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Oculus Australis
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aldabaran · 11 months ago
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Suzanne Lagneau Sita being held captive by Ravana in Ceylon
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aldabaran · 8 years ago
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Rembrandt - An Old Man in Military Costume (detail) 1630
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aldabaran · 9 years ago
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incorrect star wars quotes (6/?) (insp.)
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aldabaran · 9 years ago
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Takes one to know one
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Tom Hardy preparing to become Alfie Solomons in Peaky Blinders, season 2. Photo by Greg Williams. 
Now that season 3 seems to be in production and all. :)
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aldabaran · 9 years ago
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aldabaran · 9 years ago
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aldabaran · 9 years ago
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Monstruo
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aldabaran · 9 years ago
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Viaje al centro de la Tierra
Para Miguel, por donde ande.
I. No sé qué ropa tenía puesta la mañana en que salió de su casa para ir al trabajo. Pero supongo que, si iba en moto, tendría una chaqueta, a lo mejor de cuero, y unos jeans. Él por lo general usaba jeans. También me imagino que tenía sus botas de cuero negras, pero eso no me lo imagino, lo sé, porque nunca se quitaba esas botas. También tendría un casco y un morral.
No sé qué ruta tomaba para llegar a su trabajo, pero no importa, porque era Semana Santa y por donde se metiera todo iba a estar escasamente transitado. De hecho esa mañana salió temprano y no le avisó a nadie, no tenía por qué hacerlo: estaba haciendo su rutina de siempre y la única novedad era que los cielos de Caracas, después de más de tres meses de sequía, parecían estar cargados de agua. Por lo visto iba a llegar finalmente la lluvia, aunque el calor indicaba lo contrario.
Sí llegó a su trabajo. La gente del archivo de la Sinfónica lo vio llegar. Se tomó un café. Se desayunó un cachito. Era raro que estuvieran ahí, después de todo la Semana Santa fue declarada por entera feriada, pero es que no se deja de ser músico porque el Presidente decrete que unos días libres y ensayar es un deber que no tiene descanso. De todas maneras, él no iba a quedarse todo el día. Se fue temprano ese martes. La última vez que lo vieron los de la orquesta fue en el estacionamiento. Se estaba poniendo el casco para montarse en la moto.
II. A mí me etiquetaron en una foto suya una semana después de eso. Recuerdo la fecha porque fue exactamente el cálculo que saqué, “seguramente anda de viaje, escapado por ahí” fue lo que pensé. “Aunque una semana sin saber de alguien es tiempo suficiente como para empezar a preocuparse, sobre todo viviendo donde vivimos”, reflexioné. Me sacó la piedra la publicación, me pareció de lo último servirse de las redes sociales para eso, pero finalmente concluí que el desespero te lleva a buscar en donde sea. Nadie me escribió directamente, quizá uno que otro conocido se hizo eco de la noticia y sumó sus conjeturas a la incertidumbre. A mí me dio igual.
III. Ya era abril cuando Manuel me escribió. Me dijo que Miguel había aparecido en el Pérez Carreño (así como cuando dices que alguien se apareció en una fiesta o en un bar) con un golpe en la cabeza que lo había dejado en coma. Su mamá y su hermano estaban con él, así como un conocido de nosotros que se encargaba de adelantar uno que otro dato concerniente a los cambios de estado en la salud de Miguel. Manuel me dijo que Miguel no debía andar en moto, que eso era peligrosísimo, que él sabía que tarde o temprano iba a pasar algo de esa naturaleza.
Esa misma semana leí un estatus en el que contaban lo que había ocurrido. Era como una crónica, pero de menos un párrafo de extensión: Miguel Ángel, nieto de Sarita, fundadora de la Escuela Comunitaria de San Antonio de Los Altos, está en coma porque un malandro lo asaltó para quitarle la moto y el celular. Le fracturó el parietal izquierdo. Sucedió en Semana Santa, hoy se decide si lo desconectan en el Pérez Carreño, donde lo encontraron luego de varios días de desaparecido.
Después de la información, unas líneas cursis sobre la situación del país, algunas palabras de corte evangélico-misticoide y por último la frase lapidaria del comunicado que no sé qué medio más, si risa o confusión: “Será que la gente de Venezuela es la nueva cultura primitiva en la Sodomía del Himen de las Almas?” (sic) así, con esas mayúsculas y signos de interrogación a medias. Ante semejante aclamación, un conocido aclaró en los comentarios que la remoción de los respiradores sería en favor del aludido. Mi reacción natural fue reírme del pobre nivel de español que suelen tener los hispanoparlantes y dar por zanjado el asunto.
IV. El día del funeral fue el tercero de lluvias, pero se sentía como el trigésimo por la cantidad de inundaciones y trancas que hubo en toda la ciudad. Me dijeron que la tapa de la urna estuvo cerrada durante el velorio. ¿Cómo sabían entonces que estaba allí dentro? ¿Cómo saben que es él y no otra persona? Pero en cambio, cuando la tapa está abierta, el ataúd hace las veces de caja china: cascarón vacío dentro de un recipiente de tela, dentro de un recipiente de madera, dentro de una capilla, etc. Es una matryoshka existencial, pero en este caso de regreso, porque ya Miguel se está devolviendo al lugar de donde vino.
Los masones fueron a instruirle en el viaje: le tocaron el ataúd, le preguntaron por qué no respondía y le pidieron al Gran Arquitecto que lo alumbrara mientras desandaba los pasos que lo iban a regresar a Su presencia. Esto no lo vi, pero me consta porque ya lo había visto antes en otro velorio. En ese, yo también hice tres viajes alrededor del féretro mientras me preguntaba cómo sería cuando fuera yo la que estuviera allí dentro, si es que a alguien le puede constar quién es el que reposa dentro de una urna que tiene la tapa cerrada.
En un año o menos, el recipiente de Miguel va a estar en lo más subterráneo que pueda estar una persona que se convierte en abono y Miguel, que ya dejó de ser él, estará en el sancta sanctorum, si es que está libre de pecado, listo para lanzar la primera piedra. Ojalá pudiera yo escribir una crónica de viajes cuando llegue a un lugar así.
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aldabaran · 9 years ago
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Escarabajo filatélico #stamps #MUFI #design #deutsche #post
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aldabaran · 9 years ago
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Fury Road
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aldabaran · 9 years ago
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The reptilian calculations in those cold and shifting eyes.
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aldabaran · 9 years ago
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#ParaLeer Maravilloso artículo de Zenda:
“ Lee el pescador cuando introduce la mano en el agua y siente la fuerza de las corrientes. Lee el astrónomo las estrellas y el astrólogo lee nuestro futuro en ellas. Lee el adivino mirando las vísceras del cordero sacrificado. Leen las mujeres su propio cuerpo para saber si es tiempo para la vendimia. Leemos el clima, los gestos, las palabras. Leemos para ubicarnos en el mundo; para protegernos de él y también para ordenar nuestros actos. “
He aquí el enlace: ¿Para qué sirve la literatura? - Zenda
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aldabaran · 9 years ago
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My dearest wishes for someone
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aldabaran · 9 years ago
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Alpha-Tau
Luz prístina. En la oscuridad se distingue el halo radiante de destellos puntiagudos que envuelve una vacilante hoja de seda dorada. En su centro cerúleo, dándole la vida, se retuerce un gusano carbonizado que parece no consumirse. Expectantes, unos ojos se deslumbran con la visión luminosa: la débil radiación de la vela apenas insinúa algunos contornos inciertos no muy lejos de su radio y sin embargo es tan potente que encandila las pupilas del rostro al que precede.
Un murmullo. La vibración ahogada de una voz asexual que pareciera entonar una misma letra hasta la máxima capacidad pulmonar, para luego extinguirse suavemente y resonar de nuevo tras un suspiro largo y bondadoso. ¿Sería una eme? ¿Serían vocales? El sonido parece venir de un lugar contiguo: definitivamente no está lo suficientemente cerca como para aportar alguna pista visual de quien lo emite.
De lo que se aprecia del exterior pueden verse las estrellas. La noche está despejada y de entre la multitudinaria congregación resalta, para este ojo experto, Aldebarán. Altiva y naranja, su brillo insolente representa el centro de otro ojo que le devuelve la mirada al primer espectador: el Ojo del Sur en la constelación de Tauro, haciéndose pasar en su persecución por una hija de Atlas, apuntando la embestida a Orión en defensa de las Pléyades. El ojo austral es la señal que esperaba el astrónomo, ha llegado la hora, piensa, tenemos la edad. Pueden abrirse los trabajos.
Desde adentro el suelo se estremece suavemente. Sin duda el resultado ha sido una hendidura y a juzgar por el crujido de la tierra, lo que sale de ella debe tener un tamaño considerable. Casi inmediatamente un olor nefasto carga el aire y aturde los sentidos, así ha de oler la muerte y los que se impregnan de ella, ¿será que lo que arrastran son urnas? El murmullo se ha convertido ahora en ronquidos sordos y continuos. La temperatura sigue bajando y la brisa amenaza con llevarse la trémula llama. Hay dos alternativas, adentrarse a averiguar a qué se deben el olor y los rugidos o salir a ser juzgado por el altísimo ojo de Tauro, implacable en su juicio, fulminante en su puntería, feroz en amplitud.
            - Aldebarán es el alfa y detrás de mí está la cruz del tau, esta noche huele a sangre y a cera. Este aire sabe a metal y a leche cortada. No existe la muerte, solo una puerta. Seré yo quien la atraviese.
La imponente figura taurina se yergue omnisciente del otro lado del umbral, ya no hay diferencia entre afuera y adentro. El rocío, como un resoplido proveniente de su nariz astron��mica, arrebata al candelero su preciado tesoro. La noche estelar brilla por sí sola con luz metálica. La bóveda es inmensa. La salida es inminente. Aunque no es el polo se distingue una aurora boreal. ¿Acaso habrá comenzado? La nueva luz solo describe siluetas negras y uniformes. Ya no hay un lado ni otro. Un sonido viscoso se oye a la retaguardia y su combinación con el persistente hedor que emana hace insoportable la cercanía. Al frente, aunque lejana e inconmensurable como constelación, la presencia del Toro se hace cada vez más patente y manifiesta en la planicie.
Deja de transcurrir el tiempo.
Lo que salía de las entrañas de la tierra finalmente está afuera, el astrólogo lo sabe porque ahora escucha una segunda voz, un quejido indescifrable, pero recuerda a Edith, la mujer de Lot, y sabe que si se vuelve a verlo será él quien ocupe el lugar dentro de la fosa bajo tierra. De frente, una silueta cornuda recortada en el horizonte, una cabeza de bóvido, puede distinguirse no muy lejos. Antes no estaba allí. Con paso decidido, el astrónomo emprende el avance, nunca hubo miedo: se teme a lo que no se conoce y lo desconocido es aquello se hace cada vez más grande a su espalda: el Abridor del Camino que se hizo paso a través de la hendidura.
Alrededor del candelero arrojado al piso comienzan a verse burbujas brillantes que brotan de la tierra. La decisión ya fue tomada.
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aldabaran · 10 years ago
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aldabaran · 10 years ago
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Todo el realismo visceral era una carta de amor, el pavoneo demencial de un pájaro idiota a la luz de la luna, algo bastante vulgar y sin importancia.
Los Detectives Salvajes
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aldabaran · 10 years ago
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El beso
La miraba con ojos vidriosos y cuando se detenía a detallarla podía verse reflejado en sus pupilas. Ella lo esquivaba con sus sonrisas, pero su lenguaje corporal no rechazaba el acercamiento.
                - Ya verás. Tú y yo juntos vamos a pasarla muy bien. Vamos a intentarlo, estoy seguro de que va a ser maravilloso.
Comenzó a acariciarle la cabeza, el cuello. Sus dedos se adentraban en su cabellera como tratando de desentrañar los pensamientos guardados en su cráneo. Deslizó suavemente un índice por el cartílago de su oreja y conoció el tacto de sus zarcillos largos. Se acercó un poco más.
               - Oye, me vas a terminar sacando del sofá ¿eh? – rio ella.
               - ¿Puedo pedirte un beso? Un piquito nada más…
               -No, nada de besos hoy. Vine para que pasáramos el rato nada más. De pana y todo.
Para ella siempre había dado buenos resultados hacer esperar a quienes quisieran besarla; eso hacía que aumentara la tensión sexual y crecieran las ansias. También le dejaba saber qué tan interesados estaban los muchachos en ella y le endulzaba el ego notar que se impacientaban por obtener su permiso.
Pero había algo con este. No algo malo, solo que, simplemente, le faltaba electricidad. Carecía de esa chispa que le habían producido otros antes y, aunque sabía que muy probablemente iban a pasar un muy buen rato entre las sábanas, para llegar allí necesitaba incitarse con un beso. Y los de él, precisamente, le aburrían. Se preguntó cómo podía ser posible que un tipo que fuera tan buen polvo fuera incapaz de transmitir algo más emocionante a través del ejercicio más sencillo y primario de deseo.
Probó permitir ese piquito para tratar de destruir sus prejuicios y sentirlo como si fuera la primera vez que se besaran. Hizo que se acercara y suavemente inclinó su cuello hacia atrás para dejar que las manos de él se deslizaran hasta su nuca y una de ellas bajara por su espalda. Pudo sentir su proximidad a través de la tibiez que emanaba de su cuerpo y poco a poco sintió cómo sus pechos se pegaban con suavidad al torso de él. Podía sentir la masculinidad de ese torso, tan erguido y fuerte, a la vez que delicado en su acercamiento. Con los ojos ya cerrados, adivinó el lugar de la boca de él y lentamente inclinó su cabeza hacia la derecha para darle espacio a su nariz. Sintió primero el contacto áspero del vello sin rasurar en sus mejillas y en la comisura de los labios, luego la dureza de los vellos de su candado y, por último, sus labios, más pequeños y delgados al tacto de lo que se veía y de lo que habría podido imaginarse. Entreabrió la boca un poco para permitirse saborearlos y en seguida notó cómo él, aprovechando la disposición, tanteaba con su lengua su boca semiabierta buscando adentrarse, sin permiso, a la primera oportunidad. Aunque rechazó este avance esquivándolo suavemente, ella pudo sentir por un momento el tacto papilar y el sabor agradable de la lengua de él, aunque la forma se le hizo dura y reptil.
Probó buscar los labios de él con los suyos y hundir en ellos un suave y húmedo beso. Parecía imposible. En la primera impresión le pareció que él seguía insistiendo en con su lengua, pero después se dio cuenta de que era más bien la forma de su mandíbula, que parecía no encajar –o no querer encajar- con la de ella. Y por más que intentó suavizarlos, todos los besos que recibía de él eran duros y mecánicos, muy similares al contacto con una pared áspera y rugosa.
Resolvió irse a casa. Bajaron juntos, él completamente prendado de ella y de lo que él pensaba –o decía- que habían sido unos besos maravillosos y ella, completamente decepcionada de no poder sentir algo que la empujara finalmente a tomar la decisión de estar con él. Quizá lo haga de todas maneras, pensaba ella, total, no está mal el polvo.
Él la esperó hasta que se fue y de regreso a casa comenzó a hundirse los dedos en la piel detrás del cuello, en el nacimiento del cabello, para halar progresivamente la piel hacia afuera. Ya en su apartamento, comenzó a desprenderse, como si de un traje se tratara, mangas de piel de sus brazos y una máscara de carne de su cara. Se acercó al espejo y mientras se acomodaba con los dedos las membranas nictitantes de los terceros párpados, pensaba en voz alta: no falta mucho, ya casi la tengo lista.
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