Hoc est simplicisimum - contestó Jose Arcadio - porqué estoy loco.
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Un pequeño ejercicio descriptivo
Hoy me despierto como todos los días, abro los ojos, bostezo profundamente y dejo que entren por mi boca todas esos millones de motitas blancas que pululan en el aire de mi cuarto reveladas apenas por un rayo de luz que se cuela en mi ventana, no me quiero levantar, pero algo me impulsa, algo que ya sé y que me entusiasma pero que me da miedo admitir, me rehúso a ser defraudado y me convenzo a mí mismo que lo mejor es no esperar nada de este día, nada que lo haga digno de un espacio en el bodegón de mi cabeza, seguro será uno de esos días que fácil se olvidan y se pierden apelotonados entre otros recuerdos que se les parecen, de esos que años después cuando se les reclame a la memoria, solo formarán parte de un enorme bloque de recuerdos a medio morir, que se desdibujan como marineritos de acuarela que naufragan y se ahogan en el mar del tiempo. Me levanto de la cama, me froto los ojos, la saliva seca y costrificada en mi mejilla izquierda evita que advierta el sol, que irradia en lo alto del cielo, empeñado ya desde hace unas horas en calcinar las sufridas voluntades de los jimadores, allá en los lejanos campos donde moran mis temores, tampoco noto el peculiar aire húmedo que recorre las calles y refresca los muros de las casas y hace que el tabachín que somete mi patio a un régimen de sombras y flores, hable a ratos en un idioma similar al sonido que se produce cuando uno remueve aquellas diminutas y blancuzcas piedras decorativas que se ponen en esas peceras redondas de vidrio barato donde viven solitarios esos pequeños peces japonés de colores profundos y ánimos combativos, un sonido como de agua corriendo ligera y fresca sobre un lecho de arena fina, un sonido, el cual tendrán que pasar once largos años para que lo descubra, hasta esa noche fría de enero en que probaré por primera vez la hierba sagrada, solo, en el techo de mi casa, envuelto en veintiún años de edad y un cobertor, bajo una bóveda estrellada y limpia, cavilando inútilmente sobre mi destino y descubriendo inútiles cosas que no había advertido jamás; pero hoy nada de eso, ya las manecillas del reloj sobrepasan el medio día y a cada golpe de minuto marcan en mi la seguridad de que nada extraordinario sucederá, la decepción evita que me percate del vello facial que empieza a crecer en mi rostro igual que ese pasto silvestre e invasor que llega solo a los jardines y que nadie quiere porque no viene en alfombra y porque es gratis y no requiere cuidado. Un espejo quebrado con marco rococó, dorado y ovalado que mi madre amarro con un hilo de macramé rojo a la ventana del cuarto ubicado en el patio me revela una imagen nefasta y pueril; hace ya cerca de un año y meses que he notado cambios en mi cuerpo, pero aún no soy capaz de concretar la idea de que me estoy haciendo hombre, sino que con mi mente infantil descubro todo como en una atmósfera de morbo que nubla mi razonamiento, me intriga y me excita y a veces sorprende, me pregunto quién soy, sin darme si quiera el indicio de una posible respuesta que pudiera llegara a madurar a la luz de los años. Por fin noto el aire frío, se atraviesa el calor del medio como un colibrí, decido subir al techo de mi casa y descubro una pequeña nube negra que avanza sobre el cerro del Vizcayo, no quiero creer que lloverá, prefiero pensar que la noche decidió avanzar sobre el territorio de las horas del día, amenazante y triunfante con su ejército de nubes negras y espantos nocturnos, como en esa película de La historia sin fin. Tengo tan solo diez años y prefiero pensar que el mundo se ajusta a mis posibilidades, construyó mitos, niego realidades, respondo mis dudas con imaginación y refuto cualquier argumento que imponga sobre mi conciencia, el dogmatismo adulto y el razonamiento lógico que rigen al mundo -aunque no sé expresarlo todavía- estoy convencido que los niños somos no más que un incomprendido recuerdo de los adultos que nos gobiernan, que buscan enmendar su triste pasado sometiendo nuestro presente a sus voluntades contritas, queriéndonos evitar su propio fracaso, liando nuestras vidas libres a las ataduras que en el fondo les hacen infelices pero que gozan de llamar correctas. El reloj sigue avanzando y un sol en signos vigoroso, comienza su declive, dando sus más rabiosas aunque moribundas dentelladas que recalan en mi piel morena, la negra nube sigue allá a los lejos, vigilando mi pueblo como una maldición invocada, como esperando que se rompa la fe del último justo que habita estas tierras, que poder tajar de un solo golpe la existencia de todos lo que mis ojos conocen y mi corazón ama, sufro por ello, pero en el manantial de mi conciencia despierta, deseo que todo se acabe ya.El aire húmedo y frío se hace cada vez más intenso, quiebra los techos calientes y hace brotar de las banquetas caldeadas esas pequeñas y proféticas hormiguitas, mientras que las señoras que están dentro de sus casas esperando a que sus maridos lleguen - y las obliguen a cumplir con su rol de mujer complaciente, de mujer prisionera de una cárcel de sartenes y guisos, de niños y de canciones en la radio – sobreviven al calor de las tres de la tarde. Yo sigo aquí, en el escalón más alto de la escalera que trepa hacia el techo de mi casa, sentado con mis rodillas juntas mirando hacia la izquierda, directo hacia el cerro del Vizcayo, ya negruzco pero aún visible y siento hambre, mis entrañas me reclaman con justicia el alimento por el que no he trabajo, a lo lejos un siniestro gallo canta, lo que pareciera su último canto, mientras las calles de esta diminuta ciudad aún se tiñen de rojo, reflectadas por la luz que golpea sobre las buganvilias que brotan de los barandales de las casas y que se rompen en el aire como flores de origami, dándole a este día pretérito, una percepción idílica que no les es propia y que si se le analiza detenidamente, sirve únicamente para disfrazar y enquistar los verdaderos dolores que enmudecen tras las puertas de las casas, como una barrera que no permite a la divina providencia, penetrar más allá de lo evidente; las casas con jardines bellos son la cárcel de los infelices, diré años después borracho en una boda, solo para que mi tía Leonor lo escuche, solo por herirla a ella y a su estúpido jardín.Salgo a la calle y hasta este momento noto el rojizo color de las calles y se lo atribuyo a las buganvilias y me invade la idea de que estoy solo, la sensación de ausencia absoluta y el agobio se hacen presentes, una gota de sudor frío resbala por mi espalda y de nuevo escucho el canto del gallo, “No es común que los gallos canten por la tarde” me digo, pero el miedo que lentamente se apodera de mi relega mi deductivo escepticismo a un plano secundario, corro hacia la esquina guiado por un impulso que no había sentido jamás y giro mi cabeza en todas direcciones, nada… Solo el aire frío que trae consigo escondido entre el canto de los árboles, un lamento que pareciera provenir desde lo más profundo de la tristeza humana, a su paso -de manera ilógica- arrastra el rojo de las calles a cada rincón y la atmósfera solitaria, se torna violenta y húmeda, el calor se mezcla con el frío y provoca en mí nauseas, impulsos y arcadas que no estoy seguro si las sufro o las actúo, el rojo de las buganvilias invade las calles y trepa por los árboles y las paredes, me froto los ojos y no lo puedo creer, parece como una mancha de tinta que se explaya libre sobre un pedazo de papel; corro, no tengo opción, nada de esto tiene sentido, solo el miedo, en mi mente está la única idea de encontrar a mi madre y refugiarme en sus brazos y que me apriete fuerte contra su pecho y me diga que nada es cierto y que lo imagino todo, pero en esta visión solo éxito yo y la mancha roja que las buganvilias derretidas por el calor de la tarde hicieron correr a raudales por las pequeñas calles de mi pequeña ciudad. El canto del gallo a lo lejos se vuelve carcajada, tropiezo de bruces y muerdo el polvo, la mancha lo ha invadido todo, mis manos de niño teñidas de un rojo viscoso, de un rojo encendido que ni todo las aguas de todos los mares pudieran limpiar, algo me ahoga, me aplasta y no me permite gritar ni pronunciar el nombre de mi madre mientras intento respirar y llorar, miro su rosto en las nubes lejanas y mis ojos se llenan de un rojo similar a la sangre en textura y olor, todo está pedido ya, eso lo sé. De pronto solo hay oscuridad; por fin la lluvia cae o eso pienso, de nuevo el aire frío se cuela por debajo de mi piel y el lejano sonido de aquel gallo perdido se distorsiona cada vez más hasta volverse voz, y pronuncia una palabra que me hace convulsionar… “Nada nuevo pasará”. Me llevo las manos al rostro tallándome los ojos, pero no puedo ver, en mis ojos solo hay oscuridad y escucho de nuevo el canto de un gallo y lo recuerdo todo, lucho por levantarme de este pantano de sangre y orín, el frío del aire acondicionado ha plastificado en mi piel todo rastro de humedad, deben ser como las tres de la mañana o tal vez menos, estoy consciente de quien soy, pronuncio mi nombre o pronunció el mes en el que nací, porque nací hace treinta y tres años y ya no tengo diez años, más bien, creo que tengo la vida contada. Sí, dentro del espacio reducido de esta oscura habitación, es mi cumpleaños, estoy sentado en el borde de mi cama sin poder ver, tan solo me pongo de pie y el sonido de un acero que choca con el piso, me devuelve a la realidad, me recuerda con su agudo sonido que nunca he estado más solo en la vida y el reflejo ligero que la hoja imprime en la esquina superior izquierda del techo de mi cuarto proveniente de un pequeño agujero en la pared que deja pasar la luz de la solitaria farola que ilumina mi calle, me devuelve el miedo y me marea aún más; el haz de luz me recuerda al de todas las mañanas en mi recamara de juventud y me recuerda también lo que hay detrás de mí en este momento, lo supe siempre mientras corría por las rojas y lejanas calles de mi infancia mal soñada, aquella nube de mi sueños, me recordaba a su mirada que se aproximaba para reprenderme y motivarme cuando me sentía derrotado, esa nube negra que ahora no estoy seguro si se aproximaba a mí o se alejaba para no volver jamás, hay muchas cosas que ya no sé, pero por encima de todas esas cosas que deje de saber, hay una certeza ineludible yaciendo mi cama, algo que no está dormido, algo que jamás despertara, uno por amor es capaz de muchas cosas, uno por amor es capaz de retener, uno por amor le corta las alas a la más bella ave, solo para evitar su natural vuelo, sin darse cuente que sin él su plumaje no vale nada. Levanto con pesar aquel cuchillo largo con el que solía cortar naranjas para que ella las mordiera con sus dientes firmes y exprimiera su jugo en la esperanza de que resbalara por su tierna comisura una gota de néctar que pudiera yo atrapar con un beso largo y aferrado, aquel cuchillo que yace en el suelo marmoleado por la sangre seca de las buganvilias que no provienen de mi infancia, que más bien crecieron en el jardín frontal de un futuro que no sucederá jamás, mientras camino hacía el baño arrastrando los pies por el peso de mi culpa y mi dolor, escucho a lo lejos el canto ancestral de un gallo que despierta en mi mente aquella vieja voz que de niño escuché más de una vez salir debajo de mi cama y en ocasiones también cuando el viejo tabachín se mecía con el viento. - Hoy es tu cumpleaños número diez, solo arroja el cuerpo al río, nada nuevo pasará.
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¿QUÉ SERÍA DE ESTE FRÍVOLO MUNDO DE LA MODA, SI ESTE MOLESTO MÚSCULO QUE ALBERGA NUESTRO PECHO NO HICIERA DE LAS SUYAS?
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El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Amado Nervo.
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ME LLENA DE INUSUALES IMÁGENES, TAL VEZ DE MIS VIDAS PASADAS O TAL VEZ DE LAS QUE ESTÁN POR VENIR.
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CUANDO ALGUIEN NOS PREGUNTA ACERCA DEL TALENTO MEXICANO SEGURAMENTE LA BOCA SE NOS PERTURBA, Y COMENZAMOS A TITUBEAR ¿DÓNDE ESTÁ EL TALENTO MEXICANO? SE PREGUNTAN LOS ESCÉPTICOS MIENTRAS SE RASGAN LAS VESTIDURAS IMITANDO AL SUFRIDO JOB. LA RESPUESTA A ESTA PREGUNTA, ES MUCHO MÁS VISUAL QUE AUDITIVA. BASTA CON UN CLICK PARA DARSE CUENTA QUE ESTÁ POR TODOS LADOS; ALEJANDRO ROMERO, POR EJEMPLO, ES LA CLARA MUESTRA DE ELLO, JOVEN FOTÓGRAFO DEDICADO A LA MODA INDEPENDIENTE Y NACIENTE, A TRAVÉS DE SU ACERTADO Y MICROSCÓPICO OJO PODEMOS VER EL HERVIDERO DE TALENTO QUE HAY BAJO LA TARJA DE LAS GRANDES MARCAS QUE OCUPAN LOS PRINCIPALES ESCAPARATES DE NUESTROS MERCADOS, TALENTO HAY MUCHO, Y ESTÁ POR TODOS LADOS, LO ÚNICO QUE HAY QUE HACER, ES CLICAR EN EL LUGAR INDICADO.
http://alejandroromerophoto.tumblr.com/





PEPE VENTURA
Model / Karen gonzalez / ET Model Management Styling / Bryan Fajardos Make up & Hair / Midori Tawara Photo / Alejandro Romero
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LA MODA SE VUELVE COMPRENSIBLE CUANDO LA OBSESIÓN DE VESTIRLA NOS ABANDONA
El aciago, Yo.
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JULIA Y RENATA SS 2016.
SIMPLE, LUJOSA Y PRIMITIVA, COMO UNA LANZA DE OBSIDIANA, COMO LA PALABRA DE UN RECIÉN NACIDO, COMO EL VIENTO DE LA ANTIGÜEDAD QUE RECORRE LAS MADRUGADAS EN BUSCA DE NIÑOS DESPIERTOS. Y LUEGO, ALGUIEN RECITA LUVINA Y ENTONCES LUVINA ES EL RETRATO DE TODA ESTA TIERRA QUE PISAMOS.
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Life isn't about finding yourself. Live is about creating yourself
Unknown.
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Amo esta canción...no sé es como algo que no puedo explicar, sólo lo siento, aquí, desde mi mundo derrumbado, desde el más profundo rincón de mi cama.
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DEL COMO INICIAR UN BLOG RESULTA "RES PERICULOSA".
He decidido realizarme, crecer, ser alguien, alcanzar la gloria, volviéndome blogger, es tiempo de compartir lo poco que sé y lo mucho que espero de la moda mexicana. Las cosas sé que no serán fáciles, es todo tan nuevo y por ende difícil, ilegible y frustrante; cientos de opciones binarias, códigos de edición en sánscrito, botones incomprensibles como los de una nave futurista de los años 60. Me siento confundido y extraviado, el mundo da vueltas, yo me quedo detenido, dudo de mi creatividad -¿Pero por qué dudo de mi, si el mundo me aclama por creativo? Bull shit, sabido es que la gente te hace creer algo que no eres y al final terminas siéndolo por puro efecto del engaño, no pienso caer- y continuo sin saber que hacer, veo miles de desfiles, analizo de cerca los detalles -con la evidente y abismal distancia entre ese valentino y yo- me esmero por que sé que mi post salvará a la industria, pero nada viene a mi mente. Me decepciono, recuerdo lo que un amigo portugués me dijo alguna vez: "todos los blogs son ridículos, con sus palabras esdrújulas y sus sentimientos esdrújulos, todos ridículos", puede que tenga razón, pero pienso que al fin y al cabo, todas esas criaturas que nunca escribieron en un blog, terminan siendo ridículas, como las otras. Total, no logro nada, lo dejo por la paz, ya vendrán tiempos mejores, no hay por que desesperar, el éxito tiene que llegar, junto con las ideas brillantes, no hay por que desesperar me repito, al final no creo que cuando me decida a terminar esta nota, la moda mexicana detone, se cubra de gloria, y me quede como un soberano imbécil sin poderla terminar, sé que tengo tiempo, lo único que no sé es cuánto.
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