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Una pindonga todo como vos decís. Yo sólo recuerdo mi inmoral goce mental sobre la importancia de garchar o ser garchado, creo que eso tenía en la cabeza como idea que el cuerpo sólo quiere responder con carne humana, si tocarla pensando todo esto de tragarse o de comerse a mordiscones un pijón, y absorber; no, sí, perdón: digamos las cosas como son ya que estamos: absorber el jugo de una concha en los días en que las mujeres no necesitan pincharse para sangrar, eso recuerdo también pero no sé si lo decía yo, o si se lo escuchaba a él, mientras fumaba lo que fumaba en esas pipas. Afuera, nublado. Hay una multitud de marginados marchando. Esclavos tropicales. Fronterizos torpes, hampones.
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Soy el que vos quisieras si no pretendieras nada, si todo lo tuyo no fuera lento e involuntario, si supieras no, si aceptaras que no hay que estarse ni visitarse ni nada parecido a los resultados del bien común. Pero hacemos lo que podemos, aunque o a pesar que yo acomodé mi cuerpo al tuyo cuando comenzamos a frecuentarnos como bien sabés. Por entonces me dije que no había apuro en esto. Esto sos…

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Soy el que vos quisieras si no pretendieras nada, si todo lo tuyo no fuera lento e involuntario, si supieras no, si aceptaras que no hay que estarse ni visitarse ni nada parecido a los resultados del bien común. Pero hacemos lo que podemos, aunque o a pesar que yo acomodé mi cuerpo al tuyo cuando comenzamos a frecuentarnos como bien sabés. Por entonces me dije que no había apuro en esto. Esto sos vos. Y aunque antes de estar acá, me dije y me repetí viniendo que algunas percepciones, que algunas impresiones, y hasta que algunas vivencias pueden ser olvidadas, no, no me dije. Y unas cuadras antes de llegar me seguí diciendo que no hay que dejar que el placer causado por alguien se convierta en argumento en contra de otra persona. Por eso no te di un trompada apenas te vi y ahora, que te rondo, te digo estas palabras hasta que vos, ya veremos cómo, entiendas el por qué de todo esto.

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Sabe que son más o menos quince minutos los que faltan para las dos de la madrugada. Incluso lo sabe, también, porque intencionalmente se fijó la hora antes de justificar a toda la gente que afirma que la teoría sobre lo real y peligroso que resulta el acceso tan fácil a la pornografía a través de Internet. No sabe, en realidad, si esa teoría tiene un nombre específico ni quién es toda esa gente por la que ahora él acciona para su bien. Aquí hay un problema. Al menos, porque lo que no sabe es por qué esto que estoy pensado me lo digo como si fuera otro.

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Otra vez, no vaya a ser que lo contagioso se llame cefalea y yo nunca me enteré, fiebre de heno es polvo y hedor para mí, decía, otra vez, y no sé si por tiempo indeterminado o qué, hay una picazón si no se repite. Volver no es repetir. Ni querer hacerlo. Tampoco aburre volver. Será por eso que a 4 de la 4 y media, me acordé de #AlbertoCortez. Y de este posteo: Cuando un puto coge, no sólo está cogiendocon alguien sino también con algo. O sea,dejémonos de joder un rato con la búsquedade una definición posible y única para lapalabra “chongo”, y que todas las pasivas delmundo breguen cuando es más gentil lamitología y no se afecta tanto el autoestimadel sacrificio. Acá está la cuestión, acá hayalgo que raspa hoy por hoy. En algo hay unproblema que más de uno disimula en el actoen cuestión y le da para adelante como quiendice, casi con caridad cristiana, con esaintención, con ese afán reparador de ladefinición sensorial que hizo posible la cogida,ahí, en cualquier lado. Lo de la cogida,entrando en tema ya, no es unageneralización de todas la cogidas del puto,sino más bien las referidas a aquellas en lascuales -ya lo dije- el puto se cogió un chongo. Y no al revés. O sea, un chongo cogido es unfalso amigo lingüísticamente hablando,implica una decepción sobre la ficciónverdadera del otro pero, al mismo tiempo, unempeño del puto por no ablandar digamos,por no cederle terreno a la encuadernación delo real, de lo que parecía una maquinariahormonal que encajaba perfecto en lo que siempre se supo en poder de otro máspoderoso, más intenso, más intervenido en loreal, como los albañiles, los vendedoresambulantes o ciertos jugadores de lasinferiores. Los jugadores hacen el deporte ylos putos construyen al chongo. El granproblema del teatro argentino quizás sea unproblema de actuación que no encuentra unconjuro más o menos creíble en lo materialporque éste, de alguna manera, se sabe perose sigue digamos, está deteriorado, como la fea veces. Un chongo cogido, también.

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Escribir ficción aquí, en y desde lo electrónico o lo virtual eléctrico porquesin eso no habría esto, y aun así, acá y desde acá, donde nunca está delimitado el estándar ficción-realidad. Esto es un decir. Y no tanto, porque tampoco sea cuestión que esto es una especie de evolución de ser parte y todo al mismo tiempo de un un continuo virtual, textual y visual, coyuntural y diario, que, como…

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Siempre habló de él como alguien incierto, como dando a entender que nadie era en la realidad de sus días objeto de significancia alguna, y que por eso, aquello de estar siempre como negándolo, como alguien que no está estando digamos, como lo que nos enriquece aún a pesar de abrazarse, en cruz y fuerte, al escepticismo del momento. Pero jamás lo ocultó. Tolerable como el transporte público, suficiente como las palabras, triste como la tumba donde yace una animada escapada de otros años, severo como el error nazi; no lindo, posible, imprudente de brazos largos y revestidos de una capa de alineados pelitos negros, Amadeo Virasoro le entregó la excelsa temporada 2004-2005 a un hombre que decía tener contacto con un verdadero apoyo para, decía, situarse profano primero, para luego permanecer, no esperando decía, sino siendo consignado que tu eventual petición de respuestas digamos, llegará en forma de varón de un momento a otro. Lo auténtico es más concreto y Amadeo Virasoro pasó casi doce meses bajo el amor de esta persona que hoy, casi al borde de los sesenta años, es un miembro activo del Rotary Club, en Funes, ciudad pegada a Rosario, cerca de Roldán, donde Amadeo vivió con esta persona cuando amantes fueron y encantado Amadeo estaba por este viejo que decía conocer los secretos del hombre estelar, digamos. Un acto tremendamente significativo dio inicio al, por decir, desempeño de la voluntad propia y Amadeo Virasoro pudo ver. Dejó de amarlo como quien no sabe cómo hacerlo y no pudo hacerlo. Durante tres años Amadeo tuvo sombras en sus sueños y en sus pupilas. Las esquinas todas de toda Rosario se le iluminaban a cualquier hora de una gradual forma de verde que se desplazaba de este a oeste. Una gitana lo salvó.
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Hasta no hace mucho, #YairRuci solía manifestar tal lucidez que me contagiaba. Mentía mal pero era humectante. Se hacía el dulzón. Costaba creerle. Era fuerte pero apagado. Uno se animaba al barro como hábitat con él. Varios se ahogaron. Su cuerpo le obedecía conforme le daba chances. Como el de todos en realidad. El infortunio del ser físico aunque a el jamás le preocuparon los todos. Venimos…

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Escribir ficción aquí, en y desde lo electrónico o lo virtual eléctrico porque sin eso no habría esto, y aun así, acá y desde acá, donde nunca está delimitado el estándar ficción-realidad. Esto es un decir. Y no tanto, porque tampoco sea cuestión que esto es una especie de evolución de ser parte y todo al mismo tiempo de un un continuo virtual, textual y visual, coyuntural y diario, que, como pasear por el barrio, podría uno leerlo escrito en un papel. La definición “publicación” acá podría ser un tema. Pero no. En #Putosbreves las historias son a medias, siempre. Otro decir de una ficción como relato deformado por personajes que se repiten y desaparecen o vuelven, al menos como imagen. O algo audiovisual. Esto también es un tema. Por último: “Las personas gramaticales pueden cambiar”.
#Putosbreves / #Ficción jedionda desde 2010
ALIAS (Argentina): BATATA.FRUTA.RANURA
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No deberías haber buscado. Esto cuesta. Peor, el que no acepta, desparece, se deja ir ante todo, admite que sí, admite que de vez en cuando, como a raptos, como luciérnagas encendidas en frasquitos a través de algo admítese que podría ser un túnel, una caverna, un bosque, un exterior enorme, pero espeso. O un hueco interior. Admite que a veces tiene que admitir que no, que no nos damos cuenta de lo que los otros -sean estos unos u otros- dicen que saben tener. Lo de tener es mental y entrando en tema, y siguiendo una especie de lógica o convención sensorial, para que todo no se me siga haciendo nulo, piensa en pajearse pero no sabe si lo siente o lo piensa como algo que quiere hacer o como una ofrenda que el cuerpo decide expulsar y ofrecerle al mundo. Insolvencia sobre lo material. O para o en lo material fue lo que dijo el médico. Sobre las minucias y sobre lo otro, dijo, “que ni usted sabe qué es o de qué quiere hablarme cuando dice aquello de que usted dice apartarse de usted mismo”, dijo, “y no sé cuánto más usted dice, con adorno –no voy a negárselo-, pero insolvente”. “No se haga el audaz con usted mismo”, dijo el médico, “perecer no es tan grato”. La respiración es un problema mayor. Siempre habrá putos dejándose coger sin forro. Y a la intemperie.

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Me equivoqué desde el principio. Los argumentos legales son una confusión. Me costó entender. Actué igual. Abrí todo sin querer. Yo no sabía nada. Esto en primera instancia. El mundo tienta. Esto no se puede evitar. Hace calor. No es necesario hablar de mí. Prometí no desviarme.
#Rele



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El muchacho está notoriamente afectado, tanto física como psíquicamente. Y lo sabe. Sabe, también, que todo esto debe ser revertido. Y por él mismo. Me dijo en el primer y único encuentro que tuvimos. Esto fue hace un rato, un par de horas en realidad, y no lo hizo ni en modo confesión ni fue un pedido de ayuda, sino como una tarea pendiente que la viene dilatando la resolución, me dijo, por el simple y notorio hecho que su consumo de cocaína viene aumentando. Y que ni cuando se dio cuenta que sus problemas gástricos empeoraban, ni cuando su dentadura comenzó a aflojarse enteramente, cosa que en otra época hubiese sido algo dramático, y hasta determinante. Pero no, me dijo, lo soporté. Siempre se puede soportar un poco más. Esto se lo dije yo.
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A vos te parece lógico hacer lo que hiciste por el sólo hecho de haber sido ensartada mal por ese chonguito de la calle #Salvat al fondo, cerca de la escribanía del ex de #FrancoExacto, dicho sea de paso ya que estamos, porque no está de más hacerte una cadena de nombres y conocidos que arrastraste y seguís arrastrando ahora después, vos -y te repito-, haber hacho lo que hiciste por el sólo hecho de haber sido mal cogida por el pibe de no más de 17 años. Esto último quiero que me lo confirmes porque con #Luciano especulamos esa edad y no más de 18 o, como mucho 19 años, más allá de no parecer ni haber nunca parecido tan chiquito el chonguito ése que te llevó a hacer lo que hiciste y que, acordate, ya la difunta #AlbertoLagunas había marcado a los 15 años cuando, según él, le había entrado tanto a su ojete como a su departamento de la calle #Laprida junto con dos o tres más y lo habían desvalijado y cogido hasta el hartazgo tanto con sus #chotas como con cuando cosa en punta que encontraron y les haya sido posible insertarle en el ojete al viejo puto aquel.
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La pinchila es una forma larga pero flácida para nominar a la verga, que es más gruesa que extensa en este caso, donde el pito impondría una rígida generalidad. Mejor es la pija, donde la hostilidad es pulcra y el halo podría ser heroico. Así El soñante sostiene lo ordinario de tener y no tener medida en la realidad, donde no hace otra cosa todo el día que dispersarse, andar por ahí sin salir de ahí, derivando y haciendo esfuerzos notables por prestarle atención a lo que pasa por su cabeza. Lo que pasa por su cabeza jamás pide perdón por la velocidad sino que desparramados cachivaches que almacenan dosieres de pijas se amontonan ahí sin salir de ahí, titilantes pitos desordenados reclaman clasificación, ordenamiento jurídico, calor. Entre el calor de vergas que #Elsoñante sueña, aparecen los clichés del pequeño monstruo pero no se deja desarticular en el sin gusto de un entresueño posible y demasiado cercano. Gradas de pinchilas en exposición pecan con la inconducta de las pijas que las vergas forjaron desde la oscuridad, a veces. Así sueña El soñante a pesar que la palabra “cliché” suena tan fea como la palabra “clisé”. Pero es la repetición harta de sí misma lo que mal suena cuando se sueña indefenso. A algunos les gusta la incomodidad del entresueño y aceptan pinchilas como vergas y olvido como perdón. En cambio, El soñante sueña vergas, come pijas y se aburre con las pinchilas, las cuales, como en la vida real, son propiedad de varones medio monguis que tienen todos la nuca caliente, como los lactantes. Esa conjunción que podría ser de un pija larga es en realidad la pinchila molesta de sí misma y es lo que calienta el pito del pinchila, demostrando así el esfuerzo mental por tenerla larga y aburrida, por pensarla de algún modo y que el pensar no suene para tanto teniendo en cuenta el abuso del verbo. Miran como si de pendejitos algo no se les hubiera manifestado del todo en cuanto a la distracción y el goce, como si una escasa pero cierta inhumanidad los detuviera un instante ahí, y sólo fueran un real pedazo de carne al pedo que hasta pide perdón por colgar incierto. Más o menos así, también, despierta El soñante. Más tarde empezará la dispersión, donde las pinchilas serán ausencia y las pijas una invocación.
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No tengo que hacer nada. No tengo ninguna obligación. Y esto lo puedo sentir y comprender con igual impacto emocional tanto de día como de noche. Esto último no es del todo cierto. Tengo angustias nocturnas que no puedo definir. Soy un #puto encerrado en sus maniáticas culpas. El cuerpo es mi vehículo. El cuerpo ata. Redondeles flotan a mi alrededor. Siento un repiqueteo testicular. Es táctil y alucinógeno, como darle pija a cualquiera en la penumbra de un cine porno. Surrealismo y fulgor versus intelectualismo y hondura. Esto es un exuberancia de parte mía. Pero, en este testiculeo, soy yo saliendo tal como vuelvo a mí mismo. Esto lo pienso pero no sé si es así, aunque me digo, para salvarme un poco quizás, cuánta gente aquí con la presencia hecha un escondite virtual. Esta palabra cambió de valor, de fuerza. No se disuelve ya lo virtual, te embarga porque envergarse es otra cosa. No quiero seguir amargado. La vida dura menos. Esto tenía pensado decirte desde esta mañana, y no fundar ninguna queja de antemano. Pero no pude evitarlo y aquí estoy, soportándome contrariado.
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No soy el primero. Soy uno de los cuatro. Junto a vos, somos muy videntes. Pero separados vemos todavía tu entonces, donde ahí no éramos los que somos. Eso vendrá, te dijiste. Obsoleto sería ocultarlo. Somos cuatro y juntarnos se nos complica. Soy #Lit, y sobre cómo es que llegamos, los cuatro, a habitarte simultáneamente no tenemos por qué darle importancia a lo que tu criterio planea. Somos tu criterio y tu amenaza no es el cansancio. Circunstancias puntuales en contra tuya no tenemos. Pero, estándosete repitiendo una y otra vez el evento de los eventos, por alguna especie de cruzada tuya, solo, has sido vos el que nos hizo un fenómeno de la misma injusta incerteza por la cual sucede, sucedemos y me sucede el hecho de ser vos la única persona que se me complica para juntar, en realidad. Soy el que está detrás tuyo. Es un desperdicio pensar y tratar de hacer algo con lo que fue y que eso que será sobre eso que fue no es o sea o fuese, sino, apenas, una purga, injusta como siempre, de no saber qué carajo hacer con una muchedumbre. -Fue desgraciadamente la Piri la que le dijo a Rudi que El pollo era de poco fiar y fue el mismo pollo el primero de una larga de lista que según Piri Rudi debía conocer. El Hori quedó afuera pero armó otra lista y se la dio al heladero, quien siempre quiso ser Perón- El número 4 somos también. Vos no sos el quinto y esto sucede porque desististe. Desistir está bajo sospecha peyorativa. Pero no es tan así. El problema básico es que somos conservadores desde el sentido más básico y primario. Pero al desistir de vos, yo, Lit, el que ahora sabés está detrás de ti, no sólo la sociedad de consumo entera se me reclasificó, sino toda mi patria sobre las voluntades propias, las tuyas o sea. No en un migrante, sino en un perito clasificador de granos me habitué aquí. Estoy detrás tuyo pero no soy mi cuerpo, sino el tuyo. Soy como una danza pendiente, soy lo que nunca verás porque atrás tuyo no hay nada más que todo aquello que no tiene pendiente hacer variar ningún proceder. Soy la mañana que no verás vestirse de gris por inmensos nubarrones que se envolverán lentos en distintas tonalidades de un gris que, a lo lejos, parece azul. Es negro y eso te bastará. El almacén tuyo soy.
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¿Qué fe detenida de consciencia puede determinar qué cosa es la que se abre y se cierra cuando se excreta la personalidad, aquella que fue definida y entregada como tal desde otros hacia uno, y que ahora se embiste sin presente y aplicándose de manera rigurosa a todo este ahora que suda, tan posible, dentro de uno? Empeñado en abstracciones todas rotas a propósito, dorsal se pone el puto para aumentar de ese modo una, por decir, tracción más uniforme de ritmo en cuanto a la invocación que, dormido, le sale por la boca: “De lejos, el horizonte de Victoria. Más allá, el puente. “Infinitas fuerzas no. Nueve fueron. Las tuve que hacer traer. Dos vinieron de tu familia, una es tuya y el resto, constituyendo solitas un mecanismo, coincidieron con el significante, con el reflujo de significarme una función dentro de todo lo que yo aún me concentro en develar. De mí, sobre todo, ya no te será estimulante hablar”, escuchó Franco Exacto. La voz salía de la boca de una perra renga. Y de golpe se dijo que 300 pesos le había salido el retiro espiritual. Allí conocerá a #Andrés Letonia, que vomitará negro y dormirá 17 horas seguidas. Al despertar, Franco le hubo quitado la herida.
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