andreifernandez-escritos
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Recopilación de escritos
20 posts
(andrea fernández)
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andreifernandez-escritos · 7 years ago
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De memoria*
Ese verano parecía que todos los días eran iguales. Me despertaba cuando sonaba el timbre de la escuela vecina. Charlaba con Teresa mientras ella fumaba con la mirada fugada por la ventana, y se “quemaba” el café. La miraba unos segundos a Ofelia, antes de despertarla. Ella, cuando abría los ojos un poco se asustaba, después me preguntaba quién era yo, como si fuera la primera vez. Yo le decía mi nombre, le contaba de mi viaje y mi madre; ella me decía que el café que le había llevado a la cama era el más rico que había tomado en su vida. A veces, se espantaba al verse al espejo, porque no sabía que ya era vieja. Se asombraba también tremendamente cuando le decía que no estábamos en Santiago del Estero, sino muy cerca del mar, en una isla. No me hacía preguntas sobre eso, parecía inmediatamente recordar por qué estaba ahí. Tampoco preguntaba sobre él, solo me señalaba a veces su retrato, y decía “mi Chicho”. De él nunca se olvidó.
Tanto sufrimiento y cosas raras que uno no entiende. No saber por qué te llevaban que no te daban explicaciones de nada.
Cuando volví a Tucumán, empezando el invierno, María nos pidió que la acompañemos a buscar el lugar donde mataron a su papá. Nos contó del Campamento, de las cartas que él les mandaba citando alguna chacarera, de las cosas que llevaba en su bolso; también nos contó cómo eran sus ojos. Fuimos a buscar a Humberto y su tanque de oxígeno, y él fue quien dijo unas horas después, en un hueco del cañaveral que iba al lado de la ruta: “aquí, doblemos”. Lo dijo sin dudar, y nos guió hasta el río, reconociendo el perfil de los cerros, para señalarnos un lugar entre los árboles y dibujar con un gesto de su mano ese camino que no se borraba de su memoria. Habían pasado treinta y nueve años de esa noche, que él escuchó los disparos, y supo que había caído Chicho.
Hay mucha gente que tiene miedo de hablar de contar las cosas que pasó. Hay gente que no sabe y algunos que saben un montón de cosas que han pasado que han vivido que han sobrevivido.
Fui a cocinar a la casa de Humberto durante cuatro meses, casi todos los días, después de esa mañana que lo conocí acompañando a María. Abríamos un vino, y él me contaba una parte de su vida. A veces lo acompañaba a hacer compras, o al médico. Un día me pidió que pinte una estrella roja en su jardín. Solo lo grabé una vez, cuando me relataba el fin de una historia de amor. La grabación termina cuando él dice: “Son cuestiones ¡la mierda! profundamente humanas. Pero todos los días se vive, todos los días hay vida”. “Sos mi última historia de amor” me dijo, también. Fue dos días antes de que comience el verano otra vez que cantamos “a los cerros tucumanos/me llevaron los caminos/y me trajeron de vuelta/sentires que nunca se harán olvido” mientras se cubría de tierra el cajón con su cuerpo.
Han entrado adentro han revuelto todotodo.
No sé qué buscaban.
Nunca han encontrado nada en mi casa. Nunca nunca han explicado nada.
Ese mismo diciembre que se murió Humberto, en medio la lluvia, entramos por primera vez al monte. Joaquín todavía niño, buscaba entre la vegetación algún rastro de su abuelo, de la Compañía de Monte. Yo, hacía mucha fuerza para sacar cada pie del barro, y dar un paso más. Al día siguiente llegamos a esa Biblioteca Popular, que dos años después íbamos a pintar de rojo, ya siendo una familia con quienes la habían fundado; ahí he conocido a esa mujer de cabello largo y ondulado a quien iba a acompañar mientras ella descubría la historia de su pueblo, y cambiaba la comprensión de su propia vida. Ese mismo día que entramos al monte en la lluvia también conocí a Serrucho, que nos llevó a hablar con su padre a una finca de limones donde él había vivido siempre, pero donde ya no quedaba nada de antes. Serrucho me ha contado desde entonces como treinta veces cómo fue la noche, y el día después, cuando por fin lo soltaron y supo que no iba a morir asesinado por los milicos. En su historia, de la vuelta a su casa después de haber estado detenido meses, después de caminar días desnudo y lastimado, en su vuelta a la libertad (como dice él), termina diciendo: “Cuando he subido al tren, me han venido unas ganas de llorar, y he llorado, y la gente me miraba”.
Yo digo que la gente pobre ha sufrido más.
También a gente que tuvo dinero le llevaron
y ha sido difícil para ellos.
Pero a la gente pobre que le llevas un familiar un padre y quedas como mi vieja que quedó con un montón de hijos y no teníamos para comer ni nada**
Era ya tiempo de frío cuando conocí la cara de René, sonriendo hace cuarenta años entre los cañaverales. Ese día a Marta, la hermana de Serrucho, la habían llamado para darle la noticia de que los huesos de René también estaban en ese Pozo, cerca de la estación de trenes abandonada, en el barrio donde yo crecí, donde a todos los niños nos enseñaron a escuchar el ladrido y el ruido de las cadenas del Perro Familiar. Meses después, dentro de un espacio llamado Tewok (la palabra wichí para nombrar al río) el maestro bilingüe me dijo: “Vas a ir entendiendo que convivimos con muchas presencias, algunas son personas que ya no tienen cuerpo”. Ese mismo día, Manuel escribió en su muro “Hay nombres, no hay cuerpos; Santiago Maldonado, un nombre cuyo latido corrobora que somos habitantes de una tierra de ausencias”***
*Texto escrito para la exposición “Golpe en seco”, curada por Hernán Camoletto, dentro del Proyecto “Presente Continuo”, realizada en mayo de 2018 en el Museo de la Memoria de Rosario (Santa Fé).
** Los párrafos en cursivas son fragmentos del testimonio de Marta Castellano, entrevistada por la antropóloga Daniela Domínguez en 2016. Marta es hermana de René Castellano, trabajador rural militante del ERP secuestrado en 1976 de su casa de Caspinchango, sur de la provincia de Tucumán, cuyos restos fueron identificados en junio de 2017 en el Pozo de Vargas, en la capital tucumana.
*** Este texto fue escrito antes de que se encuentre el cuerpo, sin vida, de Santiago Maldonado. La última cita fue copiada del perfil de FB de Manuel Quaranta.
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andreifernandez-escritos · 7 years ago
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Las honduras luminosas*
La memoria. Un agujero tan negro que transparenta.
(Eugenia Almeida)
 La noche, con la espumita del río
te está tejiendo un encaje, mi niño.
(Atahualpa Yupanqui)
Marcos es un niño que camina de la mano de su padre bajo un parral en la noche. Se asombra de las formas que proyecta la luna en el tránsito de su reflejo en las ausencias de lo palpable.
Marcos me cuenta sobre su hacer, el cómo y el por qué. Ese relato es parte de su tejido artesanal. Él propone pensar en nosotros como parte de un juego de claroscuros, donde los actos más “oscuros” son atravesados de acciones “luminosas”. Me imagino saltando de la luz a la sombra, como si fueran distintos espacios, y no un mismo espacio con distintas afectaciones visuales. Emerge la imagen de un encaje, de una puntilla, pero los frágiles hilos son sustituidos con alambres de púas. Leo de repente esta construcción como un dulce canto y también como un gesto de defensa. Lo que acaricia y lo que hiere, como proyecciones de una misma cosa que emerge de nosotros mismos.
Marcos se detiene a hablar sobre las sombras. Me detengo a leerlo, pienso en la pintura y en la noche como productoras de sombras. Él menciona al barroco y, entre todo el caudal de cosas que esa palabra me acerca, aparece otra vez la pintura. Lo que se sumerge en las sombras, de lo que cuentan las sombras. La profundidad, lo hondo, la distancia. En la naturaleza, en las noches hay lugares en los que, si vas andando, simplemente no podés ver nada; hay agujeros negros que se esfuman a espacios donde las siluetas se confunden con las sombras de los cuerpos. Sabemos que los ojos nunca nos prometieron certezas, más bien garantizan ilusiones.
Marcos escribe sobre la comprensión de estructuras propias de la violencia que pueden ser atravesadas por acciones “luminosas”. Recuerdo de memoria una cita -en el medio de un texto en torno a gestos de sublevación, deseo y reconocimiento- que plantea a la política como la gestualidad absoluta, integral, de los seres humanos. Ante un objeto que amenaza con lastimarnos ¿cómo nos comportamos?
Marcos repite un gesto, construye como un artesano una estructura de evocaciones para que en fugas de luz dibujen las sombras, sobre los cuerpos que transiten ese espacio, entre las espinas de alambres tejidos con preciosismo. Él transita un modo de hacer, como ese niño que camina en la noche asombrado, y ofrece su mano para transitar estas formas que iluminan hondonadas de la memoria nuestra, de esta tierra barroca con presencias sin cuerpos que se proyectan en nuestras pieles con cicatrices embellecidas e imágenes tatuadas. Esta tierra donde perseveran gestos que iluminan aquello que el poder colonizante intenta que olvidemos.
 *Texto sobre la muestra “Claro de luna”, de Marcos Figueroa. San Miguel de Tucumán, 2017
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andreifernandez-escritos · 7 years ago
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La piel es tu historia*
Eso que llamamos “vida”, una serie de repeticiones y transformaciones superpuestas. El agua que hierve, el limón que se pudre en el suelo, el árbol que crece, una canilla que se rompe, aquello que se quiebra; una cara que muta, pero sobrevive inmutable en una fotografía que finalmente se pierde.
El cuerpo de cada persona va evidenciando un tiempo de vida, y un modo de vida. Sostenemos una forma -variable- de edición y uso de la imagen propia, esa que hacemos posar para los recurrentes autorretratos que inundan esta segunda década del siglo veintiuno. Se repite un rostro que mira a un dispositivo que dispara. Un rostro que mira a una máquina como quien mira a otra persona a los ojos. Un rostro que mira la ausencia de un otro ¿es la búsqueda de un otro en el propio reflejo? ¿es anhelo de encontrar a un otro en el propio reflejo? 
Elegimos un corte de pelo, prendas, a veces maquillaje; pero nuestros rasgos cuentan de dónde venimos, historias de orígenes, convergencias, migraciones, batallas ganadas y perdidas. Nuestra piel es discurso, sobre un territorio que desborda los cuerpos. Ser la “mujer blanca” o la “mujer negra” se define -construye- en la mirada del otro, en tensión o comunión. Hay cosas que realmente no podemos decidir, a pesar del esfuerzo por la manipular lo que comunicamos y proyectamos.
Ella se maquilla, se peina, se desnuda. Se enfrenta a sí misma, sosteniendo una historia que podría ser suya, pero también podría ser ajena. Dispara. Su retrato no cuenta en realidad nada de su intimidad subjetiva, no es la selfie en la que se cuela un paisaje interior o exterior configurando un relato con un gesto corporal; no es una composición en torno a asociaciones barrocas entre lo buscado y lo “filtrado”. Ella comprende que el cuerpo es un signo, que significa desde su forma y color “natural”, y así, desde esa conciencia, lo relaciona a un objeto que lo modifica y resignifica. Alteración que contiene y sostiene la mirada ante la alteridad.
(...)
Hay cosas que solo se aprenden -y aprehenden- en el ejercicio de la repetición. Un ejercicio puede ser el de disparar a nuestra imagen. Sostener la mirada en un mismo lugar hace que comiencen a emerger nuevas formas, y se modifique la comprensión de lo posible. Cualquier repetición nos hace tomar conciencia de las formas, limitaciones y posibilidades de nuestro cuerpo. Lo que cansa, lo que lastima, lo que fortalece. La repetición de un ejercicio también nos enfrenta a algo que gobierna nuestro tránsito por la vida: el latido de nuestro corazón, nuestro pulso.
(...)
*Sobre el trabajo de Evi Tartari, para publicación “Colirio pa que vean 2″. 2017. San Miguel de Tucumán
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andreifernandez-escritos · 7 years ago
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La pintura como bandera*
“Ultramundo es el mundo de los muertos, para aquellos que conservan aún la memoria antigua es descender a los infiernos”, escribió Roberto Amigo en el texto que piensa y acompaña la nueva muestra individual de pinturas que Agustín González Goytía, artista tucumano radicado en Capital Federal, inauguró el pasado jueves 14 de septiembre, en Pasto Galería, y que se titula justamente “Ultramundo”.
En la sala, el espacio de tránsito está interferido por el espacio representado: una serie de mástiles sostenidos por bases de cemento —que han tomado la forma de las macetas usadas como moldes mediante la técnica del vaciado— enarbolan la presencia de la pintura. Allí cuelgan telas pintadas, manchadas de color que fue líquido. “Los estandartes colocados en el ámbito cerrado no pueden flamear, por lo tanto, ocultan la imagen que contienen: solo es permitido percibir aquello que el pliegue, en la caída del textil, nos permite observar”, dice Amigo. Las pinturas-banderas están organizadas como una formación que podría remitir al orden propuesto por las instituciones educativas y de defensa territorial, y pueden también evocar una situación bélica. En el texto que acompaña la exposición, aparece la cita a una formación militar que se enfrenta a la eternidad y a la nada.
En el muro de la sala, una inmensa pintura repite las formas y los colores de las “banderas”, pero se despliega como una escenografía, como un paisaje, uno apocalíptico, donde la pintura se diluye en las distancias entre diminutas figuras que marchan, se caen, se hunden en la materia que las hace presentes. La escena narrativa comienza en tela, pero sale al espacio entre la pintura y los objetos, entre la pintura y quienes visitan la exposición, incomodados por el breve espacio para desplazarse y por la imposibilidad de tomar distancia. 
“Me interesa la manera en la que la pintura se disuelve en la tela cruda, cómo es absorbida por el soporte, tiñendo más que pintando. Las formas se diluyen, como la memoria se esfuma, desaparece y emerge de la niebla, de este modo aparece la pintura. Trabajo con imágenes locales como referencia y algunas que pertenecen a otras ciudades. Traduzco todo este material a la pintura, componiendo un pastiche arquitectónico, emulando el modo en que estos estilos fueron puestos en mi país”, escribió González Goytía en uno de sus cuadernos.
El clima apocalíptico, organizado y diluido, podría ser una historia de zombis o una metáfora de una tierra de ausencias donde se marcha con pancartas para preguntar dónde está un cuerpo; pero yo creo que es una historia de la pintura. Agustín pinta, y en su acción solitaria —¿para un otro?— desafía a la propia pintura, la lleva más allá, sin llegar a renunciar a la representación de escenas y a la presentación de la propia pintura. Los colores se ensucian, se diluyen, ya no parecen pigmentos añadidos a un lienzo, sino que se ven como el color del propio lienzo, el color que tiene impregnado, en el que ha sido sumergida la tela. La pintura así, absorbida en el cuerpo, como un tatuaje, como una bandera.
*Sobre “ Ultramundo”, muestra individual de Agustín González Goytía, inaugurada en septiembre de 2017 en Pasto Galería. Publicado originalmente en https://lanotatucuman.com/la-pintura-bandera/
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andreifernandez-escritos · 8 years ago
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La decisión como Arte*
Cuando tuve que decidir qué estudiar, y elegí estudiar arte (artes plásticas), creo que lo hice porque confié en que el arte me iba a permitir elegir, dentro de su elástico territorio, cualquier cosa. Como estudiante, me encontré con la presión de correr una carrera, demostrar inteligencia en procesos de “condensación”, la propuesta de diseñar exposiciones para cubos blancos de tres metros de lado, para espectadores que leían lo mismo que yo, o que ya habían leído lo que me faltaba leer. Pero al conocer múltiples historias que aparecían por todos lados, dichas, expuestas, por personas todas distintas con las que me cruzaba -en las calles, en las noticias, en las reuniones familiares-, no podía solo pensar en textos escritos en Europa décadas atrás y proyectos para cubos blancos. No quise intentar ser una joven artista de Tucumán en Buenos Aires, ni pude hacer -hasta hoy- el caminito para estar de alguna manera en una cátedra de la Facultad de Artes; así que usé lo que había aprendido del arte, para crear estrategias de supervivencia y nuevos aprendizajes[1]. En este proceso, muchas veces tuve que detenerme, dejar de ser parte de. Pero nunca pensé -aún- en “dejar el arte”. Solo me cuestiono, sí, una y otra vez a qué se refiere esa elección.
Desde que supe de Marcel Duchamp, me pareció fascinante la posibilidad de desplazar y modificar sentidos, y límites. Eso es lo más valioso que aprendí estudiando arte, porque ahí encontré la posibilidad de crear alternativas, que no necesariamente rechazaban los cubos blancos y los autores europeos muertos. Asumí que la razón ontológica del arte es el cambio, las mutaciones que dan cuenta de que hay vida.
En 2011, en un clima de efervescencia militante, con un grupo de artistas de Tucumán conformamos COO, cooperativa de jóvenes artistas tucumanos[2], nos propusimos actuar como “protagonistas de una fisura”[3], ante la necesidad de buscar, colectivamente, nuevas formas de acción y articulación de saberes desde el campo de las artes visuales (pero no solo para el campo del arte). Nuestro objetivo principal fue pensar en estrategias para fortalecer el trabajo artístico, proponiendo acciones de expansión de la práctica artística (hacia la gestión cultural, la investigación, la producción de publicaciones, la docencia) en colaboración entre pares, y con instituciones, teniendo en cuenta la convivencia de artistas con distintos perfiles. Nuestro señalamiento fue la necesidad de crear alternativas para poder ser artista en Tucumán, para que no sea la única opción irse para profesionalizarse o simplemente seguir haciendo desde el arte. “Obra social” fue una obra colectiva que comenzó como una exposición de proyectos artísticos individuales en un Museo[4], dentro de la cual generamos un Debate con referentes de las instituciones estatales y privadas con las que nos vínculábamos en ese momento; posteriormente publicamos un libro con el registro de lo dicho en esa reunión, y la manifestación de nuestro posicionamiento de ese momento. Nuestra “obra” consistió en crear un registro, ya no producir imágenes, sino información; este material excedía nuestras búsquedas individuales -pero que no las excluía-; quisimos reflexionar sobre nuestro rol social y nuestros derechos, como trabajadores, pero primero: como personas.
En San Miguel de Tucumán, como en muchas ciudades de Argentina, el arte es solo una ocupación[5]. Para que pueda ser un trabajo, remunerado, hay que hacer una serie de cambios, básicamente: hacer una revolución[6]. No hay revolución sin organización. Una forma de organizarse es proponer espacios de reunión, diálogo y reflexión. Quienes creemos que hacen falta estos espacios, somos quienes los crearlos; ya que además, puede ser una forma de crear(nos) un trabajo, de forma inmediata. Por este motivo, y no solo por esto, muchos artistas nos encontramos trabajando entre la gestión cultural autónoma y la docencia.
En 2014 comencé a coordinar un taller[7] “Leer, escribir y comunicar el arte”. Con esta propuesta buscaba reunir un grupo de personas para escribir, editar y poner en circulación información crítica que refuerce prácticas artísticas activas, o a punto de ser olvidadas, especialmente oriundas de nuestro territorio; explorando modos propios, diversos, de decir, de escribir.
Estuvo y está presente el murmullo sobre la necesidad de reflexionar en torno a criterios de valor y construcción de sentido, para evitar que todos los procesos de producción (artística) queden arrojados a un río revuelto, y solo la Academia y el Mercado sean quienes “pescan”. Haciéndome cargo, de alguna manera, de esta necesidad murmurada, es que me encontré poniéndome en el rol de docente de un taller de experimentaciones en torno a la crítica de arte. El principal estímulo para quienes se acercaron a ser parte de esta propuesta, fue el escribir desde la emoción, articulando la sensibilidad propia con diversos conocimientos -previos y que se construyeron en el transcurso del taller, principalmente a partir del diálogo-. Para validar ese hacer[8], lo hicimos público. Editamos un libro, en el que no solo escribieron quienes asistieron al taller que yo coordinaba, sino también quienes realizaron los otros talleres que se realizaron en RUSIA/galería durante ese año, dirigidos por: Alejandra Mizrahi, Sandro Pereira y Javier Soria Vázquez[9]. Titulamos al libro Archipiélago. Escritos sobre arte contemporáneo en Tucumán[10]. En la contratapa escribimos: “Este libro es un mapa, un mapa construido con experiencias llevadas a palabras (...) Escribimos como se teje sin saber ningún punto (...)”. A raíz de esa construcción que unió a nuestros talleres como parte de una misma cosa, proyectamos un Programa de Formación en Artes Visuales[11], que llamamos como al libro: Archipiélago[12]. Desarrollamos este Programa durante el año 2015. Al finalizar este proyecto, también publicamos un libro[13]. A raíz de esa experiencia, y en el marco de ella, se conformaron nuevos grupos, de nuevos jóvenes, que pusieron en escena otras problemáticas y búsquedas, o las mismas que estaban presentes antes, pero con abordajes diferentes.
Con quienes llevamos adelante este Programa, hablamos una y otra vez de la posibilidad de fortalecer los espacios de formación en artes en Tucumán[14], como una forma de trabajar como artistas, para expandir nuestro campo de acción, y el tiempo de acción.
Al mismo tiempo que desarrollamos la experiencia Archipiélago en Tucumán, y posteriormente[15], también coordiné talleres y laboratorios para escribir sobre arte (principalmente artes visuales) en Salta, Catamarca, La Rioja, Jujuy y Santiago del Estero. En estos recorridos, dialogando con diferentes actores de estas escenas, me encontré más que en rol de una docente, haciendo la tarea de una investigadora; y a la vez, proponiendo ejercicios de edición de relatos que dan cuenta de sensibilidades y problemáticas de los diversos territorios que conforman la región del noroeste argentino. Actualmente continuo con algunas acciones de investigación en este sentido, y trabajo en la edición de nuevas publicaciones, no solo de escritos sobre artes. Eso es lo que es hago, y lo hago como artista.
El otro día, un amigo me dijo en un chat: “Todo lo que el arte abarca tiene que ver con lo que nosotros decidimos, por eso es una ficción”, una ficción que da cuenta de lo que es nuestra vida.
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   [1] En Tucumán sólo existen como oferta de posgrado en artes plásticas o visuales, algunos cursos breves, esporádicos. Hace 10 años, solo había ofertas de formación en artes visuales dentro de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Hoy existen numerosos talleres independientes, generalmente en casas de artistas.
[2] Grupo conformado por Alfredo Frías, Belén Aguirre, Bruno Juliano, Gabriel Chaile, Gustavo Nieto, Sonia Ruiz y yo.  
[3] Expresado en el prólogo de la publicación “Obra social”. Ediciones COO. San Miguel de Tucumán, 2012 https://issuu.com/cooartistastucumanos/docs/obrasocial
[4] “Operación COO. Acción uno”. Museo de la Universidad Nacional de Tucumán. Agosto de 2011
[5] Según expresa Hito Steyerl “Una ocupación no necesariamente supone una remuneración, ya que se entiende que el proceso contiene su propia gratificación. No tiene un marco temporal excepto el mismo paso del tiempo. No se centra en un productor/trabajador, si bien incluye personas que consumen, reproducen, e incluso destruyen, derrochan tiempo, y espectadoras: básicamente, cualquiera que busque distracción o compromiso” (Los condenados de la pantalla, Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2014. Pag 108)
[6] Como dice uno de los personajes de la obra “Las armas fatales”, de Paco Urondo: “Quiero hacer la revolución para escribir poemas”.
[7] En RUSIA/galería, San Miguel de Tucumán y posteriormente en Castillo_Arte, San Fernando del Valle de Catamarca.
[8] Más cercano en sus formas a la literatura contemporánea, o a crónicas, que a una posible crítica de arte.
[9] Artistas visuales de Tucumán.
[10] Publicado por CHARQUI Ediciones. San Miguel de Tucumán, diciembre de 2015
[11] Programa apoyado con una beca grupal del Fondo Nacional de las Artes. Participaron como talleristas invitados: Roxana Ramos (Salta), Pablo Rosales (Buenos Aires), Aníbal Buede (Córdoba), Soledad Dahbar (Salta), Gilda Picabea (Buenos Aires) y Ana Gallardo (Argentina). Además de los coordinadores del Programa, que desarrollamos tres talleres anuales: “Prácticas Contemporáneas” coordinado por Alejandra Mizrahi y Sandro Pereira; “Introducción a la (auto) crítica” coordinado por Javier Soria Vázquez; y “Leer, escribir y comunicar el arte” coordinado por mí.
[12] https://www.facebook.com/archipielagoprograma/
[13] https://issuu.com/archipielago15/docs/archipielago_web
[14] Especialmente con Alejandra Mizrahi (artista visual y docente), que me propuso en algún momento que pensemos a Tucumán como un punto de formación de artistas, que sea un lugar al que vengan artistas de otros lugares. Lo que nos permitiría dejar de lado la preocupación de desarrollar el coleccionismo y fundar museos nuevos, para concentrarnos en fortalecer lo que ya tenemos: espacios de aprendizaje y formadores, dentro y fuera de la universidad; para que los artistas se profesionalicen haciendo uso de sistemas ya en funcionamiento, que actualmente son quizás incipientes, pero existen.
[15] Durante la segunda mitad del año 2016
*Texto publicado en el libro catálogo del Mercado de Arte de Córdoba. Agosto 2017
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andreifernandez-escritos · 8 years ago
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Espacio vacío*
Los días luminosos como una tormenta eléctrica. La memoria encandilada de silencios.
Refucilos me dejan verte, pero cuando intento acercarme a vos, ya no estás.
Pintar tu imagen es insistir en hacerte presente, mientras te vas.
Se desvanece el recuerdo de la muerte, parecemos entender solo la fugacidad y sus estancamientos.
Exposición de Sonia Ruiz en Espacio Tucumán, CABA. Curaduría de Vale Maggi. Inauguración: 8 de junio de 2017
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andreifernandez-escritos · 8 years ago
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Las ruinas de la distancia
Suenan voces distintas hay vibraciones de motores, de respiraciones.
Hablamos de historias, de la memoria dominante, de monumentos, de imágenes, de armas, de lugares comunes, de silencios. Se lo puede decir de muchas formas, pero lo cierto es que aparece el miedo de nombrar, se hace presente una imposibilidad de elegir palabras para hablar de aquello que nos cuesta pensar que es nuestro, o que no tenemos necesidad de mostrar pertenencia, porque no lo elegimos. 
“Esto no me pasó a mí”/“Esto ya pasó”/“Esto me aburre”/“Prefiero otros problemas”/“Creo que tengo fiebre, necesito irme a mi casa a mirar mis redes sociales”/ “No quisiera que me vinculen con esta temática”/ “Es difícil comprender”
La incomodidad de no saber si acercarse o alejarse. “Siento que me desborda”, pero no sé si es porque estoy adentro o porque estoy afuera “¿Ya quedó atrás o está encima mío?”
“Pero, ¿vos cuándo naciste? Y ¿en tu casa qué decían?”
“Mi mamá y sus siete hermanos les tenían miedo a los subversivos”.
“¿Cómo se les dice ahora a los terroristas?¿revolucionarios?”
Las de treintas les contamos a los de veintis que hace diez años no usábamos internet y parece que les estamos contando una película bizarra. Tenemos grupos para comunicarnos y allí cada uno tiene una selección distinta de emoticones, se evidencia que no todos nos emocionamos con las lecturas y audiovisuales que nos vamos mostrando, conformando un archivo de señalamientos; pero estamos aquí sin tener quizás nada más en común que el deseo de estar aquí, y sentir la incomodidad sin disimulo, e intentar -a pesar de todo- hacer algo. Un gesto, un principio, una pregunta.
Aunque hablemos de hacer una exposición de arte, “esto” se trata de acercarse a entender qué pasó aquí -en Tucumán- hace 50 años, 40 años, 30 años atrás. Entender nuestro presente más allá de lo cotidiano, de lo virtual, de lo que reconocemos como propio.
El pasado no cambia, pero el presente sí lo hace, nuestras lecturas sobre el pasado cambian; tenemos la posibilidad -y la tarea de reescribir nuestra historia, que desborda nuestras individualidades. Como escribe Martín Kohan “la memoria no lucha contra el olvido, sino que es una lucha entre diversas memorias en conflicto; y cada una de esas memorias entabla su propia relación dialéctica con el olvido (...)”.
En la escuela, en la televisión, en los discursos hoy políticamente correctos se habla mucho del terror y el dolor cuando se trata de hablar de la Memoria; se construyen y sostienen demonios, las personas “del pasado” se transforman en monstruos, víctimas o indiferentes. Así. Hubo muchas victorias y no hay descanso en la defensa de la Memoria por la Verdad y la Justicia, pero en nuestra sociedad se sigue alimentando día a día que “es mejor no meterse, si le pasa al otro, es cosa del otro, no mía”. Aparecen también algunos gestos de solidaridad; algunos estallan, se hacen masivos, de repente estamos en la calle, y las marchas que antes veíamos desde lejos ahora las sostenemos nosotrxs.
Sentimos que para hablar de Memoria, de las memorias que nos hacen comprender al otro, otra; que nos hacen pensar en plural -para llevar en nuestros cuerpos y vidas la pelea por un mundo más justo- necesitamos también hablar de Dignidad, de Resistencia, de la posibilidad de Lucha(s), del conocimiento y defensa de Derechos, de la posibilidad de la Justicia Social.
“A veces pienso que ganaron los milicos, y que todo lo que nos daba terror de que sea el futuro ahora es el presente”/“¿A los chicos les parece que estábamos locos por creer que íbamos a hacer la Revolución?”
A partir de la propuesta de realizar una composición colectiva -un proyecto experimental- que proponga, exponga, poéticas que abordan relatos de historias individuales y colectivas, a partir de ecos, ruinas del pasado en nuestro presente; invitamos a un grupo de artistas e investigadoras a habitar transitoriamente la Casa Coronel (Casa para la Memoria de San Miguel de Tucumán) y construímos en este proceso un fragmentario ensayo sobre distancias, preguntas y sentidos de la Memoria.
Andrea Fernández Marzo 2017
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andreifernandez-escritos · 9 years ago
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notas para conversatorio sobre escena tucumana
-En agosto de este año escribí un texto (https://desviosite.wordpress.com/horizontes-paralelos/) sobre la escena tucumana de artes visuales, de la que alguna manera soy parte con intermitentes acciones desde el año 2007. Escribí con distancia, física y afectiva. Hacía nueve meses estaba viviendo en un pequeño pueblo en Salta, trabajando con agricultores y artesanas. Buscaba hablar de Tucumán a personas que no conocían esta “escena”. Traté de ser responsable con la forma del relato y sus recortes. Tomé un texto que tiempo atrás me había interesado como relato y cuestionamiento del quehacer -y la voz- de los artistas de nuestra ciudad, me imaginé dialogando con ese texto (de Aldo Ternavasio, 2010).
-No me metí con la problemática de qué es el arte hoy aquí, qué poéticas se desarrollan, cuáles son los discursos que se generan, ni traté de identificar qué producciones podrían ser “neo-conceptualistas” o “post-género” o “chistes”. Me parecen absurdas las clasificaciones para hablar de arte. 
-Lo que me emociona, y me interesa es observar qué hace a una persona decidir ser artista en un contexto como este, una pequeña ciudad capitalista sin un consolidado mercado de arte, con pocas acciones desde las políticas culturales que apoyen la producción artística de quienes deciden quedarse en la provincia (...) 
-Investigo informalmente trayectorias de acción relacionadas a las prácticas artísticas y a lo que se llama “arte contemporáneo”, a los que observo principalmente es a mis pares, artistas que actualmente tienen entre 30 y 40 años. 
-También soy una militante, no de un Partido, sino de un posicionamiento que genera los rasgos de un modo de vivir, creo que ese posicionamiento son ideas estéticas, no solo de “forma”. Esa militancia sin bandera me llevó a hacerme gestora, de proyectos, y actualmente de textos y espacios de diálogos. Desde hace 10 años repito que soy una artista, va cambiando el sentido de la afirmación y proyección, pero el significante persiste.
-Para hablar de la escena de las artes visuales en Tucumán, sabemos que es necesario hablar de la Academia, particularmente de la Facultad de Artes. Yo soy egresada de esa facultad, soy una licenciada. Terminé esa carrera hace diez años y no quise volver más que uno que otro día a hacer un trámite, no sé mucho de cómo funciona actualmente, así que lo que pueda decir de esta carrera y esta institución es posiblemente escandalosamente desactualizado y por ende errado. Pero yo me pregunto así torpe y sinceramente: ¿cuál es hoy el objetivo de esta carrera dentro de una Universidad Pública? Hace unos años en un debate que organizamos con un grupo de artistas que estábamos recientemente egresados de la institución, al encontrarnos con las dificultades para encontrar trabajo dado que “no sabíamos hacer nada productivo” o más bien: nada que requiera el mercado laboral presente, la entonces decana de la FAUNT nos explicó que en esa facultad, de la que habíamos “egresado”, se forman “artistas”. Cinco años hace que me retumba esa afirmación en la cabeza. El año pasado vi que surgió una admirable iniciativa de parte de los alumnos de ella FAUNT para realizar unas jornadas de investigación en artes, formulando así -con la acción, tomando la institución- el pedido de una nueva alternativa de formación en artes; más acorde con el título de grado que esta facultad otorga a quien salte los veinte obstáculos-materias. Este año fui una de las personas invitadas a leer algunas de las ponencias que se expondrían en estas jornadas, y me quedé pensando si es que realmente no hace falta otro espacio donde se pueda trabajar en esos proyectos de investigación antes de exponerlos.
-En este momento no me interesa detenerme en la discusión del valor y necesidad de los proyectos de gestión autónoma. Pero hay que decir que como hay en nuestra ciudad un espacio educativo gratuito donde cualquier persona puede ir y con un poco de ganas y persistencia transformarse en artista, ese montón de personas devenidas artistas necesitan donde exponer sus trabajos, ideas, hallazgos, discursos y dado a la escasez de espacios estatales de exposición, es necesario generar “otros” espacios para exponer, que además proponen “otros” espacios de formación (no formal), y principalmente: espacios de encuentro y festejo. Es hermoso ser parte de un grupo, tener compañeros que te comprenden y también te cuestionan, eso creo que sentimos la mayoría de las personas que nos embarcamos en proyectos colectivos de gestión cultural o como les quieran llamar. Pero hay algo en lo que caí en cuenta hace unos meses: muchas veces los gestores independientes decimos que hacemos todas esas cosas para marcar la ausencia del Estado, y ahí ahora veo una alarma: ¿a qué nos referimos con esa expresión? ¿qué estamos pidiendo? ¿cómo estamos comprendiendo nuestras acciones y sus proyecciones?
(Tucumán, 15 de diciembre de 2016)
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andreifernandez-escritos · 9 years ago
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Tres notas para contar "Niño feroz"*
1
Un niño que ha crecido solo, rodeado de vida salvaje, sale de su refugio natural para ir a la Academia de Bellas Artes. Allí solo se dedicará a mirar láminas de pintura del siglo XIX, y pronto se robará todos los materiales de dibujo que deberían distribuirse entre un centenar de estudiantes de artes; tan solo para atesorarlos, vírgenes, en su cueva feroz. Nunca hablará con nadie; a veces se lo verá danzando, y la gente se preguntará si es que está alucinando. En su pantano, el niño, cubrirá -en ese territorio siempre oscuro- una laguna de grafito, creando una constante noche que nunca será dibujada. Alguna vez se "bañará" allí, y al salir, sucio, buscará el nicho emblanquecido para limpiarse dejando las huellas de su trance en éxtasis. Un día, su paisaje desaparecerá, y entonces comprará -con dinero robado- los fragmentos de su bosque, convertidos en módulos para construir, sostener o encalidecer otros refugios; y los sumergirá, pintando, en el pigmento alcoholizado de las hojas que antes esos árboles hicieron crecer; marcará un horizonte, que será todos los paisajes pero también podrá ser invisible; que también podrá ser el ritual antes de prender el fuego que ilumine y oscurezca ese mundo suyo, en el que no hay nadie con quien hablar.
2
C. me contó que J. esa noche le mandó un sms que decía: “Estoy frente a una mancha viva”. Esa noche fue la noche de la apertura de “Niño feroz”, la exposición de Sofía Noble en RUSIA/Galería. Fue una noche en la que llovió después de que hizo ese calor apenas soportable. Había cerveza importada gratis, y la sala blanca estaba vacía, porque Sofía -la artista- solo había intervenido las paredes, las había “machimbrado”, con maderas que sumergió en pigmento vegetal. “No entiendo esta obra” me dijo R. pasar al lado de la “mancha viva”. Continuó: “porque, ¿qué hizo? ¿pintó el piso?”. Solo le dije tres palabras: “meté el dedo”. Entonces vi su cara transformarse por la sorpresa de sentir su dedo hundiéndose en el agua “manchada”. Era una mancha viva, una sombra que brillaba.
3
Le pregunté a G. qué podría decir de la muestra de Sofía, me dijo: “Hablá de la inmersión en las dos salas; pensá en cómo ella -tan crudamente- pone a prueba la poesía, ¿hasta dónde estos materiales, estos gestos, soportan la poesía? Podes escribir sobre las personas que parecen bosques, podes hablar de que cita a un paisaje nocturno de Turner, podes hablar de toda la historia del paisaje.”
* Sobre la muestra de Sofía Noble en RUSIA/galería. Octubre de 2014
publicado originalmente en: http://www.ramona.org.ar/node/54086
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andreifernandez-escritos · 9 years ago
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El extrañamiento
Aparecen unas fotos, son de hace casi una década. El autor es este hombre, que en este tiempo es un fantasma. Aquel insinuador de historias que se mantienen en ese margen de in-definición, su territorio preferido.
Por la izquierda se cae, por la derecha se cae, y no es el término medio lo que lo salva, sino su astucia. Una de las mayores cualidades (...) es menos la capacidad analítica de su cerebro y más su tesón, esto es, su capacidad de balancearse (...). Daniel Elías parece no haber respetado los límites de las disciplinas artísticas que visita y toma, se balancea entre una y otra; saca cosas de aquí y de allá, parece que se cae con toda esa carga, pero no: asombra reinventándose (o escondiéndose).
Dicen que se mudó ahora sí definitivamente al cine. Pero salen a la luz a veces algunas de sus fotografías -que aparecieron en salones de artes visuales tiempo atrás-, y entonces de nuevo: se balancea. Su “equilibrio” es una historia latente, el latido de una historia, de otra historia, pero siempre una historia posible, posible de contar, aunque no se cuente, aunque todavía no se cuente. Ahí está él ¿dónde? en ese territorio indefinido y no por eso indeciso, balanceándose entre posibilidades, y en ese balanceo: late una historia.
¿Es un actor? Cambia su cuerpo, a veces parece mudarse de cuerpo a la vez que se muda de casa, de ciudad, de oficio. Cambia su pelo, aparece y desaparece una barba. Es flaco, es viejo, es gordo, es joven de nuevo. Aparece de repente, cuando ya lo olvidábamos, dirigiendo una obra de teatro, actuando con niños, desnudo en una proyección, construyendo un escenario de madera, pintando la reproducción de un cuadro Goya, educando a un perro al lado del río cafayateño, escribiendo una novela, cocinando en una cantina, viajando en moto por el desierto, dibujando una película en la arena, haciendo un asado en la calle, posando para una fotografía en un barco, cantando una canción con su guitarra, está lejos. Está encandilado por el fuego que él mismo encendió. Está aquí, en el eco de sus imágenes.
El arte puede impartir la sensación de las cosas como son percibidas y no como son sabidas, "extrañar" a los objetos puede ser una técnica para incrementar la dificultad y magnitud de la percepción -el proceso de la percepción no es estético como un fin en sí mismo y para ello debe ser prolongado, complejizado-. El arte puede ser una manera de experimentar la “cualidad” artística de un objeto, pero el objeto no necesariamente es lo importante. Creo que eso se hace evidente en las fotos de Daniel, esas fotos que pueden ser apuntes para una historia, o una historia en sí mismas entre lo común y lo diferente en ellas; pero estas fotos en las que historias laten, demuestran una forma de mirar, de percibir el mundo, un parpadeo, un balanceo. Lo que muestran es la decisión de esa mirada suspendida, expandiendo posibilidades en un hilván narrativo indefinido, arisco de ser explícito en su intención.
Una vez lo vi de lejos. Él iba caminando, parecía ser una caminata rutinaria por una lugar conocido, quizás yendo al trabajo. Mantuve la distancia y los ojos en él por un par de cuadras; y ahí lo vi, lo vi detenerse en un hueco de la arquitectura en una vereda, se detuvo con la mirada poseída y sacó una foto con una pequeña cámara de bolsillo. No sé si sus ojos eran grises o verdes o celestes, de lejos se veían estampados del reflejo de la imagen que le capturaba la mirada. Su mirada encendida, me recordó a algo que leí alguna vez: la imagen quema por la memoria, es decir, quema aunque no sea sino ceniza: es una manera de declarar su esencial vocación de supervivencia, por el a pesar de todo (D. H.).
Daniel se balancea, parece que se cae, y no se cae. Parece que se expone pero no sabemos nada de él. Parece que eso fue todo, pero antes de desaparecer del todo reaparece transformado, con una nueva historia viva, latiendo. Parece que esa imagen tomada de la calle es “suficiente”, pero es solo una parte de algo que sigue encendido, que quema aunque ya sea cenizas.
Su mirada encendida es un machete que abre caminos. Y así, hace latir una, y otra historia, y otra más. Historias de extrañamientos.
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andreifernandez-escritos · 9 years ago
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Lo que traman tus ojos*
Secuestrar paisajes, habitar abismos visuales de contemplantes[i], quizás de eso se trate dibujar un viaje.
Renunciar a la velocidad y a la inmediatez de esta época; viajar “demorándose” en dibujar con preciosismo, sentir que cada registro -totalmente construido por la voluntad- es la única forma de que lo visto no desaparezca, no se olvide, no lo olvides.
Quizás sea la ambición de conocer más, más y más; viajar lejos, a algún lugar paradisíaco que no se parezca nada a los lugares donde pasaste la mayor cantidad de los días de tu vida, y allá lejos, semidesnuda, por fin poder detenerte a entender la forma de una piedra, de una ola, de una montaña de piedras, del mar, de una península, de un poco de mundo, para sentirte, no sé: viva.
De mi corazón solo tengo consciencia cuando se acelera.
*
Dos chicas se van de viaje, andan en malla todo el día durante meses, nadan cotidianamente en el mar. Conocen chicos en habitaciones de camas cuchetas, se tiñen el pelo en un baño público. La gente mientras tanto vive de prisa, hablando de dinero y tomando fotos de sus pasos, pero ellas prefieren dedicarse a dibujar, detener de repente todo; y no solo eso, sino que más tarde decidirán mostrar sus dibujos, primero a una señora que -por alguna razón misteriosa- ama más a sus muñecos de peluche que a las personas (a veces parece que solo queremos seducir a quienes parece imposible que nos deseen). Ellas elegirán tiempo después de ese viaje mostrar sus dibujos en un lugar cargado de historias de arte (...) y no será todo, años después: querrán hacer un libro con esos dibujos ¿Por qué?
*
¿Es alguna forma de resistencia? ¿Algún tipo de discurso sobre la memoria, el oficio y la belleza? ¿Tiene sentido?
Qué inmensas son algunas palabras para intentar gestos minúsculos. Algunas cosas parecen entorpecerse al ser nombradas.
*
Me quedé un rato sin pensar en “el uso” del tiempo, contemplando en la pantalla de la compu a esa latita, el billete, el volcán; la construcción de las imágenes es minuciosa, miro y trato de recomponer la coreografía del dibujo ¿En qué habrán estado pensando ellas mientras tramaban este dibujo?
Me imagino al mundo cambiando velozmente mientras ese dibujo detiene -ese momento, esa imagen, el tiempo de su autora, mi tiempo de contemplante seducida-.
(...)
*
¿Cuánto vale el dibujo de un billete? ¿Cuánto vale el billete? ¿Cuánto valía esa lata? ¿Cuántas latas iguales a la retratada existirán? ¿Por cuánto tiempo?
¿Cuándo cambiará la economía y la moda? Todo el tiempo, lo sabemos.
*
Dibujar es apropiarse de algo, traducirlo, transformarlo. Es algún tipo de vivencia y relación con el mundo que construye una memoria física particular. Como desarmar una máquina y volver a armarla sin intentar que vuelva a funcionar.
Dibujar así, como dibujan ellas estos documentos territoriales, es como arrebatarle un beso a un extraño bello que cruzamos en la calle, robarle un beso sin explicarle nada. Solo por sentir, por la consciencia de la fugacidad. (...)
*
Secuestrar un paisaje, un objeto con el que quizás nunca más me encuentre, un momento que se escapa, un deseo que no volveré a tener, es crear la huella, la memoria de haber vivido, inquietamente, irreverentemente, preciosamente.
Quizás se pusieron a dibujar intentando quedarse en ese paraíso que fueron a buscar, en esa distancia, en esa cercanía con las piedras, los volcanes, las bebidas y monedas que te recuerdan que estas lejos. Como seducir a alguien que parece imposible (...)
El sentido está en lo sentido[ii].
[i] Expresiones tomadas de poemas de Lila Siegrist, del libro “Tracción a sangre”, publicado por Iván Rosado (Rosario, 2013)
[ii] Parafraseando a Lucas Di Pascuale.
*Para el Libro de Jéssica A. Gómez y Noelia Rocío: "Documentos Territoriales". Córdoba 2016
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andreifernandez-escritos · 9 years ago
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Esto tiene que pasar porque ha pasado*
¿Tiene el arte la posibilidad de rescatar y transfigurar todo aquello que flota a la deriva como seña residual de biografías truncas, de narraciones incompletas, de imaginarios heridos?1
El punto de partida es una foto: un Falcon con guirnaldas2. La imagen está “estirada”, reventada por estar fuera de formato, fuera de escala, fuera de su espacio y tiempo; quien capturó esta imagen seguramente no se imaginó que décadas después la hija de la unión retratada sería una artista, que resignificaría esa foto imaginando ese auto como el auto de su familia, y a la vez flirteando con la carga que le dejó la historia de nuestro país a la imagen de ese auto. Esa foto de casamiento, realizada para eternizar un recuerdo familiar llegaría este día a un museo, desprendida de su sentido originario.
Este pasado, que ha pasado por una artista (quien lo ha editado a su antojo), vuelve en sí, regresa. Un pretérito perfecto (acciones realizadas en el pasado y que perduran en el presente). Las obras que integran esta exposición son un tiempo pasado, ninguna está en presente, pero su presencia cuestiona la conjugación del tiempo y su sentido.
Enunciamos un pasado que vuelve, para presentarse como tal en una colección de representaciones; este tiempo se encarna en un museo donde la producción de esta artista propone reflexionar sobre su propia autora: Belén Aguirre.
Por supuesto, la reflexión es sobre su valor simbólico, en el lugar –que creemos- adecuado para hacerlo: nuestro Museo Provincial. En tanto estas obras “resuciten” su significado, hablarán quizás no solo de lo que fueron, sino de lo que fueron para su autora: la artista que produce, que muestra, piensa, conserva y sostiene el valor de su trabajo.
¿Quién lo haría si no lo hace ella?
Esta exposición es una propuesta de diálogo, y una reflexión sobre la producción de una artista y la necesidad de un lugar que la contenga, algo que sigue ausente en la escena tucumana, amenazándonos a quienes producimos arte a quedar en el olvido. Velozmente todo parece ir quedando en el pasado, dejando de existir sin nadie que piense, resguarde y ponga en valor las obras que dejan nuestras presencias/acciones como productores culturales.
*
Belén Aguirre no es una artista afecta a las manualidades retraída en su taller (como podría pensarse viendo parte de su obra) sino que el desarrollo material de su producción va al mismo tiempo sujeto a intereses sociales, colectivos, desplazamientos, investigaciones y experimentaciones personales y grupales3 en torno al lugar del artista en su ciudad, en su lugar nativo y elegido -tantas veces reelegido- y desde una posición real, de resistencia comprensiva.
En una ciudad que es mundo del arte en crisis permanente, nutrido de conflictos en clima de desencantos, fantasías y militancias; Belén supo sostener un modo de producir arte durante un tiempo prolongado, las obras hoy expuestas son la prueba de ello, dan testimonio del trabajo y concentración que requiere sostener un modo de hacer y pensar artísticamente. Como un tono de voz sostenido cual soprano en una ópera, cuya escenografía es su propia obra.
Ella ocupa una sala de El Museo con (casi) todo lo que da cuenta de su estar en este mundo como artista. Aquí está ella, re-presentando trayectos que ha transitado y creado; su territorio de vínculos, de referencias, afectos, experiencias de trabajo grupal; y los intersticios de ese universo. Aquí exponemos sus constelaciones: apuntes, monumentos, productos, obras; que ya no son solo suyas, ahora forman parte de una memoria colectiva.
Desde este gran escenario, Belén no espera aplausos, sino que propone una provocación, nos provoca a volver a ver4, a pensar y dialogar. Sus obras, configurando esta escena, nos miran como sobrevivientes de “algo”, como posibilidades imprecisas. Estas obras, además, nos proponen recordar, esa forma de recordar que es conocer: la reminiscencia. Y también, nos recuerdan que el arte no explica ni calma.
Gustavo Nieto y Andrea Fernández
San Miguel de Tucumán, julio de 2015
1- Parafraseando a Ticio Escobar (“El arte fuera de sí”, 2004)
2- “25 de septiembre (mes de la primavera y el amor) de 1976”. Fotografía apropiada, 2004
3- Formó parte del grupo Menos Nosotras Dos (2005/09); COO, cooperativa de jóvenes artistas tucumanos (2011/13); Un CLUB (2013/14)
4- Expresión tomada del texto curatorial de “Antes que nada, después de todo”  por Bruno Juliano y Andrea Fernández (Rusia/galería, 2012) http://issuu.com/cooartistastucumanos/docs/1de7
*Para exposición de Belén Aguirre en el Museo Provincial de Bellas Arte "Timoteo Navarro"
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andreifernandez-escritos · 10 years ago
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Pimpollos y raíces*
Cuando un jardinero se dispone a trabajar un jardín, sabe que puede sembrar semillas, tratar de modelar algunos detalles o podar algunas ramas, pero sabe también que las plantas de ese jardín crecerán por sí mismas, independientemente de su voluntad. El cineasta y escritor Alexander Kluge propone -en uno de sus escritos/discursos– pensar al autor como un jardinero (en contraposición con un domador de circo), el autor puede intervenir en la esfera pública, en el ritmo vertiginoso del contacto, del disenso y del intercambio; este autor/jardinero puede ayudar a hacer crecer a un jardín diverso; conduciéndolo desde la experiencia, dedicación y razón como emoción condensada, sin que sus “agentes” sean conscientes de haber generado un modo de comunidad,  enriquecida con sus múltiples diferencias. Este libro intenta ser un jardín, que comienza a brotar en un espacio compartido, organizado pero orgánico, con intención de intervenir en el espacio/discurso público, y sorprender-se.
* Jardín se gestó desde el taller/laboratorio “Leer, escribir y comunicar el arte”, que es a su vez la consecuencia –y confluencia– de una serie de búsquedas relacionadas a las artes visuales y la comunicación, pero sobre todo es una acción ante la necesidad compartida de proponer reflexiones sobre las posibilidades -y sentidos- en torno a las prácticas artísticas contemporáneas. En las últimas décadas ha cambiado definitivamente la forma de entender el arte. Aunque el arte históricamente se reinventa y desafía  –se desafían a sí mismos sus creadores– como motor de su propia existencia, cada vez los cambios son más veloces, como todo parece ser más veloz en este presente que ya es futuro e inmediatamente es pasado. Uno de los objetivos de este espacio de taller fue conocer y discutir algunas de las prácticas artísticas cercanas, presentes; a fin de guardarlas para el futuro antes que se convierta en pasado. Según el filósofo italiano Giorgio Agamben, es realmente “contemporáneo” aquel que no coincide perfectamente con su época ni se adecua a sus pretensiones, entonces es –en este sentido– “inactual”, pero justamente, por este alejamiento y anacronismo tiene una capacidad mayor que los otros de percibir y aprehender su tiempo. Nosotros tomamos lo contemporáneo como el tiempo en el que estamos inmersos; no intentamos definir (ni en el taller ni en esta publicación) qué es el arte contemporáneo, ni cuáles son las claves para comprenderlo o evaluarlo. Quienes conformamos este grupo simplemente nos dispusimos a poner en foco modos de hacer y sentir,  sus consecuencias, y sobre todo atender a nuestras respuestas ante ellas (sobre todo en prácticas artísticas locales). Evocamos y compartimos experiencias estéticas que nos han atravesado. Nos dispusimos a leer, escuchar, y finalmente: escribir, y revisar lo escrito, y leerlo en voz alta, y recibir una devolución, y quizás volverlo a escribir. Lo que recogimos en este tiempo de trabajo son algunos “síntomas”, apuntes que toman el pulso a este momento y espacio, que perpetúan un puñado de experiencias y ensayos de decir, la mayoría de las veces desde la emoción. * Generé esta propuesta como artista, más como una intervención artística y social que como un proyecto educativo. Aunque, como un jardín vivo, ha encontrado su propia forma de crecer, como una pequeña y bella intervención en el mundo de autoría múltiple. Nos reunimos mensualmente durante el segundo semestre del dos mil catorce, creando un espacio de diálogo destinado a interesados en emprender la tarea de pensar en artes para escribir con el objetivo de comunicar procesos de pensamiento, interpretaciones y traducciones relacionados al hacer de artistas cercanos; atravesados -por supuesto- de las políticas culturales, tradiciones y etcéteras. No conocía Catamarca. Llegué por primera vez en agosto de dos mil catorce, gracias a la gestión de Martín Germán Bormann (cstll569) y RUSIA/galería (de Tucumán); me encontré aquí con un grupo de asistentes sorprendente. En el primer encuentro fueron alrededor de quince interesados/as  en “leer, escribir y comunicar el arte”, personas de entre treinta y cincuenta años aproximadamente; artistas visuales, gestores culturales, directoras de museos, escritores, docentes, bailarines, actores, periodistas, fonoaudiólogas, fotógrafos, antropólogos, arquitectos. No pudimos hablar de nada sin que antes me cuenten –y discutan– La Fiesta Nacional del Poncho (más tarde sabría que siempre que me reúna con más de dos catamarqueños La Fiesta se haría presente). Me encontré con un grupo de personas que no dudaban en exponer claramente sus críticas y deseos en forma oral; personas muy receptivas y con predisposición para el diálogo reflexivo. Con mucha atención me escucharon compartir ideas y observaciones sobre los límites expansibles del arte, la posibilidad de la interpelación al espectador, la necesidad de comunicación de las reflexiones y búsquedas detrás (o en el medio) de las formas; el desafío de la construcción de una nueva crítica de arte, acorde a las producciones del presente, reflexionando sobre los vínculos socio-históricos-afectivos. Solo algunas palabras y anécdotas fueron suficientes para “empoderar” a los asistentes, que se lanzaron inmediatamente a escribir sobre las obras que los habían conmovido alguna vez, las que guardaban como un tesoro en sus memorias. Más adelante entrevistaron a un artista cercano para conocerlo y retratarlo con palabras. Escribieron sensible e incisivamente sobre una exposición coletivísima realizada en el Museo de Bellas Artes, y finalmente se lanzaron a escribir ensayos, ensayando. Aunque algunos de ellos se confesaron lejanos a la práctica de la escritura, no aparecieron mayores obstáculos para empezar decir un montón de cosas que nunca habían sido dichas. Me animo a afirmar que la que tomó la palabra fue principalmente la sensibilidad, la sensibilidad más profunda y compleja.
* Publicar este puñado de escritos sin certezas, es una forma de decir que el arte puede ser lo que es y muchas otras cosas también; y no necesariamente está a cargo exclusivamente de los artistas convidar a más personas a ser parte –como espectadores activos, interlocutores– de las experiencias estéticas que ofrece –o puede ofrecer– el arte.
*Prólogo del libro "JARDÍN/escritos sobre arte contemporáneo en Catamarca", en prensa, a publicarse en Marzo de 2015 por VIVIR DEL AIRE editora.
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andreifernandez-escritos · 10 years ago
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Coordenadas*
Cuando empezamos a pensar esta publicación no sabíamos que sería un libro, ni que tendría veintisiete autores, ni que se organizarían los escritos en siete partes. Las decisiones que fuimos tomando, por las cuales llegamos a este formato y contenido, se fueron resolviendo colectivamente; surgieron como chispas a partir de charlas, desde ocurrencias, deseos y reflexiones de posibilidades. Muchas veces apareció la pregunta: ¿por qué no?
* Las personas necesitamos orientarnos en nuestro propio pensamiento, y es intercambiando las propias experiencias en comunidad con otros que encontramos orientaciones. Así puede desarrollarse la conciencia de sí mismo, y esa conciencia abona el terreno del intercambio. Podemos entender a la razón como “emoción condensada”, y a la producción de sentimiento como generadora de prácticas de pensamiento, que se elabora paulatinamente al comunicarse.
* Archipiélago es un conjunto de islas que comparten un territorio, pero (aún)no dejan de ser islas. Archipiélago es hoy un libro que reúne escritos de personas que se acercaron a participar en los Talleres de RUSIA/galería durante el año dos mil catorce; estos escritos se escapan a clasificaciones (no son literatura, ni teoría, ni noticias). Archipiélago es un mapa, un mapa construido con experiencias reales llevadas a palabras. Cada texto cuenta algo de la relación de una persona con el arte de aquí y ahora; el arte que produce, el que ve, con el que dialoga, el que la conmueve, el que la interpela. Escriben jóvenes artistas sobre su quehacer y sus búsquedas. Escriben artistas ensayando la crítica y autocrítica de producciones específicas; de su pensamiento visual y las razones (y sinrazones) de las consecuencias visibles que configuran sus “obras”. Escriben estudiantes de artes, escritores y espectadores, experimentando modos de decir, de comunicar las producciones artísticas de las que son testigos y/o parte. Estos escritos pueden funcionar como documentos, y como una forma de tomarle el pulso a este tiempo, nuestro tiempo. En cada texto trabajamos con sinceridad y dedicación.
* En los tres primeros capítulos no están especificados los autores, porque son los primeros textos trabajados en el taller “Leer, escribir, y comunicar el arte”, donde participamos al menos dos personas en cada uno de ellos; también es de alguna manera una declaración de intenciones y un juego, el omitir el nombre de un autor específico, en varios casos esas palabras recogen el eco de una voz plural. Los escritos que conforman el primer capítulo, son pequeñas historias de espectadores, sobre obras que quedaron en sus memorias -Inolvidablemente, vivirás en mí-, un ejercicio de conciencia de sí mismo frente a un objeto artístico. El segundo capítulo es un conjunto de textos sobre algunos artistas tucumanos, estos textos intentan contar cómo piensa cada uno de los artistas “retratados”, es un ejercicio de conocimiento de un otro. El tercer capítulo son textos sobre muestras realizadas este año en la capital tucumana; aparecen anécdotas de experiencias como espectadores, algunos ensayos de crítica y se expresan relaciones subjetivas con las producciones observadas. El cuarto capítulo reúne escritos sobre una misma muestra (“Salir del surco al labrar la tierra” de Gabriel Chaile), que nos sirvió como ejemplo para reflexionar, dialogar e investigar procesos de pensamiento, producción y exposición en el arte contemporáneo cercano. Uno de los principales desafíos que apareció en quienes nos aventuramos a escribir sobre arte, fue la incertidumbre del cómo; lo que decidimos para animarnos a escribir es simple: permitirnos la diversidad y la incertidumbre. Tomamos como principal arma en este campo de batalla a nuestra sensiblidad, para luego lanzarnos a la exploración de información y el diálogo. Al pasar de una página a otra en este libro, el lector se encontrará con muy diferentes modos de escribir; sobre arte, desde el arte. No hay certezas, ni la intención de construir una única verdad. Los capítulos cinco y seis corresponden a escritos producidos en los talleres “Prácticas Contemporáneas” e “Introducción a la (auto) crítica”. Y la última parte del libro está conformada por ensayos libres de tres de los asistentes al taller “Leer, escribir y comunicar el arte”. Uno de los autores de este libro publicó en una red social: “para mí escribir es como tejer sin conocer ningún punto”; así tejimos estos textos, sin puntos aprendidos ni recetas. Los publicamos para construir puentes que unan, o al menos acerquen, a esas islas que somos. Para que se abone el terreno con el intercambio.
* Como editora, simplemente intenté actuar como una jardinera, sin podar ni organizar caprichosamente este material; sino con el cuidado y confianza de que este Archipiélago es el principio de algo que crecerá por sí mismo.
*Prólogo del libro "Archipiélago/escritos sobre arte contemporáneo en Tucumán" publicado en noviembre de 2014 por CHARQUI ediciones. 
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andreifernandez-escritos · 11 years ago
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La resaca de lo vivido (Habana)
A Ofelia Paz, por los juegos de la memoria y el corazón.
A María Santucho, por hacer posible tanto, y con alegría. 
A Pablo Semán, porque es con vos.
Este es un despliegue que no intenta mostrar certezas ni habilidades. Es la manifestación de una mirada. La técnica es conocer diferentes lugares y personas, tomar fotografías, escribir algunas notas como apuntes, hacer dibujos y a veces pinturas -si las fotos no subrayan lo deseado-; y claro: mirar y señalar. Este trabajo es una obra “viva”, que va cambiando de forma al pasar el tiempo (como cambian todas las formas con el tiempo), va recibiendo aportes de muchas personas; todas sus partes se relacionan entre sí aunque la relación no siempre sea clara. Lo precario en ella es una situación, pero también es una decisión. Quizás este acumular, seleccionar y mostrar es “solo” una estrategia para confirmar y compartir la presencia (en algún sitio, en algún tiempo); podría decirse que es una pequeña colección de asombros que se intentan atrapar o traducir a imágenes y palabras para ser compartidos (y quizás para descansar de la soledad), y se editan, como se edita la propia memoria.
Este proyecto se llama La resaca de lo vivido, aunque también podría llamarse Qué hago ahora con esto. Lo expuse por primera vez hace dos años en mi casa de Salta (en el norte de Argentina), porque no quería hacerlo en ámbitos  tradicionales -sean institucionalizados o no-, buscando “desficcionalizar” la  propuesta. El curador de aquella exposición escribió: En tanto los percibamos “más reales” tendremos más confianza para recorrer estos (sus) territorios y reidentificarnos con Andrea, de no ser así será demasiado tarde porque estaremos dentro de su casa, dentro de su “sobreexposición” (...).
Expongo algunas imágenes que he encontrado y realizado aquí, en crudo; también un par de postales capturadas en el camino y un grupo de fotografías de mi archivo vinculado a este proyecto. Podría ser un diario de viaje. He invitado a cinco artistas argentinos a sumarse a esta exposición, compañeros con los que he mantenido correspondencia durante mi residencia en La Habana, cada uno de ellos me envió un archivo por correo electrónico; Alfredo Frías me envió el dibujo de un gato, muerto; Gustavo Nieto un texto vinculado al proyecto; Gabriel Chaile un texto y una fotografía como “el principio de una construcción de algo que no puede levantarse”; Belén Aguirre la foto de una de sus pinturas que me retrata desde su particular mirada; y Jessica A. Gómez el dibujo de un billete cubano que le pedí especialmente, porque cuando llegué a Cuba algo que me inquietó tremendamente fue encontrarme con un “otro” valor, en múltiples sentidos. 
Además de que me interesa la complejización que pueden generar estos aportes, no quise exponer sola, porque este lugar, la gente que he conocido aquí, me ha enseñado a compartir todo, me ha mostrado nuevas posibilidades de vida en comunidad.
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(texto del proyecto "La resaca de lo vivido" expuesto en La Casa de la Poesía de La Habana, en febrero de 2014)
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andreifernandez-escritos · 11 years ago
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caudal*
“Pienso en lo que está a mi alrededor. Pienso alrededor de qué estoy yo”, remarqué con resaltador digital del texto de J.  Estoy en la computadora otra vez, leo que una chica escribió “el orden de los factores altera lo simbólico”, tengo abierta la imagen del axioma de elección y el video que me mandó A detenido cuando el personaje dice: “quisiste inventar el amor”. Sé que todo lo que quisiera decir en este texto está escondido en las charlas de este mes; cuando hablamos de las cosas alrededor de nosotros, de nuestras obras, de nuestras carpetas, de nuestras colecciones, de las teorías de conjuntos, de los tornados.
Hay olor a humedad. No hace calor no hace frío. El hielo en mi vaso se derrite, el tiempo. Escucho el ladrido de perros que no son míos. Pienso en estar rodeada de vida, en estar latiendo.
Tengo un montón de fotos y clips de videos, yo también. Tengo una herida, yo también. Tengo miedo, yo también. Hago covers, yo también.
Me sorprendo todos los días de las fotos que sube H, me hace pensar en el lenguaje de las imágenes, la condensación, me fascina como puede generar esa correspondencia conmovedora, solo con señalamientos.
A escribe sobre su carpeta escondida y dice algo del pudor ajeno. G dice que tiene una colección de hombres trabajando en excavaciones. B me habla de dar, de su mirada en situaciones de tránsito, en soledad.
Vuelvo a pensar en la economía, en el intercambio; busco imágenes de huertas, escribo la palabra “ofrendas”.  
Nos dijimos muchas cosas, nos levantamos la piel y buscamos la mirada del otro. Empezamos a modelar un volcán, antes de terminarlo ya estaba en erupción. Un volcán de nosotros.
Me pidieron una consigna y canté sobre el teclado: no tengo máscara/no tengo disfraz/ni señales para guiarme/al menos hoy /al menos hoy.
Todos parecen muy ocupados con alguna cosa. Intento entender qué sienten. Esta semana crucé un océano dormida, no entendí la distancia. Muchas cosas me pasaron por primera vez en poco tiempo. Caminé con fuerza contra el viento, no había viento.
La memoria del cuerpo no deja de sorprenderme. B me escribió sobre la necesidad de transformar esa energía móvil de lo que hacemos en un pensamiento sólido colectivo. Con A hablamos del archipiélago que conformamos. Siempre hablamos de cambiar y siempre hacemos lo mismo, no sé. Si nos corremos un centímetro de nuestro acuerdo de sentido todo se vuelve absurdo. Qué sentido tiene. Sigue siendo nuestro acuerdo cuál es el límite. “El respeto y el deseo a veces se llevan sospechosamente bien”, anoto en un papel.
B me dice: nada me impacta como aquel que produce una experiencia donde no se puede delimitar el campo, lo que hablamos: los límites. Lo estipulado, lo nombrado, eso... eso es la perdida de los límites, aquello que no puede ser nombrado. Hay que coleccionar documentos porque las experiencias son intransferibles.
J dice en un mail “nos cuesta nombrarlo, decirlo con claridad, pero hablamos de qué forma hacemos cosas viajando y de qué forma hacemos cosas acá”.
No perdamos el asombro, le dije a una señora que me trata de confundida porque me moví de lugar y siento extrañeza. Vuelvo a pensar en las trampas, y en los juegos.  
Escribí en mi cuaderno  “El arte no está separado de la vida. El arte es la descripción de las vidas que vivimos. El arte está por todas partes. Nuestra manera de crearlo, de verlo y de analizarlo está en constante evolución. Ese constante desarrollo, esa transformación incesante del arte, es la necesidad de buscar, de conocer, de dudar. Asimilamos toda una gama de datos psicológicos, estéticos, políticos y emocionales, para luego crear formas (…). Echaba de menos el ejercicio de volver a donde empecé, de reconsiderar las premisas más básicas, de plantearme de nuevo las primeras preguntas”, copié esto de un libro que compré en una isla, lo traduje, es lo que entendí, pensé en Pierre Menard.
Le escribo a P: es inevitable construir supuestos en base a nuestra propia lógica, pero al aventurarte a conocer a otro te expones, ya sabes, a encontrar otros sentidos y consecuencias de X eventos y procesos, bueno: eso. Él dice: antropología. Yo: arte.
S me dice en un chat: “ya sabemos que con el silencio se tapa muchas cosas pero la única forma de tapar imperfecciones es con la oscuridad y ahí uno se pierde la belleza del otro. No da”.
Tengo muchas ventanas abiertas en la pantalla, con mapas y definiciones de enciclopedia y noticias intrascendentes y planes de consumo o comunicación. Tengo como cuatro mil fotos del viaje, todas las fotos se parecen a otras que ya vi, o que no vi. Casi todo me cansa, menos buscar imágenes, guardarlas.
En este encuentro todos estamos incómodos. Todo está crudo o vomitado.
Hablo en singular y en plural.
El volcán está aquí, imágenes que nos exponen, quizás. La invitación fue hacer un desplazamiento, mirar qué guardamos y qué compartimos. Surgió este caudal, que también puede ser una montaña rusa, o alguna cosa que no se pueda nombrar.
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*texto-collage de la muestra CAUDAL, del 15  al 31 de mayo de 2014 en RUSIA/galería, San Miguel de Tucumán; con la participación de los artistas: Berny Garay Pringles, Alfredo Frías, Gabriel Chaile, Hernán Camoletto y Jéssica Agustina Gómez. 
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andreifernandez-escritos · 11 years ago
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Comunes y suspendidas, las cosas.
Arcilla, esponja, mármol, goma, cemento, acero, vidrio, vapor, tela y cartílago, tinta, ceniza, cáscara de huevo, grano de arena, primer día de otoño, la palabra primavera,número cinco, golpe en la cara, la rima rica, la vida nueva, la edad media, la fuerza vieja,hasta tú, mi querida materia, ¿te acuerdas de cuando éramos apenas una idea? (Paulo Leminski)
La sala en silencio. Ladrillos tallados para anidar serpentinas de cuarzo, dan calor. Las estufas que hacía su padre. Una multitud de pequeños retratos, exquisitos. El árbol familiar. Todos de perfil, melancólicos. Contemplando es como fuimos cambiando.
Herramientas de construcción en pedestales de terracota. La suspensión. Suprimir la utilidad primaria de las cosas. El equilibrio y la distribución. Niveles de cobre y andamios. El propio sentido del mundo. La ingeniería de la necesidad: a partir de lo tengo, pensando en lo que me falta. Aspectos complementarios de una misma realidad: forma y fondo, continente y contenido, ser y parecer, continuo y discontinuo, esencia y existencia, etcétera. Para mantener la vida, volver al atrás.
Alguien dice que le emociona este ofrecimiento. Reza y construye. Su cama está aquí, elevada por aquello que ha transformado su sentir; su cama mesa refugio escenario confesionario. “Me interesa otorgarle forma a esas sensaciones que tengo de lo que representa mi mundo y el modo en el que se articulan las cosas allí, según mi imaginario”.
A veces nos escribimos. Tengo guardados los chats, porque me gusta la poesía, y porque a veces también aparecen manifiestos: “Creo en el poder, en el poder que depositamos en las cosas y en el que nos otorgamos nosotros; no somos más que la fuerza de lo que quieren otros y no somos menos que la fuerza que tenemos nosotros mismos”, escribió Gabriel el 4 de marzo a la madrugada.
En mi casa todo es pequeño. Entonces dibujé. Yo dibujaba. ¿Por qué? Porque en mi casa todo es pequeño. Te lo he regalado. No tan pequeño. Necesité mucho tiempo. Pude poco a poco enterarme de todo (…) Los retratos lo más parecidos posibles. No estoy seguro de tener éxito. Allá es demasiado pequeño. Debo de haber envejecido. Cada día sabía algo nuevo (…), subrayó de “El Principito”; y todo estaba ahí, haciendo equilibrio, en suspensión.
Todas las cosas eran comunes.
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Sobre Gabriel en Sendrós. Agosto de 2012. Buenos Aires
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