Tumgik
#Ángel no había tenido la posibilidad de festejar su cumpleaños.
sabrielove · 7 years
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Deseo.
El cumpleaños de Sam estaba a la vuelta de la esquina. En un par de días estarían festejando una fecha que irremediablemente nunca tuvo la importancia que merecía, ya fuera por un año más de vida o sencillamente pasarla bien junto a sus seres queridos...
Y esto tampoco existía mucho ya.
Al igual que Dean, Sam prefería solo dejarlo pasar. A veces no tenían siquiera tiempo de recordar que eran sus cumpleaños, y otras solo se daban un incómodo "hey, feliz cumpleaños, hermano" junto a un corto abrazo o bien, recurrían a sus posibilidades de festejar por su cuenta en un bar.
Pero estaba claro que Dean nunca prefirió esto para su hermanito.
[...]
–Crecimos queriendo tener suerte de que en nuestros cumpleaños, el de Sammy, papá o mío, ya sabes, que en esos días no estuviéramos a punto de morir en una cacería o algo por el estilo.— narraba el ojiverde. –Y casi siempre papá prefería dejarnos en casa, bueno, me refiero a un motel... Cuando sabía que se acercaba su cumpleaños o el mío, así aunque él no pudiera estar con nosotros, al menos nos haríamos compañía el uno al otro.— rió negando con la cabeza y dando un trago a su cerveza, pensativo. –Si supiera que nuestro único deseo era que él llegara a salvo y no darnos estúpido dinero para un pastel.
Castiel comprendió bajando la mirada a su cerveza intacta. Se sentía un tanto incómodo ante la mala infancia que pasaron sus chicos, aún cuando él no tenía la culpa, pero no podía evitar ese sentimiento cada vez que ellos le hablaban de su pasado.
–No te tomarás esto.— le dijo Dean después de un rato, quitándole la botella para llevarla a su boca y Cas no objetó, de cualquier manera sólo la había pedido para no lucir extraño estando en un bar y no beber nada.
El haber llegado a ese sitio había sido toda una historia, sin embargo lo que ahora les importaba a ambos era hallar una gasolinera en ese pueblo y emprender de vuelta a casa para encontrarse con el insistente Sam que preocupado por su tardanza no dejaba de llamarles.
Tras pagar y permanecer sentados uno junto al otro hasta que terminara la canción que tocaban en vivo, salieron de ahí tomándose su tiempo caminando lento hasta donde pudieron aparcar el auto.
Ambos pensando en la misma situación hasta que el ángel hizo un sonido desde su garganta antes de hablar. –Podríamos festejar su cumpleaños. Comprar un pastel y... Gorros de fiesta. No lo sé, las cosas que son comunes en una fiesta.
–No es acerca de los objetos, Cas. Lo que siempre lamentamos fue la soledad y no tener un abrazo más que del otro.
–Bueno, ahora me tienen a mí.
Dean rió una vez sin sonido, no objetando. Le dio una palmadita al hombro de Castiel y estuvo de acuerdo. –Tienes razón, esta vez te tenemos a ti. Qué diablos, comprémosle ese maldito pastel y avergoncémos a ese tonto.
[...]
El cansancio pudo más que él.
Sam terminó dormido en una posición nada cómoda, sentado en una silla y con los brazos y cabeza sobre la mesa, el teléfono móvil a su lado ya sin batería por tanto que lo encendía para mirar la hora y asegurarse que no recibía ni un mensaje o llamada de vuelta de su hermano o Cas.
Sus textos para ellos no terminaron nada lindos, pero no podía evitarlo, estaba molesto por no ser incluido en sus planes. Bien sabía que aquel caso traería problemas y no debió confiar en el "Cas y yo lo haremos, tú quédate por si algo más surge. Volveremos en un tris."
Pero no entendía que había pasado, pues según la última vez que habló con ambos, le dijeron que todo había salido bien y estarían de vuelta muy pronto. Eso fue hace dos días.
Sam lo decidió, saldría a buscarlos por la mañana aunque tuviera que atravesar tres estados para llegar a ellos.
Pero la siesta de diez minutos se transformó en diez horas.
Y tan exhausto estaba que jamás se enteró de los arreglos que preparaban su hermano y amigo a los alrededores.
Estos amarraron un globo de color en el respaldo de cada silla, Castiel acomodó el pastel frente a él y Dean colocó exactamente el número de velitas infantiles que la edad que estaba cumpliendo, aguantándose reír de la cara que pondría su hermano al ver aquello.
Cas se puso un gorro de fiesta -que él mismo insistió en comprar- de color azul, y antes de que Dean comenzara a cantar el cumpleaños feliz y darle un mini infarto a Sam, también le montó uno pero en color amarillo, haciendo que cambiara su expresión burlesca por una monótona.
–¿Listo?— El ojiazul asintió contento.
Dean se situó justo detrás de Sam, contó con los dedos hasta tres para indicarle a Castiel el momento de iniciar la canción juntos y así lo hicieron. Sorprendiendo a Sam que levantó rápido la cabeza acomodándose en la silla con desconcierto y Dean colocándole un gorro rojo para seguidamente rodearlo y quedar junto al otro mientras seguían entonando la ridícula canción.
Entonces el menor entendió todo e intentó espabilarse y sonrió tallándose los ojos con el dorso de las manos hasta que ellos terminaron con sonrisas grandes y vitoreando.
–Vamos, pide un deseo, Sammy.— indicó el Winchester mayor antes de que les reclamara el tardar tanto tiempo fuera y sin responder las llamadas.
Entonces Sam miró las velas y rodó los ojos, sabiendo bien que eso iba por parte de Dean.
Sin embargo se concentró en todo aquello y el hecho de que no había tenido tan linda sorpresa de alguien en uno de sus cumpleaños desde hace años, y todo era por parte de las personas que más amaba aunque estaba muy seguro que el de la idea había sido Cas. Sonrió igual y los miró a ambos, quienes esperaban verlo soplar las velas y capturar el bonito momento.
Pero... Verlos así de unidos, siendo capaces de juntos hacerle esa celebración especial por la, indudable, conexión que tenían al tener la relación ángel-humano que... Sam siempre se preguntó por qué él no podía tener también.
Él estaba feliz de que Dean tuviera a su propio ángel, el mismo que lo ayudó incontables veces, a ambos, y eventualmente se convirtió en el mejor amigo con el que podrían alguna vez soñar y ahora eran familia. Pero, ¿es que él no merecía tener también un compañero así de cercano?
Aunque Sam hubiera querido desear un montón de cosas, se vio atascado en ese pensamiento que terminó llevándolo a cerrar los ojos y soplar aquellas velitas mientras en su interior se decía:
"Deseo tener a mi propio ángel."
Dean y Castiel aplaudieron y tomaron asiento frente a él, el primero quitó las velas queriendo probar el pastel que parecía delicioso, mientras el ángel observaba a Sam con la mirada perdida.
–Sam, ¿Qué deseaste?
–Eso no se dice, Cas.— le recordó Dean.
–Yo... Una tontería.— quiso sopesar el cumpleañero, tomando un cuchillo para cortar el pastel.
–Uh, no sabía que tu deseo más desesperado fuera una tontería.— dijo una voz ajena que los hizo prepararse para atacar, eso hasta que notaron que era el mismo arcángel que les hacía la vida imposible pero era inofensivo -a veces- y entonces lo dejaron pasar.
–Hey, no recibí mi invitación, por cierto. Qué malagradecidos con la persona que les salvó la vida antes.— bromeó llegando a sentarse junto a Sam y ponerse el gorro color verde que sobraba.
–No te debemos nada, Gabriel. No hay razón de que estés aquí, por cierto, ¿Qué haces aquí?— atacó Dean.
Gabriel miró a Sam por algunos segundos, donde fue correspondido pero el humano no entendía nada tampoco. El rubio supo que estaba tan confundido como el infierno y seguramente cuando supiera que en adelante serían inseparables, tendría que revivirlo sí o sí.
Y seguramente todo sería menos peor si Dean y Castiel no se enteraban justo ahora que ese había sido el deseo del pequeño Sam.
Porque estaba ahí para ser su compañero, como el destino estaba escrito.
Pero, esto no quería decir que Gabriel estuviera de acuerdo. Él jamás se hubiera imaginado que terminaría atado a un Winchester, aún cuando tenía mucho sentido.
Y muy a su pesar, tendría que mejorar esa relación de una forma u otra.
Sonrió todavía mirándolo y dijo: –Me enteré que es tu cumpleaños, pasaba por la zona y quise felicitarte.— costandole hablar, cerró los ojos un momento antes de seguir. –Porque no he sido el único que les ha salvado la vida. Ustedes... Tú también lo has hecho.
Sam le sonrió con un asentimiento. –Gracias.
El hombre del cumpleaños no sabía que ahí estaba su respuesta al deseo que pidió, todavía, pero no pudo negar que mientras deseaba aquello, el nombre de Gabriel pasó por su cabeza y claro que se preguntó si él sería una buena opción...
Y la respuesta fue positiva en tres años, cuando tras muchos disgustos y peleas, surgió su primer beso.
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