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ECLIPSE 2024
POR JENNIFER MENDIOLA
EL ECLIPSE 2024 SE VIVIO TRANQUILO AQUI EN LEON GTO, NO SE ALCAZO A OBSCURECER AL 100 PERO SI ALCANZAMOS A PERSIBIR ALGO, ME TOCO VER UN POCO YA QUE EN MI TRABAJO TENIAN LENTES ESPECIALES Y AL VOLTEAR FUE MUY MAGICO COMO CUBRIA LA LUNA AL SOL ERA ALGO IMPRESIONATE.
Los eclipses son uno de los fenómenos de la naturaleza más espectaculares. Ocurren cuando el Sol, la Luna y la Tierra se colocan a lo largo de una línea recta.
Aunque pueden ocurrir entre dos y cinco eclipses solares al año, la mayoría son parciales. La última vez que observamos un eclipse solar total en México fue el 11 de julio de 1991 y el siguiente ocurrirá hasta el 30 de marzo de 2052.
Un eclipse lunar total puede durar hasta 3.45 horas; esto se debe a que el diámetro de la Luna es mucho menor que la extensión de la sombra de la Tierra a la distancia en la que se encuentra nuestro satélite natural. La duración máxima de un eclipse solar total es de 7.5 minutos, ya que los tamaños aparentes del Sol y de la Luna son muy similares.
COSAS QUE NO DEBES UTILIZAR PARA OBSERVAR EL SOL
NO uses radiografías
NO uses lentes oscuros
NO uses cristales de vidrio oscuros
NO uses vidrios ahumados
NO uses negativos fotográficos
NO uses Discos compactos (CD) ni diskettes
NOuses papel de aluminio
NOuses agua como un espejo de proyección
Datos algunos dicen que el último eclipse fue hace 33 años
el eclipse solar total que ocurrió el 7 de marzo de 1970.
Recuerda tomar las precauciones necesarias para ver el eclipse de forma segura, como utilizar filtros adecuados para proteger tus ojos. ¡Disfruta de este fascinante fenómeno astronómico! 🌞🌑🔭
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https://drive.google.com/file/d/1jzro6vs1l0ydRMJ_iYMuDG9ogtf_7KxJ/view?usp=drivesdk
UN POCO SOBRE SEMANA SANTA 2024
POR JENNIFER MENDIOLA
"CADA DIA ES BUENO PARA APRENDER"
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El trigésimo cigarro
CHANATS
Era de noche, hacía si acaso una hora y media que Martín Silvestre había empezado su tercer trabajo como investigador privado, y para variar era otra infidelidad. Su cliente le había pedido buscar a su esposo en una de sus propiedades. La luna cubría la desgastada pintura de su viejo auto mientras recorría una carretera de las varias que conectaban León con Salamanca.
Después de su vigésimo noveno cigarro, Martín Silvestre logró vislumbrar una casa de lujo discreto pero evidente: ese era el lugar. Dejó la chatarra que llamaba auto, escondida detrás de un seco árbol de mezquite; bajó con cuidado de no hacer mucho ruido y encendió el trigésimo tubo de tabaco y nicotina.
Emprendió su camino y revisó sus bolsillos para encontrar la llave que aquella menuda mujer le entregó para atrapar a su esposo con las manos en la masa. El silencio de la noche, fue interrumpido por el contacto de la llave y el picaporte. La puerta se abrió y Martín Silvestre se preguntó, resignado “¿Por qué chingados le sigo investigando adulterios a los ricos?”.
Cruzó el umbral y se encontró con con la respuesta a su pregunta: Pinturas originales con el precio inflado por las galerías, esculturas tan mediocres que era imposible que alguien la comprara si no costaron el triple de lo que un hombre como Martín Silvestre ganaría a lo largo de su vida de clase media-baja.
Se quedó observando una pintura, un árbol de almendra floreciendo; la idea de llevar el cuadro en su auto y salir tan rápido como pudiera le pareció tentadora, estaba frente a él esperando, un caso sin resolver y retiro cómodo, por algo que al dueño le significaba lo mismo que a un puberto el póster de una banda.
Mientras Martín Silvestre, indeciso, observaba aquel cuadro, un ruido apartó su mente de la jubilación. En el segundo piso, unos apenas audibles jadeos y gemidos llevaron sus ojos lejos del cuadro y cerca de las escaleras.
“¡A huevo!” - Al final ¿qué importaba el cuadro? La paga por la investigación estaba prácticamente en sus bolsillos ahora que iba a encontrar a su objetivo justo como lo quería: cojiendo a una que no fuera su cliente.
Subió las escaleras, tratando de no hacer ni el más minúsculo ruido mientras sacaba su cámara. Tenía que ser veloz, tomar la foto y salir quemando llanta; subió entonces el último escalón y siguió el ruido hasta la puerta, respiró hondo y cuando se disponía a mirar por la cerradura notó que el sonido empezaba a cambiar: ya no eran jadeos y gemidos, era un llanto ahogado, desesperado y notoriamente doloroso. Esto era nuevo, “A lo mejor el señor tiene unos gustos medio excéntricos” se dijo Martín Silvestre justo antes de mirar por la cerradura, donde encontró para su sorpresa una escena que le revolvió el estómago:
En el cuarto había dos personas desnudas: el hombre que buscaba, la foto que le mostró su cliente no dejaba dudas, un sujeto esquelético, pálido y barbudo; efectivamente, con otra mujer… muerta frente a él, con la garganta totalmente destrozada y un charco de sangre cada vez más grande fluyendo desde su yugular.
El hombre no llevaba ningún arma encima, solo sangre escurriendo de su boca… la sangre de aquella pobre chica. Martín Silvestre no pudo evitar que un “¡No mames!” saliera de su boca, haciendo que el enfermo se incorporara a mitad de su cena para ir a abrir la puerta por la que lo espiaban.
Martín Silvestre se dió cuenta de inmediato que había cometido una cagada del tamaño de una catedral, salió corriendo apenas un momento antes que la puerta se abriera. El escuálido monstruo salió del cuarto y comenzó a perseguir a Martín Silvestre, más y más y más rápido; los pasos de ambos retumbaban por cada una de las paredes de aquella casa de la locura.
“¡Verga, verga, verga!” Gritó Martín Silvestre cuando comenzó a bajar las escaleras. Le arrojó a su persecutor la cámara que llevaba en las manos, falló y en cambio él sólo parecía estar más y más y más cerca cada momento. Martín Silvestre no fue capaz de mirar hacia atrás ni un solo momento, en cambio se enfocó solamente en la puerta por la que había entrado. Estaba cerrada “¡CHINGADA MADRE!” - gritó antes de voltear hacia el caníbal y juntando todas las fuerzas que pudo otorgarle la adrenalina, logró encajar una patada bien puesta en sus asesinos huevos.
El malnacido cayó de cuclillas y Martín Silvestre logró abrir la puerta de nuevo en tiempo récord. Salió de aquella casa justo como había planeado: Corriendo como si su vida dependiera de ello y sin mirar atrás. Llegó hasta su chatarra, la encendió en un parpadeo y regresó a la carretera pisando el acelerador tan profundo como le permitió el automóvil.

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