Tumgik
apolen-blog · 6 years
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Newen La Cuncuna
           Capitulo I
 Una cuncuna color naranja con ribetes negros, da grandes mascadas a una hoja recién brotada de un helecho. Pedazo a pedazo va devorándola, hasta dejarla carcomida hasta la mitad.
-       Mmm, ñam ñam, mmm, sabe tierna. Musita relamiéndose.
Una ola de frescor inunda su boca, ya satisfecha se recuesta sobre su lomo, sus púas la adhieren a la hoja como un velcro. Estira sus 6 cortas patitas y sus 10 propodios (o falsas patas), ubicadas a un costado de su abundante abdomen, mira al cielo y respira profundo olfateando el aroma del jazmín florecido, humedecido por la reciente lluvia.
Al parecer comió demasiado, suele sucederle, siente la pancita pesada, gira hacia un costado, mordisquea una hojita de menta coca para sedar la sensación de hinchazón, comienza a masajearse con sus mini patitas su copiosa barriga diciendo:
- “sana sana patita de rana, si no sana hoy sanará mañana”, luego adapta el dicho popular a “sana sana guatita de rana, si no sana hoy sanará mañana” con una sonrisa plácida que le ensanchaba, aún más, el rostro. Repetía ese dicho una y otra vez, como una letanía, poco a poco se fue apagando su voz, hasta dormirse profundamente en una improvisada siesta primaveral.
Soñó con sus patitas moviéndose como alitas de chincol, tejiendo un vestido de fina seda. Una vez terminado, se cubría con él, era muy suave y confortable, para probarlo se echó a reptar por la verde flora, se sentía tan protegida allí dentro, el color del vestido embellecía el verde bosque, contrastaba con cada planta alrededor, era como una flor en movimiento. De fondo una hermosa melodía de gotas cayendo rítmicamente sobre las piedrecitas y un sonido estereofónico proveniente de una profunda cueva. De pronto el vestido cobraba vida, y comenzaba a cubrirla entera hasta su rostro, una sensación de asfixia la invadió, y despertó de golpe, muy sobresaltada.
-       Uuuf solo fue un sueño. Dijo consolándose, tras dar un profundo suspiro. Pero ¡qué extraño sueño! replicó para sus adentros.
Ya bien despierta, reptó por la inmensa hoja de helecho, - que le servía de lecho- llegando hasta el límite, por su peso la hoja se inclinó, y se mecía en un vaivén decreciente. La cuncuna miró hacia abajo, viendo una posa y un peculiar ser en su interior.
-          ¡Hola! ¿Qué haces allá abajo en el agua? Debes ser buena nadadora. Dijo inocentemente.
-          Hola, hola. ¡Heeey! Gritó con fuerza para que le oyera.
Al notar que la nadadora, le ponía atención, y movía la boca para responderle pero no se oía nada, la cuncuna concluyó que el animalito debía ser sordomudo, así que trató de recordar el lenguaje de señas que le habían enseñado unos ancianos y sabios caracoles con quienes vivió en un Manto de Eva hace algún tiempo. Como era una estudiante del montón, no recordaba del todo los gestos, por lo que realizaba extrañas morisquetas con tal de comunicarse, todo esto lo observaba desde una rama un palote mimetizado en una ramita de Pimiento, era tan graciosa la escena que estalló en carcajadas.
-          Eh, ¿De qué te ríes?
Le pregunta extrañada la cuncuna a la imagen que miraba fijamente en el agua, quien aparentemente no sonreía y estaba tan intrigada como ella.
Las risotadas crecían junto a su extrañeza, de pronto sus antenitas le avisaron que no provenían del agua sino que de un costado suyo muy cercano, giró su rostro buscando el origen del sonido. Las carcajadas procedían precisamente de una ramita seca de Pimiento, caída en el vergel. La cara de asombro de la cuncuna fue total, luego de volver en sí, pregunta.
-          ¿Ustedes las ramitas también pueden hablar, o reír? ¿Incluso después de caídas del árbol?
Estalló en risión el palote, tanto así que perdió el equilibrio y casi se suelta de la ramita en que se sostenía, sólo en ese momento la cuncuna pudo apreciarlo claramente.
- Ah, eras tú ¿de qué te ríes con tantas ganas?
- Jajaja es que ajajaja tú estabas jaja, entonces yo jajaja…Intentó responder el palote con los ojos llorosos de tanto reír y – también lagañosos pues recién estaba despertando.
Luego de un rato de lanzar  frases entrecortadas por las carcajadas, el palote, se calma un poco y le dice:
- Lo que sucede cuncuna, es que yo dormía plácidamente y tú comenzaste a subir el tono de tu voz hasta despertarme, no alcancé a enfurecerme con quien quebraba mi sagrada quietud, cuando vi que le estabas hablando con palabras primero y morisquetas después al reflejo en el agua de tu propia imagen, y bueno ja ja jaja, luego creíste que quien se reía era la rama, cuando era yo… Ayayaycito- dijo suspirando el palote que al moverse parecía la manecilla horaria del reloj, pero para hablar parecía un segundero desenfrenado.
La cuncuna pone cara de duda primero, de entendimiento luego, para ruborizarse después.
El palote no conforme con reírse de ella a solas, le cuenta lo sucedido a un pololo, quien contagiado de la risa cayó desde una liana de un sauce llorón, a toda velocidad en un colchón de hojas que había dejado en el suelo la última ventolera en la arboleda.
-          Jajaja, no te creo.
Fueron sus primeras palabras, tras sacudirse las hojas y pajitas que le quedaron entre sus alas.
-          Es una gorda muy grasosa, quiero decir graciosa.
Completó el pololo. Y así continuaron diciendo frases y chistes hirientes contra la cuncuna, para seguir riéndose a costa de ella hasta desencajar sus mandíbulas.
-          ¿qué es gorda, espinuda, lenta y bobalicona? Preguntó el pololo con los ojos chispeantes.
-          La longaniza punk jajaja. Respondió veloz de mente, el palote ya muy despierto.
-          El globo erizo. Replicó sin éxito el pololo.
-          Buh búscate pega de payaso, allá va arrastrándose la carpa de circo itinerante jajaja. Completó la corteza viva.
La cuncuna sintió una punzada en su esponjoso y noble pecho, comprendió que se reían de ella y no con ella, así que decidió irse reptando por el barro y buscar un sombrío y solitario lugar en la oculta humedad del bosque. Al alejarse sentía lentamente cómo se apagaba el sonido de las carcajadas del coleóptero verde y el terroso fásmido.
Se preguntaba que había de malo en ella, y se sentía muy tonta por no haber comprendido que al ser a quien le hablaba era el reflejo de sí misma, y por creer que la ramita se reía cuando era el palote. Mucho menos comprendía porque su aspecto era irrisorio para el pololo que emitía un chasquido ensordecedor   con sus alerones cada vez que reía o para el lento palote que parecía una rama seca y quebradiza. No eran precisamente un par de adonis. En fin.
Así reptando solitaria por el bosque, se encontró con otra posa y decidió mirar su reflejo en ella para ver bien como lucía, antes eso si, miró a su alrededor para cerciorarse de que ningún insecto mimetizado la observara.
Bebió una bocanada rebosante de agua, se enjuagó la cara y respiró hondo antes de enfrentarse a plena conciencia a ver su figura y rostro reflejado. El agua tenía cierta ondulación desfalleciente dirigida hacia la mini playita de la posa.
Miró su cara redondeada, los colores naranjo y café negrusco que la pintaban a rayas, grande fue su sorpresa al ver lo grande que eran sus púas, sus antenitas se meneaban suavemente con la brisa.
Pensó, que era una mezcla entre terrorífica y jocosa, terrorífica por esas púas afiladas que parecían amenazantes dagas en su lomo, y jocosa, por esas rayas locas, sumado a sus abultadas dimensiones, el palote y el pololo tenían justa razón en sus burlas.
Bajó su mirada, exhaló lo que le quedaba de espíritu y emprendió un periplo sin rumbo fijo.
Reptó, y reptó sin observar a su alrededor, ella siempre había sido muy curiosa y le gustaba ver, oler y degustar lo que le ofrecía la Pachamama.
Ni siquiera se atemorizó al sentir el cercano aleteo de un ave, de ser insectívora podría comerla fácilmente, pero ella no miró hacia arriba para cerciorarse, ni intentó guarecerse, ni camuflarse, ni hacerse la muerta, nada, simplemente siguió reptando sin más. Así peregrinó, hasta que bajó la temperatura, se escondió el fulgor del sol y comenzó a iluminar la luna a media luz.
Estaba agotada, alzó la mirada y se encontró con una cueva oscura, la entrada parecía adornada por unas coquetas Fucsias, los vetustos caracoles del Manto de Eva le habían hablado de una cueva, que no era apta para cualquiera, porque adentro habitaban algo así como unos fantasmas, o una gran piedra, o unos seres invisibles, ¿o todo eso junto? En realidad, el recuerdo era brumoso, porque nunca había comprendido del todo aquello que le narraron.
En otra ocasión habría preferido no entrar, pero ésta vez, azuzada por esa mezcla de pena y rabia que tenía ahogada entre las vísceras y el rostro, sintió un arrojo que le recorría y acaloraba las venas. Pocos se atrevían a ingresar, ella fue uno de esos, ya no le importaba la suerte que pudiese correr.
Ya dentro, avanzó con precaución, sus ojos acusaron el cambio de luz, siguió reptando a ciegas por un momento, la tenue luz de la luna, quedó rezagada. Le dio miedo al principio, aunque se envalentonó pensando que allí dentro nadie podría ver su fisonomía.
Como un ser invisible, se sintió cómoda, respiro profundo, y sintió aromas desconocidos para ella, poco a poco sus ojos comenzaron a adaptarse a la escasa luminosidad interior, y lograba divisar ciertas siluetas cercanas, piedrecitas y posas por doquier. Sus oídos se volvieron muy agudos, y su olfato comenzó a guiarla como el de un sabueso adiestrado.
De pronto sintió un tamborileo de sutiles pasos, como una marcha de una tropa acorazada, pero desarmada al fin. Se le cruzaron varios chanchitos de tierra, que parecían estar acostumbrados a esa ceguera ambiental, pues iban a gran velocidad. De la cueva caían de tanto en tanto, grandes goterones, y pequeños guijarros malolientes.
La cuncuna siguió adentrándose, y volvió a sentir el redoble de pasos, pero éstos se sentían más pesados y duros.
-          ¡Y tú qué haces aquí! Sostuvo con voz marcial un ciempiés.
-          Mmm eeeh.
-          Responde rápido o sentirás mi poder. El Ciempiés, flectó el medio vientre, agazapando su parte trasera y alzando la delantera, se veía monstruoso con sus múltiples patas crispadas, abriendo y cerrando sus forcípulas, en cada contracción chirriaba el veneno que contenían.
-          Estoy acá dentro, porque no quiero estar afuera. Dijo la cuncuna con confusa decisión.
Tras lo cual cerró los ojos, y se dijo para sus adentros “que me tenía que venir a meter acá”, y espero la muerte, entregada. Pasaron los segundos, y no sentía las forcípulas ingresando por sus hendiduras. Comenzó abriendo su ojo izquierdo, tan lento como abre el botón de una rosa. El ciempiés ya no estaba erguido, colosal, como hace un rato. Estaba a ras de piso, y le miraba con un rostro de compañerismo.
-          Muy bien Cuncuna, eres de los nuestros entonces. Me presento, Sargento Ciempiés. Estamos a las órdenes del General Alacrán, somos los Renü Weichafe ¿A qué escuadrón perteneces? Le preguntó, dándole un vigoroso golpe por el costado con sus innumerables patas.
-          ¡Vaya que eres firme!, eres Newen la Cuncuna le dijo, bueno no hay tiempo para la camaradería debo concurrir a mi cantón. Nos vemos en la lucha armada.
Terminó de decir eso y se fue como una locomotora.
¿De qué guerra habrá estado hablando el Sargento Ciempiés? Se preguntó ya más aliviada la cuncuna ¿seré yo una Renü Weichafe?
De nuevo se escuchó un ser aproximándose, era el traqueteo de un ser lento y delicado, era un opilión. También parecía estar preparado para la batalla, tenía un caparazón muy resistente, antes que le dijera ninguna cosa, la cuncuna levantó la parte delantera de su cuerpo intentando remedar la actitud belicosa del Ciempiés. Nunca había exigido tanto sus músculos. Tiritaba gelatinosamente, pese al esfuerzo se sostuvo erguida y le dijo:
-          Soy Newén la Cuncuna, Renü Weichafe reportándome.
El opilión levantó el caparazón y asomaron unos pesados ojos en la profundidad de su ser.
-          Eres nueva por acá, de seguro te topaste con el Ciempiés ¿no es así?
-          Si con el Sargento Ciempiés. Se apresuró en replicar la Cuncuna con repentino tono marcial.
-          Mira Newen acá no estamos en guerra, simplemente algunos insectos y arácnidos han perdido el buen juicio, y han iniciado una Guerra Imaginaria, contra un Imperio que no existe.
-          Pero…
-          Tómalo con calma, la cosa es así, ya se hace de noche me tengo que ir.
Canturreó el opilión con una melodía relajada y pegajosa. Su voz era rasposa pero endulzada con Estevia machacada.
De pronto la cuncuna se dio cuenta que le encantaba tener un nombre y Newen le sentaba bien. No le explicaron qué significaba, pero parecía saberlo en su interior.
Consternada con la situación dentro de la cueva se preguntó en voz baja.
-          ¿No habré entrado en un insecticomio?
-          Buenas Noches, Ladys and Gentelman, bon soire, sean bienvenidos a la primera función del circo PicaBeat. Dijo con tono amanerado una pulga de larga peluca crespa, vestida como el Maestro Corales.
Luego de un brinco salió de escena, y se acercaron 3 pulgas vestidas con diminutos trajes de brillo, una se montó sobre la compañera, y la tercera hizo lo mismo, hicieron un chasquido con redoble para provocar expectación en Newén y saltaron como expulsadas por un cañón, e increíblemente cayeron con la misma formación pero a la inversa. Fue algo espectacular para Newén que con suerte podía recostarse sobre su lomo y girar en torno a su propio eje.
La cuncuna emocionada, intentó aplaudir a rabiar, pero sus brazos eran demasiado cortos, o su cuerpo muy ancho. Así que clamó:
-          ¡Bravo, bravo, bravísimo!
Las pulgas hicieron la reverencia de rigor, la cuncuna repitió los vítores.
Tras la breve presentación se perdieron en la bruma.
A medida que seguía internándose, caían más de esos guijarros malolientes desde la parte alta de la cueva, hasta transformarse en la alfombra del lugar. Le pareció muy profunda la cueva, pensó que podría tratarse de una caverna, cavilaba con esos pensamientos geológicos mientras reptaba lentamente.
Resonaba un cuchicheo incesante, como de ratitas pellizcándose mutuamente. Le desagradó la idea de reptar sobre los guijarros del hedor, así que se fue por una cara lateral de la cueva. Allí encontró un agujero algo iluminado, decidió entrar por ahí.
Había sido un largo y agitado día, Newén sintió cansancio en cada tramo de su ser. Se arrimó a un musgo sanito, comenzó a comer sus brotes hasta saciarse, se acurrucó y esa noche durmió tranquila como un lirón.
Al despertar, percibió el tenue sonido de una caída de agua, siguió el rastro con suma curiosidad, tras girar por varios recovecos, sintió como se humedecía el ambiente, se oía que el agua fluía de manera permanente, antes de dar con el lugar estaba humedecida toda con gotitas minúsculas.
Allí estaba la luz del día, provenía de un enorme socavón del que caía la agüita como un manantial que formaba un pequeño riachuelo al interior de la cueva, que a estas alturas parecía tener definitivamente las dimensiones de una caverna.
De tan bello, el paisaje era conmovedor, pensó no tengo nada ni a nadie, pero estoy tan feliz de estar aquí ahora, sus lágrimas de alegría se confundieron con el rocío de la cascada. Trepó hasta una gran piedra brillante y angulosa por el continuo cincel de las gotas caídas, se estiró cuan larga era, puso sus bracitos apuntando hacia arriba y se dio un chapuzón.
El agua estaba fría, y sintió como si su cerebro fuera una cáscara de huevo resquebrajándose. Nadaba cual sirena, se sentía más ágil y despierta que nunca en su vida, su energía parecía renovarse. Sacó su cabeza fuera, exhaló todo el aire que tenía dentro y se fue al fondo de la playita -cerca de la roca que le sirvió de trampolín-, estuvo por más de un minuto allí debajo. Cuando abrió los ojos, se vio a sí misma, asomada en la roca, salió a flote en busca de oxígeno y miró arriba sobre la roca a su reflejo.
-          Hola reflejo, tanto tiempo ¿cómo estás? Dijo a modo de broma, sin esperar respuesta.
-          Muy bien, pero no me llamo reflejo sino que Ayén la Cuncuna y allí voy.
Ayén se lanzó de la piedra igual que Newén, se dio un clavado profesional, sumergiéndose hasta el fondo del manantial.
Luego salió eyectada como un cohete hacia la superficie, tomó una gran bocanada de aire, y le dijo que la acompañara. No hubo tiempo para aclaración alguna.
Nadaron hasta la cascada, se pusieron juntas bajo el chorro. Ayen bajó la cabeza y Newén siguió sus movimientos, y comprendió que era para hacerse un hidromasaje en el lomo. Estuvieron así unos momentos hasta que se miraron directo a los ojos. Fue una mirada amplia e infinita que estremeció a ambas.
Ayén estaba agitada, pero se veía contenta, Newén estaba emocionada y comenzó a contarle todo lo que le sucedía, su relato, fue como un río desbordándose por antiguos cauces secos. Cuando concluyó, Ayén le dio un abrazo, le dijo que era un abrazo de corazón a corazón, así lo sintió Newén pues en efecto mientras duró el encuentro de sus cuerpos. los corazones de ambas latieron al unísono.
Era el primer abrazo de su vida, recordó como en ocasiones pasadas todos le hacían el quite a abrazarla, tal vez por sus púas, sus brazos cortos o quien sabe qué.
Ya en la playa, agitaron sus cuerpos para secarse. Se arrimaron a una roca semi soleada, por un tragaluz natural y conversaron latamente.
Ayén le dijo que ella había pasado por un período similar en el pasado, que la comprendía y que de haberse conocido antes todo habría sido más fácil para ambas.
Para la mayoría de los insectos es difícil la infancia y juventud pues crecen sin los cuidados y consejos de los padres, ni de la familia, solo dependen de encontrarse con la desinteresada amistad de otros insectos.
Las cuncunas se encontraron en un nivel genuino del ser, la conversación fluyó cristalina como el agua del manantial.
Ayén le contó que las babosas del saber le habían dado a probar una yerba sagrada, le dijo que las cuncunas y todos los seres son parte de la tierra, y que se debe venerar, respetar y defender la naturaleza. Entonces saltó nítido un recuerdo en Newén respecto al relato de los caracoles del Manto de Eva, ellos le llamaban la planta maestra, se referían a lo mismo sin dudas.
Ayén le dijo que había muchas plantas sagradas, pero que ella necesitaba una medicina muy profunda, la que conecta con el espíritu. Por medio de la purga del cuerpo tanto en su dimensión física como sutil.
Newén no comprendía cada palabra que escuchaba, pero en su mente se armaba un relato a su medida en base a asociaciones que hacía con sus pocas experiencias de vida.
Newén quiso seguir junto a Ayén su travesía en busca de la planta sagrada, pero Ayén le dijo que ella debía trepar a la corteza de la transformación. Le habló con tal seguridad y sabiduría que Newén quedó conforme en su tristeza, y le deseó con toda su energía amorosa un lumínico porvenir. Se aferraron con sus púas y durmieron pegaditas después de la agotadora jornada de baños.
(Continuará en el segundo Capítulo...)
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apolen-blog · 6 years
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Melipilla o Las bellezas de los 4 pillanes.
En Melipilla se da un fenómeno encantador aún inadvertido para la mirada de la cultura estereotipada, y es por partida doble. La proporción hombre – mujer, en favor de estas últimas, y la belleza que ofrecen no tiene comparación con ningún otro sitio del país, y he recorrido bastante este continente largo y enjuto llamado Chile.
La diversidad de sus rasgos y atributos es también llamativa. Aquí el mestizaje logró amalgamar la húmeda calidez redondeada de la morena sensualidad aborigen, con los cuerpos espigados, perfiles angulados y respingones de las europeas, y el serpenteado erotismo arábico que campeó casi 8 siglos en la España conquistadora.
Ciertamente la geografía genética no puede ser la única responsable.
Estando en su plaza me parecía que la gente de aquí es tranquila, “buenina” como diría un asturianillo. Es un hecho que pertenecen a la región metropolitana, que están a aproximadamente una hora de Santiago, que en su centro hay bastante comercio, incluso un mini mall. Pero todo a escala humana, le gente se sonríe mutuamente, conversan sin mirar el reloj y juegan sin importar la edad.
En la tienda ABC que está a mi espalda hay un animador de tienda, -uno de esos oficios que habría impartido el satírico Instituto Aplaplac en los despreocupados años 90’. En todo el rato que estuve, jamás incitó al consumo a los transeúntes, se dedicó más bien a acompañar con segundas voces las baladas y salsas románticas que tiene como música de fondo el local, asimismo se vale del micrófono para echarle la talla a sus colegas y piropear a las chiquillas que pasan por afuera. Dudo que alguna se haya sentido abusada y esté pensando en demandarlo en tribunales como sugiere el Observatorio del acoso callejero.
 Esta afabilidad confluye con lo netamente físico, para hacerlas no sólo bellas, sino que coquetas, graciosas. Son la definición del rol de la hembra en la cueca.
Al principio pensé que tanta ricura podía deberse a los efectos secundarios positivos de la ingesta de hormonas femeninas inyectadas en los pollos de la cual la zona es conocida productora. Ahora creo que es sólo un factor más.
 Otra variable que hace que esta maravilla sea posible, es que las melipollanas tienen la musculatura de glúteos, muslos y pantorrillas en acción. Si, el principal medio de transporte interno es el Dosh y la bicicleta (demás está decir que me refiero al dosch patas). Esto hace que la lindura de sus féminas tenga larga vida, aquí estar preñada - estado que abunda y es comprensible, con todo lo dicho quien no se entregaría desenfrenado a la incitación de follarlas constantemente sin precauciones ni miramientos- parir, tener varios hijos, estar entrada en edad, no es excusa para dejar de ser linda, al parecer con el tiempo avanzan en la elección de su vestimenta para resaltar el contorneo de los traseros, la altivez carnosa de sus senos y la sinuosidad de sus desnudas piernas.
Asimismo, los kilos, ni la diferencia en las envergaduras corporales parecen tener relevancia alguna. Simplemente las delgadas lucen sus afinadas cinturas, así como las más voluminosas zangolotean su voluptuosidad carnal.
Estas mujeres tienen algo que las diferencia y las hace especiales frente a otras que también pueden ser bellas, por no tratarse aquí de una cuestión exclusiva o de ciertos grupos minoritarios elitistas, -ya se ha dicho que la belleza es un bien público en estos lares- cuentan entonces con el don de la sencillez, que agradable ¿no?, pasean sin aires de grandeza, llevan lo que tienen con naturalidad, se las puede mirar tranquilamente sin inflar egos insaciables de histéricas que se tornan divas y miran con prepotente, premeditado y sobreactuado desdén.
Reparemos un segundo en el gallo melipollano, se le ve calmo, el contingente femenino es tan abundante que no se requiere de mayores aspavientos para emparejarse y disfrutar de estas dulces frutillas del valle del Maipo.
Quizás esto explique su bajo nivel futbolístico- en el equipo local para la fecha de creación de este relato, sólo hay un futbolista nacido en estas tierras- quien pensaría en pelotas de cuero sintético si hay otras redondeces forradas de suave piel acaparando la atención.
Hace hambre, me acerco a un carrito completero, quien lo atiende abandona por un rato su lugar, debe estar buscando monedas para algún vuelto, mientras espero se me acerca un par de melipollanos buena onda, me regalan una Brama en lata, engullo mi italiano, por si fuera poco la chelita de regalo al partir me pagan el comistrajo referido. Que piolín, mientras conversamos en esas fugaces amistades callejeras, les comenté este fenómeno que me llevó a describir esta observación fenomenológica, ciertamente lo sentían en carne propia, el más cufifo de los sociates me repetía con esa letanía que le da el copete al habla, “uno tiene que respetarlas”.
Luego pasó un borrachín de oficio por el medio de la plaza tambaleándose con el tradicional paso zandulonguero. Uno se pregunta cómo caer en los resacosos pantanos del alcohol con tanta motivación sexual deambulando por doquier. Una mirada simplista, es cierto. La asociación libre me hizo rescatar la frase de mi perecedero compadre melipollano, este hombre alcohólico no respetó a una mujer que pasaba junto a él, pues interrumpió descortésmente su transitar. Luego uno reflexiona y concluye que debe ser difícil ser un hombre solitario entre tanta mujer esplendorosa, te transforma  en un paria de súbito.
Esto en ningún caso pretende ser una apología a esta mini ciudad o pueblo grande, aquí también los pacos entran prepotentes en sus motos a la plaza, parte de sus habitantes preferiría no ser sohuas y vivir en ciudad capital, hay problemas de identidad, los hombres y niños lucen camisetas cruzadas y de otros grandes santiaguinos, y no se ve ninguna del Club de Deportes Melipilla. La música por cierto es importada, algunas mujeres te miran antes que todo los pies, y ratifican ese prejuicio arrivista de las mujeres que se fijan en la calidad y precio de tu calzado para determinar la valía del humano macho observado, cosa que se hace irrisoria cuando andas con chalas de goma que  alcanza con un Andrés Bello de papel de la casa de monedas, en fin son los males de Chile, aquí también están.
Esta aclaración no es para ponderar las alabanzas, sino que recalcar que me remitía a un tema específico, la belleza de las melipollanas, una belleza sencilla, rural, urbana. Una belleza plena, abierta, honesta, hormonal, regada y regalada para el turista en esta ciudad-pueblo de paso.
Tal vez el mayor hechizo de los pillanes para su séquito.
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apolen-blog · 6 years
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REZÁNDOLE A UN CAJÓN
Rezándole a un cajón,
Chiquillo preguntón,
Coronas de reyes polinesios,
Intrusas en el reino del luto,
No se oyen llantos, a lo sumo resignación,
Desaguisada sonajera de tripas.
Que tiempo hace, que no te contemplaban como hoy,
No hay suficientes para cargar el ataúd.
Un viejo español con largos atuendos,
Escupe tu vida con liviandad,
Irrespetuoso / cabro tonto, no ve que hay que estar calladito,
ya se va a acabar ya.
(Poema creado en el Taller de Poesía 1999, guiado por poeta Gonzalo Millán de la corporación cultural Blamaceda 1215. Publicado en el Libro titulado “Los Hijos del Robot”.)
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apolen-blog · 6 years
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DE VISITA UN DOMINGO DEL 2009
Me afeito la cabellera y la barba,
Una bandada de gorriones, dos cuncunas fosforescentes y un matapiojos calipso
Quedaron sin hogar.
Todavía como naranjas a medias,
Todos conocen el cambio y no era amarillo, blanco ni azul.
Me duermo desarmado, y una nave se estrella con estrépito en las afueras,
Me incorporo, veo un niñito chascón y pecoso con los hombros escogidos y
Las manos a la altura de la cabeza, la nave de plástico calla en el suelo.
El pequeño tiene ojos verdes,
¡Tiene los ojos verdes!
(Poema creado en el Taller de Poesía 1999, guiado por poeta Gonzalo Millán de la corporación cultural Blamaceda 1215. Publicado en Libro titulado “Los Hijos del Robot”.)
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apolen-blog · 6 years
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AL LARGO PASILLO
No creo en el viejito pascuero,
Siempre acepto sus juguetes.
En su verdulería Don Tito me regala una cabeza de ajo,
Por cantar guitarrita en pecho,
“era la luna llena…”
Canto también en misa
Y las señoras me besan el cachete,
Si les digo que no creo, no me escuchan.
¿Por qué las mugeres hacen pipí y caca por el poto?
Mi mamá no sabe que nunca sueño con angelitos.
(Poema creado en el Taller de Poesía 1999, guiado por poeta Gonzalo Millán de la corporación cultural Blamaceda 1215. Publicado en el Libro titulado “Los Hijos del Robot”.)
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apolen-blog · 6 years
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Mi Dama
                                                          A la memoria de Juana Murillo Aracena
I
Pequeña pasa,
Dulce y añejada.
Multimadre sin hijos paridos ni extirpados.
II
Ekeko de bolsas con bolsas,
Bolsas con carpetas,
Carpetas con carpetas,
Carpetas con guías y pruebas,
Pruebas con correcciones, anotaciones, décimas sumadas a la mala por los pavos haciéndose los vivos,
Décimas bajadas por ti que nunca se concretan.
III
Estante y casillero ambulante,
De pasos cortos, pero con prisa y ritmo constante.
Corazón corporizado, ternura e inocencia,
Más pura que la verdad, más cierta que las apariencias.
III
Lengua ronroneante,
“Méthode Orange”
Luc, les lunettes, le cható, le maison,
Regardé, Ecouté.
                        IV
Fue nuestra profesora jefe,
Defendió a los compañeros que quisieron expulsar,
Nos acompañó a la gira de estudios,
Puso fianza a nuestra desmesura hotelera,
Orinó de pie sin más, en las cálidas aguas del Atlántico,
Dejando ver una cascada angelical.
V
Aceptó, faltas de respeto inconmensurables,
Con Solanchi debimos pagar las culpas de todos,
Arriesgando nuestras vidas en su automóvil por la Alameda,
Que no ha vuelto a abrirse del todo.
VI
Mi dama te doy las gracias y te honro en tu partida definitiva al reino de los gatos.
Cantarás con Edith Piaf,
Dialogarás en silencio con Marcel Marceau, vivirás aventuras con Ásterix y Óbelix, echarás carreras con Alain Prost,
y serás la poesía andante de Baudelaire y Rimbaud.
Au revoir madame, tu es la vraie beauté.
(Poema publicado en el anuario de los SSCC de Alameda año 2017)
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apolen-blog · 6 years
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“Yizel de la naturaleza”
La noche se desparrama lentamente en el cielo como la témpera en sus hojas de block que ahora se secan afirmadas por un perrito de ropa en el tendedero interior del hogar. El plástico que cubre la ventana de su habitación, tiene un gran forado desde que un vecino de 5 años lanzó una piedra certera y afilada justo al medio. Un rayo de luz de luna llena, ilumina la mejilla planetaria de Yizel, la tierra gira y la prudente luz termina por bañar el rostro entero, su piel apiñonada brilla esplendorosa en su inocencia.  
Su humilde morada, encallada en las faldas de la cordillera de la costa, mira hacia el Este como esperando atenta a la salida del nuevo sol.
Amanece. Yizel, hace su ritual diario, coge de la mano al espíritu de su abuela, ambas danzan descalzas con pesados pasos hacia delante y hacia atrás, salta el polvo. Los ojos de Yizel parecen cerrados pero no lo están, deja que la luminosidad ingrese levemente, de ese modo ve todos los seres ocultos, y se inserta en varias dimensiones al unísono. Se sumerge en las profundidades del universo, escucha huesos chocando, crujidos de pezuñas de cabras, cueros golpeados, el viento se cuela por los agujeros y los cornos, formando una sinfonía ancestral.
-          ¡Yizel te le está enfriando el té! Brama con voz ronca su madre. Yizel sale del trance de golpe, trastabilla, entra a la cocina, traga la infusión azucarada y sale rauda por el sendero, cerro abajo.
Lunes 8:12 am. / Llega a su escuela, la negra y fría reja entre abierta en sus manos pequeñas y amasaditas como sopaipillas de harina. En la entrada el mural informa las fechas importantes a apoderados y pobladores. Se conmemoraba, el mes dedicado a la literatura. Representaciones de libros con distintas texturas, colores y personajes se lucían. A Yizel le encanta mirar esas creaciones al ingresar.
Sus piececitos caminan silenciosos por el pasillo de ingreso, a la izquierda el estacionamiento de los profes es una pila de vehículos atochados en un taco inmóvil, a la derecha arbustos, rosales y naranjos con mínimos insectos haciendo una ronda voladora a su alrededor.
Una voz muda la llama, sus ojos se vuelven agudos como los del tiuque y nota que las naranjas de los árboles están verdosas, crecidas y tienen una extraña partidura en la cáscara, es como que la carne del fruto quisiera arrancar de su encierro rasgando su fragante coraza.
-          “Pasaron mucha sed en el verano, pobres”. Dice para sus adentros.
Un par de pasos más, y sin hacer un alto delator mira discretamente hacia el bicicletero de la escuela. Allí está la cleta BMX pintada por el óxido y carcomida por el descuido. Aunque la bici del Nolan siempre se robará las miradas de todos, con esos graciosos papeles lustres en los rayos que provocan el efecto arcoíris fusionado al ir en velocidad. Verla allí cada mañana es una señal inequívoca de que él ya llegó a la escuela, de los primeros como siempre, la madrugada era la única aliada de su amado.
Cuando ve su “bici arcoíris”, toma una bocanada profunda de aire, se le infla el pecho, siente un calorcito reconfortante, que libera por la boca al brotarle una sonrisa plácida, asomando su dentadura de marfil que luce incompleta por un colmillo de leche caído anteayer.
-          “Buenos días Yizel, ¿cómo amaneció?” le dice la inspectora al recibirla en la puerta.
-          “Bien tía Berta” responde con voz bajita pero con mucha alegría y una dulce pureza que se encuentra en vías de extinción.
Ya dentro de la escuela, percibe una luminosidad grisácea. El verano se esfuma de mala gana y el otoño se deja caer sin apuro ni convicción.
Atraviesa toda la escuela para llegar a su sala, entre los Liquid Ambar y el parrón de las alturas, escucha las conversaciones de los niños en el patio, y las voces vestidas de seriedad de los profesores quienes apuran a los más remolones y traviesos.
Entra a su sala sigilosa como una guiña acechando su presa entre la hierba y las hojas secas. Ya había comenzado la “lectura individual” y había que estar calladitos.
Al verla la profesora levanta la mirada sobre los anteojos reprobatoriamente, Yizel sabe que ese lenguaje gestual significa: - “…de nuevo atrasada ¿en su casa no conocen los despertadores niñita?” como le ha dicho tantas veces al llegar atrasada.
Se sienta junto al Nolan, él no la mira pareciera estar leyendo de verdad, cosa rara en él.
La tía Nati se pasea por los puestos, ¡Plaf! Un manotazo que no advierte ni la profesora, ni la tía Nati, y la sonrisa del Nolan que le pasa un mensaje que dice “pucha que cuesta matarte mosca fea”.
Al Nolan le gusta jugar a que tiene manos de matamoscas y que ella como es una “mosca fea” recibe de tanto en tanto los golpes del supuesto adminículo.
Yizel continúa leyendo como si nada le hubiese pasado, es muy veloz, termina rápidamente de decodificar el breve cuento, aunque como siempre no entendió ni jota lo leído.
Cuando están sentados juntos, jamás mira a Nolan. Si él le pide que le vaya a buscar lo que se le cae o deja caer a propósito ella se camufla entre los movimientos ajenos, se para y se lo entrega en la mano sin que nadie note lo que pasó.
Pero cuando el Nolan camina por la sala lo observa con honda detención, como un búho oculto en el bosque. Hoy Nolan anda cantando un reguetón duro, le cambia la letra, y se ríe mucho, aunque nadie más se ríe con él. Al Mati López le carga que sea tan repetitivo. A ella le parece muy ingenioso. Tras ello, Yizel piensa: “El Nolan le pega fuerte a otros niños y niñas, en cambio a mí no tanto, a lo mejor es porque en el fondo me quiere aunque yo sea una mosca fea ¿o no?”.
Al salir al primer recreo, la tía Nati, acaricia su cabello y le dice que le quedó muy linda su trencita, Yizel baja la cabeza y la mira hacia arriba con una sonrisa esponjosa y chispeante.
Yizel domina las fuerzas de su corazón, cada día dice muy pocas palabras, las justas y necesarias, incluso un poco menos que eso, porque guarda toda su energía milenaria para conectarse con la tierra bajo el cemento. Del trinar de las aves afina el oído, de la brisa conoce el destino, ella no necesita reloj para saber que la tía Berta se equivocó y les quitó un par de minutos para que vayan corriendo al baño antes de volver al aula.
Sentarse de nuevo. Hay un barullo total en la sala. El Nolan está bailando “dale mosca fea, dale mosca fea”, y se ríe tan contento que ella igual se ríe por dentro. Por suerte, maneja el arte de las arañas pollito para quedarse quieta, inmóvil, imperturbable casi inerte.
-          “Yizel –le dice la tía Nati- mi niña linda tiene que ir con el tío Daniel que le va a hacer unas pruebas”. Sale muy nerviosa, ¿Qué será? Se pregunta.
Responde distintos desafíos hasta el recreo largo, el tío la deja salir a jugar.
De pronto siente un dolor en la cabeza un niño en el patio del medio está descuartizando una tijereta que se refugiaba detrás del basurero. Acto seguido su cuerpo se renueva de frescor y vitalidad pues están regando el mini huerto del fondo.  
Sale al patio de párvulo, y recuerda cuando desde su ventana, ve pasar al Nolan manejando sin manos, mientras en las ruedas los colores del arcoíris se mezclan como en el futuro se mezclarán ella y él. Yizel sabe que será así, que él cambiará. Su corazón se multiplica y casi se le sale del cuerpo como los frutos de los naranjos secos casi salen de su cáscara.
Martes - 08: 10 am/ aula de clases/ Ayer por primera vez en sus 8 años de vida alguien le dice que es muy inteligente. Hoy en la “lectura silenciosa” entiende perfectamente un cuento llamado “Los ladrones del tiempo”, se derriba un muro de su mente, sus mejillas se encienden como pechos de loica, por fin pudo comprender lo que leía.
Su felicidad se reseca, siente como las aves buscan rastrojos en la tierra resquebrajada del Humedal de Batuco, otras caen víctimas del botulismo, retorciéndose con espasmos. Va corriendo a beber agua de la llave, los metales pesados electrifican su sangre, se las transmite a las aves desde lejos. Sabe que cuando crezca será una guerrera del arcoíris y Nolan será su compañero de batallas cuando logre curarle con matico y amor infinito su corazón dañado.
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apolen-blog · 9 years
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Transa/ntiago
Metro de Santiago horario punta.
De nuestra parte:
 I
 Trastocados, transpirados, trastornados.
Transformados, aglutinados, sofocados.
Envenados, acallados, excitados.
Arrebatados, solapados, embobados.
 II
 Salvándonos solos, vomitados, aplastados.
Atrapados, desahuciados, desmoronados.
Amontonados, acostumbrados, amortajados.
Innombrados, desorganizados, embriagados.
 III
 Ninguneados, vilipendiados, moreteados.
Asfixiados, orinados, empujados.
Engañados, pisoteados, manoseados,
Desaseados, violentados, cansados.
Ensimismados, atrasados, suicidados.
 Informe usuarios Transantiago.
 Continúa el plan en marcha según lo estipulado. Ante todo la seriedad y el cumplimiento de nuestros compromisos pactados, el borrego santiaguino aguanta.
 Gobierno empresarial
 (Poema ganador “Concurso Literario Mes del Libro 2017″ Escuela Paicaví de Lampa)
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apolen-blog · 9 years
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La línea 5 del metro no es verde
Estación de metro Mirador tal vez, recuerdo brumoso. 
La lluvia salpica los perfiles metálicos. Las gotas se suman en caída libre por las aberturas horizontales hechas para la entrada del verano, es invierno. Se acumulan charcos, los usuarios esquivan, a nadie parece importarle nada, el ritmo monosilábico de la ciudad trepida sin contratiempos. 
Trepa el gris del cemento por los pilares de la obra gruesa descubierta, chorrea al mismo tiempo desde el plomizo cielo cubierto de nubes y esmog.
 Bajo una saliente de hormigón, silente, vestida de plomo santiaguino, una lauchita tiembla, húmeda, anhelando que su perfecto camuflaje le permita seguir inadvertida.
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apolen-blog · 9 years
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El Chanchito de Tierra. Capítulo I
Se seca la pintura color merengue en el muro exterior del baño de varones. El cura Girardon, Director del Colegio inspecciona las obras. Camina parsimonioso con las manos cruzadas detrás, a la altura del coxis. Como un gallo viejo y descrestado que se pasea altivo por el gallinero aprovechando la ausencia del futre, el inquilino, y el gallo alfa. Él mismo escogió el efecto martelina hace más de 20 años, cuando asumió su actual cargo. 
Dicho puesto comenzó como un interinato,  que se fue estirando y estirando, año tras año, hasta que en algún indeterminado momento, como una lenta metamorfosis larvaria, parece haberse transformado en su rol definitivo. Sin que nadie -al parecer- tomase nota del cuándo, el cómo ni el por qué. Fue como una especie de asunción.
Aunque Girardon parece no saber mucho de pintura de brocha gorda, detiene su andar y lanza  un par de órdenes con tono adusto para hacer notar su presencia y jerarquía. Los pintores se acomodan sus sombreros de papel de diario y comienzan a darle la segunda mano, sin responder ni mirar al párroco, como si su voz fuera una brisa más de esa somnolienta tarde de abril.
Martín, un pingüino de octavo básico, observa la escena, e imagina que esos sombreros de diario, serían unos excelentes barcos de papel para hacerlos navegar por las canaletas de regadío de las chacras del taller de naturaleza - que se imparte desde la primavera pasada en el antaño desolador “patio de los callados” como le llamaban medio en broma, medio en serio, al espacio ubicado al fondo del Colegio.
Aunque claro, si lo pillan jugando con barquitos de papel a su edad, otros pingüinos que se juran vi’os lo molestarían de seguro. De todas maneras creía que sería chori embarcar esas naves del más sencillo de los origami, con algunos tripulantes como mmm ¿quiénes podrían ser?… sapos o lagartijas tal vez. Se decidió por éstas últimas pues a pesar de ser hábiles nadadoras, eran menos asiduas al agua, y por ende serían mejores capitanas de flota si el barco se llegase a hundir, aunque, por otro lado, podrían huir fácilmente si encallaban y  pillarlas no era tarea sencilla en estos tiempos de naturaleza escasa. Los sapos en cambio podrían saltar como prófugos piratas apenas zarpara la embarcación así que los descartó de plano.
-       “Son los riesgos de una misión de esta naturaleza” se dijo, “se deben tomar decisiones” concluyó con seriedad marcial.
Mientras bebía leche chocolatada de una caja de aluminio por dentro y cartón por fuera, en vaivenes mentales observa desinteresado a las personas a su alrededor e imagina cual avezado almirante la zoomarítima aventura en su interior. Con la pajita succiona, retiene y deja ir el contenido, haciendo subir y bajar el adictivo líquido dulce y salado. Se divertía en ese inocente y cautivante mecanismo, cuando ¡Paf! siente un pesado golpe en la cabeza, y escucha la clásica frase “cachamal pega doble” en medio de las risas de un trío de compañeros de curso que pasaron corriendo a su lado, quienes siguieron su camino sin siquiera mirar atrás.
Martín se siente dolido, más que en su cabeza, -que sintió ese leve mareo que provocan ese tipo de golpes- en su corazón, un torbellino de oscuras emociones le inundaron. Sintió impotencia de no atreverse una vez más a cobrar venganza, y pena también, porque él nada hizo para merecer tal trato que de tan frecuente se convirtió en un maltrato. O quizás sí, tal vez hay algo en él, un sino negativo, una cruz que debe cargar, por ser “un cacho que no debió nacer” como le definieron en una pretérita discusión sus padres. Diálogo que escuchó en su borrosa infancia, como música de fondo mientras tocaba un piano cuyos semitonos estaban pintados de negro sobre las notas blancas en el suelo del pasillo de la casa. Es raro pero no logra recordar quién lo dijo si ella o él, era un niño pequeño en ese entonces.
Se atormentaba con oscuros pensamientos recurrentes, en ese breve instante en que las emociones se  retuercen ácidamente dentro del cuerpo.
Con el golpe saltó un poco de leche y le manchó sus pantalones de colegio, ni siquiera le importó, poco a poco las cosas comienzan a importarle menos y menos, así no sufre tanto.
Sintió una mirada intensa sobre sí, aunque algunas personas no lo saben, las miradas pesan. Es demasiado tímido como para voltear de inmediato a ver quién es, pero su sexto sentido se lo advierte, cierra los ojos por un momento rogando entre dientes que no sea ella, que precisamente, ella, no haya visto ese patético acto de circo pobre.
Respira hondo y mira luego de un rato a su izquierda, y allí está justamente, risueña como siempre y hermosa más que nunca, con su carita esponjosa, el pelito negro y puro, y su cuerpito de armonía redondeada. Dolorosamente la Millaray lo vio todo. Si ya sentía de antemano que ella nunca lo ‘pescaría’, por ser pollo, ahora las posibilidades se hundían y sepultaban por debajo de cero.
Martín era pesimista y asumió de inmediato que Millaray se reía de él, cuando en realidad eso no era efectivo, si bien ella había visto lo sucedido le había parecido una broma cruel del “Maco”, el “Chifla” y el “Pingüi”, que si bien no le caen mal, le parece que son muy infantiles. Se reía de otra cosa que le había dicho la “Gera” respecto a lo “pavo lesos” que son ese trío aunque crean que “la llevan”.
Martín flectó sus rodillas y pasó su mano tiritona por la mancha, extendiendo sin querer el rastro de la misma. Acto seguido se reincorporó tras realizar un rígido movimiento sincopado, sin más guardó sus manos bien adentro de los bolsillos de su grueso chaquetón de lanilla y caminó en línea recta hacia un lugar alejado y solitario.
Llegó al mentado patio trasero y comenzó a rascarse la cabeza, se le vino la voz de su abuela que le decía “se rasca de los puros nervios este niñito”, cada vez que su papá merodeaba cerca de él los fines de semana.
Unos pitufos de Kinder, jugaban al pillarse, y pasaban gateando entre sus pasos como si Martín fuera un árbol caminante.
Se sentó sobre una roca al lado de un naranjo, vio que una fila de hormigas subía y bajaba presurosamente. Al lado de la roca grande que le servía de asiento había otra metida debajo de la misma como una cuña, de curioso la movió. Bajo ella había gran cantidad de insectos que corrieron a refugiarse de la luz a todo lo que daban sus numerosas patas. Ciempiés, escarabajos, hormigas, chanchitos de tierra y otros bichitos parecidos a unas jaibas en miniatura -que no tenía idea cómo se llamaban- quedaron a su vista. A pesar que ya los había visto antes, nadie parecía conocer su nombre, ni aparecían en los libros escolares.
Uno de los chanchitos de tierra se hizo bolita, Martín lo tomó y lo puso en la palma de su mano, muy cerca de su vista.
Comenzó a pensar que es una buena forma de protegerse, hacerse pelotita. Se imaginó a sí mismo intentándolo, para evitar los malos tratos de sus compañeros, y sus padres en casa. A decir verdad, él tenía un cierto parecido con el bichito. Se le escapó una risa al pensarlo, a los dos les gustaba refugiarse, y tenían una especie de coraza para defenderse de los demás. Luego de un rato dejó ir al chanchito, había sonado la campana que avisa la vuelta a clases. Dio unos cuantos pasos y con el rabillo del ojo, ve un zorzal picoteando en el suelo, vuelve sobre sus pasos para corretearlo, el zorzal alzó el vuelo, pero no se veía el chanchito de tierra.
Sintió un apretón en el pecho, como un pellizco interior. Se preguntó si vale la pena seguir siendo como ese insecto, si realmente quiere vivir aislado, encerrado, resignándose a no conocer a quienes le rodean, conformándose con vivir en tinieblas, lejos de la luminosa Millaray, su reflexión se vio interrumpida por un:
- ¡Rápido, rápido jóvenes, no vayan a llegar tarde a clases! Incombustible frase del inspector de patio con su chiclosa voz nasal.
Apuró el paso y volvió a sus pensamientos cotidianos: debe seguir siendo un chanchito de tierra nada más, así está más seguro, además se auto convence que los demás son unos idiotas y no vale la pena conocerlos.
Antes de entrar a la sala se pregunta si debiese ir más allá y transformarse en un tipo agresivo, un zorzal cualquiera  para que no lo pasen a llevar, tantas preguntas, uf, ¿cómo quiero o debo ser?
-       Buenas tardes jóvenes.
-       Bue-nas tar-des pro-fe-so-ra Inés, contestó en coro el 8º C. Con un tono socarrón, remedándose a sí mismos.
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