Tumgik
#sigbjörn
rubimoon45 · 3 months
Text
LÁGRIMAS DE MADRE (1/2)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fem!reader
Sinopsis: el hijo de ambos se pone enfermo en el peor momento que podría ser para ellos.
Warning: abuso verbal, niño enfermo, relación complicada, angst, infidelidad.
Tumblr media
La noche que Sihtric se marchó de casa se sintió como una de las peores tormentas que en sus años hubo vivido. Que en la pequeña aldea de Coochkam se hubiera pasado y arrasado... El agua caía del cielo como la Biblia narraba el Diluvio que Noe y sus seguidores sobrevivieron, encarchando los suelos desnudos en barro y obligando a los habitantes de la aldea a refugiarse en sus hogares. Ni siquiera recordaba lo que estaba haciendo con su esposo, que momento antes la había despedido teniendo que atender unos asuntos con sus amigos en la muralla de madera y sobre cómo repararla, apareció goteando agua y con el barro en las botas. Los dos estaban en la diminuta cocina haciendo la cena, con velas encendidas por toda la casa. Su hijo, de cinco años, jugaba con una de las espadas de juguete en la zona más alejada, simulando que se enfrentaba a un oponente, cuando Sihtric entró en la casa colando el frío en la casa.
Como siempre, Sigbjörn iba a saludar a su padre y le preguntaba si al día siguiente irían a pescar al río que guiaba el camino a la entrada de la aldea. Eso siempre le hacia levantar una sonrisa porque conocía las intenciones que llevaba con eso. Pasar tiempo juntos. Aunque fuera solo un niño. Pero ese día Sihtric simplemente le dio un golpecito en la cabeza a modo de saludo y le mandó que fuera a guardar sus juguetes.
-Tenemos que hablar -le dijo, en voz baja, con cierto cuidado antes que alterar la presencia de Sigbjörn.
-Dime entonces.
Incluso había dejado la cocina haciéndose para hablar. Lo demás... No recordaba más que reproches y gritos, maldiciones lanzadas al aire y algo rompiéndose que la había hecho apartarse. Pareciera que la tormenta había entrado por las ventanas aseguradas. Luego, él salió de nuevo a la tormenta sin perder el tiempo, gritando una última maldición. Sigbjörn salió del dormitorio corriendo y preguntando por qué habían gritado y su padre marchado. Los dedos de ella solo pudieron acariciarle la cabeza, la revuelta melena pelirroja que herederaba de ella sin ninguna duda, y besado su cabeza asegurándole que regresaría. No mencionó nada de lo ocurrido por su temprana edad y entendimiento. Un niño no tendría que soportar los actos de los adultos. Así comieron, los dos juntos, y a la hora de marcharse a la cama, el amor de una madre lo arropó.
Sihtric no regresó esa noche ni a la mañana siguiente.
Tumblr media
Sigbjörn jugaba con los demás niños de la aldea en la plaza, o en lo que tendría que ser. Con el gobierno de Uthred como hombre de confianza del rey, aquella aldea había pasado de ser cristiana a una residencia para ambas religiones enemigas. Se había levantado una iglesia de piedra con la abadesa Hild de representante de la cristiandad. Mentiría si aun estando casada con un danés buscaba consuelo en los brazos de Dios. Al lado, la residencia del gobernador de la ciudad, ahora Uthred, se levantaba en madera y era el centro de la aldea. Los niños adoraban jugar ahí porque el terreno de delante era espacioso y nunca estaba lleno de obstáculos ni gente pasando con los animales de un lado a otro.
Ese día Hild estaba fuera aconsejado a unas monjas que entraban y salían a comprar. Ambas habían hablado sobre los adornos de la festividad que se acercaba y los problemas que podrían suponer en caso de que hubiese mucho alcohol y fuego de por medio.
-Cierto es que a Siggy le hace ilusión asistir. Me ha pedido que le haga una corona.
-Un buen muchacho, entonces -corroboró. Había sido ella la que atendió el parto cuando la comadrona poco podía hacer con la escasa ayuda-. No pide más de lo que un niño querría.
Milly asintió.
De repente, la pesadez se instauró en su pecho. Hild torció la cabeza, en señal de curiosidad por lo que le pasaba por la cabeza, y le puso la mano en el brazo con suavidad.
-¿Ocurre algo?
-Sihtric no ha dormido en casa.
-Ayer tuvieron que arreglar la muralla en medio de la tormenta. Se entretendrían para ponerla recta -dijo ella-. Podríais haber dormido en la iglesia con nosotros si lo pasasteis mal.
Milly cabeceó recordando la discusión. Los insultos y maldiciones. Lo que él le recriminaba haber hecho sin pruebas. Lo poco que había dormido había sido por culpa de esas palabras y al recordar su rostro furioso. Como no había dormido en casa, pensaba que habría regresado a la muralla o dormido en la casa de Osferth dado que era el único que no le molestaría. Pero cuando se lo había encontrado y dicho lo contrario acabó de darle otro sentido a lo que su mente maquinaba y, al mismo tiempo, amenazaba en crear escenarios.
-No ha vuelto esta mañana. Siggy me ha preguntado por él y piensa que se ha marchado de alguna aventura con los demás.
-Pero no lo ha hecho. Ingrith y Finan están aquí. Hoy han entrado a rezar unas horas.
-Explícale eso a un niño -respondió, acariciándose el estómago que comenzaba a revolverse-. Pienso... Qué tal vez la tormenta fuera a peor.
Hild respiró con fuerza, como si buscase inspiración en sus pensamientos. Ojalá ella pudiera hacer lo mismo.
-La iglesia siempre estará abierta para vosotros. Y estoy segura de que ese hombre tuyo puede ser...diferente a otros hombres.
Y tanto que lo era. Pagano, por mucho que intentase engañar a su mente. Pero ella también era diferente, siendo cristiana y todavía practicando mucho de sus ritos con algunas de las personas de su misma religión de la aldea. Ciertamente podría haber optado a otra persona llegado el momento, para establecer una alianza que beneficiase a su padre y consolidara el poder de la casa real a ka que pertenecía con un matrimonio beneficioso. Pero tras las consecuencias del asedio a Wessex por los daneses, su padre había declarado que su presencia bajo la protección de Lady Aethelflaed dentro de Mercia con los hombres de confianza de Uthred había sido más un lastre que una ventaja para los britanos de Gales. Su virtud puesta en duda, y un matrimonio arreglado con el hombre que había aceptado como su esposo y antes un amante. Lo cierto era que su historia se remontaba sin conocerse a cuando era una niña sin darse cuenta. Pero era un matrimonio mejor que vivir en un castillo encerrada pariendo y rodeada de infidelidades y criados.
Milly apretó suavemente la mano de Hild. Sus labios se elevaron en una sonrisa triste, pero no perdió la esperanza. Todavía podía ser que aquella discusión fuweaa producto de un estado de embriaguez, que tampoco sería extraño dada la facilidad para celebrar que los hombres tenían cuando conseguían una pequeña victoria.
-No quiero que Siggy piense que su padre desaparece siempre que puede. No es... No es como antes.
Porque ahora había paz. Una tregua entre daneses y cristianos. Una que se mantenía fuerte y resistía. Tampoco había amenaza alguna. Hild sonrió con cierta burla, pero tampoco fue mala.
-Parece que no conoces a esos muchachos, niña. Pero mantengo mi palabra. Si tienes duda alguna, preguntale a Uthred.
Ella asintió con razón. Lo cierta era que podía hacerlo, preguntarle si estaba ahí. O dónde podía estar. Quizás lo hiciese.
-Gracias, Hild.
-Que dios vaya contigo.
Sigbjörn regresó corriendo de su juego. Tenía barro en los pantalones y su cara estaba igual de roja que la de una hoja en otoño. Sus cortos brazos rodearon su cintura como pudo, sonriendo y con el pelo pegado en la frente. La suave llovizna lo hacía parecer un perro mojado, pero no oler como tal. Milly le dio la mano con efecto, mirándolo.
-¿Ya tienes hambre?
-Madre, tengo calor.
Hild se inclinó hacia él, el rostro blanco y sonrojado. Sus ojos claros lo miraron atentamente como si examinara uno de los tomos que llegaban a la iglesia todos los días.
-Parece acalorado.
-Qué voy a hacer yo con este niño. ¿Te encuentras mal?
El niño negó con la cabeza.
-¿Padre va a enseñarme a pescar?
-Preocupate más porque terminemos hoy de comprar lo necesario para la comida. Si te portas bien puede que te enseñe.
La promesa no fue en vano. Sihtric era un padre cariñoso, prometiendo al nacimiento de Siggy que sería mejor hombre que el hombre que lo había criado como su hijo bastardo -ni siquiera lo llamaba padre, algo que jamás se había considerado- y educarlo con el respeto y honor de un guerrero danés. Ella esperaba educarlo en valores cristianos sin presionarlo, algo que ambos habían prometido hacer para no forzarlo a elegir... Pero a él le hacia ilusión enseñarle el valor de los daneses, de su cultura y costumbres, para educarlo como un buen guerrero llegado el momento. Las noches en vela contando sus aventuras antes de conocerlos no faltaba, con los tres tirados en la cama de matrimonio y Sigbjörn quedándose dormido con ellas. Así desde que había sido un recién nacido, frágil y dependiente de su madre.
El resto del día hicieron la compra en el mercado de la plaza, comprando verduras y carne recién trabajada del exterior. Lo que sobrase serviría para la cena y tal vez para la comida del día siguiente. Sigbjörn se quejaba a cada puesto que caminaban, sujetando su mano y cargando la cesta de la verdura más ligera. Aún era un niño, pensaba viendo sus ojos claros, piel suave y regordeta en las mejillas, un bebé a sus ojos, pero dentro de unos años tendría que prepararse para la batalla en caso de que llegase. Cuando cumpliese la edad suficiente. Le habría instigado a aprender el estilo de combate de sus parientes en Gales, pero dada la lejanía de la aldea con el reino vecino del oeste... Era casi un milagro que casi se conocieran abuelo y nieto. El día llegaría, y ella tendría que separarse de su niño, su bebé, el niño enfermizo que había salido de ella y reclamado su atención los primeros meses.
Hicieron la comida y comieron, nuevamente solos. A la hora de recoger, Sigbjörn volvió a salir tras recoger sus cosas y se fue a la casa de la mujer de al lado reclamando que era hora de volver a jugar. Milly sonrió a través del cristal de la ventana al verlo hablar con uno de los niños, sonrojados ambos por el frío de fuera. Se le encogió el corazón de felicidad. Era un niño que adoraba estar con gente. Con el niño fuera, recogió lo que quedaba por ordenar de la cocina y se sentó en una silla al lado del dormitorio, sacando de una cesta de paja la tela blanca en la que llevaba trabajando meses. La costura no era una de sus pasiones, pero era cierto que sus bordados eran de los mejores y Siggy necesitaba ropa de invierno adecuada para lo que se avecinaba. Le había pedido a Ingrith lana a cambio de unas telas que sobraban de la última costura para forrar el chaleco interior. Lo que sobrase de la lana podía ir a parar al forro interior de alguno de sus vestidos.
Al poco de empezar, la puerta se abrió y entró una persona. Milly dejó de tararear y de trabajar alzando la cabeza. Sihtric estaba ahí parado, con el pelo rizado por los hombros y la barba incipiente de los últimos días. La aguja se detuvo a mitad del trayecto, cuando ella contuvo la respiración.
-Tienes la comida en la mesa, si no has comido fuera...
Sihtric pasó por su lado, haciendo un esfuerzo por no mirarla, rápidamente. De un momento a otro, ya estaba entrando y saliendo del dormitorio.
-¿Y Sigbjörn?
Casi nunca llamaba por su nombre completo a Siggy. Solo cuando se portaba mal o era algo serio. Vio la primera alarma.
-En la casa de la vecina. Iban a buscar piedras cerca del río... -no acabó la oración, puesto que él había regresado al dormitorio y ya se escuchaba la madera sonar.
Milly se levantó y lo siguió. Dentro, la escena era decadente. No venía a descansar como Hild habría aconsejado de una larga noche y día trabajando en la muralla... Estaba recogiendo algo de ropa y metiéndola en una bolsa de cuero. Todo muy rápido.
-¿Uthred os ha llamado para iros? Habría llevado las armas al herrero.
No hubo respuesta. Su corazón se apretó, y tiró de las mangas de su vestido. Milly dio un paso al frente.
-Aunque para eso tiene que ser de repente. Puede que el rey lo necesite, no sé -murmuró, tragándose el manojo de nervios que aumentaba en su pecho a medida que él sacaba más ropa del baúl. Sihtric no se atrevía a mirarla, concentrado en su trabajo-. ¿Para cuándo volverás? Siggy quiere que le enseñes a pescar.
Sihtric se levantó, entonces, echándose la bolsa de cuero al hombro una vez cerrada. Parecía pesada, pero conociendo su fuerza dudaba que eso lo echase para atrás. No llevaba ningún armas. Aquello solo significaba una cosa: no iba a marcharse de misión con Uthred, Finan y Osferth. Pero sí que se marchaba, y por toda la ropa que se llevaba... Iba para largo. Entonces, Sihtric se quedó en pie quieto.
-No voy a enseñarle a pescar -dijo, firme y seco, sin dar más explicaciones-. Iba enserio.
-No puedes decirlo enserio -habló, entonces, cerca de alzar la voz por tremenda ofensa. Se refería a la discusión de la noche de antes, de lo que había escuchado antes de regresar a casa y el motivo por el que no había dormido con ellos. Milly apretó los labios, al ver que los ojos de Sihtric no se atrevían a posarse sobre ella. Como si fuera la vergüenza lo que le negase esa fuerza de voluntad, no la timidez-. Que te creas esa...farsa de borrachos a medianoche.
-Sería traición si lo hubiese dicho estando borracho.
Milly apartó la cabeza.
-¿De verdad lo crees, que te he sido infiel y Siggy no es tu hijo? Míralo a los ojos, sois idénticos. No te he engañado, eres el único hombre con el que he estado.
Encima de verdad.
-Es muy pelirrojo.
Pelirrojo. Esa era su escusa.
-¿Te tengo que explicar que toda mi familia es pelirroja aunque solo uno de mis padres lo sea? Pareces un necio por creerte esa mentira.
Por un momento, vio la tensión que se acumulaba en la base de su cuello, en la fuerza de voluntad que estaba haciendo en mantener esa conversación con ella. A Milly fue lo que más le dolió, que no confiase en ella después de cinco años juntos y con un hijo al que había cuidado ahora con falsas promesas. Un mentiroso. Era un mentiroso que se apoyaba en sus propios miedos por lo que le había pasado con su anterior esposa. Aquella mujer con la que había estado varios años, antes de conocerse, y de la que había descubierto que le era infiel cada vez que se marchaba de casa. A Sihtric le había dolido, sobre todo el enterarse que los dos hijos a los que había visto crecer y criado en el poco tiempo que pasaba por cada no era realmente suyos, sino de sus antiguos clientes al haber sido prostituta.
Milly nunca había hablado de ella porque era un tema delicado que todavía le hacía daño, el haberse enterado de la peor manera y en un momento poco idóneo. Y ahora le estaba haciendo lo mismo a ella, culpándola de una posible infidelidad e intentando llamar al hijo de ambos como bastardo. El miedo que siempre le había rodeado a él por el tipo de infancia y adolescencia que tuvo. Se mordió el labio, sabiendo que era imposible demostrarle más allá de los hechos ocurridos hace cinco años si era realmente su hijo o el hijo de un hombre cualquiera. Así pensaba de ella. Una embustera con falsas promesas de fidelidad y lealtad hacia su matrimonio.
-No te he sido infiel.
No hubo respuesta. Como era de esperarse. Sihtric pasó por su lado, evitando tocar su hombro cubierto por la tela gruesa del vestido. Su olor lo acompañó hasta la puerta, el olor de la nieve, el cuero y el bosque. Los rizos a sus espaldas chorreaban como si acabara de bañarse.
-Al menos ten la decencia de decírselo tú a Siggy, ¿no?
Pero él ya se había marchado.
Y a ella dejado sola, en las sombras que la luz no llegaba a tocar en una casa pequeña de madera que necesitaba la presencia de un hombre.
Tumblr media
Pasaron dos días en los que Sihtric no volvió a casa ni supo nada de él. Ni siquiera un susurro en la aldea. Esos días, había pasado el tiempo hablando con Hild en la iglesia, las veces que dejaba a Siggy al cargo de Ingrith que encantada lo dejaba entrar a ayudarla a trabajar la lana, y buscaba consuelo en la casa de Dios como se le había aconsejado. Puede que encontrase algo de paz en sentarse de rodillas y rezar oraciones en silencio, a la vieja usanza cuando era una princesa britana y muy religiosa. Hild la acompañaba, y la abrazaba cuando se le escapaba alguna lágrima recordando lo que le tocaba vivir ahora con un esposo que la repudiaba. Y que no estaba por la aldea.
También pasaba tiempo con las mujeres del pueblo, ayudándolas en los recados y en lo necesario para la festividad que se acercaba. Tantos días pasaron que estaban a las puertas de darle la bienvenida a esa festividad pagana. A Siggy le hacía más ilusión que a cualquiera, correteando de un lado a otro y preguntándole si estaba lista su ropa. Se refería a la ropa que necesitaba un arreglo, de la más formal para ese tipo de festividades.
-Mami -escuchó un día desde el dormitorio. Ella estaba trabajando lo que quedaba de carne para la comida de mañana, habiéndolo acostado hacía rato creyendo que ya se habría dormido.
Milly fue corriendo al dormitorio, extrañada de que estuviera despierto y la llamase. Normalmente se levantaba e iba él, a no ser que estuviera muy cansado de jugar. Cuando lo vio tumbado en la cama, arropado tal y y como lo había dejado, pero con la frente empapada de sudor, el estómago de Milly se revolvió recordando los días en los que había estado enfermo de más pequeño.
-Me duele la tripa -sollozaba, apretando los ojos, o incapaz de abrirlos. Milly se acercó con una vela a la cama, posando la mano sobre su frente empapada el sudor...caliente. Estaba ardiendo-. Mami, me duele mucho.
Hizo lo que pudo la primera hora. Mojó varios paños en el agua de la palangana que usaban para lavarse las manos, y se la ponía en la frente para bajarle la temperatura y limpiarle el sudor. Apartó la pieles de la cama, haciendo a un lado las más gruesas y dejando una de las más finas que lo protegiera contra el frío. Los deditos de Siggy buscaron los suyos en cierto momento, solo para descubrir que también ardían y toda su mano estaba roja. A Milly se le cayó el corazón al suelo, al ver que la temperatura no le bajaba y la luna estaba en lo más alto. Volvía a llover, pero no con la misma rabia que la última vez, ahora solo unas cuantas gotas de seguido. Había gente pasando por delante de la ventana de la cocina, por lo que no todos estaban en la cama. Seguro que algunos estarían en la la taberna disfrutando de la noche antes de acostarse.
Para Milly eso era otra realidad. En otra ocasión significaría tener que esperar a que Sihtric llegase o ir a buscarlo directamente para avisarlo de lo que sucedía. Pero esta vez estaba sola, con un hijo enfermo que iba empeorando. Solo le quedaban unas opciones. Milly maldijo, pero se apretó los lazos del vestido antes de asegurarse las botas y caminar nuevamente hacia la cama. Ahí, agarró algunas de las pieles más ligeras y cogió en brazos a Siggy, cubriéndolo antes de salir de la casa en busca de ayuda. Había una curandera además de Eadith, que ahora residía cerca de la casa del gobernador de la aldea por petición de Uthred. Pero quedaba más lejos que la mujer que había ayudado a su hijo a nacer hacía cinco años, cuando el parto se complicó y la fiebre del recién nacido subía en sus primeros días. Siggy sollozaba en su cuello, ocultando el rostro ahí, con una respiración entrecortada que solo hacía que le pesase más el corazón cada vez. El sudor no tardó en mojarle el hombro, o la lluvia sobre sus cabezas, o ambas cosas.
La cabaña de madera, con un pequeño patio donde habían plantadas unas flores medicinales, seguramente, estaba a unas pocas de la suya. La vieja madera estaba oscura, pero además de eso estaba bien cuidada. La curandera era una chica que había enviudado al poco de casarse, sin hijos, su esposo víctima de la enfermedad que asoló Mercia y se desplazó hacia el norte al mismo tiempo que el rey merciano fallecía. A Milly siempre se le ponían los pelos de punta cuando cruzaba la casi caída cerca, puesto que recordaba los aullidos de dolor que la mujer había dado
-Señora, es muy tarde -anunció. Tenía el pelo revuelto, y debajo de una vieja manta un camisón blanco que se esforzaba por ocultar-. ¿Qué ocurre?
-Es Siggy -le acarició la espalda debajo de la manta, atenuando sus llantos-. Tiene fiebre y se quejaba del estómago. Creo...creo que tiene algo.
-Siempre ha sido un niño enfermizo -apuntó sin maldad alguna, y asomó la cabeza para verlo...de lejos. Las mejillas de la mujer se pusieron rojas-. Me temo que no puedo atenderlo ahora. Tal vez Eadith pueda, estaba despierta cuando Lord Uthred ha regresado.
Milly apretó los brazos abrazando a Siggy. El niño se revolvió, temblando e intentando esconderse con más profundidad en su cuello delgado.
-Oh -balanceó a Siggy como si lo meciera, intentando dormirlo aunque el dolor y la fiebre se lo impidieran.
En la cama había una persona, un hombre. No le daba la cara, solo podía verse su espalda bien formada y ancha, probablemente un hombre de su edad o cercano a su edad. Iba sin camisa, y estaba tapado de cintura para abajo por unas pieles que lo protegían. Milly apartó la vista de esa imagen. Hasta que vio los rizos que dejaban al descubierto un tatuaje oscuro que recorría su cuello y ascendía por la curva del centro de los hombros hasta la nuca de nuevo a la cabeza. Intrincados patrones que reconocía a simple vista.
Milly lo reconocía. Lo reconocía por haber pasado los dedos por él, por haber trazado su forma siempre que podía. La sombra de un significado clavado en la piel blanca de un hombre. Cuando hacía sus trenzas, cuando le cortaba el pelo que acababa por molestarle en la cara y se hartaba de las trenzas o las coletas. Fue a tragar saliva, pero se encontró en que su cuerpo no respondía. Peor hubiese sido montar un escenario cuando su hijo estaba más que enfermo. La curandera tuvo que darse cuenta de lo que ella había alcanzado a ver, y acercó más la puerta en un intento de ocultarlo. Su rostro no mostraba emoción alguna más que con la que había abierto.
-Puedo intentar algo, pero no... -extendió la mano para retirarle el pelo de la frente, pero ella fue más rápida al esquivarla. La mano se quedó en el aire, la sombra de un buen acto intentando ocultar un pecado.
-No, eh, No. No lo toques.
A Milly no le importó que la falda se le manchase de barro y lluvia, ni que las botas se le apretaran en los dedos con la fuerza con la que los apretó. Lo que más le importaba era salir de ahí, olvidar esa imagen y poner a salvo a su hijo. Sin dejarla acabar, se dirigió al segundo lugar seguro que podía refugiarlos a ella y su pequeño niño, y caminó hacia él con el rostro empapado de lluvia y sal.
Cuando la puerta de madera oscura de la casa de Ingrith se abrió, el rostro de Milly estaba igual de rojo que el de Siggy temblando en sus brazos por la fiebre.
Tumblr media
La fiebre de Siggy no disminuyó aunque se pasase las horas rezando mientras Ingrith y Eadith hacían todo lo posible para bajarle la fiebre . El dolor de vientre al menos disminuyó tomando unas hierbas purgatorio, que lo ayudarían si las continuaba tomando cada ciertas horas. Hild apareció al escuchar la noticia de labios de Finan, que obedecía a todo lo que Eadith le pedía de ayuda e incluso había ido a despertar a Osferth para que moviera el culo y ayudase, según dijo cuando apareció con el pelo pegado a la frente y ojeras bajo los ojos.
Ella solo podía rezar. Y mirar cómo el niño que había salido de ella sufría y lloraba cuando se despertaba alucinando por la gravedad de la fiebre. No... No estaba preparada para eso, para verlo sufrir. Si fuera por ella, tomaría todo su dolor y se lo pondría encima siempre y cuando su pequeño estuviera libre de todo mal. Si el padre Beocca siguiera vivo, le hubiese pedido unas oraciones y consejo. Pero estaba Hild, que había sido aconsejada tantas veces por él que se la podía considerar un segundo padre Beocca.
-¿Qué le ocurre, Eadith?
-Seguramente sea un resfriado. Si es un niño enfermizo es probable que siempre sea lo mismo.
-¿Enfermizo? El condenado tiene mejor salud que todos nosotros y muerde como un perro -ladrón Finan desde el otro lado, ganándose un golpe de su mujer.
Osferth dejó de cortar con una cuchilla los tallos de una raíz para pasar por su lado. Milly acarició suavemente los rizos por el sudor que se formaban tras las orejas de su hijo, con tanta delicadeza que temía que el hacerlo más fuerte lo rompería en pedacitos.
-Decía que le dolía la tripa.
-Y ya hemos solucionado eso, pero la fiebre... Eso es lo que me preocupa ahora.
Solo era un niño, se dijo en sus pensamientos conteniendo las lágrimas. Las que no había derramado ni en el peor momento de su familia y que contenía con tanta fuerza que le pesaba la cabeza. Un niño alegre y enérgico capaz de hacerse amigo hasta de su peor enemigo, y sólo con cinco años. Había dejado de ser el niño enfermizo cuando superó los dos años, como si Dios hubiese escuchado sus plegarias para volverlo un jovencito fuerte para el mundo en el que vivían.
Milly y Finan se quedaron solos. Los demas fueron a buscar cada uno por su cuenta; Ingrith al río a por agua, Osferth acompañado a Eadith a por mas hierbas de su casa. Sin embargo, ninguno dijo nada. Se quedaron en silencio, con la suave respiración de Siggy de fondo. Por la ventana entraban los primeros rayos de sol, del amanecer. Se pasó la lengua por los labios. Llevaban toda la noche despiertos cuidando de él y no mejoraba, solo habiendo conseguido solucionar uno de los pocos problemas
-¿Y el condenado de su padre?
-Por ahi -respondió secamente, acariciando la mejilla regordete de Siggy.
Ni lo sabía ni quería hacerlo. Aunque conociéndolo continuaría en la cama de aquella mujer mientras su hijo luchaba contra la muerte. Su falso hijo, ahora. Él lo llamaría así para olvidarse el compromiso que tenía con ellos, la promesa de protección que les había dado desde el primer momento que supieron que estaba en camino.
-Le traeré de los pelos como lo encuentre -lo escuchó bufar-. Su hijo aquí...
-Dijo que no lo consideraba su hijo por ser muy pelirrojo -escupió, tensando loa lavios por la brusquedad con las que salieron sus palabras-. Si él lo considera así, entonces no quiero volver qaverlo, Finan.
Vio la sorpresa cruzarle el rostro, que en algún momento habría sido joven y disfrutado de la buena vida por las arrugas que comenzaban a formarse en las comisuras de sus ojos y en la frente. La sorpresa se convirtió en enojo, y el enojo en rabia que apareció en la forma con la que agarraba la empuñadura de la daga y la fogata en sus ojos.
-Comadreja. Ahora como lo pille te prometo que le castraré. Hablarle así a su esposa, a su hijo pequeño, sabandija. Cuando lo vea...
-Gracias. Pero ahora prefiero asegurarme de que Siggy esté bien. Es lo más importante.
Tumblr media
-Deberías descansar -aconsejó Eadith de buena gana-. Siggy está en buenas manos, señora.
Señora. Era un apelativo que no escuchaba en mucho tiempo y que se refería a su antiguo estatus. Descansaba esentada en frente de una mesa con comida que Ingrith amablemente le había dado. Ahora, casada con un pegano, lo habría perdido a ojos de cualquier cristiano. Y más en Wessex. Aunque continuaba teniendo la sangre de Hywel, del rey más querido de Gales. Y ahora que probablemente Sihtric la repudiaba como su esposa, buscando otra que realmente le compensara todo el daño recibido de las anteriores, podría regresar a... No, eso no podría ser.
-Siggy quería ir a la fiesta. Le dije que se lavara los días de antes, para tener buen aspecto... ¿Es mi culpa que esté enfermo? ¿Por qué ha cogido frío al salir del agua? Los niños son muy delicados.
-Él es fuerte. Nunca se habría resfriado por eso teniendo una salud tan fuerte... -Eadith sonrió como pudo, sin mucha fuerza pero tampoco como si le diera pena que una madre derramara penas y se echara la culpa del estado de su hijo-. A veces los niños se ponen enfermos. Eso que dijo Finan de que era duro es cierto, señora. Lucha como un guerrero.
Lo sabía. Lo sabía demasiado bien. En lo profundo de su corazón conocía los comportamientos de los enfermos, de los curanderos cuando sabían que se acercaba el final de la vida. Y que Dios los tuviera en su gloria después de eso.
-Él... Se puso enfermo al poco de nacer. Ingrith lo cuidaba mientras yo me recuperaba del parto, pero aun así sabía que podía morir. Era tan pequeño, tan delicado... -su voz perdió fuerza, con el recuerdo de las incontables noches sin dormir y su lento proceso de recuperación. Cuántas veces se había despertado con los llantos de su hijo recién nacido, de la ayuda que Ingrith le había brindado y de las recomendaciones del curandero cuando creían que iba a morir. El cómo ya desde pequeño habría tenido que trabajar en la manta de la sepultura... y cómo se había recuperado y recobrado las fuerzas-. Las madres lloramos la muerte de nuestros hijos antes de tiempo.
Recordó la tela blanca en la que llevaba semanas trabajando, en cómo decorarla y en qué podrían usarla más que en una manta para decorar la cama. Entonces se le vino a la cabeza que podría ser parte de un anticipo a lo que ocurriría, en lo que decoraría a Siggy y estaría con él en la otra vida. Ojalá lo hubiese bautizado, pues ahora se arriesgaba a dejar el alma de su pequeño hijo vagando por la eternidad. Nunca volverían a estar juntos, ni en la otra vida ni en ningún lado. Si Siggy moría...entonces ella moriría de pena. Estaba sola, estaría sola sin marido y sin hijo.
-Me hubiese dado cuenta antes. Siempre estoy con él, pero ahora... Los dos estamos solos en un mundo de crueldades, Eadith. Tu lo sabes más que nadie, me temo.
-Así es.
Y si le había molestado decirlo tan airadamente, no replicó con nada y solo se sentó con ella al lado de la cama donde el niño respiraba con dificultad. Como si su propio cuerpo estuviera en una lucha contra él mismo. Tenía las mejillas sonrojadas, casi rojas, y sabía con solo verlo que estaba sufriendo. Milly titubeó al principio, pero al final se inclinó sobre la cama y agarró la mano sudorosa de su pequeño hijo, sintiendo la suave presión de su carne y deditos cuando notó su presencia. Casi la hizo sonreír, el ver que su hijo era el doble de fuerte por ambos.
Entonces, retiró la mano a regañadientes, torciendo el gesto mientras se apartaba las lágrimas que amenazaban por derramarse. Eadith se levantó para dejarle espacio al salir del pequeño dormitorio.
Tenía que escribir una carta.
Tumblr media
-Asegúrate de que llegue pronto, por favor.
El hombre cabeceó una respuesta, confirmando que se daría la mayor prisa posible desde el primer momento. A Milly no le quedó otra que confiar en él, y en el peso que llevaba en sus manos. Eadith se marchó para recoger unas cosas más que pudieran aplacar la fiebre en crecimiento de Siggy, así que la dejó marchar. Y fue en ese momento en el que se dio cuenta de que estaba sola con su hijo después de varios días
Entonces, en ese momento privada de compañía, Milly se permitió un lujo. Un pequeño lujo que solo una madre en ese momento, ese pequeño momento que tenía para ella, se permitió reconocer. Su corazón se oprimió con tanta fuerza al dejar las lágrimas salir
Vio el anillo. El dichoso y hermoso anillo que todavía significaba algo para ella y para la institución que ofició su boda. Un matrimonio. Una lealtad. Una promesa. Algo que en esos momentos ya no existía y a la que maldecía internamente como el responsable de todo lo que ambos estaban sufriendo. Porque en esos días había aprendido una cosa: los hombres solo se preocupaban por ellos mismo, y por confirmar sus sospechas. Sihtric había tomado su decisión, así que era el momento de que ella tomase la suya. Sin más preámbulos, Milly se sacó el anillo que decoraba su dedo anular, el dedo de las promesa ahora convertidas en cenizas, y lo aplastó de un golpe en la mesa. El anillo brilló, un objeto muy valioso ahora convertido en un tormento que le pesaba en el alma.
El de una atadura que la consumía. Que maldecia sus acciones.
-Sabía que estaríais solos -escuchó la puerta abrirse, el sonido de las bisagras crujiendo. Ahí estaba Ingrith, con una cesta seguramente con más comida. ¿Cuánto había pasado? No dormía ni comía, no desde que su hijo estaba enfermo. Él tampoco, y lo poco que comía era cuando despertaba-. He visto a Eadith salir al bosque a por plantas.
-Hola.
Ingrith dirigió su atención al anillo que ahora estaba al otro lado de la mesa, con una mirada intrigada, pero no dijo nada y se acercó a ella. Si también vio el rastro de lágrimas secas en su cara, tampoco lo comentó. Ella entró y cerró al puerta tras de sí. Dejó una cesta
-Te vendría bien comer algo.
-Ya he comido. Antes, pero a Siggy le ha vuelto a subir y...
-Por eso más que nunca deberías hacerlo.
Hubo un silencio entre ellas que podría cortarse con un cuchillo, pero no de tensión. Escuchó un suspiro escapar de los labios de la mujer rubia.
-Finan me ha dicho que Sihtric no ha estado con vosotros y...me he hecho una idea de lo que ocurría. De lo que podía pasar. Lo lamento mucho, que él resulte ser u desgraciado.
-Él se fue y no ha vuelto -quiso dejar clara su posición, y lo que ella consideraba adecuado-. Ha dejado claro que ya no le importamos, así que soy la única que se preocupa por Siggy.
Ingrith se alisó la falda sentándose a su lado. La silla crujió por el peso, pero más parecía por la pesadez de los recuerdos de aquella casa que en algún momento hubo sido un hogar feliz.
-Antes he visto que le dabas una carta a uno de los guardias.
-Ah, sí -dijo ella-. Le he pedido que lleve la carta a la capital, directamente a Aldelmo, que él sabría qué hacer con ella. Confío en Eadith y en sus remedios, pero mi hijo... Si sobrevive no quiero seguir viviendo aquí, arriesgándome a que se pueda volver a poner enfermo y estemos solos. No, no podría.
El peso en su pecho no se aligeró ni cuando lo dijo, lo que había escrito en la carta que llegaría directamente a Aldelmo, y a partir de ahí directamente a la fortaleza de su hermano cerca de la frontera con los mercianos. Él sabría que hacer, al ser el primero que quería sacar a su hermana de ese territorio impío gobernado por paganos y que el rey se lo permitía. Él ayudaría. Confiaba en ello.
-Y de todas formas, quiero que Siggy sea bautizado. Me niego a verlo morir sabiendo que su alma vagará sin rumbo sin poder ir al Cielo, a no verlo nunca más -tras decirlo, sus dedos pasaron por la ropa que todavía quedaba por arreglar de Siggy. La que hubiese llevado... Su amiga cabeceó un asentimiento, sabiendo a que lo que se refería con ello. También era cristiana, aunque dejase de lado muchas veces su religión y se lo tomase a la ligera.
-Sihtric se enfadará -respondió Ingrith, suavemente, pero dándole la mano en un gesto de apoyo.
Le dieron ganas de burlarse, pero el decoro se lo impidió.
-Para cuando nos marchemos ya no importará. Me dijo tantas cosas esa noche, y al día siguiente no pudo ni mirarme a los ojos para preguntarme si Siggy era realmente su hijo. ¿Y sabes cuál fue su excusa? Que se parecía demasiado a mí. Es la primera vez que lo he odiado. Pero ahora me temo que lo desprecio y lamento.
Ingrith se mordió el labio inferior, como si intentase no preguntar lo obvio. El resultado de la discusión. Le dio una mirada más al anillo. Juró que de poder hacerlo, lo hubiese fundido en ese momento.
-Estaba en la cama con otra persona antes de que llamase a vuestra puerta -agachó la cabeza avergonzada, de los actos de él y de lo que estaba siendo soportar tantas cosas al mismo tiempo. No sé atrevió a mirarla, aunque supiera que el corazón de Ingrith era amable y abogaba por la paz y el bienestar. Los ojos volvieron a picarle-. Pero yo soy la infiel, la que ha parido a un bastardo.
Los ojos de Ingrith volvieron a posarse en el anillo, y luego en ella. En ellos vio la duda, la confusión, el misterio que todavía quedaba en el aire y los motivos por los que Sihtric había tenido la lengua suelta de insultarle de aquella manera.
-Tal vez hablarlo sea bueno. Él también ha sido parte de la vida de Siggy.
-Siggy no sabe lo que ha pasado. No ha tenido el valor de hablar con él -su voz flanqueada. En algún momento su corazón tuvo que romperse y su resistencia con ella, porque se había echado a llorar-. Y ahora mi niño se muere y no soy capaz de hacer nada mas que pedirle ayuda a mis hermanos.
Tumblr media
Ingrith se marchó tras asegurarse de que comiera y estuviera bien. Le prometió que estaría la noche en vela cuidando de Siggy mientras ella intentaba descansar, pero una vez se fue Milly hizo otra cosa. No podía estar con su hijo, así que lo único que podía hacer por él era trabajar por su cuenta en algo para él. Recogió sus juguetes del suelo, intentando no echarse a llorar cada vez que encontraba uno que todavía guardase su olor. Su ropita, pequeña, aún tenía su olor. Rebuscando en el armario encontró la manta que lo había tapado cuando era solo un bebé recién nacido, en la que había trabajado durante los meses de embarazo para envolverlo nada más naciera. La miró unos minutos, inspirando cerca de ella el olor que todavía guardaba de cuando solo era un bebé, su olor natural y la leche.
Encontró alguno de sus antiguos juguetes también. Los animales de madera tallados por su padre antes de nacer, un regalo que quería que tuviera al estilo de los niños daneses. Algunos llevaban talladas runas, que en su momento le habían disgustado pero con el tiempo acostumbrado como simples decoraciones a su parecer. Tocó una, maldición el momento en el que había dejado que se hijo se mezclara con la otra parte de su herencia. Sin un bautizo, estaba perdido. Pero ya no se le podía sumergir, era demasiado grande y estaba demasiado enfermo como para ponerlo en el seno de Dios. Peor aunque quisiera culpar a su padre... no podía hacerlo, en parte porque ella se lo había permitido. Miró a los caballos de madera, a los animales de caza, y al que se suponía que era un hombrecillo cazando con una espada en la mano diestra. Luego, a la mantita de recién nacido y su pequeña ropa doblada en el baúl. Todavía quedaban algunas prendas de Sihtric, pero a esas no les hizo caso. Si eso ya las quemaría para hacer el fuego.
Al final, se levantó recogiendose las faldas y cogió su kit de costura. Todavía le quedaban hilo y lana, las agujas estaban afiladas y sobraba tela de sus trabajos anteriores. Se sentó en la silla al lado del dormitorio, bajo la luz de una vela encendida, y comenzó a trabajar en la tela de la mantita descosiendo algunos puntos mal dados y corrigiendolos con otros más correctos.
Entonces, en el momento de mayor concentración, la puerta de la casa se abrió y entró una persona. No la había cerrado, tal vez tendría que haberlo hecho, pero incluso en eso había fallado. De haber estado Siggy y ella solos...
-Pensaba que no habría nadie -fue lo primero que dijo, lo primero que escuchó en días en los que añoraba su voz aunque fuera a gritos. Estaba como la última vez, con el pelo trenzado había atrás, los mechones de en medio liberados, y la barba incipiente ahí. Se la habría cuidado donde estuvo... O lo que fuera que hubiese hecho con esa mujer. Ya no importaba.
-Pensaste mal -respondió, y tras unos segundos volvió a trabajar en la tela. Falló en una de las puntadas y tuvo que volver al punto donde había errado.
No era como la noche de la tormenta pero podría haber sido igual de haber estado la casa caliente y hubiese ruido de fondo, la voz de su hijo y el sonido de los cuchillos de la cocina. Ahora solo estaban los dos, tan diferentes entre ellos, y una manta.
-Quería ver si estabais bien.
-Ni siquiera tendrías que estar aquí -respondió ella conteniéndose a discutir. La mala mirada hacia la manta no faltó, por supuesto-. Estamos...bien.
-Eres mi mujer -le dijo-. Y él mi hijo.
-Ahora es tu hijo -se burló, apartandose. Cogió otra vez la tela blanca poniéndola en su regazo, volviendo a trabajar en ella. No quería verle.
Lo escuchó caminar. No hacía ella, sino hacia el dormitorio. Como la última vez, entró y salió en cuestión de segundos. Le había dado tiempo a pasar la aguja con el hilo rojo a través de la suave tela.
-¿Y Siggy?
Sus dedos acariciaron la tela de la superficie, apretando en la zona que correspondía con lo que quería crear. Una flor, como las que crecían en las murallas del castillo de su padre, donde le hubiese gustado llevar a Siggy algún día para que conociera la historia de sus antepasados. Al menos en la otra vida podría tenerlas cerca, arropado por el cariño incondicional de su madre. Pasó la aguja, dos veces más, siguiendo las puntadas con cuidado por la parte de debajo.
Más pasos. Esta vez hacia donde estaba ella sentada.
-¿Dónde está el niño?
-No debería ni decírtelo.
-Eres cruel, mujer.
-Y tu patético. Al menos espero que tengas la decencia de llevarte el resto de tus cosas.
Tranquilamente, Milly se levantó con la tela que trabajaba y se acercó a la mesa donde la extendió. Los pétalos comenzaban a tomar forma, el rojo inundando la tela y el marrón siguiendo lo que en algún momento será el emblema de la familia a la que Siggy pertenecía por su lado, la monarquía britana de Gales. Su herencia. Un miembro activo que merecía ser enterrado con sus símbolos. Dado que nunca había podido conocer a ninguno de ellos. Acarició una de las florituras del borde, la primera que había hecho para la mantita y que significaba cariño incondicional.
-¿Y tu anillo?
-Debería venderlo para pagar a Eadith. Tal vez lo haga.
Acarició los pétalos, bajando los dedos hacia la mayúscula inicial del nombre de su hijo. Tendría que bordar todo su nombre, el completo, en vez del apodo para que se reconociera en la otra vida. Pensaba hacerlo en medio del emblema y de las flores.
-¿El crío está con Eadith?
Milly torció la cabeza hacia él, solo para encontrarse con la confusión en unos ojos que en algún otro momento la habrían atraído a su juego. Solo que aquello no era un juego, nunca lo había sido. Y cuando vio la confusión, sorpresa y rabia que pasaba por sus ojos verdes oscuros... Supo que Sihtric no se estaba quedando con ella ni estaba siendo cruel. Estaba preguntando de verdad dónde estaba Siggy, preocupándose por él y sorprendido de que estuviera con la curandera con la que no había pasado la noche. Milly vio todo eso, e instantáneamente la tristeza y el miedo que la habían inundado todos esos días salió a flote a modo de la rabia pura de una madre.
-¿Tanto tiempo has pasado en casa de otra persona que no sabes lo que ha pasado? Y te haces llamar padre.
-Yo no...
Intentó acercarse a ella, pero la rabia corría por sus venas en el momento que le empujó el brazo lejos de ella y golpeó el pecho. No fue suficiente para moverlo, pero tuvo su impacto.
-¡Basta ya, mujer! Dime por qué Eadith está con Sigbjörn.
-¡Eres un puto bastardo, nuestro hijo muriéndose y tu tirándote a la primera que ves por el pueblo!
Algo en su mirada bailó, aunque mantuviera el gesto duro e intentase detener los golpes que ella le daba en el pecho. Milly sintió que iba a echarse a llorar de nuevo en ese mismo momento, a medida que aumentaba la fuerza de sus golpes.
-¡Se muere! Mi niño se muere y tu mientras tanto fuera perdiendo el tiempo en tus propias interpretaciones. ¿Dónde estabas? ¿Dónde se supone que estabas, eh? Te vi, maldito bastardo. Te vi tumbado en esa cama el mismo día que Siggy se puso enfermo.
Sihtric apretó los labios, lo vio, pero no se atrevió a decir nada cuando ella le recriminaba lo ocurrido. Porque efectivamente era su culpa el no saberlo. Su culpa el no interesarse. Su culpa el haberlos dejado en esa situación y que ella sufriera el doble que una familia normal. El rey Alfredo había abogado y defendido la paz entre ambos pueblos, aunque fueran enemigos, y ella en su momento había confiado en esa promesa del futuro. De una tierra unida. Su padre, incluso, tan devoto como era, pensaba que la unidad era lo más importante. Ella, sin embargo, empezaba a detestar esa visión, ese concepto, ese futuro.
Y todo porque su marido era incapaz de mantener la polla dentro de los pantalones. De confiar en las palabras de un desconocido sobre la herencia del hijo de ambos, a quien llevaba criando con el mismo cariño que un lobo a su cachorro. Cachorro. Así lo había llamado varias veces cuando estaba en su vientre creciendo. ¿Y para qué? Para abandonarlos en el momento más importante. Y ahora hacerse el inocente, la víctima... Lo odiaba. A sus ojos ya no era el valiente guerrero danés que los había salvado a Aelfwynn, Aethelstan y ella de los hombres cuando el rey de Mercia falleció.
-¿Dónde has estado mientras él preguntaba por ti y esperaba a que llegases? En casa de otra pasando el rato. Escuchándote a ti mismo con que estaba bien, que era lo justo, porque yo habría hecho lo mismo.
Milly le dio un último empujón, que lo hizo golpear la pared en un ruido seco. No hizo gesto alguno de que le hubiese dolido, pero tampoco se contentó con aquello. Ella solo pensaba en una cosa, por otro lado, lo más cruel que se le podía ocurrir y escapar tan a la ligera.
-No eres tan distinto haciendo esto que tu padre, Sihtric.
-Yo no soy ese hombre -dijo él, claramente dolido-. No hables de él tan a la ligera.
Pensó en Siggy, y en las miles de conversaciones que habían tenido sobre el hombre que había sido el padre de Sihtric cuando estaba vivo. El tipo que en teoría era el abuelo de su hijo y el peso que tendría que llevar. Sintió que su estómago iba a darle un vuelco, que iba a vomitar todo lo poco que había comido. Sihtric había hablado de él lo justo para dejarle claro que todavía era un tema delicado, algo con lo que tendría que lidiar incluso en un próximo futuro. Aunque hubiesen pasado varios años. Los rumores sobre Kjartan el Cruel eran abundantes y la presencia de su hijo legítimo también, con el daño que habían dejado en la vida de los hombres más recientes, tanto sajones como ingleses. No era como si Sihtric fuera gritando su parentesco, pero Siggy... Él decía que había algo en su mirada que le recordaba a él, que incluso lo asustaba.
-No lo digo por hacerte daño. Sabes lo que es ser un bastardo, y aún así piensas que Siggy lo es y yo te he sido infiel. ¿Cuándo? Sigue pensando en ello. Estoy...cansada de pensar en ti mientras nuestro hijo se muere -dijo, y suspiró con pesadez al final. El pecho se le apretó, pero de alguna manera se sintió más ligero que antes.
Le dio una última mirada. Una con cuidado. Y otra a la mantita que arreglaba. Sus dedos pasaron una última vez por el patrón de las flores, antes de recoger el trozo de tela y abrazarlo contra su pecho.
-No puedo pensar en lo nuestro mientras pasa esto. No puedo. Si quieres el divorcio o lo que sea hazlo, romperemos nuestros votos. Pero Siggy y yo nos iremos de aquí de rosas maneras.
Caminó hacia la puerta ignorando los pares de ojos que la taladraban desde detrás. Hacia frío a través de la madera. El corazón le dolió, de verdad, frente a la impotencia que su cuerpo sentía. Rompía algo para arreglar lo otro, aunque me costase todo.
-Siggy es más importante ahora mismo. Y eso lo entiendes si has venido a buscarlo.
Incluso su matrimonio.
14 notes · View notes