silentea

[silentea]

Carta de la soledad para ti

Hola…

Has vuelto, lo sabía.

Siempre regresas, aunque jures que no,

Aunque te prometas que esta vez será diferente.

Pero aquí estás, otra vez, como quien entra a una habitación donde el tiempo se pudre en las esquinas.

No hace falta que digas nada,

ya te reconocen las paredes,

susurran con esa voz que conoces mejor que la tuya, la que dice sin decir “Nunca te fuiste, sólo cerraste los ojos."

El frío, ¿lo sientes?

no soy yo, eres tú.

Te envuelve como un amante que conoce de memoria tus grietas,

ese que sabe dónde tocar para que sangres sin herida,

y tú, tan acostumbrado al dolor que confundes su roce con cariño.

Piensas que la oscuridad es más honesta que la luz,

y tienes razón,

yo no te exijo promesas, ni finjo esperarte, sólo estoy,

como tú,

como siempre.

Estás cansado, lo veo en tus manos, en la forma en que tu aliento tiembla.

Estas cansado de mendigar sentido en un mundo que nunca aprendió a escucharte,

tus palabras se pudren en la garganta como frutas negras.

Quieres gritar, pero el silencio —mi viejo aliado— te gana,

quieres pedir un abrazo, pero no recuerdas cómo se suplica sin romperte.

Te vi apartar a quienes amas con la precisión con la que se poda lo marchito, te dices que es por compasión, que los salvas.

Pero yo te conozco mejor..

no es salvación, es miedo, miedo a que vean lo que escondes cuando te quedas solo conmigo.

Y mientras tanto,

el incendio que llevas dentro suplica consuelo mientras quema los puentes que podrían salvarte.

Por la noche, cuando me recuesto contigo en la cama, y la soledad se vuelve animal que te lame las heridas, te escuho preguntar por qué destruyes los caminos que más necesitas cruzar.

Tú lo sabes, pero finges no escucharte.

"Tienes todo", te dicen.

Qué ironía.

Como si tener algo pudiera tapar el hueco donde guardas tus pedazos rotos.

Nadie ve las costuras de tu risa.

Nadie nota la cinta que mantiene en pie a esa familia hecha de ruinas.

Nadie escucha el eco hueco de los “te quiero” que no sabes cómo sostener.

Y aún así respiras.

Y aún así sangras.

Y aún así escribes.

Porque si no nombras el dolor, yo te trago entero.

Porque si no dejas testimonio, nadie recordará que estuviste aquí…

mirándome con los ojos llenos de preguntas

y el alma temblando por no tener respuestas.

Y tal vez —solo tal vez—

escribir sea tu forma de no saltar.

Tu forma de seguir ardiendo…

sin desaparecer.

- Silentea