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Me hubiera encantado que fuera real todo lo de aquella noche. 

O bueno... menos artificial, quizás. 

Que los besos hubieran sido antes del alcohol y el sexo antes del éxtasis. 

Pero nos gustaba experimentar y nos entregamos a sentir, aunque fuera solo por un momento.

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Me voy a enamorar de ti.

Y tú, tú no tienes que hacer nada.

Tú cierra los ojos y sonríe, igual que cuando te recuestas y te me voy encima a besos.

Sigue hablándome de lo que te pasa y sigue moviendo las manos cuando cuentas historias emocionantes.

No dejes de irte a hacer tus planes, para luego encontrarnos y que me cuentes emocionado los resultados.

Tú sigue dejando tu aroma en mi ropa siempre que me abrazas.

Sigue escuchando esa música que, aún siendo tan distinta a la mía, encuentro reconfortante.  

Tú no hagas nada, que lo demás, lo demás está ya hecho.

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Después de hablar por un rato, se quedaron en silencio. Sus rostros lo decían todo.

ELLA

:-)

[No voy a decir más porque va a ser aún más evidente que me encanta. No puedo creer que sea tan fácil hablar con él, que se sienta tan natural tenerlo cerca, no puedo más con esto está cabrón que me descontrole tanto. ¿Se dará cuenta cómo lo veo? Si, las miradas son intensas, pero es que quiero aprenderme de memoria cada uno de sus gestos. Si pudiera besaría ese lunar que tiene a la mitad del cuello... todo el tiempo, con los ojos cerrados mientras nos abrazamos.]

ÉL

;-)

[¿Se dará cuenta de lo mucho que me gusta estar con ella? Tanto tiempo sin saber exactamente lo que buscaba en una mujer para que de un momento a otro se me apareciera alguien que parece perfecta para mi... me gusta y me intriga al mismo tiempo. Quiero conocerla toda, comenzando por esa sonrisa y todos los pensamientos que hay detrás. No me quiero ir, ¿sentirá ella lo mismo?]

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Nos volvimos a encontrar, con más canas y más arrugas, pero las mismas ganas de siempre. Nos detuvimos uno frente al otro, viéndonos fijamente, quietos, como si el movernos fuera a hacer que se rompiera el momento.

No recuerdo si fuiste tú o fui yo quien dio el primer paso, pero unos minutos después estábamos envueltos en un beso. Un beso que me sabía igual que el primero, igual que todos esos que nos habíamos dado a lo largo de nuestra historia. 

El abrazo en el que nos fundimos después fue, quizás, el más largo de nuestra historia. Era como si supiéramos que no habría más, que tendríamos que tomar todo lo que pudiéramos del otro en este último momento juntos. 

Caminamos unas calles de la mano hasta llegar a la esquina donde debíamos separarnos y lo hicimos sin despedirnos, sin hablarnos siquiera, seguros de que -si decíamos algo- después no podríamos jamás decir adiós.  

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Te vi sin verte, reconociendo la forma en que caminas y adivinando la cara seria con la que te muestras siempre al mundo, sin importarte las primeras impresiones. 

Corrí sin buscar alcanzarte, sino esperando a que fueras tú el que me alcanzara a mi. Luché con todas mis fuerzas porque mis ojos no se encontraran con los tuyos, sabía que una sola mirada podría hacerme caer de nuevo.

[Fall in love, como dicen los gringos]

Me alejé, segura de que bastaba que me dejases para que yo fuera la mujer que querías que fuera; extrañándote como solo es posible hacer cuando se sabe que la distancia es la que me mantiene enamorada.

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Reconocimos la misma canción en medio de una fiesta en la que la música parecía pasar desapercibida, esa fue la primera de muchas coincidencias. 

Humor negro y gusto por vestir de gris, el café negro y los sabores amargos, desvelarse con vino tinto y despertar hasta que la luz nos obligase, el jazz y las películas al aire libre, los libros de ciencia y las series de terror. 

Teníamos en común hasta las ganas de estar solos, esa preferencia nuestra por vivir una vida en donde las decisiones se tomaran en singular. Quizás por eso nos acostumbramos a despedirnos siempre, a no buscar contentarnos con el tiempo que el otro nos diese. 

Aunque fuera cada vez más difícil...  

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Poco a poco me había ido acostumbrando a tu compañía, a tu sonrisa escandalosa y tus ganas de siempre llevarme la contraria. De un momento a otro me costaba ya despedirme, ver cómo te alejabas de entre el montón de gente. Pasaban las semanas y cada vez me costaba más dormir sin sentirte cerca, sin tu aroma inundando mi espacio. 

Y tú que parecías no darte cuenta que mi mirada, mi sonrisa y toda yo, gritaba en silencio que quería pasar el resto de mi vida contigo. 

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Habían pasado los meses, los días de primavera con los que había llegado comenzaban a pintarse poco a poco con las hojas secas que caían de los árboles. 

Viento fresco y una melodía triste entraban por la ventana. Ella cerró los ojos y escuchó con atención, contenta de no encontrar espacio en su vida para aquella melodía, feliz por no necesitar más una canción de desamor para refugiarse. 

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Yelle

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Me hacía falta un beso y me salí a buscarlo entre los rostros de desconocidos, entre la multitud de labios que no serían los tuyos. 

Probé un par de sabores nuevos y me fundí entre lo tibio y lo fresco de los abrazos que acompañaban a esos contactos. Cerré los ojos siempre, no por romance, sino para imaginar que eras tú al que estaba besando. 

Terminó la noche y de nuevo me encontré a solas, con los labios inflamados y la esperanza de que mañana -ahora sí- encuentre besos más parecidos a los tuyos. 

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Había saltado todas las veces posibles por ti, a ojos cerrados, sin pensarlo demasiado, planeando como piloto de un avión fuera de control. 

Ahora me había lanzado a ojos abiertos y con paracaídas, viéndote perderte a lo lejos conforme yo aterrizaba, desvaneciéndote en el espacio antes de que yo tocara el suelo.

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Cerró los ojos y pasó las manos por su entrepierna, suave, como lo hacia él, abriéndose camino hacia el centro y presionando levemente con los dedos. Comenzó a rodear su centro con los dedos y nada, no era lo mismo, tenía que ser él quien lo hiciera para que su cuerpo explotara.

Tomó un taxi y se dirigió a esa dirección que conocía ya de memoria. Sin pensarlo demasiado tocó el timbre. Bastó que él abriera la puerta para sentir la humedad invadiendo su cuerpo.

Aquella noche no hubo palabras, no hubo promesas, caricias ni suspiros. No valían, no hacían falta, no eran sino un estorbo para aquellos cuerpos que tan solo querían encontrarse y explotar de nuevo.

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-Pero, ¿cómo?, ¿ya te vas? No te vayas, vuelve, ¿vale?

Te había encontrado dos veces entre la multitud de aquel bar, donde la música y el baile provocaban un calor difícil de imaginar en esta época del año. En ambas ocasiones eras tú el que estaba cerca de la puerta, como quien se está yendo pero no termina de hacerlo.

-No, sólo voy por una cerveza, pero vuelvo.

-No, voy a buscar a una amiga, pero vuelvo.

Esas fueron mis respuestas. Siempre que volvía te buscaba con la mirada, sin mucho éxito, convencida de que te habrías terminado de ir.

Al final de la noche,cuando todo mundo buscaba recuperar su abrigo para compensar la ausencia de la música y el baile, caminé a la salida, esperando que ahí estuvieras para preguntar:

-Pero, ¿cómo?, ¿ya te vas? No te vayas, vuelve, ¿vale?

No estuviste. Me fuí, ya sin prometer volver, ya sin ganas de hacerlo.

[Y no, esta historia no habla de ti]

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Escondía mis manos bajo la mesa porque sabía que el dejarlas fuera significaría que se salieran de mi control, comenzarían a pasearse por tu cabello, darían caminatas enteras por tu espalda dedo a dedo y buscarían a toda costa enredarse con las tuyas.

Platicamos por horas, tú con los ademanes de siempre, yo con las manos quietas, como si tuviesen imanes que las mantuvieran pegadas a mis rodillas.

Al despedirnos me diste un abrazo y ellas, mis manos, por fin tuvieron un momento de libertad, mismo que aprovecharon para apretujar tu espalda y recorrerla entera en un segundo.

Al siguiente minuto te habías ido ya y yo, como mis manos, ya comenzaba a extrañarte.

[letthemusicsetmefree]

Nos besamos en silencio y con los ojos cerrados, como si el no hablar y el no vernos fuera a hacer menos nuestro desliz. Reíamos conforme íbamos reconociendo nuestros cuerpos en esa oscuridad obligada que se formaba con la cortina de los párpados cubriendo nuestros ojos; y luego nos íbamos explorando con la misma curiosidad con la que se explora un lugar prohibido, con la ansiedad y prisa producida por el temor de que súbitamente nuestra conciencia regresara y nos estropeara la travesura de la noche.

Nos despedimos horas más tarde, cómplices ahora de un recuerdo que no podría ser compartido nunca.

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Te acercabas a mi oído y hablabas de lo bien que me veía, de lo delicioso de mi aroma y de todas las canciones que querías escribir acerca de mis ojos, me besabas los labios y luego la frente, siempre sin soltar mi mano. Tú, el que hasta hace unos meses no se me acercaba, el que esquivaba mis miradas nervioso, el que nunca daba besos en público. Ese que no escribía nada más que las tareas escolares ahora me prometía canciones y garabateaba poemas con mi nombre en las servilletas. Y yo correspondía con otras promesas igual de imposibles, sabiendo que sería difícil cumplirlas, quizás imposible, pero con las intenciones firmes y el amor llenando mi cabeza, nublando todo al rededor.

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Era cierto, sólo servíamos para los encuentros furtivos, para las ciudades con sol y las caminatas de turistas. Estábamos juntos a ratos para luego extrañarnos, para luego pensarnos uno al otro a lo lejos, como si fuéramos solo una idea, como si nuestra existencia y la de nuestra historia fueran solo letras, o murmullos de una música que poco a poco se perdería en la oscuridad.