#GRACIAS HANNIGRAM POR SER MI INSPIRACIÓN(?)

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Las ojeras en su rostro y el bostezo que escapa de sus labios son una de las muchas pruebas que está realmente cansado. Ni siquiera cuando tiene turnos de veinte cuatro horas se siente tan agotado como cuando tiene seminarios importantes y él, como participante activo, expone sus avances en los experimentos que lleva durante meses. Fingir una sonrisa para doctores y científicos que denotan celos camuflados por lindas palabras era lo peor, junto con estrechar las manos y hablar sobre una futura reunión para debatir temas importantes que jamás llegará, pues Seungwon no está interesado en hacer más amigos de los que ya tiene, en especial aquellos lobos disfrazados de ovejas. Por suerte todo ese sufrimiento había terminado antes de lo previsto y puede acurrucarse en los brazos de su novio, quien últimamente está muy interesado en la cocina y se le hacía agua la boca pensar en qué buffet tendría listo para ambos, a cambio le lleva una caja de chocolates finos que recibió tras su charla. Sin embargo, al llegar a casa todo se encontraba en silencio a pesar de estar las luces del primero piso encendidas e hizo que el joven hematólogo dudase si el más alto estaba en casa, llamando un par de veces antes de dejar sus cosas sobre la mesa y recorrer la casa en su búsqueda, ya que Yohan nunca sale sin avisar. Logra divisar la bolsa del contrario y eso lo calma un poco, pero cuando decide marcar a su celular escucha un extraño ruido viniendo del sótano, lugar donde ambos tenían laboratorios para continuar sus investigaciones desde casa. Seungwon baja las escaleras con cuidado y nota la luz a través de la puerta, no se molesta en tocar deduciendo que el otro será incapaz de escucharlo al estar tan concentrado en su trabajo. “Aquí estás, pude escapar antes del evento y traje unos dulces para compartir después de nuestra cen—” las palabras mueren en su boca al momento que entra al sitio y presta mayor atención al ambiente. Hay alguien sobre la cama bien iluminada, que dirige sus ojos abiertos y cargados de dolor al más bajo, intentando balbucear algo pero no logra entender. Puede ver una herida sangrante en su pecho y abdomen, con unos órganos asomándose sobre la piel. Quiere creer que está alucinando pero cuando intenta acercarse para comprobar si es cierto o no, sus pies le traicionan y retroceden en lugar de avanzar. “Yohan— ¿Qué demonios haces?” pregunta con voz débil, el miedo comienza a invadir su cuerpo, las piernas tiemblan y siente los latidos de su corazón retumbar sobre los oídos en el instante que mira el monitor conectado a la camilla, aquel que mostraba los signos vitales y que le confirman lo más terrorífico de la escena: la persona aún está viva.