Mamá está envejeciendo. Papá está envejeciendo. El reloj nunca deja de correr. Solo rezo para que Dios me dé suficiente tiempo para retribuir y mostrarles lo agradecida que estoy por todos sus sacrificios.
Eso de amar sin esperar nada a cambio es bonito en los cuentos de hadas. Pero en la vida real, un amor maduro exige un delicado equilibrio entre dar y recibir, porque todo aquello que no es mutuo, resulta ser tóxico.