoptismo de una mano inquisidora arrasa con la plena y divina expresión del alma.

He comenzado a fumar con constancia, la inquisición está cerca a mis pies. La diviso fácilmente en el horizonte; lugar donde los viejos recuerdos han de ser arrasados.

Una más, a tu salud.

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El verano pasado entré por primera vez al mar. Finalmente me sentía digna de hacerlo, a pesar de ni siquiera saber nadar correctamente. Estuve caminando por más o menos unos 20 metros cuando ya sentía que el agua me tapaba el pecho. Era mi primera vez comprando un traje de baño, la primera vez en que me alegraba salir de vacaciones y, era la primera vez que saldría de vacaciones con mi pareja.

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dont play defense

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Un fumador frecuente en una sala de pool. No se considera fuera de lo habitual del lugar. Tiene los ojos caídos y la lengua agria, cansada de la humadera pero apaciguada por la nicotina. El hombre vive cada segundo como se fuesen los últimos, él lo sabe muy bien; pronto ingresará la furia y recelo de los prestamistas. Goza de sus dos últimas grandes posesiones: un cigarro y una mesa de pool.

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Cuatro estaciones eran las que faltaban para llegar. Los dos estaban sentados y eran los únicos en el carro. Pese al ensordecedor ruido de los rieles recorriendo la capital, había un espectacular silencio que pudieron ambos disfrutar antes del caos que sus mentes le anticipaban. Sus cabezas estaban unidas mientras no recitaban palabra alguna, a la espera de que uno comenzara a hacerlo. Ella desenredaba su pelo, como siempre, resistiendo el dolor que le causaba hacerlo. Él, por otra parte, él tenía sus manos en los bolsillos de su parca. Estaba frío, frío del miedo.

Acá nos bajamos- pronunció la mujer con frialdad.

No.

No protestó. El chico tomó su pelo y comenzó a desenredarlo con la delicadeza que solo él podía permitirse, Posteriormente, la chica tomó las manos del muchacho y, con las suyas, comenzó a frotarlas en pos de calentarlas al menos un poco. Ambos sonrieron, no tenían por qué discutir: Después de aquello, ya no había que hacerlo. Ninguno de los dos renunciaría a aquellos gozos mutuos, se amaban. Continuaron juntos hasta el final de la línea mientras escuchaban música de ninguna de sus preferencias, pero juntos.

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La tristeza prevalece ante escenarios en donde prima el antaño, la nostalgia y la felicidad perdida. La mente se inhibe ante nuevas experiencias, una suerte de claustro mental que mantiene cautivo al yo.

En esta húmeda y luminosa pradera he de recordar numerosas caminatas. Caminatas realizadas por viejos amigos, viejos camaradas y eternos amantes. Todos ellos en una parte del universo están a mi lado, admirando la soledad y la satisfacción encontrada en ella. Bienaventurados todos aquellos, y bienaventurada sea yo, por siempre.

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No se lamenta la energía desperdiciada en el gozo. La simetría de la vergüenza nos obliga a arrepentirnos, mas no podría pedir disculpas sobre el caos que pudimos disfrutar. Y es que si lo vivido fue un huracán, pues que la vida me lance el peor de vuestros cataclismos. Aqui lo espero.