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Fuego, llamas, cenizas y brasas
¿Quién no ha ardido alguna vez
en su propio fuego?
Algunos se tornan cenizas.
Otros viven en llamas.
Llamas que unos usan
para quemar a otros
y otros para dar calor
a quienes lo necesiten.
Y hay quien se extingue
y ni brasas deja.
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Escritora mental
Tengo mente de escritora
y manos de analfabeta.
Hay todo un poemario
y un mundo literario
en mi cabeza.
Pero cuando mis manos
toman papel y lapiz
mi escritura
se vuelve muda.
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Haiku
Tiempos perdidos,
primaveras pasadas,
nunca regresan.
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Haiku de invierno
Frío en invierno, lluvia en el corazón, nieva tristeza.
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El yogur o la vida
Esta historia comienza un medio día en una casa, con una madre y su hija, aquí presente casi treinta años después, pues por aquel entonces tenía cuatro.
Mi madre y yo, estábamos almorzando – ella más que yo – con la promesa de un yogur de postre para mí, si me terminaba toda la comida.
Cabe decir que me encantaba el yogur. Pero la comida que tenía delante, no tanto.
No me acabé la comida, ni mucho menos. Así que, sin comida: no hay postre.
Después de muchos intentos fallidos de coger el yogur fuese como fuese, el cual mi madre tuvo que acabar poniendo encima del frigorífico para que yo no lo alcanzara, no tuve otra feliz idea más que la de coger el cuchillo jamonero, y con la mejor de mis drámaticas interpretaciones, amenazar a mi madre para que me diera el yogur:
– ¡Tú lo que quieres es que me mate! – le dije fuera de mí.
La muerte se me vino encima, pero a manos de mi madre, cuando con una me quitó el cuchillo y con la otra me plantó un guantazo de postre en la cara.
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Mi credo
1. Creo en el poder de la Naturaleza. En su capacidad de crear y destruir. Que, incluso, tiene consciencia propia y es capaz de forjar su propia venganza contra quienes la dañan.
2. Creo en que, si existe algo a lo que llamar Dios, no es un dios. Y mucho menos un anciano soberbio que nos mire desde y nos espere en ningún cielo.
3. Creo que el ser humano no es bueno por naturaleza, sino que forja su bondad o maldad en base a lo que le rodea, sus circunstancias y su propia concepción de sí mismo.
4. Creo que existe gente buena y feliz a pesar de sus desgracias.
5. Creo que lo más puro que existe en este planeta es un animal. No importa la raza, especie o género que sea.
6. Creo que no siempre se puede, a pesar de que crean que sí.
7. Creo en el amor, pero no creo que todos lo disfruten. Y mucho menos al que se le llama “verdadero”.
8. Creo en la verdad.
9. Creo que tiene que haber algo más. No podemos venir a la vida y morir y que solo sea eso. No tendría ningún sentido.
10. Creo en la risa y en su capacidad para curar y hacer que olvides por un instante todo aquello que te hace mal.
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Entre sueños
¿Cómo traer de vuelta un barco que ha zarpado en el aire? En el manual pone que se hace lo mismo que cuando zarpa en agua pero, este barco no tiene tripulación. Solamente hay una niña sola y asustada que quiere regresar a tierra firme. Pero yo no sé que hacer para que regrese.
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La caza del Águila del Gran Mar

En una isla situada en algún mar, se encontraba una tribu muy antigua. Tenían múltiples y ancestrales tradiciones. Entre ellas, destacaba la más importante: la caza del Águila del Gran Mar. Se decía que este animal era en verdad una diosa. Los hombres de la tribu tenían que intentar derrotarla a través de un ritual que consistía en mostrarse vulnerables y apetecibles ante ella; desnudos y solos en una barca, perdidos en el mar.
Si no conseguían cazarla, ésta se comía sus ojos y, derrotados, volvían a la isla. Así, toda la población masculina era ciega. El águila nunca había sido cazada por nadie, jamás.
Hasta que, al año siguiente a la última caza, un joven decidió aprovechar la circunstancia en la que se encontraba y no cazaría al águila. En vez de eso, huiría en la barca hasta encontrar otro sitio donde vivir con otras tradiciones. Pues no quería quedarse ciego.
Pero entonces, en su huída, el águila se posó sobre la barca, y el joven asustado apuntó con su arco y su flecha al animal creyendo que le atacaría. Ésta le dijo “ve en busca de tu destino”. El joven así lo hizo y el águila nunca más volvió.
(Imagen: cuadro de Edgar Ende)
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Vericuetos del más allá
Cada vez quedaban menos fantasmas que quisieran trabajar como asustadores de casas encantadas. Los tiempos habían cambiado y los difuntos preferían dedicarse a salir en videos caseros que, después, los vivos subían a internet.
Las casas embrujadas ya no llamaban la atención como antaño. Así que el centro de regulación de almas impuso la norma de que los espectros recientes pasaran al menos un año de servicio en casas para embrujar, para que no decayera el oficio. Fue así como Jules, un joven, que sin comerlo ni beberlo, se vio de pronto en la tesitura de descubrir que ya no estaba vivo y que, además, tendría que pasar el siguiente año de su muerte en una casa obligado a cumplir las funciones de un fantasma en una casa que tenía que estar embrujada.
Tuvo la suerte o desgracia de ir a parar a un hogar que no solo estaba ocupado por una mujer y sus dos hijos – vivos los tres – sino que también estaba allí destinado, trabajando como asustador, el difunto marido de la propietaria de aquella casa. Que había fallecido recientemente.
No le quedó más remedio a nuestro ya eternamente joven amigo que entablar una relación laboral con este personaje tan singular.
Ambos tuvieron que lidiar con los dos hijos de Martin, que así se llamaba este padre de familia, quienes no tenían mejor oficio que el de grabar psicofonías, ya que sospechaban que la casa estaba poseída por un ente. El de su padre en concreto. Con la mala suerte que un día, no se le ocurrió otra cosa al ex propietario de aquella casa, que traerse al lugar de trabajo a una amiga, fallecida también, con la que mantuvo una noche de pasión. Y no se habían percatado que los hijos habían dejado durante toda la noche una grabadora para oír al día siguiente alguna psicofonía que les diera por fin la razón de que el espectro de su padre habitaba esa casa. Tal vez se hicieran famosos con tal descubrimiento.
¡Y tanto que podrían hacerse famosos! No solo habían captado una psicofonía, sino que era además una en la que se podía oír claramente a su difunto padre siendo infiel en el más allá a su madre con otra mujer. Tenían que evitar, ambos, a toda costa que esa psicofonía llegara a oídos de la mujer de Martin. Pero, ¿cómo hacerlo? Estaban muertos.
En menudo lío se encontraba Jules sin siquiera pretenderlo. Le había tocado estar en esa situación por el simple hecho de haber fallecido y que aquellas fueran las normas de aquella otra vida.
De pronto, la solución apareció sola: a los hijos de Martin se les ocurrió jugar a la ouija para contactar con su padre. Querían confirmar que, el espectro al que habían grabado y pillado en aquella fantasmal infidelidad, era su padre y no otro. Martin vio las puertas del cielo abiertas.
Habló con sus hijos, les confirmó que era él y les hizo prometer por el amor a su madre que jamás desvelarían aquel desliz. A cambio, él y Jules les procurarían psicofonías que merecieran la pena enseñar al mundo y muchos más espectáculos paranormales.
Con ésto, pudieron crear un canal de vídeos en internet en el que mostraban los extraños fenómenos que sucedían en su casa. Así mataron varios pájaros de un tiro: la infidelidad de Martin jamás salió a la luz, Jules empezó a apreciar su trabajo, las casas encantadas volvieron a estar en auge gracias al fenómeno de internet y los hijos de Martin habían conseguido lo que querían.
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Me morí...
Me morí en vida durante 8 años. Intenté resucitar en vano muchas veces. A los 24 empecé a respirar poco a poco. Sin darme cuenta iba saliendo paulatinamente de mi catalepsia. Al principio me alegré. Incluso llegue a ser feliz. Hasta que empecé a ser consciente de que la vida que perdí durante esos años no la puedo recuperar. Y puede que ya sea tarde. Ahora tengo miedo de quedarme sola y sin recursos por haber estado muerta tanto tiempo. Yo no quería morir. Me mataron poco a poco hasta que me dejé matar. Y triunfaron ellos y perdí yo. Y es una pérdida que voy a cargar para siempre. Oportunidades que se fueron. Y ya es tarde. Ahora que quiero y puedo vivir no me deja el destino. Porque soy tan culpable como mis asesinos.
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Se vende habitación
Los muebles que, tiempo atrás habían sido de colores alegres, ahora se encuentran rotos y descoloridos. Tal vez la carcoma haya hecho mella en ellos.
Humedades corroen las paredes que fueron brillantes y claras. Las adornan cuadros de figuras oscuras que las tapan casi totalmente.
Una pequeña ventana, el único hálito de luz que podría iluminar esta umbría escena, se encuentra tapiada.
La cama deshecha. Los trastos por el suelo. Arañas que se divierten en sus telarañas.
Necesita reforma. Tal vez alguien pueda hacerse cargo de ella.
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