Tumgik
amiorihara · 4 years
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Shizaya (SHizuo x Izaya) DRRR! 
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amiorihara · 4 years
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"Everybody put your hands up Now we're flyin', be your own wings." Decim and Onna's dance (Shizaya ver.)
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: El boggart de Dante.
Dante no pensaba que fuera inteligente. En lo absoluto. Pero al menos se esforzaba e intentaba sacar buenas calificaciones, convirtiéndose en el favorito de algunos maestros. No era especialmente bueno en transformaciones, pero lo intentaba y lo conseguía. No era especialmente bueno en vuelo de escobas, pero lo intentaba y no vomitaba en el intento. Sin embargo, como todos, tenía un talón de alquiles.  
Defensa controlas Artes Oscuras.  
Merlín, de verdad apestaba en eso, incluso si lo intentaba y lo intentaba. A duras penas mantenía una calificación decente. Simplemente la confrontación no era lo suyo, y mucho menos con un montón de criaturas y magos oscuros. Solo… no, gracias.  
Pero incluso si no le gustaba… bueno, tenía que seguir asistiendo a las clases.  
Incluso si despertaban sus peores pesadillas.  
                                                      .
                                                      .
                                                      .
— Muy bien, clase, el día de hoy vamos a conocer una nueva criatura — dijo el profesor, caminando por delante de la clase, con las manos cruzadas y una sonrisa enigmática en los labios. Atrás de él, había un archivero que se agitaba y crujía. — ¿Alguien puede decirme lo que es un boggart?  
Un chico de Hufflepuff que Dante había visto únicamente de lejos levanto la mano. El profesor le dio la palabra.  
— Un boggart es una criatura que toma la forma de lo que más te asusta. Es por eso que nadie sabe la verdadera forma de un boggart.
— Correcto, Tadeo. Cinco puntos para Hufflepuff — dijo el profesor, sonriendo. — El día de hoy aprenderemos a defendernos de un boggart. Ahora, sin varitas, repitan después de mí: Ridikkulus.  
Así pues, toda la clase repitió al unísono una y otra vez hasta que el profesor los detuvo y tomo a un chico de Slytherin y lo puso frente al archivero, le susurro algo al oído y se hizo a un lado. Entonces, con un movimiento de varita, abrió el archivero.  
Un jadeo ahogado se hizo presente de manera grupal cuando del archivero salió una gigante serpiente que reptaba para acercarse al chico. Pero él, aun con las manos temblorosas, alzó su varita y grito el hechizo, transformando la serpiente en un animal de globo. Todos rieron.  
Después de él, fueron pasando el resto en una fila. La sala estaba dividida entre jadeos de terror y risas fuertes y escandalosas. Todo iba bien.  
Y entonces llegó el turno de Dante.
Dante camino temeroso hasta el frente, con la varita en la mano y los ojos fijos en el boggart que había tomado como última forma una masa verde y viscosa. Entonces Dante se plantó frente a él y espero.  
Sentía miedo, no iba a mentir. No quería ver lo que la criatura le iba a mostrar y mucho menos quería que los demás la vieran.  
Así que intentaría hacerlo rápido.  
«Por favor, date prisa y acabemos con esto»
Y entonces, tras un borrón de colores y figuras, ahí estaba. De por frente a él.  
Su madre.  
De pronto se quedó helado. No podía mover la varita ni ninguna otra parte de su cuerpo. El hechizo se atascó en sus labios y su corazón latía tan fuerte que lo escuchaba como petardos en sus oídos bumbumbumBUMBUMBUM.  
Su madre se acercaba. Caminaba hasta él con esos ojos nublados y perdidos y esa sonrisa rota que parecen cristales rotos listos para rasgar la piel de sus muñecas. Estiraba los brazos en su dirección y Dante solo podía sentir como si un millón de hormigas se movieran sobre su piel.  
«Di algo. Di algo. Di algo»  
Estaba cerca. Demasiado cerca.  
—¡Dante!  
Una voz grito a sus espaldas y de pronto una espalda ancha se metió en su campo de visión.
De pronto, su madre había desaparecido, pero no le dio tiempo de mirar que otro temor se había materializado frente a ellos cuando escucho un fuerte y claro “¡Riddikulus!”.  
Todo se quedó en silencio. Absoluto silencio. La persona que sé había atravesado entre él y su madre se dio la vuelta y lo miro. Era Oliver.  
Dante observo a Oliver a los ojos. En silencio.
Las manos le temblaban tanto que su varita termino en el suelo. Se sentía mareado y que pronto sus rodillas no podrían sostenerlo más.
Todos lo estaban mirando. Lo miraban fijamente. Lo sabían, ellos lo sabían. Sabían que era un chico sucio y roto.  
— Dante… — murmuró Oliver, intentando acercarse al de cabello rizado.
Pero Dante solo se dio la vuelta y salió corriendo.  
                                                        (…)
Oliver llevaba alrededor de 10 minutos buscando en todos los pasillos de la escuela, con dos varitas en el bolsillo y una preocupación amarga que le subía y bajaba por el esófago. No había rastro de Dante en ningún lado. Pero seguía buscando, pues el joven no pudo simplemente haber desaparecido.  
Y entonces, mientras salía de las mazmorras sin pista de Dante, algo le vino a la mente y se abofeteo por no haberlo pensado antes.  
La torre de Astronomía.
Corrió sin que le importara ser castigado por algún profesor o prefecto, subió escaleras y rodeo a fantasmas que querían conversar sobre la muerte con él. Estaba demasiado preocupado por Dante como para prestarles atención a algo más que no fuera él. Y después de subir las largas escaleras de caracol, llego a la punta de la torre, donde había telescopios, mapas con las constelaciones que se movían por el lugar y algunos modelos a escala de los planetas. El lugar estaba a oscuras, solo iluminado por las pequeñas constelaciones que danzaban por la torre y entonces, ahí, en medio de la oscuridad, pero rodeado de brillantes estrellas, estaba Dante.  
Suspiró, mirando al chico de Ravenclaw y caminando lentamente hacia él. Dante estaba abrazando sus rodillas contra el pecho, con la mirada clavada en el follaje del bosque que se miraba a la lejanía. Termino sentándose a su lado, sin mirarlo. Solo había silencio.  
Dante, sin decir ni una palabra, se acercó más a Oliver, hasta que sus hombros se rozaron y sus corazones bombearon uno al lado del otro.  
—Hace mucho que no la veía —murmuró Dante de repente, con la voz rota. Había estado llorando. —Fue… fue…
Pudo sentir a Dante temblar a su lado. Así que se giró y lo tomo entre sus brazos, atrapándolo en un cálido abrazo que conseguía re ensamblar las piezas que se habían zafado dentro de Dante cuando vio a su madre en medio del salón de clases. Su madre, con esa mirada perdida y la sonrisa rota. Dante era todo lo contrario. Dante tenía estrellas en los ojos y luz en su sonrisa, siendo capaz de iluminar la habitación más sombría. En realidad… Dante podría iluminar el cielo entero si quisiera.  
—No tienes que decirlo si no quieres —susurró Oliver, aun sosteniendo a Dante.  
Recordó esa ocasión, en quinto año, cuando se escabulleron al Salón de Menesteres y tuvieron sexo después de una noche cargada de emociones. Le contó su historia a Dante y Dante hizo lo mismo. Desde entonces, habían estado asistiendo a San Mungo juntos, aunque cada quien por diferentes motivos. Desde entonces se han apoyado. Y estaba seguro de que siempre lo harían.  
—Dante… recuerda que eres fuerte. Y tu madre ya no puede hacerte daño… nunca más —exclamo, con seguridad y mirando a los ojos azules de su contrario —. Recuerda que ya no estás solo. Yo estoy aquí a tu lado.  
Dante lo miro a los ojos. De verdad lo miro. Y miles de estrellas brillaron y se alzaron. Las constelaciones bailaban entre ellos y los planetas flotaban a su alrededor. El cielo se pintaba sobre ellos, como una enorme mancha oscura que goteaba perlas. Pero ellos solo podían mirarse a los ojos.
El recuerdo de su madre había desaparecido de la mente de Dante y se recordaba que ella estaba muy lejos. Lejos y sin oportunidad para volver a hacerle daño. Y también se recordó que él era fuerte y valiente. Tomo la mano de Oliver y le beso la mejilla, pensando que a su lado… era aún más fuerte.  
—Oliver…
—¿Sí?
—… vamos por chocolate caliente.  
A veces… eso es todo lo que necesitas. 
                                                            —
bUENO-
Para los que me leen por wattpad (que es un gran NADIE pero bueno(?) recientemente termine mi historia “Dirty Laundry” donde aparece este par y, nada, desde hace mucho tenia ganas de publicar algo así pero seria spoiler así que me espere xd
No tengo mucho que decir, salvo que Oliver y Dante son de mi pertenencia y que si quieren leer su historia canon esta en mi perfil de wattpad uwu
Adiós~
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: Siempre nos encontramos en la enfermería
Vicente no era un chico problemático. Nunca lo fue, en realidad, era un chico relativamente tranquilo, o al menos lo suficiente para no lastimarse y terminar en un hospital. O así era… hasta que conoció a Joyce. Porque su amistad con Joyce había empezado como toda novela cliché. Con un choque entre los dos, dejando a uno —Vicente— en el suelo fuera de servicio. La cosa es que su encuentro había escalado un poco más; ese choque se dio mientras volaban en escobas a toda velocidad, y quedo fuera de servicio cuando Joyce golpeo una bludger en dirección errónea.    
¿Se arrepentía? Para nada.
Ese día consiguió un lugar en el equipo de Quidditch y un mejor amigo.  
Un mejor amigo al cual no había visto en todo el día.  
Desde que despertó, no había visto a Joyce en su cama y cuando le pregunto a Richie Larsson —muy a su pesar; el chico no le terminaba de agradar— este le dijo que el pelirrojo se había reportado enfermo y Madam Pomfrey lo dejo descansar en la enfermería desde entonces. Se había sorprendido un poco que Richie supiera esa información y no él, que era el mejor amigo en Gryffindor de Joyce, sin embargo, decidió no tomarle mucha importancia y ya. Tal vez después de clases iría a visitar a su amigo si para entonces no regresaba al dormitorio.  
Así que se pasó el resto de las clases, prestando atención y muriendo internamente al no tener a Joyce al lado para distraerse y platicar un poco. Sin embargo, pensaba que solo sería ese día y ya después vería a su amigo para recompensar las horas perdidas. Quizás hasta podrían usar algunos de los artículos de Zonko para una inofensiva broma.  
Por ahora, solo le quedaba esperar y prestar atención a la aburrida clase de Historia de la Magia. Por suerte, logro hacerlo por una hora entera hasta que la gloriosa campana sonó. Entonces tomo sus cosas y se puso de pie, dispuesto a ir a la sala común de Gryffindor a buscar a Joyce, quien probablemente ya había salido de la enfermería.  
Pero, apenas puso un pie en el pasillo, fue detenido por Pietro, su novio. Lucia alarmado, genuinamente preocupado y Vicente se espantó.
—¡Vicente, tienes que venir, es urgente! —chilló Pietro, tomando al moreno por los bordes de la túnica.  
—¡¿Q-qué?! —exclamó, sintiendo su estómago arder repentinamente —¡¿qué sucede?!  
—¡Es Joyce! —gritó el otro, mostrando terror en su expresión —Se estaba sintiendo enfermo y pensó que no era nada grave, pero, Vicente… Vicente, tiene viruela de dragón.  
Al escucharlo, el rostro de Vicente palideció y sintió que su corazón se detenía.
—¿Qué?  
—Tienes que estar con él, Vicente. Ve.
Y sin necesidad de escuchar más, el moreno corrió hacia la enfermería con todo lo que sus piernas eran capaces de dar. En ese momento no pudo detestar más los encantamientos del castillo que impedían aparecerse por arte de magia. Tenía que apresurarse y estar con su amigo.
Cuando por fin llego a la enfermería, sentía que habían pasado siglos. Sin importarle en ese momento los reclamos que recibiría de Madame Pomfrey, abrió la puerta de par en par y entro dando zancadas, buscando a su amigo entre las camillas. Tras una rápida revisión, su mirada cayó sobre una de las camillas del final, cubierta por cortinas alrededor.  
Cuando estuvo frente a la camilla, dudo en si abrir, pues no sabía si quería capaz de soportar ver a su amigo en un estado de enfermedad. Una enfermedad que había arrasado con cientos de magos hace años. Pero estaba ahí por y para Joyce. Pase lo que pase.
Así que abrió la cortina, pero, para su sorpresa, no se encontró con un Joyce moribundo con la cara verde, marcas moradas entre los dedos de los pies ni chispas saliendo por su nariz. No, el hijo de perra estaba tan sano y fuerte como un hipogrifo joven. Y le sonreía de oreja a oreja como si no lo hubiera engañado para correr cual desquiciado hasta la enfermería.  
—Serás hijo de puta —mascullo Vicente, soltando todo el aire que había estado conteniendo y recargándose contra la pared. Ni siquiera quería saber cómo convenció a Pietro de participar en eso, ya después se enteraría.  
—¡Sorpresa! —chilló Joyce, poniéndose de pie y alzando los brazos delante de su amigo. Vicente seguía mirándolo con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué? Solo… ¿por qué?
Vicente seguía algo molesto, aunque en el fondo aliviado porque Joyce no tuviera una terrible enfermedad mágica, sin embargo, a su amigo no parecía importarle mucho su estado de ánimo, pues seguía soltando risitas por lo bajo. El pelirrojo saco entonces su varita y apunto sobre su propia mano, y con un solo movimiento, apareció un pequeño pastel con dos velas encendidas y enterradas en el centro.  
Muy bien, no era cumpleaños de ninguno, entonces, ¿qué rayos?  
—Joyce, ¿qué haces? —preguntó, mirando el pastel y la sonrisa en el rostro de su amigo, intercalando.  
—¿Sabes qué día es hoy? —respondió con otra pregunta, acercándose a su amigo aun con el pastel en las manos. Ante el silencio de Vicente, prosiguió —. Hoy es el aniversario de nuestra amistad, la cual, comenzó en la enfermería.  
Y entonces Vicente lo recordó.
Volvió a recordar como la bludger que Joyce había arrojado, le dio justo en la cabeza, haciéndolo caer de su escoba y terminando con él en la enfermería. Había despertado unas horas después, con un terrible dolor de cabeza y una decepción en el pecho ante la idea de haber perdido su oportunidad de entrar en el equipo. Pero no pudo estar más equivocado. Nada más despertar, el rostro de Joyce entro en su campo de visión, sonriente y mirándole con un brillo especial en los ojos.  
—¡Estuviste increíble! —había dicho Joyce, tomándose por la cabeza y mirando a Vicente directo a los ojos —. Jamás había visto a otro de tercero moverse de esa forma, por Merlín.  
—Pero… caí de la escoba.  
—¡¿Y eso que?! ¡Solo lo hizo más cool! —seguía diciendo Joyce, ahora sentándose a un lado de la camilla de Vicente —. ¿Sabes cuánto tiempo aguantaste en el aire aun después de que la bludger te golpeara? Mucho más de lo que espere. Fue épico, viejo.  
—Eso quiere decir…
Joyce se había puesto de pie entonces, ofreciéndole una mano a Vicente.
—Bienvenido al equipo de quidditch de Gryffindor. —Los dos se dieron la mano, sonriéndose mutuamente. Y después, Joyce siguió hablando, un poco más bajo, pero con la misma energía tintando sus vocales —. Y, bueno, si no estas ocupado cuando salgas de aquí, estaba pensando que quizás podríamos entrenar juntos… si quieres.  
—Eso me encantaría.
Y así es como Vicente recuerda que comenzaron a entrenar juntos hasta que, de repente, hacían bromas juntos; cambiaron de dormitorio para estar juntos; platicaban hasta tarde en la sala común; jugueteaban por Hogsmeade cuando tenían oportunidad. Vamos, comenzaron a ser buenos amigos sin darse cuenta.
Pero incluso así, sabían que todo había comenzado en la enfermería.
—Eres un pequeño genio —rio Vicente, tirándose sobre Joyce para abrazarlo. El pastel solo flotó a su lado.  
—Lo sé, lo sé, no tienes que halagarme, Vis.  
Cuando se separaron del abrazo, aun riendo, Joyce volvió a tomar el pastel y lo puso entre los dos. Miro al moreno, alzando las cejas para que entendiera el mensaje y, sin necesidad de decir nada, los dos apagaron las velas al mismo tiempo. Y ese era el momento perfecto para dar todo un discurso sobre su amistad y como siempre estarían el uno para el otro… pero ellos tenían algo mejor y más real que las palabras.
—Entonces, hoy perdimos todo un día de diversión… ¿quieres compensarlo? —dijo Joyce.
—Viejo… estaba esperando a que dijeras eso.
Y sin necesidad de más, salieron de la enfermería entre risas. Quizás regresarían más tarde, después de que alguna de sus bromas saliese mal, pero no les importaba, pues regresarían juntos. Como siempre. 
                                                         —
Welp, este one-shot surgió de una platica con mi amiga sjsksjk la dueña de Rasmus y Joyce xd pensamos que esto es algo que haría este par al darnos cuenta de que casi todos sus planes terminaban en la enfermería (?)
Y pues nada, espero gustara uwu
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: Un patronus cálido.
Shin era un gran mago para tener apenas 15 años. Era de los mejores de la clase y todos sus maestros, hasta los más difíciles, apreciaban sus habilidades mágicas. Era una de las joyas de Slytherin y nadie podía decir lo contrario, pues había pruebas y ninguna duda al respecto. Sin embargo, y a pesar de ser muy bueno, había algo que jamás había logrado hacer.
Un hechizo que jamás había salido de su varita.
Estaba de pie a mitad del Bosque Prohibido, aunque sin internarse demasiado, pues prefería evitar a los centauros y a las arañas gigantes. Se había quitado su túnica y la había dejado colgada en la rama de un árbol, junto a su mochila y su bufanda verde con líneas plateadas. Era invierno, pero, en ese momento, Shin no sentía el frio. Tenía los ojos cerrados y sujetaba su varita con firmeza. Tomaba pequeñas respiraciones, concentrándose en el latido de su corazón. Bum, bum, bum. Busco en su memoria, deslizándose por cada rincón con una gracia envidiable. Trataba de encontrar el recuerdo indicado, aquel que le funcionaria. Y entonces creyó tener algo. Sus parpados se alzaron y ahora tenía la vista del bosque. Levanto su varita y lucho contra el temblor que quería dominar sus manos.  
Abrió ligeramente los labios, solo lo suficiente para susurrar:
—Expecto patronum.  
«Vamos, vamos, vamos. Aparece. Aparece, por favor».
Volvió a concentrarse en el recuerdo más feliz que encontró. Lo reprodujo en su mente con total detalle e intento otra vez. Expecto patronum. Pero no pasó nada. El bosque seguía tranquilo y su varita seguía alzada, pero no precia tener la intención de hacer brotar esa luz plateada que tanto ansiaba.  
Nada.
Nada.
Paso toda la tarde intentándolo, pero nada paso. Frustrado, tomo sus cosas y se encamino hacia el castillo, a la hora exacta para la cena. Se sentó en la mesa de Slytherin, en una de las orillas y ceno sin mucho ánimo. De hecho, ni siquiera termino, dejo comida en el plato y simplemente se fue hacia los dormitorios de su casa. Se puso la pijama y se recostó, dejando que el frio aire del invierno entrara por la ventana.  
Mañana seria otro día.  
                                                      (…)  
Al día siguiente, cuando las clases terminaron, Shin volvió al bosque. Intento hacer un patronus nuevamente, usando incluso otro recuerdo, uno que creía sería más poderoso. Pero nada paso. Nada. Nada. Nada. ¿Cómo podía ser uno de los mejores magos de su clase si no era capaz de hacer un patronus? ¿Cómo podía ser heredero de la familia Ibara si no era capaz de hacer ese hechizo ancestral, uno que toda su familia aprendió a dominar?  
Era patético.  
Pasaron semanas y él seguía asistiendo al bosque, con la mínima esperanza de que lograría conseguir el hechizo. Pero era en vano. Simplemente no lo conseguía. Comenzaba a molestarse.
—Agh, a la mierda. —Murmuró después de horas de intentos fallidos. Pateo una porción de tierra y se dio la vuelta, colocándose la túnica de vuelta y tomando su mochila.  
Giro sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida del bosque, por el sendero que había descubierto cuando empezó sus prácticas y por el cual era casi imposible que alguna autoridad escolar lo viera. Todo estaba en silencio y él solo podía pensar en que ya se había saltado la cena, por lo que tendría que entrar a las cocinas y pedirles a los elfos domésticos al menos un trozo de pastel de calabaza. Aunque, en realidad, no tenía mucha hambre. Solo quería estar solo.
—¡Carajo, suéltame!  
Pero claro que últimamente no obtenía lo que quería.  
El grito venia de otra parte del bosque, no muy profundo. Sin pensarlo mucho, se dirigió al lugar de donde provenía la voz, pasando entra árboles y matorrales hasta llegar a una especie de claro, salvo que estaba lleno de plantas de diferentes tipos. Ahí, en medio de esas plantas, se encontró con una mancha rosa que se movía como loca. Al acercarse un poco más, noto que era cabello y que la voz que gritaba era de un chico.
—¡Suéltame, con una mierda! —chillaba el chico, retorciéndose en el piso y estirando los brazos hacia su derecha, como si intentara alcanzar algo.  
Cuando Shin se acercó lo suficiente se dio cuenta de lo que pasaba. El chico de cabello rosa había quedado atrapado en una planta de lazo del diablo, la cual se aferraba a sus piernas. Y el chico se estiraba hacia la derecha porque su varita se encontraba ahí, fuera de su alcance. No podría hacer nada sin ella, pues el sol ya se había ocultado.  
Camino hasta quedar a un lado del chico y saco su varita de los pliegues de su túnica, apuntando hacia la planta.  
—Lumos solem —dijo claramente, lanzando un rayo de luz dorada de su varita hacia la planta, que se retorció y por fin soltó las piernas del chico. Volvió a guardar su varita y se acercó a él. —¿Estas bien?  
—Sí, sí, gracias por ayudarme —dijo el de cabello rosa, poniéndose de pie y tomando su varita. —Habría estado en serios problemas si no hubieras aparecido. Gracias, otra vez.  
Shin lo vio pasar las manos por su túnica, quitando la tierra y los trozos de césped y hojas secas. Notó entonces que era de Ravenclaw.  
—No es nada. —Señalo a sus espaldas, en dirección al castillo. —Voy a volver, eh… nos vemos.
—Oh, te acompaño.
Los dos chicos comenzaron a caminar en dirección al castillo en completo silencio. La luna ya había aparecido y lo único audible eran unos cuantos grillos, así como sus pisadas en el césped. En los planes de Shin no estaba el toparse con un extraño a mitad del bosque y aunque una parte de él tenía curiosidad sobre que hacia ese chico a esas horas en el Bosque Prohibido y, además, terminando en esa situación, decidió no preguntar. No era para tanto.
Cuando llegaron a la puerta, Shin giro a verlo.
—Bueno, aquí nos separamos —dijo Shin, con voz tensa y solo deseando ir a las cocinas de una vez. —Nos vemos… eh…
—Andrew —dijo el de cabello rosa, ofreciéndole la mano. Shin la tomo.
—Shin.  
Andrew dio una media sonrisa, escueta y únicamente cordial y se dio la vuelta para perderse en dirección a la Torre Ravenclaw. Shin lo miro alejarse para después cumplir con su palabra, bajando a las cocinas.  
                                                    (…)
Por unas semanas, Shin decidió dejar el encantamiento patronus por la paz, pensando que quizás solo necesitaba descansar. Sí, descansar de tanto fracaso. Se la había pasado en la biblioteca, estudiando todo lo que podía acerca de encantamientos ancestrales, pero realmente no encontraba nada que no supiera ya. Estaba alcanzando un nivel de estrés impresionante. Cerro el libro que tenía sobre la mesa y bufó por lo bajo. Su mirada se pasó por la biblioteca, en busca de alguna distracción. Y en medio de tantas cabezas castañas y rubias, se encontró con un singular color rosa.  
Alzo las cejas. Bueno, no tenía nada que perder.
Se puso de pie entonces y camino hasta la mesa de Andrew. El joven en cuestión se encontraba leyendo un libro de herbología, tomando apuntes y comiendo una rana de chocolate. Con cuidado y sin realmente querer perturbarlo —no mucho, al menos —, se sentó frente a él. Pasaron un par de segundos antes de que Andrew también alzara la vista y se topara con los inusuales ojos de Shin.  
—Hola, Andrew.  
—… hola, Shin.
—Entonces… —Shin tomo uno de los libros cerrados que había en la mesa, también de herbología, y lo hojeo —te gusta la herbología. Eso explica porque te encontré como te encontré la vez pasada.  
El rostro de Andrew se deformo en una mueca, pero no lucia incómodo. Miro a Shin y le quito el libro de las manos, suavemente y sin parecer grosero, volviéndolo a dejar sobre la mesa.  
—Sí, bueno… me gusta la herbología —confirmo, encogiéndose de hombros. —La otra noche fui a investigar algunas especies en el Bosque Prohibido, pero no me di cuenta de cuando se hizo de noche y al final terminé atrapado por el Lazo del Diablo. Otra vez, gracias por haberme salvado.  
—Ni lo menciones. —Shin le restó importancia con el movimiento de su mano. —Eres de Ravenclaw, ¿no? —el de pelo rosa asintió. Y Shin tuvo una idea. Los de Ravenclaw eran inteligentes, ¿verdad? —Oye, eh… ¿Qué sabes de encantamientos ancestrales?
Paso el resto de la tarde en compañía de Andrew, buscando información y relatos sobre los encantamientos ancestrales y como podían conseguirse. Quizás no avanzo en cuanto a la práctica, pero al menos aprendió cosas del patronus. Además, Andrew era una sorprendente buena compañía. Se despidieron cuando fue la hora de la cena, caminando cada quien a la mesa de su correspondiente casa. Y a mitad de la cena, Shin se sorprendió buscando la mata de cabello rosa en la mesa de Ravenclaw.
Al día siguiente, Shin volvió al Bosque Prohibido para intentar, otra vez, un patronus. Lo que no espero, era que se encontraría con Andrew en el camino, revisando y tomando muestras de algunas plantas. Al final, se olvidó de su práctica y termino uniéndose al de cabello rosa y ojos verdes. Y, de nuevo, cuando cayó la noche, se despidieron en la entrada.  
Shin encontraba en Andrew alguien interesante, sin duda. El chico representaba muy bien el orgullo de su casa, sin embargo, no contaba con esa arrogancia que tenían la mayoría de Ravenclaws, lo que hacía más fácil estar a su lado. Para cuando se dio cuenta, pasaba casi todas sus tardes con Andrew y ya no solo al Bosque Prohibido, a veces, cuando el clima lo permitía, iban juntos al Lago Negro a tomar el sol y nadar en la zona sin peligros. También se encontraban en los jardines del castillo y compartían dulces y algunas anécdotas de sus vidas. Se abrieron poco a poco. Y eso le gustaba.  
—No puedo creer lo mal que se te da volar en escoba —dijo Shin, una tarde que caminaban de regreso al castillo tras un tranquilo vuelo por los terrenos de la escuela.
—Perdón por ser esta persona —rio en respuesta, empujando ligeramente a Shin.  
—Estas perdonado —los dos rieron. —Al menos sigues siendo un genio en herbología y pociones, Andrew.
—… Andy.
—¿Perdón?  
Shin giro a mirar a su compañero. Tenía un brillo especial en la mirada y le estaba obsequiando una gran sonrisa. La más bonita que jamás había visto.  
—Puedes llamarme Andy.  
Shin, al entender el significado tras esas palabras, también sonrió.
—De acuerdo, Andy.
Esa noche, mientras el heredero a la casa Ibara intentaba conciliar el sueño, se dio cuenta de muchas cosas. Numero uno: Andy era pésimo volando en escoba. Numero dos: Le gustaba el cosquilleo en sus labios cada vez que decía Andy. Número tres: Le gustaría llevar a Andy a Honeydukes por una gran ración de dulces. Número cuatro: Andy se colaba constantemente en sus pensamientos. Y número cinco: Su corazón se sentía cálido y fuera de control cada vez que estaba a su lado.  
Y cuando cerró los ojos, con esas nuevas revelaciones rondando en su cabeza, no se sorprendió cuando un par de brillantes esmeraldas aparecieron en sus sueños.  
Fue de nueva cuenta en invierno, cuando comenzaron las vacaciones de Navidad, que la idea de probar otra vez el patronus llego a la mente de Shin. Lo pensó después de que despidió a Andy en la puerta de la escuela, pues el chico iría a casa a pasar las fiestas. Intercambiaron regalos y se sonrieron con cariño. Shin recuerda su corazón brincar cuando Andy rio ante una tontería que había dicho. Al final compartieron un cálido abrazo que se quedó con Shin por mucho tiempo, descongelando sus extremidades y dando cosquillas calurosas a su corazón.  
Cuando la escuela quedo casi vacía, él se colocó su túnica, sus guantes y su bufanda para después, con cuidado de no ser descubierto, irse al Bosque Prohibido. Llego al prado en el que conoció a Andy, atrapado en el Lazo del Diablo. El lugar estaba cubierto de nieve y brillaba con los pocos rayos de luz que lograban llegar.  
Se puso de pie a mitad del prado. Tomo una ligera respiración y cerró los ojos. Alzo su varita y, esta vez, no hizo falta buscar en su memoria. Ya lo sabía.  
Pensó en Andy.
Pensó en la mirada emocionada de Andy cada vez que hablaba de las nuevas plantas mágicas y muggles que había descubierto.
Pensó en sus tardes compartiendo dulces y anécdotas.
Pensó en la tarde que volaron en escoba y Andy casi se estrella en el sauce boxeador.
Pensó en las noches que se escabullían cuando alguno no podía dormir, ocultándose en la Sala de Menesteres para hablar o leer juntos hasta que el sol hacia su acto de aparición.
Pensó en la bella sonrisa de Andy.
Pensó en cómo sus manos encajaban a la perfección, incluso si había sido por accidente.
Pensó en el abrazo de compartieron y en la cálida sensación que lo había golpeado por completo.
Pensó en Andy y lo hizo de tal manera que sonreír fue inevitable.  
Entonces, solo susurro, aun con los ojos cerrados.
—Expecto patronum.  
Espero un par de segundos antes de abrir los ojos, pero cuando lo hizo, casi se cae de bruces al suelo. Frente a él estaba una serpiente de luz plateada y azul, con estelas a su alrededor. La serpiente le miraba directamente y comenzó a moverse a su alrededor, reptando por su brazo. Y a pesar de ser una serpiente, Shin no se sintió en peligro. Era cálida. La serpiente era cálida.
Sin darse cuenta —o sin importarle, realmente — lágrimas de emoción caían por sus mejillas. Estaba feliz. Muy feliz. Y solo podía pensar en cuanto deseaba de Andy volviera para enseñarle lo que había conseguido.
                                                         —
Dos en un día~
No pregunten- escribir de este AU me saca de bloqueos qleros (?) ademas, escribir esto me puso muy softo porque este paR SON MUY SOFT <3 (Shin y Andy no son mis personajes, al igual que Joyce y Rasmus, pertenecen a Ami sjsks)
Ah~ el tema del patronus va muy bien para temas angst o comfort xd
Bueno, espero les haya gustado uwu
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: La sección prohibida (nsfw)
Sí algo sabían los estudiantes de Hogwarts es que la Sección Prohibida de la biblioteca estaba vacía la mayor parte del tiempo, pues solo se podía acceder ahí con un permiso especial firmado por algún profesor. Realmente, solo los más aplicados y de cursos mayores eran los que hacían el esfuerzo por tomar un libro de ahí. Pero, solo tomarlo. De nuevo, estaba vacía la mayor parte del tiempo.  
Y Joyce sabia esto de sobra, por eso no sé preocupaba de las réplicas de Rasmus.  
— Joyce… nos v-van a descubrir — murmuró Rasmus, a duras penas, mientras sentía la hábil lengua del pelirrojo moverse por su cuello y su mandíbula.  
—Rasmus, te prometo que no lo harán. Nadie viene aquí.  
Sin darle tiempo a otra replica, se lanzó a besar los labios del más alto, silenciando cualquier queja entre sus labios. Le besaba con ímpetu, dejando que sus lenguas que acariciaran sin vergüenza. Se movían, resbaladizas, una sobre la otra y eso era suficiente para hacerles perder un poco la cabeza. Las manos de Rasmus se aferraban a la túnica ajena, arrugándolo y deslizándola hacia abajo un poco, dejando ver la camisa blanca del uniforme. El calor comenzaba a rodearlos. El pelirrojo apretó su cuerpo contra del del azabache, juntando sus pelvis hasta sentir sus erecciones frotarse ligeramente. Los dos jadearon y echaron la cabeza ligeramente hacia atrás.  
Siguieron frotándose, mientras los besos húmedos se movían de sus cuellos a sus clavículas, marcando un sendero brillante sobre su piel. Rasmus, que al principio temía ser encontrado en esa situación por algún alumno o maestro, de pronto se encontraba ido. Sus ojos se nublaron en el placer carnal que sentía cada vez que Joyce simulaba embestidas y sus miembros se frotaban sobre el otro.  
—Joyce —gimió Rasmus, sintiendo las puntas de sus dedos cosquillear mientras se enredaban en los rizos color fuego. Se inclino sobre Joyce, aspirando su aroma por la nariz, lentamente y deseando embriagarse con su esencia. —Joyce…
—¿Mmm?  
La lengua de Joyce hacía de las suyas detrás de la oreja de Rasmus, mientras su mano acariciaba la pálida piel del chico por debajo de la camisa. Se sentía bien. Se sentía jodidamente bien. Como si hasta ese momento hubiese estado haciendo las cosas erróneas y su redención fuera acariciar a Rasmus hasta que en su mente no existiera otra cosa más que un desenfrenado placer.  
—Joyce… a-acaríciame —balbuceo Rasmus, sintiendo la cara, el cuello y su espalda arder. Sentía que un fuego abrasador reptaba por su piel, volviéndola roja y caliente al tacto. No reconocía su propia voz cargada de deseo. Pero no le importaba. —Ha-hazlo, por favor.
Y no tuvo que pedirlo dos veces.  
Joyce le desabrocho la hebilla y le bajo el cierre del pantalón, bajándolo hasta sus pantorrillas en un solo movimiento. Rasmus vio como la cabellera roja descendía hasta quedar a la altura de su miembro. No dijo nada y solo miro a su novio, expectante. De pronto, la ropa interior desapareció y sintió una respiración caliente sobre su miembro erecto, haciéndolo jadear. Lo siguiente que sintió fue como era envuelto en la calidez húmeda de Joyce. Echo la cabeza para atrás cuando la lengua de Joyce recorría la punta de su miembro con ruda delicadeza.  
—Ah, J-Joyce…  
La mano del pelirrojo bombeaba la base del miembro de Rasmus mientras su boca seguía haciéndose cargo del resto con perfecta sintonía, ritmo y velocidad. Sentía el sabor salado de Rasmus en el paladar y no le disgustaba, por el contrario, solo servía para que su propia erección creciera dentro de sus pantalones. Tenía el cuerpo de Rasmus a su merced, vibrando sobre sus dedos y derritiéndose entre los mismos. Los gemidos del joven Ravenclaw perforaban sus oídos y le licuaban el cerebro en una increíble mezcla que solo hacia arder la sangre en sus venas.
Seguía lamiendo y moviendo la cabeza, sintiendo las vibraciones del próximo orgasmo sobre la lengua. Rasmus tenía el cabello desordenado y le caía como una cascada de hilos nocturnos sobre la espalda, haciendo un hermoso contraste con el azul de su túnica. Joyce se apresuró un poco más, deseando escuchar la voz rasgada por el orgasmo de su novio. Deseaba escucharlo.  
—Merlín, Joyce… —gruño Rasmus, posando sus manos sobre las hebras pelirrojas y enredándolas entre sus dedos. Sentía un intenso cosquilleo en su vientre, como un remolino que está listo para crear una explosión. Y entonces se corrió, en medio de un gemido y aferrándose al cabello de Joyce.  
Rasmus jadeaba como un enfermo, buscando regular su respiración y disfrutando de las ultimas oleadas de su orgasmo. Mientras, Joyce se ponía de pie y tragaba hasta la última gota de la esencia de Rasmus. Tenía una mirada traviesa en los ojos y una sonrisa que hacía juego, a la vez que miraba la expresión descompuesta del azabache.  
Los ojos del azabache se movieron por el techo de la biblioteca, después hacia la cara de su novio y, para finalizar, se detuvieron en la erección aún vigente del mismo. Trago saliva y tomo a Joyce por los hombros, empujándolo hasta que termino sentado en el suelo y con la espalda recargada en uno de los libreros, entonces se sentó sobre su regazo. Joyce le miro con los ojos bien abiertos y una expresión de sorpresa en el rostro, cuando desabrocho su pantalón y dejo que su erección rebotara en el aire y, entonces, contra todo pronóstico pues jamás había hecho algo así, comenzó a restregar su trasero contra la erección de su novio.  
—Joder, Rasmus, eso se siente bien —jadeo Joyce, echando la cabeza hacia atrás, apretando la mandíbula y enterrando sus dedos en la pálida piel de los muslos de Rasmus.  
Rasmus comenzó a moverse más deprisa, sintiendo como el miembro resbalaba con más facilidad entre sus glúteos. Joyce gemía como desquiciado, con los ojos cerrados y ayudando al azabache a mantener el ritmo. Se sentía caliente como el infierno y era como si un montón de abejorros molestos se movieran en su vientre. Rasmus se seguía moviendo y él pensaba que en cualquier momento perdería la cabeza.  
—¡Mierda, Rasmus! ¡No te detengas!  
Sus movimientos eran frenéticos y la respiración de ambos era ajetreada. Joce se dio cuenta de que el miembro de Rasmus volvió a alzarse y no perdió el tiempo para comenzar a masturbarlo con su mano. Eran un manojo de nervios encendidos y sensaciones hormigueantes que los orillaban a un acantilado del cual aún no conocían mucho, pero estaban dispuestos a explorarlo juntos. Justo ahora. Mañana. Y cuando mierda les viniera en gana.  
Al final los dos se corrieron en una explosión de emociones y un grito gutural.  
Jadeaban, exhaustos y sintiéndose como un par de masas de carne calientes y laxas. Una vez su respiración fue un poco más normal, Rasmus saco su varita e hizo un hechizo de limpieza sobre los dos, se acomodaron la ropa y se pudieron de pie otra vez. Se tomaron de las manos y se besaron largo y tendido, como quien sabe que tiene todo el tiempo del mundo.  
—Te veo en la cena —dijo Joyce, sonriendo y dejando un beso en el mentón de su novio, sacándole una sonrisa.
—Nos vemos en la cena.
Y así, compartieron un último beso para después salir de la biblioteca y tomar caminos distintos; Joyce caminaba al campo de Quidditch y Rasmus a la sala común de Ravenclaw.  Y mientras andaban por los pasillos, se preguntaron, que tan riesgoso seria intentar hacerlo en las mazmorras. 
                                                      —
Hola~
Aqui otra vez con un smut de este par que, como saben, no me pertenecen a mi sino a Ami (busquenla en Twitter~) pero, pues nada, yo los amo y amo mas escribir sobre ellos JSKSJK <3 y como al parecer mi bloqueo solo desaparece con el smut, les traje esto rapidito y feo (?)
Espero les haya gustado y eso, próximamente traeré mas (estoy trabajando el la continuación del one-shot de Amortentia uwu)
Adiós~
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: Next to me.
“Te prometo que cuando todo esto termine, estaré a tu lado”
Esas fueron las palabras de Rasmus a las cuales Joyce se aferraba con desesperación, mientras esquivaba maldiciones y se abría paso entre os mortifagos, lanzando también hechizos que los derrumbaban y dejaban fuera de combate. Todo estaba sumido en caos y angustia; las personas gritaban y otros tantos lloraban, creando un ambiente más devastador. Había cadáveres en el suelo y él saltaba entre las extremidades inertes para evitar el mismo destino.  
Estaba exhausto y sentía que en cualquier momento se desplomaría contra el piso de piedra. Pero no podía permitirlo. Y por eso buscaba fortaleza en las palabras dichas por Rasmus media hora atrás. Habían estado en una orilla del Gran Comedor, apartados de todos. Las pálidas y delgadas manos de Rasmus le habían tomado con toda la delicadeza del mundo, como si genuinamente temiera lastimarlo. Y él se sintió amado. Tan amado que juraba que su corazón ardió como un viejo fénix.  
—¿Estas bien? —le pregunto al azabache, sintiendo la lengua pesada. ¿Cómo estaría bien al saber que los mortifagos estaban por llegar y atacar el castillo? —¿Rasmus?  
—Estoy bien. Solo que… esto es extraño.  
—Sí, bueno, cuando llegamos aquí jamás esperamos que lucharíamos contra una banda de fanáticos oscuros.
Rasmus rio ligeramente y Joyce tomo eso como un logro.  
—No vamos a separarnos, ¿de acuerdo? —volvió a hablar Joyce, apretando las manos ajenas. —Estaremos peleando lado a lado.
—Siempre lo hemos hecho.
Y en ese momento, a sonrisa de Rasmus era tan bella y su voz tan dulce que a Joyce no se le ocurrió nada más que besarle. Le besó durante un buen tiempo. Lento y sin prisas, vertiendo todos sus sentimientos en los labios ajenos, haciéndole saber todo lo que su corazón susurraba con anhelo. Disfrutaron ese beso como ningún otro ya que, incluso si les daba miedo admitirlo, en el fondo sabían que quizás podría ser el último.
Cuando se separaron, se tomaron de la mano y fueron juntos a la primera línea de defensa.
Al principio, lograron mantenerse juntos cuando los mortifagos comenzaron a atacar, pero, en algún punto, estaban en puntas opuestas. Joyce peleaba contra un mortifago de sonrisa petulante y buena defensa, mientras que, en el otro lado, Rasmus se encargaba de un gigante. No fue hasta que Joyce logro desarmar y dejar fuera de combate al mortifago que corrió en dirección a Rasmus para echare una mano, hasta que, tras unos minutos, lograron derrotar al gigante.  
Sus dedos se rozaron y sus miradas se conectaron.
—¡Necesitan ayuda! —grito alguien por encima del ruido. —¡Shin está luchando solo en las mazmorras con dos mortifagos! ¡Alguien vaya con el!  
No necesitaron más e inmediatamente corrieron en hacia las mazmorras pero, desafortunadamente, en el camino se encontraron con un mortifago más. Este era corpulento y de cabello grasoso, con una sonrisa sádica y un par de pozos negros como ojos. Les lanzo una maldición pero Rasmus logro desviarla, lanzando al sujeto hacia atrás. No tenían mucho tiempo. El azabache se giró entonces y miro directamente a los ojos ajenos.  
—Ve con Shin, yo me quedare aquí a distraerlo.
—¿Qué? Rasmus, estás loco si crees que te dejare aquí.
—¡Es la única forma, Joyce! —exclamo, apurado por si el mortifago despertaba. —Vete.
—Rasmus…
Y entonces lo dijo.
—Te prometo que cuando todo esto termine, estaré a tu lado.  
Y a Joyce no le quedo de otra más que creer en él.  
Entonces corrió y corrió hacia las mazmorras, saltando sobre cadáveres y aferrándose a las palabras de Rasmus. Cuando llego hasta abajo, tenían a Shin prácticamente acorralado por lo que salto a la acción de inmediato. Los dos pelearon contra los mortífagos, corriendo de aquí para allá, lanzando los hechizos que se les cruzara por la cabeza y esquivando los que eran hacia ellos.
Pero una maldición logro herir a Joyce, dejándolo en el frio, con los gritos de Shin de fondo.
Y mientras todo se volvía negro, solo pudo pensar en Rasmus.
                                                         .
                                                         .
                                                         .
Cuando Joyce volvió a abrir los ojos, se encontró con el techo encantado del Gran Comedor. Le dolía todo el cuerpo y sentía la cabeza a punto de explotar, de no ser por el paño frio que tenía en la cabeza y le ayudaba un poco con ese tema. Comenzó a mirar a su alrededor, o lo que le era posible estando aun recostado. Sentados en una mesa, se encontró con Shin y su novio Andy, abrazados, con los ojos inundados en lágrimas y la mirada perdida en las manos de otro. En la otra punta del salón logro escuchar los gritos de Pietro, pidiendo por Vicente una y otra vez, pero sin recibir una contestación.  
¿Se había terminado? ¿Habían ganado, acaso?  
¿Dónde estaba Rasmus?  
Movió los brazos, que se encontraban engarrotados contra su cuerpo, y justo a su lado se topó con un tacto helado. Helado pero familiar. De pronto, sentía el corazón en la garganta y el estómago hecho un nudo, pero no entendía porque… hasta que giro la cabeza.
Era Rasmus, recostado a su lado. Tenía los ojos cerrados y a piel tan blanca como una hoja de papel. Su pecho no se movía y todo él estaba tan quieto que Joyce sintió su corazón detenerse un momento.
No… no podía ser verdad.  
—¿Ra-Rasmus…? —murmuro, con la voz rota y temblorosa. Con esfuerzo, se incorporó lo suficiente para mirar de su compañero de toda la vida desde arriba. Quieto. —Rasmus… no.  
No tenía la fuerza suficiente y termino desplomándose sobre el pecho inerte del azabache. Sin quererlo y tampoco sin poderlo evitar, se soltó a llorar como hace mucho no hacía. Sus ojos ardían y las lágrimas caían como un par de cascadas por sus mejillas. Pedía por su compañero entre gemidos y sollozos. Pero era en vano. Rasmus estaba muerto.  
De pronto se sentía la persona más desgraciada de todas. Era capaz de escuchar los llantos y gritos desesperados en el salón y eso solo lo hacía sentirse más miserable. No debió irse. No debió dejar a Rasmus solo. Si tan solo… si tan solo…
—Rasmus…  
“Te prometo que cuando todo esto termine, estaré a tu lado”
Rasmus había cumplido su promesa.  
                                                       —
Hola~ 
Aqui yo, esta vez con algo un poco angst SJKJSHS que, como pueden ver, esta ambientado en la Batalla de Hogwarts uwu
No tengo mucho que decir, esto se me ocurrió en el auto y tenia que terminarlo yasssss a lo mejor y luego hago otros sobre que paso con Pietro y Vicente o Andy y Shin (perdón por ser asi)
Recuerden que los personajes de Joyce y Rasmus no me perteneces, sino que yo solo escribo esto por diversión uwu la verdadera autora de este par es Ami, a la cual pueden encontrar en Twitter (síganla, hace trabajos bien bellos y es SUPER talentosa <3)
Nos vemos~
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amiorihara · 4 years
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You guys seemed to like the other gifset, so I wanted to make another one 🥳🥳 It seems like no matter what animation I give him, he looks really cute.
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amiorihara · 4 years
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La amortentia es una solución a medias.
Vicente estaba enamorado de Pietro. Mucho. En un principio quiso negarlo, pero le fue imposible cuando durante un partido de Quidditch se había distraído viendo al rubio en las gradas, apoyándolo, terminando con el moreno en el suelo, con la escoba encima y una bonita estadía en la enfermería en la que, claro, fue visitado por el rubio de Ravenclaw. Y la alegría que sintió por verlo ahí a su lado fue lo que destruyo su negación para darle paso a sus incontrolables sentimientos.  
Ahora lo único que quería era invitar a Pietro a salir y decirle lo que sentía. Era un Gryffindor, no tenía miedo a gritar sus sentimientos al aire.
Sin embargo… era difícil acercarse al joven Russo de esa manera, pues, dicho de manera simple, no solía entenderlo por más directo que intentara ser. Quizás era un chico inteligente de la casa azul pero cuando se trataba de amor era un distraído de primera. Llego a pensar que quizás el que estaba haciendo las cosas mal era él y que necesitaba consejos de amor.
Y es por eso que no entiende en qué momento se le ocurrió que pedirle ayuda a Joyce era una buena idea.
—No sé en qué momento pensé que esto era una buena idea.  
—¿Quieres dejar de ser tan negativo, Vicente? ¡Confía en mí, soy un as en el amor!
—Si tú lo dices…
La verdad es que no creía mucho en las palabras del pelirrojo, en especial cuando ese cabeza hueca no se había dado cuenta de que Rasmus, su mejor amigo, estaba enamorado de él y le mandaba señales que podían resultar muy obvias. Joyce seguía sin darse cuenta. Pero Vicente estaba desesperado.
—Muy bien, “as del amor” —dijo Vicente, haciendo comillas en el aire, pero tratando de retener el tono burlón lo más posible —, ¿qué recomiendas que haga?  
Joyce coloco una pose pensativa, con la mano bajo el mentón y la vista clavada en el techo hechizado del Gran Comedor. Vicente solo lo miraba, expectante, mientras pedía internamente que Ravenclaw se tardara un poco más para bajar a desayunar. Entonces, Joyce lo miro con una sonrisa.
—¿Has pensado en la amortentia?  
Al escucharlo, Vicente jadeo indignado.  
—¡Por supuesto que no!  —exclamó. —Jamás pensaría en utilizar una pocion de amor en Pietro. Es vil. Si le gusto quiero que sea por mí no por un estúpido brebaje.
—Está bien, está bien, tranquilo. Solo era una idea —repetía Joyce, alzando las manos en señal de paz. Volvió a su pose pensativa y aunque esta vez tardo un poco más, logro soltar otra idea —¡Ya se! Pietro es inteligente, ¿no? Bueno, que tal si le demuestras que tú también lo eres. Quizás eso te dé una oportunidad.  
—No es tan mala idea.  
—¿Qué te dije? —Joyce se recargo con los brazos tras la cabeza, luciendo una sonrisa orgullosa. —As del amor.
—Aja, sí.
Joyce le miro con mala cara un momento, juguetonamente, pero entonces volvió a una pose pensativa, sin dejar de mirar a su amigo.  
—¿Qué pasa? —pregunto Vicente ante la insistente mirada del pelirrojo.
—Es solo… ¿por qué no solo lo invitas a salir y ya? —le dijo. —Pietro de quien estamos hablando, no te morderá.
—Es complicado, Joyce —gruño Vicente, sintiéndose súbitamente avergonzado.  
—Está bien, como quieras, galán.  
Fue en la tercera hora en Herbología, justo la clase que compartían con Ravenclaw, que Vicente pensó sería el momento indicado para poner en práctica el consejo de Joyce —quien, por cierto, alzaba los pulgares en su dirección desde la otra punta del invernadero—. Pietro estaba a su lado y, frente a ellos, tenían macetas con retoños de mandrágoras las cuales tendrían que pasar a otra maceta para que las plantas lloronas crecieran.  
La profesora Sprout les había entregado un par de orejeras a cada uno para evitar que el llanto de las mandrágoras les afectara. Todos se las colocaron y escucharon las indicaciones de la profesora, pero Vicente, impulsado por querer destacar para Pietro, se adelantó y saco la mandrágora como si fuera algo que hiciera todos los días sin manos y con los ojos cerrados. Obviamente, los chillidos y berridos de la planta no se hicieron esperar, pero Vicente seguía tan fresco como una lechuga.  
Pietro lo miro con una sonrisa y Vicente, por un segundo, pensó que el plan estaba funcionando.
Pero entonces se desmayó y cayo de lleno en el piso. No se había colocado bien las orejeras.  
—Joyce, ¿sería tan amable de llevar a su compañero a la enfermería? —pidió la profesora, mirando al joven pelirrojo.
—Por supuesto.  
Joyce se acercó a paso apresurado a Vicente, lo tomo por los costados y lo llevo hasta la enfermería donde Madame Pomfrey le atendería. Al cabo de unos minutos, el moreno despertó y se encontró con el rostro de su amigo. Y solo con verle el rostro supo que la había cagado.
—¿Tan mal estuvo?
—Un poco, sí. Bastante. —dijo Joyce, intentando, con todas sus fuerzas, no reírse. —Pero, vamos, aún hay oportunidades, tu confía en mí.  
—¿Ahora que tienes en mente? —le preguntó Vicente, sentándose sobre la camilla.
—Bueno, ya vimos que hacerte el “inteligente” no te salió, obviamente —rio Joyce, ganándose una mala mirada de su amigo. Sin embargo, continúo hablando. —Pero hay algo en lo que si puedes lucirte y llamar su atención sin fallar.
—¿Y eso es?
—¡Quidditch!  
El grito de Joyce resonó en toda la enfermería, pero no por eso Vicente se encogió en su lugar.
—En realidad no es mala idea… —murmuro, llevándose una mano al mentón. —Puedo lucirme en Quidditch. Lo malo… es que no tenemos un partido hasta dentro de dos semanas.
—Pero mañana tenemos práctica. —Exclamo Joyce, sonriendo de repente. —Puedo pedirle a Rasmus que lo lleve, ya sabes, están en la misma casa… y creo que a veces ven telenovelas juntos.  
Así pues, al día siguiente, mientras Joyce y Vicente se ponían sus trajes de entrenamiento y se alzaban en sus escobas, Pietro y Rasmus tomaban asiento en una de las gradas para observar el partido. Una vez estuvo en el aire, el moreno busco la mirada verdosa que su nominado crush y, al encontrarla, no pudo evitar sonreír como idiota mientras movía la mano de lado a lado para saludarlo.  
—Presta atención, idiota —Joyce llego volando a su lado, dándole un golpe en la cabeza que le hizo girar a mirarlo de inmediato. —El entrenamiento va a comenzar y si de verdad quieres impresionarlo, debes prestar concentrado.  
—Si, si, tienes razón. —Vicente sonrió en dirección al pelirrojo y le dio una palmada en la espalda. —Vamos.
Todos se pusieron en posición y todas las pelotas fueron liberadas. Vicente y Joyce eran cazadores, por lo que inmediatamente se lanzaron por la quaffle a toda velocidad, creando una jugada perfecta que habían estado practicando y terminando con una exitosa anotación por parte de Vicente, que encendió la emoción de los espectadores.  
—¡Eso, mamona! —gritó Joyce, acercándose a su amigo y dándole una palmada en el trasero, o al menos en lo que podía al estar ambos sobre escobas. La mirada del pelirrojo se movió hacia las gradas. — Bueno, parece que funciona, mira.  
Vicente desvió su atención hacia Pietro y lo vio saltar y aplaudir en su dirección, emocionado. Eso le planto una gran sonrisa en la cara. Se movió con agilidad sobre la escoba hasta llegar a las gradas, justo donde estaba el rubio. Era el momento perfecto para invitarlo a salir, quizás ir a Hogsmeade por una cerveza de mantequilla o solo subir a la torre de astronomía con algunos aperitivos. Realmente no le importaba mucho el lugar siempre y cuando fuera con Pietro.
Pero, bueno, Vicente olvido en medio de que se encontraba.  
—¡Cuidado!  
Y así como así, todo se fue a negro. Una bludger lo había golpeado justo en la cabeza.  
Después de que Vicente salió de la enfermería —¿por qué todos sus intentos terminaban en la enfermería? — acompañado de Joyce, no tuvieron más opción que volverse a integrar en sus clases. Incluso si Vicente se moría de la vergüenza y lo único que quería hacer era esconderse en el armario de escobas hasta Navidad. Joyce solo trataba de subirle el ánimo, pero no fue de mucha ayuda cuando se dieron cuenta de que su siguiente clase era Pociones, la cual compartían con Ravenclaw. Genial.  
Entro al salón de clases ocultándose tras Joyce, jalándolo de su túnica hasta el fondo para que Pietro no le viera. Joyce solo bufo y miro a su amigo con una ceja alzada.
—En este momento no mereces pertenecer a Gryffindor —dijo, tomándole por el hombro. —No tienes por qué ocultarte, Pietro jamás se burlaría de ti.
—Lo sé, pero eso no quita el hecho de que hice el ridículo delante de él dos veces. —chillo Vicente, sintiéndose mortificado y batallando porque sus mejillas no se ruborizarán. —¿Cómo te sentirías tú si te pasara lo mismo con Rasmus?
Ante la mención de su mejor amigo, el pelirrojo parpadeo, confundido.
—No entiendo, ¿qué tiene que ver Rasmus?  
Vicente miro a Joyce como si le hubiera salido una segunda cabeza. Intercalo su mira entre el pelirrojo y el azabache de cabello largo al otro lado de la sala. Volvió hacia Joyce, quien seguía mirándole confundido. Y entonces se sintió mal por Rasmus y lo despistado que podía llegar a ser su compañero de casa.  
—Olvídalo.  
Y justo cuando Joyce estaba por contestarle, el profesor los mando a callar con un grito que más bien pareció un gruñido, por lo que no les quedo más opción que quedarse quietos en su lugar. La clase comenzó con un repaso de lo que habían visto la clase pasada antes de seguir adelante con las pociones de ese día. Y no fue hasta que todas las preguntas fueron contestadas que el profesor destapo las pociones y, casi de inmediato, Vicente reconoció una de ellas.
Amortentia.  
—Bueno, alumnos, ¿alguien puede decirme cual poción es esta? —preguntó el profesor, señalando la amortentia que burbujeaba en un caldero justo en el centro de la mesa. Pietro levanto la mano. —Joven Russo.
—La amortentia es una poción de amor, señor —comenzó a explicar el rubio —, puede generar un poderoso enamoramiento, pero no amor de verdad, es más que nada una obsesión. Además, la amortentia huele diferente para cada persona dependiendo de lo que le atrae. —Pietro se acercó un poco más a la poción y olfateo. —Por ejemplo, a mí me huele a cítricos y… chile.  
Al terminar de hablar, Pietro parecía un poco avergonzado. Las mejillas se le colorearon de un tenue color rosa y de inmediato retrocedió hacia su lugar a un lado de Rasmus. Vicente lo observo desde la otra punta, curioso sobre aquello que había dicho el rubio. ¿Cítricos y chile?
El profesor felicito a Pietro por su respuesta y entonces les pidió a todos que hicieran una fila para ver la amortentia y el resto de pociones. Cuando fue el turno de Vicente y Joyce este último le dio un codazo para llamar la atención del moreno.
—Justo ahora podemos usar el plan A —le dijo, con una sonrisa juguetona y señalando la poción de amor.  
—No, ya te lo dije… quiero algo de verdad —expreso Vicente, un poco desanimado al recordar todos sus intentos fallidos. —Además, el profesor nos está vigilando.  
Los dos chicos asintieron y se acercaron a la poción para olfatear, separándose con una expresión inescrutable.
—Huele a moras —dijo Vicente. Él reconocía ese olor y en el fondo se sintió algo avergonzado pero agradecido de que nadie más pudiera olfatear lo mismo que él. Miro a Pietro por el rabillo del ojo, sonriendo como un bobo enamorado.  
Había estado enamorado de Pietro desde hace un buen tiempo, ¿y como no? Si el rubio era el chico más increíble de toda la escuela. Aún recuerda la primera vez que lo vio, cuando Pietro se convirtió en su tutor de pociones para evitar que reprobara; había sido paciente y le había explicado hasta la más mínima cosa, logrando que las complicadas recetas se quedaran en el cerebro de Vicente y lograra aprobar sus exámenes. Con el tiempo, se hicieron amigos.  
Pietro le apoyo cuando hizo las pruebas para el equipo de Quidditch. Pietro le acompaño en la enfermería la primera vez que una bludger le golpeo en la cabeza. Pietro estuvo a su lado cuando el sauce boxeador le atrapo.  
Pietro estuvo a su lado en las situaciones buenas, malas y vergonzosas. Lo acompañaba con una sonrisa, una palmada o su simple pero confortable silencio.
Entonces, pensó Vicente, ¿por qué estaba tan asustado de pedirle una cita?  
Miro a Joyce, que olfateaba la poción, y pensó en que tenía razón.  
—Esto huele a flores y manzana —dijo Joyce, una vez se alejó de la poción. —¿Qué carajos? ¿Cómo por qué?  
La mirada del moreno se desvió hacia Rasmus justo a tiempo para sorprender al chico mordiendo una manzana para después esconderla entre los pliegues de su túnica. Sonrió de oreja a oreja. Quizás Joyce era bueno para el amor ajeno, pero no para su propia vida amorosa. Así que podría devolverle el favor.
Tomo al pelirrojo de los hombros y lo giro para mirarlo de frente.
—Joyce, tenías razón —escupió, sintiéndose extraño al saber que esas palabras se habían escurrido de su boca. Pensó que solo las diría en una situación de vida o castigo en el bosque prohibido. —Solo tengo que pedírselo, no necesito un teatro para hacerlo.  
Y si la sonrisa en el rostro de Joyce no fue suficiente para que se estremeciera, el golpe que le dio en los hombros lo fue. El bruto era más fuerte de lo que aparentaba.  
—¡Ahora sí estás hablando como un verdadero Gryffindor! ¡Ve por él, león!  
—Eso hare, pero… te hare un favor en el camino —le guiño un ojo. —Me lo agradecerás.  
El moreno de pronto se sentía lleno da valentía. Sentía que nada lo iba a detener. Y por eso, cuando llego frente a Pietro, la sonrisa no se la quito nadie, ni siquiera el recuerdo de sus intentos fallidos anteriores.  
—Hola, Pietro.
—Hola, Vicente.
—Escucha, yo me estaba preguntando si… bueno, ¿les gustaría a ti y a Rasmus acompañarnos a mí y a Joyce a Hogsmeade?  
La pregunta ya estaba ahí, flotando entre los dos y la mirada de Rasmus, esperando una respuesta que le acompañara.
—Te refieres… ¿a una cita? —murmuro el rubio. Vicente juro que vio un poco de reojo en sus pálidas mejillas.  
Y aquello hizo tan feliz a Vicente que sonrió todavía más grande.
— Sí. Sí, es una cita.  
—Claro, seria genial —sonrió Pietro para después dirigir su mirada a su compañero de casa —¿Rasmus?
El azabache se veía un poco indeciso. Volteo en dirección a Joyce y lo vio bromeando con un Hufflepuff, siendo el idiota divertido que siempre era. Entonces una tenue sonrisa se pintó en su rostro.
—Por supuesto, será divertido.  
—¡Rasmus, ven, tienes que ver el hechizo que me enseño Travis! —gritó Joyce desde el otro lado del salón, apuntando al Hufflepuff de hace un momento. Rasmus rio y, tras despedirse, camino hacia su amigo.  
Vicente también estaba por despedirse y regresar a su lugar cuando Pietro le tomo por la túnica y le acerco levemente, para que solo él le escuchara. El moreno lo sintió tan cerca que su piel se erizo.  
—¿Nos podemos ver en la torre de astronomía al terminar las clases? —le susurró, con voz dulce y serena.
El corazón de Vicente se saltó un par de latidos antes de querer escapar y profesar su amor a Pietro Russo.
La única respuesta fue un asentimiento feliz antes de despedirse y regresar a su lugar. Y entonces lo recordó… el shampoo que utilizaba era de cítricos.
Bueno, al final la amortentia no fue del todo necesaria, pero jamas quedaría totalmente indiferente. 
                                                            —
Hola otra vez~
Aquí esta la primera parte de un two-shot sobre estas dos parejitas SJSKJSK en el próximo veremos acerca de su cita y nos enfocaremos mas en Joyce y Rasmus asies
Espero les haya gustado <3
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amiorihara · 4 years
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DRRR twitter dump 2
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: Romper las reglas (nsfw).
Todos los maestros y alumnos en Hogwarts veían a Pietro Russo como un estudiante y miembro de Ravenclaw intachable y con un comportamiento envidiable. Cumplía con sus tareas, participaba en actividades extracurriculares, era educado y, además, decían los susurros en los pasillos, era atractivo. Y no olvidemos que no era envidiado únicamente en lo académico, sino que, al parecer, su vida amorosa era envidiada por algunos estudiantes desde que comenzó a salir con Vicente Quintana, un cazador de Quidditch perteneciente a Gryffindor. Llevaban un año y medio juntos.
Así que sí, Pietro Russo era un estudiante envidiable.
La mayor parte del tiempo.  
                                                          .
                                                          .
                                                         .
Era una noche cualquiera de marzo, cuando Pietro caminaba por los pasillos del castillo con los libros entre las manos, la varita en el bolsillo y la túnica revoloteando a su alrededor. Caminaba lo más rápido que podía porque pronto apagarían las luces y los profesores saldrían para amonestar a cualquiera que no estuviera en la cama. Él no quería eso. Por eso caminaba de prisa, pero intentando ser lo más silencioso posible. En situaciones como esas deseaba ser un animago para convertirse en un animal pequeño y escurridizo que puede llegar a los dormitorios sin ser descubierto.
Y estaba a punto de lograrlo, estaba por llegar a los dormitorios de Ravenclaw.
Cuando alguien le tomo por la túnica y le arrastro a un rincón oscuro del pasillo, donde difícilmente se les podía ver.  
—Hola, cariño.
Y ahí, frente a él, se encontraba Vicente, luciendo la sonrisa más socarrona que alguna vez imagino.  
El moreno también portaba su túnica con colores rojos y amarillos. Le tenía acorralado contra la pared y con una mínima distancia separando sus rostros. Tenía un brillo travieso en la mirada que era más que suficiente para que Pietro descubriera sus nada buenas intenciones. Y la verdad es que no tenía ningún problema con seguir el juego de su novio. Tomo su varita y dejo sus libros flotando a su lado, para lograr librar sus manos y ponerlas alrededor del moreno, atrayéndolo a él.  
—Hola, lindo —susurró, con voz dulce y deslizando cada letra con suma delicadeza.  
Vicente lo tomaba por la cintura y dibujaba figuras imaginarias sobre la tela de su ropa, imaginando, muy en el fondo de su mente, que esta no existía y podía aventurarse al mapa que existía en la piel de su novio. Venía de la Torre de Astronomía cuando vio a Pietro caminando por los pasillos como una señal divina, pues había pasado las últimas horas pensando en su rubio favorito mientras las estrellas danzaban sobre su cabeza y escuchaba el murmullo de las pezuñas de los centauros moviéndose por el bosque a la lejanía.  
Entonces bajo y pensó que buscaría alguna manera para entrar en la sala común de Ravenclaw por su novio. Aunque no hizo falta.  
—Te estaba buscando —dijo Vicente, aun con una sonrisita en la cara y con las manos en la cintura ajena.  
—Me encontraste.  
—Y es perfecto porque, estaba pensando y… —sus manos se movían por el cuerpo de su chico, arrugando la túnica y buscando un milímetro libre de piel para dejar su huella. Se inclino sobre el contrario para susurrarle al oído —¿qué tal si rompemos las reglas?  
Pietro abrió los ojos un poco más cuando escucho eso. Movió un poco los pies y apretó su agarre alrededor del cuello de Vicente. Sabía lo que el moreno quería decir y aunque una parte de él gritaba ¡hagámoslo! la otra parte temía ser descubierto y castigado por eso.  
Al vislumbrar el brillo de incertidumbre en los ojos verdes de Pietro, Vicente se aventuró a besarle detrás de la oreja. Le tomo de las muñecas y acaricio sobre su pulso, dejando que las yemas de sus dedos se derritieran encima. Entonces sintió al rubio estremecerse bajo su tacto. Así que lo hizo otra vez; lenta, profunda y peligrosamente.  
Y Pietro pensó que romper las reglas no sería tan malo.  
Vicente saco su varita y hechizo a los libros para que se fueran flotando hasta la cama de su novio. Una risa juguetona escapo por parte de los dos, antes de que se tomaran por las manos y se lanzaran por el oscuro pasillo con un solo destino en mente: la torre de astronomía. Nadie podía negar que la torre de astronomía tenía una vista espectacular, y ya que follar sobre una escoba resultaba peligroso y potencialmente mortal, ellos se conformaban con hacerlo en las alturas de la torre. Corrían por los pasillos entre risas que intentaban reprimir y sintiéndose como un par de chicos malos que rompen las reglas.  
Cuando por fin, después de mucho escabullirse, lograron llegar a la torre, nada los detuvo. Se besaron con ímpetu, perdiendo el aliento entre sus labios y saboreando con total lujo. Vicente tenia a Pietro por la cadera, arrugando la perfecta túnica planchada del joven digno de Ravenclaw. Por otro lado, Pietro le tenía enganchado por el cuello, haciendo más profundo el contacto y deseando con cada nervio de su cuerpo que las barreras entre ellos no existieran.
Las túnicas desaparecieron en un par de minutos más, siendo seguidas por las corbatas, cada una de diferente color. El moreno abrió el cuello de la camisa de su novio y mudo los besos hacia ahí; besaba, succionada y lamia con total concentración, guiado por los impulsos más primitivos que aullaban y gruñían en su interior. Buscaban salir y él no se los iba a negar. Y cuando escucho a Pietro gemir, sintió que todo se alocaba un poco más.  
El frio les golpeaba con todo lo que daba, pero ellos simplemente no lo notaban; sus cuerpos comenzaban a estar tan calientes que sentían las perlas de sudor juntarse en las orillas de sus rostros. Pietro, tomando iniciativa, alejo a Vicente de su cuello, tomándolo por las mejillas y volviendo a besarlo, dándole, esta vez, protagonismo a sus lenguas ansiosas. Las camisas desaparecieron y las varitas terminaron rodando por el suelo. Pero no les importaba.  
El rubio dio un pequeño salto y enredo las piernas alrededor del moreno, quien le tomo por los muslos y los estrujo entre sus dedos, deseando que incluso a través de la ropa sus dedos quedaran marcados como un punto clave en la piel nívea. Se estrellaron contra una de las paredes, pero ni eso los detuvo. Sus cuerpos estaban ardiendo y el placer se arrastraba en su piel, buscando entrar en sus poros, atravesar su carne e inyectarse en sus nervios.  
—Vicente… —gimió Pietro, enterrando las uñas en los hombros canela del nombrado. Sentía la dureza de su novio contra su estómago y eso le ponía más duro todavía.  
Con una habilidad envidiable, desabrocho el cinturón y los botones del pantalón ajeno, deshaciéndose de él lo suficiente como para sentir el palpitante miembro de su novio contra sus palmas. Se mordió el labio al sentir un tirón en su propia entrepierna. Sentía su cabeza cada vez más ligera y solo se podía concentrar en las sensaciones que el tacto de Vicente tenía sobre él. Comenzó acariciando por encima de la tela, suavemente y queriendo jugar un poco con el moreno. Le acariciaba con total devoción y sintiendo como su palma y dedos cosquilleaban. Fue más allá y ahora sentía la piel candente frotarse contra su palma.  
Vicente gruño y echo la cabeza para atrás. Esto fue aprovechado por Pietro quien, casi de inmediato, se lanzó a besar y lamer el cuello ajeno, mientras su mano seguía ocupada ahí abajo. Escuchar los sonidos guturales que hacía Vicente le hacían perder la cabeza poco a poco. Y entonces, su pantalón también fue removido.  
El moreno no quería ser el único que disfrutara, por lo que también comenzó a masturbar a su novio, llegando a una sincronía donde los gemidos y jadeos no se dieron por perdidos. El ambiente era perfecto para que pronto sintieran como se desarmaban. El calor era abrasador y fracturaba su interior en miles de pedazos. Y ellos continuaba, deseosos de romperse, desbaratarse, fragmentarse con un calor sofocante a su alrededor.  
Los tirones en sus entrepiernas eran innegables, así como el deseo de fundirse por la cadera y dejarse llevar por el salvaje oleaje del placer carnal. Sus mentes estaban en blanco. Sus gargantas raspaban gemidos profundos. El sonido de sus pieles frotándose se escuchaba con fuerza. Decían sus nombres como la única palabra existente en el mundo. La única que necesitaban para saber cuan bien se sentían.  
Y entonces, sus sentidos explotaron en niebla blanca y gruesa. Sus cuerpos se liberaron y el calor los termino de romper. Estaban desechos, pero completamente satisfechos.  
Cuando recuperaron el aire, compartieron un beso cómplice, con risas y sonrisas traviesas de por medio. Se abrazaron con cariño y volvieron a ponerse sus ropas para bajar y regresar a las habitaciones sin ser descubiertos. Compartieron un beso cuando sus caminos tuvieron que separarse y cada uno corrió en direcciones opuestas.  
Pietro era un buen estudiante, eso sin duda, pero, algunas veces… romper las reglas era muy divertido.  
                                                           —
El día de hoy les traigo un nuevo one-shot con dos de mis hijos en plena hormona alborotada JSKSSKK ay 
Debo decirles que me divierto mucho escribiendo acerca de este AU y no lo voy a dejar por un tiempo pero, por fin, encontré una pareja de HP sobre la que quiero y NECESITO escribir (?) que es el Wolfstar asIES <3 aunque esos los voy a publicar por wattpad-
En fin, espero les haya gustado, gracias por leer~ 
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amiorihara · 4 years
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OC!Hogwarts: La valentía de un Gryffindor.
Cuando Rasmus entró en Hogwarts se dijo a sí mismo que se alejaría de los problemas y solo se concentraría en estudiar, sacar buenas notas, tener un buen control de su varita y quizás investigar a las criaturas mágicas que viven en los terrenos de la escuela. Y todo esto, él lo traducía cómo mantenerse alejado de los estudiantes más problemáticos: los Gryffindor. Y no es que tuviera prejuicios ni mucho menos — bueno, tal vez un poco— pero era bien sabido que esos impulsivos con cabeza de aire eran los primeros en buscar problemas y él no quería verse involucrado, por lo tanto, era mejor mantenerse al margen de la casa del león.
Tal vez estaba actuando un poco prejuicioso, pero no podían culparlo después de que terminó casi molido a golpes por el sauce boxeador gracias a un par de compañeros Gryffindor. Sí, ahí comenzó su problema.
Y su plan funcionó por un tiempo; las buenas notas, ganar puntos para su casa y ni un solo castigo o llamada de atención. Pero, como dije, solo un tiempo.
Fue a mediados de segundo año, mientras caminaba por las afueras de la escuela, cerca del campo de Quidditch, cuando su increíble y clase infalible plan para repeler a los Gryffindor se fue al caño. Él caminaba de manera despreocupada mientras leía su libro de pociones y tarareaba una canción por lo bajo, cuando de pronto, escucho un zumbido que se acercaba.
—¡CUIDADO!
Sin embargo, cuando alzó la vista, fue demasiado tarde. Aquel zumbido se transformó en un fuerte estruendo que terminó con él en el suelo, la cabeza dándole vueltas y el cuerpo adolorido. Además, tenía a alguien encima. Se quejó en voz alta, escuchando como el otro sujeto hacia lo mismo.
— Agh, vaya aterrizaje de mierda… debí tomar prestada la escoba de Zebra. — El joven se quejaba en voz alta, poniéndose de pie casi como si nada y solo sacudiendo su uniforme. Rasmus lo vio desde el suelo; se trataba de un chico pelirrojo, con arete es y un par de orbes claros. Y, oh sorpresa, la característica corbata de Gryffindor. Genial. El pelirrojo, ahora de pie, se giró hacia él. —¡Oh, por Merlin, lo siento, no te vi ahí de pie!
— Sí, lo imagine.
El pelirrojo se apresuró a tomar al azabache por los brazos para ayudarlo a ponerse de pie, pero apenas y Rasmus se irguió, fue atacado por un mareo que lo obligó a sostenerse de su compañero. El despistado deportista lo sostuvo y le miro alarmado cuando se percató que de la nariz del elegante chico escurría un río de sangre.
—¡Puta madre, estás sangrando! — exclamó, un poco horrorizado. Hizo que el chico lo rodeará con su brazo y entonces comenzó a caminar con él a cuestas. — Vamos, te llevaré a la enfermería.
— No es necesario…
— Oye, yo te derribe, es lo menos que puedo hacer.
Y aunque Rasmus pensó en objetar otra vez, con la cabeza dándole vueltas no era muy fácil, por lo que simplemente se dejó llevar por el desconocido chico de Gryffindor. Al llegar, fueron recibidos inmediatamente por Madame Poppy Pomfrey, quien tomó a Rasmus y lo llevó a una de las camillas, dejando al otro chico en la entrada.
Al verse lejos del Gryffinfor, Rasmus pensó que podría olvidar ese incidente y volver a su antiguo plan como si nada.
Pero olvidaba que los Gryffindor también suelen ser tercos.
                                                      (…)
Rasmus se encontraba en el gran salón, leyendo un libro sobre criaturas fantásticas y preguntándose si Hagrid podría ayudarle a encontrar un par para verlos más de cerca. Ojalá pudiera ver un hipogrifo. Lo cierto es que había sido una mañana tranquila y tenía la esperanza de que así sería el resto del día, pero…
—¡Oye, eres tú!
Hablo demasiado pronto.
Alzo la vista y dejo su libro de lado, encontrándose con el Gryffindor pelirrojo con el que había chocado hace un par de días. El joven traía puesta su túnica, aunque la corbata estaba mal arreglada, sin embargo, traía una gran y enérgica sonrisa en los labios. Rasmus le miro, un poco incomodo, y paseo su vista por el resto de la sala en busca de algún otro miembro de su casa que pudiera salvarlo. Nada. Mierda.
—Hola —dijo entonces, resignándose y cerrando su libro por completo. —Sí, soy yo.
—Oye, quería disculparme por esa vez, sabes. —El chico se encogió de hombros y de pronto, parecía un poco avergonzado. —No estuvo nada bien, lo siento.
—Está bien… eh.
—Joyce. —Respondió, volviendo a su sonrisa energética y estirando la mano para que el otro chico la tomara. Rasmus lo hizo.
—Rasmus, un gusto.
—Bueno, solo quería disculparme, te dejo terminar con tu lectura —Joyce se puso de pie y comenzó a caminar hacia la salida, girando solo un momento para despedirse agitando la mano hacia Rasmus. —¡Nos vemos por ahí!
Y Rasmus no estaba tan seguro de querer eso.
                                                        (…)
Una noche que parecía pintar ser tranquila e incluso aburrida, Rasmus caminaba por los pasillos de noche, intentando llegar a su dormitorio sin que ningún maestro o prefecto le encontrara. No todos apoyarían que hubiera estado merodeando por la noche en busca de alguna criatura fantástica, incluso si no tuvo suerte. Así que ahí estaba, caminando lo más sigiloso posible y deseando tener una capa de invisibilidad para hacer todo más fácil.
Ya casi sentía el triunfo, sin embargo, cuando caminaba cerca del baño de hombres escucho un estruendo por el pasillo. Dio un brinco en su lugar y saco su varita en un reflejo. Todo el lugar estaba en total oscuridad y comenzaba a ponerse nervioso.
—Lumos —susurró y apenas su varita dio un poco de luz, se encontró de frente con un trol. Él grito, él trol grito y de pronto, se veía corriendo hacia el baño de hombres a ocultarse.
Corrió a uno de los cubículos del baño, pero apenas y abrió una puerta fue destruida por el mazo del trol que buscaba agarrarlo a toda costa. Rasmus se movió hacia el otro extremo del baño, haciéndole frente al horroroso trol que lo observaba con la boca abierta, escupiendo su asqueroso aliento por todo el baño.
—¡Bombarda! —exclamo, lanzando una explosión hacia el trol, pero solo logrando que se tambaleara hacia atrás mas no cayera. —¡Diffindo!
Con aquel hechizo logro hacerle un corte al trol, sin embargo, no fue suficiente y, por el contrario, logro hacerlo enojar más. Se movió al otro lado del baño, huyendo de los golpes que lanzaba el trol. El monstruo parecía no cansarse y él solo podía desear que algún profesor apareciera.
—¡Flipendo!
Y entonces, una voz que se le había hecho familiar en las últimas semanas, apareció.
Se trataba de Joyce, que estaba de pie en la entrada del baño con su varita en alto y haciendo retroceder al trol con ese hechizo, distrayéndolo. Rasmus aprovecho eso para correr hacia el chico. Ahora estaban los dos juntos de pie, con las varitas en alto y el miedo drenándose de sus sistemas.
—Tu ve por la derecha y yo por la izquierda —dijo Joyce a Rasmus.
Los dos se movieron de tal manera, acorralando al trol que se veía más molesto que nunca, levantando su mazo y listo para golpear a cualquiera de los dos jóvenes. Rasmus estaba listo para lanzar otro hechizo cuando el trol lo tomo y lo alzo en el aire, dejándolo frente a su rostro, gritándole y echándole su mal aliento en el rostro.
—¡Asco! ¡Aguamenti! —chilló, rociando con un chorro el rostro del trol. El monstruo tambaleo antes eso y Joyce lo tomo como la unidad perfecta.
—¡Ebublio!
De ese hechizo dicho por el pelirrojo, una burbuja salió y capturo al trol, inmovilizándolo totalmente y dejando caer a Rasmus en el suelo. Joyce corrió hacia el azabache mientras por la puerta entraban un montón de maestros, notablemente sorprendidos por verlos a ellos vivos y al trol capturado. Ellos fueron mandados a la enfermería, no después de recibir un regaño por estar despiertos tan tarde y haberse arriesgado de aquella manera.
Cuando llegaron, Madame Pomfrey no se encontraba, así que se sentaron en una de las camillas a esperarla —incluso si se sentía bien y realmente no habían recibido daño—. Estaban en silencio, solo jugando con sus manos y evitando la mirada del otro por alguna razón y no es que estuvieran avergonzados, quizás solo no sabían que decir después de tremendo encuentro.
Rasmus se sentía un poco culpable, en realidad.
—Vaya noche, ¿eh? —Joyce fue el responsable de romper el silencio, intentando bromear. —Al menos tenemos una anécdota interesante ahora.
—¿Por qué?
Joyce parpadeo, confundido.
—Bueno, no todos los alumnos pueden decir que pelearon contra un trol, supongo que eso es inte-
—No. —Le corto Rasmus, ahora mirándolo de frente, totalmente serio. —Quiero decir, ¿Por qué entraste a ayudarme?
—Oh, eso —exclamo Joyce, abriendo los ojos un poco más y ladeando la cabeza. Lo pensó un momento y después, como un rayo de luz, su sonrisa volvió a aparecer. Una sonrisa para Rasmus. —Es simple; no podía dejar a un compañero solo y en peligro.
—¿No te dio… miedo?
—Pfff, nop.
—Pudimos morir.
—Pero no lo hicimos.
Rasmus le miro como si estuviera loco pero aquel ambiente que se había vuelto un poco tenso gracias a eso, se aligero cuando soltó una gran carcajada, confundiendo al pelirrojo. Rasmus era un Ravenclaw que disfrutaba de paz y tranquilidad, no le gustaba mucho meterse en problemas y es por eso que había decidido alejarse de los impulsivos con cabeza de aire de Gryffindor. Él los veía como trogloditas que solo querían caos, peligro y adrenalina, y fue por verlos de esta manera tanto tiempo que olvido una de sus características más importantes… la valentía. El coraje. La caballerosidad.
Cualidades que poseía Joyce.
—¿Rasmus? ¿Estás bien? —preguntó Joyce, intranquilo porque el azabache ya llevara un buen rato riéndose. Se pregunto si acaso el golpe contra el suelo lo había afectado.
Rasmus dejo de reír. Tomo aire y sonrió. Entonces miro a Joyce y olvidando por un momento el color de sus uniformes, dijo:
—Gracias por ayudarme hoy, Joyce.
El pelirrojo sonrió al escucharlo y asintió, ofreciéndole la mano para un apretón, cosa que el otro acepto.
Entonces, en esa enfermería después del ataque de un ogro, Rasmus pensó que los Gryffindor no eran tan malos, después de todo.
                                                       —
Hola~
Bueno, la verdad es que últimamente tengo MUCHAS ganas de escribir sobre el mundo de Harry Potter pero escribir fanfics de sus personajes no me sale y no se porque, así que decidí hacer AU con personajes originales. Los utilizados aquí, Rasmus y Joyce, pertenecen a una amiga a la cual pueden encontrar en Twitter como Ami (https://twitter.com/AmiOriharaUwU) síganla porque tiene proyectos muy bonitos y es muy talentosa <3 t ano eds muak
Ahora, publico esto aquí y no en wattpad porque… no sé, me gusto la idea de publicarlo aquí xdxd
Próximamente también traer de mis personajes~
También una disculpa bcs aun no manejo muy bien el mundo de Harry Potter así que tal vez algunas cosas estén mal, lo siento :( estaré practicando
Gracias por leer~
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amiorihara · 5 years
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Fanarts of the cyberpunk!AU  How to feel Real by tastewithouttalent (which is great I can’t stress enough how in love I am with it)
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amiorihara · 7 years
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Durarara Omikuji
| omikuji; fortune-telling paper strips | #1 Izaya Orihara 《凶》: curse #2 Mikado Ryugamine 《吉》: blessing #3 Shinra Kishitani 《小吉》: small blessing #4 Masaomi Kida 《中吉》: middle blessing #5 Shizuo Heiwajima 《大吉》: great blessing
wanna try omikuji? just visit drrr website. until Jan. 3 happy new year everyone!
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amiorihara · 7 years
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amiorihara · 7 years
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They ain’t saying shit but this made me cry o(´^`)o
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amiorihara · 7 years
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fellas tell me, is it gay to do a gay meme?
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