why-are-we-really-here

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Volver a casa

Es la sombra bajo el ciruelo en el jardín. El olor a bosque y gatos en mi casa. Las conversaciones en la mesa del desayuno con mis papás. Volver y que los abrazos de reencuentro sean eternos. Sentirme asfixiada y salir al balcón y no ver más allá del ciruelo. Ver pasar los autos cuando me recogen en la rotonda de abajo. Reírme en serio. Sentirme cada vez más grande, pero darme cuenta que en realidad soy muy muy muy pequeña. Tengo 23 años y siento una ráfaga de tiempo que pasa a través de mí y me deja sin aire. La veo perforar a mis amigas también (creo, eso sí, que todas hemos crecido con una sabia elegancia). La siento cuando se me trata de huésped y me pierdo en las calles que yo conocía de memoria. Me alejo cada año un poquito más de la persona que dormía en mi cuarto, pero esta vez mientras le hurgaba las cosas me di cuenta que nunca la deje de querer. En un año más voy a tener 24. A esa edad tuvo mi prima a su hija que ahora tiene 5. A los 25 supuestamente se termina de desarrollar el lóbulo frontal. A los 26 mi mamá se fue a vivir a Alemania. Esa noción del tiempo que es tan ajena pero tan familiar me sacude con nostalgia. Hoy en el avión me agobié pensando que quizás mi vida de ahora en adelante será una secuencia interminable de adioses y holas, que ese es el precio que pago por cambiar tanto de planes cada vez que cambio de opinión. Como podemos saber lo que es para nosotros y lo que no? Quisiera que existiera el botón de pausa y que justo alguien lo presione cuando estoy en el jardín en Valdivia y no se escucha nada. O cuando solo se escuchan las risas de mis amigas 

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en el campus de la uni en primavera.

Han pasado meses y encontré mi nombre en una lista tuya de supermercado, porque me sangraba el pie y te había pedido que me compres parches al venir a la universidad. La primavera pasa por delante nuestro y no nos damos cuenta, enredados entre las pequeñas cosas que nos unen y las grandes que nos separan, nos movemos entre cafés que no nos gustan y alergias de polen y comida recalentada y dormir 4 horas e imprimir papeles y estar nerviosa y tu relajado. Ya no estoy aburrida, nunca lo he estado contigo. Ya no te da vergüenza que aparezca en tu casa sin avisar y ya no intentas impresionarme. Ahora en tu vida soy categorizable y pertenezco a una de tus burbujas. Estuve segura mi vida entera que el silencio complice entre dos personas se practica pero el nuestro fue asignado por una mano maestra titiritera desde la primera vez que me senté a tu lado en el bus