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Estos los hechos más horribles ocurridos en juegos/apps de entretenimiento :o
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Algunos usuarios de Reddit mencionan haber visto a un ente parecido a un hombre sombra pero de estatica ¿tú lo has visto?
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Desde "lolis", maquinas expendedoras de ropa interior... Japón tiene un lado muy, muy polémico.
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Cuando pensamos en hadas pensamos en seres bondadosos sin embargo el folclore e investigadores de este fenemometo como Robert Kirk, Katharine Briggs nos cuentan todo lo contrario...
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En este video reviso los 8 lugares más embrujados de Japón 😱😱😱😱
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Y pensar que hay rituales en los que las personas piden ser poseidas!
Es una locura.
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¿Hasta donde llegarías por amor?... Hice un pacto con el diablo por amor.
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Mi nombre es Sussy. Tengo 27 años y nunca he tenido un novio. Nunca he sido linda. Ni siquiera promedio. Siempre fui esa chica que todo el mundo describe como “simpática” cuando no saben cómo evitar decir “fea”.
Mi nariz es algo grande, mi piel siempre está un poco grasosa por más que la cuide, y mis dientes son pequeños, como de roedor. Desde que tengo memoria, las miradas de asco o de burla fueron parte de mi rutina diaria. En la preparatoria, los chicos hacían apuestas sobre quién se atrevería a besarme por dinero.
Nunca me enamoré. Nunca me dejaron.
Hasta que llegó él.
Su nombre es León. Tiene 28 años, el nuevo en la oficina. Cabello castaño, peinado como de revista, sonrisa blanca, amplia, perfecta. Cada vez que pasa, huele a cedro y algo que no sé describir. Todas las chicas hablaban de él como si fuera un actor de película. Jessica —la secretaria del jefe— ya tenía su vista fija en él desde el primer día.
Pero León, por alguna razón… fue amable conmigo.
Y no me refiero a un simple “hola”. Me hablaba, me preguntaba cómo me sentía. Me trajo un café cuando me vio llorando en silencio en la sala de descanso. Un día incluso me ayudó a llevar mi bolso cuando se me rompió una de las asas y todo se cayó en la entrada. Sonrió y dijo: “Tranquila, todos tenemos días difíciles”.
Yo… me enamoré.
Como una tonta. Como una adolescente. Por primera vez en mi vida, me sentí vista.
Hasta que los vi.
Era un jueves. Salí del baño y los encontré besándose. León y Jessica. Ella, con su cuerpo de reloj de arena, labios perfectos, riendo entre besos como en una película.
No me vieron. Di media vuelta. Sentí que el alma se me caía al piso. Vomité en el lavabo del baño y me encerré media hora para que nadie me viera los ojos hinchados.
Pero esa noche, algo dentro de mí cambió.
Ya no quería llorar. Quería ser deseada. Quería que él me viera.
Pasé horas buscando por internet. Foros oscuros, blogs abandonados, incluso páginas en idiomas que no entendía. Hasta que encontré uno. Italiano. Feo, viejo, lleno de gifs rotos… pero ahí estaba. Un grimorio escaneado. Il Patto di Asmodeo.
Según el texto, Asmodeo era el demonio del deseo. El príncipe del pecado carnal. Si seguías el ritual tal como se indicaba, podías hacer que cualquier hombre se obsesionara contigo.
Parecía ridículo. Pero ya no tenía dignidad. Solo desesperación.
El ritual debía hacerse durante el equinoccio de primavera. Necesitaba una vela negra, una prenda usada por el “objeto de deseo”, una gota de mi sangre… y decir en voz alta su nombre tres veces dentro de un círculo hecho con sal y carbón.
Obtener una prenda suya no fue difícil. León dejó su bufanda en la oficina. La tomé. La olí. Era como robar un pedazo de su alma.
A las 3:33 a.m. hice el ritual. No vi nada. No sentí calor ni escuché voces. Solo silencio. Me sentí ridícula. Me dormí llorando, segura de haber cruzado una línea por nada.
Pero al despertar, tenía tres rasguños en el brazo. Largos. Finos. Frescos.
No dolían, pero sangraban. Uno de ellos parecía tener una forma… como de letra. ¿Una "A"? No lo sé. Me puse un vendaje. Fui a trabajar.
Fui a la oficina la mañana siguiente con los tres rasguños aún frescos en mi brazo. Me los cubrí con una manga larga. Nadie dijo nada… excepto por una noticia que nos dejó a todos en silencio:
Jessica había muerto.
Sí. Jessica, la mujer perfecta. La secretaria hermosa. La que besaba a León en los pasillos. La encontraron sin vida en su departamento. Su madre fue quien descubrió el cuerpo.
“Fue un paro cardíaco”, dijeron. Pero eso no fue lo perturbador. Lo que realmente heló la sangre a todos fue lo que la madre gritó a los paramédicos:
“¡Su cara! ¡Su cara tenía una expresión de terror como si hubiera visto al demonio!”
Toda la oficina asistió al funeral. Jessica lucía tranquila en el ataúd, pero… algo en su expresión seguía extrañamente tensa. Como si su alma no hubiera podido escapar del miedo.
Fue ahí donde pasó algo que nunca olvidaré.
León no dejaba de mirarme. Ni una sola vez apartó sus ojos de mí.
En medio del llanto, entre gente vestida de negro, León se acercó discretamente. Metió algo en el bolsillo de mi abrigo sin decir una palabra. Era una rosa roja… …y una nota.
“Te espero donde nadie nos vea. Cerca del ángel sin cabeza.” – L.
Fui. Y lo encontré allí, junto a una vieja estatua rota de mármol.
León me miró… pero sus ojos no eran los mismos. Ya no eran cálidos. Eran oscuros. Brillaban, pero no con ternura. Con deseo. Sin decir nada, me besó. Con fuerza. Con hambre.
Pero no era amor. Era posesión.
Desde ese día, León y yo nos volvimos pareja. O algo que intentaba parecerlo.
La oficina entera comenzó a murmurar. “No ha pasado ni un mes…” “¿Cómo puede andar con otra después de lo de Jessica?” “El jefe debería despedirlo…”
Y eso hizo.
El jefe comenzó a encontrar errores donde no había. Culpaba a León por problemas de otros. Finalmente, lo echaron.
Y yo… por alguna razón que aún no entiendo, lo protegí.
León cambió. Ya no era amable. Era celoso, paranoico, hiriente.
No quería que hablara con nadie. Me revisaba el celular. Me gritaba por llegar 10 minutos tarde.
Perdió su físico. Dejó de ducharse. Bebía desde la mañana. Me pedía dinero… luego me lo quitaba. Una vez, en plena noche, me despertó gritando.
“¡ÉL ESTÁ AQUÍ! ¡TIENE TRES CABEZAS Y UNA SONRISA DE SANGRE!”
Decía que lo veía, que lo escuchaba. “Asmodeo no me deja en paz, Sussy… Él me quiere a mí también…”
Y una noche, simplemente… ya no despertó.
La policía dijo que fue suicidio. Yo sabía que no.
Desde su muerte, ya no estoy sola.
Mis noches son cortas, llenas de gritos que no son míos. Tengo parálisis del sueño cada semana. Siempre es igual:
No puedo moverme. Y en la esquina de mi habitación… hay una figura.
No respira. No se mueve. Solo me mira. Y cuando por fin logro despertar, escucho una voz como si me susurraran desde una tumba:
“Tú me llamaste, Sussy.” “Ni muerto, dejaré de amarte.”
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