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Vicente, le chat
Nunca tuve un gato que deseara tanto estar afuera de su casa como Vicente. Vivimos en la Planta baja de un edificio de pocos departamentos, en un barrio con muchos arboles en capital federal. Sucede que nuestro Vicente es más bien un caminante despreocupado, libre de compromisos y responsabilidades, lo que se diría un gato flaneur. Creo que eso explica que desde que llegó a nuestras vidas y a nuestra casa se comportó como un preso. Cuando mi amiga lo adoptó, Vicente era ya como mínimo un gato adolescente. Nadie lo podrá nunca asegurar pero estoy convencida de que él, acostumbrado a una vida fácil por estar dotado de una belleza hegemónica, se acercó a buscar comida y caricias por un rato sin saber nuestros planes de adopción. Fuimos como dos Annie Wilkes de los gatos, lo secuestramos. Por su bien nos encargamos de tomar todos los recaudos para que se olvide del mundo exterior. Pusimos tejido plástico en todas las ventanas y estuvimos atentas vigilando que permanezcan cerradas, incluso cuando se me quemaba la comida, yo quemo la comida seguido porque no se graduar el fuego, era preferible respirar un poco de humo a correr un riesgo evitable. Vicente era nuevo en la casa y en el barrio, pensábamos que a lo mejor si salía no sabria como volver y peor aún la amenaza constante de un accidente en la calle. Nos contaron las viejas del edificio que la dueña anterior solía abrirle la ventana de la cocina a su gato diariamente, hasta que un día sucedió la tragedia; a su gatito lo aplastó un colectivo justo enfrente de sus narices. Esa historia nos hizo reforzar la seguridad de las ventanas y de nuestras convicciones. El gato debe permanecer adentro estábamos seguras; en algún momento se iba a acostumbrar. Compramos juguetes con forma de ratoncitos, cuna acolchada de tela polar y diseño con dibujitos, un sinfín de otras chucherias, gastamos parte de nuestros salarios en alimento balanceado de la mejor categoría, nada de cosas berretas que le producen problemas urinarios a los gatitos. Vacunas y cepillos especiales para gato de pelo largo, libros especializados, rascadores. Etcétera. Cuando empezó a crecer, mi amiga le compró hasta un baño más grande con puerta de entrada para mayor privacidad. Pero nada evitaba el reclamo permanente. Intentamos en vano darle una felicidad hogareña que él despreciaba en cada intento de escape. El día que lo castramos fui yo a buscarlo personalmente, lo traje semi desmayado y envuelto en una sabanita rosa. Me pesaba en los brazos, su nueva vida sedentaria lo había hecho ganar kilos, tenía el peso de un niño humano de unos cuatro o cinco años. Preparé en el living una sala de recuperación. Cuando volvimos aproveché que no se podía mover para ventilar un poco la casa abriendo las ventanas. Lo dejé reposando y fui al baño. Drogado y todo se dió cuenta que las ventanas estaban abiertas. Todavía hoy el recuerdo me impacta. Lo vi caminar como si estuviera borracho, lo vi subir tambaleando al lavarropas y por último saltar por la ventana de la cocina hacia la libertad. Como no podía correr lo detuve inmediatamente en la vereda de mi casa. Tantos intentos de escape frustrados se le notaban en la cara.
Una semana de calor se la pasó en la ventana todos los días, apoyando todo su cuerpo contra el tejido. Nosotras inocentes los veíamos desde afuera y nos parecía tierno y gracioso. Pensamos que eso le bastaba, respirar un poco de aire puro a través de los orificios del tejido plástico. Esa semana Vicente estuvo trabajando un agujero con los dientes. nos dimos cuenta a tiempo y lo agarramos con medio cuerpo afuera, luego arreglamos el tejido con precintos.
Además de los coros nocturnos y de llorarle a la ventana todo el tiempo, vivíamos entre ataques continuos, nos mordía de forma repentina y aleatoria de modo que no podíamos prever los ataques. La violencia iba in crescendo.
Un viernes mi amiga se había ido a pasar la noche a la casa de su novio y quise hacer una fiesta, invite algunas amistades, compre alcohol y puse música, se me ocurrió abrir la ventana para que salga el humo de los cigarrillos y como una alcohólica descuidada me olvide que tenia gato. Quizá fue una jugarreta de mi inconsciente, como saberlo, lo cierto es que mi distracción materializó la pesadilla. Se me escapó el gato, a mitad de la noche oscura. Mi amiga lloró todo el fin de semana y yo inventé una historia frágil para sacarme la culpa pero de todos modos ese fin de semana hablamos poco. Pensamos algunas estrategias de búsqueda. Nadie lo había visto. No sabíamos si iba a volver, había desaparecido la madrugada del sábado y ya había pasado el mediodía de domingo. La casa estaba en silencio.
Y entonces ocurrió el milagro a la hora de la siesta. Ese domingo a la tarde cada una en su habitación lo escuchamos maullar en la ventana. Había vuelto a su casa. Entendimos que su independencia era importante y planificamos salidas transitorias que no han funcionado hasta este momento, olvidando la historia que nos habían contado y confiando en la destreza de nuestro gato empezamos a abrirle la ventana. Después de un tiempo investigamos su recorrido. Las casas a las que les gusta ir tienen patio, plantas, tierra y sombra. Descubrimos que es muy importante para él la purga de pasto y asolearse en los techos. Vicente puede estar ahora entre tres a cuatro horas afuera y después vuelve a sus siestas larguísimas en el sillon. Cuando hace calor prefiere el piso. Cuando hace frío prefiere los placares. Come cuando quiere y tiene potes con agua diseminados por toda la casa.
Hemos generado una confianza que nos permite vivir cómodamente con nuestros horarios y reglas. Antes de irme a trabajar lo voy a buscar, a veces lo llamo por su nombre y me contesta, otras veces solo basta con que me pare en la vereda de enfrente de algunas de las casas a las que le gusta ir, me quedo en silencio mirando hacia arriba. Es un placer verlo aparecer con su pelo vaporoso desde el horizonte de un techo de tejas altísimo.

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Todavía creo que tengo un don heredado para la adivinación 🔮 . . . #poesia #frases #poetry #poemas #poema #escritos #versos #libros #magia #brujas https://www.instagram.com/p/B2w1uXmAjfZ/?igshid=kooogeu553ev
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Aguante la limonada de menta y jengibre hasta que me entere que los limones los cultivan niños de 4 años . . . #poesia #frases #poetry #poemas #poema #escritos #versos #libros #frase #limon (en Anywhere in the World) https://www.instagram.com/p/B2VJfUlgfbC/?igshid=jcaf5qoye898
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Mujeres y fiestas de 15
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Políticas del cuerpo
Apoya sobre la silla un espejo de medio cuerpo, el ángulo inclinado le favorece, sin embargo sabe que esta haciendo trampita. Camina hasta la biblioteca de pino que pintó de verde “Palermo” el verano anterior, toma unos cuantos libros de autoayuda y le mira la tapa, se promete que los va a regalar, la cosa “autoayuda” es consumo basura y no sabe ni siquiera porque los conserva. Usa los libros para enderezar el espejo. Ahora sí, desearía tener varios kilos menos o que la humanidad la viera en diagonal. Sabe, si no puede verse como modelo de complot, deberá buscar un outfit apropiado, lo que sigue son movimientos histéricos y jugadas peligrosas, hasta buscar en el canasto de ropa sucia el pantalón negro que nunca falla, ahora tiene olor a humedad.
Todo lo que sea necesario para salir con un poco de confianza.
Body splash al pantalón.
Piensa si son posibles los pactos con el diablo. Se preocupa por verse flaca. Pero la ansiedad la lleva a la cocina a comer un pedazo de pan. Mientras mastica, piensa en futuras dietas mágicas como comer uvas durante 5 días mientras se prueba una remera azul que no usa hace meses, no le gusta. La postura le cambia, hombros caídos hacia adelante, pelvis hacia afuera. Se mirá la panza y piensa como acceder al mercado negro de anfetaminas. La fórmula es proporcional, a mayor cantidad de ropa probada y amontada en la cama mayor frustración. Se le cruza por la cabeza la idea de no salir, pero de no salir nunca más. De encerrarse para siempre a ayunar y abrir la puerta solo cuando su cuerpo sea apto para un top y tiro alto.
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En la Terraza
Ayer subí a la terraza a colgar la ropa. Durante mi infancia no tuve terraza, mi mamá colgaba la ropa de los cuatro al fondo, en unas sogas largas que cruzaban de pared a pared, cuando el clima empezaba a cambiar y el cielo se ponía gris me pegaba un grito para que la ayude a levantar la soga. Salíamos corriendo las dos al patio tratando de ganarle a la lluvia, sabíamos que teníamos poco tiempo, me apilaba a toda velocidad prendas en los brazos hasta que ya no se me veía la cara, entonces consideraba que era suficiente y me mandaba a entrar. Yo tiraba todo en el sillón, luego me iba corriendo a esconderme a algún lugar, lejos de su mirada, donde no le inspire mandarme a hacer otra tarea desgastante. Siempre me produce desgano lo de la ropa, subir cuatro pisos por escaleras con baldes pesados, usar broches diseñados para que se partan por la mitad ( #obsolescencia programada ) y colgar medias que perdieron su mitad. En ocasiones para generarme un gran mal, lavo cuando todo indica que va a llover, no me queda otra que colgar adentro. Uso sillas, puertas, barrales, mi bicicleta, picaportes, otras cosas. Al terminar la casa está decorada con guirnaldas de trapos. Con Lali a esa actividad le decimos “hacer rancho”.
Rosi me contó una vez que en Venezuela se dice que cuando el pobre lava, llueve. Siempre lavo cuando llueve y siempre hago rancho.
Arriba en la terraza, todo se vuelve gigante, el cielo celeste, los ojos a la altura de los árboles, los pájaros a la altura de los ojos. Me gusta pasar un rato espiando a la gente que no sabe que estoy arriba, los estudio, espero que hagan algo que después pueda contar pero no pasa. Miro los pelos de mi gato que el lavarropa no pudo hacer desaparecer de mis calzas negras, sufro con la cantidad excesiva de bombachas que tengo.Algunos estampados son estimulantes. Son lindas las telas. Cuando paseo por Alsina en Monserrat o en once, muchas veces me quedo mirando las vidrieras como si estuviera frente a un cuadro en un museo, un cuadro que, como siempre,no entiendo. rollos gigantes de encajes amarillos, flores japonesas, tornasoles.
Me gusta ver las sogas de mis vecinos, por la ropa que cuelgan una se puede dar cuenta que tipo de persona son. Me encantaría descubrir que mi vecina Nelly cultiva marihuana. Ella no es como las demás jubiladas, Es flaca y estilizada, tiene 72 años y vive sola, maneja un auto rojo con vidrios polarizados, se tiñe el cabello de un bronce oscuro y se lo peina con un jopo, en verano anda de malla y toca. Pinta, arregla y lava el edificio como si fuera todo de ella, discute con los vecinos, nos deja notas con una letra cursiva caligráfica, puedo decir que cuando sea vieja no me molestaría ser como Nelly, aunque su gusto por las plantas de plástico me hace dudar.
Deseo que el sol me pegue en la cara siempre. Le tengo cariño a las prendas porque le recuerdan a una momentos, una no cuelga ropa, cuelga pedazos de tiempo, un poco de pasado florido.
Le saco una pelusa a la remera me pregunto cuanta falta para viajar de nuevo.
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Autorretrato

Un día, no hace mucho, estaba hablando con una persona y sentí como se materializaba un pelo en mi boca, lo saqué y continué con la charla. La plata nunca me alcanza. A veces idealizo a las personas y cuando me doy cuenta que son humanas, las dejo. Creo que madurar es entender que la vejez no es un descenso sino un ascenso. Tengo un sueño recurrente en el que voy caminando y me tropiezo con una piedra, en el sueño en vez de caer me elevo. Suelo decir con frecuencia que la ansiedad y la obsesión por la imagen son un rasgo que caracteriza a nuestra época. Me gusta mi feed de Instagram. Me gustaría pesar diez kilos menos. Imagino que las sociedades del futuro hablarán de nosotros con indignación. Es probable que los dejemos sin agua, pocos árboles y una deuda de aire. Cuando llovía mi papá abría la puerta para tomar mate, en ese momento me molestaba, ahora me gustaría saber dibujar ese tiempo. Canto en la calle, bailo siempre que puedo. Me gustaría estudiar todas las carreras. Me cuesta terminar las cosas. Me da miedo la quietud, pero a veces no sé cómo moverme. Odio los deportes con pelota, un día me habitó otra persona y aprendí a boxear. Mis amigas son hermosas, a las de mi infancia las extraño, a las otras, las admiro. Mi mamá se quedó una noche entera cosiendo lentejuelas a un disfraz. Toda la vida me gustó mirar la tele. Crecí en los 90. Me gustan las casas con olor a bizcochuelo de vainilla. Mi gato se llama Vicente, Lali lo saca a pasear con una correa para gato, yo pienso que los otros gatos del barrio lo van a verduguear. Cuando tenía nueve años me lucí en el escenario de mi escuela, brillé bailando una danza típica italiana, danzando en círculos con mi pollera con lentejuelas. Todos aplaudieron. Siempre espero el reconocimiento de la gente. Me gustan los flashes, quizá por eso saco fotos y no salgo en fotos. Una vez conecté con una vaca No siempre me gustan los abrazos, pienso que hay momentos para eso. Hoy todos mis abrazos están destinados. Soy buena besando, mala jugando a las cartas. Mala jugando en general. Me gusta ganar. Odio la sensación de perder. A veces me siento insignificante y me duele. A veces siento que soportaría comerme todo el dolor del mundo. A veces, solo quiero un panqueque con dulce de leche.
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El Fracaso de OkCupid
Hoy casi pasó una semana de mi primera y única cita extraída de una aplicación “ para conocer gente “ Voy a enumerar los motivos de mi fracaso.
1- Llegué loca, paranoica y con un perchero.
2- Caminé en sentido contrario, no al revés como los cangrejos, solo en dirección opuesta, exactamente opuesta al lugar donde tenía que ir.
3- Me paré en la esquina de Acevedo y Corrientes, en la puerta de la heladería, debajo de la luz led más blanca y cruel de todas. Sin maquillaje.
4- Esperé hablando sola.
5- Llegó él chico y le pedí que me acompañara hasta Paternal a dejar el perchero. Cuando llegamos al centro cultural, no lo hice pasar. LO DEJE AFUERA.
6- Hizo un chiste y no me reí.
7- Me quejé del frío.
8- Dije que tenía anginas
9- Dije que debía hacerse cargo de todos los gastos porque yo no tenía plata.
10- Me quejé del frío.
11-Le pedí cerveza. Le dije que era mentirosa y después le dije que no y después le volví a decir que sí.
12-Me quejé de gente que él no conocía, de la derecha, de la izquierda , de la gente en general, de su abuela, de todos menos de Perón.
13-Me contó que su sueño era vivir en córdoba, le dije que Córdoba me parecía una mierda, que es aburrida y está llena de fachos.
14- También le dije que los bancos son el cancer del mundo, a pesar de que ya sabia que trabajaba en un banco.
15- Le conté que una amiga me traicionó, que no sentía pasión por nada y que me iba a ir a Irlanda...
o a matarme, eso último no lo dije pero supongo que él habrá pensando que se venía en cualquier momento...
16- Por último, evitando cualquier acercamiento, le pedí que me acompañara a tomar el colectivo. porque tenía FRÍO. y sueño, pero sobre todo frío.
El resultado fué que no hablamos más ( la verdad: yo le escribí al otro dia y el me mando un emoji, código universal que significa adiós para siempre, lo entendí )
A lo mejor no tiene nada que ver con las razones que acabo de enumerar y solo no le gustó mi perchero, o cómo estaba usando el cabello ese día.
De todos modos me gustaría decirle que a mí sí me gustó él, que en poco tiempo me pareció interesante y sensible. Inteligente, aunque no lo dejé hablar. Que salí desabrigada . Que cuando le dije hippie no quise sonar despectiva y que a mi también me gusta Córdoba solo que Córdoba no gustó de mi. Que la película de zombies va a estar re buena, que los gatos nunca son suficientes, que no me acerco a la gente porque soy tímida, que yo no miento nunca porque a pesar de todo, creo en la mayor de las mentiras que es la verdad y cuando lo dejé afuera fué porque no tenía plata para comprar una birra. Que el chocolate fue un Bifröst a un mundo mejor y que gracias por alentarme a escribir, el ejemplo del piano fue muy efectivo. Te deseo un millón de experiencias y una vida muy feliz.

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Furgón
Llegué a la estación Pueyrredon del ferrocarril Mitre, apurada, despeinada, un poco dormida, con cosas pegajosas en los ojos. Desde la vereda lo ví, sentado en el andén. Inmediatamente me arrepentí de haber salido a la calle con una remera del demonio de Tazmania.
Me tomo el tren de las 09:51 cada vez que llego tarde a trabajar y él se lo toma porque debe ser muy puntual y riguroso con ese tema. No tiene aspecto de ser una persona que llega tarde. Me gusta. Supongo que algo de eso debe flotar en el clima del furgón del mitre.
Esa es una duda que siempre voy a tener. Siento que esas cosas se saben, pero cómo comprobarlo.
Quiero decirle Hola, y no puedo.
“Hola, somos vecinos, siempre te tomas este tren” él responde - “Tengo novia”- yo exploto como una piñata y me desvanezco dejando estelas de papel picado en una nube de harina blanca. Fin de la conversación.
¿Por qué será que también en mis fantasías fracaso?
Bajamos en la misma estación, Colegiales, lo dejo que se vaya primero porque no quiero que me vea maniobrar torpe mi bicicleta. No sé cómo bajar pedaleando por la rampa. Él, en dos segundos desaparece, canchero en su playera roja con una bolsa verde de supermercado en el asiento.
En el furgón estamos juntos, entre un montón de bicicletas y otras gentes que no me importan. No me registra. Tiene la mirada calma, la fija vaya a saber dios en qué punto, ¿pensará en goles? en culos? ¿en conspiraciones? ¿en “la loca esta que me mira”? Parece un sujeto tranquilo, que escucha rock nacional y come asados. Tenemos el mismo aro en la nariz y sus manos combinan con las mías. Usa una campera deportiva, la usa siempre, por más calor que haga. Pienso que es friolento y lo quiero abrazar. Un día lo escuché hablar por teléfono, imaginé que su interlocutor podría ser su hermano. Especulaciones.
Hoy el furgón estaba medio vacío. Desde donde me ubiqué vi como el sol entraba por las ventanas formando cuadrados de luz amarilla en el piso y atravesando el espacio medio frio medio gris del furgón, dejando expuestas a las partículas de polvo que hacen su dancita sin tiempo despreocupadas del mundo y de mí. Me ví de pronto en un dibujo de Pascal Campion. Pensé que si le doy un dibujo a lo mejor no tengo que decir nada. Me gustaría que llegue a este texto, de casualidad, como cuando volví de Ecuador y de casualidad subí en la estación Urquiza y de casualidad estaba ahí con su campera deportiva y la playera roja, y de casualidad esa vez también me vio y miró rápido hacia otro lado, como hacemos las personas a veces cuando reconocemos a alguien y no queremos que se note.

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