Text
1. Lo sentí.
2. Así termina el pacto.
3. Necesitas estar bien. Necesitas lugares seguros.
4. Nunca pude vernos en el futuro.
0 notes
Text
Algunas palabras para recordarnos:
Hoy que te me haces incierto y con ello se me va el regalo de tu mirada, quisiera ponerte en algunas palabras que me permitan recordarte. Hoy que no quiero que tu recuerdo se me reduzca a la rabia de lo que la intuitivamente siempre supe y que por eso me redujo la imaginación, te pongo en estas palabras para que tomes forma, para hacerte cierto. Invoco tu presencia para recordarme que sí estuviste, que decidí sacarte del paréntesis y hacerte parte de mi vida, aún cuando yo tuviera horarios establecidos para estar en la tuya, aún cuando yo siguiera en el paréntesis.
Quiero recordar el salón del hotel en Chiloé, quiero recordar que fue mi cuerpo el primero en reconocerte. Mi mano derecha sostuvo tu mano izquierda y fui yo quien decidió el primer beso. Quiero recordar que en Chiloé el mar es frío, que las carreteras son largas y las colinas bellas. Que hay un cementerio en medio de un montón de pueblecitos llenos de iglesias de madera que dicen llevan mucho tiempo, pero que realmente no son las que eran porque cada tablón han tenido que cambiarlo. Quiero recordar que en Santiago, antes de despedirnos en el aeropuerto, te devolviste y me devolviste por otro beso.
También quiero recordar la celebración de mi cumpleaños, mi incomodidad en el restaurante y mi alegría conmovida en el Museo. Quiero recordar lo feliz que era con tu mirada y con tu tiempo.
0 notes
Text



A painting is always hovering between possibility & inevitability
33 notes
·
View notes
Text
P1.
Tu pregunta es "¿de dónde saliste?", la mía "¿desde hace cuánto?".
Estos días han sido extraños. Todos los días, en cualquier momento, me imagino vomitando. Me retuerzo, me doblo y vomito. En mi cabeza vomito todo, no me queda nada y luego, una vez más, como si nada fuera todo y tuviera que empezar una vez más, vuelvo a vomitar. Entonces estoy pensando que son los silencios acumulados, lo no dicho, el temor a incomodar que me ha contenido y no ha dejado salir las cosas que en mi cabeza vomito todos los días, en cualquier momento, una y otra vez. Y ahora, que tengo que pensar en lo no dicho para sacarlo fuera de mí, me quedo en blanco, no hay palabras, solo un vomito espeso, constante y pálido.
A veces quisiera no estar tanto tiempo en mi cabeza. A veces quisiera contarte una historia. Hoy quiero contarte que estos días me ha costado mucho llorar y yo necesito llorar. Estoy hecha de agua y me deshago de tantas maneras -tú lo sabes- que llorar me alivia, me sana. He intentado llorar porque sigo sin soportar la idea de mi papá y de mi mamá juntos, he intentado llorar porque no tengo una casa, he intentado llorar porque el trabajo me sabe a mierda, pero me voy a quedar sin trabajo, he intentado llorar porque no estás, he intentado llorar porque estoy despierta mientras duermes, he intentado llorar porque mi gata no sana, he intentado llorar porque hay fantasmas que me asedian, he intentado llorar porque no llueve, he intentado llorar porque N. cada vez tiene más preguntas y cada vez vive más en su cabeza. He intentado llorar porque tengo miedo de tu regreso.
0 notes
Text
“Allí en el mar nuestros caminos parecen más claros…”
0 notes
Text
Compré un libro. Se llama “Lo llamaré amor”. Por supuesto lo compré pensando en los signos. Por supuesto lo compré pensando en cómo encontrarte durante estas semanas en donde sé que no podré encontrarte sino sólo en los signos elaborados por este lenguaje que sólo nos habita a ti y a mí. Me preguntaste si te había comprado un regalo y no, no lo hice. Pregunté por “Los recuerdos del porvenir”, pero parece que no voy a encontrarlo. No compré el libro por ti, lo compré para mí, para mis preguntas, para mis angustias, para curarme tu ausencia.
Estás, pero no estás. Estás aquí y también en un avión que te lleva lejos de mí. Lejos de las preguntas que mis labios, que mis manos, que mi piel, que mi voz te plantean. Estás alejándote y me dejas aquí atiborrada de preguntas que parecen perros rabiosos al acecho. Estás alejándote y te vas con tus preguntas permanentes, con tus amores de otros tiempos, de otras vidas.
0 notes
Text
¿Por dónde empezar a desenmarañar la pregunta constante en la que te has vuelto?
Podría ser, después de darle un par de vueltas, a través de algunos enunciados que contienen las contradicciones que me tensionan el corazón:
1. Me gustas. Me gustas de una forma básica, medio escolar y algo adolescente. Me gustas como cuando se tiene que pretender lo suficiente que se es alguien interesante para mantener cautiva la atención prestada. Me gustas como cuando se tienen que desplegar todas las virtudes para que la otra persona piense y sienta que vale la pena mantener los sentidos allí puestos. Me gustas como cuando una tiene que esforzarse... Pero también me gustas de una manera profunda que es difícil poner en palabras porque, como lo he dicho antes, es esquiva y no se deja atrapar y, aún así, logra ser una manera simple, una manera sencilla. Una que abraza cada parte de mi cuerpo sin dejar lugar para nada más que un irremplazable deseo de explotar en muchas gotitas de agua que se junten con todas tus gotitas de agua para volver a ser una sola cosa, como cuando caímos en este planeta en una roca gigante. Entonces sí, entonces me gustas, y pensar en tu piel, en tus labios, en tus manos, en tu lengua, en tu mirada, en tu voz, en tus gestos, en tu calor, en tu humedad, en tu dureza, me hace pensar que hay algo que contengo que es tuyo y que hay algo que tú contienes que es mío.
2. La primera vez que te besé tenía el corazón roto. Pero no, no te besé porque tuviera el corazón roto. Te besé porque todo mi cuerpo se volcaba hacia ti de una manera inevitable. Era como si estuviéramos hechos de un único material que después de mucho tiempo separado se encontraba de nuevo; como si mi lugar fuera adentro tuyo y el tuyo adentro mío. Y entonces fui valiente y te besé y también contigo encontré nuevas preguntas, otros lugares. Contigo la vida se veía como un mar ancho, profundo, brillante, prometedor, como un viaje en carretera con la música que uno disfruta, como caminar por campos y paisajes con una luz cálida, contigo escuchaba a la gente reír. Y nos hicimos promesa.
Luego pensé que nuestro tiempo en el sur era un paréntesis, uno bello, anecdótico, un amor de primavera, fugaz... Pero no nos fue suficiente y lo prolongamos hasta acá, hasta un lugar tan cercano que el paréntesis de cierre se hizo puntos suspensivos. Pero seguimos habitando un paréntesis, uno de esos que sirve para hacer aclaraciones o plantearle preguntas a la historia principal ¿Esta eso mal? No lo sé. Supongo, porque en juego hay más de dos corazones.
Hoy que vuelvo a mi corazón roto, ese que con valentía decidió volcarse hacia ti, pienso en las preguntas que me acosan, en las ansias, en los dolores, en el lugar que habito. Sigo dentro del paréntesis y no sé cómo cerrarlo. Seguimos siendo una promesa que ha empezado a pesarme.
0 notes
Text
Aunque quisiera, ésto tampoco se deja explicar. Podría intentar nombrarlo, pero no, la verdad es que no quiero. Todas las cartas están sobre la mesa.
¿Todas las cartas están sobre la mesa?
No. No todas. Sólo hay dos. La terquedad de querernos y la explosión que viene con ella. ¿Para qué lo quiero? ¿Es porque es un camino directo a las tristezas a las que me aferro para hacerme un lugar en el mundo?
Se me hizo un vacío. Un vacío ancho, profundo, abismal, incierto, voraz, angustioso, qué se tragó a las mariposas sin compasión. El miedo se hizo voz. Ya le había visto. Ya la había visto. La había presentido... Y luego hoy su voz se hizo presente. Ella cruzó su mirada con la mía, pero no me vio. Inocente del dolor que puedo causarle anduvo por todos los pasillos, conversó con la serenidad qué yo no tengo y que nunca voy a tener. No así. No de este modo. No con él.
Ella no me vio. Yo sí la vi. Vi su camisa elegante y bella, vi su maleta ¿qué cargará?, vi su cabello perfecto, la ligereza de sus movimientos, su elegancia. Vi mis dudas, mis preguntas, mis temores, mis inquietudes, mis debilidades, mi ansiedad. Me asomé al Borde y me hice una con él. Me entendí incierta, vulnerable, invisible y terriblemente dañina.
La vi y deseé desaparecer porque no hay modo en el que yo pueda sostener esto.
0 notes
Text
Agosto 2023
B. de nuevo dejó un mensaje en la madrugada: "Necesito olvidarme de ti."
Podría intentar explicar lo que sentí. Al principio parecía ser esa misma sensación de perder la base, pero no, no esta vez. Mi base ya no está puesta en la calidez de su abrazo.
Podría aventurarme a decir que siento algo de miedo, y sí, por supuesto que sí. Aún cuando las condiciones son distintas, su presencia en mi vida siempre ha sido bella. Es un hombre inteligente y sensible. Con él puedo ser, sólo ser. Mostrarme sin filtros. B. es curioso, piensa las cosas varias veces, incluso más que yo. Apenas se está abriendo a sus dolores y está ganando la valentía para mirar de frente a sus tristezas. Tomó la decisión de verlas aún cuando pudo haberles hecho el quite por el resto de su vida. Hoy yo soy una de ellas.
No voy a pretender que no se me encharcaron los ojos. Claro que sí. Hice pucheros frente al espejo, lloré, leí sobre la tristeza y de nuevo me sentí acechada. Presa fácil de ese predador nocturno que Mariana describe en el capítulo 13. Gracias Mariana por nombrar lo que yo no he podido.
B. me regaló el libro. Yo no quería que me lo regalara porque inevitablemente iba a quedar conectado con él. "Debí confiar en mi intuición" tal vez sea la frase que más me voy a repetir a lo largo de mi vida. Al final, en una página en blanco, en el margen inferior derecho, B. dibujó una casita rodeada de pensamientos. A las afueras de la casita un zorro y una zarigüeya contemplan sus pensamientos.
Ahora caigo en la cuenta de que cada cosa en el dibujo estuvo milimétricamente pensada. Por supuesto. De qué me sorprendo. B. y yo habitamos el mundo de los pensamientos, tal vez por eso nuestro hogar se quedó en ese mismo mundo.
0 notes
Text
Son 29 y todavía es julio. Los últimos días que me adeuda la veintena y aquellos en donde hay una pregunta que me acecha insistente ¿y ahora qué?
La verdad es que no lo sé. No tengo certeza alguna de qué sigue, ni siquiera de qué es lo que estoy haciendo. A veces creo que sólo estoy fingiendo. Ahorita, por ejemplo, finjo ser una persona que pasa el final del sábado en un restaurante del Park Way disfrutando de una pizza y una ginger, mientras espera a su amiga querida para rematar la noche con un cóctel.
¿Y ahora qué?
Ayer me sonrojé de los nervios. Soy la amante de un hombre que es radicalmente distinto a mí. Radicalmente porque sus raíces no son las mías, porque sus cotidianidades han sido diametralmente opuestas a las mías.
Soy la amante y con ello dejo de pretender que soy intachable. Lo acepto en esta conversación que sostengo conmigo misma en esta noche de luna creciente mientras alargo la espera.
¿Y ahora qué?
0 notes
Text
Una caja:
Tengo la caja del último vestido que me regalaste. La sacaron los gatos mientras jugaban a revolver todo, incluso, mis pensamientos. Mientras te escribo estas líneas suena una salsa de fondo y recuerdo aquella vez, después de regresar de Cartagena, que quisiste hacerme parte de ese mundo tan tuyo que era el lugar donde adorabas trabajar. Esa noche bailamos, me presentaste a tus amigas y amigos y luego ... seguramente nos quedamos juntos. Esa noche conocí a una amiga tuya a la que entre secretos y confianzas solías reprochar. La verdad es que siempre detesté que todo el mundo te pareciera tan poco... Y a veces me extrañaba que yo te pareciera mucho.
Esa misma amiga fue con quien, tal vez, conversaste por primera vez sobre la idea de que nosotros, tú y yo, juntos, estuviéramos rotos.¿Cómo podíamos tú y yo estar rotos? Tú y yo. ¿Cómo podrían tu paciencia, tu amor generoso, tus sueños, mi agradecimiento, mi voluntad y mi amor tierno estar rotos? Mentiras. Te dijeron que estábamos en las ruinas y tú sólo lo creíste, porque así era más fácil escapar y hacerle lugar a lo que estabas sintiendo. Sólo así era más fácil entender que lo que habías cogido con las manos se te escapaba entre los dedos.
Un día soñé caminar por muchos lugares a tu lado. Un día también soñé con una casa grande, llena de luz, de plantas, de colores amarillos y verdes. Un día nos soñé caminando por las calles grandes y pequeñas de Tokio: tu sueño que también hice mío porque de eso se trata amar. Pero no te voy a mentir. También hubo días en donde no soñé nada, incluso, lo soñado se me antojaba ajeno. A veces me parecía que no te amaba lo suficiente, que no te agarraba de la mano tan fuerte. Otras veces no quería imaginarme una vida juntos. No sé si era miedo, no sé si era intuición, no sé si era destino, pero pensaba que no eras tú, ni era yo. Que no ibamos a ser.
Aunque sí fuimos. Fuimos un hogar con gatos rescatados a los que les encontramos casa, fuimos un hogar en donde hacía calorcito y desayunábamos a la hora del almuerzo, fuimos un hogar lleno de dibujos y fotos en la paredes, uno con una cama grande, lo suficientemente grande como para hacerle lugar a nuestras ganas de dormir y de hacernos el amor. Una cama grande en donde le hacíamos el quite a los domingos. Hasta que un día decidiste dejar de hacerlo. Qué valiente y qué idiota. Decidiste hacerle frente a tus domingos y me dejaste ahí, sola en la cama, sólo para luego decirme que no ibas a volver, que ibas a abandonar todo porque ya no te alcanzaba más la vida para seguir ahí.
Luego me di cuenta que el hogar se te había vuelto ruinas. Que sólo habían recuerdos, ningún lugar real en dónde vivir. Abandonaste las ruinas y me dejaste a mí en medio de ellas y ahora yo no tengo otra opción: debo quemarlas y abandonarlas. Que no quede ningún lugar al cual volver. Me dejaste de nuevo sin hogar y siento rabia por ello. Una rabia inconmesurable, una rabia ser, una rabia que existe conmigo, que me habita, me cuida, me alienta. Una rabia que me dice que un día volverás sólo para encontrar cenizas.
Pero no vuelvas. No vuelvas. Es una trampa. No vas a encontrar nada y sólo te va a causar dolor y tú no mereces más dolor. No vuelvas porque no habrá nada a que volver. Descubrirás la ausencia de todo aquello que alguna vez amaste. Descubrirás de nuevo la sensación de abandono y toda esta procesión habrá sido en vano.
Un día me preguntaste por qué nadie decidía quedarse contigo, por qué se iban, por qué nadie te elegía. No lo sé miamor, yo te elegía cada día, aún cuando las fuerzas flaqueaban y la distancia nos velaba. Tal vez ese nunca fue el problema. Ojalá puedas hacer las pases contigo. Que este largo domingo acabe y que el corazón deje de pesarnos tanto.
0 notes
Text
Paisaje.
Vi árboles hundir sur raíces en tierras regadas con sangre.
Vi árboles hacer de uñas, pelo y piel cortezas gruesas y fuertes.
Vi árboles elevar troncos y ramas alimentadas con huesos y tendones.
Vi árboles florecer con ojos que bañaban de agua sal las hojas nacientes.
Oí árboles susurrar las historias que les contaron los muertos.
Oí árboles lamentarse de sus entrañas.
Oí árboles clamar piedad en cada golpe.
Oí árboles arrullar las últimas veces.
Supe de árboles que abrazaron con ternura los cuerpos inertes de quienes alguna vez tuvieron nombre.
0 notes
Text
Colombiana, 2021
Sentirse cercada, saturada, atiborrada, hastiada.
Agotada con cada contracción de los músculos.
Censurada.
Autocensurada porque no hay nada brillante, amable, lúcido, sabio, amoroso o que se ajuste a las expectativas, que pueda ser pronunciado, escrito, pintado, dibujado, cantado o gritado.
Incapaz y frustrada.
Vilipendiada. Entorpecida.
Rabiosa cual perra a la que le rapan las crías, cual copetona enjaulada, cual gata herida.
Asqueada, dolorida, rasgada.
0 notes
Text
Jaime.
No alargué los sorbos del tinto, no alargué la conversación, tampoco el último sueño en el que lo vi. Ese sueño del 8 de julio. Andábamos juntos un camino conocido, pero lejano, él no pronunciaba palabra. No estaba particularmente alegre, tampoco triste, tal vez molesto, molesto como cuando uno tiene que hacer algo que no quiere. Después de despedirnos se subió en una bicicleta y ando cuesta arriba mientras la lluvia caía. Esa lluvia de páramo que arrecia.
¿De dónde viene tanta tristeza? ¿de dónde tanto dolor? Alguna vez le dije a B. que tal vez veníamos a rompernos para poder devolverle los pedacitos a la tierra. Hoy le devuelvo uno de mis pedacitos. Quién podría pensar que estando tan jóvenes estamos tan rotos...
0 notes
Text
Un recuerdo triste
A.
¿Todavía piensas en mí? Yo aún pienso en ti. Te pienso y lloro, lloro porque eres un recuerdo triste. Alguna vez me dijiste que no querías recordarme, que no querías recordar el amor que sentías por mí, que todo eso no iba a ser -nunca- algo más que un recuerdo triste. Siempre odié esa idea, siempre luché con ello. Me negaba a ser un recuerdo triste. Me negaba a recordarnos como uno más de los tantos hechos tristes que colman este -ya- triste mundo. Pensaba que tú y yo estábamos destinados a ser otras cosas, no un recuerdo, mucho menos uno triste.
A.
¿Qué soy hoy en tu vida? En la mía no eres solo un recuerdo triste: eres mi tristeza. Tal vez mi condena por haberte causado tanto dolor, por haber huido de tus tristezas, hoy sea que las mías lleven tu rostro, tu voz, tu música. No hay tristeza en la que no vengas, pero no eres solo un mensajero de ellas, eres el pecado original, el inicio de todo esto que hoy me inunda y me escala los huesos, los invade y los sacude.
A.
¿Todavía escuchas canciones y piensas en mí? ¿también lloras cuando las escuchas? Lo lamento tanto. Hoy y todos los días que he vivido, posiblemente también todos los que me queden por vivir. No sé cómo lidiar con la idea del dolor causado, con la imagen de tus lágrimas, con el dolor en el pecho. Me aterra descubrirme todavía tan rota, todavía tan vulnerable.
A.
¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué dueles tanto? ¿por qué te adueñaste de ellas si mis tristezas eran mías ¡mías!?
0 notes
Text
Instancias de esperanza:
Bailar champeta.
El recuerdo del mar.
Cartagena.
El abrazo de B.
El último abrazo de A.
El peso exacto del brazo de J.
0 notes