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La Marea
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Blog no ansioso
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Y cuando menos lo esperas
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Era imposible negar que algo pasaba conmigo, ya había llegado. La marea había subido y no estoy seguro de haber aprendido de natación. Y por lo visto iba a tener que nada un buen rato.
Les contaré un poco más sobre cómo fue que le encontré un nombre a lo que me pasaba, para antes de seguir avanzando en lo que me pasa seguido, podamos asegurarnos que tú, lector, y yo estamos hablando de lo mismo.
ROPA DE BAÑO PUESTA
Ya que iba a tener que enfrentarme a este nuevo entorno, lo mejor que podía hacer era tratar de entender qué es lo que estaba sucediendo.
Empecé por lo obvio: investigar. Lo primero que busqué fueron mis síntomas físicos, ya saben, sentir que no puedes respirar con facilidad y que tu corazón va mucho más rápido que tú, como en una carrera. O que sientes tal aturdimiento que si no te concentras acabas golpeándote con algo en la calle. Google no fue de gran ayuda, me soltaba enfermedades que espero nunca llegue a tener.
Ese día no me sentía listo para hablar con seres humanos reales sobre lo que sentía, ya saben, no como ustedes que nunca conoceré; me refiero a una conversación cara a cara.
Además, ¿a quién voy a preguntarle? Nadie de mi familia, eso es seguro. ¿Mis amigos? Me preguntarán si consumí algo.
RESPUESTAS
Después de mucho buscar, llegué a una conclusión: probablemente yo sufría de ANSIEDAD.
Como les he dicho, me costó aceptar ese diagnóstico al comienzo, pero ya que iba a tener que convivir con esta, ya mejor llamarla “mejor amiga”, porque parece que estaba lista para hablarme a todas horas, creo que lo mejor era ponerle un nombre.
La llamé “La Marea” porque (y me cito a mí mismo) no es medible, no avisa, y por las razones que ya les expliqué, pero me faltó sumar una más: va subiendo. Una vez que crees que lo te adaptas, llega la ola.
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Lección #4: Cuidado te ahogas
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En mi tercera publicación hablé del mi miedo a morirme. Probablemente un miedo que comparta con el 99.9% de la población. Me gustaría conocer a alguien que realmente no le tenga miedo a la muerte ¿Un suicida? No creo que su anhelo sea morirse sino más bien, desea dejar de vivir la vida que le tocó, lo que es muy diferente.
No sé lo que se siente morir, nunca me ha tocado estar al borde de una situación tan drástica, pero si he podido experimentar lo que se dice una “pérdida”. Y esa pérdida la experimenté de dos formas: La primera fue cuando murió mi abuela a quien  desde que tengo 6 años la apodé La Mamota porque decirle mamama o abuelita era muy común, ella merecía algo que la represente en todos los sentidos. Era una gran mujer (era bien grande, en realidad, tenía varios kilos de más) con un gran corazón, como no decirle mamota…una mamá grandota, rima excelente.
Por supuesto que mi mamá odiaba que la llame de esa manera, pero con el tiempo se fue acostumbrando, resulta creativo si conoces el contexto.
La segunda pérdida fue con mi ex, a quien apodé Cucú porque estaba más loca que una cabra. (Ya se habrán dado cuenta que no me gusta llamar a las personas por sus nombres reales) Pensé que terminar una relación no podría equipararse a una muerte real, pero cuando el Dr. R me dijo que el dolor era similar y que el sentido de ausencia era casi el mismo (o peor, pues cuando la muerte viene sabes que lo único que te queda es dejar ir a la persona, pero que decidan alejarse de tu vida o abandonarte porque “no eres lo suficientemente bueno” la cosa cambia) entonces pude entender por qué me marcó tanto.  Hay personas que llegan para dejarte lecciones más que recuerdos.
Continuando con el post y volviendo a traer sobre la mesa el miedo a morirse, quiero hablarles sobre mi miedo más grande: morir ahogado. Hubiera resultado interesante mantener el misterio pero entonces no entenderían el resto de publicaciones que haré más adelante ya que de esto depende también que entiendan el por qué del título de este simpático blog.
Soñar despierto
Los sueños siempre me identificaron bastante, siempre he sido un soñador empedernido y busco constantemente escapar de la realidad ya sea leyendo por horas o fumando con Ale después de clases. Siempre intentamos crear historias paralelas a lo que nos está pasando, por ejemplo, ¿Qué pasaría si una madrugada atropellamos a un narco y descubrimos que cargaba más de 10 mil dólares en efectivo en su maletín? A partir de esa pregunta comenzamos a tomar decisiones y armamos unas historias bien interesante. Siempre bajo los efectos de Mari (a quien llamo en lugar de la mariguana) sino no funciona igual. Otras preguntas también surgen de vez en cuando: ¿Qué haré cuando salga de la universidad? ¿Realmente tengo que ser un ingeniero industrial usando traje y corbata el resto de mi vida y casarme con una linda chica que conoceré casualmente en un bar de Miraflores cuando esté celebrando mi ascenso a “analista senior”? Esas son historias que prefiero no imaginar, pero si o si terminan haciéndose un espacio en mi cabeza.  Sin embargo, cuando duermo y realmente empiezo a soñar siento como si todo lo que me ha pasado en el día se mezcla para hacer una hermosa obra de arte digna de ser llevada a una sala de cine.
La pesadilla
El sueño más real que he tenido hasta el momento me dejó secuelas hasta el día de hoy. Estaba en la hermosísima casa de playa de mis primos en Punta Hermosa. Como no tengo hermanos, ellos fueron mi premio consuelo cuando quería disfrutar de la compañía de otro ser humano que no sean mis entrometidos padres, lamentablemente, son bastante mayores que yo así que me vi obligado a “crecer” antes de tiempo para poder jugar con ellos. Con decirles que tuve que aprender a montar bicicleta sin rueditas a los 4 años para poder hacer las carreritas que ellos hacían en la recta del Club Náutico.
Pues bien, gracias a ellos descubrí que andar en bicicleta era increíble sentía que nadie me podía coger, éramos ella y yo a toda velocidad escapándonos de todo. No por nada, luego de un par de años, no había quién me gane en esas carreritas.  Cuando construía mi sueño, me aseguré de estar en Punta Hermosa montando bicicleta como siempre, solo que está vez decidieron meterse en un muelle viejo que estaba a dos playas más allá. Me pareció muy extraño porque en esa playa no hay muelles.  Llegamos al borde de un ancho muelle, estaba oxidado y lleno de algas y moluscos pegados, definitivamente la sal había devorado parte de los pilares que lo sostenían débilmente en el agua. Era tremendamente largo, no lográbamos ver el final desde la costa. Mis primos me retaron “Ya que eres recontra rápido, porque no vas y nos dices que hay al fondo”, yo con siete años de edad, me monté en mi bella bicicleta y empecé a pedalear. Al inicio con miedo, luego subí la cabeza y me di cuenta que estaba amaneciendo, era precioso, nunca había visto colores tan bonitos en el cielo. El agua estaba tranquila, parecía una laguna y no se escuchaba nada salvo por los chirridos de la cadena y los pedales de mi compañera. Por fin llegué a ver el final, me emocioné, y empecé a pedalear más rápido. De pronto, el agua comenzó a subir velozmente, definitivamente ya no era una laguna, estaba en mar abierto y las olas eran enormes. El amanecer se transformó en un atardecer horrible, los colores del agua y del cielo eran turbios, marrones y negros empezaron a invadir los bellos naranjas y azules que habían estado en el anterior paisaje.
El agua comenzó a golpear muy fuerte el muelle, tanto que temblaba como si fuera un terremoto. Cuando volteé para ver si mis primos estaban haciendo algo para sacarme de ahí, no vi a nadie. Cerré los ojos y seguí pedaleando “tengo que llegar, tengo que llegar” me repetía. No grité ni lloré en ningún momento, sentía que si llegaba al final todo se iba a calmar. Lamentablemente, la marea era demasiado fuerte y el muelle demasiado débil.
Caí al agua.
Mi bicicleta se hundió rápidamente por leyes de la física y yo empecé a flotar. Sin embargo, la corriente comenzó a jalarme más y más hacia adentro donde la marea estaba cada vez más intensa, las olas eran gigantes, me revolcaban, el agua me entraba por todos los agujeros de mi cara, no podía respirar. El miedo invadió mi cuerpo y mi mente. Me paralicé. “Me voy a morir” Y de pronto, ya no estaba en la superficie, sino bajo 3 metros de agua. Empecé a ahogarme y se sintió muy real.
Desperté.
Aspirando aire como si estuviera al borde de la asfixia. Felizmente nadie se despertó.
Miedo irracional
Desde ese día he tenido cierta incomodidad para meterme al mar. Yo amo la playa pero me fue muy difícil volver a tocar el agua luego de ese sueño. Sentí que realmente estaba a punto de morir, me ahogaba entre tanta agua, la marea llegó de la nada, llegó para matarme.
Cada vez que me vienen pensamientos sobre el futuro, cada vez que mis padres empiezan a hacerme preguntas sobre lo que voy a hacer al terminar la tan larga y entretenida carrera de Ingeniería Industrial, siento que el nivel del agua en mi cabeza va subiendo. Cada vez que pienso que voy a encontrarme con Cucú en el supermercado, el nivel sube aun más. Cada vez que me acuerdo de lo que La Mamota me decía: “Serás un gran hombre que siempre cuidará pondrá a su familia primero” y me encuentro conmigo frnere al espejo todo flacucho, sin novia y sin futuro, el agua se torna violenta, mi cabeza es un concierto de preguntas e imágenes atroces de mí, fracasando y decepcionando a todos. La Marea llega, se apodera de mí, me ahoga, me mata. Y, mis queridos lectores, yo me cago de miedo.
Atentamente,
La Marea y yo.
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Lección #3: Algo se rompió
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Recuerdo todavía bastante bien uno de los primeros avisos de La Marea. Un momento que me marcó mucho, aunque para otros solo fue una noche más de juerga. Mi amigo Ale de la universidad había organizado una fiesta para celebrar su cumpleaños y el fin de parciales, así que le pasamos la voz a nuestros amigos. Todo estaba preparado para esa noche: música, comida y licor. 
Miedo irracional
Ya en el mismo día, camino a la casa de Ale, comencé a escuchar los latidos de mi corazón y mi voz haciéndome preguntas: ¿cuántos irán?¿Me verán llegar?¿Se acercarán a mí a hablar?¿Qué les voy a decir yo? Nunca fui una persona de fiestas, pero tampoco las evitaba. Me gustaba mucho pasar tiempo con mis amigos y bailar, pero de repente, me llené de dudas que nunca habían cruzado por mi mente. Era un temor el que sentía y no sabía porqué. Bajé del taxi y ahí estaba, a solo media cuadra de la casa de Ale. Podía escuchar la música que salía por las ventanas, pero más fuerte era la voz en mi interior que no me dejaban avanzar. Tal vez era por lo poco que había dormido en la semana de parciales, por lo que decidí sentarme en el parque que estaba frente de la casa. - “Ya se me pasará”, pensé.
¿Ansiedad social?
Podía ver la gente llegar con trago en la mano dispuesta a divertirse y cada vez que yo creía estar listo, mi corazón se aceleraba y sentía que me ponía rojo. Entonces, volvía a sentarme. Mientras más personas aparecían, más ansioso me sentía, menos ganas tenía de entrar. Si aparecía, me iban a ver y se iban a dar cuenta de que estoy rojo. ¿Y por qué estoy rojo? Sentía que si ellos se fijaban en mí, me quedaría parado en la entrada sin poder moverme y ellos juzgándome “¿qué hace este así?”.  
¿Cuál fiesta?
Ya habían pasado algunas horas y unas cuantas llamadas perdidas de mis amigos en el celular. No lo podía hacer. Cada vez que me paraba, sentía que no podía respirar. Así que decidí regresar a mi casa. Aún recuerdo lo extraño que me sentí esa noche, no me sentía el mismo. Dormí pensando que mañana iba a ser un día diferente y traté de olvidar el tema. Aunque ya todo había cambiado sin darme cuenta.
Atentamente,
La Marea y yo.
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Lección #2: La llegada
Hola a todos (otra vez),
Para ser sincero - desde un principio - no sabía si quería escribir la tercera publicación o sobre qué escribirla, le estuve dando muchas vueltas al asunto. Y eso es lo que me ha estado ocurriendo últimamente, desde que La Marea volvió, de a pocos y sin avisar, como siempre. 
Llegó la ansiedad
Una vez más, regresó mi (no muy) querida amiga; la que se invita sin avisar, la que invade todos mis espacios y la que me quita el oxígeno. Un día, como cualquier otro, me encontraba haciendo mis actividades cotidianas – admito que con mucho estrés - cuando de pronto me sentí paralizado; esto me hizo acordar a mi primer ataque de ansiedad (así le dicen, ¿no?). Y es que es bien curioso, como puedes pasar de estar recontra tranquilo a sentir que literalmente te estás muriendo. Eso pensé la primera vez, me da un poco de risa y vergüenza admitirlo, pensé que estaba teniendo un infarto. ¿Qué ridículo, no? Un infarto en mis veintes. Se llama A N S I E D A D NOMBRE NO DEFINIDO, ansiedad. 
Y esto se llama miedo 
El miedo se ha vuelto un sentimiento presente y constante en mi vida de forma casi permanente, y no me refiero al miedo que le tienes a la araña que encuentras en la ducha mientras te estás bañando o al miedo de encontrarte con una rata en tu cocina, es un miedo casi inexplicable. Nunca antes lo había escrito, pero ahí va…tengo miedo de perder el control, tengo miedo de perder el conocimiento o peor aún, morirme. Encontrarme tan fuera de mi y no saber cómo regresar. ¿Qué loco, no? Si al final todos nos vamos a morir en algún momento. 
¿Sobrepensar?
“¿Yo? ¿Sobrepensar? No, para nada.” Esto fue lo que le respondí a mi ex (para hablar de ella tendría que hacer todo un blog nuevo) y la verdad es que tenía toda la razón del mundo, tengo que dejar de sobrepensar sobre absolutamente TODO.  ¿Por qué nos hacemos tantas bolas? No sé, lo que si sé es que todos estos pensamientos irracionales me nublan el juicio y me convierto en un ser colmado de pánico y solo eso. Y lo que sé también es que odio convertirme en algo que no me define, pero por momentos advierto que sí. 
Atentamente,
La Marea y yo.
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Lección #1: Una mente aturdida
Estaba sentado, en el sillón rojo de mi cuarto, mi lugar favorito para hojear los libros que me compraba los fines de semana en las librerías, intentando leer uno que me había prometido terminar en dos semanas, pero llevo más de un mes y el separador no ha llegado ni a la mitad.
Seguro se preguntarán cuál es la razón de mi basta lectura y esa razón solo lleva un nombre: mi maldita y ruidosa mente que, la verdad, no sé lo que quiere. Últimamente nos hemos convertido en una especie de contrincantes picones porque mientras yo quiero concentrarme en las cosas que más me gustan hacer ella se esmera en decirme “hey, NOMBRE NO DEFINIDO no te voy a dejar en paz”.
PENSAMIENTOS SIN PENSAR
Hace una semana tenía un examen importante para el que, según yo, me había preparado como para sacar un sobresaliente gigante, pero para mi sorpresa mi nueva mejor amiga decidió robarse la atención aquel día. Sencillamente me senté en la carpeta y pasó algo muy loco: no podía pensar, ni razonar, ni sentir, solo estaba sentado ahí, pero en realidad estaba en otro lado. ¿Resultado del examen? Un cero bien redondo.
Y así fue como mis pensamientos lograron apoderarse de mi sin anestesia. Claro que no eran pensamientos que yo quería tener porque por mi cabeza rondaban ideas que no hacían más que causar una especie de negatividad en mi cuerpo. Empecé a tener un sentimiento de vacío, de angustia, de embotamiento, de miedo, de pánico…Creo que mejor no continuo porque la lista va a ser muy larga.
Los dolores de cabeza aparecieron, el estrés también. Y, lo que más puedo resaltar de estos nuevos episodios, son los pensamientos. De pronto, como por arte de magia y sin razón, o con muchas razones pero que aún yo no descubría, empecé a pensar en si lo que decía o no estaba bien, empecé a sentir miedo por todo y por nada, no era capaz de controlar aquel estado en el que había decidido meterse a mi cuerpo; en conclusión, pasé a un estado de alerta total, un estado de…pánico.
¿AUTOAYUDA? NO, GRACIAS
A veces, creo yo, cometemos la torpeza de ir divulgando nuestro pesar a cualquier don nadie porque cuando necesitamos ayuda podemos caer en los brazos equivocados. Yo no sé si caí en algunos, pero lo que sí sé es que cuando empecé a comentar libremente lo que me pasaba solo fui juzgado. Aquí pongo algunas frases que escuché en ese entonces, ojalá alguno se sienta identificado y si no es así, pues lo siento mucho.
-          Estás loco huevon, chill estás muy estresado
-          ¡Ay, NOMBRE NO DEFINIDO! ¿Quién no se estresa hoy en día?
-          Tómate una pastilla para dormir
-          Fuma, así se te olvida todo
La verdad es que sí hice casos a algunos consejos, pero la solución era algo para el momento. Por primera vez, sentí que no encajaba, sentí que quizás yo estaba exagerando y solo necesitaba dormir, pero no. Algo estaba pasando en mi jodida mente y ese algo se estaba apoderando de mí. Fue así como mi preocupación, mi miedo, pero también mi vergüenza me llevó a las manos del Dr. R (Rospigliosi es el apellido, pero por cuestiones de tiempo vamos a decirle así). ¿Quién diría que aquel sujeto lograría que yo encontrara respuestas en mi pasado? Un pasado que yo creía haber olvidado.
Atentamente,
La Marea y yo.
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lamarea20192-blog · 6 years ago
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Introspección
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¡Hola a todos!,
A los que no, también. Sé no es fácil dirigirme hacia todos ustedes, pues la gran parte ni siquiera se ha imaginado la existencia de este blog. Y no, no es el hecho que la mayoría de mi círculo social pertenezca a la UNCP* —los cuales me manifestaron su acérrima voluntad de seguir mis ocurrencias por esta plataforma digital—, lo que me motiva a expresarme sin sentir presión, sino porque no tengo otra alternativa.
Sin embargo, antes de empezar por este (espero no tan largo) recorrido, tengo que mencionar/aclarar ciertos puntos, a fin de no sumir al ya querido lector en un estado peor que el mio: 
Este NO es un espacio donde encontrarás ayuda profesional, pues para lo único que destaco, a ese nivel, es mi habilidad de morderme las uñas siguiendo el ritmo de alguna canción que me guste.
Ni la escritura creativa ni algún otro tipo, que no sea la escritura de mi nombre, se me hace sencillo, mucho menos si de lo que voy a contar es sobre mi. Así que disfruten del material inédito que este “aspirante” de Cortázar** trae para ustedes.
El clásico “Sobre Mi”
— No hay mucho que decir, realmente.
Mi nombre es Alberto/Mauricio/Andrés/Pablo tengo 22 y a lo largo de las siguientes entradas, que de ahora en adelante las llamaremos “Lecciones”, conocerás un poco más acerca de este no tan clásico Sobre Mi. 
¿Enfermedad mental?
Sin duda alguna, es algo de lo que me he cuestionado muchas veces, pero también es algo a lo que nunca encontré respuesta. Las páginas de internet que, una que otra vez leo, la llaman ansiedad. Yo prefiero decirle La Marea, porque no es medible, no avisa, es irreverente por naturaleza y porque si no eres tú quien está dentro de ella, pensarías que es calma. Pero no, calma es sólo la línea del horizonte y esta no existe.
Un aplauso al psicólogo
Y como voy a terminar mi primera publicación sin brindarle los créditos respectivos al muy estimado Dr. Rospigliosi — psicólogo que nada tiene para envidiarle al Dr. Tomás Angulo— ,que si no fuese por la exhaustiva sugerencia de su atávica persona, esto ni lo que (pienso que) voy a escribir sería posible. 
Atentamente,
La Marea y yo.
* Unión Nacional de Ciegos del Perú.
** Autor argentino de “Rayuela”, novela famosa que genera 947 000 resultados en Google cuando se busca cómo leerla. 
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