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Introspeccion
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daniel-smoker-blog · 4 years ago
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El adiós de un pilar.
17 de noviembre del 2021.
Son las 6:00 A.M y Luis Eduardo lleva más de 2 horas despierto, no mal gasta su tiempo, se levanta como gallo en finca a cacarear, va hasta su lugar de trabajo, el patio de la casa; una zona de 2 metros de largo por 1.5 metros de ancho. Un espacio pequeño, diría uno, pero él con esto se siente más que feliz ya que puede pasar su tiempo ahí. Puede ser perder las mañanas para unos pero, él se siente tan feliz al ver salir el sol y empezar a mover sus cachivaches ¿Cómo una persona de 94 años de edad todavía se levanta? es un misterio hasta para el médico especialista que lo ha visto envejecer y ha tratado todos sus males.
Luis Eduardo llama a las enfermedades que ha tenido (presión alta, pérdida parcial de un pulmón, alzhéimer recientemente descubierto y 3 pre infartos) a lo largo de su vida “los vientos.” Pero estos males no llegaron por obra y gracia del espíritu santo, todos estos achaques en su cuerpo empezaron en 1935 en una finca que ni el nombre existe ya.
En 1935 con 10 años de edad Luis Eduardo salía a coger café y volear azadón, porque como buen campesino, salió verraco y con ganas de buscar su vida, su casa y una familia.
Todos los días desde ese entonces (1935) levantándose a las 4:30 A.M o 5:00 A.M sin parar: “Sino me levanto no como, y la vida es para los hombres verracos” dice él en su taller cuando llega algún nieto hacerle visita. Aunque con la memoria medio nublada recuerda con nostalgia la Colombia de hace años, donde la cifra “mil” era un platal, cuenta él, con tristeza en los ojos y una mala cara que rompería la serenidad de muchos.
“¿Cómo es posible que, entre más viejo, menos entiendo las cosas?” Frase que dice mi abuelo cada que puede; el abuelo no logra entender como un hombre como él, que llegó a ser jefe de los ingenieros en las construcciones de Manizales y zonas aledañas, no entienda la tecnología moderna, porque coge un celular y según él no es capaz de manejarlo. Recuerda cuando él era un “avispado” y tenía cerca de los 30 años, que podía liderar a más de 100 hombres en una obra y que todo saliera en los tiempos estipulados y tras del hecho, lo felicitaban
Después de estar en su taller y mover cuanto cachivache ve para estar activo y sentir esa energía que desbordaba cuando tenía 22 años, va hasta la ventana, se sienta en aquel sillón viejo y con manchas. Ve pasar las horas, los días en aquel sillón; mira con desdén, con mirada crítica los buses, los carros de carga y el transporte intermunicipal. Una que otra vez se le sale un refunfuño del día y del gobierno tan malo que hay, lo compara con sus tiempos mozos, donde todo el sueldo rendía, cuando con 50 pesos se mercaba hasta para 10 días del mes, donde las personas eran serias y no existan los papeles sino la palabra, “por eso valía un hombre en esos años” dice Luis con ira en su rostro al ver que ahora los valores se han perdido y todo tiene que ser apunta de un papel.
Mira alrededor a ver que visita llega, para recibirlo con un gran saludo “Tiempo sin verlo mijo, si viera como lo he pensado, carajo” y cuando se van se despide de un abrazo. Una que otra vez él dice a los más a llegados cuando están en la casa “¿Tiene sueño?” ahí está la cama si tiene sueño” antes de bajar la cabeza y quedarse dormido en su sillón con el atardecer en sus ojos.
Es triste ver como una persona como Luis, echada para adelante, está terminando su vejez mirando el tráfico y meditando qué hubiera sido de su vida si nunca hubiera salido de Anserma Caldas, sino hubiera conocido a su Amada esposa Ana Cecilia, la cual lo acompaña desde hace más de 70 años en su vida, con quien hizo su primera casa, viajó, lloró y aguanto las penurias habidas y por haber.
Según dice la historia que cuenta Luis Eduardo:
Él iba al convento por una novia que tenía, iba todos los fines de semana, los domingos, a estar con ella, pasaron los meses y luego de mandarle infinidad de cartas; Luis le propuso matrimonio a su novia actual, a lo que ella dijo “Si claro, me casó con usted” concretaron una fecha, que ni el tiempo recuerda.
Luis cuando recuerda esa época donde la novia que tenía lo había dejado plantado y a los días conoció a la abuela.
-“esa mujer me dejó plantado y yo todo ilusionado para hacer mi familia” dice Luis, cuando recuerda a la novia que tenia antes de conocer Ana y durar más de 70 años casados
Cuando él vio que lo dejaron plantando, se dispuso a conquistar Ana Cecilia, nuevamente, con las cartas, yendo los Domingos a misa con ella y la madre superiora del convento donde vivía la ex de Luis y Ana. Es que nadie sabe, pero Luis tuvo que conquistar a la mujer de su vida al lado de la madre superiora, ya que la madre superiora siempre andaba con ellos, para donde Luis se la llevase, ahí estaba la madre superiora.
En fin, la conquistó y se la llevó a vivir donde su señora madre. Él tenía 20 y ella tenía 17, de ahí en adelante no se pensó que durarían toda una vida juntos, más de 70 años casados, luchando con la vida y sus 12 hijos, de los cuales aún viven 5.
De los 12 hijos: dos murieron de bebés, a otros 2 los mató la guerrilla, a otro lo mató un conocido de toda la vida, y así sucesivamente hasta solo quedar con 5 hijos. Luis y Ana jamás pensaron que tendrían que enterrar tantos hijos y nietos, pero a pesar de ello, siguieron sus vidas sin titubear. Sacaron adelante toda una familia, sin estudios, sin personas que los arroparan. De la nada salieron y ahora con tantos años juntos, siguen luchando por vivir y por la vida de los demás, donde lo más importante que tiene es su familia y los logros de ella.
Toda una vida luchando por “ser felices” y transmitir lo mismo, sin dejar sus sonrisas en su boca.
“Los años no perdonan” dice Luis, tomando un café de merienda, recordando esa vida de trabajo de sol a sol. Un trabajo donde no se permite estar enfermo porque no se come, donde cada peso vale y cada pedazo de pan tiene su peso en oro. Un hombre que sostuvo en sus hombros una familia completa, durante más de 60 años. Ahora que han pasado más de 70 años de la vida de Luis, las luchas de vida cambian. Ya no se está luchando por comer o por sacar la familia adelante, se lucha con la edad, con el tiempo, con los achaques que dejó esa vida tan dura, se lucha con el alzhéimer que poco a poco se está llevando la memoria de Luis.
El 16 de noviembre del 2021, es el velorio de la esposa de Luis, aquella mujer fuerte que levantó una familia a punta de agua panela, frijol, yuca y papa; con un carácter tan fuerte que Luis, mi abuelo, no era capaz de ganarle cuando ella daba una orden o ley en la casa, pero a la vez, su tono de voz era tan dulce y lleno de gracia que parecía como si el viento tocará tu alma, era bien particular la voz de Ana, que es mi abuela, o bueno eso creo yo, porque en mi familia dicen que soy un hijo más de ellos. Llego a la funeraria en Manizales-Caldas a eso de las 4:00 P.M, veo una escena que mis palabras quedan cortan para describir, solo veo tristeza y gente en shock, así como yo. Me apresuro a buscar a mi abuelo para ver como está, a ver si es consciente de la situación y para la sorpresa de muchos, solo murmura “se me fue mí vida” sentando al frente de cofre donde ese encuentra el cuerpo de mi abuela.
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Foto por Johan Daniel Barreto López.
Lo abrazo como si él fuera el próximo en partir, me responde “mi niño, mi niño, ya llegó mi niño” los presentes en la zona del cofre quedan en total silencio mientras la escena pasa y mi abuelo me saca las lágrimas. Pasan los segundos y alguien empieza a decir “¡Claro, como no va hacer su niño, si entre los dos lo levantaron y el hombre que es ahora es gracias a estos dos viejos!”
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Foto por autor desconocido.
Tomo aire, respiro y termino el abrazo con mi papá, me dirijo al cofre de mi mamá, pensando en todo lo que me enseño, en todos los consejos que me dio, en ese carácter y esa voz, en la silueta de vejez y todas esas noches, donde me contaba cómo eran los tiempos de antaño, cuando la luz eléctrica era un mito y tocaba alumbrar la casa con lámparas de gasolina.
Hace 2 años, Ana, me dio la aprobación que estaba esperando, eso fue entre agosto y diciembre, le conté que estaba viviendo con mi ex-novia y que nos íbamos a casar, que ya estábamos listos; sin pestañear me coge mis manos con las de ella y las palmetea levemente y dice “Mi niño, esa mujer me cae muy bien, ella se ve buena novia y vea como lo tiene de gordito, ea, que dicha verlo así. Viva y goce, pero no perdone nada, que la vida apremia y no cometa mis errores mijo”
Llego al cofre y lo abrazo, mirando como un pilar no está y es cuestión de tiempo para que falte el otro.
Por: Johan Daniel Barreto López.
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daniel-smoker-blog · 9 years ago
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Un año más de vida. (en Manizales, Caldas)
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daniel-smoker-blog · 9 years ago
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Últimamente mis pensamientos tienen nombre.
Mecato.
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daniel-smoker-blog · 9 years ago
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¿Consciente?
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daniel-smoker-blog · 9 years ago
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