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Nevermind
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ohwaitnevermind · 6 months ago
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Cristiano Ronaldo y yo
Hoy 5 de febrero del 2025 Cristiano Ronaldo cumple 40 años. Y yo también.
En un mundo que nos inunda con ideales de qué es éxito, qué es belleza y qué es haber triunfado en la vida, podríamos afirmar que Cristiano me va ganando, y por goleada. Por mucho tiempo este tipo de pensamientos carcomía mi cabeza; me era inevitable compararme con otras personas de mi edad. Compañeros de clase, familiares, amigos, vecinos, colegas (algunos incluso más jóvenes) que se dice son más exitosos que yo; y por tanto más felices. O al menos eso nos hace creer la sociedad.
Aquella tiene más dinero y muchas propiedades. Aquél es un músico exitoso. Este otro ha publicado ya varios libros. Ella tiene su propia empresa y factura cientos de miles de euros al mes. Él parece modelo. Aquel otro tiene pareja, hijos y una carrera exitosa con varios doctorados. Cristiano es uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo y su nombre ha sido tallado en piedra en los anales de la historia. Y yo… bien gracias. Hay salud (espero).
Hay obvias diferencias entre Cristiano y yo. El contenido de nuestras respectivas cuentas bancarias siendo uno de los más notorios; la cantidad de Champions que hemos ganado o el número de seguidores en instagram. La lista podría hacerse interminable, pero no veo necesario pensar en ello. He madurado lo suficiente para entender que los caminos de la vida que me han llevado a escribir estas palabras en Barcelona, lejos de mi natal Costa Rica, han sido fruto de mucho trabajo, mucha resiliencia, mucho amor de los que me apoyan a seguir adelante y, también, de mucha suerte.
Y es que al final de cuentas el universo es eso: Azar. Una serie de coincidencias accidentales que terminaron formando vida inteligente en un pedazo de polvo cósmico, que a su vez está girando y trasladándose en un sistema solar que está en un brazo de una galaxia sin importancia, muy lejos del centro del cosmos. Y en ese diminuto planeta, el destino decidió colocarme en un aún más pequeño país de tierra nueva y fértil, clima caprichoso, y gente linda y amable. ¿Pudo el destino (o Dios, o Buda, o como usted querido lector le quiera llamar) haber escogido un mejor lugar de nacimiento? Tal vez. ¿Pudo haber escogido uno peor? También. Pero definitivamente no fue en Funchal, Portugal, como Ronaldo.
Ésta fue la mano de cartas con la que me tocó jugar. No será la mejor, ni la peor, pero he hecho con ella lo que he querido y estoy agradecido con ella; y eso para mi, es suficiente.
A lo largo del camino he tenido muchas dudas. Se me han presentado muchas opciones que, de haberlas tomado, habrían llevado mi vida por otro rumbo. Tal vez si hubiera seguido jugando fútbol estaría en este momento en la Liga de Arabia. Tal vez me hubiera ido a vivir a Estados Unidos pero no conocería a mi maravillosa esposa y compañera de vida en México. Tal vez si hubiera ido antes al veterinario mi gata Cleo estaría viva. Tal vez si hubiera seguido mi instinto de estudiar psicología en vez de una ingeniería… Tal vez esto, tal vez aquello. Pero esas decisiones (o falta de) ya están en el pasado y no sirve de nada pensar cómo hubiese sido diferente. La persona que eligió dónde y cómo estoy hoy soy yo. Los factores externos que estuvieron fuera de mi control que afectaron esas decisiones también son de ayer, y el ayer ya no existe. Lo que yo puedo dirigir en mi vida es el día a día, qué hago, qué quiero hacer y cómo me quiero sentir con ello. Y yo he decidido sentirme bien. Decido perdonar mis errores, olvidar mis penas y celebrar mis alegrías. Decido alejarme de lo que me hace y ha hecho daño, aprender de lo que me rodea, y recordarle a los que quiero lo importantes que son en mi vida. Decido fluir y adaptarme a lo que es, a lo que hay y a lo que se viene. O eso intento.
Sé que no soy “la mejor versión de mi mismo”. Sé que puedo mejorar. Puedo perder esos kilitos de más si me lo propongo. Puedo escribir y leer más si le dedico el tiempo necesario. Todo eso depende de mí y de lo que yo decida hacer día con día. Cada mañana al despertar al que tengo que convencer de que puedo mejorar es a mí mismo. Y también entiendo que convencerme es un reto ya que soy un necio y un vago. Probablemente Cristiano también tiene estas charlas consigo mismo cada mañana, y algo me dice que logra convencerse con más facilidad que yo – admiro  su disciplina. Es por eso que reconozco que soy humano y, por tanto, imperfecto. La cantidad de esfuerzo que quiera darle a esta aventura que es mi vida depende de mí y solamente de mi. Eso es una de las pocas cosas de las que tengo certeza.  De nada sirve llorar por lo que no tengo o pensar en lo que hubiese tenido si todo fuese diferente. Esos peros y esos quizás ya no me quitan el sueño.
La gente dice que nunca es demasiado tarde, pero soy realista y admito que mi carrera futbolística no va a dar frutos. Tendré que conformarme con intentar reunir a amigos y conocidos de mi mismo nivel (muy malos) para patear la pelota hacia la portería rival e intentar que entre. Sé que hay muchos sueños a los que debo renunciar porque debido a mi edad y a mi condición actual serán imposibles de lograr. Pero también hay muchos otros para los que todavía tengo tiempo; y si pongo el suficiente esfuerzo y entusiasmo, y con un poco de suerte, los puedo lograr sin importar el número que debo decir cuando pregunten cuántas vueltas ha dado la Tierra al Sol desde que nací, por ahí del año 1985 en San José, Costa Rica.
Nunca es sano compararse con el prójimo. Menos si esa persona es Cristiano Ronaldo. Me tomó cuarenta años darme cuenta de eso. Yo no soy él y, la verdad, tampoco quiero serlo. No les puedo mentir, unos cuántos millones me vendrían bien, pero no los tengo (todavía), y no los necesito para sonreír y disfrutar mis días en este planeta. Al final de cuentas esto es lo que me importa: Me gusta mi vida, me gusta quién soy, y estoy en paz con la persona que me llevó a ser quién soy; no es perfecto, pero es un buen sujeto. He leído por ahí que nuestra única competencia debe ser uno mismo, y me quedo con eso. Quiero ser mejor que ayer: menos necio, más solidario, menos indiferente y, por qué no, más guapo. Cristiano Ronaldo tiene 40 años y sigue cultivando triunfos (y derrotas), y lo seguirá haciendo por el tiempo que él así lo quiera. Y yo también.
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ohwaitnevermind · 8 years ago
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En Edimburgo
Era una tarde de verano escocés. Las nubes cubrían gran parte del cielo y lo teñían de un lúgubre gris. Una brisa fría auguraba una llovizna en un futuro no muy lejano, y la misma helaba mi té. Desde mi refugio veía como las gotas de lluvia se acercaban a mi auto parqueado frente al café donde siempre huía de la cotidianidad de la ciudad. Las gotas empezaron a golpear a la ventana. Llovía. Mi clima favorito.
Yo estaba ensimismado en mi mundo. Mil cosas pasaban por mi mente cuando tenía que estar trabajando sólo en una. Cualquier cosa es capaz de distraerte cuando más necesitas concentrarte. Yo me había esforzado por mucho tiempo a ignorarlas en la medida de lo posible. Llevaba sólo tres páginas. Pedía otro té cuando cruzaste apurada el umbral de la puerta que custodiaba mi guarida secreta. Estabas empapada de pies a cabeza, aunque la lluvia apenas y había empezado. Te sentaste frente al ventanal, dándome la espalda. Desde mi mesa podía escuchar tu respiración agitada. Poco a poco te fuiste quitando las piezas de ropa mojadas por la lluvia fugaz. Primero el sombrero peculiar de forma redonda. La bufanda, que cubría gran parte de tu rostro, le siguió después. Debajo del abrigo negro que pusiste en la silla contigua vestías una blusa azul oscura. Llegó mi té, y ni una vez volteaste a mirarme.  Con la misma elegancia con la que te desprendías de las prendas mojadas, saludaste a Emma, la mesera del local, la cual llegó a pedir tu orden. Le murmuraste algo que no logré escuchar, pero que hizo que ella de inmediato se marchara a la cocina.  La lluvia continuaba y cada vez con más fuerza. Eramos los únicos clientes del lugar, y por las condiciones del clima iba a permanecer así por mucho tiempo.  Emma te trajo una taza de té de hierbas frutales; lo descubrí por el olor. Cuando volteaste a recibirlo aprecié por primera vez tu perfil por un breve instante. Me pareció familiar, y lejano al mismo tiempo. Tal vez de un recuerdo olvidado. O de un sueño. ¿Te había soñado acaso? Mi memoria era volátil, y caprichosa. Mi imaginación me torturaba con imágenes que estaban sólo en mi mente. Pero creí reconocerte. Y la idea logró capturar mi mente con muy poco esfuerzo. Tu té humeaba. Hiciste un intento de dar un sorbo, pero te arrepentiste de inmediato. Mi mirada te acechaba como felino sobre su presa. Mi mente divagaba en sus rincones más recónditos buscando tu nombre o tu rostro. Mil y un mujeres han pasado frente a mis ojos, pero no eras como ninguna de ellas. Te busqué también en mis historias. ¿O era en una película? Sospeché que tal vez había visto tu rostro en televisión. O una fotografía de una revista, tal vez. De tu bolso sacaste un libro. Estaba totalmente seco, afortunadamente. Se veía viejo. Lo abriste y con velocidad cruzabas sus páginas hasta detenerte en una. Lo pusiste en la mesa y empezaste a leer. Yo seguía perdido en tu contorno. La poca luz que llegaba de la ventana contrastaba con tu figura. Las curvas de tus caderas eran pronunciadas y llamativas. Tus movimientos eran sutiles y delicados. Con una mano jugabas con tu pelo, mientras la otra pasaba la página. La taza seguía humeando en tu mesa, a un costado de ella.  Frente a mi estaba una página en blanco que necesitaba ser escrita con prontitud, y las palabras no escapaban de mi mente. Mis pensamientos estaban hundidos en esa mujer enigmática junto a la ventana. Tu existencia perturbaba mis sentidos. Me molestaba aún más mi incapacidad de recordarte. Y lo peor de todo, era mi cobardía al no atreverme a tocar tu hombro y dirigirte una palabra. O dos, o más. 
Quería ver tu rostro frente al mío, y escuchar tu voz. Deseaba tener la valentía de levantarme de mi silla y caminar en tu dirección. Pero decidí rendirme. Escribí otra página. Te miré y seguías ahí. Escribí otra. Entre párrafos te vigilaba. Y yo seguí escribiendo.
Pasaron los minutos. Pasaron las horas. Pasó la lluvia.
Cerraste tu libro y lo pusiste en la mesa. En algún momento que te descuidé ya habías pagado tu cuenta. Tomaste tu abrigo y tu bufanda, y la pusiste en un brazo. Con el que aún tenías libre te pusiste el sombrero. En un abrir y cerrar de ojos brincaste de tu asiento y con destreza y velocidad marchaste hacia la puerta que separaba mi cueva del mundo exterior. En unos cortos segundos te marchabas de mi vida, y quizá para siempre. Entré en pánico. Justo antes de abrir la puerta te volviste a despedirte de Emma. Y por primera vez me miraste. Tu cara fue de sorpresa primero. Luego duda. Y concluyó en una sonrisa. Una hermosa sonrisa con labios carmesí y dientes blancos. Unas adorables arrugas adornaban tus ojos. Y en cada mejilla, un hoyuelo profundo se hacía visible. Entonces recordé todo. Elena; aquella niña que me robó mi primer beso. Mi cara te dejó confundida. No te culpo. No quiero ni imaginar cómo te observaba en dicho momento. Y con la misma rapidez con la que entraste saliste del lugar. Incrédulo miré por la ventana mientras marchabas en la misma dirección por la que apareciste. Bajé mi mirada. Tu libro aún estaba ahí, olvidado en la mesa. Corrí a tomarlo. Crucé la puerta del café. Aún no estabas tan lejos, pero no lo suficientemente cerca como para alcanzarte. “¡Elena!” -grité. Volviste a ver. Te sonreí, mientras agitaba con mi mano tu libro en el aire. Me sonreíste de vuelta. Mientras caminabas de regreso ojeé la portada del libro que habías olvidado. En él, en dorado, estaba escrito el título de mi primera publicación. Impreso en relieve, estaba mi pseudónimo, mi nombre de artista, el cuál había callado y ocultado a tantas personas de mi pasado, por tanto tiempo.
No salía de mi asombro cuando arrebataste el libro de mis manos. “Es acá donde te escondes” -me dijiste al oído. “Es acá donde te re-encontré” -te dije. Y te abrí la puerta de mi guarida. Y esa tarde te invité a pasar a mi vida, En aquél verano escocés, en aquél café de Edimburgo, te conocí.
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Dolores <3
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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                                  You assume I have any answers.
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Behind the Wall by velvetluck
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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http://imgur.com/a/tWo80
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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this gifs are not made by me, but I love them
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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THIS
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My favourite thing in the whole wide world is flying whales. I don’t know why, but this idea makes me so freakin’ happy. Needless to say I cried (happy tears) when I watched this. Amazing!!
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Over the winds They dwell in light Fly
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Run zombie, run!
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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I couldn’t find any... So I made them.  My favorite SNL clip.
http://imgur.com/a/tWo80
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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One of my favorite clips, ever.
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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The Cave
The sound of the sea echoed through the walls; distant, yet close. Drilling the peace in my mind.
“If only we could leave this place”, a voice was heard.
“We can. Just get up, and follow the music of freedom.”
The voices again, I thought.  Their company kept me sane. Or drove me mad. Or a little bit of both.
But I knew I was alone. The voices were in my head. My body was trapped within rock and salt. My soul was confined within indifference and lethargy. 
And my mind was long gone.
It’s dark. It’s cold. It’s damp. Yet I made it mine. In here I feel safe. “Out there, the waters are dangerous. We’ll drown.” “In here, we’ll starve, and die as well.” Another said.
“And you cannot swim.” A grim reminder. But the truth nevertheless. “The cave is our home.” One dared to say. “The cave is our grave.”  I retorted. “It’s my end.” That night I dreamed of a distant land.  A place where I could survive.  Away from my own stink. But I remained in the cavern. My dreams were only dreams. And I was not a man, But a corpse, refusing to die, and not daring to live.
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Once you do something, you never forget. Even if you can’t remember.
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ohwaitnevermind · 9 years ago
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Surrealist Garden Las Pozas in México
“Magic happens at Las Pozas. Just like in work by Salvador Dalí, at Las Pozas art portrays one thing as another, invents a reality put in place of conventional, official, socially acceptable reality. More than painting a picture or sculpting an object, they produced an atmosphere, a privileged place.” ~ Irene Herner
Nestled in the thick jungles of San Luis Potosí, Mexico, Edward James discovered the perfect setting for staging his life’s masterpiece. A surrealist labyrinth unfolds amid waterfalls and ponds—natural and man-made—that prepare the mind for immersion into a dream world. With buildings that evoke nonsense, doors leading nowhere, stairways to the sky and concrete flowers that sprout beside real ones, one man’s dreams are realized and reality is displaced by fantasy.
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