Tumgik
#he andado con la cabeza en otro lado esta semana
zaraterendon · 1 year
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Detonantes de principios de agosto
Frustración. Vulnerabilidad. Metilfenidato. Impuntualidad.
Durante estos dos meses he recuperado el hábito de la lectura que tenía antes. No obstante, ya no hay manera de reponer mi racha, Goodreads sigue diciendo que estoy once libros atrás para conseguir mi meta de 55 libros este año. Será difícil que pueda leer más rápido de lo que ya estoy intentando leer ahora. Sé que la lectura no es una competencia. En cambio, he estado haciendo otras cosas, como escribir, como reír, como ver más películas, como enamorarme de un sujeto que me lleva de la mano a través de series y música que, resulta, ambos disfrutábamos antes y ahora podemos compartirla.
Sobre todo eso: me enamoré. Le pienso intentando no ser tan cursi. Incluso solo dentro de mi cabeza me avergonzaría descubrirme sonrojada y emocionada por verlo al día siguiente y al siguiente y al siguiente. Está aquí a mi lado, acostado, haciendo otra cosa, mientras escribo esto como si no estuviera. Enamorarse y leer son incompatibles: dispone de tiempo que antes destinabas a estar contigo misma. Pero puedes conciliarlo y llevarte un libro de poesía de bolsillo a todos lados (Ya no tengo fuerza para ser civilizada de Iveth Luna), sabiendo que, en cualquier momento junto a él, puedes estar en silencio (el amor es aprender a estar en silencio) y abrirlo en cualquier página o en la página que seguía y pasear la tinta por tus ojos.
Enamorarse y escribir también chocan. Por un momento, la rutina que habías creado se transforma en una silueta alrededor de dos cuerpos: uno, que busca crear, otro, que acompaña a la creadora, y viceversa. Hay múltiples maneras de trazar una silueta, yo he decidido, primero, bocetar de lejos, luego, puede haber dos opciones: a veces la remarco con una caricia en la mejilla, a veces con un brazo y una pierna en su torso. Enamorarse es hablarle sobre lo que estás escribiendo: es consultarle cómo podría subir un árbol gente diminuta. Enamorarse es desayunar juntos mientras lees a Cristina Rivera Garza, a Claudia Cabrera Espinosa y a Juan Cárdenas, y a cada tanto, le platicas por qué estás absolutamente interesada en las escrituras geológicas, en la idea de los sedimentos, en las reescrituras permanentes en la literatura y que, por ello, nunca escribimos solos. Enamorarse es no escribir a solas. Enamorarse es suspirar mientras escribes sobre enamorarse en tu blog cuando te sientes bloqueada sobre la imposibilidad de escribir (¿de qué otra cosa podría hablar en este instante?) y de pronto tus dedos no dejan de moverse por las teclas y las palabras solo van fluyendo. Enamorarse es verle de reojo dormido mientras piensas que, después de todo, enamorarse fue un detonante para retomar el blog.
Además de lo mencionado en este párrafo gigante que podría parecer que sobra (las bondades del blog personal permiten estas licencias escriturales de meter en medio de una idea genial lo que se te dé la gana), comencé El luto humano de José Revueltas y Dios tiene tripas de Laura Sofía Rivero. Ambos, tienen un lenguaje tan impecable que me cuesta desengancharme de uno para pasar a otro; la buena noticia, es que son libros aparentemente opuestos (si no lo pienso demasiado); por ello, mi mente puede engañarse a sí misma y cambiar el chip cada vez que abro uno de ellos. Debo confesar que empecé El obsceno pájaro de la noche de Donoso, pero decidí tomármelo con calma y lleva dos meses en mis currently reading de Goodreads.
Volveré pronto. Esta entrada se queda a medio aliento, como he andado yo las últimas semanas, pendiente de lo que sigue y queriendo aprehender cada instante que pasa.
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horaciogennari · 3 years
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TODAS LAS MANADAS, LA MANADA
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Reflexiones acerca del Fracaso y la Tozudez Necesaria para ir contra la Corriente
Con cierto regodeo, en forma atildada y bien preparada su gola, el funcionario que todo lo sabe, desde las profundidades de la estadística, los avances científicos más rampantes y hasta las enfermedades habidas y por haber, espetó a su muda audiencia “…Cuando llegue el efecto Manada, ya nada nos deberá preocupar…”. Simple y contundente. Nadie podría siquiera atreverse a preguntar acerca del porcentaje necesario para alcanzar dicha inmunidad, si estaríamos en presencia de rectas con funciones asíntotas o sobre como sería la distribución normal de la población y sus formas de agrupamiento (léase Campana de Gauss) o si las curvas esperadas serían Elipses, Parábolas, Hipérboles o lisa y llanamente como la Horquilla del Autódromo Oscar Gálvez. Juntó sus papeles y se “tomó las de Villadiego” (expresión antigua que indica huir, salir, escapar de algún sitio o desatenderse de una situación a toda prisa, sin ánimo alguno de regresar). Escuchada por mi que fue la frase, derivé en otros pensamientos que concatenados me llevaron a pensar acerca del máximo anhelo de muchos, para que en un catastrófico día terminemos definitivamente siendo manada o sea “un conjunto de animales, generalmente domésticos y cuadrúpedos que andan juntos y al solo cuidado de un pastor que les sabe de guía y cuidado” (Real Academia Española).
Quién esto escribe, debe reconocer que ha andado gran parte de su vida a contramano. La incorrección política me ha costado buenos dolores de cabeza y nunca he sido bien entendido cuando del mero obedecer se trataba. Si he agachado la cabeza ha sido más por educación que por asentimiento a la decisión tomada por otros. Mis silencios nunca fueron aceptación, más bien cierta búsqueda de no hacer frontal mi disidencia. Sin duda que he seguido manadas, pero cada cierto trecho no podía con mi genio y hacia los límites de la comarca me iba.
Hace unas semanas, mi hijo Guido, el mayor, el que se ha vuelto tejano, me invitaba a reflexionar sobre el fracaso y pensar sobre aquellos que en algún punto decidieron ir contra la corriente, chocaron y chocaron, pero que en su perseverancia lograron sus complejos objetivos fijados. Son los que dijeron en un momento de sus vidas “Ey me voy de cacería, este rebaño no me lleva a ningún lado y ese tonto boyero que nos acorrala no entiende nada”. Claro, los casos que me citó no son menores, tales como que Steve Jobs fue reprobado dos veces para ingresar a una universidad, la cual luego abandonó o las Editoriales que rechazaban las novelas de Stephen King diciéndole “No estamos interesados en su Ciencia Ficción que trata de utopías negativas. No venderán nada”. Una lógica y adecuada cantidad de fracasos le dará temple para ir por la otra base, sin embargo si Usted mismo o una sociedad completa arrastra décadas de fracasos acumulados seguramente deberá buscar el origen de tanta estupidez acumulada. Se dice que Thomas Edison hizo algo así como mil intentos antes de dar con la bombilla de luz buscada, ya que los filamentos no soportaban más de unas pocas horas con carga eléctrica. Finalmente en una fría noche de octubre de 1879, en Menlo Park, California y ante tres mil personas, logró su objetivo. La lámpara de luz soportó cuarenta y horas encendida. Edison, Jobs, King y tantos otros no quisieron ser cardumen. Alguien dijo por allí que “El Hombre que se adapta a las circunstancias no produce progreso y que por el contrario aquel que busca que las circunstancias se adapten a él, son los que provocan finalmente cambios en la sociedad”. O acaso Bill Gates, Henry Ford, Albert Sabin no fueron obstinados detrás de ideas o proyectos revolucionarios?
Tomemos a José Ortega y Gasset (1883-1955) con su libro quizás más reconocido, “La Rebelión de las Masas”, donde nos describe como funcionarían las multitudes deduciendo que a mayor aglutinamiento, mayor docilidad tendrían. Esto luego llevaría a esas “masas” a la pérdida del individualismo, transformándose así inexorablemente en una mayoría silenciosa. Vale la pena citar, que aún el mismo Ortega y Gasset, en esos tiempos, tenía su grado de incomprensión y desaprobación, pues este famoso libro fue publicado primero en capítulos por el Diario “El Sol” dado que no era aceptado por las editoriales importantes del momento. “La Rebelión de las Masas” fue escrito en pleno ascenso del fascismo y debe de ser entendido en ese contexto. El filósofo español no era adicto a esta fuerte tendencia política, sino que por el contrario afirmaba que el liberalismo era la única forma posible de crecimiento y desarrollo. Un hombre hecho “masa”, solo seguiría la corriente y estaría a merced del guía psicótico de turno. Si bien Ortega y Gasset parecía no estar muy propenso al acceso en el poder de los “Hombres – Masa”, indicaba que de esos rebaños podían surgir rebeldes que podrían cambiar el discurrir de la historia, para lo cual debían rebelarse contra los sistemas vigentes.
Siguiendo la línea de entendimiento acerca que el progreso viene de la mano de los rebeldes y no de los “Hombre-Masa”, Ortega nos enseñaba que el hombre está inmerso en diversas concepciones físicas, mentales, sociales, económicas (Yo soy yo y mis circunstancias). Leamos este párrafo de “La Rebelión de las Masas”, “El hombre-masa recibe del Estado todo y esto lo induce a la aprobación y a la falta de activismo. Este hombre-masa olvida que el Estado no puede resolver todos los problemas. El Estado terminará absorbiendo la sociedad civil y el individuo ya no tiene un espacio para crecer y demostrar sus capacidades. El Estado es el mayor peligro para los que quieren salir del coro: ya no es un medio (como en la concepción liberal), sino que se ha convertido en un fin”. Algún paralelismo con la actualidad?
Es demasiado común la frase “que solo fracasa el que intenta”, pero quizás es buen momento para insertarla. Siempre he admirado a los que cuentan sus fracasos y no sus éxitos o más aún a los que cuentan todo los problemas que tuvieron que atravesar para llegar a una cierta posición. El engreído, infalible y nunca perdedor no es un ser real. Es simplemente un incapaz de mostrar sus zonas más débiles y por lo menos para mi, merece santa misericordia acompañada de un falso aplauso y una piedad callada para mis adentros. Mi pensamiento es “Si quieres un aplauso, lo tendrás”.
En estas historias de rebeldías, de la búsqueda de algo diferente y de escapar de los mansas corrientes, contaré como cierre algo muy poco conocido ocurrido allá por 1984 con mi amigo de utopías empresariales Pablo Galli Villafañe, cuando los mangos eran escasos y abundantes las ambiciones. Entre vanas y largas divagaciones sobre “que hacer”, decidimos presentarnos en la Oficina de Patentes y Marcas (si mal no recuerdo cerca del Palacio de Tribunales) y muy grandilocuentemente dijimos “Venimos a patentar el Cometa Halley. El Cometa Halley es nuestro”. Para los que no saben, dicho cuerpo celeste tiene un período orbital sideral de unos setenta y cinco años. Su anterior paso en 1910 había provocado una enorme incertidumbre en la población ya que se discutía fervientemente si tocaría o no a nuestro planeta, si la raza humana correría peligro y algún que otro disparate más. Si bien faltaba un par de años para que llegara (eso sería en 1986), ese era un detalle menor para estos dos muchachones audaces e irreverentes, que se sentían algo así como los misioneros del espacio.
No hace falta que le explique al lector que fuimos casi despedidos de la Oficina en cuestión. Demasiada locura para tanto formal papeleo burocrático. Sin embargo, abogados mediante, pudimos lograr patentar la marca “Cometa Halley” en varias categorías, ya que hete aquí que nadie lo había hecho previamente. A los pocos meses, el Cometa “ya era nuestro”, nadie podría decir lo contrario. Los herederos de Edmund Halley (1656-1742) no vendrían a un país perdido a reclamar lo que quizás era suyo. En el laberinto de Parque Chas, precisamente en la casa del querido y recordado Jorge Guinzburg (1949-2008), surgieron las primeras ideas publicitarias, bocetos, logotipos, en suma materiales para intentar vender esta Licencia Marcaria. El Cometa se acercaba a la Tierra y no era cuestión de amilanarse y debíamos vender la idea a alguien que quisiera lanzar golosinas, juguetes, alimentos o lo que fuera con la marca “Cometa Halley”. Para no achicarnos, una vez aprobada la marca, le agregamos contundentemente la frase “Única Marca Oficial” o sea unos atrevidos sin descaro. Recibimos una sustanciosa oferta de una gran agencia de publicidad (me reservo el nombre) quien a su vez la re vendió a diversas empresas que lanzaron productos para la ocasión; después de todo, el Cometa solo pasaría por la Tierra un par de días y por ende no sería marca destinada a permanecer en el tiempo. El decoro y la vergüenza no me permiten contar sobre la cantidad de risotadas de parte de prospectos que no podían creer que “el Cometa era nuestro”, por lo menos desde el punto de vista marcario. No sé cuantos empresas o personas en el mundo ganaron dinero con el paso de su estela, pero nosotros fuimos de los pocos. Argentina, tierra de generosidad.
Aprovecho para decirle a nuestros herederos, que la marca prescribió hace muchos años, por lo cual ya no es nuestra y que para el 2070 (nueva aproximación del Cometa a la Tierra) quizás puedan intentar el registro nuevamente, aunque tal vez fracasen. Adelanto que tendrán diversión asegurada, por lo cual, bien habrá valido el propósito. Fracasar es un buen primer paso.
Tributo a Edmund Halley (1656-1742)
Tributo a José Ortega y Gasset (1883-1955)
Tributo a Jorge Guinzburg (1949-2008)
15 de febrero de 2021.
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cvalgar-blog · 7 years
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Filipinas 2017
Dos noches llevo en Cebú, ciudad de Filipinas de tres millones de habitantes, y hoy es noche buena. Recuerdo las Navidades pasadas, solo en Taiwán... trabajando. Estas tampoco las voy a pasar en casa, pero me acompaña mi mayor apoyo durante estos dos años que voy a hacer trabajando en China, así que solo no estoy. Mañana nos vamos a Oslob, pueblo costero en la otra punta de la isla al que vamos a relajarnos, a la playa. Ah, y a ver el que dicen es el animal acuático más grande, el tiburón ballena. Estos dos días han sido los más intensos que he vivido este año. En el descuento, pero llegaron. Después de llegar con dos horas de retraso al aeropuerto de Cebú procedente de Manila (condiciones meteorológicas nos dijeron, ahora ya sé que fue por el tifón que ha sufrido una de las islas), salimos a buscar un taxi que nos llevara al hotel. Los dos aeropuertos, tanto el de Manila como el de Cebú, son totalmente diferentes a los que había visto hasta ahora. No sé en qué año fueron construidos, pero seguro que no han sido remodelados o lo han sido hace muchos años. Las instalaciones son básicas, salas pequeñas en las que se agolpa gente esperando sus vuelos, sin sillas disponibles y sentados en el suelo. Una televisión pequeña donde informaban de los vuelos para una sala de espera donde estábamos más de 500 personas. Nada de mostradores para facturar amplios o largas caminatas para llegar a la puerta de embarque o al arco de seguridad, no. Allí era más bien un entorno familiar, solo faltaba casi que el mismo que te daba la tarjeta de embarque fuera el que luego te controlara el pasaporte, el arco de seguridad, o te vendiera los cruasanes de atún en la tiendita de la sala de espera. Salimos del aeropuerto de Cebú y vemos que hay una cola para los taxis de más de 100 personas, pero es la única forma de llegar al hotel. La única forma que contemplaba por lo menos. Siempre que voy a visitar un país o ciudad nueva leo sobre lo importante que hay que saber acerca del sitio. Me gusta y necesito tener una idea del sitio al que voy. O eso pensaba hasta hoy. A partir de ahora puede que deje de informarme o sólo lo haga sobre cosas específicas. Cosas útiles que necesito saber antes del viaje son, por ejemplo: lugares turísticos de la ciudad, zonas donde están los hoteles más exclusivos, zonas de restaurantes o centros comerciales, estaciones de bus o tren, zonas de bares, o zonas “no recomendables” para turistas, zonas peligrosas, conflictivas o como se las quiera llamar. La cuestión es que allá donde mirara o me informara sobre la ciudad o el país, me recomendaban andar lo menos posible y siempre que pudiera ir en taxi a los sitios, sobre todo por ciertas zonas. No sabía que había tanta delincuencia, bandas callejeras, o simplemente gente intentando engañar o aprovecharse del extranjero. Gracias a estas tan buenas como inquietantes lecturas previas al viaje, hicieron que me tragara una hora de cola al sol infernal después de 17 horas de viaje para llegar al hotel sano, salvo y...rápido. O eso creía. El taxi tardó 55 minutos en recorrer los 12 kilómetros que había hasta el hotel. Vaya locura de tráfico. Estuvimos a punto de tener un accidente unas 10 veces. La cantidad de coches y motos que hay es exagerado, no hay leyes en la carretera. Estoy acostumbrado al tráfico sin ley de China, pero este es peor. Se conduce muy rápido y las líneas del suelo ni están ni se las espera. La primera impresión que tengo de la ciudad después de cinco minutos en el taxi es de caos. El taxista no para de pitar. Acelera, avanza 5 metros y para. Se coloca en diagonal para pasarse a otro carril, pero viene otro coche por ese carril. Mi taxi no para, es la ley del más fuerte. Carretera de dos carriles pero somos tres coches en paralelo y otras dos motos adelantando entre los coches. Mucho ruido, coches paran de golpe en doble, triple fila, se crea otro embudo. Se zigzaguea hasta conseguir pasar la barrera. Y así todo el camino. Algunas carreteras asfaltadas, otras “asfaltadas” y otras de tierra que dejan un ambiente irrespirable. Ambos lados de la carretera con edificaciones de piedra, muchos medio construidos o medio derrumbados, depende de cómo se quiera ver la botella. Niños y no tan niños corriendo por las calles sin camisetas, con pantalones cortos y con sandalias. Otros descalzos. Madres con bebés desnudos en brazos. Mil puestos o tienditas en los laterales de las carreteras en los que no existe un mínimo de higiene. Mucha basura por el suelo. Durante un semáforo en rojo viene una señora a vendernos algún tipo de producto que no consigo distinguir, y en la acera veo a otra señora, en cuclillas, vendiendo bananas y más frutas sobre una manta en el suelo, y a menos de un metro de ella unas 30-40 bolsas de basura, como si hubieran volcado un contenedor a su lado y a ella le diera igual o no se hubiera dado cuenta. Puedo escribir cinco horas seguidas sobre ello y seguiría no siendo suficiente. Nunca he visto tanta pobreza y miseria en mi vida. Un choque a los ojos y unas imágenes que difícilmente se me borren. Estoy en Asia pero no sé por qué me imaginé recorriendo las calles de la película ‘Ciudad de Dios’. Y es el momento que menos quería estar dentro de una película. A todo esto tengo que decir que los que iban adelantando en moto a coches en los semáforos casi rozando las ventanas, iban en su mayoría con gafas de sol y “bragas” o pasamontañas tapándose casi toda la cara, cosa que no ayudó a que me tranquilizara. Tampoco ayudaba que en este país fueran (y siguen siendo) legales las armas. El hotel lo cogí lo más próximo a otros hoteles, restaurantes, y más sitios potencialmente turísticos. Aun así se podía apreciar la pobreza desde el primer paso que daba al salir a la calle. En estos dos días hemos andado lo justo para buscar sitios donde comer o beber algo, porque las demás veces nos hemos desplazado en taxi a los sitios que queríamos ver. En los 500 metros que teníamos del hotel a donde fuéramos a comer, no había vez que no se nos acercara alguna persona a ofrecernos o vendernos algo (esto es muy habitual en gran parte de Asia), pero además muchos niños o madres pidiéndonos monedas. Cómo nos puede afectar o darnos un revés de realidad ver este tipo de cosas con nuestros propios ojos, no a través de la televisión. Además de muchísima gente pidiendo cualquier cosa por las calles, nos cruzamos con muchos niños durmiendo solos en las aceras, semi desnudos algunos y con una apariencia de no haber tenido la oportunidad de lavarse en días o quién sabe, quizá semanas. Esta es la parte triste que he visto en la ciudad. Incluso piensas en quedarte en el hotel o comer algo en el primer sitio que encuentres al salir, sólo por no ver sufriendo a esa gente una vez más. Sin conocer la realidad política del país o la ciudad, me pregunto... el alcalde, la gente que manda en este sitio, no creo que vaya a trabajar en helicóptero, así que seguro que están al tanto de cómo “sobrevive” la gente de su ciudad... qué están haciendo por evitar esta situación? Sé que este tema es complicado, pero es lo que más me viene a la cabeza cada vez que veo lo que pasa aquí. También está la parte peligrosa de Cebú. Delincuencia, bandas y armas. Darse cuenta que llevas dentro de un taxi 55 minutos recorriendo la ciudad, que después caminas otros 10 de ida y 10 de vuelta de cenar, y que en todo el día has visto a solo un extranjero (un señor de avanzada edad con su joven filipina... este es otro tema que explicaré otro día), te pone en alerta. ¿En alerta para qué? Para por si acaso. Este es el momento para los prejuicios, esos que tanto odias y por los que “peleas” para que desaparezcan en tu país. Pues hoy en Cebú, eres el que prejuzga. Sospechas de los que están parados en las esquinas sin hacer nada, que te revisan de arriba a abajo según pasas a su lado, del que te viene de frente con las gafas de sol y las mencionadas “bragas” cubriéndose la cara o de los que andan despacio sin rumbo fijo. Todo esto, claro, son especulaciones que uno se forma en la cabeza sin haber tenido ni una mala experiencia previa en esta ciudad. De lo que sí tengo ya experiencia es de haber tratado con filipinos en el hotel, en bares, restaurantes y taxistas, y todos se han portado muy amables con nosotros. Pero aunque no quiera, creo que en lo que me queda de vacaciones en Filipinas no voy a poder quitarme esa “prevención” de la cabeza, en un país donde en cada puerta de los establecimientos y hoteles hay una persona de seguridad con una pistola en la cintura.
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