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Mencionó entonces su obsesión con el orden, y no pudo evitar sentirse un poco avergonzado, lo cual camufló con otra risa suave y rápida. –Todos tenemos manías, a mi me gusta tener todo ordenado, clasificado y rotulado. Cuando tenía seis años tenía absolutamente todo mi cuarto organizado por color y fecha. –Sobrevino una mueca divertida. –Eso es completamente inusual viniendo de alguien ni siquiera ha aprendido a atarse los cordones.

Eran tan antagónicos que resultaba jocoso verlos juntos. Dante pasaba por un hippie sacado de alguna película de Gus Van Sant, le faltaban las flores y el… No, el espíritu libre si lo tenía, de hecho era su marca de agua. Oliver, por otro lado, era un tipo bastante prolijo con una respuesta intelectual para absolutamente todas las preguntas, lo cual en cierta parte se debía a su profesión. Recordó cómo se sintió la primera vez que lo vio… Primero estaba seguro de que en sus casi dos años de residencia en Forest Hills ni siquiera le había visto la nariz, o tal vez sí, un par de veces que recordaba muy nítidamente. Quién iba a decir que meses después iba a estar ahí, atrapado entre las redes de ese hombre de ojos azules que le había quitado hasta el aliento. Ahora que lo pensaba detenidamente, justo ahí, poniendo un adorno de Navidad en la parte más alta del árbol… Nunca se había sentido tan seguro y confiado de que estaba donde quería estar en toda su vida. ¿Por qué tenía reservas de ponerle un nombre a todo eso? ¿Por qué tanta reticencia? Claro, Oliver venía dañado de antemano, y lo cierto era que guardaba ese terror de saberse insuficiente para alguien, tal vez pensaba que Dante no iba a querer un artefacto cuyas partes no funcionaran, un todo al cual le faltaba un trozo.

Se detuvo paulatinamente en el momento en que sintió las manos de su amado recorrer su cintura, sus labios presionados delicadamente contra la piel de su cuello y su frío aliento jugando con sus sentidos. Frunció los labios escuchando absolutamente cada palabra que tenía para decir… Cualquiera hubiese dicho que no era nada nuevo, que hasta era de esperarse, pero la verdad era que el irlandés estaba genuinamente sorprendido de ver sus temores disipados, y que sus sentimientos fueran acogidos y compartidos por quien más amaba en la faz de la tierra. Frunció sus labios en una sonrisa tímida sintiendo que los dientes de Dante ese encajaban suavemente en la piel de su hombro, le sacó incluso una risa nerviosa de cosquillas tanto en su escápula como en el resto de su cuerpo. Era volver a tener catorce años y darse cuenta que estaba enamorado, pero esta vez era real y no un producto de su fallida y a la vez muy grande imaginación. Se volteó con los ojos llenitos de amor por él, brillantes y soñadores. La sonrisa que tenía delante de él había hecho que el mundo se detuviera, que se quedara ahí admirando la escena con tanto tiempo le había tomado construir.

-La verdad es que iba a decir que quería conocer al bobo de turno… Pero eso también sirve. –Echó una risa entre dientes mirándole al bromear. Sí, él sabía que su relación no necesitaba ningún nombre, ninguna etiqueta, ninguna descripción especial; y a la vez estaba consciente de que en términos prácticos eso eran. Novios. Sonaba increíblemente bien y a la vez corto, porque él lo sentía como muchas más cosas que eso. Oliver veía en Dante un confidente, un amigo, un amante, un apoyo, un compañero de vida… Y la verdad es que ni tenía idea cuál de esas facetas lo tenía más enamorado, cada una mejor que la anterior. –Sabes, durante mi vida me he dedicado a buscar  un príncipe azul con capa y todas esas cosas, que peleara las batallas que yo no podía. Y con el tiempo me di cuenta que no quería ni necesitaba eso. –Las cejas del irlandés subieron y le ofreció una media sonrisa. –Yo quería un idiota que me hiciera sonreír con lo más mínimo. Y qué crees, lo encontré, y estoy perdida y locamente enamorado de él. Parece que lo conoces. –Negó con la cabeza riendo. –Es curioso, si lo tuviera delante de mí ya lo estaría besando. Qué tonto soy.

Lo había comprobado a las dos semanas de haber empezado a salir con Dante: no podía pasar demasiado tiempo sin besarle, porque simplemente había algo adictivo entre los labios del italiano. Las cosas que su boca sobre la propia le hacía sentir eran indescriptibles, pero todo se podía resumir en una enorme sonrisa que resultaba tatuada en su rostro por la mañana y seguía ahí al terminar el día. Echó una risa al escuchar las palabras del otro, al parecer tendría que aguantar varias cosas al estar entre ellos dos sentado en la mesa. –Siento que he creado un monstruo. –negó con la cabeza acercándose a traer el resto de las luces que tenía que colgar. –“Invita a Lily a casa para Navidad, que conozca a Dante, será todo tan genial” –hacía una pobre charada de su voz interior, la cual le había molestado como mosca en el oído desde que empezó a avecinarse el tiempo de las festividades. Resopló entre dientes poniendo los ojos en blanco, arreglando algunas ramas del verde árbol. –Claro, eso tendría sentido. Y seguramente ella tendría que caer a tus pies de no ser porque tú no eres mujer, y porque ella está casada.

Se detuvo en el acto para admirar el hermoso espectáculo que era verle con destellos en sus ojos de cielo por adornar el dichoso pino. Si la Tierra había empezado a girar más lento desde el momento en que Dante puso un pie en esa casa, ahora no cabía duda de que hasta el tiempo había dejado de pasar. Aún el insufrible “tic, tac” del reloj suizo que descansaba en la pared de la cocina se le oía… O al menos, Oliver no podía oírlo, estaba completamente perdido en la expresión de su compañero. El corazón se le había hecho un revoltijo en el momento en que lo vio como un muchachito, porque le recordó el significado que había perdido esa fiesta para él: Familia. Y sin menospreciar a Lily, Dante era su familia ahora, su mundo, su todo. Un suave suspiro se escapó entre sus labios, hasta la más mínima luz estaba puesta. El árbol había quedado hermoso y brillaba como si la estrella que estaba puesta en la punta hubiese caído del mismo cielo. Sigilosamente y dejando que el italiano colocara los últimos adornos fue que movió todas las cajas, las apiló como una pirámide en una esquina de la casa y se sentó en el sofá, con Loki echado en sus pies. Se había cansado de morder su gorro navideño. Miró a su amado por sobre su hombro y le llamó con el dedo; tan pronto se sentó a su lado, subió las piernas y las recogió sobre el regazo ajeno, acurrucándose en su costado para mirarle con ojos enamorados. -Entonces –murmuró con inocencia pura. –Nuestro árbol quedó perfecto. No tiene nada que envidiarle a los adornos del Times Square. –Sonrió nuevamente y acercó su semblante al de Dante, besando suavemente su mejilla. La verdad es que sería la primera Navidad real de Oliver en mucho tiempo, y tener ahí a su artista, al amor de su vida justo a su lado, era el mejor regalo que alguien podía pedir o simplemente tener. La sonrisa del rostro no se la quitaba nadie. Con la nariz fue que empezó a juguetear en el cuello de su novio, buscando hacerle cosquillas justo en el hombro, en la línea de su mandíbula hasta llegar a su clavícula. Cuando le oyó reír se detuvo, en su regazo estaba muy cómodo. Sonrió como un niño pequeño y sostuvo su rostro entre sus delicadas manos. -Te amo, Dante Scarlatti.

What could have been love || Daliver

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¿Y? Te dije que a Lily le gusta todo lo que le pongan por delante... Qué poca fe te tienes, Ruiseñor. No, no me odias, me amas con todo el corazón y es hermoso escucharte decir que me odias porque es una caricia a mi ego. Además, para acrecentar mi campaña de ponerte rojo, quiero que sepas que con orgullo llevo una foto tuya de pequeño en mi billetera. La gente cree que es mi hijo, pero ¡Dios! eras tan tierno.

Eres un tonto, te gusta robarme mi preciada comida cuando podría hacer más para ti. Te he dicho que haré pastas, es lo único que he aprendido a cocinar perfectamente gracias a mi abuela. Ya, cállate que me ruborizo. Basta Oliver, te encanta decirme esas cosas para verme todo rojo. Te odio.

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Deberíamos hacer un búnker exclusivamente para el almacenamiento de bolsas y granos de café. Si el Apocalipsis no pasó ayer no significa que no pueda suceder de verdad. ¿Cómo estás, Tom? Tantas lunas sin encontrarnos.

¡ Época de vanidad! perdón... quise decir Navidad.

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Siempre te saco a escondidas, tengo un tenedor especial para eso. Además, he dejado que te luzcas con tus habilidades culinarias para Navidad, sé que me sorprenderás como siempre lo haces. Aún sin cuchillo en mano, siempre encuentras la manera de hacerlo.

Nunca dije que se me queman las ensaladas… Además sabes que si sé cocinar algunas cosas. Tú siempre miras con cara rara mis ensaladas, así que nunca te las preparo aunque sean deliciosas.

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Somos muchos los que moriremos, es el comienzo del fin... Primero suben el precio del café y luego ya no tienen suministros. ¿Cómo se supone que viviré sin él?

¡ Época de vanidad! perdón... quise decir Navidad.

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Lego House

Ed Sheeran (Boyce Avenue cover)

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Buena esa, Thomas. De cierto modo comparto tu opinión... En este país toman hasta lo más puro para comercializarlo.

¡ Época de vanidad! perdón... quise decir Navidad.

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Así que esa es mi firma. Ni yo la entiendo.

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SPLAT! ¡Acabas de recibir una bola de nieve! Bienvenido a la bola de nieve de 2012! Bueno por lo que así es como funciona, sólo di tres a cinco cosas aleatorias sobre ti mismo y luego en anon, ve y lanza bolas de nieve a tus cinco personas favoritas, copiando este texto. Si consigues una bola de nieve otra vez, debes decir otras cosas sobre ti, pero no puedes dar otra bola de nieve a los blogs que has dado antes. ¡Que te diviertas!

Oh... Okay.

Soy alérgico a los gatos.

Mi número de la suerte es el 10.

Perdí la virginidad cuando tenía 15 años.

Mi primera mascota era un hámster y se llamaba Henry.

Me ducho al menos 4 veces al día.

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Sí, tal vez fue un 'buen acto', pero ciertamente la cachetada no lo vale. Me siento terrible y tendré que compensarle de alguna forma... Aún espero al huracán que desataré cuando la dirección se entere. En fin, errar es humano, así que parece que pasaré algunos días suspendido. Lo merezco.

Increíble.

Oh, entonces discúlpeme mi querido señor. Tiene razón, no debí haber hablado sin antes informarme lo suficiente de lo que hizo o no.—Sonreí.—Mis disculpas de nuevo, y me pareció un buen acto que le llevará al hospital. Al menos allí si la sabrían tranquilizar correctamente.

[thunderfrost-oliver]

Lo sé, no me siento orgulloso para nada. Al menos sé que ahora está bien, también pedí las disculpas que pertenecen al caso... Lo que más me extraña es que mi jefe no haya dicho absolutamente nada al respecto. En fin. Hola Jack.

Increíble.

Las mujeres suelen ponerse histéricas pero dudo que la cachetada haya sido la solución  de todos modos tu era el que estaba había así que creo que mi opinión no vale demasiado. Después de este pequeño preludio creo que lo indicado es decir…¡Hola Oliver!

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No tengo idea, señorita Cassandra, jamás golpear a una persona será lo correcto; pero la verdad es que no tenía alternativa. Eso es lo primero que te enseñan en el curso de primeros auxilios junto con cómo hacer CPR. Le pedí las disculpas pertinentes y se mostró bastante comprensiva. Enseñor Interpretación Instrumental y Composición en Julliard.

Increíble.

Todos andan histéricos con el cuento del que el viernes se acaba el mundo. Supongo que hiciste bien en pegarle a tu alumna. Por cierto, ¿qué enseñas?.

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No me siento orgulloso para nada, pero realmente no tenía ninguna opción dado que estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco. Cuando pudo respirar normalmente la llevé a un centro asistencial y luego a su casa, sé por su madre que está mejor... Aunque tal vez no la vea hasta la próxima semana, realmente se puso muy nerviosa.

Increíble.

¡Oh Dios mío! ¿Estás… estás queriendo decir que has golpeado a tu alumna? -alza una ceja-. Vaya, todos están un poco paranoicos con lo del viernes, seguramente quedarán con mucha vergüenza cuando pase como todo un día normal.

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De la misma forma en que un doctor ve que un paciente entra en pánico y es necesario antes de que sufra un shock más fuerte. Me hago llamar docente porque lo soy y cumplo con mi trabajo, si tengo que calmarla de esa forma bien, sé que ahora está perfectamente bien en su casa porque me tomé la libertad de llevarla en mi propio auto al hospital y comunicarme con su familia. Antes de juzgarme tenga la bondad de informarse, dama. 

Increíble.

Entonces la agrediste, ¿eh? ¿Cómo te puedes llamar a ti mismo docente?

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Increíble.

Una de mis alumnas entró en pánico y casi desata una histeria colectiva en mi salón de clases por andar hablando que el viernes se acaba el mundo. No soy partidario de la violencia física, pero si no le daba una cachetada no iba a parar de llorar y jamás respiraría como se debe. Algún día me lo agradecerá.

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El hombre de ojos verdes estaba en su propio paraíso, enredando sus dedos largos y finos en esos rizos oscuros que tan loco le tenían, disfrutando de cada roce de sus labios y del italiano. ¿Cómo fue que encontró semejante entrada al cielo? Un calor extraño se alojaba en su pecho cada vez que este tipo de divagaciones y pensamientos se hacían presente en su atribulada mente, pero cada vez que lo sentía sabía que no podía ser algo malo. Cómo podía ser así, si cada segundo que su corazón latía al ritmo de la respiración ajena sentía que lo amaba más que el momento anterior. Oliver había descubierto su felicidad en una sonrisa, en un parpadeo suyo, en el toque de su mano, en un beso de sus labios.

Tan pronto las intenciones de parar de Dante se hicieron presentes, el labio inferior del irlandés volvió a fruncirse en ese puchero inicial. –No, ahora yo no he terminado de besarte. Y vas a tener que esperar un poquito… -Cruzaron miradas por medio segundo, tiempo en el que sintió que esos cristalinos ojos azules daban un vistazo a su alma. Nuevamente se vio envuelto en un vaivén de besos que disfrutaba plenamente, una pequeña risa se le escapó de los labios en el momento en que decidió darle una pequeña mordida al del italiano, frunciendo el ceño con esa picardía mezclada con inocencia que era tan suya. Uno, dos, tres, cuatro y quizás cuantos pequeños y suaves besos después recién se decidió a romper cercanía. –Okay –concluyó presionando sus labios contra los ajenos una última vez. –Ahora sí. –pudo percibir que su interpelado iba a quejarse, y tan pronto lo sintió alzó su índice para colocarlo sobre su sonrisa. –Nah ah ah… Primero arreglamos el árbol o quedará así hasta después de año nuevo. Luego terminaré de besarte como se debe ¿okay? Okay.

Con ojos radiantes y la nariz arrugada a propósito fue que le dio un pequeño golpe en el trasero para incentivar a que le ayudara. ¿Sabía lo que hacía? Por supuesto, tal vez no lo demostrara a diario con todo el mundo porque simplemente no tenía ganas de hacerlo, o porque las condiciones no eran las más precisas para demostrar su dominio en el asunto, pero la verdad era que Thorndike era un maestro en el arte de la persuasión y negociación. Si le ofrecía algo que Dante realmente quisiera a un precio que estuviese dispuesto a pagar y, por supuesto, le beneficiara, no dudaría un solo segundo en proponérselo. En su natural e inconfundible contoneo se dirigió a buscar los adornos que en las cajas había dejado tan sólo el año pasado, en lo que Loki se divertía jugando con esa bota tamaño mini que su dueño le había comprado… Corría con ella en el hocico, y cuando decidió que estaba cansado simplemente optó por mordisquearla un rato. Oliver le miró por sobre el hombro con ese orgullo que sólo un padre siente por su hijo, le embargaba de ternura ver las travesuras que ese pequeñín ideaba en un santiamén. Con las luces ya puestas y comenzando a colgar las esferas navideñas de colores fue que le vino el tema  a la cabeza, el mismo que había desatado una conversación entre seria y divertida hacía unos días.

-Entonces –comenzó mientras se ponía en una punta de pie para colgar una esfera en lo alto –Lily vendrá a pasar las fiestas acá, y luego volverá a Alemania con su familia… Y lamento no haberte dicho eso antes. –Ciertamente Oliver lo sentía, pero no era la verdadera razón por la cual había decidido sacar el tema. –Como sea, dijo que quería venir porque quería conocer a mi… A mi… Te quería conocer a ti.

No lo había visto venir hasta cuando estuvo ahí. Se había quedado en blanco cuando su hermana se lo preguntó y se había quedado sin palabras ahora que se lo mencionaba a Dante. Con los ojos abiertos y los labios fruncidos de confusión y sorpresa fue que terminó de colgar uno que otro adorno, la pregunta rondaba su cabeza y aún no le encontraba una respuesta más o menos coherente. ¿Qué eran? Compañeros, por supuesto, pero ¿eso tenía un nombre? Tal vez aún no, o simplemente aquella relación no requería ningún tipo de etiqueta… Se lo había preguntado varias veces, pero en realidad jamás le había importado; y aunque estaba seguro de que jamás le iba a importar mientras el italiano de ojos azules estuviese a su lado no le iba a interesar el título que le dieran, era natural que tan sólo una pizca de curiosidad le motivara. -Y según supe, además, por boca tuya –ahora las mejillas del irlandés se habían coloreado suavemente mientras una pequeña arruga aparecía en su entrecejo a medida que lo fruncía. –Hablaron de mí y te contó… anécdotas. Cosa por la cual, aún pienso en envenenar su cena con arsénico.

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