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Al corazón se llega por la barriga...
Y de eso sí que sabemos los colombianos: cualquier excusa es buena para sentarnos a la mesa y compartir ajiacos, bandejas paisas, tamales, sancochos, lechonas... y reconocernos en cada uno de esos ingredientes y sabores, que nos hacen sentir más cerquita de la tierrita, del corazón y la familia. “Para criar un ser humano se necesita una tribu” y la nuestra tiene muchos sabores.
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¿Y el deporte qué?
Probablemente una de esas grandes categorías que nos permiten pensar en quiénes somos como “nación”.
El ciclismo, particularmente, ha conseguido representar algo de lo que se considera ser colombiano: un grupo de gente venida de abajo, combatiendo las precariedades, el clima, las carreteras y especialmente las montañas, que gracias a su red de apoyo (a.k.a. familia) consigue llegar “al otro lado del charco” y demostrar que es más fuerte que todos esos que nacieron en medio del privilegio... casi como la historia de los colombianos “berracos” que se aventuraron a vivir fuera del país y sobrevivieron.
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¿Divinos o populares?
Necesariamente lo popular debe dejar de verse como un término negativo, ya que encierra más que eso. Se relaciona con intereses políticos, económicos, sociales, que nos vinculan a todos, que nos hacen sentirnos pertenecientes a una comunidad y que nos permiten identificarnos y que no necesariamente nos excluyen unos de otros.
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Cultura?
Pensar en la manera en que vemos el mundo, cómo lo conocemos y lo aprehendemos, cómo entendemos sus signos y de dónde viene todo esto nos permite comprender parte de lo que nos compone y nos hace seres humanos en un tiempo y lugar determinado. Pero es necesario no dar por sentado que hay una única cultura valida, caer en ese error, podría cegar nuestra mirada sobre el mundo entero.
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¿ Y yo qué o qué?
La pregunta máxima, que reúne todas las wh questions pero en español: -quién -por qué -cuándo -cómo -dónde...
Resolver la pregunta nos obliga a pensar en las inscripciones que llevamos en el cuerpo, elementos que cambian y aunque los podamos compartir con otros, también nos diferencia.
La identidad nos permite pertenecer y cobrar sentido, aunque vale la pena preguntarse en qué medida ocurre esto y qué tan conscientes somos de cómo nos afecta.
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