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Encuentros
Un efecto esperado del consumo de alucinógenos es la disolución del yo, esa estructura que media la realidad y la experiencia humana. Estas sustancias psicotrópicas también han sido llamadas enteógenos, del griego énthos ([que contiene un] dios adentro), por quienes defienden el uso ritual y terapéutico de estas sustancias. El estado alterado de conciencia, fruto de esta embriaguez, permite al usuario situarse en una posición privilegiada, como un observador externo de los procesos subyacentes a la experiencia y a la propia historia de vida. Hay que abrir los ojos para dejar de ver las imágenes de lo que has sido. He gastado mi tiempo dedicándome a entrañar en las posibilidades de estos estados de éxtasis, y lo que encontré ahí no me ha decepcionado.
No recuerdo si fue en la primera o segunda vez que los vi cuando sucedió la epifanía: esa revelación del abismo alimentado por mi diminuta y eterna respiración, entre cada latido que apenas alcanza al tiempo y el suspiro del viento que colorea el vacío de océano; los minutos son más extensos y por el fractal marítimo se mecen mis palabras.
Hay que ayudarle al hongo a que entre bien en el cuerpo, a que la sustancia adquiera la forma de tus movimientos. No hay por qué sentir náuseas. En un mortero se trituran los tallos y los sombreros. El montecito terroso se mezcla con jugo de limones y se deja reposar. En pocos sorbos se traga el brebaje y con ello tienes que oler su rumor amaderado y musgoso.
Asimilar el derrumbe requiere entregarse a la disposición del espíritu de las estrellas. En algún instante se aparece la calma y el destello que irradia la vela se aclara y se colorea de un amarillo más limpio, apenas abandonado su cualidad nívea. En un silencio que aturde se perfila una vibración que rebota en el tiempo y por sí sola vocaliza:
Niño Santo que estás en la Tierra
bajo la sombra de la Higuera
y en la redondez de la Luna.
Hermes con el niño Dionisio, que tu canción serpentea,
hoy el bosque, los mares y montañas susurran
Que el polvo en fuego y el fuego en polvo, serán la medicina.
Que es el amor y la brisa
el sendero que dibujas, poeta.
El retorno a mi cuerpo sucede lento con un deseo placentero de alimento. Siento que abandono la suspensión en el tiempo y un cálido humor mece mi respiración. En ese fuelle me encuentro de nuevo en el seno de mi madre, otra vez como un niño, en el sueño de un niño que al dormir lo transforma todo en su realidad.
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Diagnosis
Un achaque de la enfermedad mental para mí ha sido cuestionarme todo el tiempo sobre quién soy. Qué personalidad se esconde detrás de la aceleración y excitación maníaca, detrás del enmudecimiento y aturdimiento depresivo. O por debajo de la psicosis narcótica a la que me solía exponer con bastante frecuencia. Hace cinco años de mi internamiento en el hospital psiquiátrico y todavía no conozco la eutimia que se promete con la medicación y los hábitos adecuados. Desde entonces voy vago en el carrusel de las alteraciones de mi estado de ánimo. Con el antecedente de un brote psicótico a cuestas, me esfuerzo por mirar detrás de mi hombro con frecuencia para observar la naturaleza de mi comportamiento. Si despierto un par de horas antes de que suene mi alarma, me pregunto si la falta de sueño es un síntoma de la enfermedad mental o si es que naturalmente he descansado lo suficiente y quizá olvidé que la noche anterior me acosté más temprano.
Me sorprendo encantador, gracioso, conversador. ¿Es normal que esté de tan buen humor?
Hoy nada me puede perturbar. Elijo prestar atención en clase y me sorprende mi cabeza en silencio, calma. Mis intervenciones son adecuadas, hasta sobresalientes. Voy con ligereza y optimismo. Claro que me gusta sentirme así pero no puedo evitar esforzarme por adivinar si esta mejoría puede escalar. No soy yo sino el otro que se adelanta a mis intenciones.
Desinhibición exasperada. Velocidad del habla acelerada. Sensación de locuacidad. Trastorno del curso del pensamiento. Conciencia de la enfermedad. Califique cada ítem del 0 al 5. El resultado si bien sesgado por ser autoadministrado arroja un posible episodio mixto. Me resisto a etiquetar el sentimiento de mejoría como un estadio de mi enfermedad y recaigo, con dolor, en que siempre estaré atravesado por un diagnóstico.
El curso de una serie de emociones y pensamientos. Un baño de sol tiritante. El esclavo de su propia mente. ¿Quién soy yo cuando no estoy vigilando? ¿Cuando me aparezco radiante azul en mis sueños?
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“En la literatura médica hay un dato que todos los especialistas repiten: el gran detonante de las enfermedades relacionadas con la esquizofrenia es el estrés”
Dice Piedad Bonnett en Lo que no tiene nombre.
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