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Y despiertas en mi cosas terribles. Letales. Pensarte me da vida al mismo tiempo que me tortura. Eres un eco que rebota en las paredes de mi corazón llenando sus rincones con misterio, con pasión y un deseo insoportable. Si pudiera te comería en un solo bocado, respiraría tu olor hasta que te disolvieras; mejor aún, fundiría tu piel con la mía para ser un sólo calor, un solo fluir de la sangre, una eterna complicidad...
M.C.
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Te dije que estaba cansada y que ya me sentía lista para morir. Respondiste que lo hiciera y nos reímos de la crueldad de la situación. Tuve que sentir súbitamente tu boca en mi boca para entender que la muerte es la única cosa que te haría resistir la tentación de tenerme frente a ti. Ahora entiendo las veces en que decías que te gustaba escuchar mi voz, o que te alegraba que yo fuera la única en llegar porque así podríamos platicar en la penumbra de un escenario a medio iluminar. Las comidas, los tragos, y las risas, y peleas, y burlas; las miradas, la aprobación que buscabas en mis ojos, la gracia con la que te conduces por el mundo y la forma en que suavizas tu voz cuando te diriges a mi; la confianza y el cultivo que le diste a mi talento, los oídos que me prestas para escucharme reflexionar...tus manos tímidas buscando un sutil contacto.
M.C.
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Markus Matthias Krüger (German, 1981) - Großer Wald Unter Schnee (Large Forest in the Snow) (2009)
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Ecos.
Quiero ahogarte con palabras bonitas. Quiero explicarte todo lo que ha florecido de ti en mi desde entonces. Y si cierro los ojos pienso en el erotismo de tu boca y en el calor de tus manos. Se convulsionan todos mis sentidos, que buscando van entre los ecos de otros días donde permanece tu aroma, tu voz, tu mirada, la armonía de tu nombre. Los ecos se transforman y reptan sigilosos, saltando mis pasos como gotas de lluvia reventadas contra la piedra. Aquí no hay más que una temerosa y triste esperanza...y allá...Dios sabrá que hay a la distancia.
M.C.
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“You can close your eyes to the things you don’t want to see, but you can’t close your heart to the things you don’t want to feel.”
— Chester Bennington
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Diario: 6 de septiembre.
Eres todo un ejercicio de contemplación. Un espectáculo de la naturaleza. Los arcos de tus pies, la dureza de tus pantorrillas y el paisaje de tus muslos. Tu flequillo reposado en la frente caliente de tanta pasión. Tu barba espesa suavizada con hebras de plata en un olivo rostro paciente.
Erótica figura a media luz en el centro del escenario. El ámbar que dibuja la silueta de un cuerpo que resplandece en santidad. Se manifiesta el espectro de una nariz como torre de Líbano sobre la cual beben mis ojos. Se yergue una presencia soberana y firme como los pilares de una catedral.
De un brevísimo agasajo de corazones fundidos en un abrazo, arrullados por el cálido y melifluo cauce de tu voz; de testigos solo unos cuantos pasillos, un túnel, una avenida ocupada en su cotidiano, tu coche estacionado en la oscuridad, una sala vacía donde el piano hace eco...
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Lectura de medio día.
Él leía. Sentado bajo el cenital leía aquel cuento que Octavio Paz le escribió a la Garro alguna vez. Leía tan apasionado y melancólico, construyendo el mundo del agua, del amor, del erotismo, de la sal y del hielo con esa dulcísima voz suya.
(Habíamos compartido un café muy temprano. Un beso que no nos damos llegando a nuestras bocas a través del borde del vaso de papel. Un sorbo él, un sorbo yo, un beso él, un beso yo.)
Él leía apasionado, con la mirada clavada en las palabras. Yo recorría su perfil endiosado, venerado, resplandeciente, embriagante.
De la punta de su nariz saltaban al precipicio mis deseos.
Sentado, iluminado, ardiente de imaginación, leía.
Yo pensaba en lo maravilloso que sería que esa lectura fuera solo para mí. Que esa nostálgica pasión estuviese inspirada por mí. Y entonces, terminó. Cerró el libro y lo primero que sus ojos hicieron fue clavarse en los míos. Me estremeció el fulminante rayo de sus pupilas. De mis ojos amenazaban con caer ríos. Él sonrió amable (como siempre, como su alma suave y modesta) y sus labios se abrieron para preguntarme: ¿en qué piensas?
M.C.
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Women walk in an alleyway in the Medina of Chefchaouen, a picturesque town well-known for its blue painted houses and alleyways, in northern Morocco, on April 27, 2017. (Mosa'ab Elshamy/AP)
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Vintage Native American art.
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Marie Howe, from What the Living Do; “Watching Television”
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