#*bob esponja llorando*
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LO AMO JAJAJAJAJA ES PRECIOSISIMO.
Bua, todos los que llevan el gorro de perro tienen la ropa interior a juego
What a good boy
Vulpes and his evil step mom (he vaccinated him)

pobrecito 😥
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Charly.
Charly descansaba su espalda en un antiguo respaldar de roble laqueado ya gastado por sus anteriores invitados, pero aún muy elegante. Se sentía en un confesionario, era como estar en Gran Hermano. Miraba a cámara, como si hubiese alguna frente a él.
- No se por qué siempre me pido gin tonic. No me gusta el gin, no me gusta la tónica. Pero sin embargo cada vez que se acerca el mozo…- Miró hacía el costado para que lo tome la cámara 3 en un plano más corto - Un gin tonic de pepino, por favor.
Volvió a la cámara 1 enderezando su espalda, estirando cada hueso que pueda llegar a conocer, cada vertebra que este pisoteada por una noche en vela alejado de su sommier queen size, así es, Charly cree que king size es un lujo innecesario, por esa plata se compraba el queen y le alcanzaba para la mesita de luz.
- No importa que tan extrema sea la situación en la que uno se encuentre, siempre hay una preocupación por estar derecho. Te pueden haber despedido, podes haber engañado a tu pareja de 6 años y 11 meses, podes haberte olvidado de llenarle la vieja ollita que alguna vez fue floreada con agua al Batuque en pleno diciembre, pero estar encorvado; eso si es un problema. Encima cuando uno está encorvado se siente culpable. ¿Culpable de qué?.
-¡Homicidio Culposo!- exclamó el juez que se encontraba en lo más alto de la sala. - 0,8 gramos de alcohol en sangre. Portación de marihuana. 85 km/h en Avenida Libertador.
En una larga butaca de pino esmaltada, un poco más barata que la del acusado, lloraba la familia del fallecido en el siniestro. Que no es lo mismo que un accidente. Esto Charly lo sabía muy bien. Un domingo de resaca viendo History a la siesta aprendió la diferencia. Pues un accidente es algo inevitable, y un siniestro sucede por culpa de alguna de las partes involucradas, que si hubiera sido más precavida y/o actuado dentro del marco de las leyes viales el suceso nunca hubiese ocurrido.
-Yo entiendo que toda esta parafernalia del juicio es porque vemos muchas películas norteamericanas y para que el público cace rápido como es la onda cuando lo vea. ¿Pero no es mucho ellos llorando? Digo yo, no se…-. Dijo Charly al seguridad que lo escoltaba a su derecha, con el de su izquierda no había pegado mucha buena onda.
Corriendo una respetable silla de álamo barnizado, se puso de pie el abogado del acusado. Parecía salido de un buffet de ejecutores de la ley de Los Simpsons mezclado con los peces que usan maletín en Bob Esponja. Así y todo, era un tipo muy seguro de si mismo, si no, no hubiese llegado hasta donde llego, ¿no?. Comenzó a interrogar con una ferocidad piadosa a la madre del recientemente fallecido. - Señora, ¿Suele usted comer con vino?.
- A veces…- Contestó la mujer mientras se arreglaba el flequillo beboteando disimuladamente.
- ¿No se toma una copa de vino a la hora de la cena?- continuó el pequeño gran abogado; sentado parecía más alto, debe ser porque usa lentes y el traje azul olvido le marca los no bíceps que porta.
- Depende…
- ¿De qué?.
- De que sea la cena.- Insinuó la mujer mirando de reojo al abogado.
Instintivamente este dominó el juego, no por nada viste un saco color piel de tiburón. - Anoche, ¿qué cenó?.
- Carne al horno…- y con un filo de aire que quedaba en su pecho concluyó - Con papines, y también algunas papas noisset que quedaban en el freezer.
El depredador olfateaba sangre, su radar detectaba presas cerca. - Y… ¿La acompaño con una copa de vino?.
- Una, o dos…
- Cocino usted.- Afirmó él. Y claramente, ella contesto con un - Obvio, cociné yo.
- Y yo ayudé.- Interrumpió el padre del fallecido.
El abogado se extrañó ante la confesión del marido. Analizando rápidamente al tipo para ver cómo continuar su plan de juego. El esposo de la mujer no parecía intimidarlo, más bien parecía ser un Golden Retriever cruza con callejero. Amigable y confiable, pero no esperes que haga mucho más. - ¿Ah sí?- Indagó el defensor.
- Sí, sí… Prendí el horno, lavé y corté las papas. Pero con cáscara, a mi me gustan las papas con cáscara.- Parecía muy orgulloso, bueno, típico de los Golden Retriever cruza con callejero. - En casa tenemos una esponja que es mezcla tipo virulana y plástico para lavarlas y que queden impecables para meterlas horno, sin tierra pero con cáscara.- Agregó.
- Si mal no tengo entendido, las verduras tienen todas las vitaminas en la cáscara.- Afirmó el 10 del juzgado.
- En realidad, la papa no es una verdura. Es de origen vegetal, sí. Pero técnicamente es un tubérculo.- Aparentemente el hombre sabía mucho de papas.
- Claro, pero tienen todas las vitaminas en la cáscara.- El abogado no podía permitir quedar fuera de juego en esta pequeña competencia de conocimientos.
- Ah sí, sí. Las verduras tienen la mayor cantidad de propiedades en la cáscara.
- Tubérculos.- Corrigió el abogado, adornando con un pequeño moño rosado. A lo que el Golden Retriever cruza con callejero, rió. - ¡Ja! Sos rápido, eh.
El defensor del acusado, aprovechando el momentum, desenvainó sus revólveres y lustró los gatillos de los mismos con un filo hilo de saliva que colgaba de ese tan ingenuo perro, luego desfiló por la sala dirigiéndose a su escritorio. - Mi cliente al arrollar a su hijo con su Volkswagen Amarok 4x4 contaba con 0,8 gramos de alcohol en sangre, equivalente a 3 copas de vino tinto. Una más de la que bebió usted anoche, señorita.- El señorita fue por si después del juicio quedaba onda y pintaba ir a tomar algo. Continuó - ¿Qué tendrá que ver? Se preguntaran ustedes. Quiero que observen estas fotos de anoche.- El abogado sacó de su maletín unas fotografías recién impresas, no imprimidas, de la madre manejando un Fiat Mobi 2020 color aceituna (verde). - ¿Es esta usted?.- Interrogó a la mujer que luego quiere llevar a cenar a Kansas y decir que se olvido la billetera en tribunales para comer de arriba. - La que está manejando, ¿Es usted?.
La madre del fallecido miró la imagen con zozobra. - Recuerde que está bajo juramento.- Aclaró él.
- Sí, soy yo.
- Y está manejando.
- Sí, estoy manejando.
- Luego de haber tomado dos copas de vino.
Ella se tomó un momento, aunque deseaba poder tomarse una tercer copa de ese Cabernet Sauvignon del que quedaba un culito en la botella de anoche. - Sí.- Finalmente aceptó. Todos los presentes se sorprendieron sincronizadamente, como si estuviesen siendo dirigidos por un cartel de Talk Show yankee que se ilumina en momentos claves con palabras tales como “Laugh”, “Surprise”, “Clap” y un excéntrico “¡Make some noise!” para momentos que lo requieran.
El abogado guardó las fotos luego de exhibirlas con el resto de los presentes y de su maletín sacó un cordón blanco de zapatilla Topper impresionando a la madre, nunca vamos a saber si fue por la marca del mismo o porque uno de los extremos estaba untado con sangre del ex dueño. - Este cordón llevaba puesto la víctima de mi defendido al momento del siniestro. Se puede observar una especie de musgo acá, como una planta seca.- Incitó mientras sostenía el elemento atador de calzado.
- Sí, sí, como un pastito.- Confirmó el Golden Retriever cruza con callejero.
El juez examinó la evidencia. - Su señoría, ¿Reconoce usted el aroma del cannabis?- Preguntó el abogado mientras frotaba la yema de sus dedos en el extremo del palito de la selva derretido.
- Nunca he experimentado pero sí, puedo reconocer el aroma. Aunque nunca he experimentado.- Contestó el juez todo poderoso.
- ¿Podría usted confirmar que esto es aroma cannábico?.- El astro de la defensa estaba muy confiado con su estrategia.
- Sí, percibo un perfume a cannabis… Igualmente nunca he consumido, en mi vida personal. - Aclaró la señoría. Para cerrar con el tema y terminar de confirmar, el abogado agradeció al hombre de bata negra que no es cura. Le entregó el cordón al padre del fallecido que no pudo evitar olfatear y posar sobre su lengua el extremo contaminado por ese pastito.
- Y bueno, los 85 km/h… ¿Quién no ha excedido un poquito el limite de velocidad en Libertador alguna madrugada queriendo llegar rápido a casa?.- El juez asentía con la cabeza las palabras del recibido en leyes. - Quien no lo haya hecho, que arroje la primer piedra.- Y una piedra voló en dirección a la cabeza de Charly que justo se había agachado para controlar que la punta de sus cordones estén limpias. - ¡HIJO DE PUTA! MATASTE A MI HIJO, ¡DROGADICTO!.- La ira se apoderó de la difunta madre como un rayo se apodera del único árbol en el desierto.
- Amor, que haya tenido restos cannabicos en el cordón no lo convierte en drogadicto.- Intentó calmar a su esposa el Golden Retriever cruza con callejero. El silencio inundó la sala. La mujer sacó una escopeta recortada de su cartera Louis Vuitton comprada ilegalmente a unas chinas en el Lower East Side el invierno pasado y la descargó en la frente de Charly decorando la pared del estrado y la elegante silla de roble barnizado ya un poco desgastada, con los sesos del joven.
Otra vez el silencio se apoderó del establecimiento. El abogado miró al juez, ambos sabían que estaba a punto de ganar el partido, iban 2 arriba en el minuto 90’+4’.
- Yo entiendo que estés enojada por haber perdido un hijo, pero ahora volarle la tapa del zapallo de un escopetazo al otro que nos quedaba. ¿Te parece? Yo ya no puedo tener más, estoy operado. Sabes que estoy operado, si fue tu idea… Y adoptar no quiero, no me gusta eso de que no sea mi sangre, me da desconfianza que una noche se levante y me clave un cuchillo en la espalda mientras duermo o me robe plata de la billetera, no… no.- El marido la miraba desdichado. - ¿Estás hormonal?.
La mujer recargó la escopeta.
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*Remembers that has a tumblr account*
Oh boy, I forgot to post this thing here 😔🤌
Cris who also forgets that the drawing notebooks exist

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Bugs: (llorando) El padre de Silvestre nunca lo abrazaba. ¿No es muy triste?
Lucas: Si, me parece bastante triste. Pero Silvestre puede abrazarse a sí mismo en su hora libre.
Silvestre: -_-
Fuente: Bob Esponja (1999 ~ Hasta la fecha)
#looney tunes#incorrect quotes#el show de los looney tunes#the looney tunes show#bah humduck! a looney tunes christmas#lucas y el espíritu de la navidad#space jam#space jam 2#space jam una nueva era#space jam a new legacy#bugs bunny#daffy duck#pato lucas#sylvester james pussycat#sylvester cat#sylvester the cat#sylvester j. pussycat#silvestre gato#el gato silvestre#silvestre cat#bob esponja#spongebob squarepants
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Siento que vamos (es en grupo) muy atrasadas con el trabajo, me da ansiedad
*inserte meme de bob esponja llorando

Ánimo, todo saldrá biennnn
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Para alguien muy especial...
Ayer ya no pude decírtelo porque estaba llorando demasiado, pero también quería agradecerte por todo lo que hiciste por mí durante el tiempo que estuvimos juntos. Eres una maravillosa persona, por favor, nunca dudes eso. Cuídate muchísimo, tanto como me cuidabas a mí... Me hubiera encantado ir contigo a ver Bob esponja y a buscar los juguetes de Pokémon que salieron en la cajita feliz. Te amo, y espero que puedas amarte a ti mismo, tanto como me amaste a mí...
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IV - Tienes reservado el cielo

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Aquí están condenados a cargar con pesos de oro los avaros por acumular tantos bienes y los pródigos por derrocharlos. Divididos en dos grupos giran alrededor del círculo. Cada vez que se encuentran se insultan entre ellos. En función de los bienes materiales que tuvieron en vida cargarán con más o menos peso toda su eternidad.
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IV CÍRCULO DEL INFIERNO
Algunas almas que aquí moran: El joven rico y el Sr. Burns.
LA GENTE LLORA EN LUGARES EQUIVOADOS
Eso fue lo que pensé el día que me vi llorando dentro del cuarto de baño del trabajo. Me miré al espejo y sonreí como para ver si era capaz de fingir que no me pasaba nada delante de los demás. Me sentí un estúpido al descubrirme en el reflejo del cristal y me dio por pensar en cuántas personas antes que yo habían llorado exactamente en ese mismo lugar en el que estaba y se miraron al espejo para quitarse las lágrimas.
A lo largo de mi vida he visto llorar a muchas personas, conocidas y desconocidas. En la mayoría de casos ha sido en espacios que no están pensandos para llorar, y aún así lloraban como auténticos condenados. Yo entonces lloraba por una chica que pasaba de mi cara y se había ido con otro chico. ¿Esto tiene algún sentido? Ya os adelanto que no, pero por lo que sea nos gusta abrazar el dolor y aferrarnos a sus espinas. Esto contrastaba frontalmente a la situación que vivía con ella meses atrás. Cuando estábamos en mi piso éramos tan felices y nos reíamos tanto que los vecinos, un par de ancianos de más de ochenta años, nos dijeron una vez en el rellano que daba gusto escuchar a una pareja ser tan feliz al otro lado de su pared y que, por favor, nunca perdiéramos el sentido del humor. Aquel encuentro nos marcó tanto y nos hizo sentir tan afortunados de tenernos el uno al otro que juramos y perjuramos que siempre seríamos las dos personas más felices de la tierra. Por supuesto que no lo cumplimos. Los ancianos eran de los nuestros. Todas las mañanas les escuchábamos lanzándose piropos de otra década. Piropos que luego nosotros les robábamos y nos los decíamos para hacer lo que mejor se nos daba hacer: reír. Había una frase que nos hacía mucha gracia y que ambos se decían indistintamente: “Niño, un camello puede pasar muchos días sin beber agua pero yo no puedo estar sin ti más de uno”. Era tan cursi y tan extraña que se la robábamos constantemente. Pero entonces de eso ya no quedaba nada.
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Durante la carrera tuve que trabajar para pagarme la matrícula de cada curso. Iba a la Complutense y aunque fuera barata (si la comparamos con una privada, claro) no tenía forma de pagarlo. Hice todo tipo de cosas. Fui repartidor en el Telepizza, hice mudanzas, estuve como botones en el Palace... y durante ese verano me disfracé de hamburguesa gigante para una cadena muy famosa, algo que me llevó a vivir una de las historias más surrealistas de mi existencia. La hamburguesería estaba en Gran Vía. Mi trabajo era sencillo: me ponía un disfraz con forma de hamburguesa y cruzaba la calle hasta Callao, donde me dedicaba a repartir cupones con descuentos y ofertas. Se me daba bastante mal y eso que no hacía falta ni que sonriera porque el disfraz de hamburguesa ya tenía incorporada una sonrisa gigante en la cara que sonreía por mí, lo cual era algo que me facilitaba bastante el trabajo porque la verdad que no tenía ni putas ganas de sonreír. ¿No os ha pasado en algún momento que no os quedan fuerzas ni para hacer una pequeña mueca? A mí sí. Muchas.
Prácticamente nadie me cogía los descuentos. Para la gente directamente no existía y los pocos que se fijaban en mí aprovechaban para tocarme el disfraz por la espalda, hacerse selfies o simplemente descojonarse. Ni siquiera le interesaba a los niños. Preferían al puto Bob Esponja o a Dora la exploradora. El jefe me echaba todo el día la bronca porque decía que de todos los clientes que entraban ninguno aparecía con mis maravillosos descuentos. Yo estaba hasta las pelotas. Era julio y el calor bajo ese disfraz era lo más parecido a estar en el infierno. Mi plan era currar durante el verano allí para pagar la matrícula, lo que pasa es que los planes están para romperlos y a veces para que te los rompan. En este caso fue un poco de ambas.
Una tarde llegué al vestuario del trabajo y como siempre, me quité la ropa, me quedé en gayumbos y me miré al espejo. “No vas a llorar”, me dije a mí mismo. Y lo conseguí. Orgulloso de mi pequeño triunfo, pues llevaba unas semanas sin lograrlo, me puse la jodida hamburguesa encima y me marché a Callao a mi habitual posición de siempre, junto a la boca de metro que hay en la plaza. Después de una hora sin mucho éxito, apareció un tipo de unos sesenta años con aspecto de cowboy (llevaba botas y sombrero) y se plantó delante de mí:
-Ey ¿Te gusta este trabajo?
-Sin duda. Ir disfrazado de hamburguesa es el sueño de mi vida.
-¿De verdad?
-¿Usted qué cree?
-No lo sé, muchacho. Por eso te he preguntado.
-Y dale con muchacho. ¿A usted le han sacado de una de vaqueros?
-Ojalá. Adoro los westerns. Pero eso es otro tema. O quizá el mismo. Bueno, de momento te pido, por favor, que respondas a mi pregunta.
-Pues no. La verdad que odio este trabajo pero necesito el dinero, como la mayoría de personas que trabajan en este mundo.
-¿Y si te digo que tengo una oferta para ti?
-¿Cómo que una oferta?
-Un trabajo.
-¿De qué?
-Necesito un ayudante.
-¿Para qué?
-Quiero construir mi propio pueblo del viejo oeste.
-Venga, hombre. Si no me va a coger uno de estos cupones, no me haga perder más el tiempo.
-No te estoy tomando el pelo.
-¿Y por qué quiere construir un pueblo del maldito oeste?
-No te adelantes a los acontecimientos, chico. Ven a trabajar conmigo hasta septiembre y poco a poco entenderás todo. Empiezas el 1 de agosto. Es en un lugar de Almería todavía no fundado. Te pagaré 5.000 € por todo el mes. Pago por adelantado. Éste es mi número. Piénsalo y llámame. O mándame un WhatsApp aunque a esto no suelo contestar rápido. No se me da muy bien estas cosas modernas.
Antes de que pudiera responder, me cogió de la mano un 2X1 en hamburguesas, a la vez que me dejaba su tarjeta, y se marchó. Me quedé observándole fijamente. Vi cómo cruzaba la calle y se metió en la hamburguesería. Al poco rato salió mordisqueando una hamburguesa con una mano y en la otra llevaba una Coca-Cola gigante. Se perdió por Gran Vía con sus botas y su sombrero de cowboy. Pensé que era un colgado. No le di más importancia.
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Esa noche no pegué ojo ni un solo momento por el calor que hacía y porque no podía dejar de pensar en ella. Era algo que me ocurría habitualmente desde que se había marchado: me dedicaba a echarla de menos y el resto de cosas habían perdido el valor y el interés. No importaba que conociera a otras chicas o pasara noches borracho en los brazos de otra que, como yo, posiblemente sólo buscaban olvidar a otra persona un viernes cualquiera en un bar cualquiera. El olvido es caprichoso. Cuando tratas de olvidar a alguien, el muy hijo de puta se encarga personalmente de que se te quede bien clavado en la cabeza. Sobre todo cuando suceden cosas que no controlas y que parece que estaban destinadas a ocurrir. No creo que sea casualidad que al día siguiente, estando con mi disfraz y mis descuentos en Callao, ella pasara por la plaza. Fue muy extraño. De pronto me di cuenta de que estaba parada junto a la boca del Metro. Sentí como un puñetazo en el estómago por los nervios. Miraba su móvil y escuchaba música con auriculares, como siempre hacía cuando estaba sola esperando en algún lugar o iba de un sitio a otro. En un momento dado se me quedó mirando y yo, como un tonto, como si no llevara un disfraz que me tapara, me di la vuelta, intentando escapar de sus ojos. Parecía estar esperando a alguien. Dudé en acercarme para decirle algo, pero lo cierto es que no se me ocurría absolutamente nada que pudiera decir. Tenía muchas preguntas y muy pocas ganas de saber las respuestas. Después de estar pensándomelo durante cinco minutos, decidí acercarme. Ella no tenía ni idea de que estaba trabajando allí, así que existía la posibilidad de que saliera corriendo sin mirar atrás cuando una hamburguesa gigante se le acercara.Tenía que ser rápido a la hora de decirle algo para que eso no sucediera. Según me acercaba más a ella, más miedo sentía y menos sabía qué soltarle. Le saludé con la mano y al ver que lo hacía agachó la cabeza. Supongo que se pensaba que le iba a dar un descuento para una hamburguesa e intentaba evitarlo. Me puse delante y levantando la cabeza se quitó uno de sus auriculares. No sabía qué coño decir. Al final opté por algo sencillo:
-Hola.
-¡Hola!
Intentó ser amable. Me sonrió con esa sonrisa que solo ella sabía regalarme. Una sonrisa que hacía tiempo que no veía y que en ese momento descubrí que echaba más de menos de lo que creía. Como su voz, como su mirada, como todo lo que estaba fuera y dentro de su cuerpo.
-No sabes quién soy, ¿no?
-Pues no… ¿Me conoces de algo?
-Sí. Eres judía y buscas hebreo.
Sentí cómo sus ojos se abrieron por completo y de pronto se empezó a reír.
-¡No puede ser! ¿Eres tú?
-Claro. ¿Quién iba a saber eso de ti si no soy yo?
-¿Cómo te va todo?
-Pues aquí me ves. Me espera un verano asqueroso. ¿Tú?
-Nada. He quedado ahora con una amiga. Todo bien.
-Ya veo.
-¿No te mueres del calor con eso?
-Sí. Es un coñazo.
-Pobre.
En ese momento apareció la amiga entre los dos y se dieron un abrazo para saludarse.
-Bueno, me tengo que ir. Me alegro mucho de verte.
-¡Igualmente!
Mientras se despedía me acarició la cara. Bueno, en realidad tocó la cara de la hamburguesa pero os juro que pude notar su caricia en mi piel a pesar de que una masa gigante de tejidos me separase de su mano. Me quedé congelado. No sabía qué decir. Cuando dio media vuelta para marcharse con su amiga y empezaron a caminar Gran Vía abajo, decidí echar un órdago sin pensarlo y le grité para que se girara de nuevo hacia a mí.
-¡Oye! ¿Sigues buscando hebreo? -Vi como su sonrisa se abría igual que las aguas del Mar Rojo.
-¡Ya sabes que lo encontré! Creía que lo había perdido pero acabo de descubrir que simplemente estaba escondido dentro de una hamburguesa.
Sus palabras fueron como un golpe de esperanza dentro de mí. No estaba todo perdido. De hecho parecía que todo iba a ser mejor. Vi cómo se marchaba. Me puse a llorar dentro de mi disfraz. Me alivió pensar que nadie me veía hacerlo. Era como tener la puta capa de invisibilidad de Harry Potter pero ésta era mucho más efectiva. Estaba rodeado de cientos de personas que ignoraban quién estaba ahí dentro, ni sabían que estaba llorando. Llegué a mi puto piso y seguí llorando como un idiota. Tanto que sonaron tres golpes secos en la puerta de la entrada. Me levanté medio asustado y asomé el ojo por la mirilla. Al otro lado estaba mi anciana vecina con cara de preocupación. Me sequé las lágrimas como pude, abrí la puerta y la anciana me disparó con sus palabras:
-Niño, ¿qué te pasa? ¿Por qué no paras de llorar?
-Nada. Tonterías…
-¿Y tú chica? Hace tiempo que no os escucho reír a carcajadas.
-Se marchó.
-¿Por eso lloras?
-Sí.
-Mi querido Antoñito también se ha marchado. Hace tres días lo enterraron.
Nos echamos a llorar abrazados durante un buen rato. Después nos despedimos. Desde mi habitación escuché cómo lloró la anciana durante prácticamente toda la noche hasta que el silencio envolvió de tristeza la pared que nos separaba. Donde antes se escuchaban piropos, ahora era un lugar de llanto, y donde antes nos escuchaban reír ahora había descubierto que también se me escuchaba llorar. La pared de mi habitación y la de la anciana se habían convertido en una pared repleta de cicatrices que estaban borrando todos los buenos momentos vividos.
Hay una canción que me hace pensar en aquellos días. Escuchen el tema, después podrán continuar leyendo, es la llave para abrir el IV círculo de mi propio infierno. ¿Sabéis una cosa? La gente llora en lugares equivocados y lo cierto es que tendríamos que llorar menos.
TIENES RESERVADO EL CIELO
A las cinco de la madrugada decidí escribirle un WhatsApp: “Lo de hoy ha sido guay pero a la vez muy raro. Te echo de menos. Necesito que volvamos a estar como antes”. Dejé pasar los días pero no contestó. Qué novedad.
Después de darle vueltas a la cabeza durante la última semana de julio, entre los llantos nocturnos de mi pobre vecina, cogí el teléfono de aquel hombre y acepté el trabajo aún pensando que aquel hombre era un pirado y que quizá se trataba de una estafa, o peor: de un asesino en serie, uno de esos perfiles que desgranan en documentales de Netflix. Pensé que escapar de Madrid sería una forma perfecta de arrancarla de mi pensamiento. Además iba a cobrar muchísimo más de lo que cobraría en la hamburguesería y en realidad de lo que había cobrado nunca en un solo mes. Dejé el curro de un día para otro. Renuncié a mi finiquito y me llevé una buena bronca del jefe. Antes de irme de casa tiré a la basura todos los recuerdos que tenía de ella. Todos salvo la postal que me había enviado desde Tánger un fin de semana que se marchó con una amiga y que tenía pegada en la nevera donde aparecían unos camellos. En ella sólo había escrito esto: “He visto esta postal y he pensado en nuestros vecinos. Te echo de menos”.
El pseudo cowboy, que se llamaba Evencio, me pagó el tren para ir hasta Almería capital. Allí me recogió con una pickup antigua y cruzamos distintas carreteras hasta llegar al paisaje desértico y volcánico tan sobrecogedor de Cabo de Gata. Me llevó a una montaña desde donde se veían unas vistas espectaculares del mar. En ese lugar tenía una finca con una pequeña cabaña de madera.
-¿Puedes abrir el portón de la cerca?
Me bajé y abrí la puerta que cerraba un enorme vallado repleto de alambre de espino. Entró con la pickup y desde el coche me pidió que volviera a cerrarlo. Mientras cerraba se bajó del vehículo y comenzó a hablarme sin pausa.
-Asegúrate de echar el candado. No quiero que ningún curioso entre a cotillear. Había dejado el candado abierto porque no iba a ausentarme mucho pero es necesario que el portón se mantenga siempre cerrado. Sólo yo lo abriré. Es la primera regla que debes de cumplir. Bueno, en realidad estás obligado a cumplirla porque sólo hay una llave y la tengo yo. Bienvenido a la futura ciudad de Evencio West, famosa por sus bares, sus tiendas de ultramarinos, el mejor ganado de la zona y la hospitalidad de sus habitantes. Por no hablar de la seguridad. Casualmente el Sheriff se llama Evencio y mantiene el orden y la ley.
-¿Y dónde está todo eso de lo que hablas? Sólo veo lo que parece la casa de Evencio, el sheriff.
-No me mires como si estuviera loco. Toda gran ciudad se empieza construyendo desde la cárcel del sheriff, que por cierto, es ahí donde está tu cama. Lo siento es la única que de momento tengo para invitados pero no te preocupes que no te encerraré allí dentro.
Después de decir eso se rió muy sonoramente de su propia gracia que a mí, la verdad, me pareció aterradora.
-Entonces va a ser verdad lo del pueblo...
-Bueno en realidad no es un pueblo… Este peñasco llegará a considerarse una ciudad y seguramente Tarantino quiera venir a grabar aquí una de sus últimas películas...
-Vale, muy bien, pero ¿para qué quieres hacer esto?
-Tiempo al tiempo chico. De momento descansa. Mañana será un día muy largo.
Entré en la cabaña. Era minúscula. Una chimenea, una pequeña cocina con una mesa, el baño, y (no es coña) la cárcel donde dormía. Al menos el colchón era cómodo. No sé qué cojones hacía ahí con ese hombre que no conocía de nada. Esa noche no me costó dormir, el viaje había acabado conmigo y caí rendido. A la mañana siguiente me despertó el olor a huevos con bacon y café que había preparado Evencio para desayunar.
-¡Buenos días, chico! ¡Hoy es un gran día! ¿Cómo tomas el café?
-No me gusta el café.
-Pues aquí lo tomarás todos los días para estar despierto y activo.
-¿Qué voy a hacer exactamente?
-Verás, lo más importante para una ciudad, junto a la casa del sheriff, es construir su muralla y es justo a eso a lo que te vas a dedicar en este mes.
-¿En serio? ¿Y por eso me va a pagar tanto dinero?
-Suena idílico pero es un trabajo muy duro. No sé si lo soportarás. Bueno, no te queda otra en realidad. Tenemos un contrato.
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Me pasaba los días bajo un sol demoledor cargando piedras y levantando una muralla sin sentido. Me sentía como Sísifo. La condena de Sísifo en el infierno, según la mitología, consistía en cargar con una piedra que debe dejar en la cima de una montaña. El problema es que cuando está a punto de conseguirlo, siempre, sin excepción alguna, no puede con el peso de la roca gigantesca y esta le gana la partida, cayendo colina abajo y teniendo así que volver a empezar de cero durante toda la eternidad. Yo levantaba una muralla que parecía que nunca iba a acabar. Era duro y desesperante. Trataba de distraerme para que el trabajo se me hiciera menos pesado. Analizaba cada piedra. Le sacaba formas como el que mira las nubes y se inventa una historia. Lo peor de todo es que hasta las piedras me empezaron a recordar a ella, a momentos que habíamos vivido, a objetos que habíamos compartido, a historias que protagonizamos. Fue entonces cuando las piedras me empezaron a pesar mucho más que antes. Sentía cómo cargaba con todo el peso de una relación fracasada de un lado a otro. Las piedras habían cobrado vida y eran como trozos rotos de nuestra historia que desesperadamente intentaba encajar en una muralla que de pronto se había convertido en mi propio Muro de las Lamentaciones. Más tarde escribí este poema para recordar cada una de mis piedras, cada carga, cada error.
Tenía razón. No lo soporté. Era un trabajo muy duro. Evencio me trataba bien, a su manera, hasta que una semana después le dije que dejaba el trabajo y que le iba a devolver la parte del dinero que no iba a trabajar.
-Muy bien, chico. Intenta salir de aquí. Recuerda la primera regla. Solo yo tengo la llave y es imposible que saltes el alambre de espino. No sé si lo sabes pero tenemos un contrato verbal en el que te has comprometido a trabajar aquí durante el mes de agosto, y amigo, el sheriff de esta ciudad, es decir, yo, no permitirá que lo incumplas, así que déjate de chorradas y vuelve al trabajo hasta que no quede ni una jodida piedra en el suelo, cabeza buque.
Evencio en pocos días se desveló como lo que era: un cabrón zumbado de la cabeza. Antes era un colgado a secas pero en ese momento confirmé que además podía ser un sádico. Al principio le obedecí para que no sospechara. Le pedí disculpas mientras en mi cabeza planeaba algo para salir de ahí e intentaba calmar mi rabia diciéndome a mí mismo por mis adentros: “cabeza buque tu puta madre”. Fue inútil. No encontré ningún punto débil para marcharme y llamar a la poli nunca fue una opción porque no había cobertura. Pensé en cortar algún trozo de la valla pero no tenía tijeras o alicates. En realidad no tenía nada. Mis herramientas eran las manos para cargar las piedras e ir apilándolas para hacer la muralla. Ni siquiera me dio una carretilla para llevarlas cuando se lo pedí.
Mi rutina era siempre la misma: Evencio me despertaba con el olor del desayuno, me lo comía, y después en la celda leía un rato el primer libro que cogía al azar de su estantería. A las diez empezaba mi jornada y no paraba hasta la hora de comer cuando Evencio me llamaba para almorzar. Después me dejaba ver una película con él (tenía una colección inifinita de películas clásicas en VHS) y sobre las cuatro de la tarde volvía a mi muralla hasta las ocho. En ese tiempo Evencio solía bajar a San José, el pueblo más cercano, donde aprovechaba para hacer la compra y todas esas veces intenté escapar. El alambre de espino era infranqueable (me rajé la piel varias veces) y traté de hacer varios agujeros bajo el suelo de la valla pero las lindes de la finca estaban construidas sobre piedra y resultaba imposible cavar con las manos. De alguna forma estaba secuestrado aunque me sentía tranquilo porque tenía la seguridad de que Evencio me dejaría marchar en cuanto el mes de agosto muriera. Si algo me había demostrado (además de estar loco) es que era un hombre de palabra.
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Evencio todos los días traía flores y las dejaba sobre un montículo que había bajo un árbol en la finca. Tenía que ser una tumba pero las veces que me acerqué a comprobarlo sólo había flores. Ni rastro de una lápida, una cruz o algo parecido. Le pregunté en una ocasión pero se puso a la defensiva:
-¿Te pregunto yo a ti por qué estás bebiéndote mi café todas las mañanas cuando me dijiste el primer día que no te gustaba, cabeza buque? Pues entonces.
Nos acabamos haciéndonos amigos, por llamarlo de alguna manera. No me quedaban más cojones de serlo. Nunca me ayudaba con la muralla. A veces ni siquiera estaba por allí, otras veces cogía una silla y se ponía a observar cómo hacía el trabajo mientras mordía una pajita que había arrancado de la tierra. Durante varios días le estuve intentando convencer para que me llevara al pueblo. Necesitaba ver a una persona que no fuera Evencio y pensé que quizá, una vez allí, podría escapar. El tiempo pasaba muy lento y me estaba volviendo loco. No conseguí que me llevara al pueblo pero una tarde logré emborracharlo aprovechando su buen humor y eso al menos me despejó un poco la cabeza. En la cena sacó una cerveza para cada uno y logré que repitieramos dos veces más de ronda. La cuarta cerveza la abrió él sin ni siquiera preguntarme. Yo iba bastante pedo. Él iba más pedo aún. Fue el momento perfecto para arrancarle las palabras.
-¿A quién tienes enterrado en la finca?
-Uno: Muy pronto dejaste de tratarme de usted. Dos: ¿A ti quién narices te ha educado? Tres: ¿No sabes que hay cosas que no se preguntan?
-Si no le pusieras flores todos los días no te hubiera preguntado.
-¿Por qué tienes tanto interés en saberlo?
-¿Tú qué crees? Me paso el día cargando putas piedras de un lado a otro y lo único interesante que pasa aquí es que llevas flores a un lugar donde ni siquiera hay una tumba.
-¿Sabes cuando amas a alguien que de pronto desaparece sin dejar rastro como si fuera un fantasma?
-Creo que sí.
-Me refiero de una forma literal.
-¿A qué te refieres?
-Mi mujer murió.
-Lo siento. Pensaba que te había dejado.
-Sí, de alguna manera me dejó. Se marchó. Su corazón de un día para otro se paró y cuando la encontré muerta sobre el sofá ya no estaba. Fue ahí cuando me di cuenta de que el cuerpo es una simple carcasa que encierra todo lo que somos y que al morir nos marchamos para siempre dejando aquí un puñado de huesos. Su familia quiso enterrarla en Almería en una tumba familiar en la que tenían un hueco. Yo ni siquiera fui al entierro. En ese féretro, para mí, ya no estaba ella. Me vine a vivir aquí. Era una finca que habíamos comprado con el fin de jubilarnos lejos de todo el mundo. Veníamos a pasar los fines de semana y los veranos. Ese árbol lo plantó y es lo único realmente vivo que me queda de ella.
Me pareció algo bonito. El amor más allá de la muerte. Inmediatamente pensé en mi vecina y en el repentino fallecimiento de su marido que me anunció la noche antes de irme de Madrid. Me recordó a ella porque los dos se habían referido a que sus parejas se habían marchado. En mi caso también se había marchado pero entonces ignoraba que más tarde se marcharía de verdad. Para siempre. Los ojos de Evencio estaban llorosos y antes de que pudiera decirle algo, él volvió a tomar la palabra.
-¿Y tú? ¿Cuál es tu historia? ¿Por qué crees que sabes lo que significa que alguien desaparezca sin dejar rastro?
Se lo conté todo y me centré en cada detalle de la noche en que la vi con otro chico. No sé por qué pero me empeñé en centrarme en esa historia. Le pregunté en varias ocasiones si lo entendía e intenté que me explicara por qué alguien es capaz de hacer algo así. Evencio se quedó callado mirando a través de la ventana. Fuera sólo se escuchaban los grillos y dentro nuestras voces partidas por el sonido del gas estallando al abrir los botellines de cervezas y el tintineo de las chapas cayendo contra el suelo. Como no me respondía le lancé otra pregunta:
-¿Y lo de montar un pueblo? ¿Y la muralla? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuándo me lo vas a contar?
-¿Por qué te empeñas en buscar sentido a algo que no lo tiene, cabeza buque?
-¿Ahora estamos hablando de tu pueblo o de mi chica?
-¿Tú qué crees?
Se levantó de la silla, balbuceó lo que creo que fue un “vete a dormir, hijo”, y se encerró en su habitación. Yo me terminé la cerveza que me quedaba y también me acabé la suya que había dejado apoyada en el suelo. Me metí en mi cama y me pasé la noche pensando en su pregunta, “¿por qué te empeñas en buscar sentido a algo que no lo tiene, cabeza buque?”. Me quedé dormido cuando me di cuenta de que no me atrevía a darle una respuesta. Me gusta irme a dormir pronto cuando los días son malos para que acaben lo antes posible o para evitar hacerme preguntas.
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A la mañana siguiente no me despertó el olor al desayuno de Evencio como todos los días. El silencio reinaba en la pequeña cabaña. Me asomé a la habitación pero no estaba. Salí y no vi su pickup. El portón estaba abierto. Había una nota en la nevera: “No te preocupes por mí. Aquí ya estás perdiendo el tiempo. Te he enviado por WhatsApp una foto que creo que te hará ilusión guardar. Te la hice una mañana después del desayuno. Siento que salgas con los ojos cerrados. Gracias por todo, cabeza buque.” Lo primero que pensé fue en escapar de allí lo más rápido posible. Preparé mi mochila en diez minutos y cuando estaba a punto de marcharme me pareció terrible la idea de huir después de la conversación que habíamos tenido la noche anterior. Dejé la mochila y la deshice. Me preparé el desayuno y después me puse a trabajar en la muralla. Pensé que Evencio llegaría en cualquier momento pero ese día no apareció, ni tampoco al siguiente y nunca más. Estaba preocupado y una mañana decidí salir de la finca y subir a una montaña mucho más alta que había cerca de la cabaña. La idea era llegar hasta arriba y coger cobertura para intentar localizarlo. Logré encontrar una raya de cobertura sobre esa cima y entre todos los mensajes que me llegaron de golpe, uno de ellos era la foto que Evencio me hizo y de la que me hablaba en su nota. Ni siquiera soy capaz de recordar el momento. Lo que sí que estoy seguro es que fue el único día que llovió en todo el mes de agosto.

No conseguí contactar con Evencio. Su móvil estaba siempre apagado y no le llegaban mis mensajes de WhatsApp. Pensé en llamar a la policía pero nunca llegué a hacerlo. En el fondo no me quería ir de la cabaña hasta acabar mi trabajo y supongo que no iba a saber explicarles por qué tenía una mochilla con cinco mil euros en metálico. Al descubrir que en la cima de la montaña había cobertura, comencé a subir allí todas las tardes para llamar a mi madre y confirmarle que no había muerto o desaparecido, charlar con mis colegas, que lo cierto ninguno había echado en falta mi ausencia, intentar localizar a Evencio y por supuesto ver si ella había decidido responderme a aquel WhatsApp que le había enviado el día que nos vimos por última vez. Subía a la montaña cada tarde con la esperanza de encontrar su respuesta. Mientras la recorría me imaginaba sus posibles contestaciones. Cuando llegaba descubría la puta realidad: me había dejado en visto y al otro lado no había nada ni nadie. Así todos los días. Después volvía a bajar y seguía con la muralla.
El 30 de agosto terminé el muro. Me podría haber marchado hacía más de una semana con la desaparición de Evencio pero de alguna forma tenía que acabar lo que había empezado. Sentía que era mi deber. Me quedé un buen rato observando mi obra y empecé a descubrir en ella cada forma que fui imaginando de cada piedra mientras cargaba con ellas, cayéndome de golpe sobre mí todos nuestros recuerdos. La última piedra quise que fuera especial, distinta. Con un cuchillo de la cocina rayé en la superficie el nombre de ella y así bauticé a la muralla. Hice la mochila y crucé el portón. Recorrí la carretera de tierra que me llevaría a San José. Allí cogería un bus para volver a Almería donde podría pillar el tren que me devolvería de vuelta a Madrid. En coche había una distancia de treinta minutos. Andando eran unas horas. Atravesé el desértico Parque Natural de Cabo de Gata. Me arrastré como un condenado entre el polvo, sudé lágrimas, vi espejismos de su sombra, y llegué a un terreno repleto de camellos turísticos para hacer rutas por la zona y estuve un rato observándolos. Allí hice un descanso y morí un poco cuando encendí el teléfono y al fin alcanzó toda la cobertura del mundo. Sonó una notificación del WhatsApp. Era ella. Sólo había un mensaje: “Niño, un camello puede pasar muchos días sin beber agua pero yo no puedo estar sin ti más de uno.” Me emocioné. Celebré aquel mensaje con un grito que hizo que los camellos girasen la cara para mirarme. Me acerqué hasta ellos y me subí a la valla de madera que nos separaba para acariciarlos.
Llegué a Madrid cuarenta y dos horas después de haber salido de la finca de Evencio. El viaje no fue tan sencillo. Cuando llegué a casa lo primero que hice fue ducharme y después me planté en su portal para darle una sorpresa. Pero ya no estaba. Se había marchado a África para siempre.
Hace un par de meses murió mi anciana vecina y el piso pasó a sus hijos que ahora lo alquilan. Los nuevos inquilinos son una pareja joven que me recuerdan bastante a nosotros. A veces se les escucha reír como locos y a horas prudentes suelen escuchar música. El otro día sonó una canción al otro lado de la pared que me pareció preciosa aunque no alcancé a escuchar del todo. Entre algunas cosas de la letra que discerní fue una frase: “Soy tu camello, te doy lo bueno. Acariciame la cara antes de que me vaya y tengas que echarme de menos.” Busqué en Google y encontré el tema. Se llama Tienes reservado el cielo. Lo puse en Spotify y mis días construyendo un muro tan absurdo como nuestra mi historia, la que viví con ella, pasó por delante acariciándome mi cara sonriente de hamburguesa que en realidad lloraba.
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Sigue la playlist de esta historia en Spotify. Ahí están todas las canciones que se mencionan y aquellas que también suenan pero no se mencionan. Se irá actualizando con cada relato. Recuerda que sin música seríamos poca cosa y esta vida no tendría el mismo brillo. Además el fuego que llevamos dentro no sería capaz de quemar a nadie.
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Luisa
08/03/2022
Al principio creí que no había razón para escribirte, que no hay nada mas que decir respecto a nosotros, que quizás las cosas han quedado claras y debería seguir por mi camino esperando a que nos volvamos a cruzar. Pero lo que siento no sirve de nada si se queda en mi y pienso que los sentimientos y lo que sale de ellos le pertenecen a las personas que los generan, es por eso que decidí escribirte. Si estas leyendo esto es porque pasaron una de dos cosas, o me arme de valor y deje de ser tan cobarde para buscarte y entregarte esto que es tuyo o simplemente fue obra de la casualidad que pude volver a encontrarte y aceptaste tomar y leer mi carta.
Ha sido muy difícil y el tiempo no hace mas que confirmar que te extraño y sinceramente ya no recuerdo cuando empecé a hacerlo. Extraño platicar contigo en el carro sobre cualquier cosa y que siempre faltara tiempo para seguir hablando, no he vuelto a tener conversaciones como las tuve contigo. Extraño tu risa, tus frases de Bob Esponja y la forma en la que tu nariz se mueve hacia abajo cuando te ríes. Todavía siento una opresión en la panza cuando paso cerca de la calle donde te llevé a manejar y me acuerdo de cuando no pudimos dar la vuelta en la glorieta y me da risa, porque me dio miedo, pero te dije que no pasaba nada, no te quería poner más nerviosa. Lo mismo siento cuando paso por el auto cinema, sólo he ido contigo y el otro día encontré en mi carro el menú y se me hizo un nudo en la garganta acordándome de la última vez que fuimos, vimos Space Jam 2. Tampoco he vuelto a ir a Carls Jr. Ya no quiero ir a Guanajuato, si voy me acuerdo de ti y de lo que me dijiste que sentiste al estar ahí conmigo, aun veo las fotos que te tomé y me duele pensar que sentiste tanto y yo no pude valorarlo.
El otro día buscando donde anotar algo abrí mi libreta donde escribiste “cosas sobre Luisa que no me importan”, ahí dice que eres alérgica al metamizol sódico, que tus galletas favoritas son los bombonetes, que te canalice del brazo derecho, que tu color favorito es el rosa y que te quieres ir a Mérida. Todas esas cosas, porque las recuerdo todavía, son cosas que me importan mucho aún. Todavía sigo escuchando la playlist que hicimos, sigo agregando canciones pensando si te gustarían y sin saber si las escuchas. El otro día viendo mis playlist encontré la que te hice en uno de tus cumpleaños, la pandiserenata, no pude borrarla, no quise para ser sincero.
Lamento haberte lastimado, si pudiera retroceder en el tiempo quisiera volver a octubre para hacer las cosas bien y nunca tener esa conversación. Fui egoísta y sólo me preocupé por mis sentimientos y todavía me da coraje conmigo mismo recordar verte llorando en mi carro y ser tan frio contigo y lo que sentiste. Te diste una oportunidad conmigo y yo te decepcioné, no te valoré lo suficiente, no valoré el tiempo que estuve contigo y que ahora no tengo y debo de resignarme a verte a través de las fotos que tomé y volver a sentir que me quieres cuando leo tus cartas.
Es curioso que extrañarte, me ha permitido entender lo difícil que es olvidar y de alguna forma también he logrado entender por lo que estabas pasando y no sé si todavía estes pasando por ese duelo. Se que hice todo mal, pero me aferro a la mínima posibilidad de volver a estar contigo, por mínima que sea.
Te sigo queriendo Luisa, tanto como el día que fuimos a Guanajuato.
Ahora recuerdo la primera vez que te reíste Y las ganas que me dieron de que se me ocurra un chiste ¿Cómo van a convencerme de que la magia no existe?
Te quiero mucho, chispin. AM.
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Hace mucho no viajaba a ver a mis amigos, y aunque debía escoger con quien pasar este fin de semana, lo hice por el factor distancia...
Pasamos una noche agradable, Beverly siempre se ha desahogado conmigo, sin embargo esta vez, después de escucharla terminé llorando por el vacío que tito ha dejado. Luego ella fue por una bolsita y dentro venía un llavero que tiene a una muñequilla que se parece a mí y tiene una réplica de mi tito (ambos en arcilla, también tenía una pulsera de patricio, ella tiene una de Bob Esponja) lloré mucho. Le agradezco por no haberme dejado en ese momento.
Y sobre todo te agradezco a ti por darme la paz que pedí hace casi dos años. Sé que eres mi creador, sé que me proteges y me guiarás.
Mañana, comenzaré de nuevo y prometo hacerlo mejor. Todo te lo agradezco.
Bendice a los míos y protege a quienes te necesitan.
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10 nuevos dibujos en DA hoy sábado 13:
Este es una versión chibi del animé shojo Mahouka Koukou no Rettousei Yoku Wakaru Mahouka (es muy bueno) (c) Tsutomu Sato,Madhouse
Millie Burtonberger llorando cuando su hermano mayor bota los pastelitos del horno creyendo que señor Gato haría un plan malvado y es del episodio Una familia feliz (c) Rob Boutilier,YTV,Studio B,DHX Media,Jetix,Disney XD
Bea Pezdoradobitz de Pecezuelos y con plumones (c) Noah Z.Jones,Disney
Tobe,el archienemigo ninja de Pucca (c) VOOZ
Mickey Mouse con el traje nacional de Botswana (c) Disney
Chloe Park con el traje nacional y bandera de Suiza (se ve muy linda) (c) Daniel Chang y Cartoon Network
Juniper Lee,la Te Xuan Ze con el traje nacional y bandera de Bélgica (c) Judd Winick y Cartoon Network
El pulpo Manotas,un clásico de los 60 (c) Hanna-Barbera
Una caricatura de EE.UU. y una de Europa (España) se cruzan con Zazú (El rey león y La guardia del león) y Lola (Lola y Virginia) (Zazú es de Disney y Lola es de Sandra Ballesteros é Imira Entertainment)
Y finalizo con el tacaño de Don Cangrejo de Bob Esponja y con rotuladores (c) Stephen Hillenburg y Nickelodeon
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alex pasando por acá rápidamente a decirle que la ama mucho y que la extraña aún más <3
aH. BEBITA YO TAMBIÉN LA AMO MUCHO Y LA EXTRAÑO AÚN MÁS ;AAAA;
*inserte aquí un gif de bob esponja llorando que se cargaría sí mi internet no estuviera fallando, thnks.*
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Shawn Mendes esto causas en mi......bueno falta uno que este llorando y este lamiendo la pantalla y completamos pero no los encontre, al menos de Bob esponja
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Tardes de otoño en el monte
Ellos, los que de verdad importan. Comuniones, bautizos, bodas, cumpleaños, comidas que se alargan hasta cenas entre risas en la mesa improvisada del monte. Jugar al bingo apostando veinte céntimos y que nunca me tocase nada. Tardes que pasaba junto a ella paseando por la laguna tirando piedras llanas al agua intentando que rebotasen como mi padre lo hacía para después llegar a casa y pedirle una sopa con gambas siempre y cuando mi madre no estaba para que no me regañase. Acompañarlos a su trabajo y disfrutar viendo cómo el trigo llenaba el remolque o conducir el tractor encima de las piernas de mi padre y sentirme orgullosa al ver cómo mi madre me grababa. Pasar con mis primos muchos momentos especiales como hacernos los borrachos después de beber champín en Nochevieja y dejarla en ridículo en Twitter, pero, ¿y lo que me reí? Hablar por Tuenti con éstos sin saber usarlo y presumir de ello junto a mis amigos. Llegar a casa llorando porque había tenido un mal día y que ambas me consolasen. Pasar tardes llenas de risa caminando con el pequeño animal y ellas dos —ahora distantes sentándose en mesas diferentes—, hablando de temas serios con el toque de humor de una y el serio de otra, que al fin y al cabo, eran importantes. Preguntarle qué hay de comer y que ella me respondiese con un refrán como de costumbre. Ver dibujos animados junto a él y hablar de videojuegos y Pokémon. Llegar del colegio y que él me hubiese dibujado en varios folios a Bob Esponja, Don Cangrejo y Arenita con todo detalle para que los pintase. Creo que saqué esa pasión de él. Esos fines de año sin sus bromas y sus tonterías no serían los mismos, y lo saben.
Amo a esa gente, a mi familia, y no puedo estar más agradecida por ello.
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